martes, 14 de marzo de 2017

REENCUÉNTRATE CON LA ARMONÍA PERDIDA



Partiendo de la base de que a todos nos educan dentro de una sociedad consumista, y los objetivos para los que nos preparan están relacionados con el supuesto “bienestar” social, es casi lógico que la espiritualidad y el Crecimiento Personal no estén entre los objetivos de nuestra educación.
Crecemos en este tipo de sociedad, pero… algo falla.

Las satisfacciones que vamos obteniendo no nos llenan plenamente: son efímeras. Ni siquiera al conseguir tener un buen trabajo y ganar dinero, que son los objetivos que nos inculcaron, nos encontramos en plenitud.

En el fondo se siente un descontento que no está causado por la escasez o falta de algo, ni por la necesidad de más dinero, o éxito, o poder. 

No es la ausencia de “algo” lo que nos proporciona ese descontento, sino la ignorancia de qué es lo que nos falta.

Sentimos que no estamos completos, que las felicidades momentáneas no son lo que realmente deseamos, que tiene que haber algo más, pero no sabemos qué es ese algo más, ni en qué consiste, y aún menos dónde y cómo buscarlo.

Si te encuentras en una situación similar a la descrita, sigue leyendo, por si acaso.

Sería conveniente recuperar la espontaneidad; traer al uso diario aquel niño que fuimos, que estaba exento de unas preocupaciones que nos hemos impuesto; ser juguetones sin que la edad, cualquiera que sea, nos imponga una seriedad o rigidez que, a veces, agobia y obstaculiza la naturalidad; 
No se debe negar que existe una necesidad interna de ser libres, de escaparse de los condicionamientos, de jugar por jugar, reír por reír, y hasta vaguear. Y negarlo, además, es antinatural, porque conlleva la mutilación de una parte de nuestra naturaleza. Por todo ello, no se deben acallar ni las emociones ni los impulsos.

En la psicoterapia uno de los principales trabajos es intentar volver a contactar con las partes de sí mismo que uno niega.
Parece ser que, como seres humanos, nos hemos impuesto unas normas a cumplir para estar en el mundo, que se basan, básicamente, en obligaciones y responsabilidades, y no hemos puesto el mismo interés en marcar unas reglas por las que el disfrute haya de ser habitual, incensurable, deseado, manifestado…
Si un extraterrestre llegara a la tierra y viera esto le parecería que estamos mal organizados.

En nuestro interior estamos pidiendo a gritos protección, cuidado, aventura, juegos… y expresarnos sin censura, ni por parte propia ni de la sociedad.
Los problemas emocionales se producen a partir de la negación o del intento de acallar o transformar nuestras emociones naturales, porque perdemos el contacto con nuestra auténtica naturaleza y con la armonía interna, que necesita que todas sus partes se manifiesten libremente.
Una vez leí un artículo que confirmaba que estaban obteniendo grandes éxitos en el tratamiento de la fibromialgia, y otras “enfermedades”, al hacer que los pacientes manifestaran sus emociones reprimidas.

Si nos observamos en los momentos de espontaneidad nos daremos cuenta de que es cuando realmente nos sentimos nosotros mismos. Somos más naturales en esos instantes que en los otros, más rígidos y artificiales.

Sería conveniente dedicar el tiempo y la atención necesarios para averiguar qué nos hace daño.
Nos hace daño, por ejemplo, imponernos demasiados “debería”, y ser adictos al “tengo que”, porque llevan implícita una sensación de tensión y agobio, y una pesada losa inflexible.
Se dice, y es cierto, que si cambiáramos el “debería” y el “tengo que”, por “es mi deseo”, o por “decido”, aunque sea la misma tarea la que vamos a realizar, en cambio, psicológicamente es más liviana: a todos los efectos, estamos haciendo lo que vayamos a hacer de un modo que implica satisfacción y el cumplimento de un deseo o decisión propia.

Sería conveniente verificar si somos o no demasiado rígidos con nosotros en la búsqueda de la perfección, si queremos hacerlo todo muy deprisa, si nos quedamos en el intento porque no ponemos todo de nuestra parte, si insistimos en aparentar una fortaleza que no tenemos... 
Vivir con tensión resta pureza a nuestra vida, y crea un desequilibrio que no es útil ni necesario.

Abre tu mente. Ábrete a nuevas creencias y nuevas formas de ver la vida. Date permiso para vivir una realidad distinta. Deja a tu curiosidad que te plantee sus cosas.

Autoriza la manifestación habitual del placer y la alegría. Juega. Rescata la parte lúdica. Escucha la voz de tus deseos, y cumple todos los que sean sanos. Busca a quien eres realmente, y permítele manifestarse sin censuras.

Contacta con gente sin dobleces ni artificios. Son esos que siempre llevan una sonrisa plantada en los labios, que te miran a los ojos, que ríen de un modo sincero, que son campechanos y pacíficos. Son los que demuestran su dignidad. Son esos que sabes que nunca te traicionarán.

Acércate hasta la naturaleza todo lo que puedas. Déjate saciar por la paz y el bienestar que encontrarás en ella.

Contacta asiduamente con tu espiritualidad. Varias investigaciones indican que los seres humanos tenemos cierta función neuronal dirigida a la experiencia trascendente. La espiritualidad está para ayudarnos. Utiliza el yoga, la meditación, el silencio, los libros religiosos, la música, o cualquier otro camino que te lleve a ella. Es una necesidad casi vital.

Si quieres recuperar la armonía, si quieres ser más tú mismo, sé sincero. Es imprescindible. No te preocupes por lo que piensen o digan los demás: sólo a ti tienes que darte cuentas. Sé honesto y no te traiciones nunca.

Francisco de Sales
buscandome.es

lunes, 13 de marzo de 2017

8 Puntos De Presión Para Reducir El Estrés

Cada persona tiene sus propias formas de lidiar con el estrés, algunos escapando a algún lugar soleado, otros tomando una copa de vino, y otros intentando ignorarlo. A pesar de tener algunas ventajas, estos métodos nos brindan una solución temporal que nos permita atravesar determinadas circunstancias en el momento exacto que necesitamos.
Para nuestra fortuna, existen diferentes puntos de presión que nos ofrecen una solución efectiva y a largo plazo para combatir el estrés. Dichos puntos se encuentran distribuidos en diferentes áreas del cuerpo que pueden desencadenar una gran variedad de efectos en la mente y el cuerpo cuando se les aplica presión.
Cuero cabelludo

El cuero cabelludo está lleno de puntos de presión, muchos de los cuales pueden ser utilizados para aliviar el estrés de forma efectiva. Cuando estés sentado en la oficina o en tu casa, inclínate hacia atrás y utiliza dos dedos para masajear el punto donde el cuello se encuentra con la cabeza, durante unos 20 segundos. Gran parte del estrés que acumulamos durante todo el día se concentra en los hombros y los músculos del cuello, por lo que ejercer presión sobre esta zona puede ayudar a reducir el estrés.
La oreja

Este punto de presión es conocido como “Shen men” (la puerta del espíritu) y considerado uno de los mejores puntos corporales para aliviar el estrés. En reflexología, los masajes en este punto también son utilizados para reducir la inflamación y el dolor en el cuerpo. Se recomienda utilizar una lapicera o un palillo para realizar los masajes, respirando lenta y profundamente durante el proceso.
El pecho

Muchas veces, el estrés nos hace olvidar cómo respirar de forma correcta. Este punto de presión ayuda a reducir el estrés que se acumula en el pecho, permitiéndote respirar con normalidad. Para masajear este punto, utiliza la yema de un dedo para realizar golpeteos rítmicos sobre la zona, mientras respiras lenta y profundamente. Si sufres de estrés crónico, combina los masajes en este punto, con masajes en la zona entre las cejas. La conexión entre estos dos puntos ayuda a relajar el sistema nervioso.
El estómago

Muchos reflexólogos prefieren utilizar este punto porque ayuda a crear un movimiento que libera el pecho y el diafragma, mejorando el proceso respiratorio. Luego de realizar este tratamiento, los pacientes suelen respirar de forman más pausada y profunda, y sentir una sensación general de alivio y bienestar.
El antebrazo

Este punto de presión es común en tratamientos de acupuntura y reflexología. Su objetivo es reparar la inversión del flujo de energía en el cuerpo, causada por la ansiedad y el estrés. En este sentido, la presión sobre este punto permite que la energía circule en la dirección correcta, aliviando el estrés y promoviendo la salud mental.
La Palma

En el mismo momento que apliques presión sobre este punto sentirás que el estrés comienza a evaporarse. Este punto de presión está ubicado en uno de los meridianos, también llamados canales de energía, más importantes del cuerpo, ya que afecta el corazón, el hígado y el páncreas. Muchos especialistas creen que la mayor parte del estrés que experimentamos es almacenado en el hígado, por lo que ejercer presión sobre este punto es efectivo a la hora de aliviar el estrés. Los masajes en esta zona también pueden utilizarse para tratar el dolor de cabeza, la indigestión y el insomnio.
Las pantorrillas

Si sientes que se ha acumulado estrés en la parte superior de tu cuerpo, los masajes en este punto serán la solución perfecta para ese problema. Esta zona es bastante sensible en personas que deben lidiar con situaciones estresantes con frecuencia, o en mujeres en particular.
Los pies

La aplicación de presión sobre este punto ayuda a aliviar la mente estresada que constantemente se encuentra pensando en las causas de su estrés. Muchos reflexólogos creen que este es el mejor meridiano para tratar problemas de páncreas. Además, su ubicación en el centro del pie ayuda a los pacientes a aliviar el estrés y concientizarse sobre la importancia de la salud de su cuerpo y su mente.
Lautaro O. para
http://www.todo-mail.com/

domingo, 12 de marzo de 2017

Conciencia Emocional: Las emociones que no gestionas, te controlan



Todos experimentamos emociones, pero no todos somos capaces de reconocerlas y ponerles nombre. De hecho, ¿sabías que se han llegado a catalogar unas 250 emociones y sentimientos? Entre la tristeza y la alegría, entre sentirnos mal o bien, existe un amplio abanico emocional en el que deberíamos profundizar.

Si no somos capaces de reconocer nuestras emociones y sentimientos, si no encontramos sus causas y no comprendemos cómo impactan en nuestros comportamientos y decisiones, no podremos gestionarlos adecuadamente y terminaremos viviendo en una montaña rusa emocional. Por eso es tan importante desarrollar la conciencia emocional.

Bruma emocional: Los peligros que entraña no distinguir las emociones

Un estudio muy interesante realizado por psicólogos de la Universidad de Michigan reveló que las personas que sufren depresión tienen una característica en común: no distinguen con precisión las
diferencias entre las emociones negativas que experimentan, como la tristeza, la culpa, la ira y la frustración. Esto podría explicar, al menos en parte, por qué la depresión es tan difícil de superar.
Para llegar a estas conclusiones los investigadores les pidieron a personas sanas y a personas que padecían depresión que reportaran sus emociones en momentos concretos a lo largo de una semana. Así descubrieron que a las personas deprimidas les resultaba muy difícil distinguir entre las diferentes emociones negativas.

Estas personas estarían sumidas en una especie de “bruma emocional”, la cual se genera cuando no somos capaces de distinguir las emociones y etiquetarlas. El problema es que ese estado puede agravar estados como la depresión o la ansiedad. De hecho, es difícil mejorar nuestra vida si no sabemos exactamente cómo nos sentimos sobre algunos de sus aspectos.

Por ejemplo, ¿te imaginas qué difícil sería saber cuándo ha llegado el momento de llenar el tanque de combustible si no tuvieras ese indicador en el salpicadero del coche? Algo similar ocurre con nuestro estado emocional, no podemos mejorar o utilizar las emociones a nuestro favor si no sabemos cómo nos sentimos y por qué.

¿Qué sucede en el cerebro cuando etiquetamos una emoción?

Un estudio llevado a cabo en la UCLA desveló qué ocurre en nuestro cerebro cuando etiquetamos las emociones negativas. Estos neurocientíficos les pidieron a un grupo de participantes que vieran imágenes en las que aparecían rostros enfadados o con miedo.
Esas imágenes incrementaban la actividad en la amígdala, una región del cerebro íntimamente vinculada con las emociones que actúa como una alarma cuando detecta un posible peligro y desencadena una serie de cambios fisiológicos que nos preparan para huir o atacar. De hecho, se ha apreciado que la amígdala responde intensamente incluso ante imágenes subliminales, que nuestra conciencia no capta.

En este punto, los investigadores se preguntaron si el simple hecho de etiquetar esas emociones podría atenuarlas y disminuir el nivel de activación de la amígdala. A continuación, les pidieron a los participantes que identificaran las emociones que estaban viendo. Los resultados fueron asombrosos: casi inmediatamente la actividad de la amígdala comenzó a disminuir, mientras se activaba la corteza prefrontal ventrolateral, una zona vinculada con el pensamiento, la inhibición del comportamiento y el procesamiento racional de las emociones.

En práctica, lo que sucede es que cuando etiquetamos lo que sentimos nos vemos obligados a activar la parte más racional del cerebro. Esa zona echa una especie de “freno de mano”, evitando que las emociones tomen el control. Al entender lo que nos ocurre, el impacto emocional negativo disminuye y hace que las emociones sean menos dolorosas.

Un programa para desarrollar la conciencia emocional

La conciencia emocional es la capacidad para reconocer nuestras emociones, identificarlas y ponerles un nombre. Esto significa, ante todo, la posibilidad de experimentar y reconocer múltiples emociones, sentimientos y estados de ánimo. También implica que la persona domina un vocabulario emocional suficientemente rico que le permita expresar exactamente lo que siente.

Sin embargo, la conciencia emocional no se limita a reconocer y etiquetar las emociones sino que también significa comprender cómo impactan en nuestros comportamientos y pensamientos. Además, implica saber qué estamos sintiendo y por qué, encontrar la causa de esos estados y, sobre todo, aprender a usarlos a nuestro favor.

No nacemos con una conciencia emocional, esta se va desarrollando poco a poco, a medida que vamos experimentando nuevas emociones y los adultos que nos rodean nos ayudan a etiquetarlas y gestionarlas. Desgraciadamente, en muchos casos ese aprendizaje no se produce y la conciencia emocional se atrofia. Eso no significa que la persona no sea capaz de experimentar muchísimas emociones y sentimientos, sino que no es capaz de reconocerlos y, por ende, le resulta mucho más complicado gestionarlos.

La buena noticia es que la conciencia emocional se puede potenciar en cualquier etapa de la vida. De hecho, ese es precisamente uno de los objetivos del programa “Conciencia Emocional” diseñado por la Escuela Europea de Coaching,

Este programa, concebido como un entrenamiento vivencial de carácter eminentemente práctico, está dirigido tanto a los psicólogos, coaches, profesores y trabajadores sociales como a todas las personas que quieran desarrollar sus capacidades emocionales.
A lo largo de 9 sesiones los participantes podrán profundizar en el universo emocional a través de herramientas que facilitan el descubrimiento, la experimentación, la profundización y la gestión de las emociones.

El programa, que ha llevado más de dos años de desarrollo y cuenta con un experimentado equipo multidisciplinar, concibe las emociones como nuestras aliadas, y pretende que aprendamos a identificarlas, comprender su mensaje y utilizarlas para reencontrar el equilibrio, tanto a nivel físico como psicológico. ¿Te apuntas?


Psicología/Jennifer Delgado

Fuentes:
Demiralp, E. et. Al. (2012) Feeling blue or turquoise? Emotional differentiation in major depressive disorder. Psychological Sciences; 23(11): 1410-1416.
Lieberman, M. D. et. Al. (2007) Putting feelings into words affect labeling disrupts amygdala activity in response to affective stimuli. Psychological Science; 18(5): 421-428.

sábado, 11 de marzo de 2017

¿A QUÉ SIGO AFERRADO?



En mi opinión, el hecho de no ser absolutamente conscientes de nuestra vida y nuestros actos, de nuestro modo de obrar y de quién toma la mayoría de nuestras decisiones –que, en el caso de las importantes casi siempre es el inconsciente-, y de no saber el por qué de muchas de las cosas que hacemos y muchos de los pensamientos que tenemos, nos coloca en una situación desventajosa que nos hace ser víctimas de nuestra desatención a la vida.

Parece ser que todas las personas –todas- en algún momento de nuestra vida nos hemos tenido que aferrar a algo para poder seguir adelante, nos hemos tenido que agarrar fuertemente -por la circunstancia que sea y aún inconscientemente- a una persona, a un sueño, a una idea, a una utopía…

Y parece que en demasiadas ocasiones se nos olvida que al llegar a cierto momento ya no necesitamos seguir aferrados, pero hemos creado una dependencia de la que es muy posible que no seamos conscientes porque lo hemos llegado a ver y aceptar como algo “normal” olvidando que existe la posibilidad de desvincularnos de ese aferramiento.

Lo complicado de esto es, precisamente, el hecho de que no nos damos cuenta. Se ha llegado a convertir en norma –lo que no quiere decir que sea normal- y en algo habitual que se ha instaurado de tal modo que no parece que sea precisa una revisión, pero cualquier persona que esté en un Proceso de Desarrollo Personal tiene que revisar –inevitablemente- TODOS sus pensamientos –para averiguar si realmente son suyos-, todas sus actitudes –para saber de ellas el por qué y el para qué-, todos sus propósitos –para conocer si son suyos o son inculcados por alguien o algo ajeno-, y tiene que darse cuenta si es necesario seguir apoyándose en las muletas que tal vez en algún momento fueron útiles pero ahora son contraproducentes porque molestan e impiden caminar con normalidad.

Una de esas preguntas cuya respuesta ayuda en este Proceso es, precisamente, esa de ¿A qué sigo aferrado?, porque los aferramientos son ataduras que impiden la libertad, y porque la falta de libertad impide tener y disfrutar la opción de elegir. 

Elegir desde la mentalidad actual y desde las circunstancias actuales y para las necesidades actuales y con la consciencia actual y con la intención y los objetivos actuales. O sea –y creo que queda claro-, actualizarse.

La libertad es el bien más preciado.

Y para seguir avanzando por este Camino que uno ha decidido, la libertad es imprescindible. Ningún preso encerrado en su celda puede ir más allá de su propia imaginación.

Todo lo que en algún momento sirvió puede haber llegado ya al final de su utilidad y puede convertirse ahora en un impedimento.

Y podemos seguir aferrados –innecesariamente- a ciertas personas que ya cumplieron su ciclo a nuestro lado, a ciertas situaciones obsoletas que ahora son una pesada carga, a ciertos miedos que ahora se pueden desmontar y comprobar que ya perdieron toda su fuerza, a ciertas ataduras de las que hace tiempo nos liberaron pero no queremos soltarnos, a ciertas actitudes infantiles cuando ya somos adultos, etc.

En el Proceso de Desarrollo Personal es conveniente y necesario actualizarlo todo y actualizarse continuamente. 

Y es contraproducente seguir rigiéndose por normas obsoletas, arrastrar temores que hace tiempo se desvanecieron, seguir asustándose con los mismos fantasmas con los que uno se asustaba cuando era niño, seguir temiendo que pueda suceder lo que ya jamás volverá a suceder, y es contraproducente aferrarse a los sueños que ya se ha comprobado que no podrán salir jamás del mundo de los sueños para convertirse en realidad, o a los ideales que ya se marchitaron, o a las utopías que la verdad se ha encargado de desmantelar.

Generalmente, aferrarse provoca más daño que soltarse.

Cuando uno se aferra a algo es porque no confía en que por sí mismo y sin “eso” puede seguir adelante y bien. 

Cuando uno se aferra a algo es porque cree que ese aferramiento le proporciona una felicidad o una estabilidad o una confianza que perdería al no seguir en esa situación. Y eso es algo enfermizo si se mira fríamente. 

Los aferramientos –que no son más que apegos más firmemente enraizados- nos hacen creer que estamos a salvo de algún modo, que estamos protegidos, y que nos aportan estabilidad y seguridad, cuando en realidad lo que nos aportan es inseguridad -porque nos impiden vernos y sentirnos en libertad- y nos esclavizan con su dependencia.

Hay que saber soltar y permitirse soltarse.

Es una aberración dar nuestro poder y estabilidad a algo que no somos nosotros mismos y se basa solamente en una idea que se ha ido formando –nada más que una idea sin entidad- y en casi todas las ocasiones sin que nosotros hayamos asistido conscientemente a su creación.

Soltar y soltarse. ¡Hay tantos hilos invisibles con los que nos atamos!

Darte cuenta de ello es tu tarea. Exclusivamente tuya.


Te dejo con tus reflexiones…


Francisco de Sales
buscandome.es

viernes, 10 de marzo de 2017

Relaciones conscientes

Una pareja funciona porque los dos miembros se sienten completos. Saben vivir solos y no ven en el otro a su media naranja, sino a una entera.

Las relaciones personales parecen ser un rompecabezas. A menudo decimos que son difíciles, sin caer en la cuenta de que tal vez las personas somos “difíciles”. Buscamos gente que cumpla nuestras expectativas, y que nos hagan felices; y esta perspectiva no realista activa infinidad de conflictos. Es como si renunciáramos a ser dichosos por nosotros mismos, y en su lugar pusiéramos en manos ajenas las propias esperanzas de bienestar. No es de extrañar que las rela­ciones personales se conviertan en una fuente de problemas y un rompecabezas indescifrable.
La relación personal inconsciente
«Si juzgas a las personas no tienes tiempo para amarlas”       Madre Teresa
El amor romántico, o inconsciente, poco tiene que ver con el amor verdadero. Esa confusión es la causa de muchos conflictos en las relaciones personales. El romanticismo es idealización, apego o pura necesidad del otro; y la necesidad es una falta de amor severa hacia la persona que se dice amar. La concepción romántica del amor ha creado muchos problemas a hombres y mujeres que han sido víctimas de sus propias fantasías. Esto no significa que no convenga ser afectuosos, cariñosos, atentos, tiernos, detallistas, cálidos, suaves, entregados… con las personas con las que nos relacionamos. Quiere decir que únicamente siendo conscientes de en qué hemos convertido las relaciones, podremos construirlas sanas y conscientes. Pero, eso que suena tan sencillo, ¿cómo se consigue? ¿Cómo podemos crear vínculos que funcionen?
  • Dejar de buscar (mejor “convertirse” en la clase de persona que se busca).
  • Después de una ruptura, hacer una “dieta de relaciones”, darse tiempo y espacio.
  • Recuperar la energía física y el equilibrio emocional.
  • Aprender a estar solo sin que ello sea doloroso o traumático.
  • Ordenar el espacio emocional propio y clarificar valores.
  • Prepararse para una nueva relación.
  • No perder nunca “la inocencia” y frescura para empezar de nuevo.
  • Confiar en que todos merecemos ser plenamente amados.
Si nos saltamos el proceso de cambio, y no hay una verdadera transformación personal, en la nueva relación aflorará el temor de revivir experiencias anteriores, y la carga de dolor nos perjudicará notablemente. Porque no serán dos personas, sino la suma de sus exparejas, los fantasmas del pasado y de sus constantes miedos a repetir las viejas historias de dolor.
La relación personal consciente
“El amor verdadero no viene a ti, tiene que estar dentro de ti”  Julia Roberts
Las relaciones que funcionan son conscientes (maduras emocionalmente) y se establecen entre dos personas que se sienten completas, porque no creen que les falte su “media naranja”: se sienten una “naranja completa”. Por supuesto, no significa esto que no quieran tener pareja (o una amistad). La desean, pero no la necesitan, son cosas muy diferentes. Las personas conscientes comparten su plenitud, no se relacionan para completar sus supuestos vacíos, ni para mitigar la necesidad de estar en compañía. Y entonces, de alguna manera, lo que está completo atrae a lo completo, y lo que está incompleto a lo incompleto. Los iguales se atraen. Intuitivamente entendemos que cuando dos personas se encuentran y se reconocen completas en sí mismas y no necesitadas, las relaciones empiezan y fluyen con suavidad.
¿Cómo encontrar una persona completa en sí misma, no necesitada? Puede parecer extraño, pero la clave es reflejar las cualidades que buscamos en la pareja ideal. Si alguien quisiera tener a su lado a una persona cariñosa, lo mejor será mostrarse cariñoso; si desea conocer a alguien educado, lo propio es mostrarse educado… Cuántas veces olvidamos esta sencilla regla: “Sé tú la persona que quisieras tener a tu lado…”, y tarde o temprano aparecerá y se fijará en ti (cómo no iba a hacerlo si se verá reflejada).
Las personas conscientes que establecen una nueva relación, en realidad no la buscaban, aunque tal vez la esperaban. Buscar la pareja ideal, o el amigo ideal, sería tanto como buscar una aguja en un pajar. Porque “buscar”, por definición, significa implícitamente carencia, ausencia, necesidad… No puede buscarse una relación, todo lo que puede hacerse es crearla.
Mucha gente no entiende por qué siempre llega a su vida un mismo estereotipo de persona, ya hablemos de parejas o de amistades. Una y otra vez sus relaciones parecen fotocopias siguiendo un mismo patrón. Parece que no haya otra clase de persona disponible para ellas. No sirve de mucho buscar a alguien con tal o cual cualidad. En su lugar, ser uno mismo adecuado y estar en posesión de esas facultades, sí es útil. Como los iguales se atraen, aparecerá alguien con esos atributos.
En lo que se refiere a las relaciones, hay una estrategia mucho mejor de la que sigue el ego y se basa en el amor consciente, algo así como “amor sabio”, pero no una sabiduría de la cabeza, sino del corazón.
Volver al amor
“Piense que usted es alguien con quien vale la pena pasar el tiempo. Finalmente otro pensará lo mismo de usted”      Doctor Sol Gordon
Para saber estar en pareja es necesario antes saber estar solo. No es sencillo encontrar personas que no odien la soledad. Llegar a tolerar, incluso amar, estar solo, y sentirse bien, es un gran logro personal. Por esa razón, no es aconsejable empezar una nueva relación justo al terminar otra. El campo también necesita un tiempo de regeneración entre cosechas, lo llaman “barbecho”. Nosotros podríamos llamar a ese tiempo “dieta de relaciones”, para referirnos al tiempo que una persona se regala a sí misma para recomponerse, centrarse, atenderse y prepararse para la siguiente relación.
Cuando se resuelve el miedo a la soledad, se deja de creer en las relaciones superficiales, egoístas e inconscientes como escudo de protección. Estar solo no es una garantía de no sufrir más, sino que al contrario añade más sufrimiento. La soledad no es buena ni es mala. Es lo que cada uno hace con ella, es como un desierto (los desiertos nunca están vacíos), pero, como todos los desiertos, un día terminan y es al salir de ellos cuando se reconoce su valor. Llegar hasta el final de la soledad, la agota como sistema de aprendizaje y la cancela. Tratar de suspenderla, de forma artificial, solo pospone el proceso necesario de la soledad para más adelante…
Cuando se resuelve el miedo al abandono, empezar un idilio no es una amenaza, sino una nueva oportunidad. El mayor logro de la relación consciente es que ambas personas están dispuestas a amar como si nunca antes hubiesen sido heridas, sin volcar en la nueva pareja el dolor de relaciones anteriores. En realidad, esas dos personas son “nuevas” y por ello destilan frescura y atractivo (no están resentidas, no son desconfiadas, no rezuman amargura y por eso atraen tanto).
Cuando se resuelve desactivar el ego, la nueva relación no está debilitada por el temor a amar sin condiciones ni apegos. El final del ego es lo que la mente podría interpretar como la destrucción de la individualidad, la anulación, cuando en realidad es una transformación y la salvación de la relación. El ego es el estorbo número uno en cualquier relación personal, ya sea de amistad o de pareja, y la causa de que fracasen, como suele suceder. Si tan solo las personas mantuvieran su ego a un lado, fuera de escena, la historia sería otra. Las relaciones seguirían empezando y acabando, según su tempo y propósito, pero no tendrían el sabor amargo que a menudo dejan en el recuerdo…
Cuando todo eso ocurre, las personas conscientes descubren que en realidad no temían empezar un nuevo vínculo o acabarlo; sino que en su inconsciencia temían el infierno en el que, con anterioridad, habían convertido sus relaciones.
Raimón Samsó