lunes, 17 de julio de 2017

Saber escuchar




¿Sabes escuchar?

En mi opinión, y es una opinión muy compartida, la comunicación entre personas es la asignatura más complicada –y que más quebraderos de cabeza proporciona- de todas las que tenemos que afrontar a lo largo de la vida.

Realmente es complicado hacer en todos los momentos lo que es adecuado, actuar de modo impecable, pensar con claridad y ecuanimidad, usar siempre el tono correcto y la mesura que requiere cada ocasión, o ser firme cuando eso es lo que corresponde, mostrar el grado justo de enojo cuando se produce, tratar al otro con respeto en los momentos de alteración, callar cuando es conveniente callar y no callar aquello que sí hay que decir…

El error primordial en la comunicación está en no saber expresar lo que realmente le está pasando a uno, o en enmascarar los sentimientos reales, y por parte del oyente el error primordial está en no saber escuchar.

Ser un buen escuchador requiere unas características poco comunes, que quedan alejadas de las que usamos habitualmente cuando creemos que escuchamos a alguien.

Si te fijas en tu actitud cuando escuchas, o en la de otras personas, observarás que se interrumpe al que habla muy a menudo –con lo que no se le está permitiendo al otro decir TODO lo que quiere decir-, y observarás que existe la costumbre muy extendida de pre-suponer lo que el otro va a decir y por ello no se le escucha con toda la atención lo que está diciendo.

Cuando escuchamos -por lo general- estamos más atentos a lo que queremos responder o contar, y no a lo que el otro nos está diciendo, por eso le interrumpimos, que es como decirle “lo que tú cuentas no me interesa, no es importante, lo importante es lo que voy a decir yo”.

Cuando escuchamos, y antes de decir algo –salvo que expresamente nos los hayan pedido desde el principio-, primero tenemos que preguntar –con nuestras propias palabras- si sólo quiere que le escuchemos porque necesita desahogarse o reordenar sus ideas, o si quiere que le demos nuestra opinión.

Si nos lo autoriza y le damos nuestra opinión, ésta ha de ser totalmente neutral, ecuánime, y sincera. No se trata de darle la razón, ni de decirle lo que está esperando escuchar si no coincide con lo que realmente pensamos. No le hacemos ningún favor. Si le mentimos o no somos del todo sinceros –aunque sea con buena voluntad- con ello le aportamos un consuelo que en ocasiones puede ser un alivio temporal, pero que en realidad no le ayuda porque redundamos en su mentira. En más de una ocasión he escuchado decirle a una persona seriamente enferma: “Tranquila, que tú no te vas a morir nunca”. Sin comentarios.

Ser sinceros quiere decir, obviamente, decir lo que se siente o se piensa, pero hay que tener en cuenta a la otra persona, su estado y sus circunstancias, porque lo que haya que decir se puede hacer de muchos modos. En ocasiones conviene ser claro y directo, y otras veces es mejor hacer solamente un avance para ir preparando el terreno o contarlo poco a poco. En cualquier caso, siempre hay que ser muy cuidadoso.

También es conveniente confirmar si estamos entendiendo bien lo que nos cuentan, y no basar nuestra opinión en lo que creemos que hemos escuchado en vez de en lo que nos ha dicho. Una forma de verificar que hemos comprendido bien, y al mismo tiempo demostrarle al otro que le estamos prestando atención es repetir lo que nos ha dicho. “Si te he entendido bien, has dicho que…” y entonces se le repite lo que ha dicho. Así queda confirmado y podemos empezar a reflexionar con la base clara.

Hay un dicho que deja claro lo complicado de comunicarse bien: “Entre lo que pensamos, lo que queremos decir, lo que creemos decir, lo que decimos, lo que queremos oír, lo que oímos, lo que creemos entender y lo que entendemos, existen ocho posibilidades de no entenderse”.

Escuchar con toda la atención y sin prejuicios es primordial. Ser honesto es imprescindible. Ser cuidadoso es bueno. Respetar al otro es necesario. 

Escuchar es un arte y ser un buen escuchador es un gran favor para el otro y para uno mismo.

Detente en este asunto. Es mucho más importante de lo que aparenta.

Te dejo con tus reflexiones…



Francisco de Sales
http://buscandome.es

domingo, 16 de julio de 2017

LA REVOLUCIÓN DESDE EL INDIVIDUO: SER SIN ESPERAR NADA A CAMBIO


DILUCIDACIONES SENSIBLES EN TORNO A LA AUTONOMÍA DEL SER FRENTE A LA CONSTRUCCIÓN DE EXPECTATIVAS.




Para que pueda surgir lo posible, es preciso intentar una y otra vez lo  imposible.
Herman Hesse

Vivimos —generalmente— a la expectativa del mañana, del otro, de nosotros mismos, de lo que viene, de lo que queremos que sea… Vamos moldeando lo que Somos según se cumplen nuestras proyecciones más intimas. Entre tanto configurar, manipular y esperar, nos olvidamos de observar y asimilar lo que Es y lo que Somos. Dejamos de Ser para proyectar.

Expectativa: Del latín exspectātum, mirado, visto
Esperanza de realizar o conseguir algo.
Esperanza basada en el pasado, en la experiencia ya vivida. Exquisito amalgama de todo lo que hemos sido, conocido, resentido y deseado que nos empuja a construir castillos en el aire. Esperanza que roza peligrosamente con la creencia, en tanto que suele encarcelarnos. Robert Anton Wilson nos recuerda constantemente en sus libros que en el momento en que escogemos creer algo por sobre lo otro, estamos descartando en vez de incluir, reducimos las posibilidades en vez de multiplicarlas al infinito en un mundo donde todo es posible.

Cada vez que generamos una expectativa estamos apostando todo lo que es por todo lo que podría ser. Estamos colocando una apuesta, sobre otra apuesta: toda expectativa está anclada en la percepción y “toda percepción es una apuesta” (Edmund Husserl, filósofo alemán fundador de la fenomenología trascendental). Entre fantasías y desafíos se nos escapa el Ahora y frecuentemente nace la desilusión –hacia nosotros, el otro, lo que es y lo que no es.

Bienaventurado el que nada espera, porque nunca sufrirá desengaños.
-                                                                          Alexander Pope

La decepción pesa. Así suele nacer el drama. Caprichosos por excelencia, pasamos de ser actores a ser simples circuitos reaccionando a impulsos eléctricos similares a los que te da el “señor de los toques” en las cantinas mexicanas. Así creamos escenarios inverosímiles dignos de cualquier telenovela, que luego desconocemos estupefactos. Nos pesa encarnar aquello que no proyectamos y entonces nuevamente generamos expectativas de lo que debería de ser y/o suceder.

Así nacen los círculos viciosos.
Cualquier situación servirá para reflejarnos el estado actual de nuestro Ser —como si fueran servicios en los cuales el mecánico te indica lo que hace falta hacer y tú decides si hacer caso omiso o arreglarlo. La vida tiene esa exquisita manía de enfrentarnos con aquello que no queremos reconocer en nosotros. Podríamos llegar a pensar que todo Sucede para revelar(nos) aquello que pretendemos desconocer en el otro que no es otro.

Un hombre no mide su altura en los momentos de confort, sino en los de cambio y controversia.
                                                          Martin Luther King

La adversidad desenmascara. Aquello que niegas es precisamente a lo que le huyes, siempre servirá para derrotarte al final. Cuando uno no se sabe y reconoce tal cual Es en el Ahora, uno sólo puede ocupar el rol de víctima o victimario. Dice un proverbio africano: “Cuando no hay un enemigo interior, los enemigos exteriores no pueden hacerte daño.” No hay afuera y adentro, todo como reflejo de tu esencia más intima que a su vez es una de las tantas manifestaciones del Uno. No hay bien o mal: todo como matiz del Uno. No hay nada que esperar, todo Es. El corazón siente, la mente juzga, la energía fluye.

Además, todo sucede simultáneamente, porque el tiempo no existe. Sólo percibes un porcentaje mínimo de las infinitas posibilidades, y tu percepción está directamente ligada con la frecuencia que emites. La vida como un libro de la serie “Escoge tu propia aventura” donde al final de cada capítulo, según la observación y el análisis que hiciste de los hechos, decides el paso a seguir. De tu capacidad de observación y determinación dependerá el resultado; de la frecuencia en la que resuenas dependerán las opciones que percibes.

La determinación no es un pensamiento, ni un objeto, ni un deseo.
Es lo que te hace invulnerable.
La determinación es lo que empuja al chamán a través de una pared.
Lo hace volar por el espacio hacia el infinito.
                                                                                     Carlos Castaneda

La clave está en Ser, plenamente consciente de lo que Es.

Expresar(te) en todo momento.

No imaginar el futuro, ni soñar con en el pasado. Evitar que la mente divague y concentrarnos en el momento presente. Expresa lo que Eres y siente(te) sin miedo a lo que pueda Ser, y sobre todo sin esperar nada a cambio. No importa cómo el otro o el mundo reaccione a lo que Eres, la clave está en ser sólo por el gusto de Ser en ese preciso momento, dejarse guiar por la sincronía entonada a la determinación, que a su vez se alinea con el corazón. 

La felicidad es cuando lo que piensas, lo que dices y lo que haces están en armonía.
                                                            Gandhi 


http://pijamasurf.com
ilustración Daniel Martín Diaz

sábado, 15 de julio de 2017

La Lucidez


La mente ofrece zonas oscuras, opacas, pero también luminosas y esclarecedoras. La lucidez es la luz mental que se deposita sobre los objetos con los que chocamos constantemente. Es claridad, visión abarcante y vía de acceso a la comprensión.

    Las trabas mentales quedan por debajo del umbral de entendimiento que reporta la lucidez. Es luz arrojada sobre la masa de oscuridad en la que se desenvuelve la ignorancia, y no precisamente del tipo de ausencia de conocimientos, sino la más esencial en el desarrollo de nuestra existencialidad.

    La lucidez es la lámpara que se activa al encender el interruptor de la consciencia. Se apoya en la atención, atraviesa la neblina de la ofuscación y eleva el grado de la percepción.
    Sin lucidez el caos se adueña, la tela de confusión nos atrapa y la distorsión de la realidad se amplifica. Con lucidez las descripciones están a mano, el proceder se realiza en alerta perceptiva, y la mecanicidad se debilita.

    La lucidez no es un estado de superioridad, sino un estado de conciencia elevada. Al igual que la luz no destruye la oscuridad sino que la disipa, en su presencia, no hay espacio para lo oscuro, pues lo ominoso sólo aparece en el margen que deja su ausencia. Por ello, la lucidez, no representa lucha, sino una cualidad que acompaña la presencia delimitando un acceso restringido a todo lo que sea antagónico.



 Sin lucidez el instinto puede llegar a prevalecer creándose actos crueles e indelebles; con lucidez, el arropo de la consciencia sistematiza una ejecución sabia y responsable, ya que dicha luz debe ir acompañada de un corazón noble y no quedar al servicio de lo destructivo.

    La lucidez no es sólo argumento intelectivo, también es antesala a la intuición. No sólo es comprensión racional, sino trampolín hacia entendimientos lejos de la lógica. No es sólo encadenamiento aritmético, sino dilucidar a lo que escapa de lo aparente.

    Su vislumbre no es siempre un estado sostenido: a veces, la lucidez, se presenta por ráfagas, golpes de luz, o provocado por algún estímulo que lo refuerce. Esos destellos permiten que el sujeto, por instantes, alcance la cima más alta de la montaña. Permite que desde su posición vea con más nitidez el recorrido hacia el valle. Pero la lucidez sin más, puede convertir a la persona en una visionaria, en alguien adelantada a su tiempo y que, por ello, quede atrapada en la operatividad de su mente. Es una lucidez que le distancia de su corazón, que puede rozar el rango de erudito y le puede instalar en un peldaño por encima de los demás.

    Este tipo de lucidez puede tornarse fría, calculadora, asociada a fines personalistas. Este tipo de lucidez no alcanzará el rango de sabiduría porque no habrá florecido junto a la compasión. La lucidez que se desenvuelve entre mente y corazón es presta, cercana, cálida y asociada al bienestar de todos. Es una lucidez donde no gestiona el ego, y donde el ser se aproxima para alcanzar la comprensión final de todo lo fenoménico.

    Pero la lucidez también esconde su faz hiriente. Al ¨ver¨ también se asoma el dolor, el sufrimiento, lo detestable, ruin y mezquino que a veces acompaña al ser humano. Por ello, de nuevo, la lucidez no puede quedarse en manos únicamente de la parte intelectiva de la mente, porque tratará de diseccionar, racionalizar, buscar el porqué de los porqués, y al final se optará por regresar a una visión menos penetrativa por tal de no encarar las cosas como son.

    La lucidez debe mecerse en el equilibrio de ánimo, en la ecuanimidad, en la visión inafectada, para que así no se tambalee la claridad que permite esa mirada por encima que detecta una realidad elevada. De ese modo el estado de lucidez va más allá de ser inteligente, va más allá de un saber de conocimientos. Todo ello se reproduce en la mente, y la lucidez salta de la mente, asoma la cabeza lejos de sus parámetros y experimenta una vivencia única y personal.

    Cuando se logra la lucidez, o atisbos de ella, todo obtiene su cabida, no hay opuestos, nada sobra, nada falta. La lucidez no es selectiva; o se ve, o no se ve, pero se puede caer en la trampa de parecer ver. Entonces uno puede quedar atrapado en la creencia de que es lúcido, dejando de ver paradójicamente la verdadera lucidez.

    Conquistar la lucidez no es tarea fácil, porque su conquista no es acumular lo sabido, sino exprimir lo experimentado.



    En el desarrollo vivencial, la lucidez, es un apartado bello por el cual merece la pena indagar, pero sin convertirlo en algo que nos separe del resto, sino que nos acerque y aproxime a la verdadera sensación de sentirnos parte de un todo.


Raúl Santos Caballero
http://raulsantoscaballero.blogspot.com.ar/

viernes, 14 de julio de 2017

EL MISTERIO DE LAS EMOCIONES


El interés por desentrañar el misterio de las emociones se remonta a los mismos inicios de la civilización humana. Bien o mal gestionadas, las emociones son hijas de la vida y no pocas veces, según Vincent Van Gogh“capitanean nuestra existencia y las obedecemos sin siquiera darnos cuenta”.
Su lado más oscuro da la cara, precisamente, cuando las obedecemos así y nos dejamos arrastrar por la inmensa energía que generan. Dios nos crea con emociones, pero de nosotros depende gestionarlas, manejarlas con sabiduría y guiar la fuerza que desencadenan a favor de lo más positivo y hermoso que anhelamos en la vida.
Las emociones influyen sobre los tres componentes que definen la existencia del ser humano: el corporal, el mental y el espiritual. El nivel de paz interior y bienestar depende mucho del control que ejercemos sobre ellas. Cuando nos dominan, desatan reacciones químicas en el cuerpo que dañan tanto la salud física como la mental. En el plano espiritual, las más complejas —ira, miedo, odio— dejan huellas que tienden a enrarecer la felicidad.
Dice el Dalai Lama que “las emociones son estados mentales y el único método para manejarlas debe venir desde adentro”“Ellas nacen por influencias externas, pero, después de que están adentro, depende de uno mismo impulsarlas a favor de los intereses propios o sufrirlas y dejar que nos dominen”.
Los seres humanos estamos diseñados para crearlas, aprovecharlas o padecerlas, pero nunca para evitarlas. Esto justifica, por supuesto, el eterno interés del hombre por desentrañar sus secretos. En mi libro “El analfabeto emocional”, que acaba de publicarse, me adentro en el mundo de las emociones e intento revelar sus características y las consecuencias negativas que provocan cuando se nos escapan de las manos.

Resalto la importancia de educarnos emocionalmente, para detectar a tiempo la llegada de una emoción e identificarla. También de contar con la habilidad de gerenciarla y dirigir todo su ímpetu a favor de nuestros propósitos. Dejarse conducir por el primer impulso, nada tiene de provechoso. Es síntoma de un analfabetismo emocional que nos hace vulnerables, en medio de esta realidad rigurosa, a veces atolondrada, que nos toca vivir. De nuevo te invito a la reflexión.

Ismael Cala
ismaelcala.com

jueves, 13 de julio de 2017

¿Cómo cambiar nuestros pensamientos para cambiar nuestra vida?


    

  





Una manera sencilla de ver qué relación existe entre nuestro cuerpo y nuestros pensamientos es observar lo que sucede con el estrés: tenemos dos sistemas de protección en nuestro cuerpo: el sistema de protección externo, que nos defiende de lo que sucede en nuestro entorno, y el sistema interno, que revisa lo que está pasando en el interior de nuestro organismo.



Si veo a un tigre y si veo a un antiguo jefe voy a responder de la misma manera, voy a tener la reacción de luchar o arrancar, pero cuando no puedo pelear, porque no está aceptado socialmente, y no puedo correr, porque… ¿hacia dónde arranco? Entonces los químicos que produce el organismo comienzan a operar en nuestro cuerpo pero no hacemos nada con ellos.

Todos los organismos de la naturaleza están diseñados para el estrés agudo. Los seres humanos somos tan inteligentes que podemos hacer que el pensamiento sea más real que cualquier otra cosa, y, debido a que somos tan inteligentes, tenemos un banco de memoria tan enorme que podemos anticiparnos a un evento que vaya a ocurrir, podemos preparar la mente para futuras circunstancias y con ello encender la respuesta de estrés solamente con el pensamiento.

Ahora, cuando encendemos la respuesta al estrés y no podemos apagarlo, vamos encaminados a la enfermedad, porque el cuerpo no va a lograr soportar un desequilibrio tanto tiempo. Entonces sucede lo que llamamos ansiedad o desórdenes obsesivos compulsivos, insomnio, depresión… Todas las enfermedades de adultos están creadas por los químicos del estrés, y la redundancia de esos químicos activa los genes que hacen que nos encaminemos a nuestro destino genético.

Si estamos movilizando toda nuestra energía para el sistema de protección externo, no hay energía para el sistema de protección interno, no hay energía para los proyectos de creación a largo plazo, no hay energía para las reparaciones, el crecimiento y la regeneración. Entonces, si dos células cancerígenas se juntan, toda la energía se está movilizando para el sistema de protección externo, por lo que no hay seguridad interna: se juntan estas dos células de cáncer y crecen, porque nadie las revisa, porque nuestras tropas están siendo enviadas para otro lado. Es como si supiéramos que viene un huracán a Santiago, ¿quién pensaría en remodelar su cocina? Eso es exactamente lo que pasa en el cuerpo. No hay energía para la reparación, no hay energía para proyectos de construcción a largo plazo, y el sistema de protección interno, el sistema inmunológico, comienza a sufrir.

►Entonces, ¿los pensamientos pueden también sanarnos?

Si nuestros pensamientos pueden enfermar ¿no pueden acaso mejorarnos también? ¿Podemos encender nuevos genes y apagar los antiguos?
Cuando vivimos un estado emocional siempre va a haber una brecha entre la forma en que se ven las cosas y la forma en que realmente son. Esos químicos de supervivencia son los que nos llevan a estados emocionales negativos.
Pero podemos cambiar la forma en que funcionan nuestros cerebros, al interrumpir los programas normales de cómo sentimos y pensamos. Al principio es muy difícil, porque no sabemos cuán adictos estamos a nuestros estados emocionales, y nos volvemos adictos a estos estados emocionales porque las emociones encienden el cuerpo para que podamos sentirnos vivos y nos volvemos adictos a ese sentimiento. Así que la persona a quien le da rabia, mantiene esa emoción en su vida para poder sentir esa rabia, para poder sentirse viva.

Al hacer que nuestros cerebros funcionen de manera diferente, estamos creando una mente nueva, y así comenzamos a cambiar nuestro estado mental.
¿Qué es lo que ustedes practican mentalmente todos los días? ¿Qué es lo que usted demuestra físicamente todos los días? Porque lo que practicamos mentalmente, lo que pensamos mentalmente todo el día, y lo que actuamos o demostramos físicamente todos los días representa quiénes somos del punto de vista neurológico.

Ahora es el momento

La física cuántica dice que el ambiente es una extensión de nuestra mente, entonces si realmente cambiamos nuestra mente, ¿no debería aparecer algo totalmente distinto en nuestro mundo? Deberíamos convertirnos en científicos y decir ya muy bien, conciencia mayor y campo objetivo, campo cuántico, ¡ahora quiero una señal, quiero que me indiques que he hecho contacto contigo y quiero que me lo muestres de manera que me sorprenda, que me emocione, que me inspire, que no lo pueda predecir, porque si pudiéramos predecirlo, no es nuevo.

La mayoría de nosotros tomamos decisiones así: “mañana empiezo”. Tenemos la intención, pero el cuerpo no recibe la señal. Cuando nos decidimos y decimos “basta, suficiente”, ésa es la primera vez que el cuerpo recibe una señal. Cuando lo hacemos, cuando verdaderamente cambiamos la mente, no es sólo de la mente, es el ser.
Entonces tiene que venir o llegar de una manera que sea mayor o superior a nuestro entendimiento, que produzca un nuevo sentimiento de entusiasmo, que no deje duda alguna de que ha venido de ti, para que sea cada vez más fácil aceptar que tú eres el creador de tu propio destino.

¿Y cómo se hace?

Tenemos dos sistemas de memoria: el declarativo y el no declarativo, el subconsciente.

Las memorias declarativas son memorias explícitas: conocimiento y experiencia, hechos y eventos, filosofía y experiencia, y cuando aprendemos algo nuevo, todo lo que se ha aprendido queda aquí, programado en el neocortex, en el cerebro, y empezamos a pensar en esto y a analizarlo y a reflexionar sobre ello y a meditar sobre ello, al hacerlo vamos a organizar los circuitos en el cerebro.
Pero cuando finalmente aprendemos la información, y la aplicamos, la personalizamos, la demostramos, modificamos nuestra conducta, ahí si vamos a tener una nueva experiencia y esa nueva experiencia va a crear una nueva emoción, y ahora tenemos dos cerebros funcionando juntos, el cerebro pensante y el que siente. Tenemos mente y cuerpo comenzando a unificarse.

El conocimiento es el precursor de la experiencia. Cuando hacemos lo nuevo una y otra vez, activamos este sistema de memoria no declarativo, subconsciente. Este es el sistema de memoria implícito en el cual el cuerpo lo ha hecho tantas veces que ahora sabe más que el cerebro, ahora se ha convertido en el cerebro. Aquí es cuando mente y cuerpo están trabajando juntos. Aquí están nuestras habilidades, nuestras conductas, nuestras reacciones emocionales, nuestros condicionamientos. Es nuestra memoria asociativa y una vez que estamos ahí, en este estado del ser, significa que mente, cuerpo y alma están trabajando juntos.

Una persona intelectualmente puede declarar que quiere ser feliz, pero su ser está infeliz porque simplemente es una habilidad que debe adquirir. Cuando la mente quiere una cosa y el cuerpo quiere otra, no se responden nuestras plegarias, no podemos cambiar.

La persona que realmente quiere cambiar, si comenzara a volverse consciente y hacer que sus pensamientos inconscientes, sus acciones inconscientes y sus sentimientos inconscientes se vuelvan conscientes, comenzará a controlarlos, y si comienzan a practicar este nuevo ser, de pensar a hacer, ese nuevo estado químico interno que memorizó, ahora será superior a cualquier cosa en su vida externa.

El campo cuántico responde a quién estamos siendo. El campo cuántico organiza los eventos, las experiencias, para que vengan a nosotros y eso es lo bonito, la alegría de estar vivo.

La neuroplasticidad

Tenemos tres cerebros en uno: el pensante, el neocortex; el cerebro emocional, el que hace cosas, y el del ser, el cerebelo. La posibilidad de conexiones de las neuronas en el cerebro humano es mayor que la cantidad de átomos en el universo. Las neuronas son tridimensionales, más o menos 100 mil neuronas caben en un grano de arena. Aprender significa crear nuevas conexiones sinápticas entre ellas.
La neuroplasticidad es la habilidad de cambiar el alambrado sináptico del cerebro. Al aprender información y registrar experiencias y mantener un estado modificado del ser, la plasticidad nos permite evolucionar nuestras acciones o modificar nuestra conducta de modo que podamos hacer mejor las cosas en la vida.

Por el contrario, la que yo llamo “neurorigidez” es el usar nuestras conexiones sinápticas precableadas, es decir, memorias. Sin hacer nuevas conexiones, no se aprende de la experiencia. Rigidez es procesar los mismos pensamientos, realizar las mismas acciones y luego esperar que ocurra algo distinto, y eso, por supuesto, es locura.

La mente es el cerebro en acción, es el cerebro trabajando, un producto de la actividad del cerebro. El lóbulo frontal es la base de nuestra voluntad, de nuestro aprendizaje, de nuestra intención, atención, invención, especulación, toma de decisiones, es como controlamos nuestra conducta, es como nos concentramos. Además es lo que restringe nuestras reacciones emocionales. Es la parte más nueva y más evolucionada del cerebro y del sistema nervioso, y es la parte más neuroplástica de todo el cerebro.

Cuando el lóbulo frontal trabaja correctamente nos permite que un pensamiento sea más real que todo lo demás. Y esto es porque tiene conexiones a todas las partes del cerebro y puede acallar todos los demás circuitos para que nada más se pueda procesar salvo ese pensamiento. Así es como puede modificar nuestra conducta y combinar todas estas redes neuronales dentro de nuestro cerebro para crear una nueva idea.

¿Cómo lo logramos?

El proceso de meditación es hacerse conocido, conocer el ser antiguo ara poder controlarlo y luego practicar mentalmente este nuevo ser hasta que se nos haga conocido, familiar. Esta práctica mental básicamente trata de pensar en quién queremos convertirnos, quién queremos ser, es practicar una acción antes de hacerla. Es imaginar ya realizada una nueva habilidad, es reproducir constantemente el mismo nivel de mente a voluntad y debe hacerse todos los días para que se formen estos nuevos circuitos.

Entonces uno va a decir en su mente cómo pensaría una persona con la característica que queremos adquirir, por ejemplo, una persona saludable. ¿Cómo pensaría una persona saludable? ¿Cómo actuaría? Quiero ser y soy saludable. Y a medida que se empieza a enviar esas señales a las neuronas, al principio hay un problema: están todas esas otras neuronas que están disparando al mismo tiempo y dicen “no eres saludable, ándate a dormir, empieza mañana, el doctor dijo que vas a estar enfermo para siempre…”
Podemos insistir y decir una y otra vez nuestro nuevo pensamiento, y cada vez más fuerte. El proceso de hacerlo una y otra vez en forma repetida, con una férrea intención, tarde o temprano se convertirá en una señal más fuerte, sólida, hacia las células. Y una vez que ésta sea la señal más fuerte que llega a la célula, el circuito va a tener que cablearse de manera permanente.

Sólo hay una cantidad de factor de neurocrecimiento en el cerebro y la neurona comienza a robar el factor de neurocrecimiento de las otras conexiones. Y a medida que empieza a cablear permanentemente, comienza a sacar el pegamento de las que están a los costados, y cuando pasa eso se van despegando, se va la memoria del doctor, se va la de la flojera y se va toda esta sensación de no quererse a si mismo. Hay ahora una sola señal a su cuerpo: soy saludable.

Podemos creer en el futuro que no podemos experimentar con nuestros sentidos pero que hemos pensado tanto en nuestras mentes que ya está mapeado en nuestro cerebro. Ahora cuando apliquemos este nuevo paradigma con éxito, nuestro cerebro ya no será un registro del pasado, sino que será un mapa hacia nuestro nuevo futuro. Vivir según esta ley es vivir según la ley cuántica y la ley cuántica dice que nuestro ambiente es una extensión de nuestra mente. Si cambiamos nuestra mente, nuestra vida debería cambiar.

Fuente: Joe Dispenza