sábado, 19 de agosto de 2017

¿Cuáles son los efectos de la tristeza en tu cuerpo?

Aunque nos pueda parecer que la tristeza es la antesala del fin del mundo, lo cierto es que a veces es necesaria y llorar nos ayuda a liberar tensiones.




¿Ha habido momentos en los que te has sentido decaído y sufrido un momento de tristeza? ¿Alguna vez has sentido el dolor de ser rechazado? ¿Esa punzada cuando sufres un mal de amor?
Es difícil decidir si la tristeza realmente te hará más fuerte o si terminará debilitándote de manera progresiva.
Lo que sí es cierto es que puede alterar los niveles de estrés en tu cerebro y esto puede llevarte a sufrir muchas enfermedades.
Aquí te explicaremos cuáles son los efectos de la tristeza.

Del cerebro al cuerpo



Cuando te sientes decaído, los circuitos cerebrales del dolor físico y emocional se solapan.
Esto no solo ocurre en las áreas cerebrales relacionadas con el componente puramente afectivo del dolor, sino también en las zonas relacionadas con la percepción somática del mismo.
Pero, ¿por qué ocurre esto? Esto genera un impacto negativo sobre tu cuerpo, sobre todo en el sistema inmunitario que aumentará potencialmente el riesgo de sufrir alguna enfermedad, sobre todo, inflamatoria.

Afecta la percepción de la temperatura

Se ha comprobado que la sensación de tristeza puede aumentar la sensibilidad al frío mientras que la compañía te hace sentir calidez.
Cuando en los experimentos se provoca o invoca una sensación de rechazo y aislamiento, los participantes estiman que la temperatura de la habitación es menor y eligen comer y beber productos calientes.
Esta relación aún va más allá de la simple sensación. La temperatura corporal baja pasado un tiempo experimentado tristeza.

Afecta el apetito


La tristeza también afectará tu apetito, de modo que aumentará el riesgo de que subas de peso y afectará tu presión arterial. El resultado directo es la aparición de la hipertensión y de problemas cardíacos a largo plazo.
Además de lo anterior, disminuye la capacidad de percibir sabores dulces. Esto se debe a que se disminuye el número de receptores que perciben el sabor dulce en la lengua.
Por este motivo, no es raro que al pasar por un momento de tristeza sientas que la comida no tiene sabor.

Aumenta el estrés

La tristeza también afectará la hormona cortisol. Esta es importante en el control de los niveles de azúcar en la sangre, la presión sanguínea y la calidad del sueño.
Todo esto hace que la tristeza sea el estado psicológico más dañino para la salud. Está relacionada con:
  • Cardiopatías
  • Enfermedades pulmonares
  • Enfermedades hepáticas
La depresión, por su parte, puede influir en la aparición del cáncer.
Tanto el estrés como la depresión pueden favorecer la precipitación de una enfermedad y agravarla.
Cuando estás estresado o extremadamente triste, puedes observar cómo nada funciona con regularidad. Tus defensas bajan y el riesgo de caer enfermo aumenta considerablemente.
¿Cuál es la solución? No es el estrés el que causa los problemas del sistema inmunitario, sino la percepción de que no se puede hacer nada para impedirlo.

El cerebro necesita más energía

Suele parecer un poco inusual pensar que el cerebro esté más activo cuando estás triste. Sin embargo, esto pasa porque, durante una época de tristeza, el cerebro trabaja mucho más: se activan más de 70 regiones cerebrales distintas.
¿Cómo es esto? Es sencillo de entender. Mientras estás triste puedes recordar, pensar, sufrir y razonar en busca de soluciones o nuevas alternativas.
Hay quienes, en estas situaciones, apenas duerme.
De ahí que estén activos el hipocampo, la parte frontal del cerebro y los lóbulos temporales. Ten en cuenta que el cerebro utiliza el 20% de toda tu energía pero en las situaciones en que te encuentras triste, trabaja mucho más.
A su vez, se eleva tu necesidad de glucosa para alimentar el cerebro. Esto provoca que sientas ansiedad por comer cosas dulces.

Desarrollas trastornos

Cuando estás triste, disminuye la serotonina y esta disminución afecta en mediano y largo plazo. Puede llegar a provocar:
  • Depresión
  • Obsesiones compulsivas
  • Arranques violentos
Este neurotransmisor está asociado con tu motivación personal, pero tienes que ser fuerte y encontrar en esos momentos de introspección nuevos recursos con los que salir adelante.
Es muy probable que  en estos momentos visites al médico porque no te sientes bien.
El resultado será que las pruebas médicas muestran que tu salud está perfecta. Y es cierto, físicamente está bien, pero anímicamente, no.  

Necesitarás llorar


Llorar quizás te haga sentir mejor. Cuando te sientes triste, tu cerebro acumula demasiada tensión y necesita expulsar esa ansiedad de alguna forma.
El llanto es perfecto para relajarte y liberar todo lo que sientes. Después de hacerlo, empezarás a segregar endorfinas que te harán sentir más relajado.
Por ello, es importante que cuando sientas ganas de llorar, no te resistas. Sácalo y verás como te sentirás liberado.
Algunas personas optan por otras actividades que también ayudan a generar endorfinas, como mantener relaciones sexuales o hacer ejercicio. Estas dos opciones también funcionan y no están mal.
Eso sí, llorar es necesario de vez en cuando.
Los efectos de la tristeza en tu salud pueden ser muy negativos. No siempre puedes sentirte bien pero sí puedes buscar alternativas para aliviar esas tensiones.


https://mejorconsalud.com

viernes, 18 de agosto de 2017

TAMBIÉN SOMOS LO QUE NO HEMOS SIDO


En mi opinión, y en contra de lo que opinan algunas personas al decir que cada ser humano es la suma de todas sus experiencias vitales, yo opino –en este momento en que escribo- que uno también es la suma de sus pensamientos, emociones, sentimientos, frustraciones, miedos, de lo que no hizo pero pensó hacerlo, y hasta de lo que no ha llegado a ser.

Las experiencias que no llegaron a realizarse, y precisamente por eso de que no llegaron a realizarse, también nos marcan en forma de frustración, de rabia descontrolada, y de depreciación de nuestra propia imagen y autoestima, por eso de no haber sido capaces de realizarlo, o no haber puesto el interés y la voluntad suficiente, o no haber superado cualquier tipo de impedimento que se opusiera.

Esos sueños o ilusiones que se quedaron en el mundo de los sueños o las ilusiones nos enfrentan a nosotros mismos, nos restan algo de nuestro plan de vida, y por eso siempre arrastraremos la sensación de falta de completitud, sobre todo cuando en los malos momentos nos vemos cómo estamos actualmente e idealizamos lo que no fuimos –aunque, posiblemente, de tan utópicos que eran, tampoco los hubiésemos logrado aunque lo hubiésemos intentado-.

Todos nos hemos quedado con sueños y deseos sin cumplir. Eso tal vez ya no tenga remedio. Pero sí que estamos aún a tiempo de hacer realidad otros sueños y deseos. 

De los sueños y deseos sin cumplir no se salva nadie porque, a la hora de imaginar, nuestra mente no encuentra los obstáculos y circunstancias con los que sí se encuentra la realidad.

Las emociones y los sentimientos también forman parte de esas cosas que no hemos “vivido” pero nos han marcado, y en función de cómo hayan sido -o no hayan llegado a ser- también hacen de nosotros unas personas inevitablemente influenciadas por ello, así que no podemos negar su presencia ya que, aunque sea etérea, nos marca de un  modo indeleble.

Los miedos también hacen de nosotros unas personas distintas de cómo seríamos si pudiésemos prescindir de ellos, y si no hubieran torcido alguna de nuestras decisiones, si no nos hubiesen frenado algunos de los pasos que deseábamos dar, si no enturbiasen nuestras ideas escribiendo en ellas la palabra IMPOSIBLE.

También las frustraciones, por supuesto, hicieron y hacen de nosotros personas distintas de la que hubiésemos sido de no haber andado por la vida restringidos de un optimismo o una voluntad que no estuviesen ya pre-marcadas.

Así que somos tanto lo que hicimos como lo que no fuimos, porque la suma de todo ello, más la de nuestros estados de ánimo, esperanzas o desesperanzas, intentos y fracasos, aunque no llegaran a materializarse físicamente, han creado la persona que somos en este momento.

Y somos también –aunque no los hayamos vivido- nuestros proyectos frustrados, la sensación de ser unos fracasados en alguno aspectos, las veces que nos hemos sentido decepcionados y defraudados, inútiles o víctima de alguna represión, o marcados por un pasado que no fue de nuestro agrado, o por habernos criado con carencias emocionales.

Todo nos va construyendo: lo que aporta y lo que resta, lo que enriquece y lo que nos destruye, lo que podemos recordar y lo que es incierto, o sea que también somos lo que no hemos sido.

Sería muy provechoso deshacernos del sentimiento de fracaso personal por aquellas cosas que no realizamos porque eran excesivamente utópicas, porque eran inalcanzables a todas luces, porque no veníamos preparados para acometerlas, o porque nos sucedieron en un momento de inexperiencia… pero se suman a nosotros, y nos forman, cuando en realidad podíamos prescindir de su influencia maléfica y perjudicial.

¿Sabías que también eres lo que no has sido?

Te dejo con tus reflexiones…


Francisco de Sales
buscandome.es

jueves, 17 de agosto de 2017

La estrecha relación entre el cuerpo y las emociones

Nuestra experiencia nos indica que cuerpo y emoción están estrechamente relacionados. Cuando sentimos estrés parece que el pecho nos oprime, la alegría en cambio nos hace sentir ligeros, casi como si volásemos, el miedo nos revuelve el estómago... Las emociones se experimentan en el cuerpo, e identificar esos mecanismos en nosotros suele ser un camino útil para comenzar a conectar con nuestras emociones. 




Los educadores que trabajan la inteligencia emocional con niños y niñas hacen un gran trabajo cuando les ayudan a identificar esas emociones en su cuerpo. Recuerdo bien cuando mi hija con unos 5 años me explicó tras un taller sobre emociones que ella sentía el enfado "en los puños". Reconocer las emociones y sus síntomas en el cuerpo es el primer paso para desde ahí, empezar a entenderlas y gestionarlas. 

El gesto arrastra a la emoción 

Ya Paul Ekman, investigador pionero en el campo de las emociones y su expresión facial, descubrió la relación entre los gestos y el estado de ánimo. Cuando una persona adopta una expresión facial negativa como la tristeza, el cerebro interioriza esa expresión y su estado de ánimo cambia para adaptarse a ella. 

También sabemos que la sonrisa desencadena endorfinas y dopamina, que hace a los músculos estar menos tensos, calmar la respiración y sentirnos mejor. Sonreír mejora nuestro estado físico e incluso nuestra salud. Para Elsa Punset en su libro "Una mochila para el universo", "cuando sonríes, el cuerpo entiende que no estás en peligro y hasta puedes sentir menor dolor físico". 

El flujo de nuestras emociones está vinculado al hecho de fruncir el ceño, sonreír o adoptar una determinada postura. No debemos negar nuestras emociones, que son reacciones naturales de nuestro ser y nos ofrecen información muy valiosa, pero sí podemos ser más conscientes y contar con recursos para redirigir nuestras emociones o sobreponernos a la adversidad cuando sea necesario

Cambiar nuestra química voluntariamente 

Las investigaciones más recientes de la psicóloga social Amy Cuddy sobre lenguaje no verbal también revelan que podemos cambiar nuestra propia química simplemente cambiando nuestra postura corporal. 

A través de su famosa Charla TEDGlobal 2012, Cuddy ha contribuido a divulgar el papel de la postura en el estado de ánimo. Considera que cualquier persona debería hacer algo antes de acudir a una entrevista, impartir una conferencia o participar en una competición deportiva: adoptar dos minutos en una postura de poder (power pose). 

Con una postura de poder se refiere a adoptar los gestos asociados a un estado de confianza, poder y logro: el cuerpo erguido, la cabeza hacia el frente, los brazos hacia delante o apoyados en las caderas... Son gestos que implican una amplia ocupación del espacio, señal de ausencia de miedo. 

Como cuenta en su charla, los humanos igual que el resto de los animales expresan poder con sus posturas corporales. Se repliegan sobre sí mismos cuando se sienten inseguros, haciéndose más pequeños, encorvándose, cruzando los brazos sobre el pecho y reduciendo los movimientos. Por el contrario, cuando se sienten fuertes se expanden y ocupan más espacio. Cuddy y su colaboradora Dana Carney de Berkeley, se preguntaban si adoptar estas posturas podría cambiar el estado interno de una persona y hacerla sentir más poderosa. 

Con el fin de averiguarlo, llevaron a cabo un experimento relacionado con la testosterona y el cortisol. La testosterona es la hormona del poder (a niveles altos crea sensación de seguridad) y el cortisol es la hormona asociada al estrés. Sabemos que las personas con capacidad de liderazgo suelen caracterizarse por una alto nivel de testosterona y un bajo nivel de cortisol. 

En el experimento se pedía a las personas que adoptaran una postura de poder o una postura de bajo poder durante dos minutos. A continuación se les preguntaba si querían apostar. Un 86% de los que habían adoptado la postura de poder, eligieron apostar, mientras solo un 60% de los que habían mantenido la postura de bajo poder optaron por hacerlo. 

Y las investigadoras extrajeron conclusiones incluso más interesantes. Encontraron diferencias fisiológicas entre los dos grupos del estudio, basándose en muestras de saliva. Mientras los de la pose de poder mostraron un 8% de incremento en sus niveles de testosterona, en el grupo que experimentó la pose de bajo poder se produjo un descenso del 10% en esta hormona. 

La reacción inversa se produjo con el cortisol, la hormona del estrés. Las personas que mantuvieron la pose de poder experimentaron una reducción del 25% en sus niveles de cortisol, mientras los que mantuvieron la pose de bajo poder tuvieron un incremento del 15% en sus niveles de estrés. 

En definitiva, se comprobó que nuestro cuerpo puede cambiar nuestra mente. La postura que adoptemos, nuestra comunicación no verbal, influye significativamente en cómo nos sentimos. Por tanto, tenemos en el cuerpo un aliado para influir en nuestro estado emocional.



María Calvo del Brío
Comunicación en forma

https://es.sott.net

miércoles, 16 de agosto de 2017

Todo y Yo



En mi opinión, hay una tendencia a la confusión cuando uno decide, consciente o inconscientemente, que va a emprender un Camino de Mejoramiento, un Proceso de Desarrollo Personal, o un acceso al Autoconocimiento, porque se supone que todo eso se pone en marcha a partir de tener una serie de conocimientos que orienten en ese desconocido Camino. Y no es así.

Se piensa –aunque no se piense- que mientras más conocimientos se tengan, mejor será. Y a medida que uno empieza a conocer algo, encuentra relación entre todas las cosas y casi se siente uno en la necesidad de saber un poco de todo lo relacionado con el mundo esotérico, con lo espiritual, la psicología, el interior o lo interior, etc.

Cuando uno está aún en esa etapa es el momento de clarificarse las ideas y tenerlas templadas, para no empacharse de conocimientos inútiles que le descentran a uno y le desvían del Camino.

Parece como si uno olvidara que se está buscando a sí mismo y no todos los conocimientos, porque se empieza a llenar de distracciones del Camino que lleva a uno mismo –al Uno Mismo-, y se siente en la necesidad de ser un pequeño erudito que sabe –por lo menos- un poquito de todo.

Ahí está el peligro: en la distracción.

Hay que recordar y recordarse continuamente que TODO lo que se haga conviene que esté relacionado con uno mismo. 

No se trata de saber astrología, sino de saberse encontrar en la propia carta natal, de averiguar qué información se puede obtener de esa carta que sea útil para el Proceso. 

Está bien saber de psicología, pero no para “curar” a los otros o para darse cuenta de “qué mal están los otros”, sino para verse a sí mismo reflejado en el espejo de la psicología.

Todo aquello que no se relacione con uno, aquello en lo que uno no se encuentre o no se quiera ver, es inútil. Puede ser distracción, desvarío, o alimento para el insaciable y orgulloso ego.

Interesa todo lo relacionado con el Ser, que no son las mismas cosas que le dan satisfacciones al ego.

Es bueno saber que uno mismo es el destinatario de todo lo que uno hace. 

Y es válido buscarse en cualquier disciplina de conocimiento, en cualquier modo o técnica, donde sea que haya ética y verdad, pero sin olvidar que el objetivo único y primordial es uno mismo.

Si no está relacionado o no se relaciona directamente con uno mismo se queda en conocimiento teórico, en una muy posible pérdida de tiempo –que es vida-, en alimento para el engorde del ego que podrá presumir de cuántas cosas es capaz de recordar y en cuántas cosas se ve reconfortado, pero la teoría que no se lleva a la práctica o que no se incorpora en uno mismo es solamente una hipótesis, es aire, son solamente palabras, y sólo aquello que se incorpora a Uno, que se hace Uno, forma parte de Uno.

Desde el punto de vista del Desarrollo Personal no es interesante la liga de baloncesto australiana, ni el modelito que llevó aquella actriz cuando fue a recoger su Óscar, ni cuál es la canción más escuchada este verano, porque nada de eso tiene que ver con el Uno Mismo, con la evolución, con el Crecimiento Personal Particular.

No importa cuál es el sentido de la vida, pero sí importa cuál es el sentido de MI vida. 

No importa si los otros son egoístas, pero sí importa si YO soy egoísta.

Importo YO, pero el YO esencial, y todo aquello que corresponde al Ser Primordial, a la Espiritualidad, o al alma propia. Importa lo que se puede incorporar a UNO MISMO y formar parte de lo que Uno es.

Importan las cosas en las que YO estoy presente, las que están relacionadas conmigo, lo otro y YO, todo y YO.

Y hay que evitar desperdigarse y desperdiciarse.

Conocer, puede conocer cualquiera. Conocerse, es privilegio de dioses.

No permitas que el ego te distraiga, que la tentación de los conocimientos que no son Tu Conocimiento –el conocimiento de ti- te absorba.

Date cuenta de lo que haces: qué haces, por qué lo haces, y para quién lo haces.

Te puedes llevar una sorpresa.

Te dejo con tus reflexiones…


Francisco de Sales
http://buscandome.es

martes, 15 de agosto de 2017

Hay personas que te tocan sin abrazarte y te cuidan sin estar


El amor, la amistad o el cariño de los padres por los hijos van más allá de la piel y los sentidos. Porque lo que es auténtico se sostiene y trasciende como un tendón psíquico, como un flechazo sin flecha, demostrándote que hay personas que te tocan sin abrazarte, y personas que siguen ahí, cuidándote aún sin estar presentes, porque su vínculo sigue siendo irrompible, como el grafeno.
Pensar por un momento que la base de nuestras relaciones humanas y de nuestros afectos se limita en exclusiva a una fórmula química donde se combina la oxitocina, la dopamina y la serotonina puede restar algo de magia al asunto. El maestro Carl Sagan dijo una vez, con gran acierto, que en ocasiones el simple hecho de ver cómo avanza la ciencia dando respuestas a nuestras preguntas más comunes hace a veces que nos sintamos algo insignificantes.
“Finalmente todo se conecta: personas, ideas, objetos… La calidad de las conexiones es la clave para la conexión en sí”
                                                                 Charles Eanes

Por ejemplo, descubrir que vivimos en un pequeñísimo planeta azul de una “triste” estrella perdida, en una galaxia metida en una esquina olvidada de un universo, donde hay a su vez millones y millones de galaxias, puede sin duda desesperanzar un poco. Sin embargo, y aquí se halla lo verdaderamente grandioso del tema, el ser humano es algo más que un conjunto de células, tejidos y neurotransmisores. Somos algo más que un puntito resplandeciente en el vasto océano de eso que llamamos cosmos.
Las personas tenemos la capacidad de conectar los unos con los otros. Lo hacemos como la Luna con los océanos, como los satélites con sus planetas, como los restos de hielo fósil que conforman los anillos de Saturno. Conectamos entre nosotros sin necesidad de tocarnos, mediante esas emociones que nos ayudan y nos guían aún cuando ya no tenemos a algunas personas con nosotros…



El despertar de la conciencia mediante el contacto invisible de las emociones

En los últimos años estamos viendo cómo el siempre interesante tema de los robots y las inteligencias artificiales llenan cada vez más la sección de noticias científicas y también nuestra oferta televisiva. Hace unos meses pudimos reflexionar sobre el tema con la serie “Westworld”.
En ella se nos mostró esa delgada, pero fascinante línea, que en esencia nos hace humanos. Hablamos de la auto-conciencia y de esos procesos cognitivos tan sutiles que poco a poco edifican nuestro concepto de humanidad.
La serie nos mostraba cómo ese despertar a la conciencia de los robots o entidades no-humanas se lograba de dos formas: la primera era accediendo a los propios recuerdos a menudo traumáticos, a ese sustrato donde se hallan las experiencias pasadas que conforman la propia historia.
La segunda clave en este despertar eran las emociones. Los filósofos en realidad describen este proceso como “calidades”. Es decir, gracias a los sentidos somos capaces de captar sensaciones y, poco a poco, las sensaciones generan recuerdos agradables y desagradables.
Sin embargo, pocos elementos o seres tienen una causalidad biológica más rotunda que una emoción. Es como el cincel de un artista creando un rostro. En cada golpe aflora una forma, un trazo, una hermosa silueta. Para los expertos, fueron también las emociones y la conciencia fenoménica lo que hizo “despertar” también a nuestros antepasados ​​para dar forma a las mentes que tenemos hoy, ahí donde la conexión con los demás es el pilar fundamental.
Así, podríamos decir casi sin equivocarnos, que uno de nuestros mayores poderes como seres humanos es poder conectar con los demás emocionalmente. Lo hacemos a menudo mediante la mirada, sin necesidad de tocarnos y mediante esa cámara perfecta que según los científicos tiene 250 megapíxeles de resolución.
Nos basta ese contacto para evocar mil sensaciones, decenas de pensamientos, recuerdos y sensaciones que avivan aún más esa llama que conforma lo que somos: humanos que por encima de cualquier cosa desean ser amados y ofrecer el mismo cariño.

Las personas que nos guían sin estar con nosotros

Sabemos ya que las personas somos el resultado de una precisa ecuación conformada por una conciencia y un mágico tejido emocional. A estos factores deberíamos añadirle un tercero: la memoria. Pasamos gran parte de nuestro tiempo recordando cosas, hechos, eventos, vínculos del pasado, datos alegres y momentos difíciles.
Aquellas personas que no están dispuestas a pequeñas reformas, no estarán nunca en las filas de los hombres que apuestan a cambios trascendentales.
                                                                            Gandhi

En esta moviola que conforma la película de nuestra vida, es común evocar regularmente a esas personas que ya no están con nosotros y que fueron muy significativas en un momento dado. En este tipo de situaciones, tampoco hay contacto a través de los sentidos, son nuevamente las emociones quienes erigen, baldosa a baldosa, ese puente invisible entre nosotros y quien ya no está para dejar que nos guíen a través de los recuerdos, de los momentos vividos, de los consejos dados, de las conversaciones disfrutadas.

Por otro lado, y como dato curioso sobre el que reflexionar, vale la pena traer aquí la controvertida teoría de “la hipótesis de la resonancia mórfica”. Cuando Rupert Sheldrake la publicó en 1981 recibió un sinfín de críticas de la comunidad científica, y que sin embargo, tenía en su esencia un pequeño matiz que se ajusta muy bien a ese tipo de contacto invisible que tenemos las personas entre nosotros y que de algún modo, nos guía y nos determina.
Según el profesor Sheldrake, que haya personas que estén conectadas con otras de forma tan intensa, sin necesidad de contacto físico, se debería más bien a una especie de memoria colectiva. Una colección de recuerdos donde en ocasiones “reconocemos” a ciertas personas como más valiosas e importantes para nosotros.
Esta idea, a su vez, se relaciona habitualmente con las concepciones holísticas de la Psicología, las cuales nos recordaban que las personas, además de ser entes individuales pertenecemos a una colectividad que hay que saber aceptar y cuidar.
Para concluir, todos nosotros somos el resultado de nuestras relaciones y nuestros vínculos, tanto pasados como presentes. Somos en esencia, no solo lo que experimentamos físicamente a través de la piel y los sentidos, sino también lo que sentimos a través de las emociones y de aquello que nuestro cerebro a guardado en la memoria, ya sea la presente o quizá, en esa memoria colectiva de la que nos habló Carl Gustav Jung en su momento…

Psicología/Valeria Sabater
Imágenes cortesía de Catrin Welz Stein
https://lamenteesmaravillosa.com