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lunes, 21 de mayo de 2018

Madurez psicológica: El arte de vivir en paz con lo que no podemos cambiar


La madurez psicológica se puede definir de muchas formas, pero el escritor escocés M. J. Croan resumió a la perfección este concepto: “La madurez es cuando tu mundo se abre y te das cuenta de que no eres el centro de él”. 

Madurar significa salir de nuestra visión egocéntrica para comprender que existe un mundo más amplio y complejo, un mundo que a menudo nos pondrá a prueba y que no siempre satisfará nuestras expectativas, ilusiones y necesidades. Y sin embargo, cuando maduramos somos capaces de vivir en paz en ese mundo, aceptando todo aquello que no nos gusta pero que no podemos cambiar. 

►Negar la realidad: Un mecanismo de afrontamiento inmaduro e inadaptativo 


La negación es un mecanismo de afrontamiento que implica negar fervientemente la realidad, a pesar de los hechos. Generalmente este mecanismo se pone en marcha por dos motivos: 1. Porque nos aferramos a unas ideas rígidas que no queremos cambiar o, 2. Porque no contamos con los mecanismos psicológicos necesarios para afrontar la situación. 

En ambos casos, negar la realidad nos permite reducir la ansiedad ante una situación que nuestro cerebro emocional ya ha catalogado como particularmente inquietante o incluso amenazante. El problema es que la realidad siempre gana. 
Si un acosador nos aborda en medio de la calle, no cerramos los ojos repitiéndonos mentalmente: “¡Esto no está ocurriendo!”. Comprendemos que estamos en peligro y escapamos o pedimos ayuda. Sin embargo, no reaccionamos de la misma manera con el resto de las situaciones de nuestra vida. Cuando algo no nos gusta, nos decepciona o entristece, ponemos en marcha el mecanismo de negación. 

Negar vehementemente los hechos no hará que cambien. Al contrario, nos conducirá a tomar decisiones poco adaptativas que pueden terminar causándonos más daño. La persona madura, al contrario, acepta la realidad, no con resignación sino con inteligencia. De hecho, el psiquiatra alemán Fritz Kunkel dijo que “ser maduro significa encarar, no evadir, cada nueva crisis que viene”. 

►El arte de encontrar el equilibrio en la adversidad 


“Érase una vez un hombre a quien le alteraba tanto ver su propia sombra y le disgustaban tanto sus propias pisadas que decidió librarse de ellas.

“Se le ocurrió un método: huir. Así que se levantó y echó a correr, pero cada vez que ponía un pie en el suelo había otra pisada, mientras que su sombra le alcanzaba sin la menor dificultad.

“Atribuyó el fracaso al hecho de no correr suficientemente deprisa. Corrió más y más rápido, sin parar, hasta caer muerto. 

“No comprendió que le habría bastado con ponerse en un lugar sombreado para que su sombra se desvaneciera y que si se sentaba y se quedaba inmóvil, no habría más pisadas”. 

Esta parábola de Zhuangzi nos recuerda una frase de Ralph Waldo Emerson: “La madurez es la edad en que uno ya no se deja engañar por sí mismo”. El escritor se refería a ese momento en el cual somos plenamente conscientes de los mecanismos psicológicos que ponemos en marcha para lidiar con la realidad y proteger nuestro “yo”, a ese momento en el que nos percatamos que la realidad puede ser difícil pero que nuestra actitud y perspectiva son dos variables esenciales en esa ecuación. 

Por eso, la madurez psicológica pasa inevitablemente por el autoconocimiento, implica conocer las zancadillas mentales que nos ponemos para no avanzar, los mecanismos que usamos para evadirnos de la realidad y las creencias erróneas que nos mantienen atados. 

Ese conocimiento es básico para lidiar con los problemas y obstáculos que nos pone la vida. Por desgracia, hay personas que, como el hombre de la historia, nunca llegan a alcanzar ese nivel de autoconocimiento y terminan creando más confusión y problemas, alimentando la infelicidad y el caos interior. 

Alcanzar la madurez psicológica no implica aceptar pasivamente la realidad asumiendo una postura resignada sino ser capaces de mirar con otros ojos lo que sucede, aprovechando ese golpe para consolidar nuestra resiliencia, conocernos mejor e incluso crecer. 
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William Arthur Ward dijo: “Cometer errores es humano y tropezar es común; la verdadera madurez es ser capaz de reírse de sí mismo”. Ser capaz de reírnos de nuestros antiguos temores porque ahora nos parecen grotescos, de nuestras preocupaciones magnificadas y de esos obstáculos “insalvables” que en realidad no eran, es una enorme muestra de crecimiento. Reirnos de nuestras viejas actitudes y creencias no solo significa que forman parte del pasado, sino que han dejado de tener cualquier influjo emocional sobre nosotros. 

La verdadera madurez psicológica llega cuando practicamos la aceptación radical, cuando miramos a los ojos la realidad y, en vez de venirnos abajo, nos preguntamos: “¿Cuál es el próximo paso?”. Eso significa que, aunque la realidad puede ser dolorosa, no nos quedamos atrapados en el papel de víctimas sufriendo inútilmente sino que protegemos nuestro equilibrio emocional adoptando una actitud proactiva.



Psicologia/Jennifer Delgado
https://www.rinconpsicologia.com

domingo, 13 de mayo de 2018

Interocepción: El arte de habitar nuestro cuerpo


Algunos lo han catalogado como nuestro “sexto sentido”, y no andan desacertados. Es tan importante poder escuchar y sentir lo que ocurre a nuestro alrededor como lo que pasa en nuestro interior. Escuchar y atender las señales que nos envía el cuerpo no solo nos ayuda a vivir mejor sino que también nos da la voz de alarma cuando algo va mal. 

¿Qué es la interocepción?


Interocepción significa, literalmente, "percepción interna" del cuerpo. Es la capacidad para conectarnos con las diferentes sensaciones internas, para “escuchar” nuestro cuerpo. En práctica, implica ser conscientes de las sensaciones que se generan en los músculos, la piel, los órganos y los huesos y darles un sentido. Se trata de una capacidad muy importante para nuestro bienestar, tanto físico como psicológico.

Interocepción: Cuidarnos mejor y ser más empáticos


Los médicos coinciden en que las personas que han desarrollado un buen nivel de interocepción suelen ser más saludables ya que se cuidan mucho más. Para detener a tiempo un infarto cardíaco, por ejemplo, es fundamental reconocer los pródromos (las sensaciones que anteceden al cuadro agudo), de manera que este se pueda detener a tiempo. Si una persona no tiene una buena interocepción, no podrá captar ni comprender esas sensaciones, por lo que su vida correrá más peligro. Por tanto, sentir las señales que vienen de nuestro cuerpo y aprender a darles un sentido puede ayudarnos a atajar diversas enfermedades a tiempo.

Sin embargo, los efectos de la interocepción no se limitan a nuestra salud física. Los neurocientíficos no tienen dudas de que los estados fisiológicos juegan un papel importante en las experiencias afectivas, por lo que cada vez existen más estudios que relacionan este "sexto sentido" con la empatía y el altruismo. 
Así lo comprobaron, investigadores de la Universidad de Keiō, quienes analizaron diferentes parámetros de los estados fisiológicos mientras las personas realizaban tareas de contenido neutro o relacionadas con la empatía. Descubrieron que, en efecto, la retroalimentación aferente de la actividad visceral contribuye a realizar inferencias sobre el estado afectivo de los demás y actuar en consecuencia. En palabras sencillas: la interocepción nos permite ser más empáticos.

Otro estudio realizado en la Universidad de Londres descubrió que las personas que eran más precisas estimando los latidos de su corazón sin tomarse el pulso, una medida que se utiliza como indicador de la interocepción, también eran mejores detectando los estados emocionales de los demás, sobre todo aquellos transmitidos a través de los movimientos corporales.

Investigadores de la Universidad de Estocolmo también comprobaron que las personas que han desarrollado de manera natural su sentido de la interocepción son más altruistas y generosas. Sin embargo, apuntan que mejorar ese “sexto sentido” en el laboratorio no genera cambios en el comportamiento. ¿Qué significa esto? Que algunas personas tienen una habilidad especial para “escuchar su corazón” y conectar con los demás.

El lado oscuro de la interocepción


Hay personas que tienen un "exceso" de interocepción, lo cual las expone a un riesgo mayor de desarrollar trastornos de ansiedad e hipocondría. El problema es que si no sabemos lidiar bien con esas señales internas, corremos el riesgo de percibirlas como alarmantes y reaccionar con miedo y ansiedad. 

De cierta forma, este es el mecanismo que se esconde detrás de los ataques de pánico. Cuando una persona ha tenido manifestaciones somáticas muy desagradables, es probable que luego desarrolle una actitud hípervigilante; es decir, que se centre de manera obsesiva en las señales fisiológicas, lo cual le puede llevar a confundir sensaciones corporales complemente normales con los signos del ataque de pánico. Así, la interocepción se encuentra en la base del “miedo al miedo”.

De hecho, un estudio realizado en la Universidad de Nápoles desveló que existe una relación entre la conciencia de las sensaciones corporales y los trastornos somatomorfes (como la hipocondría y la somatización). Sin embargo, estos investigadores también apuntan que el problema no se halla en el nivel de interocepción sino en la tendencia de las personas a malinterpretar y amplificar las sensaciones corporales. Es decir, el problema no es la percepción de los estados internos sino el significado que les atribuimos.

Mindfulness: La vía para desarrollar una interocepción sana


La práctica del mindfulness es muy beneficiosa para desarrollar una interocepción saludable. La clave radica en que la meditación mindfulness, así como la meditación vipassana, nos permiten prestar atención a las sensaciones físicas, de manera que desarrollemos nuestra capacidad para reconocer lo que nos está ocurriendo, pero también nos enseña a no reaccionar ante esas sensaciones y aprender a controlar aquellas que nos resultan desagradables o incluso dolorosas. 

Las Neurociencias ya han comprobado la eficacia de esta técnica. Hace poco, un grupo de neurocientíficos de la Universidad de Toronto recurrieron a las imágenes de resonancia magnética funcional para examinar la capacidad de las personas para acceder a las representaciones interoceptivas, comparando a un grupo que había recibido un entrenamiento en meditación mindfulness con otro grupo que nunca había practicado esta técnica.

Apreciaron que, efectivamente, algunas zonas del cerebro de las personas que practicaban la meditación mindfulness, entre ellas la ínsula (vinculada con los estados viscerales emocionales) y la corteza prefrontal dorsomedial (relacionada con la conciencia de “sí mismo”) se reorganizaban para permitir la conjugación de las experiencias sensoriales del medio con las experiencias sensoriales internas. 

Por tanto, el mindfulness no es simplemente una técnica para amplificar y concientizar lo que ocurre en nuestro cuerpo sino que también nos permite “domar” la mente, de manera que no reaccione de manera exagerada ante esas sensaciones. En otras palabras: nos ayuda a conectarnos con nuestro cuerpo desde la ecuanimidad y a integrar las experiencias externas con las internas. 

Psicología/Jennifer Delgado
https://www.rinconpsicologia.com

Fuentes:
Piech, R. M. et. Al. (2017) People with higher interoceptive sensitivity are more altruistic, but improving interoception does not increase altruism. Scientific Reports; 7: 15652.
Christensen, J. F. et. Al. (2017) I can feel my heartbeat: Dancers have increased interoceptive accuracy. Psychophysiology; doi: 10.1111/psyp.13008. 
Longarzo, M. et. Al. (2015) The relationships between interoception and alexithymic trait. The Self-Awareness Questionnaire in healthy subjects. Front Psychol; 6: 1149.
Farb, N. et. Al. (2013) Mindfulness meditation training alters cortical representations of interoceptive attention. Soc Cogn Affect Neurosci; 8(1): 15–26.
Fukushima, H. et. Al. (2011) Association between interoception and empathy: evidence from heartbeat-evoked brain potential. Int J Psychophysiol; 79(2): 259-265.

viernes, 11 de mayo de 2018

Impacto de la ansiedad en el cerebro: el laberinto del agotamiento


El impacto de la ansiedad en el cerebro es enorme. El cortisol, la adrenalina y la norepinefrina nos ponen alerta y a la defensiva. Al poco, nuestra mente será terreno abonado para los pensamientos irracionales, para el miedo que devora y paraliza, para esas emociones que, como un anochecer frío, sin luna ni estrellas, oscurecen por completo nuestra realidad. Lo cierto es que pocos estados psicológicos pueden llegar a ser tan intensos.
Los estudios demográficos nos dicen que muchas personas viven con ansiedad crónica. Incapaces de ver que existe otro modo de sentir y de procesar la realidad, se dejan llevar por este caballo de batalla sin saber cómo reaccionar. Otros, en cambio, experimentan lo que se conoce como ansiedad situacional. Hablar en público, afrontar una entrevista de trabajo o un examen o incluso relacionarse ejemplifican momentos donde se iza esa bandera roja de peligro que tanto nos limita.
    ►El temor agudiza los sentidos. La ansiedad los paraliza.
                                                               Kurt Goldstein

Todos hemos lidiado con la ansiedad alguna vez. Esta respuesta humana tan natural, que en las dosis precisas puede actuar como valiosa impulsora para nuestros propósitos, se nos escapa muy a menudo de las manos. Al poco, es ella quien toma el control de nuestras vidas casi sin darnos cuenta. Y cuando eso ocurre, todo se deforma y desbarata, como en un cuadro de Kandisky.

Impacto de la ansiedad en el cerebro

Para entender mucho mejor el impacto de la ansiedad en el cerebro, debemos saber diferenciar un primer detalle. Debemos saber cómo diferenciarla del estrés. Por ejemplo, este último responde a un proceso de activación fisiológica que surge como resultado de múltiples factores externos. Es decir, siempre hay un elemento que lo desencadena en el momento presente. La presión en el trabajo, un exceso de tareas, problemas familiares, etc… Todo ello surge cuando somos conscientes de que “nos faltan recursos” para hacer frente a todos estos estímulos.
Ahora bien, la ansiedad es algo más complejo. Si bien es cierto que a menudo puede surgir como efecto del propio estrés, cabe decir que en muchas ocasiones experimentamos esta emoción sin saber por qué. Es algo interno, algo que surge una y otra vez y en diferentes momentos temporales. Estamos ante una respuesta fisiológica que nos prepara para escapar o luchar ante una amenaza (real o no). 
Todo ello hace que la ansiedad sea intrínsecamente diferente al estrés y a su vez, mucho más difícil de manejar por el modo en que se orquesta en nuestro cerebro. Veámoslo a continuación.

La amígdala

La amígdala es una pequeña estructura situada en lo más profundo de nuestro cerebro.Es ella quien procesa e interpreta todas las señales sensoriales que llegan de nuestro entorno. Ella también quien alerta al cerebro de que hay una amenaza, un peligro del que defenderse. Es, por así decirlo, como ese sensor instintivo (y a veces hasta irracional) que nos hace reaccionar ante miedos tan comunes como las arañas, la oscuridad, las alturas…

El hipocampo

El hipocampo es la parte del cerebro vinculada a nuestra memoria emocional. Si el impacto de la ansiedad en el cerebro es intenso y sostenido en el tiempo, esta estructura será una de las que más lo sufrirá. Su tamaño se reduce y sufrimos serios efectos asociados a esta alteración. Así, las pérdidas de memoria, los problemas de concentración o incluso el estrés postraumático son frecuentes. Pensemos que este efecto es común en niños que han sufrido maltrato, el peso devastador del miedo permanente, de la angustia, de la sensación continua de peligro…
Por otro lado, hace solo unos meses, se publicó en la revista “Neuron” un descubrimiento tan interesante como esperanzador. Se ha encontrado que las células responsables de la ansiedad están localizadas justo aquí, en el hipocampo. A partir de este hallazgo se esperan desarrollar fármacos más precisos para regular su actividad.

Cortisol, norepinefrina y adrenalina

La inquietud, la sensación de alarma, la tensión en los músculos o la taquicardia son el efecto de la acción de unos neurotransmisores muy concretos. El impacto de la ansiedad en nuestro cerebro se debe a esa conjunción infalible (y temible) del cortisol, la norepinefrina y la adrenalina.
Así, mientras la amígdala se encargaba de identificar el peligro, estos neurotransmisores nos impulsan a reaccionar. El cerebro quiere que nos defendamos, que escapemos y reaccionemos… Y algo así se consigue llevando más sangre a los músculos. Acelerando el corazón, llevando más aire a los pulmones…
Este estado de alarma nos podrá ayudar en un momento concreto siempre y cuando la amenaza “sea real”. Sin embargo, cuando esto no es así y esa activación fisiológica es constante, surgen los problemas. Malas digestiones, cefaleas, hipertensión, riesgo de accidentes cerebrovasculares…


¿Qué podemos hacer ante el impacto de la ansiedad en el cerebro?

Tal y como hemos señalado al inicio, la ansiedad es una respuesta fisiológica. No basta por tanto con decirnos aquello de “cálmate, todo va a salir bien”. Si nuestro cerebro opina que hay un peligro, nuestros razonamientos sirven de poco. Por tanto, es recomendable iniciar con lo fisiológico, lo orgánico, lo corporal.
  • Convence a tu cuerpo de que no hay una amenaza. ¿Cómo? Practica la relajación, la respiración profunda, pon en “pause” tu cuerpo para que también lo haga tu cerebro.
  • Pon la ansiedad a tu favor. Gestionar la ansiedad no es un problema de fuerza de voluntad. No se trata de hacer desaparecer esta realidad psico-fisiológica de nuestro cerebro. Se trata de sobrellevarla, de usar lo que nos brinda a nuestro favor. Para visualizar esta idea e ir lográndolo, podemos hacer uso de las terapias artísticas. Moldear la arcilla o incluso pintar, sirven para dar forma a esa ansiedad que como un monstruo devorador, puede hacerse más pequeña, más inofensiva y manejable.
  • Nuevos hábitos, nuevas rutinas. A veces, variar algo en nuestro quehacer cotidiano lo cambia todo. Salir a pasear, ir cada semana a un concierto musical, conocer gente nueva, apuntarnos a yoga… Todo ello puede cambiar la percepción de alarma de nuestro cerebro para empezar a ver las cosas de otro modo.
Por último, no dudemos en consultar con un profesional en caso de que ese estado de ansiedad nos supere. Nadie merece vivir con miedo, nadie debe habitar de forma permanente en la cárcel de esa ansiedad crónica que todo lo oscurece.

Psicología/Valeria Sabater
https://lamenteesmaravillosa.com

domingo, 6 de mayo de 2018

Personas tranquilas, la calma interior en un mundo de ruido


Las personas tranquilas son ese desconcertante punto de equilibrio en un mundo agitado. Su mirada serena, sus correctos modales y sus pies en el suelo suelen llamar la atención de los demás. Hay quien asume que tras ellos se esconde la timidez, pero en realidad, lo que subyace en este perfil es su buena actitud ante la vida y una calma interior bien trabajada.
Decía Albert Einstein, con gran acierto, que la monotonía y la soledad de una vida tranquila es lo que impulsa a la mente creativa. Sin embargo, por curioso que nos parezca esa imagen sosegada sigue siendo poco entendida en nuestra sociedad. Nos lo recuerda por ejemplo Susan Cain en sus libros sobre la personalidad tranquila y/o introvertida.
                       ► En lugares tranquilos, la razón abunda.
                                                             Adlai E. Stevenson

Así, es muy común por ejemplo que ese alumno que en el aula se muestra siempre relajado, pacífico y silencioso sea percibido como falto de iniciativa, tímido y retraído. Son niños “sin personalidad”, comentan algunos maestros a la ligera. Porque en nuestra sociedad se sigue valorando a quien participa, a quien hace ruido y valer su voz.
Cabe decir, no obstante, que no hay personalidades mejores o peores. Nada es tan rico para nuestro mundo como ese amplio espectro actitudinal y comportamental que mostramos los seres humanos. Cada uno, a nuestra manera podemos aportar cosas excepcionales a nuestra realidad. Aunque eso sí, necesitamos comprensión mutua y ante todo ser conscientes del tesoro que se esconde detrás de cada perfil psicológico.

El cerebro de las personas tranquilas

El cerebro de las personas tranquilas funciona de manera diferente. Puede que a simple vista esta idea le llame a más de uno la atención, pero cabe decir que no es nueva. Ya en los años 60, el conocido psicólogo de la personalidad Hans Eysenck introdujo el término umbral de excitación cerebral. Este concepto le sirvió para diferenciar y explicar por qué las personas más tranquilas se suelen diferenciar tanto de ese perfil más extrovertido y/o abierto a la experiencia, el riesgo, el desafío…
Así, en estudios como el realizado en el 2012 en la Universidad de Harvard apoyan esa misma hipótesis establecida por Eysenck en su momento. Veamos ahora en qué se basa y qué nos explica:
  • Las personas extrovertidas necesitan mayor nivel de dopamina para experimentar bienestar y felicidad. De ahí que busquen experimentar nuevas sensaciones o tener contacto social con mayor frecuencia para alcanzar ese nivel, ese umbral de bienestar.
  • En el caso de las personas tranquilas ocurre lo contrario. Ellas encuentran bienestar con un nivel justo de dopamina, cuando se sobrepasa ese umbral de equilibrio, experimentan ansiedad, presión y agotamiento. Las situaciones relajadas y caracterizadas por una armonía social y sensorial son las que más satisfacción les producen.
  • Asimismo, se han podido observar diferencias estructurales en la corteza prefontral de las personas tranquilas. Tienen mayor materia gris. Algo así se vincula al pensamiento abstracto, lo cual demuestra que este tipo de perfil es más tendente a la reflexión y a la introspección.


Hábitos de las personas tranquilas

Que una persona sea tranquila no significa ni mucho menos que sea más feliz, competente o inteligente que aquellas más inquietas, nerviosas o extrovertidas. Significa básicamente, que ven el mundo de otro modo. Viene a decirnos que se relacionan con su entorno de otra forma y que sus hábitos cotidianos son algo diferentes. Comprenderlos, ser sensibles a este perfil nos permitirá sin duda comprenderlos mucho más y por qué no, imitar alguno de sus enfoques si los consideramos beneficiosos.
        ►Hay momentos en que el silencio tiene la voz más alta.        
                                                            Leroy Brownlow

Características de las personas tranquilas

  • Disfrutan conectando con la soledad. Saben que esos escenarios solitarios son el mejor camino para el autonocimiento. Es ese lugar donde despertar la creatividad, calibrar los miedos con las potencialidades y ajustar nuevos objetivos en el horizonte.
  • Son selectivos. Las personas tranquilas saben bien qué les conviene, qué les enturbia y qué es mejor dejar a un lado o aprovechar. De ahí, que elijan bien sus relaciones y a quiénes quieren en su vida.
  • No hay que asumir nada de forma personal. Quien se obsesiona por los desacuerdos, las desavenencias o los fracasos de forma intensa, sufre. Hay que saber relativizar, establecer una distancia saludable entre uno mismo y los demás, y entender que todo en esta vida es un proceso, y lo importante, es seguir avanzando lo más ligeros posible.


  • Ver, escuchar, sentir, aprender… Nada puede ser tan enriquecedor como conectar con nuestra realidad con todos los sentidos. Las personas tranquilas tienen una actitud sosegada, pero por dentro están hambrientas por captar sensaciones y aprendizajes. Sin embargo, su canal de aprendizaje ideal parte del silencio. De esa mirada que sabe observar, de esos oídos que escuchan con atención discriminando sonidos del mero ruido…
  • Despacio se vive mejor. En un mundo de agitación las personas tranquilas son las únicas que no tienen prisa. Y no la tienen porque saben a dónde van. Se conocen lo bastante para saber cuál es su ritmo, cuál su pausa, cuál su música y por dónde se va mejor hacia ciertas metas y objetivos. El día a día experimentado de forma pausada tiene para este perfil un mejor sabor.
Para concluir, no desestimemos el poder que pueden llegar a tener las personas tranquilas y de actitud más sosegada… Desde su calma interior y su carisma más relajado pueden enseñarnos grandes cosas. A veces, las mejores revoluciones empiezan desde el silencio.


Psicología/Valeria Sabater
https://lamenteesmaravillosa.com

jueves, 3 de mayo de 2018

La meditación acelera la velocidad de procesamiento del cerebro

La meditación fortalece al cerebro de múltiples maneras. Una de ellas consiste en promover la girificación, es decir la cantidad de pliegues que se encuentran en la corteza cerebral.


La vertiente terapéutica de Yoga, una de las más interesantes, es un área de estudio y documentación que sigue ocupando tiempo a Ramiro Calle, pionero en difundir el Yoga en España, que fue el primero en someterse a una serie de sofisticadas pruebas médicas hace 30 años, las primeras realizadas, y que validaron las modificaciones provocadas por las técnicas del Yoga. Él mismo nos remite esta noticia y otras que iremos publicando próximamente.
La meditación fortalece al cerebro de múltiples maneras. Una de ellas consiste en promover la girificación, es decir la cantidad de pliegues que se encuentran en la corteza cerebral. A dichas conclusiones llegó una investigación conducida por Eileen Luders, neuróloga de la Universidad de California, Los Angeles (Estados Unidos). La experta explica que una mayor girificación permite que el cerebro procese la información con mayor velocidad. Sus conclusiones fueron publicadas en la revista Frontiers in Human Neuroscience.
Investigaciones previas encontraron que la meditación aumenta el tamaño del cerebro y mejora la conexión entre las neuronas. Para analizar el efecto de esta disciplina en la girificación cerebral, los investigadores tomaron imágenes de resonancia magnética funcional de 50 personas que meditaban y de 50 que no lo hacían.
"No queríamos simplemente comparar a los individuos que meditan y los que no. Buscamos observar si hay una relación entre el tiempo de meditación de una persona y los cambios que genera en el cerebro. Es decir, si el número de años de práctica se relaciona con el nivel de pliegues en la corteza cerebral".

Un cerebro más fuerte

Luders observó importantes cambios en la girificación de varias regiones de la corteza cerebral, y subraya que cuantos más años llevaban de meditación los voluntarios, mayores eran las modificaciones observadas en su cerebro.
La experta subraya los cambios observados en la corteza insular. "Se cree que la corteza insular funciona como un núcleo de integración autonómica, afectiva y cognitiva. Las personas que meditan son expertas en la introspección y conciencia así como el control emocional y la auto-regulación, por lo cual los hallazgos de la investigación tienen sentido. Cuanto más tiempo lleva una persona meditando, mayor es el nivel de pliegues en la corteza insular".
Luders también recalca que la relación entre el tiempo de meditación y el nivel de girificación muestra la capacidad del cerebro de modificarse y de adaptarse a los cambios ambientales.


Ramiro Calle
https://www.yogaenred.com