Mostrando entradas con la etiqueta filosofia. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta filosofia. Mostrar todas las entradas

viernes, 17 de febrero de 2017

LOS PROBLEMAS SE RESUELVEN MEJOR SALIÉNDOSE DE LOS PROBLEMAS


En mi opinión, conviene recordar y respetar algunas normas cuando uno se halla inmerso en un problema y quiere resolverlo. 

Estar dentro un problema consigue que abandonemos algunas de las condiciones que son imprescindibles para encontrar la mejor solución y encontrarla del mejor modo posible.

Una de esas condiciones es que hay que salir del problema para ver objetivamente el problema. Si lo que nos está pasando a nosotros le ocurriera a otra persona, y nos lo contara para que le aportáramos una solución, lo podríamos hacer bien porque al no estar implicados ni personal ni emocionalmente mantendríamos la capacidad objetiva y no lo haríamos desde la subjetiva.

O sea, que si uno se queda dentro del problema no verá las soluciones fácilmente porque la turbulencia de sus pensamientos y el agobio de su mente pierden la capacidad de actuar imparcialmente, y entonces lo hará desde la tensión y el agobio, desde el miedo y la preocupación, afectado por sus eternas dudas, desde la ansiedad que provoca el temor a no acertar y a equivocarse –que son dos cosas distintas-, y con una desazón lacerante adelantada y pre-ocupada por el resultado de la respuesta que se encuentre o que no aparece. 

Se requiere una sangre fría especial para no perder la objetividad y la imparcialidad en esos momentos que es, precisamente, cuando más se necesitan. O se requiere la cordura suficiente para darse cuenta de que lo mejor que uno puede hacer por sí mismo cuando está revisando un problema propio es verlo y sentirlo como si fuera ajeno. 

Salirse de él.

Permanecer impasible. (Aunque parezca imposible, se puede hacer)

Mantenerse en un estado en el que no aflore una euforia falsa ni un pesimismo que se ha precipitado en aparecer, ya que es en esos momentos, los de euforia y los de pesimismo, cuando no hay que tomar decisiones ya que en ambos casos estarán influenciadas o exaltadas por un estado que no es auténtico y equilibrado, sino que es extremo.

La euforia es una sensación exagerada que no está adecuada a la realidad y el pesimismo es una propensión a ver y juzgar las cosas en su aspecto más desfavorable. Cada una de las cosas está en uno de los extremos del punto de equilibrio. Las cosas no son tan rosas como las pinta una ni tan negras como las pinta el otro.

Conviene poder razonar, aunque el hecho de poder razonar un problema no implica que se pueda resolver. 

Y conviene ser capaz de ir aparcando las soluciones que vayan apareciendo –apuntándolas para que no se olviden- de modo que quede un espacio mental para que puedan seguir apareciendo otras, ya que otras que vengan pueden ser mejor que las anteriores. 

Conviene no anclarse en la primera que aparezca, y no conformarse con ella creyendo que es la mejor porque eso puede ser un síntoma de pereza en continuar con la búsqueda.

Es recomendable en estos casos usar una técnica que utilizan los creativos que denominan “Tormenta de ideas” o “Lluvia de ideas” (Brainstorming), y consiste en ir diciendo todas las cosas que se ocurran sin racionalizarlas mucho, sino que se “piensa” rápida y espontáneamente, que es como si no se pensara, como si no se dejara que la mente –con sus costumbres y sus condicionamientos- interviniera, como si se permitiera a la intuición manifestarse, como si se eliminaran de este modo todas las respuestas rutinarias e inconscientes que se tienen preparadas.

Parece difícil para algunas personas que están dominadas por su mente y son esclavas de ella, pero no lo es tanto. Interesa aprender a hacerlo. Verlo desde fuera y ajeno. Durante un tiempo el problema no es el problema propio, sino que es el problema de otra persona, en el que no estamos implicados, al que podemos mirar sin miedo, de frente, sin sentirnos subyugados por su influencia, y entonces comprobamos que el problema pierde su poder amenazante, ya no nos puede hacer daño, no tenemos que sobrecogernos ante su presencia ni sentirnos atacados, y eso nos da la libertad de poder mostrarnos superiores a él y con capacidad de dominarle y encontrar la solución que lo desbarate.

Cuando hay que afrontar un problema conviene no estancarse en la creencia de que no se va a poder solucionar porque no aparece la respuesta y conviene no aplazarlo continuamente esperando siempre un momento de “lucidez” que no llega ni llegará, pero también conviene no precipitarse y tomar la primera solución que aparezca o la que más nos seduzca solamente por no tener que seguir en esa tensión que siempre producen los problemas.

Los problemas –de todos los calibres posibles- nos van acompañar a lo largo de toda nuestra vida. La vida puede que sea un continuo resolver problemas. Así que conviene saber y aceptar que forman parte de nuestra estancia en este mundo, y conviene por tanto prepararse para saber cómo afrontarlos y no verlos como enemigos sino como circunstancias. Así se les despoja del drama. Y desdramatizar los problemas es un grandísimo paso para estar en condiciones óptimas de afrontarlos.


(Durante todo el artículo he escrito “problemas” porque la mayoría de personas los llama de ese modo. Yo los llamo “asuntos pendientes de resolver” y de ese modo pierden el poder negativo que le adjudicamos a la palabra “problema” que simplemente al escucharla nos pone en una situación de indefensión y temor. Te invito a que pruebes a no usar la palabra “problema”)

Sin miedo. Adelante. Con las sugerencias de este artículo o del modo que consideres apropiado, pero de frente y a por ellos.


Te dejo con tus reflexiones…


Francisco de Sales
buscandome.es



miércoles, 15 de febrero de 2017

El hombre en busca de la Resiliencia


Considero justo y apropiado empezar a hablar de resiliencia citando a Viktor Frankl : “Si no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento”.
Frankl, psiquiatra, psicoterapeuta austríaco e ideólogo de la teoría psicológica conocida como Logoterapia, merece una mención especial, ya que es un ejemplo de una actitud resiliente y de cómo reconstruirse ante una vivencia traumática.
En otoño de 1942, junto a su esposa y a sus padres, fue deportado al campo de concentración de Theresienstadt. En 1944 lo trasladaron a Auschwitz y posteriormente a Kaufering y Türkheim, dos campos de concentración dependientes del de Dachau. El 27 de abril de 1945 fue liberado por el ejército norteamericano. Frankl finalmente sobrevivió al holocausto nazi, pero tanto su esposa como sus padres fallecieron en los campos de concentración.
A pesar de esta experiencia que, a día de hoy nos parece imposible que se haya vivido tan próxima a nuestro tiempo, Viktor expone en una de sus obras más célebres “El hombre en busca de sentido” que, incluso en las condiciones más extremas de deshumanización y sufrimiento, el hombre puede encontrar una razón para vivir.
Argumenta que es la búsqueda de ese sentido lo que nos motiva y nos llena de razones para vivir y comenta que quien tenga un porqué para vivir podrá superar casi cualquier cómo”.
La resiliencia no es una capacidad innata ni una forma de entender y afrontar la vida que aparece por sorpresa, no es un superpoder ni una técnica automática que se activa ante la adversidad.
La resiliencia es una actitud, una capacidad que tenemos los seres humanos de afrontar y sobreponernos antes situaciones adversas (pérdidas, daño recibido, pobreza extrema, maltrato, abuso sexual, circunstancias excesivamente estresantes o victimizantes, etc.).
Supone un aprendizaje, una alta capacidad de adaptación ante los obstáculos del entorno y exige también la capacidad de poder recuperar el desarrollo vital que se tenía antes de producirse el estresor o circunstancia traumática.
Como toda reconstrucción, no es un proceso inmediato, esta capacidad implica sufrimiento, no nos engañemos, pero asumir esta actitud es la mejor forma de adaptación que conoce el ser humano. Consiste en un proceso de elaboración, no de borrado, supone integrar la pérdida, no olvidarla.
En la mitad del camino hacia la resiliencia aportamos y sacamos lo mejor de nosotros mismos, nos crecemos ante la adversidad y es al final del mismo cuando podemos hablar de recuperación y por tanto de felicidad. Dotar a nuestro camino de sentido significa disponer de todas las respuestas que puedan ir surgiendo a través de la evolución y del desarrollo personal.

No debemos olvidarnos que nosotros mismos somos los responsables de lo que hacemos, de lo que reímos, de lo que amamos pero también de lo que sufrimos y de lo que lloramos.

Los pilares de la resiliencia

Para comprender un poco mejor las estrategias de la reconstrucción personal citamos a Wolin y Wolin (1993), autores que exponen y describen los siete pilares de la resiliencia:
1. Introspección: hace mención a preguntarse a sí mismo y darse una autorespuesta honesta.
2. Independencia: se define como la capacidad de establecer límites entre uno mismo y los ambientes adversos; alude a la capacidad de mantener distancia emocional y física, sin llegar a aislarse.
3. La capacidad de relacionarse: incide en la habilidad para establecer lazos íntimos y satisfactorios con otras personas. Aquí encontraríamos cualidades como la empatía, la sociabilidad.
4. Iniciativa: implica exigirse y ponerse a prueba en tareas progresivamente más exigentes. Se refiere a la capacidad de hacerse cargo de los problemas y de ejercer control sobre ellos.
5. Humor: alude al hecho de encontrar lo cómico en la tragedia. El humor ayuda a superar obstáculos y problemas, a hacer reír y reírse de lo absurdo de la vida (Jauregui, 2007).
6. Creatividad: es la capacidad de crear orden, belleza y finalidad a partir del caos y el desorden. En la infancia se expresa con la creación de juegos, que son las vías para expresar la soledad, el miedo, la rabia y la desesperanza ante situaciones adversas.
7. Moralidad: se refiere a la conciencia moral, a la capacidad de comprometerse de acuerdo a valores sociales y de discriminar entre lo bueno y lo malo.
Ser resiliente depende en gran medida de estos pilares o capacidades que acabamos de citar pero me gustaría antes de dar por concluida esta reflexión recordar que; como personas somos lo que luchamos por ser, somos seres cambiantes no estáticos, hay que aprovechar esa plasticidad para adaptarnos y moldearnos ante las exigencias y dificultades.
Me defino como una persona bastante escéptica con el determinismo, pues considero que para cambiar hay que creer en el cambio y la felicidad es cierto que está en los pequeños, en los medianos y en los grandes detalles, pero no se trata de buscarla por los rincones, se trata de llegar a los rincones e inundarlos de felicidad.
La felicidad depende de nuestra actitud, por lo tanto, depende de nosotros mismos y me da pena mirar a mi alrededor y darme cuenta de que en la cultura que compartimos nos enseñan a estar estresados, a estar tristes, a tener miedos y a sufrir ansiedad; creo y considero que existe un interés social subyacente que promueve estos estados de miedo y ansiedad pero lo más importante y lo que tenemos que tener en cuenta y recordárnoslo diariamente es que ser felices depende sólo de nosotros, de ti y de mí.
“Una experiencia traumática es siempre negativa, pero lo que suceda a partir de ella depende de cada persona. En la mano del hombre esta elegir su opción, que o bien puede convertir su experiencia negativa en victorias, la vida en un triunfo interno, o bien puede ignorar el desafío y limitarse a vegetar y a derrumbarse.”

http://psicopedia.org
Fuente: documento “La resiliencia y las víctimas de desastres” firmado por Mónica García, Rosa Mateu, Raquel Flores y José Manuel Gil,

lunes, 6 de febrero de 2017

7 pasos para ser feliz según los hindúes


Cuenta la leyenda de los hindúes que éste era el único hombre feliz en un antiguo reino. En este lugar había gente adinerada, pero no podían disfrutar de sus bienes. Querían siempre más. Por eso invertían casi todo su tiempo en hacer negocios para incrementar su fortuna. Otros, en cambio, eran muy pobres. Tampoco eran felices, porque dedicaban buena parte de su vida a soñar con todo aquello que no tenían.
Cuando corrió el rumor de que había un hombre que era completamente feliz, todos se mostraron muy interesados. Decían que este hombre tenía un cofre y que dentro de él reposaban todos los secretos para alcanzar la felicidad. Los ricos fueron donde él y quisieron comprarle el cofre, pero el hombre no lo vendió. Los pobres le suplicaron, pero el sabio tampoco cedió. Incluso intentaron robarle, pero no lo consiguieron.
Buscamos la felicidad, pero sin saber dónde, como los borrachos buscan su casa, sabiendo que tienen una
                                                                                  Voltaire

Pasado un tiempo, llegó un niño hasta donde el hombre del cofre. Le dijo al hombre que él también quería ser feliz. Al ver la inocencia del chico, el hombre feliz se conmovió. Le dijo que la felicidad era como una escalera y que cada paso hacia ella requería un aprendizaje nuevo
Fue así como le mostró los 7 pasos para ser feliz.

Paso 1. Cultivar el amor propio para ser feliz

El hombre del cofre le dijo al niño que la primera condición para ser feliz es quererse a uno mismo. El amor propio significa sentirse merecedor de la felicidad. Para ello, hay que darle valor a nuestra vida. Cuidar de la salud y del bienestar físico.
También es necesario comprender que somos únicos en el mundo. Eso significa que cada una de nuestras virtudes y de nuestros defectos son el resultado de una historia única en el universo. No somos más ni menos que nadie, solo el efecto de millones de causas irrepetibles.

Paso 2. Actuar, poner en práctica

Una de las cosas que hace más infeliz a la gente es pensar en ser mejores, o en una vida mejor, pero dejarlo solo en el pensamiento. Eso solo te conduce a la frustración y a la culpa. Si crees que puedes, o debes, hacer algo, simplemente hazlo. No tienes por qué cavilar demasiado al respecto.
También es importante que los actos sean consecuentes con tus palabras. Y, por supuesto, con tus pensamientos. Si piensas de una forma, pero actúas de otra, solo crearás confusión. En cambio, cuando hay armonía en tu mundo interno, todo fluye con facilidad.

Paso 3. Destierra la envidia

Quienes viven pensando en los logros de los demás, antes que en los propios, construyen un camino hacia la amargura. Nunca sabes qué tuvo que pasar otra persona para conseguir lo que es o lo que tiene. Por eso, no eres nadie para juzgar si lo merece o no.
En lugar de pensar en lo que los demás logran o no, ocúpate de lo tuyo. Si dejas que en tu corazón nazca la envidia, sufrirás. Y será un sufrimiento inútil y destructivo. Si logras ser feliz por los logros de otros, tu felicidad será doble y tendrás más fuerza dentro de tu corazón para alcanzar tus metas.

Paso 4. Lucha contra el rencor

A veces recibimos afrentas y son tan fuertes que el dolor se queda enquistado en el corazón. Con el paso del tiempo el dolor se convierte en frustración. Y esta última se transforma en ira. Acabas siendo portador de un sentimiento muy negativo y eso termina paralizándote.
El rencor es otra de esas pasiones inútiles, que le hace mucho daño a quien la siente. La vida tiene su propia lógica. Por eso, ante una afrenta debes pensar que quien la causó encontrará por sí solo justicia. Más tarde o más temprano, cada uno recoge lo que siembra. Por eso, cada uno debe esforzarse en perdonar, olvidar y dejar ir.

Paso 5. No tomes lo que no te pertenece

Según los hindúes, todo aquello que se toma ilícitamente de otros, trae consecuencias graves. Con el tiempo, quien cometió este acto será despojado de algo que tenga mucho mayor valor. El no respetar los bienes de los demás también hace que lo que consigas se esfume.
Esto no se aplica solamente a los bienes materiales. También tiene que ver con apropiarte de ideas, efectos o beneficios que no te correspondan. Para los hindúes, en esa falta de respeto de lo ajeno está el comienzo de la ruina moral y material de una persona.

Paso 6. Erradica el maltrato de tu vida

Ningún ser vivo debe ser maltratado. Esto incluye a las personas y, por supuesto, también a las plantas y los animales. Quien logra relacionarse de una manera amorosa con la vida logra ser feliz. Todos los seres vivos son fuente de alegría y bienestar, por eso deben ser valorados.
Esto, como es obvio, implica una negativa radical a ser maltratado. Es bueno que te muestres firme para rechazar toda situación o persona que te maltrate. Ninguna forma de maltrato es “por tu bien” o por el bien de alguien. Para evolucionar, o corregir errores, no es necesario pasar por tratos destructivos.

Paso 7. Agradece todos los días de tu vida

Es muy sencillo y tiene un efecto muy poderoso en tus emociones. Cada día tienes razones para agradecer, no lo dudes. Si adquieres el hábito de que la palabra “Gracias” sea la primera de tu día, verás cómo tu vida se llena de color.
Este sencillo ritual cambia vidas. Cuando se convierte en costumbre, te ubica en una posición de bondad y de buena disposición hacia todo. Te hace sentir más feliz y te transforma en una persona más generosa. Además, te permite ver con mayor nitidez todo el valor que tiene tu vida.
Ya decíamos que los 7 pasos para ser feliz son como una escalera. Uno se consigue tras el otro. Constituyen un proceso evolutivo que conduce a la paz interior. 
Esa paz es la única condición imprescindible para que logres ser feliz
Y ser feliz es alcanzar un estado en el que se aceptan, con nobleza e inteligencia, todas las vicisitudes de la vida.
Edith Sánchez
https://lamenteesmaravillosa.com

domingo, 22 de enero de 2017

CONCIENCIA - CONSCIENCIA EN EL DESARROLLO PERSONAL



Entiendo que la primera actitud a revisar en el Proceso de Desarrollo Personal es la conciencia y la consciencia que cada uno está aplicando a su vida.

Muchas personas dicen que prácticamente son lo mismo y usan ambas palabras indiscriminadamente-, pero a mí me gusta concebirlo como en realidad es: dos cosas muy distintas. Por ello escribiré lo que yo opino sobre una y otra cosa.

La conciencia es, sobre todo, la Sabiduría Interior que dice qué está bien y qué no está bien en función del concepto que tiene nuestro Ser Interior. 

La conciencia es la propia religión y la autora de los propios mandamientos. 

La conciencia es, la única, junto a Dios (o quizás Dios y la conciencia son lo mismo) que merece que se le den explicaciones de los actos, y es un juez cuyas sentencias se deben aceptar y acatar. 

La conciencia, independientemente de cuáles y cuántos sean los conocimientos de cada persona, tiene la sabiduría necesaria para actuar siempre de la mejor manera, y cuando no se actúa de la mejor manera es porque no se la escucha, ya que ella se encarga de recordarnos lo que dicta, y, en cambio, cuando hacemos caso de ella, nos inunda una paz intensa e inmensa: la tranquilidad de hacer las cosas que se deben hacer y como se deben hacer. 

La conciencia es ese conocimiento interior exacto del bien y del mal. Es personal e intransferible, y para cada persona tiene un color y una intensidad y unas normas diferentes, aunque sean iguales en su esencia.

La conciencia puede ser, perfectamente, el alma.

La conciencia desde un punto de vista esotérico- es la Sabiduría que traemos de encarnaciones anteriores. Mientras más evolucionados estemos, más nos exigirá nuestra conciencia.


La consciencia, en cambio, es la atención completa y constante a todo lo que sucede. 

La consciencia es estar siempre en el aquí y ahora. Es lo que nos va a permitir ver totalmente lo que nos sucede, cómo nos sucede, y por qué nos sucede.

La consciencia es la apertura a la comprensión total, es la condición esencial para que sepamos todo, sintamos todos, vivamos todo, creemos todo. 

La consciencia es el vigilante atento que observa con mimo y amor cada uno de nuestros pensamientos y actos. 

La consciencia es el notario concienzudo que no desmaya en su cometido, que no coge vacaciones -ya que no hay vacaciones en el acto de vivir- que capta cada uno de los detalles y toma nota de ellos. 

La consciencia es la consideración constante de vivir, es lo que nos permite tener despierta la máxima capacidad de disfrutar los detalles, de captar lo máximo y lo mínimo, de gozar con plenitud cada uno de los instantes.

La consciencia es mucho más que pensamiento, racionalidad o lógica. 

La consciencia es eso que nos dice, por ejemplo: mira qué bello es el sol, y si le contestamos sin emoción ya lo he visto otras veces, entonces insiste  preguntando ¿lo has visto o lo has mirado?, y si le contestamos con desgana ya te he dicho que lo he visto, entonces, si la escuchamos, se produce el milagro: abrimos los ojos de ver y con consciencia observamos que es otro el sol, porque es otra la forma de mirar y ver, es otra la actitud de emocionarse, es otra la capacidad de sentir la relación con el sol, es otro el calor que se recibe, tiene otro color la luz que emite. 

La consciencia añade la comprensión y los matices a las cosas.

La consciencia es el cuidado del detalle y el esmero en todos los actos de la vida, desde el más inmundo y cotidiano, hasta el más sublime y mágico. 

La consciencia es hacer lo mismo pero con mayúsculas, trascendiendo y sublimando.

Así que CONCIENCIA para obrar de acuerdo a tu justicia y CONSCIENCIA para ser consciente de ti y de tu estancia Aquí y Ahora.


Te dejo con tus reflexiones


Francisco De Sales
buscandome.es



viernes, 20 de enero de 2017

LA INTEGRIDAD EN EL DESARROLLO PERSONAL



En mi opinión, el Ser Humano es, en su esencia y por naturaleza, un Ser Íntegro.

Íntegro significa “que no carece de ninguna de sus partes”.

Considero que ya a todos nos falta alguna parte, que todos hemos ido perdiendo algunas por el camino, o nos las han anulado nuestros educadores, o hemos ido renunciando a ellas por las circunstancias que nos ha tocado vivir –o que nos hemos propuesto vivir-, o nos las usamos -que es lo mismo que no tenerlas-, o que es incluso peor que no tenerlas.

El Ser Humano es una Unidad –indisoluble-, aunque nos empeñemos en dividirnos en diferentes partes para comprendernos mejor. Decimos que somos cuerpo, mente, alma o espíritu, energía, conciencia, divinidad, etc., pero en realidad somos -nada más y nada menos-, Seres Humanos. Una sola cosa que parece una amalgama de varias cosas.

Pero, y sólo para que se comprenda más fácilmente, vamos a imaginar que constamos de varias partes diferentes.

Si no estamos utilizando nuestra espiritualidad –por ejemplo-, si no la tenemos activada, ya no estamos íntegros.

Si hemos perdido o no usamos nuestra espontaneidad, nuestra energía, nuestra voluntad, nuestro enojo cuando es necesario, nuestras opiniones, nuestra afirmación como personas, nuestros sentimientos o emociones… no estamos siendo y mostrándonos íntegros.



Ser Uno Mismo –lo que somos en esencia- se propone pues como un afianzamiento de quienes somos y como somos en realidad, dejando a un lado -y procurando no permitir que nos afecte- a ese personaje que nos han obligado a crear, que no está completo porque ha renunciado a alguna de sus partes, y que no es puro porque ha incorporado diferentes personalidades que no son propias, y ha renunciado –porque le han obligado a renunciar- a ser él mismo. O porque nunca ha llegado a saber quién es él mismo.

Nos han roto o nos hemos roto, han o hemos descompuesto nuestras partes para moldearlas al gusto ajeno, nos han o nos hemos cambiado pensamientos y deseos, han o hemos mutilado nuestra capacidad de expresión natural. 

Es conveniente buscar con ahínco dónde puede haber fragmentos nuestros –de nuestro Yo Verdadero- para recogerlos y reintegrarlos en nuestro Ser Humano Completo. (Integrar: dicho de diversas personas o cosas: constituir un todo. Aunar, fusionar dos o más conceptos divergentes entre sí en una sola cosa que las sintetice.)

Cuando uno se integra del todo, se convierte en íntegro, e inevitablemente surge y se instala en la persona la otra acepción del significado de  la palabra íntegro: “Dicho de una persona: recta, proba, intachable”.

Y esa ha de ser nuestra aspiración.

El Ser Humano es, en esencia y por naturaleza, bueno, honrado, amador, y tiene las suficientes cualidades como para que cada uno se sienta orgulloso o satisfecho de sí mismo.

Reencontrarnos en nuestra esencia, recomponernos, hacernos íntegros, es una de las nobles y satisfactorias tareas que nos propone en este momento la vida.

Y que cada uno valore lo que se pierde si no lo hace.

Te dejo con tus reflexiones…


Francisco De Sales
buscandome.es

miércoles, 18 de enero de 2017

APRENDER A VER EN EL DESARROLLO PERSONAL


“¿Veis cómo los niños ven a los pájaros con asombro?
 Si les dices un nombre pensarán que todos los pájaros son iguales, 
puesto que tienen el mismo nombre”.
(Krishnamurti)


En mi opinión, estar en un Camino de Desarrollo Personal requiere una atención distinta a la vida y, sobre todo, a uno mismo.

Si uno no sale de su rutina y no se permite investigarse, experimentarse, y arriesgarse, o si uno no deja de pre-suponer, no tendrá adelantos significativos, porque con la misma forma de mirar de siempre seguirá viendo invariablemente lo mismo.

Este Camino es muy recomendable hacerlo del modo que se denomina “Mirando con ojos de Marciano”. Esto se refiere a mirar las cosas del mismo modo que las miraría un Marciano que llegar por primera vez a la Tierra y que, al desconocerlo todo, al verlo todo por primera vez, tiene que hacerlo todo con atención, comprobar, verificar, observar con detenimiento. Todo es nuevo y lo ve sin ningún tipo de pre-juicio o condicionamiento.

Se comprueba entonces que las cosas son como son y no como nosotros pre-suponemos o creemos que son.

Es interesante aprender a ver las cosas y a las personas sin asociarlas a un nombre, a una idea, o a un concepto.

Las cosas y las personas nacen libres de adjetivos, y éstos no son obligatorios. Son orientativos, pero a veces se convierten en desorientativos, porque pueden estar mal adjudicados, caducados, anclados, o muertos, y, en muchas ocasiones, muy mal seleccionados o muy mal adjudicados.

Ver es el efecto de mirar, y mirar sólo produce el hecho de ver objetivamente, y no los pensamientos ni los enjuiciamientos que añade nuestra mente, que no nosotros, a lo que estamos viendo.
Ver debiera ser un recreo, una observación sin sentencia, recibir información acerca del objeto de nuestra atención, pero sólo darse cuenta, sólo ver.

Pero, por lo visto, hace falta esforzarse mucho, y ser capaz de renunciar a lo de siempre, para ser capaz de ponerse ojos nuevos y ver.

Para Darse Cuenta y para Descubrirse es imprescindible tener y usar la capacidad de eliminar lo pre-concebido, por lo menos hasta que nos demos una oportunidad de revisar algo de nuevo, para poder verificar si el objeto de atención es realmente lo que pensamos que es, o estábamos errados en la creencia, o ha sido capaz de evolucionar, o nosotros estamos evolucionando y somos más comprensivos y benevolentes.

Cuando adjudicamos un adjetivo, o una opinión, o un juicio con sentencia a una cosa lo dejamos unido a esa cosa, pegado como una etiqueta, y en esa etiqueta leemos siempre lo mismo; con el tiempo lo aprendemos de memoria y ya ni siquiera miramos para verificar si realmente pone lo que creemos que pone, sino que ya y para siempre, la cosa seguirá siendo lo mismo.

Si cuando escribimos aquella etiqueta lo hicimos en un mal día, o en un momento descontrolado de rabia, o desde la ignorancia y el error, o desde el egoísmo, o desde un estado muy alterado y confundido de la mente, es muy posible que la etiqueta esté mal adjudicada.

Si posteriormente hemos ido dando pasos adelante con nuestra conciencia y nuestro corazón, que se han ensanchado, y si nuestra consciencia está más alerta y se da cuenta con más objetividad de las cosas, y si somos más comprensivos y generosos con la actuación de los otros, es más que posible que tengamos que renombrar las etiquetas o, mejor, arrancarlas y permitir el crecimiento, nuestro y de lo otro, sin los límites que impone una definición.

¿Cómo se aprende a ver?

Despojándose totalmente de cualquier tipo de idea pre-concebida o cualquier pre-juicio. Esto es imprescindible. Si no se cumple este requisito es mejor no dar ningún paso, porque será un paso que nos llevará de nuevo al mismo sitio donde estábamos.

Dándose la oportunidad de comenzar de nuevo, tanto para vernos a nosotros como para ver a los otros y como para ver las cosas tal y como son, con objetividad, y no como nosotros creemos que son. Las que podamos verificar que son como ya creemos que son se las deja de momento como estaban. “De momento” porque es posible que tal vez sea conveniente más adelante volver a revisarlas.

Mirando con los ojos del corazón y de la comprensión. Todos los Seres Humanos que moramos en este mundo estamos perfectamente capacitados para equivocarnos, para actuar del modo más incorrecto, para no cumplir las expectativas de los otros ni las nuestras propias, para tener miedo y no atrevernos, para dudar y dudar y dudar, para caer y recaer. Les pasa a los otros y nos pasa a nosotros.

Amando. El amor, cuando no se adultera, tiene la capacidad de escapar a los pre-juicios y de aportar una forma justa de ver las cosas y de formar una opinión equilibrada sin juzgar malintencionadamente las cosas.

Aceptando. De nuevo, viendo las cosas y las personas como realmente son y no como cosas o personas que no cumplen nuestras expectativas. Si lo aceptamos de este modo, ya no es necesaria la presencia de la rabia, del odio, de la confrontación, de la desaprobación. Con un corazón más grande y generoso, con una comprensión ilimitada, y aceptando la realidad, todo pierde su agresividad y adquiere brillo.

Estas son las fórmulas para aprender a ver.

Ahora, a revisar, a experimentar, a comprender, aceptar, amar, y perder el miedo. 

A implicarse en esta gran aventura que es la vida. Y a ver.


Te dejo con tus reflexiones…



Francisco De Sales
buscándome.es

sábado, 14 de enero de 2017

¿Qué es realmente eso que llamamos Familia?


Consideramos familia a esas personas que llevan nuestra misma sangre, es ese parentesco el que nos enlaza a ellos y nos hace vincularnos de por vida. Vínculo de sangre con grado, y con una capacidad para modelar nuestra conciencia, inculcando en nuestra mente “valores” útiles para desenvolvernos en el mundo real, en nuestra querida sociedad.
Ese parentesco nos agrupa y nos supera tras la muerte, es ese arraigo lo que nos perpetúa y nos liga a esta tierra. Nos llevamos con nosotros ese deber no escrito de criar y salvaguardar a nuestra descendencia, no criamos y educamos a personas independientes y seguras de sí mismas, sino todo lo contrario. El sistema y el miedo y la cultura de la escasez, se encargan de que inculquemos generación tras generación, esa estúpida necesidad de proteger a nuestros hijos como a infantes durante toda su vida.
Desde que nacen entramos en un constante estado de preocupación y alarma que no desaparece ni siquiera con la muerte. Preocupados y temerosos, de que no enfermen, que coman, que se relacionen y se integren, que no tengan conflictos, que no se desvíen, qué amistades tienen, qué parejas tienen, qué trabajos tienen, ganan suficiente, pueden valerse por sí mismos…

En la naturaleza, todas las especies cuidan y crían a sus cachorros y sus polluelos, pero cuando están listos, sueltan y les dejan volar, unos vivirán más y otros vivirán menos, pero el trabajo del progenitor ya está hecho, y son las decisiones de ese cachorro ya crecido, las que le llevaran a seguir el ciclo o caer en las fauces de cualquier depredador. Sería injusto responsabilizar a sus padres de caer devorado o de morir sin cumplir con el programa, sin embargo con los humanos pasa todo lo contrario, a pesar de tener más inteligencia, no hemos sido capaces de comprender ese ciclo vital, y el sentimiento posesivo nos lleva a controlar cada una de las etapas que va quemando nuestra descendencia.
A pesar de ser una especie inteligente, somos tremendamente inseguros y temerosos y no permitimos que nadie tome decisiones que los acabe responsabilizando de sus actos, esto quizás, es consecuencia directa del papel que ha jugado la religión, donde un dios padre, severo y observador, nos castigaba a cada error (pecado) con lo cual quien no yerra no aprende, y como consecuencia vivimos y morimos en una constante necesidad de un tutor, que nos guíe y nos salve. El juego de controlarlo todo y a la vez tener alguien superior que nos controle y nos guíe, un juego estúpido en el que aún no hemos sido capaces de superar el primer nivel.
Como especie y como sociedad, vista desde fuera, parecemos un bebé llorón con el pañal perpetuamente sucio. Un bebé constantemente irritado, que no sabe y no quiere saber nada. Una sociedad inmadura e irresponsable, cría y educa personas inmaduras e irresponsables. Sus creencias y sus ideologías lo serán igual, orientadas a que alguien superior nos diga cómo comportarnos, cómo ser, cómo vivir. Este sistema nos da la pauta, para vivir mamando de su pecho de por vida, sin riesgo y sin conciencia. Ese pecho nos mantiene cómodos y en un perpetuo sopor, no nos alimenta, pero tampoco sentimos la necesidad de despegarnos de ahí.
Con un dios (padre), su hijo (hermano mayor) y ese hipotético espíritu, que ni entendemos ni concebimos, tenemos bastante. No tenemos libre albedrio, pero ¿para qué lo queremos? Se nos dice que lo tenemos y eso es real, es verdad, lo tenemos y siempre está ahí esperando a que lo agarremos, pero ¿para qué? No lo necesitamos, el modo en el que nos educan y educamos, lo demuestra. No tomaremos decisiones más allá de elegir un color, una pareja, un medio de transporte y el ataúd, poco más. Tus estudios están condicionados, primero, a las necesidades que quiera cubrir el sistema y segundo, las que quiera cubrir tus tutores y su orgullo de estirpe. El trabajo tampoco lo eliges, ya que es la empresa la que te contrata, y para todo lo demás, siempre hay cláusulas y letra pequeña. Así que esa inmadurez nos deja de tal modo, que a la hora de criar a unos hijos, lo hagamos como niños con un juguete nuevo, son míos y solo míos…
Sólo cuando te sales de la pauta y tu conciencia te hace ver la realidad, se acaba esa necesidad de tutor y pierdes interés por cualquier teta que el sistema te dé a mamar. Esto te hace replantearte incluso ese ciclo sagrado que da la sangre y te das cuenta que un pariente no es necesariamente familia y que hay familia por ahí fuera que ni siquiera conocemos aún.
Nuestra escasez de referencias, es la que nos hace agarrarnos a un clavo ardiendo, se llame familia o se llame orgullo. Es esa amnesia la que nos hace perder toda referencia en memoria de los seres con los cuales sí tenemos un vínculo real y duradero.
Tu vista, tu mente y tu educación engañan a tu conciencia, pero ese sentimiento que te liga a alguien que el sistema o la sangre te dicen que no te une a ellos ningún parentesco, pero sin embargo hay algo que chilla dentro de ti y te dice que ese Ser tiene más que ver contigo que toda tu familia junta, y como con él, hay muchos más que a lo largo del camino vas encontrando y que sin saber cómo, se cruzan en tu vida y dejan un rastro que, si eres consciente, es difícil de obviar.
Es tu familia real, son esos seres a los que te une un vínculo que traspasa todas las fronteras físicas y espirituales, y de los cuales os separan océanos en el peor de los casos, pero que dejaron una profunda huella en ti en un pasado remoto, que hace que aflore todo cuando estamos con ellos. Es difícil de explicar, pero seguro que a muchos de vosotros os ha pasado que tenéis algo tan fuerte con alguien que supera esa trillada etiqueta llamada “amistad” o la más manoseada aún y típica tópica relación de pareja. Nadie os da pruebas, pero sentís y percibís que hay algo más, ni vuestros sentidos ni vuestra memoria os permiten encajar y relacionar adecuadamente ese vínculo. Cualquier gurú te metería en el patetismo de las almas gemelas, pero no se trata de algo romántico y no es una simple amistad ni siquiera podrían ser considerados familia, porque ese vínculo trasciende toda etiqueta y todo programa.
Nos han movido como a peones en un grandísimo tablero, nos han colocado de tal forma que es difícil reconocernos ni siquiera a nosotros mismos, peleamos en el bando en el que aterrizamos sin tener siquiera unas mínimas nociones. Nos dan una identidad, una nacionalidad, nos dan cuerda y a correr, como pequeños soldaditos de plomo, en una maqueta en la que la muerte y la sangre derramada son reales.
¿Quién puede llamar familia a otra persona sin ese lazo genético? En realidad aquí, nadie conoce a nadie, nadie sabe nada de nadie y nos ofuscamos por salvar una identidad y una vida que ni siquiera es nuestra. La realidad es que estamos aquí de alquiler y vida tras vida nos renuevan este precario arrendamiento.
A falta de más referencias, mi familia es aquella que me acepta, me apoya, me comprende y me ama, aquella que abre los brazos de par en par cuando les regalo todo mi Ser, cuando mi energía y mi esfuerzo les motiva y les ayuda a dar su siguiente paso, y cuando sus sacrificios no son en vano y me ayudan a levantarme cuando me caigo. Sin más guía que su ánimo y su aliento, para seguir levantando la vista y tener el valor de avanzar en este sinsentido.
Algún día todo este caos será reordenado y recuperaremos esas referencias, que nos hagan saber con quiénes tratamos y qué vinculos nos unen a ellos, encontraremos a nuestra verdadera familia y recuperaremos ese amor que no necesita pasaporte ni conoce las distancias. Reconectar esos hilos, supondrá reconectar más aun nuestro Ser, supondrá recuperar nuestro estado natural y sobre todo, supondrá reescribir la definición que tenemos de Familia.
Rubén Torres
http://lacosechadealmas.blogspot.com.ar/