lunes, 31 de octubre de 2016

La falta de flexibilidad mental y la culpa: los cuchillos de tu salud mental


Si repasamos puntos recurrentes en los estados emocionales negativos, encontraremos que la falta de flexibilidad mental y la culpa aparecen de forma habitual en muchos de ellos. Incluso podríamos decir que, además de aparecer, son uno de los principales agentes que hacen que esos estados negativos se mantengan.
La falta de flexibilidad mental habla de la incapacidad para cambiar de opinión cuando todas las razones abogan por ello. También alude a la incapacidad de contemplar una situación desde diferentes puntos de vista. Así, estas personas se manejan en la realidad en base a unas premisas muy rígidas y con pocos matices.
Tienen patrones cognitivos tan estipulados y rígidos, que vivir cualquier suceso que rompa con sus expectativas supone una fuente de ansiedad.
El origen de la culpa está muy estudiado. Podría decirse que en determinadas sociedades de tradición judeo-cristiana la culpa ha calado en la forma de procesar los acontecimientos dolorosos. De hecho, si acudimos al génesis nos encontraremos a una Eva culpable por haber mordido aquella maldita manzana.
La culpa tiene su cara positiva en cuanto a que impone un ejercicio de reflexión y de reparación de un daño. Por otro lado, muestra su cara negativa cuando queda suspendida de nuestro cuello como un peso muerto, impidiéndonos avanzar y sirviendo de lugar envenenado de referencia. Además, cuando se presenta de forma generalizada y para todo, la culpa es un sentimiento totalmente destructivo: no es útil, no es sanador y no hay nada creativo que pueda inspirar.

La culpa y la inflexibilidad nos alejan del confort mental

Estos dos factores causan “rumiación“, un concepto dentro de la psicología que hace referencia a la incapacidad para dejar de pensar acerca de algo. La rumiación excesiva se ha asociado con trastornos psicóticos, con neuroticismo, con trastornos alimentarios y con muchos trastornos más.
Esta relación es lógica: si somos incapaces de ver distintos hechos desde distintos puntos de vista, si todas nuestras ideas preconcebidas no encajan con lo que estamos viviendo… vamos a pensar qué es lo que falla en nosotros. Y pensaremos mucho, pero para solucionar nada. Simplemente será un autocastigo mental infligido por nosotros mismos.
Si además de esto, debido a esta inflexibilidad, el medio en el que nos encontramos nos exige respuestas y nosotros creemos estar continuamente equivocándonos porque no son las ideas con las que partíamos en nuestra mente, nos vamos a sentir culpables. Con estos dos aspectos operando en nuestra mente, ésta va a adquirir una actividad “frenética, angustiosa e inútil”.


Cómo saber si la inflexibilidad y la culpa me “amargan la vida”

Para saber cómo de afilados son estos dos cuchillos en tu salud mental, lo mejor es que veamos un ejemplo:
Imaginemos una mujer que ha recibido suficiente información como para tener muy presente una profecía: en el caso de ser madre, sería generosamente recompensada por su círculo social. Además, su cerebro constantemente tiene que procesar un información: el nacimiento de su hijo será algo feliz e insustituible, carente de contradicciones y de momentos de duda.
Su esquema mental acerca de la maternidad será rígido, inflexible y utópico: la maternidad es bella porque es algo instintivo y lo sabré hacer bien porque es bello, instintivo y simplemente eso me hará feliz en todo momento. En su esquema, las dudas acerca de esta idea son inadmisibles y peligrosas para su bienestar.
Esta mujer, al experimentar el gran cambio que supone un embarazo, un parto y un postparto se puede sentir contrariada. Su embarazo ha estado lleno de molestias físicas, su ánimo no es tan alegre como esperaba y el parto y el postparto no le resultaron una experiencia gratificante. Entonces aparece una sensación de vacío existencial muy profunda que se enfrenta directamente a sus expectativas y a su esquema ingrávido.
Así, si su esquema no deja cabida a unas ideas que puedan aliviar la forma en la que se siente, tales como que los cambios hormonales ocurren, que el cansancio es agotador y que es normal sentirse algo “extraña”, ella evaluará todo esto de una sola forma: soy una mala madre por no sentir solo alegría y soy culpable por ello.
Esta persona solo podrá actuar de dos formasseguir autocastigándose por no sentir lo que debería, o por el contrario relajar su sistema de creencias para entender que la maternidad es una experiencia compleja pero no por ello deja de ser maravillosa. Que hay que albergar todos esos sentimientos de dolor y manejarlos porque forman parte al igual que la alegría del momento que está viviendo.
Para poder hacerlo, deberá combatir no a los sentimientos que creen que no deben estar en su cabeza, sino al sistema de creencias y la culpa que están impidiendo que los experimente de una forma sana y fluida.


Cómo combatir la inflexibilidad mental y la culpa

Hay varias maneras de combatir estos dos grandes enemigos de tu bienestar, desde distintos campos y de distintas formas, desde lo más teórico a lo más práctico. Veamos algunas de ellas:
  • Es momento de relajarte. Eso no quiere decir que te tumbes en la cama sin hacer nada durante horas. Tener la mente en calma es practicar la consciencia, descubre el Mindfulness y algunas lecturas, como las del autor Eckhart Tolle.
  • Practica lo aprendido. No es fácil empezar a practicar esta forma de relajación así que ayúdate en esto. Busca situaciones fáciles y agradablescomo dar un paseo, pintar o leer. Si comienzas haciéndolo en esos contextos, progresivamente lo podrás ir aplicando a otros, como estar en la oficina tramitando pedidos o impartiendo una clase delante de 20 niños.
  • Busca ayuda profesional. Es importante trabajar tus esquemas rígidos y erróneos. Un psicólogo de orientación cognitiva es un profesional especializado ayudarte a desmontar todo aquello que te está haciendo sufrir innecesariamente, además de estructurar y explotar aquellas ideas que tienes y que sí son sanadoras para ti. No es “un lavado de mente”, es una ayuda de la que tú mismo cogerás lo que quieras.
  • Revisa tus creencias. No podemos revisar nuestras creencias sin haber relajado algo de tensión anteriormente. Si ya te encuentras más calmado tienes que hacer revisión de creencias, es decir: repasar qué formas de pensar y de actuar preconcebidas te alejan de estar en armonía.
  • Haz cambios progresivos. Decir que vas a dejar de ser tan “cuadriculado” que vas a fluir un poco más y que vas a abrirte más a nuevas perspectivas de la vida es una actitud muy alentadora. Sin embargo, lo mejor es que la redirijas a hechos concretos.
  • Los resultados de tus interacciones serán siempre mejores que los fantasmas de tu mente. Si te equivocas, te sientes ansioso o confundido no temas. No hay nada de malo en hacerte preguntas y trabajar a nivel mental, todo lo contrario. Los cimientos que sean sólidos se quedarán, el resto se caerán y tendrás la oportunidad de construir otros más acertados y flexibles.
Así que atrévete y plántales cara a estos dos cuchillos de tu salud mental porque ella lo agradecerá. Si lo haces, podrás observar su reflejo en la forma que tienes de relacionarte con los demás. ¿No es una noticia estupenda?
Psicología/Cristina Roda Rivera
https://lamenteesmaravillosa.com

domingo, 30 de octubre de 2016

Las heridas más profundas no las hacen los cuchillos afilados



Las heridas más profundas no las hacen los cuchillos. Las hacen las palabras, las mentiras, las ausencias y las falsedades. Son heridas que no se ven en la piel, pero que duelen, que sangran, porque están hechas de lágrimas tristes, de esas que se derraman en privado y en callada amargura…
Quien ha sido herido navega durante un tiempo a la deriva. Más tarde, cuando el tiempo cose un poco esas fracturas, la persona se da cuenta de algo. Percibe que ha cambiado, aún se siente vulnerable, y a veces comete el peor error posible: crear una férrea barrera de autoprotección. En ella, clava la desconfianza, a instantes el filo de la rabia e incluso la alambrada del rencor. Mecanismos de defensa con los que evitar ser lastimados una vez más.
Ahora bien, nadie puede vivir eternamente a la defensiva. No podemos convertirnos en inquilinos de las bahías de nuestras soledades, en expatriados de la felicidad. Gestionar el sufrimiento es una labor descarnada y concienzuda, que como diría Jung, requiere reencontrarnos con nuestra propia sombra para recuperar la autoestima.
Propiciar de nuevo esa unión es algo que nadie podrá llevarlo a cabo por nosotros. Es un acto de delicada soledad que haremos casi a modo de iniciación. Solo quien logra enfrentarse al demonio de sus traumas con valentía y decisión consigue salir airoso de ese bosque de espinas envenenadas. Aunque eso sí, la persona que emerge de este escenario hostil ya no volverá a ser la misma.
Será más fuerte.


El bálsamo de la mente herida

El bálsamo del alma herida es el equilibrio. Es poder dar el paso hacia la aceptación para liberar todo lo que pesa, todo lo que duele. Es cambiar esa piel frágil y herida por una más dura y más hermosa que arrope ese corazón cansado de pasar frío. Ahora bien, hay que tener en cuenta que existen muchas raíces subterráneas que siguen alimentando la raíz del dolor. Ramificaciones que lejos de drenar la herida, la alimentan.
Odiar nuestra vulnerabilidad es, por ejemplo, uno de esos nutrientes. Hay quien la niega, quien reacciona frente a esta aparente debilidad. Vivimos en una sociedad que nos prohíbe ser vulnerables.
Sin embargo, un bálsamo para la mente herida es aceptar sus partes más frágiles, sabiéndonos heridos pero merecedores de encontrar la tranquilidad, la felicidad. Lo importante es querernos lo suficiente para aceptar esas partes rotas sin rencores. Sin convertirnos en renegados del afecto propio y ajeno.
Otra raíz que alimenta nuestra mente herida es la carcoma del resentimiento. Lo creamos o no esta emoción tiende a “intoxicar” nuestro cerebro hasta el punto de cambiar nuestros esquemas de pensamiento. El rencor prolongado cambia nuestra visión de la vida y de las personas. Nadie puede hallar bálsamo alguno en el interior de esta jaula personal.

Esas heridas profundas e invisibles habitarán para siempre en lo más hondo de nuestro ser. Sin embargo, tenemos dos opciones. La primera es ser cautivos del dolor eternamente. La segunda, es quitarnos la coraza para aceptar y sentir la propia vulnerabilidad. Solo así, llegará la fortaleza, el aprendizaje y ese paso liberador hacia el futuro.

Todos estamos un poco rotos, pero todos somos valientes

Todos arrastramos nuestras partes rotas. Nuestras piezas perdidas en esos rompecabezas que no llegaron a completarse. Una infancia traumática, una relación afectiva dolorosa, la pérdida de un ser querido… Día a día nos cruzamos los unos con los otros sin percibir esas heridas invisibles. Las batallas personales que cada uno ha librado perfilan lo que somos ahora. Hacerlo con valentía y dignidad, nos ennoblece. Nos hace ante nuestros ojos, criaturas mucho más hermosas.
Hemos de ser capaces de reencontrarnos. Los rincones quebrados de nuestro interior nos alejan por completo de ese esqueleto interno donde se sustentaba nuestra identidad. Nuestra valía, nuestro autoconcepto. Somos como almas difuminadas que no se reconocen al espejo o que se convencen a sí mismas de que ya no merecen amar o ser amadas de nuevo.


Claves para sanar las heridas con valentía

En japonés existe una expresión, “Arigato zaishö”, que se traduce literalmente como “gracias ilusión”. Sin embargo, durante mucho tiempo se le ha dado otra connotación realmente interesante dentro del crecimiento personal. Nos demuestra la sutil capacidad que tiene el ser humano de transformar el sufrimiento, los rencores y las amarguras en aprendizaje.
  • Abramos los ojos desde el interior, para ilusionarnos de nuevo. Porque centrarnos en la tortura que generan esas heridas nos aleja por completo de la oportunidad de adquirir conocimiento y perspicacia.
  • Para lograrlo, hemos de ser capaces de evitar que nuestros pensamientos se conviertan en ese martillo que, una y otra vez, golpea el mismo clavo. Poco a poco el agujero será más grande.
  • Frenar los pensamientos recurrentes de angustia, rencor o culpa es sin duda el primer paso. Asimismo, es conveniente también focalizar toda nuestra atención en el mañana.
  • Cuando nos encontramos en esa habitación oscura donde solo nos acompaña la amargura y el rencor, las perspectivas de un futuro se apagan, no existen. Hemos de acostumbrarnos poco a poco a luz. A la claridad del día, a generar nuevas ilusiones, nuevos proyectos.
Es posible que a lo largo de la vida nos hayan “enterrado” con el velo del dolor que generan esas heridas invisibles. No obstante, recuerda, somos semillas. Somos capaces de germinar aún en las situaciones más adversas para decir en voz alta “Arigato zaishö”.
Psicología/Valeria Sabater
https://lamenteesmaravillosa.com

viernes, 28 de octubre de 2016

Me caí del mundo y quiero subir de nuevo


Son muy pocas las personas que no han experimentado esa sensación que podría definirse como: caer del mundo. Se trata de una sensación similar al abandono o al ostracismo, una condición en la cual nos sentimos desorientados, mientras nos invade una profunda duda sobre el siguiente paso a seguir. Se trata de una mezcla de perplejidad y desánimo o sensación de falta de fortaleza.
Sucede generalmente después de las grandes pérdidas o de las grandes rupturas, o sea, después de alguna crisis muy aguda en la vida. Esa sensación de no estar en el mundo sobreviene como parte de un duelo no resuelto, pero también se puede agravar y convertir en un estado riesgoso que conduce a una fuerte depresión o a algún trastorno más severo. Por eso, nunca se debe tomar a la ligera.
“En esta vida hay que morir varias veces para después renacer. Y las crisis, aunque atemorizan, nos sirven para cancelar una época e inaugurar otra.”
                                                                        Eugenio Trías

Tras un proceso de asimilación, que tiene una duración variable, también llega el momento en que uno quiere entrar de nuevo al mundo, por así decirlo. El problema es que a veces no sabemos cómo hacerlo.

A veces, es como si cayeras del mundo

Las situaciones que suscitan esa sensación de caída del mundo suelen estar relacionadas con la pérdida de algo o alguien muy importante para uno. Un ejemplo clásico es el de la pérdida del trabajo, especialmente si no hay buenas perspectivas para conseguir otro que sea equivalente o que llene ese vacío.

Esa pérdida puede ser el comienzo de un gran malestar, en el que probablemente una persona pase por fases de enojo, de angustia y hasta de desesperación. Si no se resuelve la situación adecuadamente, comienza a ganar terreno la inseguridad y el pesimismo. Y cuando menos te das cuenta, puedes desarrollar conductas autodestructivas.
Igual ocurre frente a una ruptura amorosa o a la muerte de alguien a quien amas mucho. La sensación es muy similar. Te sientes por fuera del mundo porque, efectivamente, tu mundo tal y como era, ya no existe. Y si tu mundo no existe, es como si no tuvieras un lugar para ti en ninguna parte.

El marasmo de estar ahí, sin estar

Los duelos o las crisis no resueltas llevan a un cierto enajenamiento. Hay mecanismos inconscientes que te llevan a sentirte culpable. En el fondo, todos tenemos cierta idea de que cuando nos ocurren hechos negativos es porque hicimos algo mal o algo malo.






Estas situaciones también pueden llevarnos a percibir que somos mucho más frágiles de lo que realmente somos. No es raro que en esos casos disminuya un poco, o bastante, la confianza en nosotros mismos. Corremos entonces el riesgo de formarnos una idea equivocada de lo que somos capaces o no somos capaces de hacer.
La “caída del mundo” es un marasmo. Una situación de perplejidad en la que no queremos permanecer, pero de la que tampoco sabemos cómo salir. Ya el mundo no es, ni volverá a ser, lo que era antes. ¿Cómo lograr inventarnos una nueva vida, a veces de la nada, para poder seguir adelante?

Inventar nuevos caminos en el mundo

Nada tiene sentido en el mundo por sí solo. Un árbol es un árbol y eres tú quien decide si lo ves como un obstáculo, como un amparo o como algo que te maravilla y te atrae. Lo mismo ocurre con las situaciones más abstractas, con las vivencias y con las personas. Eres tú quien les otorga el sentido que tienen o dejan de tener.
A veces tenemos que partir de cero para seguir viviendo. Es una situación atemorizante, pero también puede ser una gran oportunidad para construir y otorgar nuevos significados a todo lo que compone un nuevo mundo. Puedes llenarlo de inseguridad, culpas y temores, pero también puedes, paso a paso, convertirlo en una realidad que está a un nivel superior de la que le precedía.

¿Cómo subirte de nuevo al mundo, después de que te has caído? Como se hace todo lo valioso que tiene la vida: con humildad, perseverancia y empeño. Confía en ti. Confía en tu capacidad para levantarte y seguir adelante. Si estás aquí y estás leyendo esto es porque estás buscando. Y si buscas, vas a encontrar.
Deja que hable tu corazón, no tus miedos ni tus condicionamientos. Escucha el rumor de lo más genuino que hay dentro de ti. Levántate y anda. Ve detrás de aquello que deseas. Recuerda que un viejo adagio dice: “Quien sabe el qué, encontrará el cómo”.
Edith Sánchez
https://lamenteesmaravillosa.com
Imágenes cortesía de Manannán mac Lir, Sprite by the river