sábado, 27 de agosto de 2016

La dispareja es como un árbol sin vida

https://www.youtube.com/watch?v=Z5FeJDwa0zk



“No camines delante de mí, puede que no te siga.
No camines detrás de mí, puede que no te guíe.
Camina junto a mí y sé mi amigo”
Albert Camus
“Dispareja” es un neologismo que sirve para definir a una supuesta pareja que no comparte nada en el plano intelectual, ni en el campo de las emociones, que viven de forma individual (o no lo vive) la pasión y la creación. Incluso viven a duras penas bajo el mismo techo.
¿Por qué seguir atados a una persona con la que no compartimos absolutamente nada? ¿Tan desesperados estamos que, lejos de alegrarnos la vida, sólo buscamos amargárnosla?
¿Es por miedo a la soledad, o por la incapacidad de estar bien con nosotros mismos, que preferimos establecer parejas de sufridores?
Acabamos descubriendo que hay algo peor que la soledad, y es la soledad compartida con alguien a quien no soportamos.

Carmen Guerrero
http://planosinfin.com/

viernes, 26 de agosto de 2016

¿Cuánto vales?

Sabia parábola acerca de la seguridad en sí mismo


Un día un sabio maestro recibió la visita de un joven que se dirigió a él para pedirle consejo:
— Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?
El maestro sin mirarlo, le dijo:
— Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mi propio problema. Quizás después… y haciendo una pausa agregó: — si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este problema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.
— E… encantado, maestro— titubeó el joven, pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas.
—Bien— asintió el maestro. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño y al dárselo al muchacho, agregó:
— Toma el caballo que está allá afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Ve y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas. El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes, quienes lo miraban con algún interés.
Pero les bastaba el escuchar el precio del anillo; cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara y solo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo. Alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro y rechazó la oferta.
¡Cuánto hubiera deseado el joven tener esa moneda de oro! Podría entonces habérsela entregado él mismo al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda. Triste, subió a su caballo y volvió a donde el maestro se encontraba:
— Maestro -dijo- lo siento, no se puede conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera obtener dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.
— Qué importante lo que has dicho, joven amigo —contestó sonriente el maestro—. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él para saberlo? Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuanto te da por él. Pero no importa lo que ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo. El joven volvió a cabalgar.
El joyero examinó el anillo a la luz del candil con su lupa, lo pesó y luego le dijo:
— Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo.
— ¡58 MONEDAS! — exclamó el joven.
— Sí, -replicó el joyero— yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé… si la venta es urgente…
El joven corrió emocionado a la casa del maestro a contarle lo sucedido.
— Siéntate —dijo el maestro después de escucharlo— Tú eres como este anillo: Una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?
http://paradigmaterrestre.com/

jueves, 25 de agosto de 2016

Reprograma tu mente para sanar tu cuerpo


La actitud, la afirmación y el optimismo podrían ser fundamentales para curar el cuerpo frente a diferentes enfermedades. A continuación cinco ejemplos en los que la mente controla la sanación del cuerpo.
Demostrar científicamente que la mente puede producir cambios efectivos y a corto plazo en el cuerpo es algo difícil de probar: los estudios estadísticos o fisiológicos que traten de demostrar alguna correlación entre las creencias de una persona y su estado de salud tienen muchos prejuicios que dejar atrás. Sin embargo, hay algunos miembros de la comunidad científica que están dispuestos a considerar explicaciones alternativas para el tratamiento y la curación de enfermedades (y no sólo cáncer o VIH sino, incluso, depresión y estrés en general) con tal de disminuir el sufrimiento de la gente. He aquí algunos ejemplos:

1. Creer es crear

“Yo hablo con mis píldoras”, afirma Dan Moerman, antropólogo de la Universidad de Michigan-Dearborn; “Les digo: Vamos, chicas, sé que harán un trabajo magnífico.”
El efecto placebo es parte de casi cualquier documentación seria sobre los efectos de una droga. ¿Pero qué pasaría si este efecto no fuera producto de un discurso externo sino de una creencia interna, subjetiva? Creer en el tratamiento que utilizas, no importa si es médico o de otro tipo, crea a su vez las condiciones para que el cuerpo lo reciba. Este efecto se ha comprobado en casos de depresión, Parkinson, osteoartritis y esclerosis múltiple.
El efecto placebo no es una sugestión selectiva, sino simplemente mantener una “actitud curativa”: creer que te estás curando puede liberar analgésicos naturales y alterar patrones neuronales negativos enseñándolos a tranquilizarse, disminuyendo la presión sanguínea y activando la respuesta del sistema inmunológico.

2. Piensa positivo

Sabemos que el optimismo es algo que nuestros tiempos cínicos y desencantados de todo pasan por alto muchas veces; el problema (o la solución, según el punto de vista) es que ser realista puede ser malo para la salud.
Los optimistas se recuperan mejor de operaciones clínicas del corazón, tienen un mejor sistema inmunológico y viven más. Es por eso que los médicos recomiendan algún tipo de terapia psicológica a pacientes con cáncer, pues la actitud del paciente respecto al tratamiento puede mejorar considerablemente sus probabilidades de sanar.
Pensar positivo no solamente te relaja y reduce el estrés, sino que el cuerpo podría beneficiarse de ese optimismo. Una buena actitud disminuye el nivel de cortisol, la hormona del estrés, además de reducir la susceptibilidad a nuevas enfermedades. Básicamente, si piensas positivo, estás autorizando a tu cuerpo para curarse a sí mismo.

3. Confía en la gente

Cuando hablamos de actitud positiva no lo hacemos solamente en lo referente a ti mismo, sino también en tu trato con los demás. Resulta que la soledad (o la percepción de soledad) incrementa el riesgo de sufrir ataques cardiacos, demencia y depresión. Por otro lado, la gente que está contenta con su vida social tiende a dormir mejor, envejece más lentamente y responde mejor a los medicamentos. Médicos como John Cacioppo, de la Universidad de Chicago, afirman que curar la soledad es tan bueno para la salud como dejar de fumar.
Cacioppo ha dedicado muchos años a estudiar los efectos de la soledad en las personas. Su descubrimiento puede reducirse a que la gente que tiene vidas sociales cálidas y relaciones significativas se enferma menos y vive más; esto se explica porque la gente que está en contacto con otras personas tiende a cuidar más de sí misma, mientras los solitarios crónicos se olvidan de sí.
Cacioppo cree que cuando nos encontramos aislados por mucho tiempo (o si nuestro estilo de vida es de considerable aislamiento), nuestro sistema nervioso se comporta como si estuviera herido, activándose para curar heridas y luchar contra infecciones que no existen. Paradójicamente, aunque el contacto con otras personas pudiera hacernos susceptibles al contagio de bacterias, nuestro sistema inmune aprende a activarse con más velocidad si tenemos una vida social rica, tal vez porque sabe que estamos más expuestos a contraer enfermedades en compañía de otros.

Un detalle interesante es que no importa cuántos contactos tengas en Facebook sino cómo te percibes a ti mismo(a): la gente solitaria no vive en la punta de una montaña o en medio del bosque, sino que se siente solitaria por ver al resto de la gente como una amenaza potencial. Un estudio de 2010 afirma que atacar esa actitud de soledad percibida puede ser más útil para la gente sola que, digamos, invitarlos a una fiesta o enseñarles habilidades de socialización.

4. Medita

Monjes de todas las religiones han dedicado gran parte de su vida a meditar y existe evidencia de que esta práctica ayuda a mejorar la respuesta del sistema inmune, protege contra las recaídas en la depresión, disminuye la velocidad del avance del VIH e incluso suaviza la piel, debido a una mejor oxigenación del cuerpo.
La gente que medita tiene niveles más bajos de cortisol y lidia mejor con el estrés, debido probablemente a los cambios que experimentan en la amígdala, el área del cerebro que procesa el miedo y la respuesta a las amenazas. De hecho, la meditación trascendental puede ayudar a revertir el estrés postraumático en refugiados de guerra.
Pero si crees que tu vida es demasiado ocupada y complicada como para irte tres meses a un Vipassana, algunos médicos creen que la intención puede generar más milagros que un costoso retiro en las montañas: dedicar unos minutos a meditar en medio de tus ocupaciones puede tener efectos estructurales en el cerebro incluso 11 horas después de practicar.

5. Conoce tu propósito

Conocer el propósito de nuestra vida y vivirla de acuerdo a él puede ser una experiencia equivalente a volver a nacer. Viktor Frankl probablemente sea uno de los sobrevivientes de un campo de concentración más famosos de la Segunda Guerra Mundial; en su libro El hombre en busca de sentido, Frankl detalla cómo aquellos prisioneros que tenían algo por qué vivir podían mantener la buena actitud y soportar sufrimientos atroces, mientras los que se dan por vencidos frente a las circunstancias tienen más probabilidades de ser derrotados por ellas. Primo Levi, otro famoso sobreviviente de un campo de concentración, afirmó algo similar en "Si, esto es un hombre."
Según los médicos, en un estudio con 50 pacientes de cáncer en estado avanzado, aquellos con mayor “fe espiritual” respondieron mejor a la quimioterapia y vivieron por más tiempo. De los primeros, más de 40% estaban aún vivos luego de tres años, en comparación con menos del 10% de los que vivían con “poca fe”.
Mucha gente encuentra un “propósito” en la religión: rezar y asistir a la iglesia es algo que, en sí mismo, puede hacer sentir mejor a la gente. Esto puede deberse a la intervención divina o al efecto placebo; en cualquier caso, las emociones positivas asociadas a la espiritualidad promueven respuestas fisiológicas positivas. “Mente sana en cuerpo sano” puede no ser un vago eslógan de gimnasio, sino la relación fructífera y sana entre elementos del ser que, en realidad, están separados artificialmente por el pensamiento dicotómico pero son inseparables uno de otro.
Autoconocimiento Integral