sábado, 8 de octubre de 2016

INTELIGENCIA Y AMOR

(Fragmento del nuevo libro de Sergio Sinay)


Las parejas felices existen. 

Aunque quizás tienen menos prensa y visibilidad que las infelices o las insostenibles. Es entendible que sea así. Quienes están dedicados a construir y vivir un vínculo de buen amor tienen sus energías puestas en esa construcción, dedicadas a esa tarea cotidiana. No son felices para exhibirlo y hacer demostraciones, sino como resultado de un compromiso y una responsabilidad asumidos y experimentados. Por lo tanto nada tienen que demostrar, viven sus vidas. 

Como en todos los planos, también en el amor la felicidad es la huella de un camino recorrido y no la mera expresión de un deseo.     

Las parejas felices no han puesto su meta en la felicidad, sino en mirarse, conocerse, llevar adelante proyectos que les permiten explorar el sentido de sus vidas. Han aprendido a escucharse y, por lo tanto, consiguen que su amor le llegue al amado o la amada de la manera en que él o ella necesitan ser amados.

     Al amar de esa manera el amante enriquece su propio mundo emocional y afectivo y conoce aspectos profundos y muy ricos de sí mismo. Esto no ha ocurrido por arte de magia ni les fue graciosamente concedido. Es producto de un trabajo cotidiano. Porque el amor verdadero, no el de las fantasías y cuentos, se erige ladrillo a ladrillo, día a día a través de pequeños gestos, de oportunas palabras y miradas, de una escucha sensible. También aprendiendo a resolver desacuerdos. Igualmente en la dificultad y en la frustración. Y, como esas flores empecinadas que asoman entre dos piedras, se templa a menudo en el dolor.

     Las parejas felices se constituyen con personas reales, es decir falibles, imperfectas, incompletas, y no con seres impolutos, coronados por un aura de santidad, heroicidad o divinidad. Personas que han aprendido a desilusionarse la una de la otra, a aceptarse y a redescubrirse en nuevos aspectos y dimensiones. Han construido confianza en el tiempo, han sido incluso mutuamente intolerantes antes de alcanzar la paciencia amorosa. 

      Las parejas felices no comen perdices o quizás solo lo hacen ocasionalmente. Se alimentan con el pan de cada día, que ellas mismas amasan. A veces se agasajan con maravillosos banquetes y otras veces ingieren solo lo que hay (y suele ocurrir que, en ocasiones, lo que hay es poco). Para comer perdices se toman el trabajo de buscarlas y cazarlas, y eso lleva tiempo, decepciones y peligros. A nadie se le regala una pareja feliz. Quienes la tienen han sido orfebres que trabajaron con constancia, presencia, responsabilidad, inspiración y voluntad en el tallado de esa joya propia y única.  
       
     León Tolstoi (1828-1910) abría Anna Karenina, obra maestra imperecedera, con uno de los grandes comienzos de la literatura universal: “Todas las familias felices se parecen, mientras que las desgraciadas lo son cada una a su manera”. En el caso de las parejas felices, en cambio, se puede decir que cada cual es única mientras que la infelicidad amorosa se funda habitualmente en las mismas y repetidas causas.

     Felicidad en la tierra

     El filósofo francés André Comte-Sponville brinda una bella e inspirada descripción de lo que es una pareja feliz. “No es –dice- la unión de un hombre y una mujer (o dos hombres o dos mujeres) que han hallado el secreto de la pasión perpetua (…) no es una pareja que ha sabido transformar la falta en alegría, la pasión en acción, el amor loco en amor sabio (…), es una pareja en la que cada uno se alegra de la existencia del otro, del amor del otro por él y por la alegría que hallan juntos, aunque haya días mejores que otros, alegría por habitar el mismo lugar, por vivir el mismo presente y la misma intimidad sin igual” .

     Nada de esto quita, sin embargo, que esas parejas discutan, que tengan ruidosos desacuerdos, que pierdan en algunos momentos la paciencia el uno respecto del otro, que vean naufragar proyectos. Sólo puede conocer la felicidad quien padece también el dolor y la desazón. Si no, ¿cómo reconocerla? Una pareja feliz no lo es de una vez y para siempre, como no lo es una persona. Su logro son los momentos de felicidad, que tanto pueden durar un instante, una tarde, o concentrarse en una mirada, una caricia, un encuentro de los cuerpos, o en el logro de una meta, en la superación de un momento difícil, en un período de armonía o simplemente en la comprobación de la belleza del acompañamiento.

     Las parejas felices suelen ser tan terrenales, tan corpóreas, y suelen habitar escenarios tan comunes y ordinarios, que terminan por pasar inadvertidas. No, nadie agobia a sus amigos y conocidos con interminables relatos acerca de su propia felicidad amorosa. Quien está bien con otra persona está bien consigo mismo, no necesita huir permanentemente de sí para descargar su malestar en otros oídos u otras espaldas. Esto no significa que prescinde de los otros y se encapsula en su propio bienestar de una manera egoísta. Al contrario, quien está mal, quien se siente frustrado, quien padece de un acusado malestar emocional y afectivo tiene dificultad para registrar al otro, para salir de su sufrimiento, para abrirse al relato ajeno.

     Quien se siente feliz tiene tiempo y hospitalidad para escuchar, para recibir a los otros, incluso en la aflicción que los aqueja, y puede esperar hasta el final para hablar de su estado. No será mucho lo que diga, pero será real, cargado de verdad. La verdadera felicidad es discreta, se instala en silencio y fluye. No es estentórea y superficial como la diversión, no necesita manifestarse a cada segundo perseguida por la preocupación de no ser real. Corre como un río subterráneo y emerge periódicamente sin desbordes.

     ¿Cuál es el secreto? No lo hay. No existe una fórmula a adquirir, algo externo que lo promueva. La felicidad no se compra hecha y no hay persona que llegue a la vida de otra con la felicidad debajo del brazo. Como el mismo amor, la felicidad es también una construcción. Y en todo lo que los humanos construimos empleamos la inteligencia. Las parejas felices han puesto la inteligencia al servicio del amor. De eso se trata. El amor feliz es un amor inteligente. Y existe.




http://sergiosinay.blogspot.com.ar/

viernes, 7 de octubre de 2016

Yoga - OM y Sakshi: los estados de consciencia y la consciencia testigo

Según los yoguis, el ser humano fluctúa entre tres estados de consciencia, vive en tres mundos, en función de con qué parte de sí se identifica. La propuesta del Yoga Profundo es trascender ese constante fluctuar de los estados de consciencia y establecerse en el cuarto estado.



Como canta Swami Sivananda: ”Soy testigo de los tres estados, existencia absoluta, testigo de los tres estados, dicha absoluta, testigo de los tres estados, consciencia absoluta. Soy Sat-Chit-Ananda”. Afectado por el constante fluctuar de las tres gunas o cualidades-estado, el yo inferior es bamboleado cual hoja al viento…

Primer estado de consciencia: Jagrat

Durante el estado de vigilia, Jagrat, en el que pasamos más tiempo, nos identificamos, creemos ser un cuerpo. Nos identificamos con las formas y colores… con la información que percibimos a través de los sentidos (gñana indiyas) y con aquello en lo que podemos impactar a través de nuestros órganos de acción (karma indriyas).
Nuestra experiencia del mundo y de nosotros mismos está sujeta a las limitaciones de lo físico, del espacio y del tiempo.
Todo aquello que no es percibido por los sentidos y afectado por nuestros karma indiyas (la boca que habla, las manos que cogen, los pies que caminan, los órganos sexuales que generan vida y la excreción) no forma parte de nuestra realidad.
La mayoría de los seres humanos cree que ahí acaba la vida.
Identificados con el color de pelo, el ancho de la cintura, estamos condicionados por la envoltura física (annamaya kosha) con todas las limitaciones de esta, así que cuando nos ronda la muerte, tenemos mucho miedo, miedo a lo desconocido. Miedo a perder lo “único que tenemos”: el cuerpo físico (stula sharira).
Jagrat coincide con lo que en psicología llamamos estado consciente o despierto; una mínima parte del espacio del psiquismo está en marcha aquí.
Se siente pobre; ahoga, ¿verdad?

Segundo estado de consciencia: Swapna

Swapna es el estado de sueño con ensoñaciones. Es el estado mental que vivimos la mayor parte de la noche al dormir. El cuerpo, abandonado (aparcado) sobre la cama deja de limitarnos. Ya no dependemos de la información de los sentidos (gñana indriyas), ni de la movilidad de los órganos de acción (karma indriyas).
Desidentificados ya no somos un cuerpo sometido al espacio-tiempo. Ahora somos una mente. En este estado, identificados con nuestro subconsciente, toda la carga psíquica, impresiones y memoria crearán un mundo donde podemos volar, ser gigantes, pequeños… Lo llamamos sueños.
Las impresiones recogidas por los sentidos y la experiencia vital de los karma indiyas han dejado una impronta en la mente. Dicha impronta más las vivencias de todas las vidas o reencarnaciones hacia atrás ocupan un amplio espacio mental: el subconsciente.
Durante el sueño con ensoñaciones (swapna), el individuo se identifica con su mente, y su experiencia durante el sueño es tan real como en vigilia. De hecho sabemos que se estimulan las mismas áreas cerebrales. Por eso el herrero que durante 12 horas soñaba que era un rey, la mitad de su vida fue herrero y la mitad rey.
Es importante comprender que toda la carga psíquica contenida en el subconsciente condiciona a su vez la percepción y vivencia en el estado consciente. Tiñe, limita y obliga…
Este estado de consciencia, explican los yoguis, ocurre en el cuerpo sutil (shuksma sharira), con el que nos identificamos. Ocurre en las envolturas energético-vital (pranomaya kosha), mental (manomaya kosha) y de consciencia (vigñanamaya kosha).

Tercer estado de consciencia: Sushupti

El tercer estado de consciencia por el que pasamos regularmente es Sushupti o estado de sueño profundo . Desidentificados del cuerpo y de la mente, desidentificados del espacio, el tiempo y las ideas, nos volvemos libres, conectados con el conocimiento que reside en nuestro inconsciente.
En Sushupti quedamos identificados no con la información sensorial, no con las ideas, sino con la intuición y sabiduría de la que estamos hechos. Nos identificamos con el Ser. No hay limitación de ningún tipo. Estamos establecidos en Sat-Chit-Ananda. En nuestra verdadera naturaleza. Hay Paz
Durante el estado de consciencia intuitiva, los yoguis explican que nos identificamos con nuestro cuerpo causal (karana sharira). Este es el cuerpo original, y está formado por una sola envoltura también (anandamaya kosha) desde donde nos identificamos con el Ser o Atman. Más allá del espacio y del tiempo y de cualquier limitación física o mental, más allá de la individualidad, nos sentimos unidos y fundidos con el Universo entero.
Este estado refresca y descansa, alivia y relaja el cuerpo físico y el sutil. Es imprescindible pasar por este estado de Sushupti, de sueño profundo sin ensoñaciones, cada noche. Solo conectar con la fuente de Vida, en el cuerpo causal (original) nos mantiene vivos.
El problema es que cuando despertamos, no ha quedado reflejo de tanta sabiduría en nosotros porque al despertar volvemos a estar identificados con lo físico en Jagrat (vigilia); el estado de ignorancia vuelve a caracterizar nuestra percepción del mundo y de nosotros mismos.

Cuarto estado de consciencia: Turiya

El famoso cuarto estado, Turiya, es el estado supremo. Podríamos llamarlo supraconsciente… Esencialmente, al igual que en Sushupti, el individuo se identifica con su naturaleza esencial. Se establece en el Ser y se funde con él. Los yoguis lo llaman Samadhi; el zen lo llama Satori, y yo la paz profunda del alma. Es el estado de consciencia definitivo, en el que el meditador se establece para siempre, disipándose el velo de la ignorancia (Maya). Volviendo libre y feliz.
Cuando el individuo alcanza dicho estado de fusión con la Consciencia Cósmica no necesita volver a nacer. Aunque muchos maestros vuelven por amor, para acompañarnos en el camino de la Consciencia.
Este es el destino de todo ser vivo. También el de la roca…ya llegará.
Los diferentes estados de consciencia ocurren en el mismo Ser esencial. Son diferentes ondulaciones en la superficie del mismo océano.

Los estados de consciencia representados en el símbolo Om (AUM)

Sus trazos constituyen tres letras del alfabeto sanscrito A-U-M. Dejando para otra ocasión el significado profundo del mantra, nos enfocamos en el símbolo.

La curva superior izquierda representa Jagrat (vigilia, dimensión consciente).
La curva inferior izquierda representa Swapna (sueño con ensoñaciones, dimensión subconsciente).
La curva central derecha representa Sushupti (sueño profundo, dimensión inconsciente).
Esos tres estados fluctúan. El punto superior derecho representa Turiya (Samadhi-dimensión supraconsciente).
La línea que separa el punto del cuerpo central del símbolo es Maya, el velo de la ilusión o ignorancia que nos mantiene “dormidos” e ignorantes de nuestra verdadera naturaleza, el que nos hace sentir separados y nos impide establecernos en el cuarto estado.
El símbolo tiene otras muchas y muy bellas interpretaciones.

Sakshi, la Consciencia testigo

El yoga, la relajación y la meditación nos acercan al estado de Sushupti…
  • cuando el cuerpo se aquieta, profundamente relajado y sus límites desaparecen…
  • cuando la respiración fluye natural y pausada, armonizado el prana…
  • cuando los sentidos desinteresados del mundo fenoménico, se vuelcan hacia adentro y la mente purifica sus contenidos y se silencia sin esfuerzo…
Al aparecer la Consciencia testigo Sakshi, estamos construyendo el estado de libertad (Sushupti).
Los yoguis hemos sido bendecidos con un conocimiento milenario que nos permite crear, a través de la sadhana, Sakshi/Sushpti, un estado de Consciencia testigo tal que podemos construir paz interior. No todo el mundo puede.
Sakshi es ese estado de consciencia o presencia sostenida. Es una actitud que nos permite observar el cuerpo de tal forma que reconocemos no ser el cuerpo.
Sakshi nos posiciona en una actitud que vemos a la mente moverse entre estímulos internos (subconsciente) y externos y reconocemos no ser esa función mental. En Sakshi tenemos una visión de pájaro, panorámica, miramos la película representada en la pantalla y reconocemos ser un espectador no afectado, no identificado.
Sakshi es un estado de presencia que proviene del aspecto sátwico (puro) de Buddi (consciencia discriminativa). Proviene de la armonía de la mente superior.
Esta actitud, Sakshi, es nuestro aliado para crear Sushupti, accediendo así al vasto e ilimitado conocimiento que reposa en nuestro inconsciente. En Sakshi este saber brota en ráfagas intuitivas que te van mostrando el camino elegante de la vida.
Eva Klimberg
http://www.yogaenred.com/

jueves, 6 de octubre de 2016

20 cosas que la persona mentalmente fuerte no hace



1.    Vivir en el pasado

Individuos mentalmente fuertes se centran en el momento presente y en el futuro próximo. Ellos entienden que el pasado esta fuera de su alcance y que el futuro lejano es demasiado impredecible como para tenerlo en cuenta.

2.    Permanecer en la zona de confort

La zona de confort es un lugar peligroso, un oscuro abismo donde cualquiera que permanece allí por mucho tiempo se termina perdiendo. Mantenerse dentro de la zona de confort es renunciar a la vida.

3.    Omitir las opiniones de los demás

Sólo los necios creen ser suficientemente buenos en todos los aspectos. Cuando se trata de una lluvia de ideas, éstas pueden ser tan forzadas como capturadas. Una buena idea es una buena idea, independientemente de si se me ocurrió a mí o no. No dejes que tu ego saque lo mejor de ti; si alguien te ofrece un consejo, tómalo.

4.    Evitar el cambio

Lo que la gente mentalmente fuerte entiende y los demás no, es que el cambio es inevitable. No tiene sentido tratar de evitar lo inevitable. Por lo tanto, tratar de evitar el cambio no tiene sentido; es una mera pérdida de tiempo y energía.

5.    Mantener una mente cerrada

Uno nunca sabe todo. Incluso las cosas que uno cree saber, posiblemente no sean totalmente verdaderas. Si uno mantiene una mente cerrada, uno se impide a sí mismo aprender nuevas cosas. Si dejas de aprender, dejas de vivir.


6.    Dejar que los demás tomen decisiones por ellos

Solo usted debe tomar sus propias decisiones; no podemos permitir que otros las tomen por nosotros. Todo lo que esto hace es trasladar la responsabilidad de uno hacia otra persona, pero al final quien termina fracasando es uno mismo.



7.    Ponerse celoso por el éxito de los otros

Uno debería ponerse feliz cuando los demás tienen éxito. Si ellos pueden lograrlo, uno también puede. El éxito de los demás no significa, de ninguna manera, que se disminuyen las probabilidades de que usted tenga éxito. En todo caso, esto nos debe motivar para seguir empujando hacia adelante y, así, conseguir el éxito.

8. Pensar en las posibilidades de fracaso

Nuestros pensamientos controlan nuestra perspectiva; nuestra perspectiva controla nuestro éxito. La gente mentalmente fuerte entiende esto y lo usa a su favor. Siempre existe la posibilidad de fracasar, pero mientras existe la chance de triunfar, vale la pena hacer el esfuerzo.

9.    Sentir pena por sí mismos

Cosas malas siempre suceden. La vida puede ser muy dura. La gente se lastima; otros mueren. La vida no es todo color de rosa. Uno se caerá del caballo una y otra vez. La cuestión es si uno es lo suficientemente fuerte como para volver a levantarse.

10.    Concentrarse en sus debilidades

Aunque trabajar en nuestras debilidades tiene sus beneficios, es más importante concentrarse en potenciar nuestras fortalezas. La persona más completa no es quien llega más lejos en la vida. Ser del promedio en todos tus aspectos te convierte en alguien promedio. Sin embargo, el dominio de ciertas habilidades o rasgos te permitirá vencer a los demás con menos esfuerzo.

11.     Tratar de complacer a la gente

Un trabajo bien hecho es un trabajo bien hecho, sin importar quién esté juzgando el producto final. Uno no puede complacer a todo el mundo, pero siempre podemos hacer nuestro mayor esfuerzo.

12.      Culparse a sí mismos por cosas que están fuera de su control

La gente mentalmente fuerte sabe qué cosas puede controlar, y sabe lo que no puede controlar, y por eso, evita pensar en lo que escapa de sus manos.

13.     Ser impaciente

La paciencia no es solo una virtud; es “LA” virtud. La mayoría de la gente no fracasa porque no es lo suficientemente buena o porque es incapaz de triunfar. Esa gente falla porque es impaciente y se rinde antes de tiempo.

14.     Ser malentendido

La comunicación es clave para que cualquier sistema funcione correctamente. Cuando se trata de personas, las cosas se tornan un poco más difíciles. No es suficiente solo con entregar la información; si los oyentes no te entienden, el mensaje no se recibirá correctamente. La gente mentalmente fuerte realiza su mayor esfuerzo por ser entendida, y además, tiene la paciencia necesaria para aclarar cualquier malentendido.

15.     Sentir que los demás están en deuda contigo

Nadie te debe nada en la vida. Uno nace; lo que resta depende de nosotros mismos. La vida no nos debe nada. Los demás no nos deben nada. Si uno quiere conseguir algo en la vida, solo te lo debes a ti mismo; está en uno salir a buscarlo. En la vida, no existen las limosnas.

16.      Repetir los mismos errores

Comete un error una vez, está bien. Comete el mismo error dos veces… no esta tan bien. Comete el mismo error por tercera vez, deberías considerar alejarte del alcohol y las drogas. Tú eres estúpido o estás bajo los efectos de la droga.



17.        Ceder ante sus miedos

El mundo puede ser un lugar escalofriante. Hay cosas que nos asustan y tenemos razón en tener miedo, pero la mayoría de nuestros miedos son ilógicos. Si sabes que quieres probar algo, pruébalo. Si tienes miedo, entiende que tener miedo al fracaso significa que tener éxito es muy importante para ti.

18.       Actuar sin pensar

La gente mentalmente fuerte sabe que no debe apresurar sus decisiones. Si tienes el tiempo para reflexionar sobre algo y cubrir todos sus aspectos, entonces hazlo. No hacerlo es pura pereza.

19.       Rechazar la ayuda de otros

Tú no eres Superman; no puedes hacer todo. Incluso si pudieras, ¿por qué lo harías? Si otros te ofrecen su ayuda, acéptala. Sé social. Escucha las ideas de los demás y observa cómo ellos actúan. Puedes aprender algo. Si no, tú puedes enseñarles algo y hacer lo que los humanos solemos hacer: sociabilizar.

20.     Tirar la toalla (rendirse)

La mayor debilidad de los humanos es rendirse –poner un punto final, tirar la toalla–. Las personas mentalmente fuertes realizan las cosas de cierta manera. Solo haz las cosas que son importantes para ti; olvídate de lo que no te importa. Si son importantes para ti, persíguelas hasta tener éxito. Sin excepciones.

Gustavo Aldunate
http://www.accionpreferente.com/