lunes, 16 de enero de 2017

La ciencia afirma que pasear nos aporta estos 7 beneficios


El poeta argentino Miguel Cantilo dice que “yo sé que tapándome los ojos puedo estar mucho más lejos sin tener que caminar”. Por desgracia, quien siga esta enseñanza no podría aprovecharse de los beneficios científicos y psicológicos de pasear.
Ahora, tras esta breve pincelada de humor, entremos en materia. Pasear, además del efecto agradable que procura, tiene excelentes beneficios. La ciencia ha estudiado en diversas ocasiones esta práctica y suele ser unánime, posee grandes ventajas, tanto psicológicas como físicas.

Beneficios científicos y psicológicos de pasear

Los beneficios científicos y psicológicos de pasear empiezan por el hecho de que es una práctica muy agradable. Una caminata te puede hacer sentir mejor, pues es un ejercicio de baja intensidad, aeróbico, y que nos reporta un rato de paz en medio de la tensión del día.

Entre los beneficios un buen paseo, puede estar el disfrutar de un bello paisaje. O bien mejorar nuestro estado físico, lo que conlleva un estado mental más óptimo. Un estudio de la Universidad de Tennessee, en Estados Unidos, concluyó que las mujeres que caminaban todos los días tenían menos grasa corporal que otras más sedentarias. Este detalle mejora la calidad de vida, además de rebajar el riesgo de sufrir un coágulo. Además:

Te ayudará a conciliar mejor el sueño

Caminar ayuda a nuestro cuerpo a liberar serotonina. Este es un neurotransmisor derivado del aminoácido conocido como triptófano, que aumenta la producción de melatonina. La melatonina regula los ciclos del sueño, por lo que el paseo es óptimo para conciliar mejor el sueño y que sea de mayor calidad.
Además, la serotonina es un gran controlador del estrés. No es extraño ni mala idea en absoluto dar un paseo cuando sentimos inquietud o ansiedad. De hecho, en la Universidad de Sao Paulo se demostró que el caminar y el ejercicio aeróbico redujo considerablemente la calidad del sueño de un grupo de personas con insomnio.

Más y mejor humor

¿Quieres ser feliz y estar de mejor humor todo el día? Según la Universidad Estatal de California, en Estados Unidos, caminar no solo libera serotonina, también endorfinas. La combinación de ambas son una mezcla ideal para que te sientas mucho mejor, pues se relacionan con la popularmente conocida como química de la felicidad.
“He aprendido dos formas de atarme los zapatos. Una de ellas sólo sirve para caerse. La otra sirve para caminar”
                                                                               -Robert Heinlein-


Mejora la esperanza de vida

La Escuela de Medicina que se ubica en la Universidad de Michigan, en Estados Unidos, afirma que individuos de 50 a 60 años reducen las posibilidades de morir en los siguientes 8 años en un 35% solo por caminar. A mí es un detalle que me ofrece tranquilidad y sosiega mi mente, ¿y a ti?

Reduce y previene el deterioro cognitivo

Según un estudio de la Universidad de San Francisco, en Estados Unidos, cuanto más caminamos, más lento se produce el deterioro de algunas de nuestras capacidades mentales con la edad. En concreto, en una muestra de más de 5000 sujetos de 65 años o más, andar 3 kilómetros al día redujo las pérdidas de memoria en un 17%.

Previene la aparición del Alzheimer

Una enfermedad muy temida, que por desgracia a veces incluso se ceba con gente joven, es el Alzheimer. Desgraciadamente su curso con los que medios que tenemos actualmente es imparable, sin embargo parece que sí que hemos podido identificar algunos factores de prevención. Entre estas variables protectoras se encontraría el ejercicio. Concretamente un estudio de la Universidad de Virginia sostiene que las personas 70 años que caminan al menos medio kilómetro reducen el riesgo de padecer esta demencia en un 50%.

Nos ayuda a perder peso o a mantenerlo

Nos guste más o menos, vivimos en un mundo en el que el aspecto físico es importante. Para muchas personas estar en buena forma y tener una línea óptima es perfecto para sentirse más seguras de sí mismas y confiadas en sus posibilidades. Ya no para los demás, sino para verse y sentirse mejor.
Obviamente, caminar o pasear, como ejercicio aeróbico que es, mejora nuestro estado de forma. Además, por ser ejercicio muy moderado, reduce el impacto en el cuerpo y rebaja el riesgo de lesión. Por eso es perfecto para personas con dolores articulares, por ejemplo.
Pero además, como actividad física que es, ayuda a quemar grasas. De hecho, la Journal of the American Dietetic Association informa que las mujeres que andan más de 5 horas semanales muestran niveles de grasa corporal muy bajos.

Reductor ideal del estrés

Ya hemos dicho que el pasear libera endorfinas y serotonina, produciendo la química de la felicidad. Como es lógico, este es un gran reductor del estrés. Según dice el Diario de Antropología Fisiológica, reduce los niveles de cortisol, la hormona resultante de los estados estresantes y de ansiedad.
Cuando llegué al país, no caminaba; como digo siempre, tuve mucho gusto de aprender a caminar sobre esta tierra de la que nunca me separé”
-Alicia Moreau de Justo-


Puedes comprobar que la ciencia confirma enormes beneficios científicos y psicológicos de pasear. Demanda voluntad cuando nos sentimos tan cómodos y calentitos debajo de la manta en el sofá de casa, especialmente en estos meses de invierno, sin embargo a cambio reporta numerosas ventajas. Si te falta motivación, tal vez una mascota o una charla con amigos mientras camináis puede ser la respuesta. Pero no olvides que por muy poco, puedes lograr mucho.

Pedro González Núñez
https://lamenteesmaravillosa.com/

domingo, 15 de enero de 2017

Mi mayor triunfo: haber alcanzado la autonomía emocional


Uno de nuestros mayores logros a nivel personal es alcanzar en un momento dado la total autonomía emocional. Es ese instante en que nos responsabilizamos por completo de nosotros mismos sin dependencias tóxicas, sin necesidad de ser validados por nadie para poder luchar con dignidad y aplomo por lo que queremos y merecemos.
No es fácil. La autonomía emocional es esa aspiración en materia de crecimiento personal que no todos logran alcanzar con autenticidad. Esta autonomía, definida siempre como la capacidad de tomar decisiones de acuerdo a la propia voluntad, tiene varios muros, altas alambradas y todo un ejército de aguerridos enemigos. Las presiones externas y nuestros saboteadores internos coartan la mayor parte del tiempo este objetivo.
“Si no eres capaz de amarme como merezco, entonces vete. Alguien habrá que sea capaz de disfrutar de lo que yo soy”
                                                                           -Walter Riso-
Este constructo psicológico vertebra, en realidad, muchas dinámicas cotidianas que nos pueden ser más o menos familiares. Todo padre, toda madre, por ejemplo, intenta propiciar en sus hijos una adecuada autonomía emocional. Un saber hacer con el que puedan sentirse mucho más competentes a la hora de pensar, de sentir y clarificar objetivos sabiendo asumir las consecuencias de los mismos.
Por su parte, existe mucha bibliografía al respecto de la dependencia emocional y de esas relaciones donde alguno de los dos miembros ejerce el poder, mientras el otro, asume y calla por miedo, por un amor ciego o incluso por la presión de una cultura determinada. La otra cara de la moneda es, por tanto, un aspecto del que no se habla tanto como se debería en muchos de nuestros manuales de autoayuda: la autonomía emocional.
Te proponemos ahondar en este aspecto clave.

Las sibilinas redes del control y la dominación

Algo en lo que deberíamos empezar a reflexionar es en el hecho de que las personas que no saben controlarse a sí mismas son las que más ejercen la dominación sobre los demás. Hablamos sin duda de esos perfiles que carecen de una auténtica madurez emocional y que, a su vez, necesitan controlar a quien más quieren para así, reforzar su propia autoestima y validar su poder.
Tal y como señalábamos al inicio, es muy complejo salir de estas dinámicas. En especial, porque casi siempre existe un ancla soterrada que nos impide movernos de ese terreno habitado por la dependencia hacia ciertas figuras de poder: padres, madres, parejas… Las redes de control y dominación son las más delicadas y las más resistentes, porque se alimentan del amor más tormentoso que existe: nos referimos a ese amor que nos quita el oxígeno, la vida, la luz.
La vida, por sí misma, no siempre nos permite disfrutar de una total y absoluta autonomía personal. Sin embargo, lo que sí tenemos a nuestro favor es la capacidad de poder de decidirEs ahí donde la autonomía emocional adquiere su máxima relevancia. En el momento en el que logremos desarrollar una adecuada claridad mental para recuperar la voz y la dignidad, seremos capaces de decir qué queremos, cuándo lo queremos, qué no queremos y a quién no queremos en nuestra vida.
Nos alzaremos, por tanto, como nuestras propias e indiscutibles referencias de poder.

Cómo lograr nuestra autonomía emocional

Alzarnos como hábiles estrategas en autonomía emocional, implica dominar ante todo eso que definimos como autoeficacia. Construir una identidad fuerte que vele por nuestra integridad, que sepa tomar decisiones responsabilizándose de las consecuencias y que a su vez, nos aporte un actitud positiva ante la vida, implica hacer un viaje muy particular. Un viaje a nuestro interior para ser consciente de diversos aspectos.
“Quien mira hacia fuera sueña, quien mira hacia dentro, despierta”
-Carl Gustav Jung-

Te proponemos iniciar ese recorrido a través de los siguientes pasos.

Las bases de la autoeficacia

Si alguien elige las cosas por ti, no te sientes eficaz. Si resuelven tus problemas, si esperas que alguien valide tus ideas, que te den permiso, o te indiquen por dónde debes ir y por donde no, nunca desarrollarás una adecuada autoeficacia. Así pues, recuerda, aunque dudes, aunque te de miedo, aunque no te sientas capaz, hazlo: decídete a actuar por ti mismo.
  • Uno de los mayores enemigos a de la independencia emocional, es sin duda la “autonomía comprometida”. Son esas situaciones complejas construidas sobre todo a nivel de pareja, donde los dos miembros viven en un autoengaño muy destructivo.
Es cuando le decimos al otro aquello de “tú haz lo que quieras”, “decide lo que necesites”, “Lo que digas me parecerá bien”, “sal esta noche con tus amigos si así lo quieres…” Cuando en verdad, lo que esperamos es justo lo contrario. En realidad, se trata de mandatos implícitos que debemos saber gestionar para que la autonomía emocional sea auténtica y plena en esa relación.

La autonomía emocional nos dicta también que ninguna persona tiene derecho a decidir por nosotros el estado de ánimo que debemos tener“Tú estás bien donde estás”, “Eso es lo que te conviene, eso es lo que te hace feliz y no esas tonterías que tienes en la cabeza”.
  • Otro aspecto en el que debemos reflexionar es en el hecho de que muchos de nosotros conocemos de sobra cuáles son los componentes que conforman la autonomía emocional. Los conocemos porque sabemos qué es la autoestima, la asertividad, la resiliencia… Sin embargo, a pesar de tenerlo claro seguimos lidiando con múltiples bloqueos emocionales.

Tal vez deberíamos tomar como propio el consejo que nos dejó Erich Fromm en su momento: “atrévete a ser libre”. Porque a veces, no es más que eso, atrevernos, dar el paso hacia delante para convertirnos en aquello que realmente queremos.
Psicología/Valeria Sabater
Imágenes cortesía de HuanLe
https://lamenteesmaravillosa.com

sábado, 14 de enero de 2017

¿Qué es realmente eso que llamamos Familia?


Consideramos familia a esas personas que llevan nuestra misma sangre, es ese parentesco el que nos enlaza a ellos y nos hace vincularnos de por vida. Vínculo de sangre con grado, y con una capacidad para modelar nuestra conciencia, inculcando en nuestra mente “valores” útiles para desenvolvernos en el mundo real, en nuestra querida sociedad.
Ese parentesco nos agrupa y nos supera tras la muerte, es ese arraigo lo que nos perpetúa y nos liga a esta tierra. Nos llevamos con nosotros ese deber no escrito de criar y salvaguardar a nuestra descendencia, no criamos y educamos a personas independientes y seguras de sí mismas, sino todo lo contrario. El sistema y el miedo y la cultura de la escasez, se encargan de que inculquemos generación tras generación, esa estúpida necesidad de proteger a nuestros hijos como a infantes durante toda su vida.
Desde que nacen entramos en un constante estado de preocupación y alarma que no desaparece ni siquiera con la muerte. Preocupados y temerosos, de que no enfermen, que coman, que se relacionen y se integren, que no tengan conflictos, que no se desvíen, qué amistades tienen, qué parejas tienen, qué trabajos tienen, ganan suficiente, pueden valerse por sí mismos…

En la naturaleza, todas las especies cuidan y crían a sus cachorros y sus polluelos, pero cuando están listos, sueltan y les dejan volar, unos vivirán más y otros vivirán menos, pero el trabajo del progenitor ya está hecho, y son las decisiones de ese cachorro ya crecido, las que le llevaran a seguir el ciclo o caer en las fauces de cualquier depredador. Sería injusto responsabilizar a sus padres de caer devorado o de morir sin cumplir con el programa, sin embargo con los humanos pasa todo lo contrario, a pesar de tener más inteligencia, no hemos sido capaces de comprender ese ciclo vital, y el sentimiento posesivo nos lleva a controlar cada una de las etapas que va quemando nuestra descendencia.
A pesar de ser una especie inteligente, somos tremendamente inseguros y temerosos y no permitimos que nadie tome decisiones que los acabe responsabilizando de sus actos, esto quizás, es consecuencia directa del papel que ha jugado la religión, donde un dios padre, severo y observador, nos castigaba a cada error (pecado) con lo cual quien no yerra no aprende, y como consecuencia vivimos y morimos en una constante necesidad de un tutor, que nos guíe y nos salve. El juego de controlarlo todo y a la vez tener alguien superior que nos controle y nos guíe, un juego estúpido en el que aún no hemos sido capaces de superar el primer nivel.
Como especie y como sociedad, vista desde fuera, parecemos un bebé llorón con el pañal perpetuamente sucio. Un bebé constantemente irritado, que no sabe y no quiere saber nada. Una sociedad inmadura e irresponsable, cría y educa personas inmaduras e irresponsables. Sus creencias y sus ideologías lo serán igual, orientadas a que alguien superior nos diga cómo comportarnos, cómo ser, cómo vivir. Este sistema nos da la pauta, para vivir mamando de su pecho de por vida, sin riesgo y sin conciencia. Ese pecho nos mantiene cómodos y en un perpetuo sopor, no nos alimenta, pero tampoco sentimos la necesidad de despegarnos de ahí.
Con un dios (padre), su hijo (hermano mayor) y ese hipotético espíritu, que ni entendemos ni concebimos, tenemos bastante. No tenemos libre albedrio, pero ¿para qué lo queremos? Se nos dice que lo tenemos y eso es real, es verdad, lo tenemos y siempre está ahí esperando a que lo agarremos, pero ¿para qué? No lo necesitamos, el modo en el que nos educan y educamos, lo demuestra. No tomaremos decisiones más allá de elegir un color, una pareja, un medio de transporte y el ataúd, poco más. Tus estudios están condicionados, primero, a las necesidades que quiera cubrir el sistema y segundo, las que quiera cubrir tus tutores y su orgullo de estirpe. El trabajo tampoco lo eliges, ya que es la empresa la que te contrata, y para todo lo demás, siempre hay cláusulas y letra pequeña. Así que esa inmadurez nos deja de tal modo, que a la hora de criar a unos hijos, lo hagamos como niños con un juguete nuevo, son míos y solo míos…
Sólo cuando te sales de la pauta y tu conciencia te hace ver la realidad, se acaba esa necesidad de tutor y pierdes interés por cualquier teta que el sistema te dé a mamar. Esto te hace replantearte incluso ese ciclo sagrado que da la sangre y te das cuenta que un pariente no es necesariamente familia y que hay familia por ahí fuera que ni siquiera conocemos aún.
Nuestra escasez de referencias, es la que nos hace agarrarnos a un clavo ardiendo, se llame familia o se llame orgullo. Es esa amnesia la que nos hace perder toda referencia en memoria de los seres con los cuales sí tenemos un vínculo real y duradero.
Tu vista, tu mente y tu educación engañan a tu conciencia, pero ese sentimiento que te liga a alguien que el sistema o la sangre te dicen que no te une a ellos ningún parentesco, pero sin embargo hay algo que chilla dentro de ti y te dice que ese Ser tiene más que ver contigo que toda tu familia junta, y como con él, hay muchos más que a lo largo del camino vas encontrando y que sin saber cómo, se cruzan en tu vida y dejan un rastro que, si eres consciente, es difícil de obviar.
Es tu familia real, son esos seres a los que te une un vínculo que traspasa todas las fronteras físicas y espirituales, y de los cuales os separan océanos en el peor de los casos, pero que dejaron una profunda huella en ti en un pasado remoto, que hace que aflore todo cuando estamos con ellos. Es difícil de explicar, pero seguro que a muchos de vosotros os ha pasado que tenéis algo tan fuerte con alguien que supera esa trillada etiqueta llamada “amistad” o la más manoseada aún y típica tópica relación de pareja. Nadie os da pruebas, pero sentís y percibís que hay algo más, ni vuestros sentidos ni vuestra memoria os permiten encajar y relacionar adecuadamente ese vínculo. Cualquier gurú te metería en el patetismo de las almas gemelas, pero no se trata de algo romántico y no es una simple amistad ni siquiera podrían ser considerados familia, porque ese vínculo trasciende toda etiqueta y todo programa.
Nos han movido como a peones en un grandísimo tablero, nos han colocado de tal forma que es difícil reconocernos ni siquiera a nosotros mismos, peleamos en el bando en el que aterrizamos sin tener siquiera unas mínimas nociones. Nos dan una identidad, una nacionalidad, nos dan cuerda y a correr, como pequeños soldaditos de plomo, en una maqueta en la que la muerte y la sangre derramada son reales.
¿Quién puede llamar familia a otra persona sin ese lazo genético? En realidad aquí, nadie conoce a nadie, nadie sabe nada de nadie y nos ofuscamos por salvar una identidad y una vida que ni siquiera es nuestra. La realidad es que estamos aquí de alquiler y vida tras vida nos renuevan este precario arrendamiento.
A falta de más referencias, mi familia es aquella que me acepta, me apoya, me comprende y me ama, aquella que abre los brazos de par en par cuando les regalo todo mi Ser, cuando mi energía y mi esfuerzo les motiva y les ayuda a dar su siguiente paso, y cuando sus sacrificios no son en vano y me ayudan a levantarme cuando me caigo. Sin más guía que su ánimo y su aliento, para seguir levantando la vista y tener el valor de avanzar en este sinsentido.
Algún día todo este caos será reordenado y recuperaremos esas referencias, que nos hagan saber con quiénes tratamos y qué vinculos nos unen a ellos, encontraremos a nuestra verdadera familia y recuperaremos ese amor que no necesita pasaporte ni conoce las distancias. Reconectar esos hilos, supondrá reconectar más aun nuestro Ser, supondrá recuperar nuestro estado natural y sobre todo, supondrá reescribir la definición que tenemos de Familia.
Rubén Torres
http://lacosechadealmas.blogspot.com.ar/