lunes, 31 de julio de 2017

Cómo estirar todos los meridianos de tu cuerpo en 5 minutos


Según la Medicina Tradicional China, el cuerpo está recorrido por canales o meridianos, que conectan entre sí todos los órganos, tejidos y células. Por ellos circula la energía vital (Chi), fuerza de vida que alimenta cada parte del cuerpo y que hace que se mantenga en correcto funcionamiento todo el sistema.

Cada meridiano se conecta con uno de donde recibe energía y con otro, al que se la trasmite, formando un sistema energético de la misma forma que nuestros sistemas sanguíneo, linfático y nervioso.

Si viéramos todos meridianos observaríamos nuestro cuerpo como un espacio conectado por un complejo entramado de canales energéticos.

Pero este sistema también puede verse interrumpido por causas emocionales, ambientales, etc, que generan irregularidades y, en el largo plazo pueden generar enfermedades. 

En esta nota podrás conocer cómo hacer para estirarlos en solo 5 minutos y así evitar cualquier obstrucción. 

En su totalidad, los meridianos principales son 12 y están distribuidos simétricamente a lo largo del cuerpo. Cada uno de ellos lleva el nombre del órgano o víscera que regulan:
  • El Pulmón-Instestino Grueso
  • El Bazo-Estómago
  • El Corazón-Intestino Delgado
  • El Riñón-La vejiga
  • El Pericardio-Triple Calentador
  • El Hígado-Vesícula Biliar

¿Cómo realizar un estiramiento completo de los meridianos?



Ésta es una serie de 6 posiciones que estiran los meridianos que puede hacerse por la mañana o por la noche, en muy poco tiempo. Además, al hacerlo podrás comprobar si sientes algún dolor u obstrucción puntual que tengas que trabajar.

1. Comienza con el meridiano pulmones/intestino grueso (donde acaba el meridiano de pulmón, comienza el intestino grueso). Para hacer esta posición, ponte de pie con los pies separados a lo ancho de las caderas, entrelaza los pulgares detrás de tu espalda e inclínate hacia abajo, estirando los brazos hacia arriba y plegando tu cuerpo.

2. Para el meridiano que une el estómago y el bazo, arrodíllate con los glúteos entre tus piernas e inclínate suavemente hacia atrás, como si quisieras recostarte sobre el suelo. Lleva tus manos detrás de la cabeza y acomoda los pies al costado de las piernas para poder estirar un poco más.

3. Para el meridiano corazón - intestino delgado, siéntate y pon los pies cerca de la ingle, enfrentados uno con el otro. Inclina tu torso hacia delante, uniendo las manos debajo de tu frente.

4. Para el meridiano vejiga - riñones, siéntate con las piernas estiradas e inclínate hacia adelante tratando de poner sus manos en los pies.

5. Para el meridiano pericardio y San Jiao (Triple Calentador), siéntate, cruza las piernas y toma tus rodillas cruzando los brazos en la dirección opuesta a las piernas.

6. Para el meridiano vesícula biliar-hígado, siéntate y extiende las piernas, manteniéndolas separadas. Mantén la espalda recta, levanta el brazo derecho, coloca el izquierdo al lado del abdomen, y gira hacia la izquierda. Repite del otro lado.

Consejos para hacer cada posición

  • Inspira al comenzar y exhala al tomar la posición. Relájate al
  • hacerlo.Haz 3 inhalaciones y exhalaciones largas en cada posición.
  • Cuida tu cuerpo. Si hay dolores, hazlo despacio y no lo fuerces.
  • Desarma cada posición de la misma manera que la hiciste, pero como si realizaras el camino contrario.
Fuente labioguia.com




http://acupunturaymedicinatradicionalchina.blogspot.com.ar

domingo, 30 de julio de 2017

LOS SEIS TIPOS DE SOLEDAD




LOS SEIS TIPOS DE SOLEDAD
Generalmente, la soledad nos parece un enemigo. El dolor de corazón no es algo que elijamos invitar. Es algo inquieto que nos quema y está preñado del deseo de escapar y de encontrar algo o alguien que nos haga compañía. Cuando podemos descansar en el punto medio, empezamos a tener una relación serena con la soledad, una soledad refrescante que pone nuestros temores totalmente del revés.
Hay seis formas de describir esta soledad fresca, que son:
1.- Menos deseo, es la voluntad de estar solos cuando todo en nosotros anhela algo que nos anime y que cambie nuestro estado de ánimo. Practicar este tipo de soledad es una forma de plantar las semillas para que nuestra inquietud fundamental disminuya. En la meditación, por ejemplo, cada vez que ponemos la etiqueta «pensamiento» en lugar de dejar que nuestros pensamientos no den cien vueltas, nos estamos entrenando a estar presentes y no dejarnos disociar.
En la medida en que no estuvimos dispuestos a hacerlo ayer, hace una semana o un año, tampoco podremos hacerlo ahora. Después de practicar «menos deseo» consistentemente y de corazón, algo cambia. Sentimos menos deseo en el sentido de que nos sentimos menos seducidos por los Importantísimos Guiones de Nuestra Vida. Por tanto, aun en presencia de esta soledad que nos quema, somos capaces de sentarnos con la inquietud durante 1,6 segundos cuando ayer no aguantábamos ni uno. Éste es el camino del guerrero, éste es el sendero de la valentía. Cuanto menos nos descentremos y nos volvamos locos, más saborearemos la satisfacción y la frescura de la soledad
2.- Contentarse. Cuando no tenemos nada, no tenemos nada que perder. No tenemos nada que perder pero estamos programados hasta la médula para creer que tenemos mucho que perder. Esta sensación de tener mucho que perder se basa en el miedo a la soledad, al cambio, a cualquier cosa que no pueda resolverse, a la no existencia; se basa en la esperanza de que podemos evitar ese sentimiento y en el miedo a no poder convertirnos en nuestro propio punto de referencia.
Cuando dibujamos una línea por el centro de una página, sabemos quiénes somos si nos ponemos en el lado izquierdo o en el derecho, pero no sabemos quiénes somos si no nos ponemos en ningún lado. Entonces no sabemos qué hacer; simplemente no lo sabemos. No tenemos punto de referencia, ninguna mano a la que agarrarnos. En ese punto podemos perder el control, o serenarnos y asentarnos. Contentarse es sinónimo de soledad, de soledad fresca, de asentarse en esa soledad fresca. Renunciamos a la creencia de que escapar de nuestra soledad nos va a aportar una felicidad duradera, o alegría, o una sensación de bienestar, o coraje, o fuerza. Generalmente tenemos que renunciar a esta creencia como un billón de veces, hacernos amigos una y otra vez de nuestro miedo y nerviosismo, repetírnoslo un billón de veces con plena conciencia. Entonces, sin darnos cuenta, algo empieza a cambiar. Podemos estar solos sin alternativa, contentos de estar aquí mismo con el estado de ánimo y la textura de lo que está ocurriendo.
3.- Evitar actividades innecesarias. Cuando la soledad nos «quema», buscamos algo que nos salve; buscamos una salida. Sentimos esta sensación fastidiosa que llamamos soledad, y nuestra mente se vuelve loca tratando de buscar compañeros que nos salven de ella. Esto es lo que se llama actividad innecesaria: es una manera de mantenernos ocupados para no sentir dolor que puede asumir la forma de fantasear obsesivamente con un romance verdadero, o escuchar los chismes de las noticias de las seis, o incluso salir solos a pasear por el campo. La cuestión es que con toda estas acciones estamos buscando compañía de la manera habitual, empleando los viejos caminos repetitivos para distanciarnos del demonio de la soledad. ¿Podríamos tranquilizarnos y tener un poco de compasión y respeto por nosotros mismos? ¿Podríamos dejar de evitar estar solos con nosotros mismos? ¿Y qué tal tratar de no ponernos nerviosos y de agarrarnos a algo cuando empezamos a sentir pánico? Relajarse en la soledad es una ocupación valiosa.
4.- La disciplina total es otro de los componentes de una soledad encajada. Disciplina total significa que en cada oportunidad estamos dispuestos a volver delicadamente al momento presente. Esto es la soledad como disciplina total. Estamos dispuestos a sentarnos en soledad, a estar simplemente allí, solos. No tenemos que cultivar este tipo de soledad de manera especial; simplemente podemos sentarnos inmóviles el tiempo suficiente como para darnos cuenta de que, en realidad, las cosas son así. Estamos fundamentalmente solos y no tenemos nada a lo que agarrarnos. Además, esto no es ningún problema; de hecho, nos permite descubrir un estado de ser absolutamente no manipulado. Nuestras suposiciones habituales —todas nuestras ideas de cómo son las cosas— nos impiden ver las cosas de manera fresca y abierta. Decimos: «Ah, sí, ya sé»; pero no sabemos, no conocemos nada íntimamente, no tenemos ninguna certeza respecto a nada. Esta verdad básica resulta dolorosa y queremos huir de ella, pero relajarnos y volver a algo tan familiar como la soledad es una buena disciplina para darnos cuenta de la profundidad de los momentos irresueltos de nuestra vida.
5.- No vagabundear por el mundo del deseo es otra forma de describir una soledad fresca y encajada. Vagabundear por el mundo del deseo implica buscar alternativas, buscar algo que nos reconforte: alimento, bebida, gente. La palabra deseo indica una cualidad de adicción: es nuestra forma de aferramos a algo porque queremos tenerlo todo bajo control. Esta cualidad surge de no haber crecido: seguimos queriendo ir a casa, abrir el frigorífico y encontrarlo lleno de nuestras delicias favoritas. Cuando las cosas se ponen difíciles queremos gritar: «¡Mamá!», pero avanzar en el camino implica irnos de casa y convertirnos en gente sin hogar. No vagabundear por el mundo del deseo está relacionado con la capacidad de relacionarnos con las cosas tal ‘ como son. La soledad no es un problema ni es algo que queremos resolver. Y lo mismo es verdad para cualquier otra experiencia que podamos tener.
6.- No buscar seguridad en los propios pensamientos. Nos han retirado completamente la alfombra de debajo de los pies; se acabó; ¡no hay manera de salirse de ésta! Ya ni siquiera buscamos la compañía del constante diálogo con nosotros mismos sobre cómo son o dejan de ser las cosas, sobre si deben ser o dejar de ser, si deberían o no deberían ser así, si pueden o no pueden ser. En la soledad fresca y abierta no esperamos seguridad de nuestro diálogo interno, por eso hemos recibido la instrucción de etiquetarlo como «pensamiento». No tiene ninguna realidad objetiva, es transparente e inasible. Se nos anima a tocar ese parloteo y soltar, sin hacernos mucho lío al respecto.
La soledad no nos proporciona ninguna resolución ni nos pone un suelo bajo los pies. Nos desafía a entrar en un mundo carente de puntos de referencia sin polarizarnos ni solidificarnos. A esto es a lo que se llama el camino del medio o el sendero sagrado del guerrero.
Cuando te despiertas por la mañana y de repente sientes el dolor de la alienación y la soledad, ¿podrías usar ese momento como una oportunidad de oro? En lugar de perseguirte a ti mismo o sentir que te está ocurriendo algo terriblemente malo, en ese mismo momento de tristeza y anhelo, ¿podrías relajarte y tocar el espacio ilimitado del corazón humano? La próxima vez que tengas la oportunidad, experimenta con ello.
Extraído del libro: “Cuando todo se derrumba” de Pema Chödron
https://ayurvedadeltibet.com

sábado, 29 de julio de 2017

Nunca te adaptes a lo que no te hace feliz


A veces lo hacemos, nos adaptamos a lo que no nos hace feliz como quien se calza un zapato a la fuerza pensando que es su talla, y al poco, descubre que es incapaz de caminar, de correr, de volar…La felicidad no duele y por tanto no debe oprimir, ni rozar ni quitar el aire, sino permitirnos ser libres, ligeros y dueños de nuestros propios caminos.
Hace unos años una marca de jabones que comercializaba su producto para entornos laborales lanzó al mercado una gama en concreto que obtuvo bastante éxito. Impresa en la propia pastilla de jabón aparecía la frase “Happiness is Busyness” (felicidad es estar ocupado).

                  ►El mundo prefiere sabiamente la felicidad a la sabiduría
                                                                                     Will Durant

Si bien es cierto que líneas como el concepto de “flujo” Mihaly Csikszentmihalyi enfatiza la idea de que concentrarnos en una tarea en cuerpo y alma puede darnos la felicidad, en esta ecuación debe añadirse sin duda el factor que hace referencia a si esa tarea nos es significativa o no. De hecho, muchos trabajadores veían con triste ironía el eslogan de esos jabones, porque no todos se sentían felices por llevar a cabo una tarea que, si bien les aportaba una remuneración económica, lo que no tenían era bienestar psicológico.
Podríamos decir, casi sin temor a equivocarnos, que una buena parte de nosotros nos adaptamos casi a la fuerza a muchas de nuestras rutinas cotidianas, incluso siendo conscientes de que no nos hacen felices (o utilizando el símil de los zapatos, que nos hacen ampollas). Es como ir en el interior de una noria que nunca para de girar. El mundo, la vida, acontece nerviosa y perfecta ahí abajo, inaccesible y risueña, mientras nosotros seguimos cautivos de nuestras rutinas

Nos adaptamos para sentirnos seguros

De niños nuestros padres nos ataban con un doble nudo los zapatos o zapatillas para que no se desataran y no tropezásemos. Nos arropaban bajo las mantas y la colcha con sumo cariño, subían hasta arriba las cremalleras de nuestros abrigos y chaquetas para que estuviéramos bien calentitos, atendidos, cuidados.
Muchas de esas veces estábamos algo incómodos por toda esa presión corporal, pero si había algo que sentíamos era seguridad. A medida que nos hacemos mayores y adquirimos responsabilidades de adultos, esa necesidad por sentirnos seguros sigue muy presente. Sin embargo, esta indefinible pulsión por la búsqueda continua de seguridad muchas veces no dirige nuestro comportamiento desde nuestra consciencia.
Por curioso que parezca, el más sensible frente a esta necesidad es nuestro cerebro. No le agradan los cambios, los riesgos ni aún menos las amenazas. Es él quien nos susurra aquello de “adáptate aunque no seas feliz, porque la seguridad garantiza la supervivencia”. Sin embargo, y esto debemos tenerlo claro, la adaptación no siempre no va de la mano de la felicidad; entre otras razones porque esta adaptación muchas veces no se produce.
Hay quien sigue manteniendo el vínculo de su relación de pareja sin que exista un amor real, sin que haya una complicidad auténtica ni aún menos felicidad. Lo importante para algunos es escapar de la soledad y para ello no dudan en adaptarse a la talla de un corazón que no va con el suyo.
Lo mismo ocurre a nivel laboral. Son muchas las personas que optan por mostrar lo que se conoce como “un perfil bajo”. Alguien dócil, manejable, alguien que llega a bajar méritos y estudios cuando redacta su currículum porque sabe que es el único modo de adaptarse a determinadas jerarquías empresariales.
Es como si en nuestra mente existiera un nuevo eslogan grabado, como el de la empresa de jabones citada al inicio: “Adaptarse o morir, renunciar para subsistir”.
Ahora bien…  ¿de verdad merece la pena morir de infelicidad?

Para ser feliz hay que tomar decisiones

A pesar de que nuestro cerebro sea resistente al cambio y nos invite elegantemente a permanecer en nuestra zona de confort, está diseñado genéticamente para hacer frente a los desafíos y sobrevivir ante ellos. De hecho, hay un dato relacionado con esto mismo que nos invita a la reflexión.
La felicidad no está en el exterior, sino en el interior, de ahí que no dependa de lo que tengamos sino  de lo que somos.
                                                                     Pablo Neruda

Los investigadores Richard Herrnstein y Charles Murray definieron hace unos años un concepto denominado “Efecto Flynn”. Se ha observado que año a año las puntuaciones del cociente intelectual siguen subiendo. Esto se debe, entre otros factores, a que la vida moderna actual está cada vez más llena de estímulos: tenemos más acceso a la información, interactuamos más y nuestros niños de ahora procesan cada vez más rápido todos estos datos, todos estos estímulos relacionados con las nuevas tecnologías.


Ahora bien, hay un aspecto esencial del que psicólogos, psiquiatras, sociólogos y antropólogos son muy conscientes: un CI elevado no siempre va de la mano de la felicidad. Parece que eso de ser feliz y disponer de un entramado neuronal más extenso y fuerte no siempre garantiza nuestro bienestar psicológico. Es extraño y desolador a la vez.
¿Qué está pasando entonces? Nos hemos adaptado a esta sociedad de la información pero a la vez, nos recluimos en nuestras zonas de confort como quien mira la vida pasar, inventando un sucedáneo felicidad, una marca blanca que a instantes caduca y nos aboca al estrés y la ansiedad…
Se nos olvida, tal vez, que para ser feliz hay que tomar decisiones, que hay que librarnos de los zapatos ajustados y atrevernos a caminar descalzos, se nos olvida que el amor no tiene por qué doler, que la docilidad en el trabajo nos acaba quemando y que a veces, hay que hacerlo, hay que desafiar a quien nos somete y salir por la puerta de entrada para crear nuestro propio camino. Nuestra propia felicidad.

¿Qué tal si empezamos hoy mismo?

Psicología/Valeria Sabater
https://lamenteesmaravillosa.com
Imágenes cortesía de Ottdim y Hcojiscom