jueves, 20 de octubre de 2016

Yoga y columna vertebral

Yoga y columna vertebral: posturas de flexión hacia adelante

Así como la estructura de nuestros cuerpos está determinada por la columna vertebral y su salud, gran parte de las posturas de Yoga están diseñadas para incentivar o desarrollar la actividad en todo su recorrido.

Si tomamos consciencia de que la columna vertebral es el eje de la salud y la serenidad, podremos establecer la importancia que tiene el trabajo de movilizar cada vertebra y cada área de la espina dorsal en la estructura de una sesión de Yoga.
Los movimientos posibles sobre la columna vertebral son: la flexión (hacia adelante), la extensión(hacia atrás), flexiones laterales y torsiones. Además, se pueden combinar estos movimientos realizando posturas que contengan, por ejemplo, una flexión y una torsión combinadas.
Es importante destacar que cada zona, naturalmente, permite diferentes grados de movilidad y que es por ello que existen también distintas posturas que hacen hincapié en la flexión de una parte específica de la columna.
Flexión hacia adelante
El Hatha Yoga clásico contiene algunas posturas típicas de flexión que están determinadas por el sentido del movimiento y por la permanencia que requiere la postura. Asanas como el arado (halasana),la pinza (patchimottanasana, que traducida literalmente significa postura de estiramiento de la parte posterior) o la cigüeña (padhahasthasana o pinza de pie) proveen los beneficios que este movimiento proporciona a la columna en particular y al cuerpo en general.
Dentro de disciplinas como Yogaterapia, en la que se consideran las posturas más específicamente como vehículos para recuperar la movilidad perdida o la recuperación de dolencias, aunque su práctica es muy válida como entrenamiento para mantener la salud, existen posturas intermedias o de mediana y baja exigencia que pueden ser utilizadas en una sesión normal de Hatha Yoga o Yoga Integral, pero que aplicadas específicamente a la estructura de una sesión terapéutica, proporcionan la posibilidad de poner a funcionar una columna rígida o con poca o muy poca movilidad.
En este sentido, asanas como la abeja (bhramraasana), la pinza con piernas flexionadas y en todas sus variantes, la liebre o el conejo (sasangasana), la fase de “lomo de gato” (o gato enojado o curvatura hacia arriba del tronco) en el ejercicio de el gato (vidalasana), la postura de el caracol (vritasana) o la deel penitente (prarthanasana), entre muchas otras, ayudan a progresar en la flexión de la columna concentrando la incidencia en áreas específicas y trayendo así, con su práctica, beneficios a todo el conjunto vertebral.

Efectos de la flexión espinal

Cuando hacemos una postura de flexión se producen varios efectos sobre las diferentes áreas del cuerpo y sus estructuras, tanto superficiales como profundas y sutiles. Desde el punto de vista del cuerpo físico las consecuencias de la inmovilidad de la columna se concentran en la rigidez casi completa de sus áreas y también su periferia, terminando por abarcar el acortamiento general de los músculos del cuerpo, incluyendo brazos y piernas.
Por lo tanto la práctica de la flexión vertebral creará, en primera instancia, el movimiento de cada vértebra y su entorno, devolviendo la salud a los discos intervertebrales que se lubricarán y se volverán más flexibles, así como a las fibras musculares que recubren las vértebras.
Para que la columna pueda flexionarse completamente hacia adelante, más allá de la activación localizada en torno a cada vértebra, será necesaria la flexibilidad de la estructura muscular de toda la superficie de la espalda, por lo que al realizar ese movimiento espinal los músculos que habitualmente mantienen la espalda en posición vertical deben estirarse.
Lo mismo ocurre con los músculos de la zona posterior de las piernas. Es muy difícil flexionar completamente el cuerpo sin que los músculos de las piernas se estiren. Por lo tanto, a medida que practiquemos posturas de flexión más profundas o intensas, podremos ir provocando mayores estiramientos en toda la zona posterior del cuerpo físico.
De todos los movimientos que la columna vertebral nos permite, la flexión hacia adelante es quizá el más utilizado, pero también el más profundo por naturaleza. Aún así la pérdida de esta dimensión del movimiento es muy habitual y el trabajo que realiza Yoga sobre ello es también intenso y consciente.
Las torsiones y extensiones son movimientos que se realizan con menos frecuencia en lo cotidiano y su estudio requiere de un capítulo específico y pormenorizado.
Los conceptos básicos referentes a la salud del cuerpo físico, los órganos y el sistema nervioso están explicados en Columna vertebral, eje de la salud y la serenidad.

En la sesión de Yoga

Una sesión de yoga puede estar organizada para alcanzar diferentes objetivos. El trabajo de la fuerza en las extremidades o en los músculos espinales, pectorales o abdominales debe estar el servicio de la salud de la zona vital que es la columna.
El entrenamiento que se realiza como activación del metabolismo, ejercicios cardiorespiratorios como los saludos y estilos como Power o Ashtanga siempre incluyen una etapa de flexión de la columna y estiramiento de la parte posterior, ya que todo lo demás sin ese momento de la sesión carecería del sentido del equilibrio que siempre busca el Yoga.
El trabajo de los movimientos sobre la columna vertebral debe estar siempre presente y ocupar un espacio preponderante en la práctica. La realización de movimientos de calentamiento, flexiones suaves, intensas y estiramiento deben estar combinados y siempre formar parte de una sesión completa de Hatha Yoga.

http://www.yogaenred.com/

miércoles, 19 de octubre de 2016

LAS 4 CAUSAS DE LA PÉRDIDA DE TU PODER PERSONAL


La causa de este estado interno es que ya no sentimos la fuerza de nuestro Poder Personal. Si reconoces los síntomas es que lo estás perdiendo. Miles de personas pasan por este proceso de debilitación y tristeza en algún momento, o durante toda su vida. Cuando somos pequeños, o jóvenes, nos sentimos poderosos, fuertes, capaces, imaginamos cómo seremos de mayores y llega la vida adulta o la madurez y sentimos cada vez menos fuerza, o menos ilusión.
Hay algo personal que te lleva hasta este punto. Y, evidentemente, también hay algo social que favorece que tantas personas se sientan de este modo. La causa de esta debilitación no es biológica, no es nuestro cuerpo lo que se debilita, y tampoco es la edad, ni la crisis de los 40 o 50 lo que te hace sentir de este modo. Es algo mucho más importante.

¿Por qué perdemos nuestro Poder Personal?

En nuestro caminar por la vida lo debilitamos porque desconectamos de nosotros mismos. Con los años, acumulamos renuncias y heridas en nuestro corazón y nuestra alma; y nuestro corazón y nuestro Ser se hacen pedazos. Algunos pedazos de nuestro corazón y nuestra alma se pierden, otros los dejamos en alguna parte, y otros siguen dentro de nosotros, olvidados o enterrados voluntaria o involuntariamente.

1. Olvidar lo esencial

Nuestro Ser está formado por distintas dimensiones (el cuerpo físico, el cuerpo mental, el cuerpo emocional, el cuerpo espiritual, el cuerpo ancestral), pero en muchas ocasiones no conocemos bien nuestra complejidad, no la comprendemos y no atendemos el equilibrio. Vivimos priorizando sólo algunas de nuestras partes, nuestro cuerpo, nos identificamos con nuestro ego y olvidamos a nuestra alma.
Nos hablan de cuidar el cuerpo, la belleza, la imagen, la salud, pero no nos educan para cuidar nuestra mente, nuestra emocionalidad. Menos aún nos enseñan y animan a escuchar nuestro interior sinceramente, a tener en cuenta nuestra esencia, incluso ni nos hablan de ello. Al final nos identificamos únicamente con los pensamientos y emociones de nuestro ego.
Olvidamos quiénes somos en cada renuncia a decir lo que pensamos, lo que sentimos o lo que deseamos sinceramente. Olvidamos quiénes somos cada vez que elegimos no tener en cuenta nuestra intuición y nuestra coherencia interna.
Y en cada silencio, cada falsedad, cada renuncia concreta, desconectamos de nuestra propia naturaleza, de nuestro Ser, y perdemos Poder poco a poco. Vivimos tan deprisa y tan distraídos que nuestra alma no tiene espacio en nuestra vida. En la constelación que hice a Manuel, la imagen de este olvido fue abrumadora.
Su vida estaba patas arriba, rompiéndose por todas partes, y se sentía muy infeliz. Coloqué al representante de su Ser Interno. Él se había olvidado completamente de que existía, y observó toda la constelación, pero su mente no pudo comprender a quién representaba ese hombre y su corazón no pudo abrirse a esa presencia dentro de él. Me rompió el corazón ver hasta qué punto había desconectado de su Ser.
Me acordé de que, en algunas culturas, el modo de reintegrar el alma con la persona, es un ritual de cántico. Cada persona y sus seres próximos conocen el “Canto de su alma”, y cuando esa persona está débil o perdida, la colocan en el centro de un círculo para que vuelva a ella y le dé fuerza y luz. Me hubiese gustado poder cantarle la canción de su alma a él en ese momento.

2. Acumular heridas emocionales y psíquicas.

Vivimos en una cultura donde se alimenta la creencia de que se puede evitar el dolor. Intentamos permanentemente alejar las emociones que consideremos “negativas” o los momentos dolorosos, negarlos, ocultarlos, ignorarlos, etc. Y esta creencias nos llevan a ocultar las heridas de nuestro corazón y nuestro espíritu en lugar de atenderlas.
Creemos y decidimos que es mejor, más fácil o más prudente relegar al olvido nuestros sentimientos, ilusiones, pensamientos y sueños en lugar de escucharlos.
Intentando evitar el dolor, construimos máscaras de felicidad, fuerza o seguridad, creyendo que es la solución. Pero nuestra propia mentira emocional nos impide sentirnos realmente felices, pues mantiene dentro de nosotros el dolor sin sanar.
Acumulamos recuerdos de tristeza y dolor durante toda la vida sin resolverlos. Acumulamos miedos infantiles, heridas de abandono, recuerdos de dolor, pensamientos limitantes que permanecerán en nosotros arraigados en nuestro interior y en nuestro subconsciente a pesar de nuestro esfuerzo de ignorarlos.
Sabemos que están allí e incluso, a pesar de que los percibimos en el día a día, seguimos en el intento de ignorarlos y no atenderlos, sin aceptar que son una de las causas más importantes de tu debilidad y tu tristeza actual, de tu pérdida de ilusión y Poder Personal.
De Dan Van Campnehaud, un gran chamán, aprendí una vez una técnica para cuidarme en los momentos difíciles y protegerme para no seguir acumulando nuevas heridas mientras dedicaba tiempo a sanar las antiguas. Era una técnica para proteger mi parte frágil y reencontrarme con ella.
Se trataba de tener una “preciosa cajita especial” imaginaria o física. Podía poner a mi niña interior en la cajita cuando vivía un momento doloroso.
Cuando este momento ha pasado podía abrirla, dedicarle tiempo y atención. Era el momento de parar, y esperar quieta hasta sentir que podía acoger en mi presente y en mi cuerpo a la parte de mí que estaba protegida en la cajita. Me tomaba el tiempo de sentir mis emociones, abrazar mi mundo interior y sentir que había lugar y tiempo para que todas mis partes se reunieran de nuevo. Dedicar el tiempo a sentir que estaba completa para seguir adelante.
Los pequeños rituales psicomágicos que fui aprendiendo de distintos maestros espirituales y maestros terapeutas son uno de los modos más maravillosos que aprendí para cuidar de mi Ser interno.
La terapia psicoemocional bien conducida es fundamental para sanar las heridas acumuladas y todos los patrones de pensamiento y reacción asociados a estas heridas. Además de poner paz dentro de ti, el proceso de sanar te permite construir un nuevo relato de tu historia y de ti mismo mucho más fortalecedor.

3. La fragmentación interna.

Cada día nos suceden cosas, tomamos decisiones importantes, incluso trascendentes, vivimos momentos que nos conmueven en las relaciones con nuestros seres queridos y en todo lo que nos sucede, no le damos tiempo a nuestro corazón ni a nuestra alma para que puedan comprender, integrar o recuperarse.
El tiempo que ellos necesitan es mucho más lento que nuestro ritmo de vida. A pesar de las heridas, seguimos hacia delante sin parar, con tanta prisa que no podemos mantener el paso de reparación o sanación necesario y perdemos Poder Personal.
El resultado de esto es que, con los años, vamos dejando partes de nosotros mismos y nuestra alma en antiguas parejas, antiguos amigos, antiguos proyectos y sueños a los que, durante un tiempo amamos sinceramente y de los que nos hemos separado de modo doloroso.
En estas roturas, tu corazón se parte y tu alma también y, una parte de ti, se queda en ese sueño junto a esa persona o en ese lugar. Poco a poco te vas sintiendo vacío y sin fuerza, estás fragmentado. Cuando te sientes así es el momento de parar. De mirar hacia atrás y recuperar los tesoros que se perdieron abandonados por el camino. Sin ellos, proseguir es vivir fragmentado y sin fuerza. Es vivir con el alma rota. Es tan importante parar e ir despacio…

4. Entregar el poder a los demás.

Estamos completamente desenfocados. Algunos lo sabemos, pero no todos cambiamos nuestro punto de atención. Atendemos la demanda de una gran cantidad de personas que nos dicen cómo debemos dirigir nuestra vida, qué debemos hacer, cómo demos pensar, sentir, trabajar, vestir, comer, etc.
De este modo, dejamos en manos de los demás y de nuestro ego la dirección de nuestra vida. Nos dejamos poseer y convencer. Olvidamos completamente escucharnos a nosotros mismos en profundidad, renunciamos a escuchar nuestra voz interior, nuestra intuición, y si la oímos muchas veces, renunciamos a hacerle caso. La debilitamos omitiendo lo que nos dice y lo ponemos en juicio de nuestra mente y de las opiniones externas.
No permitimos el silencio y la quietud necesarias para que este diálogo interno sincero se dé. Tememos encontrar algo dentro de nosotros que no aprueban los demás. Tenemos miedo a la contradicción interna y a la desaprobación externa. Y este miedo y el deseo de pertenecer nos hacen renunciar a muchas cosas que elegiríamos distinto: callamos y cambiamos decisiones, opiniones, pensamientos. Renunciamos a momentos, a personas y a decisiones de vida. Algunas pequeñas y algunas de ellas muy grandes.
Convertimos a todo el mundo en nuestro juez, les damos el poder de conducir nuestra vida a través de la necesidad de aprobación. Este modo de vivir y estar hacia fuera permanentemente, de renunciar a nosotros mismos, sin escuchar qué nos sucede, qué soñamos, qué opinamos… nos debilita. Hace mucho tiempo yo también llegué a ese punto de renunciar a mí misma en tantas ocasiones que no sabía ni quién era. No podía reconocerme, me sentí muy débil, perdida y sin nada de Poder Personal.


Tu Poder Personal es tu fuerza vital, la seguridad en ti mismo, la energía que te nutre de capacidad de ser quien eres, que te da la fuerza de expresar tu autenticidad y crear tu propia vida. Tu Poder Personal habita dentro de ti, puedes estar completamente segura y seguro de ello, ¡ve a por él!
Olga Gil Frigola / Ciencia Interior

lunes, 17 de octubre de 2016

El progreso emocional


A lo largo de nuestra vida es fundamental buscar el crecimiento y el progreso emocional. Si no procuramos crecer día con día las consecuencias para nuestro futuro serán muy dolorosas. Para Bion, el progreso emocional se da gracias a la capacidad de la mente para asumir la verdad. Mientras más abiertos estemos a reconocer nuestra propia verdad tendremos mayores posibilidades para crecer.
La verdad nutre: a las relaciones, a la calidad de nuestra vida.
La mentira envenena: las relaciones y la calidad de nuestra vida.
Cuando sabes que una persona te miente pierdes toda la confianza en ella. Aristóteles decía: “todos los hombres desean por naturaleza saber”. Es bien cierto que la aceptación de nuestra realidad siempre nos es conveniente. Desde el conocimiento de mi realidad estoy en condiciones de mejorar, de reparar, de prevenir. Sólo puedo decidir hacer algo bueno con mi vida a partir del conocimiento de mi realidad.
Un criterio para saber cuál es mi realidad es el de sentir dolor, temor, vergüenza o miedo de admitirla. Sí es así, tenlo por seguro, esa es la verdad. Mentirte a ti mismo te conduce a la angustia, a la confusión y al vacío. Vivimos en una época en la que parece muy fácil mentir: una tarjeta de crédito puede darte la posibilidad de engañarte sobre tus posibilidades reales de compra, una cirugía plástica puede contribuir a engañarte sobre tu edad, una droga colabora en el olvido de tus responsabilidades. Perderse en el consumismo y olvidar lo importante de la vida parece un camino fácil.
Sea esta una invitación a decirte la verdad: sobre tu relación de pareja, tus relaciones con tus hijos y sus problemas, tu situación económica, tu estado de salud y especialmente lo que estás haciendo día a día con tu vida.

Psicología/Rocío Arocha
https://rocioarocha.com

La motivación

  La motivación es el motivo de la acción. Es el empuje, el motor, la chispa que enciende un proceso.  Es la carga de sentido que aportamos a algo, el pistoletazo de salida, la materialización de un anhelo.
La motivación permite movilizarnos, dar un recorrido a nuestros pasos, resaltar el colorido de lo que queremos. Es lo que nos motiva a persistir, a no desfallecer, a extraer un ápice remoto de energías para, en momentos difíciles, completar aquello que habíamos planificado.

    Sin motivo no hay un arranque. Sin acción no hay un recorrido transitado. La motivación unidireccionaliza nuestro impulso a alcanzar algo, nos despierta potencias que tenemos en latencia y desempeña el papel activo de nuestro ánimo.

    Sin motivación lo noblemente deseado se convierte en prosa, una imagen en blanco y negro, y un camino de barro en el que no tenemos fuerzas para dar el siguiente paso. La ausencia de motivación deja paso al tedio, a la inercia, la desidia, el desinterés y el abatimiento. Su poder es inmenso, pero también su fragilidad, porque en muchos casos, al igual que un hoja a merced del viento, ésta se tambalea perdiéndose en el confuso vendaval de las circunstancias.

    La motivación debe estar construida sobre los cimientos de cierta fortaleza, de cierto sentido de equilibrio ante las adversidades que puedan alcanzarla. La motivación no debe ser confundida por el entusiasmo febril o el impulso desorbitado, que suele ser lo más caracterizado cuando se comienzan a poner los medios si queremos alcanzar o conseguir algo. La motivación debe estar dosificada, presta y almacenada en nuestra idea consciente de lo propuesto, o en lo que estamos interesados. Sin una dosis de motivación nuestro interior puede estar rellenado de desgana, apatía, pereza y un estado de mecanicidad por falta de un cierto interés, en muchos casos más que necesario para comprender la necesidad de un cierto esfuerzo en todo aquello que hayamos emprendido.



Se debe robustecer la motivación, rellenarlo de sentido y decorarlo con el anhelo de lo consecutivo. Ante la desmotivación debemos chequear nuestros estados anímicos, nuestras proyecciones si son o no ajustadas a la realidad, nuestras capacidades al margen de lo deseado, y cómo no, nuestro control interior para no hacer de la motivación un arma camuflada del ego. A veces, lo que creemos que es motivación no es más que un estado en el que nos embauca nuestro ego, para indicarnos un atajo y conseguir así su alimento. En ese canto de sirena vemos lo que queremos ver, en vez de mirar lo que de verdad hay que ver. El ego pierde  la capacidad de ir de la mano de la motivación en su camino presente, se pone por delante, anticipa notorios honores y reviste la meta de galardones que no son fiables. Entonces la motivación está al servicio de un crecimiento egocéntrico más que de un desarrollo saludable del ser.

    La diferencia estriba en la capacidad de disfrutar cada instante, con motivación, eso sí, con cierta visualización de lo que queremos e incluso de lo que esperamos, eso también, con consciencia de un anhelo que ha germinado en nosotros pero eliminando esa sed de alcanzar objetivos impulsivamente y, haciendo de los mismos, una identificación de nuestra verdadera identidad. Somos más que eso, somos más de lo que podamos llegar a tener o alcanzar, porque no somos en función de a dónde lleguemos, sino que somos en función de la capacidad de disfrutar en donde estamos, porque en esa plenitud se manifiesta nuestra esencia desnuda de ropajes meritorios.


 La motivación debe ser regada, con propósitos nobles, sin dañar a nadie, sin alcanzar algo a base de fricciones. El motivo de nuestra acción debe ser una llama que nos dé calidez a nuestro espíritu, comprensión y calma a nuestra mente. Porque con agitación y ansia nos perdemos la connotación de nuestros pasos, perdiéndonos sólo en la meta, cuando ésta es en sí el camino. En él está lo transformativo, lo que realmente es sustancioso. La meta sirve para no perder de vista adónde nos queremos aproximar, sólo eso. Es un punto que delimita un plan trazado, un punto que no tiene más carga de cualidad de lo que pueda tener el camino que nos acerque al mismo. La meta no debería ser lo que más nos motive, porque tan sólo cierra un tramo ubicándose en una demarcación. El camino en cambio es más rico, cada paso encierra una lección, cada tropiezo guarda un aprendizaje, cada caída nos recuerda de cerca que es lo que realmente nos posibilita sustentar nuestros pasos.

    No caigamos en triunfalismos respecto a la motivación. Vaciémonos por completo para que ésta nos inunde dejando atrás todo tipo de miedos y de inseguridades.

   Como dice una antigua frase: ¨ ¡Vayamos aunque no lleguemos!¨. Porque el simple hecho de querer ir, ya es una meta conquistada.



http://raulsantoscaballero.blogspot.com.ar/