sábado, 28 de octubre de 2017

Después de estar media hora en absoluto silencio y soledad, ¿qué nos sucede?

No es ninguna contradicción: los instantes de soledad, de silencio y desconexión son necesarios para motivar nuestro impulso vital con más autenticidad. Es como oprimir un botón de reinicio donde cada pieza encaje con mayor sentido, donde hallamos esa claridad mental con la que comprender mejor a las personas, con la que poner filtros, definir prioridades y objetivos personales.
Miles Davis fue uno de los trompetistas y compositores de jazz más conocidos de la historia. Una vez, cuando unos músicos jóvenes le pidieron consejo sobre cómo conseguir su nivel de maestría y originalidad, Davis les dio sin duda una respuesta que no olvidarían jamás: si no existieran los silencios, la música no sería lo que es.
► La valía de un hombre se mide por la cuantía de soledad que le es posible soportar.
                                                          Friedrich Nietzsche
Les indicó a su vez que la vida es como una partitura, ahí donde uno consigue hallar el ritmo al combinar instantes de actividad con momentos de soledad, silencio y reflexión. Solo así conseguimos hallar la inspiración y esa melodía escondida en nuestro interior, esa que de otro modo no podríamos escuchar.
Es sin duda un consejo acertado y evidente. Sin embargo, por lógico que nos parezca no siempre lo ponemos en práctica de forma efectiva. En nuestro mundo actual, por curioso que parezca, abunda en mayor grado un tipo de soledad camuflada y a instantes patológica de la que no siempre se habla.
Nos referimos a esa donde nos sumimos en la hiperactividad -buscando una falsa hiperproductividad- y en la hiperestimulación. Nos pasamos el día trabajando, conectados a las tecnologías, haciendo cosas, cumpliendo objetivos, satisfaciendo a los demás, envueltos en el ruido de nuestras ciudades. Y sin embargo, este rumor incesante y esa actividad imparable no siempre merecen las preocupaciones que nos generan o el tiempo que nos roban.
Si a ello le añadimos que a veces nuestras relaciones nos traen más soledad que felicidad, entenderemos por qué cada año ascienden las tasas de depresión y otros tipos de trastornos de salud que no podemos descuidar…

Los instantes de soledad son beneficiosos para nuestro cerebro

Debemos incidir antes que nada en un hecho importante. La soledad que nos beneficia y que revierte en nuestra salud física y psicológica es esa donde se combinan los instantes de soledad y aislamiento con la posterior conexión con el mundo, con su sonido, su forma, sus colores y riquezas sensoriales y sobre todo, con relaciones sociales significativas, ya sean amigos, pareja, familia, compañeros de trabajo
El ser humano no está preparado para vivir en completo y permanente aislamiento. Un ejemplo llamativo lo tenemos sin duda en la cámara anecoica de los Laboratorios Orfield, en Minneapolis. Se trata de un espacio donde distintas empresas estudian el sonido de sus productos: teléfonos, motos, lavadoras… Es una habitación ultrasilenciosa donde el 99,99% del ruido es absorbido por las paredes de acero y fibra de vidrio, y donde a su vez se suelen llevar a cabo distintos experimentos psicológicos.
► Se ha podido ver que, en promedio, nadie ha logrado estar en la cámara anecoica más de media hora. Las personas suelen salir desesperadas y presas del pánico al no poder resistir un silencio tan hueco, asfixiante y vacío.
En este espacio, la quietud es tan extrema que es común escuchar los sonidos del propio corazón o nuestra propia circulación sanguínea. Algo para lo que el cerebro no está preparado, algo que va en contra de nuestra naturaleza, de nuestra programación genética: fin y al cabo, somos seres sociales que necesitan conectar con su entorno más cercano, y cuando este carece de estímulo alguno, sencillamente, entra en pánico.
Por otro lado, mientras el aislamiento total afecta a nuestro equilibrio psicológico, el ocasional y delimitado en el tiempo lo beneficia. Los científicos nos dicen que los instantes de soledad bien distribuidos a lo largo del día son como “descargas eléctricas” capaces de reiniciarnos, de permitirnos recobrar la energía, el sentido y la inspiración.

Programa tus instantes de soledad para ganar en salud

Vivimos en una sociedad que adora la independencia, pero que sin embargo está cada vez más alineada, sobrecargada y acelerada. El avance de las nuevas tecnologías nos facilita que estemos más conectados que nunca los unos con los otros. Nuestras ciudades están cada vez más sobrepobladas. Asimismo, cada vez estamos más rodeados de luz artificial, somos menos activos físicamente porque tenemos la oportunidad de hacer infinidad de cosas sin pedirle más pulsaciones a nuestro corazón.
Los médicos, neurólogos y psicólogos nos dicen que nuestros cerebros se están “cableando” de forma muy diferente a cómo se cableaban hace 100 años. Recibimos tantos estímulos a lo largo del día y por tantas frentes que es casi “vital” que gestionemos un poco mejor todo este caos sensorial. Necesitamos calma, necesitamos silencio y soledad de vez en cuando para integrar todo ese torrente de información. El objetivo no es otro que hallarle un sentido.
Sin embargo, hay quien no sabe, aun más, hay quien siente un miedo casi atávico a quedar un día consigo mismo en soledad para conversar, para reflexionarTal encuentro puede ser casi tan terrorífico como permanecer media hora en la cámara anecoica de los Laboratorios Orfield.
Porque al igual que en ese espacio uno puede escuchar los sonidos del propio cuerpo, los instantes de soledad en lugares más cómodos pueden hacer que afloren los vacíos del propio ser, los miedos, las angustias, el nudo de los asuntos pendientes y la desnudez de una infelicidad no reconocida.
► Seamos valientes, programemos en nuestra agenda un par de instantes de soledad al día donde tomar un café con nosotros mismos y dejar que la mente se aclare, que bajen las mareas de las preocupaciones para atisbar las auténticas necesidades. Hagamos de la soledad elegida y puntual nuestro auténtico bálsamo.

Psicología/Valeria Sabater
https://lamenteesmaravillosa.com

viernes, 27 de octubre de 2017

Decisiones


Me preguntó hace unos días mi hija qué creía yo que era ser valiente. Y en ese momento no se me ocurrió más que decirle que ser valiente es tomar decisiones. Primero porque tomarlas, sean correctas o no (yo creo que lo correcto y lo incorrecto no existe), ya supone desencallarse, moverse, poner en marcha el mecanismo… Y el movimiento siempre genera movimiento, sea para adelante o para atrás, casi da igual, lo que importa es recordar que estás vivo, que tienes capacidad para generar cambios, para responsabilizarte de lo que te pasa…  Para generar ese movimiento no hace falta desatar un temporal, a veces, decidir es darse cuenta de algo que no éramos capaces de ver o comprender un por qué. A veces, uno decide con el pensamiento, encontrando su verdad, una verdad que ya no te permite volver atrás y enredarte con otros pensamientos que ya has descubierto que no te hacen bien…
Llevar las riendas asusta. Por eso, a veces, dejamos pasar los días esperando señales que parece que no llegan cuando las tenemos ante la nariz pero fingimos no verlas usando las gafas de la ignorancia. Otras, sencillamente no las podemos ver porque no nos tomamos un instante para atar cabos y notar qué sentimos.
La vida es un poco eso de encontrar los momentos para zarandearlo todo y  también para saber cuándo parar y hacer que el agua deje de estar turbia y se calme, hasta reflejarnos en ella. Si dejamos que se estanque demasiado, se pudre. Si la agitamos siempre, nunca se queda clara y transparente para poder ver el reflejo. 
En el fondo, ambas actitudes son lo mismo,  cualquier cosa que hacemos desde la desesperación y la incomprensión nos lleva a más de eso que intentamos evitar. Hacer para disimular que no pasa nada. No hacer nada esperando que la solución caiga del cielo. La vida es el equilibrio entre ambas cosas y la conexión con uno mismo para saber cuándo hacer y dejar de hacer. Lo llaman fluir y muy complicado… O no, mi frase seguramente ya lo determina y me impide ver más allá y facilitarme el camino… A mí, me cuesta a veces saber cuándo escuchar y callar, cuando hablar claro y dejarse oír. 
Y un día descubres que en realidad, a quien tienes que escuchar y hablar claro es a ti mismo. Los demás son tus espejos, tus compañeros de camino… Y si no te escuchas y te conoces, si no te calmas y te activas cuando hace falta, ellos no podrán hacer nada por ti. Últimamente me he dado cuenta de lo mucho que me he complicado la vida siempre bajo la premisa de que la vida es complicada… Lo turbia que he visto el agua siempre sin apenas acercarme a mirarla por temor a que estuviera turbia…
La vida no puede ser una excusa para no vivir la vida. La vida es una motivación. La vida eres tú intentando vivirla y equivocándote, aprendiendo de esos errores y volviendo a intentar… ¿Moverse o quedarse quieto? ¿sabes? en el fondo, da igual. Lo que importa de verdad es que hagas lo que hagas sea desde la coherencia y desde el amor por lo que eres y lo que haces. 
►Me he dado cuenta de que la coherencia es paz…
Si te mueves por miedo es como si te quedas  quieto porque crees que no tienes más salidas. Lo que pasa es que nos gusta engañarnos, nos gusta pensar que la vida no nos deja otras opciones porque así no nos queda más que resignarnos y vivir desde la ignorancia y el miedo. Le tomamos apego al dolor, al sacrificio que nadie nos ha pedido, a la amargura de la queja que es tan adictiva como la misma felicidad sin freno… Nos agarramos al dolor porque a veces es lo único que nos queda (eso pensamos) y lo incorporamos a nuestras vidas como si fuera nuestra propia esencia… Nos encanta arrastrar cruces, nos educan para ello, como si todos tuviéramos que cargar una culpa por algo que hicimos… O algo que somos en esencia.
Confundimos el resultado con al camino, creemos que somos nuestros miedos en lugar de nuestros sueños… Y ¿sabes qué pienso? que no somos ni lo uno ni lo otro. Somos el trabajo que hacemos para estar y sentir. Pase lo que pase. Llegue o no el día de la recompensa. Entre o no el balón. Sea del tamaño que sea tu casa, tu coche… Te paguen lo que te paguen por tu trabajo. Trabajes como trabajes. Te digan lo que te digan de tus fotos en Facebook… No eres eso, eres el que decide si deja el agua en calma o la agita a ver qué pasa… 
►Eres el que toma las decisiones de lo que va a ser su vida. El que camina y el que decide parar para echar un vistazo a su vida pasada con ojos nuevos y ver el amor en lugar del dolor.
Da igual si te mueves y caes o si te quedas quieto y pierdes una oportunidad. Lo que cuenta es que te sientas bien contigo. Nada más. Sólo se trata de tomar decisiones pensando en lo que eres y no en lo que deberías ser. Respetar y respetarse. Quitarse esas gafas de la ignorancia que crees que te impiden sufrir pero que en realidad alimentan un dolor innecesario porque te alejan de enfrentarte a lo que eres…  Subir a la cima, no para poner en ella una bandera y dominar el mundo y mostrar lo grande y lo bravo que eres sino para ver qué hay más allá y dibujar el camino para otros que todavía no lo encuentran…
Y decidir. Y si la decisión es equivocada, no pasa nada. Era ese error necesario que te dejará darte cuenta de algo que va a cambiarte la vida… Y darte cuenta de que te la cambias tú, gracias al error, gracias a la decisión… Y si tu decisión es no hacer, que sea de forma consciente, no como consecuencia de postergar tu vida y encerrar tu alma en una jaula.
El otro día me decía alguien  que la gente tiene todo el derecho a quedarse en su “zona de confort”. Me sentí interpelada porque no hay nada más lejos de mi intención, puesto que yo no sé nada, estoy aprendiendo… Si mis palabras hacen sentir así es tal vez porque al leerlas les puede o no hacer darse cuenta de que están donde no desean. No hay más prisa que la propia necesidad de estar cómodo con uno mismo, lo que a veces te obliga a estar incómodos con la vida y lo que nos rodea… Moverse en sentido contrario al resto o no hacer lo que tu entorno te pide. 
La gente tiene derecho a hacer lo que ama y vivir la vida que le hace sentir feliz. Y eso, a veces es saltando en paracaídas o sentándose ante la chimenea a leer un libro. Uno puedo salir de la manida “zona de confort” leyendo ese libro si le hace cuestionarse cosas y estar dentro de ella mientras el paracaídas se abre en cielo, todo depende de dónde estén sus miedos y cómo se enfrente a ellos… En la vida hay momentos para todo, Para saltar y para leer. Hay pedazos de vida en los que damos grandes saltos y otros en los que nos quedamos quietos y ambos son útiles y necesarios. Hay que estar en la inacción para sentir, pensar, notar, reflexionar y encontrar respuestas… 
Debemos hacer lo que sentimos que debemos hacer (hablo de un deber para nosotros mismos, no para el mundo). Lo que pasa es que a menudo, los miedos, que son muy listos y se alían al ego para sobrevivir, nos hacen engañarnos y nos llevan a saltar en paracaídas para mostrarle al mundo lo valientes que somos cuando en realidad lo que realmente nos asusta es leer el libro donde dice que tenemos pendiente una conversación con alguien a quien debemos perdonar… Por ello, cuando optamos por una u otra opción, ambas necesarias, es bueno hablarse claro y saber por qué y para qué lo hacemos. 
Lo que no afrontamos hoy queda pendiente siempre para mañana y hoy es sólo una bola de nieve mientras que en poco tiempo es todo un iceberg. 
Lo que realmente importa es no engañarse ni traicionase a uno mismo… Es como cuando uno sabe que debe contestar algo que no va a gustar pero que decir lo contrario sería traicionar su esencia y obligarse a vivir una situación que le degrada… Puede encontrar la forma más digna de hacerlo sin herir, pero sabe que no hay otra respuesta posible. Y puede no responder hoy ni mañana, pero tiene claro que no podrá pasar la vida sin responder. Porque si no lo hace, su vida no será su vida.  A veces nos engañamos a nosotros mismos y fingimos estar bien cuando en realidad estamos cómodos, la comodidad es buena, aunque a veces hay que soltarla para experimentar y saber si queremos volver a ella. La vida es cambio constante. No importa si durante un tiempo no “hacemos nada” para cambiar si ese “no hacer nada” lo sentimos necesario para vivir y sentir y no nos traiciona.
A veces, remover el agua turbia te muestra en realidad tienes que dejarla en calma. Otras veces, que ya es hora de dejar de mirar el agua y obsesionarse. Las oportunidades no se ganan ni se pierden, se crean y se cazan al vuelo. Y no están en la tempestad ni en la calma, están en ti. 

merce roura
https://mercerou.wordpress.com

jueves, 26 de octubre de 2017

LA VERDADERA MEDITACIÓN


                                                                                                               por Joan Tollifson
Siempre dudo en utilizar la palabra meditación, porque se utiliza de muchas maneras diferentes para significar muchas cosas diferentes. Como yo utilizo la palabra, la meditación no tiene nada que ver con posturas o prácticas específicas, ni con estar inmóviles durante sesiones de tiempo. No se necesita incienso, ni cojines especiales, no hay que sentarse con las piernas cruzadas, ni hacer nada extravagante en absoluto. Puede ocurrir en un sillón o en un avión. Simplemente significa estar aquí, en quietud, sin todas las cosas que normalmente absorben la atención ―simplemente estar presentes y conscientes de lo que es, tal como es― permitir que todo sea como es, sin tratar de manipularlo o controlarlo, sin juzgar, etiquetar o contar historias al respecto. No hay que intentar entrar en ningún estado especial ni lograr nada; ni tratar de deshacerse de todo lo que aparece. Y si el control, el juicio, la etiqueta, el intento, la resistencia o el contar historias ocurren, sea como fuere, significa simplemente verlo claramente por lo que es, sentir cómo ese movimiento del pensamiento aparece en el cuerpo en forma de sensaciones y permitir que todo se revele y desparezca a su debido tiempo.
En lugar de perderse en el pensamiento continuo, la meditación tiene que ver con la conciencia ― dando una atención abierta al ámbito de la percepción, la sensación y el conocimiento directo (la respiración, los sonidos, las sensaciones corporales, los colores y las formas, las fragancias, los sabores) y a la presencia consciente que lo contempla todo, la escucha silenciosa, la espaciosidad del ser. La meditación es sentir esta presencia espaciosa que somos, esta infinita inmensidad Aquí-Ahora, esta profunda quietud. Es probable que los pensamientos sigan apareciendo, pero una vez que el pensamiento es advertido, la atención puede abrirse y relajarse de nuevo en el puro ser.
En cualquier momento, ya sea unos pocos segundos entre los clientes, o una hora por la mañana o antes de acostarse, o mientras se viaja en autobús para ir a trabajar, o sentado en una sala de espera, en lugar de estar constantemente ocupados haciendo algo, leyendo algo, diciendo algo, consumiendo comida o información, revisando nuestros teléfonos, nuestro correo electrónico o nuestras redes sociales, o pensando en lo que sea ― la meditación es simplemente estar quieto. Ser consciente. Estar presente. Solo ser. No hacer nada en absoluto.
Además de "solo ser", la meditación también puede significar explorar la realidad viviente de una manera meditativa ―con la conciencia y atención abierta, en lugar de con el pensamiento― observando cómo se desarrollan las decisiones, viendo si el "yo" que parece tomar estas decisiones puede ser encontrado realmente, si hay un pensador que sea el autor de los pensamientos, si se puede encontrar algún límite real entre "dentro" y "fuera", si hay algún límite en el Aquí-Ahora ... viendo cómo el pensamiento divide, categoriza, etiqueta y cuenta historias y cómo el sufrimiento sucede. Todo esto (y más) puede ser explorado directamente con la conciencia.
Y cuando surjan estados mentales oscuros o difíciles ―depresión, preocupación, ansiedad, desesperación, soledad, aburrimiento, inquietud― en lugar de intentar resistirse o escapar de estos incómodos estados mentales y corporales haciendo algo o pensando en ellos, éstos pueden ser invitaciones a detenerse y no hacer nada en absoluto. Simplemente estar plenamente presente con esta circunstancia que hemos llamado "depresión", "ansiedad", "aburrimiento", "soledad", o lo que sea. Sin la etiqueta o la historia, ¿qué es? No buscar una respuesta mental, sino más bien escuchar abiertamente todo el fenómeno: sentirlo en el cuerpo como pura sensación y energía, permitiendo que nuestra atención profundice en las sensaciones mismas a medida que se despliegan y cambian. Y simultáneamente, ver los pensamientos y las historias que ponen en movimiento este estado emocional y lo mantienen , viéndolos como lo que son ― formas de pensamiento habituales y condicionadas que no necesitan ser creídas. Y estar despierto a todo lo demás que está ocurriendo al mismo tiempo ― el ruido del tráfico, el canto de los pájaros, la luz del sol en la alfombra, y la presencia consciente que lo contempla todo. Podemos encontrar que cuando nos volvemos hacia la oscuridad de esta manera, cuando nos relajamos en la consciencia ilimitada que somos, estas emociones ya no tienen un control sobre nosotros. Incluso pueden disolverse completamente.
Pero si "hacemos" todo esto para hacer desaparecer una emoción indeseable, o para tener un despertar o para iluminarnos, eso no es verdadera meditación ― eso es pensamiento buscando un resultado, resistiendo a lo que es. Por lo tanto, esto se vuelve muy sutil. No podemos hacer que dejemos de buscar, u obligarnos a nosotros mismos a no intentarlo. Es sólo otra capa de la misma cosa: tratar de no intentar, buscar el final de la búsqueda, resistir a lo que es. Pero cuando vemos claramente este movimiento de la mente, puede disolverse por sí mismo. La conciencia es el gran iluminador y el gran disolvente.
La meditación es ver y conocer la naturaleza de la realidad directamente, no como un conocimiento, sino como una experiencia y ser inmediatos. Por tanto no estamos simplemente adquiriendo una creencia o una idea de que "No hay yo" o que "Yo soy la Consciencia infinita", sino en realidad estamos descubriendo y realizando (haciendo realidad) todo esto por nosotros mismos. Estamos permitiendo que impregne todas las fibras de nuestro ser, para que se vuelva cada vez más sentido y encarnado como nuestra realidad viva. Las experiencias siempre vienen y van, de modo que no significa tener alguna experiencia continua de felicidad o unidad o presencia sin pensamiento, o nunca más sentirse tenso o contraído o perdido en el pensamiento. Simplemente significa estar despierto Aquí-Ahora. No como "yo" siendo cada vez mejor y mejor, sino como la consciencia misma, despertando de su propio sueño.
© Joan Tollifson,
http://srimaharaj.blogspot.com.ar