viernes, 2 de marzo de 2018

El chantajista emocional

​Perfil psicológico del chantajista emocional, en 5 rasgos y hábitos. 

Estos manipuladores emocionales usan la dependencia como un modo de influir en los otros.


El chantajista emocional es un tipo de persona habituado a manipular a los demás para conseguir beneficios personales. Es decir, que se ha acostumbrado a utilizar métodos para limitar de poder de decisión de sus víctimas hasta conducirlas hasta una decisión determinada.
Sin embargo, hay algunas características que distinguen a los chantajistas emocionales de otra clase de manipuladores y, de hecho, en muchos aspectos son más difíciles de detectar de lo normal. Es por eso que es bueno conocer algunas señales de alerta para identificar los patrones de comportamiento que delatan a estas personas.

El perfil del chantajista emocional

No todos los chantajistas emocionales tienen por qué presentar todas estas características, aunque tienden a presentar una buena parte de ellas. Hay que tener en cuenta que el chantajismo emocional no es un rasgo de personalidad, sino un modo de relacionarse, o dinámica relacional, que ha sido aprendida e interiorizada, muchas veces incluso de forma casi inconsciente.
Eso significa que el rango de tipos de personalidad que hay detrás de los chantajistas emocionales puede variar, aunque hay algunos más propensos que otros a caer en este tipo de comportamiento. Así pues, para reconocer a los chantajistas emocionales no es tan importante estudiar la personalidad del otro, sino ver en tiempo real cómo interactúa con los demás.
Pasemos ya a los rasgos y hábitos propios del chantajista emocional.

1. Muestran vulnerabilidades de forma artificial

Es muy típico de los chantajistas emocionales hablar de o referirse tácitamente a sus propias debilidades incluso cuando eso no encaja bien con el tema del que se está hablando.
Resulta relativamente normal hablar de forma disruptiva sobre aquello que nos pone tristes o que nos hace sentirnos "débiles", ya que muchas veces necesitamos aprovechar cualquier momento de interacción social para expresar nuestros sentimientos. Sin embargo, en los chantajistas emocionales esto se ha transformado en un hábito y ocurre con una frecuencia mayor de la habitual.
Normalmente, esta clase de comentarios "gratuitos" y fuera de contexto pueden ser interpretados como una señal de alerta de que la otra persona se siente muy mal, en vez de reconocer en ellos una estrategia para manipular. El siguiente hábito permite distinguir mejor lo que está ocurriendo realmente.

2. Los comentarios victimistas van orientados a unas pocas personas

Los chantajistas emocionales no realizan esta clase de comentarios pesimistas ante cualquier persona con la que tienen confianza, sino solo ante aquellas a las que se quiere manipular. 
Esto es algo que revela el afán instrumental de este comportamiento; no se trata simplemente de pedir ayuda, sino de hacer que alguien en concreto haga algo determinado.

3. El uso instrumental de indirectas

Los chantajistas emocionales utilizan la ambigüedad a su favor para hacer que determinadas personas empiecen a pensar que tienen motivos para sentirse culpables. Es por eso que suelen recurrir a indirectas publicadas en redes sociales de forma pública o casi pública, textos relativamente cortos (para asegurarse de que sean leídos en su totalidad).
Ante la incertidumbre de si el mensaje va dirigido a uno mismo y la tensión que esto produce, tendemos a abandonar el estilo de pensamiento lógico y pasamos a utilizar el  pensamiento blando, es decir, intuitivo y basado en lo emocional.

De esta forma, los chantajistas emocionales consiguen un efecto muy curioso; como notamos que nos sentimos mal ante la incertidumbre, interpretamos ese malestar producida por la propia ambigüedad del mensaje como una señal de nuestra culpabilidad.

4. La difusión del rumor del conflicto

Los chantajistas emocionales rara vez expresarán señales de enfado o enemistad ante las personas a las que quieren manipular, pero pueden inocular la idea de tensión no resueltaesparciendo rumores a través del círculo social de la persona.
Por ejemplo, ante los demás, y de forma privada, pueden realizar declaraciones que muestren una cierta tristeza por el alejamiento o la supuesta indiferencia que supuestamente está haciendo de la víctima una persona más fría, individualista y egocéntrica. Todo esto, por supuesto, no se explica de forma directa, sino mediante insinuaciones.
Cuando unas cuantas personas de nuestro círculo social han percibido esta idea, es más fácil llegar a suponer que todos los demás están en lo cierto y que uno mismo está equivocado. Si analizásemos más lo que los demás creen sobre nosotros llegaríamos a la conclusión de que también ellos han sido manipulados como estrategia para afectarnos de forma indirecta. Sin embargo, la "ley del silencio" y las convenciones sociales hacen que investigar sobre el asunto sea complicado.

5. Actitud pasivo-agresiva desconcertante

Los chantajistas emocionales no utilizan la actitud pasivo-agresiva constantemente, pero sí en momentos clave, para que su uso tenga unos efectos más potentes.
Esto significa que en ciertas ocasiones la otra persona actuará como si no esperase nada de la víctima, de un modo tan teatral que parece querer decir lo contrario: "podrías estar haciendo mucho más por mí".

Psicología/Arturo Torres
https://psicologiaymente.net

jueves, 1 de marzo de 2018

Puedes aprender a mantener la calma. Inténtalo


Esto es lo primero que debes saber: mantener la calma es algo que se aprende. Aunque venimos al mundo con una dotación genética que nos hace más o menos impulsivos, lo natural es que comencemos la vida dejándonos llevar por las emociones y las pasiones. Nuestro lóbulo frontal aún no está totalmente desarrollado.
Si tenemos la fortuna de contar con condiciones favorables para nuestra evolución y desarrollo, vamos aprendiendo que para actuar razonablemente debemos controlar los impulsos. También nos vamos dando cuenta de que si no hay ese autocontrol, terminamos actuando de manera errática y acabamos haciendo o diciendo frases que a la larga nos perjudican.
 ► La vida es como un viaje por la mar: hay días de calma y días de borrasca; lo importante es ser un buen capitán de nuestro barco.
                                                                    Jacinto Benavente

La mala noticia es que no todos hemos recibido una educación que favorezca el autocontrol; la noticia positiva es que pasada la infancia podemos realizar esta educación nosotros mismos. Una vez que somos conscientes del problema -en nuestro pasado existen numerosos ejemplos de haber metido la pata por precipitación- podemos actuar para corregir esta dinámica.
En este caso, es verdad que estamos introduciendo un factor de represión sobre nuestros impulsos. Entrar en el mundo de la cultura siempre exige una cuota de renuncia a esos apetitos y deseos que van en contra de la convivencia con otros.
Pero en realidad, a quien más le sirve el autocontrol es a nosotros mismos. Nos impide desperdiciar energía emocional inútilmente y nos permite ser más asertivos. 
A continuación te damos 4 claves para aprender a mantener la calma en los momentos que más cuesta.

Para permanecer en calma, corta de inmediato con el estímulo estresante

La pérdida de control ocurre cuando se presenta un estímulo estresante. Bajo el rótulo de “estresante” podemos ubicar lo que nos asusta y/o nos amenaza. También aquello que nos cuestiona, nos pone en entredicho o se opone a nuestros deseos.
Si no has cultivado el autocontrol, lo que ocurre con ese tipo de estímulos es que te ponen en una actitud defensiva, que se expresa como agresividad: gritas, gesticulas de manera violenta, empleas lenguaje ofensivo o diseñas un discurso hiriente y también amenazante.
Puedes controlar esos impulsos si logras mantenerte quieto y en silencio unos 20 segundos. Si sientes que te resulta imposible no reaccionar, simplemente ponte de pie y corta con la situación por un instante breve, inspirando y expirando profundamente. Es muy cierto aquello de que “hay que contar hasta diez”. A veces, la diferencia entre un gran acierto y un gran error son precisamente esos pocos segundos de ruptura.

Enfoca la atención hacia tu propio cuerpo

Es importante que te programes para estar muy atento a todo lo que pasa en tu cuerpo. Activa el “chip” cada vez que te sientas incómodo con algo o alguien. Deja de pensar en esa realidad externa y, en cambio, vuelca tu atención sobre las señales que te indican cómo estás reaccionando fisiológicamente. Las señales vienen de tu cuerpo, es él quién acompaña el estado de ansiedad, páralo.
Concéntrate en la forma en la que respiras, en los latidos de tu corazón. Piensa en la temperatura de tu cuerpo y si sientes calor, refréscate con agua o con aire fresco. Fíjate si tienes los músculos tensos y estíralos. Sin apenas darte cuenta, estarás cogiendo las riendas de la situación.
Para “activar el chip”, graba en tu mente esta orden y repítela constantemente: “quiero entender las reacciones de mi cuerpo”. Si aparece algo que te ofusca o que te irrita, acostúmbrate a pensar en forma automática: “quiero entender las reacciones de mi cuerpo”. Esa frase será una apertura a la auto-observación y, como consecuencia, al autocontrol.

El ejercicio, siempre el ejercicio

Si tú eres uno de esos casos crónicos (personas que explotan casi todo el tiempo y casi por cualquier cosa), necesitas urgentemente introducir una rutina de ejercicio en tu vida cotidiana. Mejor si se trata de una práctica deportiva, que termine con el exceso de energía que después puedes derrochar en tu contra.
Está comprobado científicamente que el ejercicio activa la producción de diferentes hormonas que inciden sobre el estado de ánimo. El gasto de energía física también te permite liberar ese exceso de tensión emocional que te mantiene irritado o a punto de explotar. Además, la disciplina que exige la práctica de ejercicio, o de algún deporte, es también una forma de entrenar la capacidad de autocontrol.
No se trata de competir contra otros o de poner el objetivo en la victoria. Lo importante es disfrutar de la actividad y de escuchar a tu cuerpo también en un espacio en el que le das libertad imponiéndole un ritmo más rápido y enérgico.
Mejor que se trate de algo que te llame la atención o que disfrutes de algún modo. Pero si te encuentras en esa fase en la que no te gusta nada, simplemente haz tus ejercicios a solas en la casa o sustitúyelo por un paseo diario, a paso rápido. Verás cómo en poco tiempo te sientes mucho mejor.
¿Qué haces tú para mantener la calma?

Edith Sánchez
https://lamenteesmaravillosa.com

miércoles, 28 de febrero de 2018

Regla de salud emocional: hay personas que te merecen y personas que no


Hay una regla básica para conservar nuestra salud emocional, distinguir a quien nos merece de aquellos que no. Para ello debemos acercarnos a algunos principios básicos de discriminación que básicamente consisten en separar lo bueno de lo malo para valorar la tonalidad gris de nuestras relaciones.
No nos merecemos que alguien nos busque solo cuando nos necesita. El egoísmo es insano y, por eso, es mejor mantenerlo alejado de nuestra vida. Tampoco nos merecemos la indiferencia, la no atención y el maltrato. Esas son máximas o principios que deben ser inquebrantables.
De todas maneras, esto no quiere decir que aquello que no nos merecemos haga de los demás malas personas sino que nuestra relación puede no ser sana y alimentar un vínculo negativo lleno de dolor que abre heridas peligrosas para nuestra salud emocional.

Somos lo que nos decimos

Para lograr discriminar qué nos hace sentir bien y qué no, hemos de tener muy claros los mensajes emocionales que resultan saludables para nosotros. O sea, debemos analizar nuestro diálogo interior. Pero, ¿qué es nuestro diálogo interior?
El diálogo interior es nuestra manera de comunicarnos con nosotros mismos y resulta determinante para el manejo de nuestro autoconcepto y de nuestra autoestima. Por lo tanto este debe ser positivo y aportarnos confianza, seguridad, vitalidad y proyección.
Asimismo, si habitualmente nuestro autoconcepto se apoya en frases como las que siguen, es difícil atraer buenas actitudes y relaciones a nuestra vida:
  • Soy malo o mala, merezco que me abandonen.
  • No soy digno de amor.
  • Nadie puede llegar a apreciarme o a quererme.
  • A nadie le importo.
  • Doy bastante lástima.
  • Merezco las críticas.
  • Soy débil.
  • Soy feo o fea.
  • Etc.
Conocemos el efecto que tienen las palabras de los demás sobre nosotros cuando nos hacen sentir bien, nos hieren o dejan de hablarnos en un tono adecuado. Sin embargo, no solemos plantearnos hábilmente cómo nos influye la manera en la que nos hablamos a la hora de relacionarnos.

Si nos reconocemos en un diálogo interno negativo debemos tomar cartas en el asunto y comenzar a darnos indicaciones positivas y emocionalmente inteligentes. Estas pueden ser de varios tipos según lo que necesitemos. Así, si por ejemplo hablamos de que una persona cree que “no vale nada”, debe decirse a sí misma: “valgo mucho porque…”.
Nuestro cerebro recibe nuestras órdenes y según el tipo de pensamientos al que le tengamos acostumbrado pone en marcha una maquinaria neuroquímica u otra. Es decir que, por ejemplo, los pensamientos que nuestro cerebro crea, bloquean la secreción de serotonina o la promueven.
Esto es mucho más complejo, por supuesto, pero esta sencilla regla nos ayudará a entender que aquellas personas con un lenguaje pesimista, inseguro y dependiente van a ser mucho más vulnerables en su relaciones y, por lo tanto, es probable que de toparse con personas equivocadas en malas situaciones acaben dañando su salud emocional.
Por eso es tan importante que controlemos lo que nos decimos y lo que les decimos a los demás, pues nos ayudará a discernir con claridad lo que es bueno y malo para nosotros, así como a fortalecernos para decir que no queremos en nuestra vida a quien no nos merece porque no nos hace bien.
  ► “No te merece quien, con su indiferencia, te hace sentir invisible y ausente. Te merece quien, con su atención, te hace sentir importante y presente.
No te merece quien te ilusiona con lo que dice para luego desilusionarte con lo que hace. Sí que te merece aquel que dice menos, pero hace más.
No te merece quien solo te busca cuando te necesitas, sino quien siempre está a tu lado cuando sabe que lo necesitas. No te merece quien te hace estar triste y llora, sino quien te alegra y te hace sonreír”.

Me quiero a mí misma/o porque…

Ahora llega la siguiente tarea, completar la frase “Me quiero a mí misma o mismo porque…” tantas veces como se nos ocurran y de manera totalmente sincera y espontánea. Todo vale, no debemos ponernos barreras de ningún tipo.
Si nuestras relaciones nos están obligando a hipotecar nuestro diálogo interno positivo, algo va realmente mal. 
Muchas veces la solución para restablecer el equilibrio de nuestras conversaciones interiores debe pasar por hablar con esas personas que “nos están afectando” y plantear la desigualdad que está manejando la relación y el autoconcepto que fomenta esta circunstancia.
Debemos, partiendo de esta base, intentar buscar así un equilibrio saludable que fomente nuestra salud emocional. Si este acuerdo sano no llega, debemos siempre elegir ser nuestra prioridad, cuidarnos y comenzar a escribir internamente un guión en el que nosotros seamos los grandes protagonistas.

Psicología/Raquel Aldana
https://lamenteesmaravillosa.com