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miércoles, 2 de mayo de 2018

7 BENEFICIOS DEL ARTE PARA TU CEREBRO

En palabras de Henry David Thoreau “el mundo entero no es más que un lienzo para nuestra imaginación”, sin embargo hay quienes creen que la creación de arte les pertenece sólo a unos cuantos elegidos rebosantes de talento. Esto no es así,  puede ser que sean sólo algunas personas las que eligen desarrollar alguna disciplina artística profesionalmente, pero esto no significa que sólo ellos puedan beneficiarse física, mental y emocionalmente del arte. De hecho ¡todos podemos!  Ya que el arte tiene muchos beneficios terapéuticos y está recomendado especialmente para quienes tienen una ocupación que les genera mucho estrés, quienes sufren un desorden mental o tienen alguna discapacidad física o cognitiva, también para aquellos que han sufrido algún tipo de lesión cerebral o tienen una enfermedad crónica.  Además la terapia de arte es muy recomendable para los niños o adolescentes que están enfrentando retos personales o en la escuela.


En algunos casos este tipo de terapia ha sido empleada para tratar con éxito a pacientes con ansiedad, depresión, trastorno bipolar, demencia, trastornos de estrés postraumático, dolor crónico, presión alta y Alzheimer entre otras condiciones. Así que si estás deseoso de dejarte colorear o crear algo nuevo  seguramente esta lista de los beneficios que el arte tiene para tu cerebro terminará por convencerte. 

1. Crear arte ayuda a liberar estrés. 
Cuando estamos tensos es cuando más necesitamos hacer una pausa mental, pero es justamente cuando nuestros pensamientos más se resisten. Crear arte puede ayudarte a distraerlos dándole ese tan necesario descanso a tu mente. Además pintar, esculpir, dibujar y tomar fotografías son pasatiempos que pueden ayudarte a sentir mayor claridad y calma. Entre más tiempo enfoques tu atención en realizarlo más probabilidades tendrás de entrar a ese estado mental conocido como “la zona” en la cual tus ideas pueden fluir con mayor facilidad otorgándote placer y satisfacción.  Esta es la razón por la cual los libros de colorear para adultos han ido cobrando popularidad. 

2. El arte estimula el pensamiento creativo.
El arte mejora nuestras habilidades para resolver problemas y estimula a la mente a buscar soluciones únicas y originales que no  necesariamente se adapten a las normas establecidas. A diferencia de las matemáticas en  el arte no hay una respuesta correcta que sea única. Este tipo de pensamiento original estimula el crecimiento de nuevas neuronas en el cerebro así como la creación de nuevas conexiones entre las neuronas. A diferencia de lo que se cree comúnmente el pensamiento positivo no tiene que ver con un hemisferio único del cerebro sino en la comunicación de ambos.

3. El arte mejora la autoestima.
Sumergirse en una tarea creativa propicia la secreción de un neurotransmisor conocido como dopamina, el cual está relacionado con el placer y las sensaciones de bienestar. Esta sustancia además está detrás de la concentración y la motivación y nos permite resistir los impulsos inmediatos para concentrarnos en nuestras metas reales. La dopamina es la que te da un  sentimiento de recompensa o logro  y para experimentarlo no es necesario que crees una obra de arte sofisticada; tejer, bordar, hacer carpintería, jardinería o algún tipo de trabajo manual le ayudará a tu cerebro a mantenerse en buen estado. 

4. El arte mejora la plasticidad cerebral.
Cada vez que haces algo nuevo o te involucras en una actividad compleja tu cerebro crea nuevas conexiones entre las neuronas y la neuroplasticidad es la habilidad de crear y modificar esas conexiones a lo largo de tu vida. Hay teorías que indican que nuestro coeficiente intelectual depende más del número de conexiones que tenemos que del volumen de nuestra masa cerebral y el arte es una excelente forma de estimular su creación. 

5. El arte ayuda a los niños a ser mejores estudiantes.
A través de la realización de imágenes de resonancia magnética del cerebro ha sido confirmado que aprender música u otras formas de arte estimulan el aprendizaje en general. Los niños que tienen entrenamiento musical suelen tener un mejor desempeño en su manejo del lenguaje y razonamiento matemático. En parte esto puede estar relacionado con el aumento en el flujo sanguíneo que ocurre cuando se mejora la neuroplasticidad.  Por otro lado tomar clases de artes visuales también contribuyen a un mejoramiento de la atención y el coeficiente intelectual. Además estos beneficios pueden acompañarlos por el resto de su vida adulta. 

6. El arte ayuda a desarrollar tolerancia, empatía y afecto. 
El neurobiólogo Semir Zeki descubrió que el simple hecho de mirar una pieza  proporciona placer al  cerebro del observador Ya que a través de escaneos cerebrales, notó actividad y liberación de dopamina en las partes del cerebro que  usualmente se activan cuando estamos enamorados. De tal manera que cuando alguien te dice que “ama” tal escultura o cuadro es mucho más literal de lo que podrías creer. 

7. La terapia de arte ayuda a los pacientes  con demencia.
Crear arte ayuda a mejorar la memoria y  otras actividades cognitivas, lo cual es particularmente importante para los pacientes de demencia. Pues junto a una pérdida de memoria con frecuencia experimentan síntomas como ansiedad, depresión, insomnio y en ocasiones agresión. La terapia de arte puede ayudar a estos pacientes no sólo a mejorar su conectividad cerebral y combatir los efectos de su dolencia, también les proporciona una actividad placentera mejorando su calidad de vida.

Si a pesar de todo esto aún  tienes algunas reservas, recuerda lo que alguna vez dijo Van Gogh: 
►“Si escuchas una voz en tu interior que dice “no puedes pintar”, entonces pinta y esa voz callará”.


Edmeé García para https://www.harmonia.la
Con información de Be Brain Fit. 

lunes, 23 de abril de 2018

6 PASOS PARA CUMPLIR TUS PROPÓSITOS TODO EL AÑO A TRAVÉS DE LA NEUROPLASTICIDAD



La historia es bien conocida por todos: llega el Año Nuevo, escribes tus resoluciones, las ves pasando por tu pantalla mental, te sientes inspirado y juras que este año sí lograrás cumplir tus propósitos. Luego llega la siguiente Navidad y te das cuenta de que no fuiste al gimnasio ni comiste más sano, no dejaste de fumar, no escribiste la tesis ni pasaste más tiempo con tu familia. Entonces, un sentimiento de depresión se instala como una incómoda cobija mojada a tu alrededor. Lo peor de todo es sentir que es difícil lograr tus objetivos y dudar de tu capacidad de hacerlo. La cuestión es que cumplir un objetivo no sólo se trata de disciplina, se trata de entender cómo funciona el cerebro humano, para poder trabajar con él en pos de tus metas. 

De acuerdo con el doctor Joseph, Shrand, instructor de psiquiatría de la Universidad de Harvard, el autocontrol es un deseo racional, lo que quiere decir que habita en la parte frontal del cerebro. Esta es una sección que evolucionó posteriormente, de tal manera que puede verse sometida por los instintos de sobrevivencia. Además el placer reside en la parte más primitiva del cuerpo, esa parte que ha pasado siglos aprendiendo a recompensarnos con dopamina cuando satisfacemos nuestros instintos. El propósito evolutivo de este mecanismo es apoyar esos deseos que protegen nuestra vida o la prolongan, como comer o tener sexo. Sin embargo, también implica que podemos obtener esa dopamina dándole lo que quiere, ya sea un pedazo de chocolate, saliendo de compras a gastar dinero que quizá no tenemos o encendiendo un cigarro.

Así que cuando nos planteamos un cambio de hábito como propósito de Año Nuevo, necesitamos comprender que en realidad esto se trata de volver a programar nuestro cerebro, es decir, que implica crear nuevos caminos neuronales en lugar de usar los que ya están fuertemente establecidos. Igualmente es importante tener en cuenta que aunque esto suene muy complicado, en realidad la neuroplasticidad es algo que tenemos todos los seres humanos; nos da la capacidad de aprender cosas nuevas, recuperarnos después de una lesión cerebral y transformarnos a lo largo de nuestras vidas. 


1. Concéntrate en una cosa a la vez
Quizá quieras lograr varias cosas, pero lo mejor es que te concentres en una a la vez. Recuerda que tienes todo el año. No esperes cambiar por completo de vida de un día para otro en enero. Ve paso a paso. 

2. Detecta tus detonadores
Lo primero es darte cuenta de qué cosas detonan tu hábito. Quizá sientes ansiedad cuando te llega un mensaje al celular o piensas en escribir tu tesis pero te gana el hábito de ponerte a ver series. A lo mejor te dan ganas de comer chocolate siempre que pasas frente a la panadería. Si detectas que algo desencadena tu deseo puedes empezar a tomar decisiones conscientes y cambiar de estrategia. Quizá tomes una nueva ruta para no pasar frente a la panadería o escribirás en una biblioteca tu tesis en lugar de en casa donde tienes la televisión cerca, el punto es que empieces a buscar opciones para cambiar. 

3. Afirma tus decisiones conscientemente
La neuroplasticidad requiere de un deseo consciente ya que a través de nuestros pensamientos es como programamos nuestra mente, así que utiliza tu voluntad para afirmar que sí quieres comer ensalada, que sí quieres escribir otra página de tu tesis, que no necesitas encender ese cigarro. 

4. Disfruta
Como regla general las neuronas que se disparan juntas crean relaciones, es decir, se unen para formar caminos neuronales. Una de las mejores formas de cambiar un hábito es disfrutándolo, así que procura divertirte. Festeja ese capítulo nuevo de tu tesis, esa ensalada que comiste hoy en lugar de optar por comida chatarra, etcétera. 

5. Visualiza
Puede parecerte increíble, pero visualizar que haces una actividad es percibido por tu cerebro de una forma muy parecida a efectivamente realizar la acción. Es por eso que la visualización es algo que practican los deportistas profesionales. Tú también puedes hacerlo: mírate cruzando la meta de esa carrera de 5 kilómetros, pasando tu examen doctoral, probando esa nueva receta de comida sana. 

6. Recuerda que nunca es tarde
Si súbitamente te das cuenta de que ya es la mitad del año y aún no cumples tu propósito, no te desesperes. Nunca es tarde para comenzar. Puedes hacerlo hoy mismo. 


                                                                                                       https://www.harmonia.la


                                                                          Con información de Web MD y DIY Genius

domingo, 22 de abril de 2018

Para funcionar bien, el cerebro necesita desconectarse

El neurocientífico Facundo Manes advirtió que es necesario “no hacer nada” y hasta aburrirse, para contribuir a la salud de la mente.  El desafío intelectual, la vida social, dormir bien, ejercitarse y evitar el estrés.


El cerebro humano es la estructura más compleja del Universo, tiene más neuronas que las estrellas que existen en la galaxia, y todo lo que hacemos y nos define, depende de él. Así describe el neurocientífico Facundo Manes al órgano más fascinante del que disponen las personas, cuyo funcionamiento se dedica a investigar, pero también a difundir con tanto entusiasmo como claridad, en la convicción de que desentrañar las claves de nuestra mente nos ayuda a vivir mejor como individuos y como sociedad.

De visita en Córdoba para dar una charla sobre “El desarrollo personal y social” en el marco del ciclo Pensar el cerebro, Manes –director del Instituto de Neurociencia de la Fundación Favaloro– explicó qué hay que hacer para mantener la mente sana, y cómo la afectan dos males de este tiempo: multitarea e hiperconectividad.

¿Por qué es importante pensar el cerebro? 

–Por muchísimo tiempo no pensamos el cerebro, ya que por millones de años la especie humana se dedicó básicamente a proteger el territorio, conseguir alimento y cuidar a los suyos. Recién mucho después empezamos a pensar quiénes somos, para qué estamos, e inclusive qué nos hace humanos. Y ahí nos dimos cuenta de que todo lo que hacemos lo hacemos con el cerebro, y de que todo lo que somos depende del cerebro, y eso fue de alguna manera el motor en las investigaciones en neurociencias. De hecho, una pequeña lesión cerebral en un área estratégica nos puede llevar a perder la memoria, la identidad, la capacidad de hablar, o a cambiar la personalidad. Por eso co­nocer el cerebro es importante porque nos va a ayudar a comprender quiénes somos y a mejorar el aprendizaje, el trabajo en equipo y el desarrollo.

¿Qué puede hacer una persona para aprovechar al máximo su capacidad?

–No es una sola cosa sino varias las que hay que hacer para proteger al cerebro. Lo primero, cuidar que la glucemia y el colesterol estén en valores normales y evitar el sobrepeso.

Todo lo que ayuda al ­corazón le sirve al cerebro, entonces.

–Exactamente. Al cerebro también le hace bien el ejercicio físico, que además de ayudar al sistema vascular, genera nuevas conexiones neuronales, y es un buen ansiolítico y un buen antidepresivo. Y a su vez, hay que sumar el desafío intelectual, que es hacer algo que nos cueste: aprender un idioma, algo nuevo. Otro factor es la vida social, porque estar conectado con otra gente es muy impor­tante para el cerebro porque im­plica estímulos diferentesY la otra cosa es combatir el estrés crónico, que afecta al cuerpo y a la mente, y dormir bien, porque el sueño es salud. O sea que para que el cerebro funcione bien, hay que tener un sueño reparadorHoy disponemos de datos de que la gente que no duerme bien tiene más riesgo de sufrir Alzheimer. Eso implica dormir las horas necesarias, aparte de relajarse, porque hoy, además, mucha gente se va a la cama con la oficina a cuestas: el celular, el iPad , el teléfono.

¿Cómo impactan el mul­titasking y la hiperconecti­vidad?

–La multitarea disminuye el rendimiento cognitivo. Mucha gente se confunde al pensar que haciendo muchas cosas al mismo tiempo va a ser más pro­ductivo, y es al revés. Ese es un mito que hay que erradicar porque el cerebro funciona mejor cuando se hace una cosa por vez. Un ejemplo que suelo dar 
es el de Franz Kafka, que era famoso por escribir un texto 
en pocas horas. Imagínalo hoy tratando de escribir rodeado 
de internet, noticias on line , y alarmas de twitter, Facebook y WhatsApp…

¿Qué efecto tiene entonces la tendencia a estar hiperconectados todo el día, todos los días? 

–La tecnología es fantástica, soy un enamorado de la tecnología moderna que nos facilita un montón de cosas. Además, el avance tecnológico es inevitable y hay que aprovecharlo, pero también tenemos que ser cuidadosos. Y esto implica estar desconectados de la tecnología una parte del tiempo que estamos despiertos, porque eso es muy importante para el cerebro.

¿Por qué? 

–Porque cuando está desconectado, cuando “no estamos haciendo nada” el cerebro trabaja muchísimo, y ese tiempo es clave para que procese la información que adquirió cuando estaba atento. Necesitamos desconectarnos de la tecnología para ser introspectivos, para poder pensar, para aburrirnos, para imaginar el futuro. Y sobre todo en el caso de los chicos: tienen que volver a aburrirse, a volver a imaginar, no pueden estar todo el día conectados.

¿En ellos la hiperconexión impacta de una manera diferente?

–No lo sabemos, porque el cerebro recién termina de desarrollarse después de los 20 años, y hay investigaciones aún en curso sobre qué impacto tendría en esa etapa. Pero en cualquier caso hay dos grupos ya sean niños o adultos: uno integrado por quienes ya tienen tendencias obsesivas, compulsivas o ansiosas, en los que se van a disparar más conductas de ese tipo; y otro, de personas que no tienen esas tendencias, a quienes el uso de la tecnología en forma moderada no los va a afectar, sino al contrario, va a ser un facilitador de un montón de cosas.

La última: ¿cuál es hoy, en su opinión, el mayor desafío que plantea el estudio del cerebro? 

–Creo que hemos aprendido ciertos aspectos de su funcionamiento, por ejemplo cómo tomamos decisiones, la memoria, el olvido, el lenguaje, la percepción. Pero todavía no tenemos una teoría general sobre el cerebro, de modo que el mayor desafío es construir una teoría general sobre cómo funciona nuestra mente, que es el órgano que nos hace humanos y que, además, es el único en el Universo que intenta entenderse a sí mismo.

Facundo Manes
Vía: https://sanacionholisticasalamanca.wordpress.com

martes, 10 de abril de 2018

EL CONFLICTO MENTE- CORAZÓN


En mi opinión, esto de que algunas cosas sean imposibles de demostrar de un modo científico, y que no se puedan medir y explicar con claridad indiscutible, nos lleva a confusiones o a elucubrar teorías basadas solamente en una especie de sospecha o en una idea que no está clara del todo.

Cuando hablamos de la mente parece que ya hay algunas cosas que están “más o menos controladas”, pero siguen quedando muchas otras sin demostrar. Cuando hablamos del corazón -refiriéndonos a él como a “los sentimientos”-, nos pasa igual: “creemos”, “suponemos”, “puede ser que…”, pero tampoco se puede afirmar su funcionamiento de un modo concluyente.

Cuando se relacionan entre sí y al mismo tiempo ambas cosas, aún se complica más que cuando están por separado.

A la hora de hablar de nuestros sentimientos no tenemos la certeza de cuánto está interfiriendo la mente, y en los asuntos que debieran ser exclusivamente mentales tampoco sabemos cuánto se entrometen los sentimientos.

Y hay teorías para todos los gustos.

Hay quien opina que “no es del todo descabellada la idea de que es el corazón quien decide, y no la mente, a la que utiliza para que le proporcione un raciocinio que justifique su decisión”.

Otras veces la mente tiene una idea –que puede estar sin razonar- y se dedica nada más que a buscar explicaciones que la justifiquen –que están manipuladas inconscientemente-, en vez de afrontar la irrealidad o el sinsentido de su idea y buscar por otro sitio la verdad.

Otros opinan que el corazón obstruye la capacidad de raciocinio analítico de la mente, y que con sus sentimentalismos distorsiona el mensaje natural dotándole de unas emociones que pueden ser innecesarias o contraproducentes.

A veces creemos que pensamos, y lo que estamos haciendo en realidad es dejar que se manifieste el corazón, y como todo lo percibimos a través de la mente no sabemos si lo que “nos dice” nuestra mente lo dicta y suscribe ella o nos está trasmitiendo un mensaje del corazón.

A veces necesitamos pensar con raciocinio, desapasionadamente, y el corazón no se puede callar e interviene, dotando de humanidad o de confusión al asunto.

Esto se complica, sobre todo, en los asuntos de relaciones sentimentales, en los que se ve con claridad –si se mira objetivamente, desde fuera y sin pasión- cuándo algo claramente no está funcionando, pero el corazón se empeña en mantenerlo con excusas irrazonables, o por el contrario cuándo una relación en la que priman unos sentimientos convencidos y reales se ven entorpecidos por una mente que quiere controlar el incontrolable mundo de los sentimientos.

Todos los asuntos - relaciones con la mente son un poco complicados de manejar. El problema es que usamos la mente tanto para pretender entender los asuntos del corazón como para juzgar o comprenderse a sí misma. Hacemos de la mente al mismo tiempo sujeto que observa y objeto de esa misma observación. Complicado.

Hay quien opina que los asuntos sentimentales deben estar atendidos exclusivamente por el corazón y no permitir que la mente interfiera en ellos. ¿Cómo? Es cuestión de práctica, pero se puede llegar a diferenciar cuándo es la mente o son los sentimientos quienes se expresan.

La profundización en la meditación ayuda bastante en esto, pero también es útil tener claro dónde llevar nuestra atención. Si nos centramos en la parte del cerebro cercana a la frente, será mental todo lo que aparezca. Si somos capaces de trasladar nuestra atención hacia la zona del órgano del corazón, entonces contactamos mejor con los sentimientos.

Es un poco complicado hasta que se adquiere práctica y se convierte en sencillo, pero conviene centrarse en lo que se siente, en los sentimientos en sí mismos sin ocuparse de poner una etiqueta a lo que está pasando. Un suspiro, o un estremecimiento amable que nos recorra todo el cuerpo, o una sonrisa apenas perceptible, o una sensación de paz o de aceptación nos están diciendo más –a nosotros, no a la mente- que todo un proceso racional de ideas desprovistas de alma.

Requiere un poco de entrenamiento relacionarse bien con los sentimientos, pero realmente merece la pena hacerlo. Generalmente son más fiables –porque son naturales- que los pensamientos –que suelen estar contaminados por condicionamientos y prejuicios-.

Los sentimientos, cuando uno los conoce bien, son más certeros y dan sensación de seguridad y verdad, mientras que la mente difícilmente llega a quedarse plenamente satisfecha y se queda con la sensación de que puede faltar algo o que puede haber algún error en alguna parte.

Entrenar, practicar, atender, insistir… la mente y los sentimientos nos manejan. Dependemos de ellos. Conviene conocerlos, ponerlos a nuestro servicio, y que no sean ellos quienes nos controlen. 

Te dejo con tus reflexiones…



Francisco de Sales
http://buscandome.es

domingo, 8 de abril de 2018

El síndrome de Huckleberry Finn

Siempre que se habla de un síndrome se está hablando de un conjunto de síntomas y signos que son conocidos y que por lo tanto, han sido identificados como un cuadro clínico vinculado con problemas de salud. El síndrome de Huckleberry Finn es uno de esos conjuntos de síntomas que muestran disfuncionalidad, pero que no aparecen definidos como trastorno estrictamente.
El nombre de síndrome de Huckleberry Finn hace alusión a un personaje creado por Mark Twain en sus novelas. Aunque este aparece en varias de las obras del gran escritor norteamericano, es en Las aventuras de Huckleberry Finn donde se aprecia claramente su carácter y su problemática.
Antes de describir en qué consiste este síndrome es importante anotar que el síndrome de Huckleberry Finn es más bien una construcción de la psicología popular. No está referenciado como un problema psicológico o psiquiátrico en la literatura médica. Sin embargo, aporta una interesante descripción de ciertas personalidades, que vale la pena reseñar.
►Nunca es demasiado tarde para tener una infancia feliz.

                                                                Tom Robbins

¿Quién era Huckleberry Finn?

El personaje más famoso de cuentos que creó Mark Twain fue Tom Sawyer. Este era un chico valiente, travieso y despierto que pasaba por un sinfín de situaciones problemáticas, de las cuales salía adelante. Uno de sus grandes amigos era Huckleberry Finn.
Lo que caracterizaba a Huck Finn era que no se daba por entendido de sus responsabilidades. Faltaba a la escuela y le daban igual sus compromisos. Apareció secundando las aventuras de Tom Sawyer, pero llamó tanto la atención que Twain decidió hacer una novela dedicada exclusivamente a Huckleberry Finn.
Es entonces cuando se muestra plenamente la personalidad de este chico, la cual contrastaba mucho con la de Tom Sawyer. Huck, a diferencia de Tom, era un niño abandonado. Vivía con una tía y tenía un padre que era malvado y alcohólico, toda una amenaza para él.
Su padre lo secuestra y lo mantiene cautivo. Logra escapar y es ayudado por un esclavo en fuga llamado Jim. Ambos viven peligrosas y emocionantes aventuras, hasta que son rescatados por el valiente Tom Sawyer. Como se aprecia, todo esto configura un cuadro psicológico, que da origen al llamado síndrome de Huckleberry Finn.

Los dos rasgos básicos en el síndrome de 

Huckleberry Finn

Al ser un chico abandonado y con un padre cruel, se configura una estructura psicológica que está caracterizada básicamente por dos rasgos: un vacío existencial y una búsqueda eterna de aquello que alivie su pena o le ofrezca felicidad.
Veamos estos dos rasgos esenciales, presentes en el síndrome de Huckleberry Finn:
  • Vacío existencial. Es la sensación intensa de que se carece de algo que dé significado a la vida. Se experimenta como un displacer constante y una sensación de vacío permanente. Este cuadro está muy cerca de lo que conocemos como depresión.
  • Búsqueda eterna. Como efecto de lo anterior, en el síndrome de Huckleberry Finn hay una búsqueda sin fin de algo que llene por fin esa sensación de vacío. Un profundo deseo de encontrar alguna realidad para sentirse completo.
Como se ve, detrás de la aparente despreocupación de quienes se comportan como Huckleberry Finn, lo que hay es una inquietud que no halla sosiego. Una falta de sentido que los lleva a picar aquí y allá, tratando de encontrar significados.

Otros rasgos en el síndrome de Huckleberry Finn

Además de los rasgos básicos también hay otras características que definen al síndrome de Huckleberry Finn. Una de ellas es que quienes lo padecen son también personas notablemente inteligentes. Esto se prueba en su capacidad para encontrar soluciones a diversos problemas. Además de esto, también aparecen otras características:
  • Les resulta relativamente fácil adaptarse a las diferentes situaciones, pero en el fondo nunca se sienten cómodos con nada.
  • Eluden las responsabilidades. Esto, porque rechazan la idea de echar raíces, ya que ellos mismos no tienen raíces sólidas.
  • Tuvieron una infancia desdichada y una figura paternal muy destructiva.
  • Tienen muy baja autoestima. No se consideran valiosos y por eso mismo son propensos a sufrir depresiones.
  • Cambian constantemente de amigos, de pareja, de trabajo… Les cuesta imprimir estabilidad a sus vidas.

  • Tanto el sentimiento de vacío como la dificultad para construir un proyecto de vida sólido nacen de la falta de un vínculo saludable con la familia, durante la infancia. Esto lleva a conformar una personalidad compleja e interesante. ¿Se puede superar el síndrome de Huckleberry Finn? Claro que sí. Con decisión y ayuda es posible reconciliarse con uno mismo y con un pasado difícil.

Psicología clínicaEdith Sánchez
https://lamenteesmaravillosa.com

jueves, 5 de abril de 2018

Carencia afectiva, cuando nos faltan nutrientes emocionales


La carencia afectiva genera hambre emocional y deja marca en nuestro cerebro. La falta de un vínculo sólido y de un apego saludable imprime un sentimiento permanente de ausencia y de vacío. Además, impacta en la personalidad del niño y perfila en el adulto un miedo casi constante: el temor a que le fallen emocionalmente, la angustia a ser abandonado una y otra vez.
La mayoría de nosotros hemos leído y oído aquello de que el ser humano es, por encima de todo, una criatura social. Bien, desde un punto de vista psicológico, incluso biológico, es necesario ir mucho más allá: las personas somos emociones. Esas pulsiones, esas dinámicas internas orquestadas por complejos neurotransmisores, hormonas y diversas estructuras cerebrales conforman lo que somos y lo que necesitamos.
 ► El principio más profundo del carácter humano es el anhelo de ser apreciado.
                                                              William James
El afecto, así como los vínculos basados en un apego seguro y saludable imprimen en nuestra mente un equilibrio casi perfecto. Ahora bien, cualquier carencia, cualquier vacío o disonancia emocional despierta al instante nuestras alarmas instintivas. Lo sabe bien ese recién nacido que no recibe el calor de una piel que se acomode a la suya para conferirle seguridad y protección. Lo sabe el bebé que no es atendido cuando llora y lo sabe el niño que se siente solo frente a sus miedos, al que nadie acoge, atiende o escucha.
La carencia afectiva es una forma de involución y genera déficits si aparece sobre todo en edades tempranas. Asimismo, este vacío emocional también deja “lesiones” en la madurez, cuando construimos relaciones de pareja habitadas por la frialdad afectiva, la desatención o el desinterés.

Anatomía de la carencia afectiva

Con la caída del comunismo de Nicolae Ceausescu en Rumanía (1989), se tuvo la desafortunada oportunidad de comprender con mayor profundidad el impacto y la anatomía de la carencia afectiva en el ser humano. Lo averiguado en aquellos años fue tan decisivo como impactante. La situación de aquellos niños huérfanos era de extrema gravedad. Ahora bien, lo verdaderamente dramático no era la desnutrición o el abandono, era por encima de todo la desatención afectiva.
La escuela de Medicina de Harvard hizo un seguimiento permanente de la evolución de aquellos pequeños. Querían saber cómo maduraría y se desarrollaría un bebé o un niño que apenas había disfrutado del contacto con un adulto. Tenían ante ellos criaturas que habían dejado de llorar desde edades muy tempranas porque entendían que nadie iba a asistirlos. Aquellas miradas vacías y ausentes habían crecido en un entorno afectivamente estéril, y las consecuencias posteriores iban a ser inmensas.

  • Se pudo ver que los niños -que sufren de una carencia afectiva permanente a lo largo de los 3 primeros años de vida- sufren retraso en el crecimiento físico a pesar de recibir una nutrición adecuada.
  • El desarrollo del cerebro era lento. Algo que pudo verse es que la maduración neurológica se relaciona con el nivel de afecto que recibe el niño. Así, factores como los genes, el entorno, el acceso a un cuidador y un vínculo de apego seguro, además de la nutrición adecuada, la estimulación sensorial y los aportes lingüísticos son claves para un desarrollo cerebral óptimo.
  • Aparecieron además trastornos del lenguaje, problemas de elocución y vocabulario pobre.
  • Asimismo, también pudo verse que por término medio, aquellos niños no desarrollaron habilidades necesarias para construir relaciones saludables.Siempre mostraron una baja autoestima, falta de confianza, problemas de gestión emocional, hiperactividad, conductas desafiantes y agresividad.
  • Las investigaciones realizadas evidenciaron una vez más la importancia que tiene el apego en el desarrollo evolutivo de los niños. Disponer de una o varias figuras de referencia capaces de organizar nuestra experiencia emocional, de nutrirnos y satisfacer necesidades, genera en nuestra mente un refugio seguro, unos cimientos sólidos donde asentar nuestra personalidad.

    Hombres y mujeres de hojalata en busca de su corazón

    Todos recordamos al personaje del hombre de hojalata en el mago de Oz. Buscaba un corazón, buscaba esa fuerza interior que le permitiera recuperar la sensibilidad, la oportunidad de amar, de emocionarse por las cosas. Buscaba tal vez, eso que nunca había recibido. Buscaba poder conectar con su universo emocional… para volver a ser humano, para dejar a un lado esa piel de hojalata que hasta el momento, le había servido como barrera defensiva.
    De algún modo, también muchos de nosotros avanzamos por nuestros mundos de adulto envueltos en ese disfraz de hojalata intentando mostrar cierta independencia, reserva y hasta frialdad. Porque quien sufrió desnutrición afectiva se dice a menudo a sí mismo aquello de que es mejor desconfiar, que no hay que hacerse ilusiones. Devalúan las relaciones por temor a ser heridos de nuevo hasta que poco a poco, dejan de pedir soporte afectivo e incluso de ofrecerlo.

  • La carencia afectiva deja secuelas muy profundas. Es ese vacío al que un niño no sabe ponerle nombre, una herida psicológica que no puede traducirse en palabras, pero que queda impresa de por vida en la conciencia. Es también esa nostalgia devoradora de quien no recibe el refuerzo afectivo de la pareja y poco a poco se marchita hasta llegar una la conclusión: a menudo es preferible la soledad a ese vacío emocional.
    No descuidemos por tanto este nutriente vital. Pensemos que el afecto nunca sobra, que las caricias emocionales nos humanizan, nos hacen crecer, nos fortalecen. Seamos por tanto valientes suministradores de esta energía que crece cuando se comparte.
Psicología/Valeria Sabater
https://lamenteesmaravillosa.com