Mostrando entradas con la etiqueta miedo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta miedo. Mostrar todas las entradas

sábado, 24 de junio de 2017

APRENDER A DESAPRENDER (Dejen salir antes de entrar)


En mi opinión, la mayoría de las personas estamos bastante seguros, o creemos estarlo, con los métodos que hemos usado hasta ahora en la vida, y cómo hacemos las cosas, sobre todo porque eso nos transmite una seguridad -que no siempre es cierta-, y por eso nos resulta un poco incómodo cuando tenemos que hacer cambios. 

En otras ocasiones no estamos a gusto con cómo hacemos las cosas, pero… está sobrevolándonos siempre el miedo a las cosas desconocidas, y el miedo con el que nos amenazan los cambios.

Lo que hemos aprendido se lo debemos a nuestros padres e instructores, que nos han enseñado, pero no educado, y, en el mejor de los casos, más con buena voluntad que con conocimientos precisos y con acierto. Y así estamos.

Ya hemos podido comprobar que muchas de las cosas que nos enseñaban lo hacían pensando en ellos –y en sus traumas, ilusiones o desilusiones, en sus ambiciones, o en sus carencias- más que pensando en nosotros. 

También nos enseñaron nuestros abuelos, los hermanos o compañeros de estudios, la gente de la calle, las experiencias, la vida…

Pero tampoco han estado acertados del todo, o tampoco han sido útiles y certeras todas sus enseñanzas. Hemos tenido que sobrevivir, como fuera, para poder convertirnos en supervivientes. 

Ahora es tiempo de organizar y hacer limpieza, de descartar, de desechar, de deshacerse de las cosas que no son válidas. De cambiar. En casa lo hacemos de vez en cuando con lo que hay en los armarios y en los trasteros y luego nos queda una agradable sensación.

Es bueno comenzar los cambios –y más cuando es uno mismo quien promueve esos cambios- con el ánimo más festivo, con la ilusión más optimista, y con todas las ganas a favor, porque seremos nosotros los primeros y principales beneficiarios de esos cambios.

Cualquier cambio que uno se proponga siempre será para bien o para mejor, por tanto… ¿Para qué temer ese cambio?

¿Para qué poner obstáculos o para qué los continuos aplazamientos?

La vida, por el hecho de habernos dado cuenta, nos ofrece la opción de salirnos de lo que NO nos gusta y empezar a hacer lo que SÍ nos gusta o lo que SÍ nos parece mejor que lo que tenemos.

Hay que ponerse de acuerdo con la Autoestima, si está baja, para que colabore en la medida de sus posibilidades, o, por lo menos, para que no ponga trabas y zancadillas. Uno siempre tiene derecho, y siempre se merece, lo que sea mejor.

Es bueno desaprender lo que está mal aprendido, borrar todo lo que nos está afectando negativamente, deshacerse de las falsas creencias, borrar, tirar, devastar, arrasar, asolar, liquidar…y hacerlo sin miedo.
No terminamos de ser conscientes del daño que nos afligimos con esa persistencia de aferrarnos a lo que nos es conocido, aunque sepamos que no nos es beneficioso.

Para resolverlo, es excelente observarse uno a sí mismo, desde fuera, como si uno fuese un desconocido y quisiera saber todo de sí mismo, y el mejor modo es estar pendiente de uno mismo en los movimientos, en los pensamientos, en las reacciones, en las cosas que uno hace, y preguntarse ¿por qué lo hago? y ¿para qué lo hago?, y así con cada cosa; después hay que contactar con la respuesta sincera que corresponde a cada pregunta, y uno se llevará sorpresas de por qué o para qué lleva mucho tiempo haciendo algo que nunca lo ha decidido por sí mismo, sino que lo aprendió, o se lo inculcaron –con gran insistencia, o tal vez sin palabras, pero el caso es que lo copió o lo integró sin cuestionarlo nunca-, y eso es lo que repite uno sin cesar, siempre, y sin haberse puesto en alguna ocasión a averiguar de dónde sale ese modo de hacerlo.

Me dijo mi madre “no hables con desconocidos”, pero me lo dijo cuando era un niño y yo sigo haciéndole caso, y por eso no me permito hablar con desconocidos y por eso no conozco gente nueva. “Desconfía de toda la gente”, me decía mi abuela, pero ahora ya soy mayorcito y puedo arriesgarme a confiar en alguna gente, porque no todos son malos aunque tampoco todos sean buenos, pero ahora yo puedo discernir por mí mismo y decidir voluntariamente sin rechazar a todos y porque sí.  “No practiques sexo, que te puedes quedar embarazada y estropearte el resto de la vida”, pero eso me lo dijo cuando cumplí doce años y ahora, a mi edad, sé que existen métodos anticonceptivos y podría tener sexo sin quedarme embarazada, pero no lo tengo por seguir obedeciendo inconscientemente a mi abuela. O a las monjas.

Si uno se observa en sus actos y se pregunta el por qué o el para qué de cada uno de ellos, se va a llevar muchas sorpresas. Lo garantizo. 

La mayoría del tiempo actuamos de un modo inconsciente, no deliberamos y sopesamos cada cosa que tenemos que hacer o decir. Sería imposible. El conductor cambia las velocidades en su vehículo sin pensar la razón de por qué tiene que pisar el embrague, los mecanógrafos escriben en el teclado sin pensar dónde está cada una de las teclas, todos andamos sin estar pendientes de dar órdenes a las piernas, etc. 

Hemos aprendido ciertas fórmulas que aplicamos automáticamente, sin revisarlas, y tenemos preparadas unas respuestas o acciones fijas para cada ocasión y las aplicamos cada vez que se nos repite. Eso quiere decir que no nos actualizamos. Seguimos un patrón que siempre –repito: siempre- es ajeno, de otros, porque nosotros no participamos en la selección de normas a usar pero, en cambio, las seguimos usando sin hacer una revisión y actualización.

Sería muy interesante revisar y revisarse en todo y desde el principio. Cuánto de mí y de mis decisiones propias hay en cada cosa que hago. Por qué esto y por qué aquello. Quién ha decidido. Qué es lo que yo realmente quiero. Quién manda aquí. Cuánto hay de mí en mí mismo. Quién decide o ha decidido lo que hago. Por qué este carácter, estas reacciones, los miedos, la falta de atrevimiento. Por qué no me atrevo. Cuánto tiempo voy a seguir así. Cuándo voy a comenzar a ser como verdaderamente quiero ser.

Voy a tener que desaprender muchas cosas. Y poner en su sitio las que de verdad quiero. Las que son mías.

¿Y tú?, ¿También?

¿Y te atreves?


Te dejo con tus reflexiones.


Francisco de Sales
buscandome.es

viernes, 23 de junio de 2017

10 comportamientos típicos de las personas altamente miserables


Paul Watzlawick, el psicólogo austríaco, pensaba que los seres humanos tenemos un talento innato para la tragedia. Lo demuestra en su libro “El arte de amargarse la vida”, en el cual esboza la idea de que convertir la vida en una experiencia miserable, tanto para nosotros como para quienes nos rodean, es un trabajo duro a tiempo completo.

El arte de arruinarse la vida está al alcance de todos


En la actualidad hay un imperativo que se puede encontrar por doquier: disfruta. El afán por alcanzar la felicidad ha llegado a límites insospechados. Sin embargo, aún así hay personas que ponen todo su empeño en ser miserables y amargarse la vida. De hecho, si les prestamos atención notaremos que dedican una enorme cantidad de energía a convertirse en verdugos de sí mismos. 

La imaginación es su herramienta más potente para convertir su vida en un calvario. No obstante, debemos prestar atención a estos comportamientos porque nadie está exento de caer en sus redes o de comenzar a amargarse la vida sin darse cuenta.

1. Tener miedo, a todo lo posible y lo imposible

El miedo es una emoción normal que tiene un rol adaptativo ya que nos mantiene alejados del peligro. Sin embargo, cuando llevamos el miedo a otro nivel dejamos de vivir. Vivir con miedo constante no es vivir, es morir lentamente. Las personas miserables se aseguran de que todo se convierta en una amenaza, de manera que terminan viviendo en una zona de confort cada vez más pequeña. 

2. Aburrirse, hasta la saciedad y aún más allá

Si quieres que el tiempo transcurra con mayor lentitud y que cada jornada cuente, haz algo nuevo cada día. Si quieres que las páginas del almanaque vuelen, consúmete en la rutina. La mejor estrategia para hacer que la vida sea miserable consiste en hacer siempre lo mismo, en seguir las mismas rutinas año tras año y cerrarse a lo nuevo. De esta forma esas personas tienen motivos de sobra para quejarse, sin darse cuenta de que ese muro a su alrededor lo han construido ellos mismos.

3. Desterrar el asombro al país de nunca jamás

No hay nada que nos haga sentir más vivos que el descubrimiento. Cuando descubrimos algo nuevo nuestro cerebro se activa y nos sentimos felices, satisfechos, eufóricos. Al contrario, las personas miserables se rodean de un aura de sabelotodos: nada les asombra, y lo que asombra a los demás es catalogado como plagio de algo ya existente. Así, en su vida todo se vuelve predecible, su existencia se llena de tedio porque le han cerrado las puertas a que algo maravilloso ocurra, por pequeño que sea.

4. Discutir por cosas tontas, por el dudoso “placer” de discutir

Para las personas altamente miserables, tener la razón es más importante que dialogar para encontrar un consenso. Se trata de un problema difícil de manejar fundamentalmente en las relaciones de pareja porque estas personas se encargan de fijarse en detalles para arruinarse el día y, de paso, arruinárselo a su pareja. El problema es que estas personas no discuten por cosas importantes ni para defender determinados valores sino que se van por las ramas, atacan y resulta imposible mantener una discusión civilizada.

5. Borrar la palabra “gratitud” del vocabulario, y si es posible del diccionario

Estas personas han ido desarrollando una visión muy negativa del mundo, por lo que no encuentran ninguna razón para sentir gratitud. No son capaces de hallar lo positivo en ninguna situación, no se dan cuenta de todas las “bendiciones” que tienen porque solo se centran en los fracasos, fallos y debilidades. A menudo piensan que solo los “tontos” pueden sentir gratitud y que el mundo es un valle de lágrimas donde nunca sucede nada bueno.

6. Quejarse, por todo y con todos

Dado que las personas miserables no tienen ningún motivo para sentirse felices o agradecidas, lo normal es que se quejen por todo, se convierten en quejicas crónicos. Tanto su conversación como su diálogo interior solo versa sobre las cosas negativas que les ocurren. Se quejan cuando llueve pero también cuando hay sol, cuando tienen trabajo y cuando lo pierden, cuando gana la derecha y también cuando gana la izquierda… De esta forma suelen perder muy buenas oportunidades porque no son capaces de ver más que la parte negativa de las situaciones.

7. El pasado determina el presente, ad infinitum

Lo que haya ocurrido en el pasado, sigue arrastrándose hasta el presente. Estas personas se las ingenian para seguir arrastrando las oportunidades perdidas, desperdiciadas o ignoradas. Recuerdan incluso la mala calificación que le dieron en la escuela, aunque ya hayan pasado 30 años. Piensan que “los malos recuerdos son para siempre”. Sin embargo, si el tiempo pasado fue mejor, entonces piensan que jamás volverán a ser tan felices y se resignan a morir un poco cada día.

8. Elegir la peor versión de uno mismo

Todos tenemos determinadas características de personalidad que no nos facilitan precisamente la vida. Hay quienes tienen una tendencia a la ansiedad, otros a la obsesividad, a la paranoia o a la hipocondría. Es lo que se conoce como “personalidades acentuadas”. La mayoría de las personas intentan compensar esos rasgos y limitar sus efectos potenciando otras características positivas. Las personas miserables, al contrario, los acentúan. Se encargan de ser la peor versión de sí mismos y dejan que esas características determinen su existencia. Así pueden dar por descontado que todos y cada uno de los días restantes de su vida serán malos.

9. Desconfiar de los demás en plan agente secreto paranoico

Nadie es una isla completa en sí mismo”, dijo Eduardo Galeano. Necesitamos de los demás, el contacto con los otros nos reporta muchísimos beneficios, pero solo cuando somos capaces de mantener relaciones interpersonales asertivas. Las personas miserables se aseguran de que no sea así. Desconfían continuamente de las intenciones de los demás y si les hacen un favor o les dedican un halago, inmediatamente piensan que hay una doble intención, que quieren algo o que se trata de una forma velada de humillación. La gente miserable siempre está pendiente de lo que los otros no dicen, más que de lo que dicen efectivamente. Obviamente, de esta manera terminan quedándose solas. Y así encuentran un motivo más para quejarse de lo miserable que es su vida.

10. Si todo falla, la culpa es de los otros

Para vivir infelices, hay un camino que nunca falla: culpar a los otros. El problema es que si asumimos la responsabilidad, eso significa que también tenemos la capacidad para ser felices y cambiar. Al contrario, las personas miserables apuntan su dedo acusatorio hacia los demás. Todas sus desgracias siempre son culpa de los otros: de los padres que no le dieron la educación adecuada, de haber tenido el hijo demasiado pronto, de un jefe déspota, de la pareja desconsiderada o del político de turno. Cualquier chivo expiatorio es bueno. Sin embargo, no hay nada mejor para ser miserable que el odio gratuito.

Psicología/Jennifer Delgado
http://www.rinconpsicologia.com

lunes, 19 de junio de 2017

Culpabilidad y Preocupación – Dos emociones inútiles


Dos de nuestros pasatiempos preferidos son culparnos por cosas que hemos hecho y preocuparnos por cosas que van a suceder o podríamos hacer. Estas dos emociones inútiles no nos dejan disfrutar del día a día y son responsables de nuestro insomnio. La culpabilidad consigue despilfarrar tus momentos presentes inmovilizándote y angustiándote por un comportamiento pasado. Mientras que la preocupación es el mecanismo que te inmoviliza y angustia ahora por algo que está en el futuro y que a menudo es algo sobre lo que no tienes ningún control.
Aunque una respuesta está dirigida al futuro y la otra al pasado, ambas sirven el mismo propósito inútil de mantenerte inquieto o inmóvil en tu momento presente.

Me siento culpable

Una de las emociones más destructivas es casi siempre ocasionada por algo que ha ocurrido en el pasado y, los conflictos internos que resultan a raíz de este evento, no se resuelven. Estos sentimientos acarrean desequilibrios mentales muy negativos que se conocen como sentimientos de culpabilidad.
Somos muchos los que hemos sido sometidos a una verdadera conspiración de culpabilidad en nuestras vidas; una conspiración no premeditada pero muy eficiente destinada a convertirnos en verdaderas máquinas culpables. La máquina funciona de la siguiente manera. Alguien emite un mensaje destinado a recordarte que has sido una mala persona por algo que dijiste o no dijiste, sentiste o no sentiste, hiciste o no hiciste. Tú respondes sintiéndote mal e incómodo en tu momento presente. Tú eres la máquina de culpabilidad. Un aparato que respira, habla, camina y reacciona con cargas de culpabilidad cada vez que le echan el combustible apropiado. Y debes estar bien aceitado si has estado totalmente inmerso en nuestra cultura productora de culpas.
No hay culpabilidad por grande que sea que pueda resolver un solo problema.

La culpabilidad

No es sólo una preocupación por el pasado; es la inmovilización del momento presente en aras de un suceso del pasado. ►Si simplemente estás aprendiendo lecciones de tu pasado, y prometiéndote evitar la repetición de algún comportamiento específico, eso no se llama culpa. ►De hecho, si te sientes culpable por algo que has hecho es más probable que repitas esa misma conducta en un futuro.

¿Qué ocasionan los sentimientos de culpabilidad?

Los sentimientos de culpabilidad generalmente ocurren por accidentes involuntarios en los cuales la persona participó directamente. Todos sabemos que no es lo mismo romper un vaso accidentalmente que lanzarlo al suelo a propósito. El sentimiento de culpa también se da por actos voluntarios como por ejemplo, palabras groseras que se pronunciaron en el pasado contra alguien a quien ya no podemos pedir perdón. Incluso existen actos que involucran a más de una persona como por ejemplo, la infidelidad.
El sentimiento de culpa por haber sido infiel a la pareja lo sufre tanto el que fue infiel como el que fue víctima de la infidelidad. La víctima se siente culpable de no haber podido satisfacer a su pareja para que fuera feliz en la relación. Y por otro lado, el infiel se siente culpable por el daño ocasionado y por cómo afecta a su vida misma.

Dos tipos de culpabilidad

La culpa se adueña de nuestro sistema emotivo a través de dos formas. La primera es la culpabilidad aprendida en la niñez y perdura hasta la personalidad adulta. La segunda es la culpabilidad que ha sido autoimpuesta por un adulto después de infringir un código moral o una norma.

¿Por qué elegimos sentirnos culpables?

A pesar de que es un comportamiento estúpido e inútil, seguimos sintiéndonos culpables y desperdiciando nuestro presente. ¿Por qué?:
  • Si ocupas el momento actual en pensar en cosas que hiciste en el pasado no tendrás que emplear el presente en hacer otras tareas más eficientes y provechosas.
  • Sentirse culpable es una manera de que los demás sientan compasión por ti en vez de quererte, que puede ser algo más difícil.
  • Puedes ganarte la aprobación de la gente sintiendo culpa por un comportamiento. Si has hecho algo que transgreda las normas establecidas pero te sientes culpable, estás demostrando que sabes muy bien cómo debes comportarte y que estás haciendo lo posible por adaptarte.
  • Cambiar y crecer personalmente es arriesgado y difícil. Cuando nos sentimos culpables podemos evitar cambiar para no esforzarnos ni apostar por nosotros mismos.
  • Existe la tendencia a creer que si te sientes lo suficientemente culpable, a la larga quedarás perdonado por tu mal comportamiento.
  • La culpabilidad nos hace sentirnos seguros, como cuando éramos niños y otros tomaban las decisiones en tu nombre y se ocupaban de ti. En vez de hacerte cargo de ti mismo en el presente, confías en los valores de los otros en tu pasado. ►Y una vez más la retribución radica en sentirse protegido del peligro de hacerte cargo de tu propia vida.

La culpa es una estrategia útil para manipular a los demás

La culpa es una herramienta que cumple una función, manipular a los demás. Es muy útil, por ejemplo, para conseguir que la pareja se adapte a las demandas y normas del otro. “Si tuvieras algo de sentido de responsabilidad, me hubieras llamado.” O “Ésta es la tercera vez que he tenido que vaciar la basura, me imagino que simplemente te niegas a hacer tu parte.”
¿La meta? Lograr que uno haga lo que quiere el otro. ¿El método? La culpabilidad.
La otra cara de la moneda: la preocupación
La preocupación, desde el punto de vista diagnóstico, es igual que la culpa pero enfocada al futuro.
Sentir culpa y preocupación es algo que se puede controlar. ¿Eliges sentirte culpable y preocupado o disfrutar del presente? Aunque estas dos emociones te asalten con relativa frecuencia, intenta que no interfieran con tu descanso ni ocupen mucho tiempo de tu presente.
“No es la experiencia del día de hoy lo que vuelve locos a los hombres. Es el remordimiento por algo que sucedió ayer, y el miedo a lo que nos pueda traer el mañana”.
Robert Jones Burdette.
https://www.infomistico.com

jueves, 1 de junio de 2017

CÓMO SUPERAR TU ANSIEDAD

A muchas personas, en especial a los hombres, no les gusta admitir que sienten ansiedad.


A muchas personas, en especial a los hombres, no les gusta admitir que sienten ansiedad. No obstante, en la vida real, todo  mundo pasa por momentos de angustia. La exigencia de cumplir con fechas de entrega y cuotas en el trabajo puede desencadenar estrés y, cuando estamos estresados, el cerebro ordena que se liberen las hormonas del estrés que provocan dos reacciones: pelear o huir. Por lo tanto, estamos diseñados químicamente con una mezcla de valentía y miedo. La ansiedad es una opción biológica en todos, ya se trate de aquellos que sobresalen por su ánimo guerrero o de  los que quieren pasar inadvertidos. 

El primer paso para controlar la ansiedad es que admitas que no tiene nada de malo sentirse ansioso; el problema es cuánto estrés experimentas y cuándo lo haces. Hay tres estados de ansiedad que debemos tener cuenta:

Intermitente y temporal
Éste es el estado biológico normal, cuando algo nos genera ansiedad por unos minutos u horas y transcurrido este tiempo, el sentimiento desaparece. Nuestros cuerpos están diseñados para lidiar con estos periodos de ansiedad sin que nos demos cuenta. Sin embargo, cuando ocurre un acontecimiento que nos genera enorme ansiedad, como perder el empleo o pelear en un campo de batalla, el sistema se pone a prueba. 

Sobrecarga de ansiedad
Cuando un acontecimiento es demasiado estresante, el cerebro se siente abrumado y es más difícil recuperar el equilibrio habitual. La gente que se ha quedado sin empleo durante un largo periodo de tiempo puede caer en depresión y los soldados que han estado en combate desarrollan trastorno por estrés postraumático.

Ansiedad crónica de bajo nivel
También se conoce como ansiedad de flotación libre, y se trata de una experiencia continua de miedo o inquietud, que algunas veces se convierte en ataques de pánico que se presentan sin que haya un motivo aparente. Su gravedad varía de persona a persona. Algunas personas tienen personalidades ansiosas y en ellas la preocupación crónica es una costumbre  establecida. Otros se sienten ansiosos durante momentos difíciles de la vida, como un embarazado o la universidad.

Pensando en estas tres opciones, la ansiedad temporal puede ser alarmante, pero desaparece por sí misma. La sobrecarga de ansiedad requiere tratamiento médico y psicológico profesional. La ansiedad crónica no tiene opción. Algunas veces cuidar de nosotros mismos ayuda mucho, mientras que en otros casos millones de personas con ansiedad toman tranquilizantes recetados por un médico. La desventaja es que este remedio rápido sólo alivia los síntomas sin atender las causas.

Cuidarse es la mejor opción para cualquiera que sienta ansiedad de leve a moderada, ya sea que un acontecimiento específico la haya desatado o no. A continuación aparecen los pasos más importantes del cuidado de uno mismo que hay que tomar.

Siete pasos para enfrentar la ansiedad

1. Reconoce que sientes ansiedad y di a las personas que te rodean lo que ocurre.

2. Busca a un amigo o familiar que haya experimentado ansiedad y la haya superado. Haz de esta persona tu confidente y fuente de empatía.

3. No ignores tu ansiedad; esconder la ansiedad en tu interior sólo la hará más fuerte. La ansiedad busca alivio y no descansará hasta encontrarlo.

4. Duerme bien, ocho o nueve horas diarias. Tal vez esto sea difícil, porque los pensamientos ansiosos tienden a aumentar durante la noche. Aquí es donde ayudan los ejercicios de meditación y relajación. Prueba algún producto natural para dormir si tu ansiedad te provoca un insomnio que te hace sentir exhausto durante el día. Si eso no funciona, tal vez quieras probar algún producto que se venda sin receta médica y que te ayude a dormir. Asegúrate de comenzar con media tableta y úsalo con moderación en lugar de convertirlo en una necesidad o incorporarlo a tu ritual habitual para dormir.

5. Atiende el estrés en tu vida con seriedad. La ansiedad es una consecuencia muy cara por vivir bajo presión constante. Para la mayoría de la gente, la ansiedad es un signo de que la respuesta al estrés es excesiva. Intenta reservar tiempo de cada día para estar solo y tranquilo, para meditar y caminar en la naturaleza.

6. Evita el alcohol y el tabaco. La gente recurre a estas sustancias para ayudar a olvidarse de la preocupación y el nerviosismo. En última instancia, ambas sustancias contribuyen con el problema en lugar de resolverlo.

7. Haz que la relajación mental sea tu principal meta y recurre a una gran variedad de tácticas, como desarrollar un pasatiempo, meditar y retiros donde hagas un voto de silencio. Experimenta la quietud de la mente como tu estado natural.

Una vez que hayas comenzado a controlar tu ansiedad, puedes usar un mantra para combatir el miedo cuando se vuelva muy real. Este es el principal problema para la mayoría de la gente que no puede dejar ir la ansiedad, el nerviosismo y la inquietud: creen en el mensaje que les manda la ansiedad. En su cabeza, se generan pensamientos que les dicen: "Esto va a salir mal", "Algo terrible está a punto de pasar" y "Nunca podré con esto". Los actores que sufren pánico escénico tienen todos estos pensamientos, pero salen al escenario y su actuación es maravillosa.

Eso es porque el miedo no les dice la verdad; sólo los convence, que no es lo mismo. Así que cuando tengas un pensamiento ansioso, usa el mantra "No me consta que esto sea verdad". La verdad es que ahora estás bien. En otras palabras, cambia ese sentimiento ansioso que tienes sobre el pasado o el futuro por la lógica de que estás bien en este momento. De esta manera, tu cerebro aprenderá una nueva forma de enfrentar las dificultades. Si ahora tu mente está acostumbrada a creer en las señales de miedo, que son mecánicas, puedes entrenarla para que analice cada situación de manera realista en el presente. Todas estas tácticas han ayudado a un sinnúmero de personas a contrarrestar la ansiedad y pueden ayudarte también. 

Dr. Deepak Chopra
https://choprameditacion.com

domingo, 28 de mayo de 2017

Vencer cuatro miedos de la Vida


Miedo a la soledad
Hay dos opciones que se pueden considerar:
La primera es que el ego trabaja en su banal causa de hacerte creer que realmente estás solo, que tú estás unido a los demás, con el fin de sentirte protagonista de la vida y encontrar el reconocimiento, en todos los niveles que te imagines, en la familia, en la pareja, en el grupo de amistades, en el trabajo y en la sociedad.
La segunda opción es que el espíritu desea que recuerdes que eres parte de una Totalidad. Que tú siempre estás unido a la energía integradora de Dios, que se manifiesta en una llama interior que tú posees, una luz que debes expandir. Cuando le das fuerza a esa luz interior, comienzas a mirar con los ojos de tu corazón y empiezas a ser consciente de que siempre tienes compañía. Es la compañía con tu ser interior y con tu Creador Supremo. Llegarás a comprender que la soledad es una maravillosa oportunidad de la vida para compartir contigo mismo; y justamente en este momento, empezarán a aparecer aquellas personas que vibrarán con tu misma sintonía e intensidad.
Miedo a la escasez
Superar el miedo a estar escaso, sin dinero u oportunidades para ser cada vez más abundante requiere de un trabajo contigo mismo. Debes darte la oportunidad para considerar que tus emociones sientan ese “deseo de merecer lo mejor para tu vida”. El sentimiento de víctima, es una señal de que el fantasma del miedo esta invadiéndote.
Hay una palabra de siete letras que, cuando la repites, empieza a dar claridad al estado de abundancia que hoy tienes. Esta palabra es “GRACIAS”.
 Cuando agradeces por todo cuanto tienes en este momento y por lo que llegará a ti, comienzas a ser perceptible de todas las cosas que Dios te ofrece cada día.
Gracias Dios por abrir los ojos este día de hoy, por poder respirar un día más.
Gracias por la cama donde duermo, por las situaciones que parecen adversas, pero me dejan sabiduría.
Gracias Dios, por la sonrisa que me regalo esa persona que no conozco.
Gracias Dios, por tener trabajo, por la comida caliente, por la taza de café.
Agradece y, en poco tiempo, todos tus deseos comenzaran a materializarse.
Miedo a la enfermedad
La enfermedad es un desequilibrio de tu estado de conciencia.
Cuando empiezas a sentirte débil, está claro que perdiste tu fortaleza interior.
“Enfermedad”, es una palabra compuesta del latín “in-firmus”, que significa “sin firmeza”.
Si comienzas a erradicar las auto-culpas, estarás dejando las cárceles del saboteo mental y te liberarás de estas ataduras.
El filosofo Platón dijo: “Mente sana en cuerpo sano”.
Piensa positivo respecto de ti mismo.
La enfermedad se contagia, perjudicando a otro ser, como se puede contagiar la salud.
Reconcíliate con el pasado, perdona íntimamente en tu alma todos los sucesos de dolor y llena tu corazón de alegría, perdón y paz.
Permanece también en silencio, porque Dios te hablará en este espacio de meditación.
El remedio para la enfermedad es el amor. Te darás cuenta que, de todos los medicamentos, el amor también crea adicción.
Conviértete en un “adicto al amor”, llénate de amor, ya que nadie puede otorgar lo que no tiene, da amor y recibirás a cambio amor.
Estarás cada vez mas sano y lleno de vitalidad.
El mundo necesita que estés saludable, para poder cumplir tu rol de ser un gestor de cambios en este planeta, que necesita curar su alma.
Si hay algo de lo que podemos estar seguros es que, cuando Dios lo disponga, partiremos de esta vida, no antes, ni después. Cuando el médico nos da la primera palmada para que comencemos a respirar, se activa la cuenta regresiva, ese tic-tac que nos indica que vamos yendo hacia el día en el que debamos parar.
Es por eso que la vida es un constante pre-parar, es decir, una invitación a trascender en cada instante vivido, hasta que llegue tu turno de parar.
Miedo a la muerte
Cierra tus ojos un momento e imagina que hace una semana que has muerto y que estás en el cementerio visitando tu propia tumba. Miras tu lápida y lees tu nombre, tus fechas de nacimiento y de partida de este mundo. A continuación, piensa en cuál es la frase que escribiría la humanidad acerca de ti, en tu propia lápida: ¿Qué dirían de ti?
¿Que fracasaste en muchas de las áreas de tu vida?
¿Que la gente agradece que hayas partido, porque les hiciste la vida amarga?
O, que sienten profundamente tu partida y que dejaste un espacio vacío en la humanidad, que nunca nadie podrá llenar.
¿Qué diste? ¿Qué cediste? ¿Qué donaste? ¿A quién ayudaste? ¿De qué te privaste?
Escribe en un papel que es lo que deseas que quede grabado en la piedra, cuando partas de este mundo. Trabaja, día tras día, para acercarte a este enunciado que declaras.
El miedo a la muerte se supera cuando tu meta es proyectarte en la trascendencia de tu entrega, bondad, generosidad, desprendimiento, altruismo, amor al prójimo, capacidad de despojarte, sin condiciones, sin esperar retribuciones, que vivirás en la memoria y los corazones de quienes hiciste contacto en la vida e hiciste felices.
Antigua Sabiduría Tolteca
http://reflexionesdiarias.es

miércoles, 17 de mayo de 2017

La culpa y sus dos grandes amigas: la duda y la inseguridad


La culpa nunca llega sola, puede presentarse por multitud de razones en nuestra vida. En ocasiones nos tortura por aquello que hemos hecho pero que no dio el resultado que esperábamos. Otras, nos persigue por no haber tenido el valor de hacer o decir algo que ahora nos corroe desde el interior. Es en este segundo caso en el que la culpa se presenta en nuestra vida acompañada por sus dos grandes amigas, la duda y la inseguridad.

Nunca dejes de hacer algo por miedo, más vale arrepentirse de lo hecho que culparse por aquello que podría haber sido.

Es entonces, cuando la duda toma el mando de nuestras decisiones y la inseguridad decide que es mejor no hacer nada por miedo a perder lo que tenemos, cuando la culpa se instala en nuestra vida. Esto hace que nos quedemos tristes y paralizados viviendo en nuestra imaginación lo que hubiera sucedido, en lugar de aceptar la realidad de nuestro inmovilismo.


La duda, la capitana de nuestro ejército de miedos

El miedo pasa, lo que dejas de vivir por miedo, no vuelve.

La duda nos observa día a día y nos recuerda, de manera estratégica, esas situaciones en las que hicimos algo que salió mal. Esas situaciones en las que herimos a alguien sin querer o en las que hicimos el ridículo. En definitiva, la duda se encarga de multiplicar nuestro malestar hasta hacernos dudar de todo lo que somos o hemos hecho.
Pero eso no es todo, cuando nuestro malestar se incrementa, la duda llama a su ejército, ese que recoge nuestros miedos y los manda desfilar. Y es entonces cuando las imágenes de todo lo malo que puede ocurrir nublan nuestra mente y nos impiden decidir lo que realmente queremos.
Pero, no solo queremos ser felices, buscar nuestro bienestar, sino que queremos vivir sin sufrir y aprovechándose de eso, la duda nos ataca de nuevo. Así es como caemos de nuevo en el miedo y la culpa, así es como la inseguridad se alía con la duda y nos ata con sus cadenas intentando aliviar ese malestar que sentimos y que sabemos que forma parte de la vida, aunque lo queramos evitar.

La inseguridad, esas cadenas que nos impiden avanzar

“Se puede huir de todo menos de lo que se pierde”
                                                                           Marwan

Entonces la inseguridad se muestra con toda su crudeza, haciéndonos dudar de nosotros mismos y de nuestras acciones. Nos encadena en el inmovilismo, en el miedo a fracasar de nuevo si hacemos algo más o lo volvemos a intentar.
Con la inseguridad perdemos nuestro punto de apoyo, nuestra autoconfianza. Perdemos el equilibrio emocional y nos arraigamos a un lugar hostil con nosotros mismos. Ese lugar es donde nuestra propia imagen se desdibuja en una amalgama de miedos que reflejan lo que no somos, sino lo que tememos ser.
Así nos arraigamos en los posibles de un futuro aciago pero que no es real, aunque nos comportamos como si lo fuera. Demostrando así que nuestra autoconfianza nos puede llevar lejos, pero que la falta de ella nos encadena a la autoevaluación negativa continua, dirigida a todo lo que podríamos hacer.
Por eso, cuando la culpa aparezca en tu vida acompañada por la duda y la inseguridad, centrarte en lo presente, en lo real, te ayudará a superarla. Además, hará que des la mejor versión de ti, tu potencial, porque los límites dejan de ser mentales y se convierten en reales.

Psicología/Lorena Vara Gionzález