jueves, 16 de noviembre de 2017

CUATRO PREMISAS PARA UN AMOR RACIONAL

Un amor racional es aquel que se siente y también se piensa. Es una manera de relacionarse, donde el “ser para sí” y el “ser para el otro” se integra en un “nosotros” saludable. En el amor racional el sentimiento, por si solo, no basta.



Un amor descerebrado es puro impulso. “Contigo, pan y cebolla” es un viejo dicho napolitano, el cual inspiró la película de los años cincuenta de Marcelo Mastroiani y Sofía Loren, que significa algo así como: “Si te tengo, no necesito nada más”. Afirmación peligrosa para quien quiera buscar su autorrealización. Para estar con los pies en la tierra sería conveniente tener presente las siguientes reflexiones, las cuales confirman que con el amor no basta.
Si alguien duda que te ama, no te ama. A los enamorados hay que frenarlos, no empujarlos. “No estoy seguro” o “Necesito tiempo”, son algunas de las expresiones del titubeo afectivo. Cuando el amor hace mella nos atraviesa de lado a lado como un choque eléctrico, es una evidencia que se sustenta a sí misma, no cabe la duda. En esto se parece al orgasmo: si alguien no está seguro que lo tuvo, no lo tuvo. Otra cosa es decir que no nos conviene, que quiero desenamorarme, que somos incompatibles, así exista afecto. “Te quiero, pero no te amo”: ¿quién no ha sido victima de esta frase tenebrosa? Amor subdesarrollado, que no llega, que se achica, que desfallece antes de germinar.
No te merece quien te lastima intencionalmente. ¿Para qué seguir con alguien que nos hace daño? Un amor saludable no exige eso. Amar no es hacer un culto al sacrificio ni negociar los principios fundamentales. Si la persona que supuestamente te ama, te hiere o viola tus derechos, pues su manera de amar es enfermiza. El sentimiento aquí no tiene nada que ver. No se trata de ser un buen samaritano o poner la otra mejilla, un denuncio a tiempo es más efectivo, un alejamiento más recomendable. No solo tenemos que hacernos merecedores del otro, sino que la pareja también debe merecernos. Repito: la dignidad no es negociable, no importa cuantas arandelas amorosas quieran colgarle.
El buen amor es recíproco. Democracia afectiva, equilibrio, Amor justo, sindicalizado, bien repartido, no milimétrico pero adecuadamente dosificado. Horizontal dentro y fuera de la cama, ¿No esperar nada a cambio? Eso es para un amor universal, que trasciende el individuo, eso es mística o sentido de vida o misión humanitaria. En las relaciones cara a cara todos esperamos: si eres fiel, esperas fidelidad; si das sexo, esperas sexo; si eres cariñoso, esperarás cariño. Los que creen que pueden vivir con dar y no recibir, al cabo de un tiempo se frustran y deprimen, ya que es natural y congruente con la condición humana buscar un balance interpersonal. Algunas persona solo saben relacionarse desde la explotación o adoptando actitudes de victima. Todo amor “vertical” está contraindicado.
En el amor hay que aprender a perder. Si no te aman, no hay que insistir, ni suplicar ni tratar de convencer al otro o la otra. Cuando no se es correspondido, lo mejor es matar toda esperanza, porque la expectativa puede hacer que uno se pegue a relaciones tóxicas por años esperando el milagro de una resurrección amorosa que nunca llega. Realismo de línea dura: si no te quieren, a otra cosa, así duela, así haya que pedir ayuda, así la depresión se haga presente. Es mejor sufrir el duelo y alejarse de alguien que no llega al umbral afectivo que necesitas, a sufrir inútilmente un día a día de indiferencia. Lo que se opone al amor no es el odio, sino la indiferencia.
Cuatro premisas sin anestesia. Tratamiento para el alma, ver lo que es, enfriar la cabeza y poner el corazón a buen resguardo. No importa lo que digan los enamorados del amor, el realismo afectivo salva gente y la ubica en un terreno fértil para que el “yo” no se destruya a si mismo persiguiendo un imposible, así sea en el nombre del amor.

Walter Riso.
http://www.walter-riso.com

miércoles, 15 de noviembre de 2017

Plenitud



Plenitud es la circunstancia o situación de ser pleno.

Y pleno es estar completo, lleno, entero.

La plenitud es otro estado de equilibrio en el ser humano que nos ayuda a reconocer de forma íntegra los aspectos que mejoran la calidad de vida.

La plenitud es saber reconocer los estados emocionales, es poder discernir de forma sabia como nos sentimos mejor en diferentes circunstancias.

Por ejemplo si algún logro se alcanza por haberse esforzado, llega la plenitud de sentirse reconfortado por lo sucedido.

Si algún conflicto no se puede arreglar por el momento, llega  la plenitud de sentir y poder ser integro para discernir ante muchas posibles situaciones.

La plenitud, al igual que la humildad, son formas de llegar al equilibrio en cualquier circunstancia. Es por eso que para llegar al Dharma, es bueno aplicarlas.

Lo pleno hace que podamos reconocer los estados del cuerpo emocional, de reconocernos, de mirar el espejo del alma y reflejarlo con la pureza de la plenitud.

La plenitud, desde mi humilde opinión es neutral y mejor que la felicidad, porque puede percibir la felicidad y también la tristeza, son complementos que se juntan en la plenitud para poder estar lleno. Se pueden ver las dos caras. Pero no se manipula, se manifiesta, no se tapa la tristeza con la felicidad, se observa, se aceptan los estados y se fusiona la plenitud para discernir con amor. Es un estado sublime.

La plenitud es poder alcanzar la abundancia en todos los valores humanos.

Transcribo unas palabras de Amado Nervo: "Llénalo de amor"

Siempre que haya un hueco en tu vida llénalo de amor.

Adolescente, joven, viejo: siempre que haya un hueco en tu vida llénalo de amor.

En cuanto sepas que tienes delante de ti un tiempo baldío, ve a buscar el amor.

No pienses: “sufriré”.

No pienses: “me engañarán”.

No pienses: “dudaré”.

Ve, simplemente, diáfanamente, regocijadamente, en busca del amor.

¿Qué índole de amor? No importa: todo amor está lleno de excelencia y de nobleza.

Ama como puedas, ama a quien puedas, ama todo lo que puedas... pero ama siempre.

No te preocupes de la finalidad de tu amor.

El amor lleva en sí mismo su finalidad.

No te juzgues incompleto porque no se responden a tus ternuras: el amor lleva en si su propia plenitud.

Siempre que haya un hueco en tu vida, llénalo de amor.



Lorena Gintautas
 

Para Meditaciones para el alma

martes, 14 de noviembre de 2017

¿Has dejado entrar a un elefante a tu habitación?


Corría el año 1814 cuando Ivan Andreevich Krylov, un poeta y escritor ruso, publicó una fábula titulada "El hombre inquisitivo". En ella se refería a un hombre que recorría un museo y notaba todo tipo de pequeños detalles pero, asombrosamente, no percibió un elefante. 

Aquella interesante idea no murió allí. Fyodor Dostoievski la retomó en su novela “Los endemoniados” cuando escribió: “Belinsky era como el hombre inquisitivo de Krylov, que no se dio cuenta del elefante en el museo...”. Aunque fue Mark Twain quien perfiló mejor el concepto en “El robo del elefante blanco”, haciendo referencia a la ineptitud y falta de lógica que subyace a ese comportamiento.

Más tarde, The New York Times recogió la frase, que luego pasó a convertirse en una expresión popular que se utiliza para referirse a algo obvio que pasa desapercibido o de lo que nadie quiere hacerse cargo. La expresión indica una verdad evidente que es ignorada, aunque también puede tratarse de un problema que nadie quiere discutir o un riesgo que nadie está dispuesto a asumir.

Dado que es imposible pasar por alto la existencia de un elefante en la habitación, las personas se sienten obligadas a fingir que el elefante no existe, evitando lidiar con el enorme problema que representa. Sin embargo, lo cierto es que obviar su presencia suele terminar generando problemas aún mayores.


¿Cómo detectar el elefante en la habitación?


La mayoría de las personas piensan que si tuviesen un elefante dentro de su habitación, lo notarían inmediatamente. Sin embargo, no siempre es así, sobre todo en el escurridizo terreno de las relaciones interpersonales. De hecho, mientras más grande sea ese elefante, mayor será nuestra tendencia a ignorarlo porque más complejo y sensible será el problema.

Un ejemplo usual de este fenómeno se produce cuando le detectan una enfermedad grave o terminal a un amigo. Algunas personas no saben cómo reaccionar y su manera de ser “cuidadosos”, para no herir la sensibilidad del otro, consiste en evitar el tema. Esas personas comienzan a actuar como si estuvieran caminando sobre terreno minado, cambian su comportamiento y la relación que antes era distendida y natural se vuelve tensa y artificial. Dejan de ser los amigos que eran, para convertirse en los amigos que evitan el problema más obvio, apremiante y difícil.

El elefante también se suele colar en las relaciones de pareja. Un ejemplo clásico es cuando ambos son conscientes de que la relación ya no da más y no tienen motivos para estar juntos, pero no abordan el tema, esperando que sea el otro quien lo saque a colación y asuma la responsabilidad por la ruptura.
Ese comportamiento evitativo también puede apreciarse en los padres cuyos hijos tienen algún problema, ya se trate de una discapacidad física, un trastorno psicológico o cualquier otra enfermedad. Dado que la realidad es muy dura de aceptar, los padres evitan hablar de ella y niegan su existencia, lo cual impone una “ley del silencio” entre amigos y familiares, a quienes les resulta muy difícil poder ayudarlos y normalmente terminan aceptando la presencia de ese elefante en la habitación.

Por supuesto, este fenómeno también se aprecia a nivel social, sobre todo cuando se trata de un tema tabú, como puede ser la raza, la religión, la homosexualidad, la enfermedad mental o incluso el suicidio. En estos casos, las personas simplemente asumen que es más “educado” evitar el tema. 

En sentido general, cualquier problema puede convertirse en un elefante en la habitación si no lo abordamos y preferimos ignorarlo. Puede tratarse de un asunto delicado que podría herir la sensibilidad de los demás, un gran problema que no sabemos cómo solucionar o un conflicto que demanda correr un riesgo que no estamos dispuestos a asumir. 

En esos casos, se llega a un consenso implícito, según el cual todas las personas implicadas deciden ignorar el problema, aunque este sigue flotando en el ambiente, como una nube negra que enrarece el aire. Obviamente, ignorar algo no significa solucionarlo, por lo que a menudo el problema crece.

¿Por qué no es una buena idea ignorar el elefante en la habitación?


Una serie de experimentos muy interesantes llevados a cabo sobre los prejuicios raciales arrojan luz sobre el fenómeno del elefante en la habitación. En estos estudios se apreció que cuando las personas intentan usar palabras “políticamente correctas” para no ofender a alguien por el color de su piel o grupo étnico, pueden ser percibidas como más frías, distantes, poco empáticas y hasta más racistas.

El problema es que esas personas pretenden activar conscientemente lo que se conoce como “ceguera al color”, pero ello solo provoca el efecto contrario, activando aún más los estereotipos raciales. Entonces se ven obligados a luchar contra esos prejuicios y buscar las palabras “correctas”, lo cual les genera una gran ansiedad, que termina haciéndoles parecer menos auténticos y más racistas. De esa forma, evitar el elefante en la habitación refuerza su existencia.

Negar la realidad no hará que desaparezca. Cuando existe un problema o un conflicto de base, si no se soluciona y se buscan sus causas, es probable que termine creciendo, generando a su vez nuevas dificultades. Por tanto, mientras más tarde se aborde el problema, más difícil será solucionarlo ya que mayores serán sus ramificaciones.

Por otra parte, esa evitación hará que las relaciones interpersonales se distorsionen. Cuando debemos caminar sobre una superficie llena de cristales afilados, tendremos que pensar y elegir cuidadosamente nuestras palabras, por lo que la relación perderá su espontaneidad. Entonces somos víctimas de lo que pretendíamos evitar ya que es probable que ignoráramos el tema para no dañar la relación, pero al final esta termina resquebrajándose.

También debemos tener presente que evitar al elefante en la habitación suele ser un proceso que demanda un gran esfuerzo cognitivo y emocional. La represión de ciertos contenidos, sobre todo cuando son emocionalmente significativos, provoca un gran desgaste que termina pasando factura a nivel psicológico.

¿Cómo sacar al elefante de la habitación?


Abordar temas delicados suele ser difícil. Pero debemos hacerlo. Es imposible relacionarse de manera natural, auténtica y distendida con una persona cuando nos separa un asunto tan importante. ¿Cómo hacerlo?

- Escoge el momento adecuado. Hay veces en las que es necesario esperar un poco, hasta que la otra persona esté preparada para abordar el asunto. Puedes tantear el terreno haciendo una ligera referencia y, si la otra persona no está preparada para hablar de ello, dale un poco más de tiempo. A veces el simple hecho de desenmascarar el “elefante” es suficiente para diluir la tensión que este generaba en el ambiente. Es como hacer un guiño de complicidad que dice: "sé que tenemos un problema, cuando estés preparado hablaremos de ello e intentaremos solucionarlo".

- Calibra tus expectativas y ármate de paciencia. Los temas difíciles no suelen tener una solución fácil, por lo que es importante que en el momento de abordar el problema no albergues demasiadas expectativas. De hecho, es común que las otras personas implicadas se nieguen a abordar el asunto, recurran a excusas o no se muestren abiertas a tus sugerencias. Es normal, se trata de una actitud defensiva. Es probable que para resolver el asunto tengas que abordarlo varias veces desde diferentes perspectivas. Así que ármate de paciencia.

- Sé honesto, habla desde el corazónNo es necesario convertirse en un kamikaze de la verdad, pero en los temas delicados, la honestidad suele ser la mejor baza. Expresa tus sentimientos y opiniones de la manera más directa posible, sin dañar al otro, pero sin dar demasiadas vueltas que puedan dar pie a malinterpretaciones. Y no olvides plantear lo que, para ti, podría ser la mejor solución o, al menos, una alternativa a la situación actual.

- Recurre al sentido del humor. El humor suele ser una excelente estrategia para restarle dramatismo a las situaciones y crear un ambiente más relajado, logrando que los demás bajen la guardia y no se pongan a la defensiva. No obstante, debes evitar hacer un uso excesivo del mismo, de manera que parezca que estás menospreciando el problema. Usa el humor inteligentemente, para introducir el tema o de manera puntual en la conversación, para disminuir la tensión.

- Gestiona las emociones. Los temas complicados se convierten en elefantes en la habitación precisamente porque tocan nuestras fibras más sensibles. Eso significa que su abordaje puede generar auténticos tsunamis emocionales en las personas involucradas. Debes estar preparado para lidiar con esas emociones, que pueden ir desde una profunda tristeza hasta la ira. Y por supuesto, también tendrás que estar preparado para gestionar tus propia decepción o frustración.

►Siempre que sea posible, intenta que no haya muchos elefantes dando vueltas por tu vida. Son problemas grandes, que rompen relaciones y hacen añicos tu equilibrio emocional.


Psicología/Jennifer Delgado
https://www.rinconpsicologia.com


Fuentes:
Norton, M. I. et. Al. (2006) Color Blindness and Interracial Interaction Playing the Political Correctness. Psychological Science; 17(11): 949-953.
Shelton, J.N. et. Al. (2005) Ironic effects of racial bias during interracial interactions. Psychological Science; 16: 397–402.
Richeson, J.A. & Nussbaum, R.J. (2004) The impact of multiculturalism versus color-blindness on racial bias. Journal of Experimental Social Psychology; 40: 417–423.
Crandall, C.S. et. Al. (2002) Social norms and the expression and suppression of prejudice: The struggle for internalization. Journal of Personality and Social Psychology; 82: 359–378.