domingo, 10 de diciembre de 2017

Meditar y fluir como una ola

Somos gravedad y elevación, pero también ritmo. Late el corazón y respira el cuerpo, la noche sucede al día, las estaciones giran cada año, la vida pasa y se renueva… Somos, qué duda cabe, ritmo dentro de otros ritmos, y eso, precisamente, es lo que nos recuerda nuestra respiración: que hemos de fluir entre un ritmo y otro.



Cuando escuchamos la respiración, estamos bailando con el llenado y el vacío, con la tensión y la distensión, con el coger y el soltar.
La respiración nos dice, a su manera, que todo está interrelacionado, que el adentro y el afuera se asemejan, se relacionan, se intercambian. En cada inspiración, el universo entero espira dentro de nosotros, y en cada espiración nos diluimos en esa misma totalidad que nos envuelve. La respiración hace añicos la ilusión de separación que marca la piel y que nuestros sentidos recrean.
Seguramente, en cada nueva bocanada de aire estamos inhalando el mismo aire que han respirado infinitas veces todos los animales y plantas de este planeta azul. Podríamos decir que la respiración, con el paso del tiempo, cose por dentro a todos los seres vivos en un manto energético.
En su fluir permanente, la respiración nos dice que somos cambio. Como la ola, la respiración va y viene; ahora está arriba y ahora abajo. De entrada, sólo vemos su movimiento, su crecida y su bajada, pero poco a poco nos damos cuenta de que esa ola, y la siguiente, y todas ellas, nacen y mueren en el océano. 
El océano ha estado siempre ahí, eternamente; la ola sólo aparece en su superficie, vinculada con el viento. 
La ola, la respiración -en definitiva, nosotros mismos- puede creer que es autónoma, que está separada… hasta que cae y se diluye en la arena, en la roca, en el mismo mar que la vio nacer.

Julián Peragón Arjuna,
http://www.yogaenred.com

sábado, 9 de diciembre de 2017

LA RESISTENCIA AL CAMBIO


Tu mente es una herramienta más de tu cuerpo y debería estar a tu servicio y no ser tú esclavo de ella. Comprender su funcionamiento se hace necesario para integrarla y ponerla al servicio de tu vida.

Por muy vagamente que hayas estudiado física seguro que te sonara el concepto de inercia. Tratar de empujar un coche cuando está parado, requiere un esfuerzo enorme al principio, pero cuando se pone en movimiento basta un poco de fuerza para seguir haciéndolo avanzar. Si en ese momento intentas pararlo representa de nuevo un gran esfuerzo, porque su inercia es seguir avanzando. Lo mismo sucede en tu vida cuando tratas de cambiar algo o haces algún tipo de trabajo personal. Sea que estés tratando de arrancar algo o de pararlo, existe una inercia psíquica que trata de volverte al estado anterior, a lo conocido. la famosa “zona de confort”.

Para tratar de parar tu cambio primero tu mente va a desatar el miedo y si eso no te para, va a crear en lo externo todo tipo de impedimentos que justifiquen que lo mejor es que regreses a como estabas. 


Entre el repertorio que se puede desplegar estarán casi seguro el mismo tipo de situaciones que no querías mas en tu vida y por las cuales iniciaste el proceso de cambio. 

Esto será una gran “prueba de fuego” porque ante eso, tu mente te dirá: ¿ves? No has logrado nada, sigue sucediendo lo mismo. Y en la medida que te lo creas o vuelvas a reaccionar como antes, todo el trabajo quedará en nada y esa parte de ti habrá conseguido mantenerte en la zona de confort.

Es importante contar con que puede suceder ésto después de alguna decisión de cambio o trabajo personal para no caer en la trampa, porque es muy común que las personas “tiren la toalla” en ese momento. Si logras atravesar esa “prueba de fuego”, si no dejas que la inercia anterior te pare, habrás generado una inercia nueva que a partir de ese momento será más sencillo mantener en marcha.


Recuerda: hay una parte en ti que no quiere cambiar y va a tratar de convencerte de que no puedes hacerlo o de que tu intento no ha funcionado. Sigue adelante y pronto verás los resultados.



Gemma Pitarch.


https://gemmapitarch.com
biodescodificacionenmallorca.com

viernes, 8 de diciembre de 2017

Quien dedica su tiempo a mejorarse a sí mismo no tiene tiempo para criticar a los demás


No hay nada más agotador que escuchar a una persona criticar y malmeter contra todo lo que se mueve. Además, vivir rodeados de este peculiar negativismo nos acaba haciendo sentir fatal, pues las palabras y las actitudes de un criticón son como virus que se adentran en nuestra mente y la devastan.
De las personas habituadas a criticar es mejor alejarse, pues nos intoxican y nos ahogan de tal manera que hacen que nos desequilibremos. El precio de vivir en tranquilidad es incalculable, por eso no debemos permitir que nadie vulnere nuestro espacio físico y psicológico.
Uno de los mejores indicios de la pobreza emocional y vital de una persona es que dedique su tiempo y esfuerzo a criticar a los demás.

La gente feliz no habla mal de los demás

¿Cuánto tiempo inviertes al día en escuchar criticar a los demás? ¿Mucho? ¿Poco? Pues es hora de dar un paso a un lado y apartarte de ciertas situaciones o personas. Están haciendo peligrar tu bienestar y tu equilibrio emocional.
Por eso, dedica tu tiempo a mejorarte a ti y a tu entorno. Esto te servirá para dos cosas: mantener una actitud saludable ante la vida y predicar con el ejemplo.
Es decir, si en vez de señalar a los demás nos preocupáramos por corregir los errores que nos pertenecen, alcanzaríamos el mayor nivel de bienestar emocional existente. Por eso, debemos superarnos en el orden personal, así ganaremos en sinceridad y en respeto tanto como en humildad, generosidad y honradez.
No somos perfectos ni debemos pretender serlo, pero sí que es importante mantener una actitud de mejora constante que nos ofrezca la posibilidad de vivir nuestra vida sin someternos a los estados emocionales ajenos.

Lo que otras personas piensen de ti es su realidad, no la tuya

Hay personas que dan su opinión sobre nosotros, sobre nuestra vida, sobre nuestras decisiones o sobre cualquier cuestión de su entorno. Lo hacen aunque nadie se la haya pedido. Suelen ser opiniones malintencionadas o carentes de todo criterio cuyo único objetivo es hacer daño, menospreciar y disfrutar del pesar ajeno.
Generalmente, las personas que critican tienen baja autoestima y no se aceptan a sí mismas, por lo que difícilmente puede aceptar a los demás. Estas personas ponen etiquetas que reflejan la realidad de cómo se sienten ellas mismas, proyectando así sus dificultades emocionales.
Las personas más infelices en este mundo son las personas que se preocupan demasiado por lo que piensen los demás.


El daño emocional de las críticas

Empieza a curar tu herida emocional teniendo claro que cada uno de nosotros es único y excepcional. Para vivir no necesitas la opinión de nadie. De hecho, eres una persona adulta que, en sus plenas facultades, puede tomar decisiones por sí misma.
Haz que sean tus emociones y tus sentimientos los que valgan, piérdele el miedo a sentir y piensa por ti mismo. Escuchar críticas y chismes de manera constante satura a cualquiera, pero no eres tú quien está haciéndolo.

►No le pongas atención a las cosas que hacen o dejan de hacer los demás, presta atención a lo que tú haces o dejas de hacer.
                                                                                     Buda

No te olvides de que las críticas sin fundamento llevan consigo una gran pobreza emocional en el mundo interno de quien las realiza. Si la persona no se deja enriquecer, si vive aislada en sus resentimientos y no permite ningún tipo de ayuda, te conviene ser emocionalmente egoísta. Aléjate, mantente feliz y protege tu vida interior.

Psicología/Raquel Aldana
https://lamenteesmaravillosa.com
Imágenes cortesía de Claudia Tremblay