lunes, 9 de octubre de 2017

Adelgazar con cerebro

Si el trabajo absorbe la mente, el cuerpo absorbe las grasas. Muchas personas se “drogan” con trabajo, y sin darse cuenta acumulan kilos y kilos de ansiedad. Es un mecanismo de doble dependencia: el alimento llena el cuerpo, el trabajo ocupa la mente. La solución es empezar a crear espacios “vacíos” para empezar a llenar con plenitud real. Sin intervenciones quirúrgicas ni dietas.


El aumento o la pérdida de peso es un asunto muy interesante y fuertemente investigado en Mindfulness. Cuando aumentamos de peso, estamos acumulando energía que no está canalizada en la justa dirección, y nos alejamos más y más de nuestra auténtica realización. Los kilos son el depósito de energía que no hemos puesto al servicio de nosotros mismos, de todas las virtudes que no podemos practicar, nuestras habilidades secretas. En definitiva, la obesidad indica en realidad que no nos estamos ocupando de nosotros mismos, que le estamos dando más importancia al otro, quizás al trabajo. Debemos verificar si las opciones que creemos estar haciendo desde nuestra mente están en realidad en consonancia con la matriz del inconsciente. Si el peso que tenemos que pagar es el sobrepeso de la obesidad, debemos tomar conciencia de que nuestro mundo interno está haciendo algo urgente para ponernos en sintonía con nosotros mismos.

Es erróneo creer que el problema es la comida

No es ese el caso; esta interpretación es un engaño de la mente que te llevará a no resolver o a considerar soluciones drásticas como es la cirugía, dietas, etc. Devorar porciones exageradas de chocolate, levantarte por la noche cuando nadie te ve a comer, no es el problema; el problema es que “ya no te estás ocupando con cariño de ti”. Quizás tienes el trabajo que querías, pero has inmolado tu parte emocional, y el peso te está absorbiendo. En esa franja tan estrecha que has construido para el placer, el alimento ha sido la única isla primitiva a la que aferrarte. Es un mecanismo arcaico y primitivo (en el sentido más psicológico y no moral) con el propio cuerpo, que te está avisando de que has superado ya los límites. Por tanto, debes hacer una reflexión y pasar a dar un uso más inteligente de tu energía.
Tienes que poner las cosas en su punto justo. No te debes inmolar por el trabajo, o por el triunfo, ni porque tu pareja te ha dejado; porque el problema no es el trabajo, ni el éxito ni la pareja, es que has dejado de pensar en ti. No te dejes engañar más por la mente. Ni poco, ni mucho, ni nada: empieza ya a darte un pequeño espacio semanal para hacer un poco de ejercicio. Ve a la piscina, camina, haz yoga. También puede ser un masaje, o un paseo por el bosque y ve observando los efectos sobre ti mismo. En cualquier caso, empieza por ocuparte de ti mismo. El auténtico fármaco que produce efectos adelgazantes de larga duración se llama serotonina, y está en tu cerebro.
¿Cuáles son las cosas bonitas que te gusta hacer y no haces? Empieza a encontrarte a ti mismo. Intenta ver cuándo empezó todo, ¿Qué fue lo que dejaste? ¿A qué le has dado la energía que te falta? No se trata de encontrar una razón externa a la que culpar; más bien empezar a ser consciente de la cadena de eventos que te llevaron a donde ahora te encuentras.

Koncha Pinós-Pey para Espacio MIMIND.

http://www.yogaenred.com

domingo, 8 de octubre de 2017

¿Vives en bucle?



¿Vives en bucle? Siempre soñando las mismas cosas, de la misma forma, en el mismo sitio… Siempre esperando un mazazo que te devuelva al que crees que es tu lugar cuando te extralimitas y te dejas llevar por una valentía que no parece tuya… 
Buscando respuestas a unas preguntas que ya no te importan, que no te interesan, que no te definen…
Siendo una figurita en un tablero que no se mueve y no avanza, que salta una casilla y retrocede cinco… Que busca explicación, que busca el porqué sin darse cuenta de que lo que le pasa es que piensa demasiado y vive poco… Que piensa siempre en lo mismo y de la misma forma… Que arriesga nada y no consigue nada a cambio. Que no ventila sus ideas ni pensamientos y siempre son los mismos y le conducen al mismo sitio. Que se come los miedos en lugar de comprenderlos y luego llora porque no los puede digerir… 
Soñando que vuela y nunca vuela.
Soñando que baila y nunca baila.
Soñando que llega y nunca llega, porque siempre lleva los mismos zapatos y se para en las mismas esquinas para mirar los mismos semáforos y respirar el mismo aire que huele a rutina.
Te sujetas a algo que parece seguro, pero no es nada… Lo sabes, la vida te lo arrancará cuando más creas necesitarlo, para que te des cuenta de que no forma parte de ti, de que eres inmenso y no necesitas agarrarte a nada, de que te tienes a ti… Tarde o temprano caerán los mitos a los que sigues y veneras para que sepas que el único ídolo está en ti y que los demás son tan maravillosamente imperfectos como tú… Para que observes tu belleza inmensa tal y como merece y dejes de ver en otros lo que crees no tener y de detestar lo que reconoces de ti en ellos. Para que dejes de culparte por lo que no eres y empieces a ejercer desde tu grandeza. 
Si te escondes bajo un techo, la vida arrancará el techo para que entiendas que eres tu propio cobijo, que estás a salvo siempre y que mereces todavía algo mejor… Aunque nunca lo consigues porque sueñas corto, acomplejado, en voz baja… Porque sueñas con una especie de limitador conectado y unas tijeras enormes siempre le recortan las esquinas a tus sueños y a menudo se les va la mano. 
Si consigues cosas para acumular, te lo quitará todo, para que comprendas de una vez por todas que no se trata de tener sino de ser y sentir, para que no te aferres a nada porque todo está a tu alcance…
Si corres mucho para todo, te hará parar para que sepas que debes detenerte a oler las flores y mirar cómo el sol se pone, acariciar el cabello de tu hija y degustar el plato que tienes ante ti en la mesa.
Si tienes miedo a algo, te pondrá ese algo en bandeja, porque llevas tanto tiempo pensando en ello y que has conseguido que venga a ti para que deje de asustarte, para que te des cuenta de una vez por todas de que el miedo está a tu servicio y no dirige tu vida… Y que lo que te asusta es un regalo para salir aún más entero de este trance.
No te asustes, todo esto forma parte de algo grande, tan grande como tú, que busca que sepas que no te quieres como mereces, que no te ves como realmente eres, que no puedes seguir limitándote porque vas a estallar dentro de ti… Para que abandones esas ideas gastadas que te hacen sentir pequeño y ocupes el lugar que te corresponde. Para que de una vez por todas asumas que no hay más sentido en la vida que vivirla, sentirla, abrazarla y asumir todos sus cambios como nuevos caminos que llevan a ti mismo… A ese tú olvidado y escondido que se pasa los días intentando salir mientras ahogas su voz en un marasmo de quejas. 
¿Vives en bucle? Te acuestas con los mismos miedos y das los mismos besos en los mismos pliegues de piel… Ves las mismas caras tristes de ver las mismas caras tristes y caminas por los mismos adoquines en la calle sin osar al sacrilegio que sería cambiar de acera y encontrar un destino que te haga reír… Le dices siempre que le quieres con el mismo rictus acongojado en los labios, como si supieras que puedes amar todavía más pero te reservaras amor para otro momento, para otra vida, para otra forma de vivir.
Buceas en tus entrañas buscando un pizca de amor propio que te haga llegar hoy a la reunión para decir no pero sabes que no vas a encontrarla porque cuando la tengas en tus manos la disfrazarás de «no puedo hacer eso». Te sumerges en esas otras caras, en este viejo tren que lleva siempre al mismo sitio porque no te atreves a bajar en otra estación o tomar un tren distinto o dejar de subir a trenes que no son tu tren y no te llevan a tu vida… Y todo volverá a empezar cuando llegues… Te pondrás el mismo traje u otro tan parecido que te hará sentir que no creces, que no avanzas, que nunca llegas al jaque mate ni abandonas el tablero… Que nunca pasa nada especial, ni cuando naciste, ni cuando lloras, ni cuando te caes, ni cuando te haces daños… Ni cuando mueras…
Y cumplirás un año más…  
Y soplarás las velas deseando tirar el pastel contra la ventana y subirte a la mesa y decirle al mundo que en realidad ese o esa no eres tú… Que dentro de ti hay alguien que arde en deseos de darle la vuelta a su vida, caminar por el lado más salvaje de la calle de la incertidumbre y arriesgarse a lanzar por los aires una rutina que a veces le hace no querer despertar.
Y que cuando alguien te mire raro porque actúas distinto y te ve esa mirada ida de felicidad, de persona que hace de persona, y te diga ¿pero qué haces? Tú le respondas… Todavía no lo sé, pero da igual… Ahora sólo quiero ser yo.

Merce Roura
https://mercerou.wordpress.com


sábado, 7 de octubre de 2017

Sueños prestados


Nunca es nuevo lo que vemos, porque miramos siempre lo mismo y de la misma forma. No vemos lo que es, sino lo que esperamos ver, lo que hemos aprendido a ver y a imaginar… Lo que nos han dicho que debíamos. Vemos lo que somos y nos movemos poquito, para no hacer ruido y romper el mundo que nos mantiene en pie. Nos sentimos como un secreto guardado, como un álbum de fotos viejo, como un hogar en desuso de esos en los que ya sólo viven palomas… 
Pensamos que miramos al futuro, pero vemos el pasado.  Lo que creemos nos ha filtrado la realidad para que proyectemos siempre pasado cuando pisamos el presente, para repetir situaciones y atraer siempre las mismas circunstancias a nuestras vidas. No paramos de repetir, en bucle, porque no aprendemos, porque pensamos siempre lo mismo y encontramos las mismas soluciones a nuestros dilemas eternos . Es como si cuando éramos niños nos contaran siempre el mismo cuento y esperáramos que tuviera un final distinto. El pasado pesa y se prolonga, se arrastra, proyecta su sombra en nuestras pupilas, en nuestras relaciones, en nuestros calcetines… Nos espera al pasar por la fuente camino a casa y se acuesta con nosotros en la cama cada noche. Está en la rebanada de pan del desayuno y está en el asiento de al lado cuando subimos al tren. Nos sujeta las bolsas cuando regresamos del supermercado y nos acaricia la nuca cuando nos sentamos en el sofá después de un día largo… Siempre está porque no lo soltamos. Su recuerdo nos lastra cada paso… Nos ponemos zapatos nuevos, pero escogemos el mismo camino… Encontramos un nuevo amor, pero le amamos a la vieja usanza, como siempre, esperando que nos resucite y nos devuelva la vida que en realidad nunca tuvimos porque no nos soportamos. Iniciamos un nuevo juego, pero hacemos las trampas de siempre porque no soportamos la posibilidad de perder aunque sea como aprendizaje…
En un alarde de valentía, soltamos el equipaje más pesado y luego buscamos como locos en las estaciones y en los bares un nuevo fardo que abulte lo mismo para poder cargarlo y seguir lamentándonos…
Todas las canciones nos recuerdan que ya no nos ama, porque no nos amamos.
Todos los sueños que usamos para motivarnos son prestados o carecen de magia.
Hurgamos entre nuestros monstruos y sacamos alguno a pasear a ver si se va y nos deja tranquilos, pero luego buscamos otro que lo remplace, a poder ser aún más feroz y más feo.
Compramos ese vestido que nos tiene que cambiar la vida y lo dejamos en el armario. Leemos ese libro que nos han dicho que zarandea conciencias y lo dejamos a medias, como nuestra vida.
Viajamos a ese lugar apartado del mundo donde esperamos oír nuestra voz.
Nos perdemos usando palabras nuevas que hemos robado de un vídeo que cuenta cómo volver a empezar… No nos llegan, no nos invaden, sólo nos perturban porque arañan nuestros valores gastados que ya empezamos a ver que no nos definen pero no lo admitimos porque nos duele.
No acariciamos nuestros sueños, porque no son nuestros y pensamos que nos vienen grandes, porque somos pequeños y nos sentimos vacíos.
Alquilamos una sonrisa a ese personaje que soñamos que somos y la colgamos en facebook para que el miedo se pase, pero siempre se hace más grande a la espera de un like. No hay likes suficientes para quien necesita que el mundo le apruebe. 
Nos tatuamos algo que nadie comprende para tener una parcela que nadie pise ni se atreva a juzgar… Y luego criticamos sin piedad a los que como nosotros suplican compasión y llaman la atención contando sus miserias sin que nadie les pregunte…
Somos un amasijo de quejas siempre pendientes de lanzar al mar. Un milagro que no sabe que es milagro y sólo ve su sombra porque teme brillar.
Nos gusta creer que lo que deseamos es imposible, porque buscamos castigo por nuestra innata imperfección y nuestra culpa heredada ya nadie sabe por qué. Nos alejamos de lo que amamos porque nos asusta brillar. 
No hay tumbas para los amores imposibles y uno se ve obligado a llorarlos en silencio y eso los hace más idílicos, más platónicos, más grandes de lo que nunca fueron…
No podemos ir a llorar al niño que fuimos, porque no sabemos dónde le encerramos en nuestro afán por esconder nuestra oscuridad… Y cuando anochece, oímos que llora desconsolado y nos pide que vayamos a verle pero nunca le podemos encontrar. En el fondo, sabemos dónde… Está justo en ese recodo del pasado donde nunca miramos por miedo a no poderlo soportar.
Nos ahogamos en mares ficticios y nos olvidamos de que nacimos para volar.
Tenemos tanto miedo a no hacer la foto y poder mostrarla que nos perdemos el paisaje y el viento que nos cruza la cara y nos hace sentir vivos.
Nunca encontramos nada nuevo porque miramos al mismo rincón. Porque nuestros ojos cansados viven encerrados en un perpetuo ensayo general de la vida esperando empezar la función.
Somos autómatas que esperan la señal para ponerse a bailar. Nos arrastramos cansados buscando una oferta que nos calme la sed y nos ponemos tristes cuando solo encontramos saldos que no nos consuelan ni hacen vibrar. 
Esperamos tanto de todo que nunca llega, nunca llena, nunca está. Porque se supone que tiene que venir a ocupar un hueco que nos atraviesa por el que siempre se cuela el viento helado y nos recuerda que estamos incompletos y que somos diminutos… 
No podemos ir a llorar al adulto que ahora somos y que se atraganta buscando su felicidad porque le tenemos encerrado en el fondo de un abismo de mensajes y sentado en un sofá.
Siempre es de noche cuando no eres capaz de sacarte de dentro la noche.
Siempre es mentira si no eres capaz de decirte toda la verdad.
A veces, te ronda la extraña idea de que estás muerto, porque no te notas… Te mataste con silenciador para no molestar a este mundo que has inventado tú y que sólo quiere que te hagas selfies y consumas algo que te haga olvidar.
Ya lo sabes, pero no te gusta admitirlo. El mundo no calla por lejos que marches.
Los vestidos nunca te cambian la vida.
El antídoto a todo esto es tan sencillo que te hace desconfiar. Para y empieza a respirar. No hagas nada que no sientas. No calles nada que te corroa. No bailes ninguna música que no sea la tuya.
Empieza otra vez. Mira hacia otro lado. No des nada por hecho, nada por sabido, nada por dogma ni verdad. No te fies de tus ojos si ves lo de siempre. No te fies de tus oídos si siempre escuchan la misma voz… Olfatea la vida y toca sin pesadumbre, la vida está para manosearla y hacerla rodar…
Si te pones la misma ropa, soñarás el mismo sueño y volverás a decirte que no. Desnúdate y anda sin ataduras mientras todavía no sepas qué te quieres poner.
No te obsesiones por ser tú mientras no sepas si ese tú eres tú de verdad. 
No sueñes el sueño de otro, ni subas a sus cimas, ni bailes su música, ni camines por sus atajos porque para ti puede que sean un rodeo.
Sacúdete el miedo amando tu miedo. Sacúdete la rabia amando tu rabia, maestra suprema para poder conocer cuáles son las piedras en tu zapato y los muros en tu camino. Supera cada error con un error mayor. Besa tus debilidades y agradece tus demonios porque te llevarán adonde sueñas llegar.
Y cuando no sepas quién eres, entonces estarás en ese punto en el que puedes empezar a crear y sentir.
Lo que has vivido hasta ahora es el pasado, un tiempo prestado y remoto en el que te asustaba vivir.
No hay lugar donde llorar por los besos que no hemos dado ni por los que dimos a la persona equivocada… Será porque los errores son en realidad regalos por abrir y estrenar.
No hay milagros para quien no cree en milagros, no porque no estén a su alcance sino porque no podrá verlos.
No lo sabes, pero hasta ahora tus sueños eran prestados y viejos…
No lo sabes, pero has estado viviendo en círculo… 


Merce Roura
https://mercerou.wordpress.com