jueves, 21 de julio de 2016

La relación con los demás

 Somos seres de relación, y eso es algo indudable. Todos estamos abocados a relacionarnos con el resto de personas y seres que ocupan este planeta. Desde que nacemos requerimos atenciones; mientras vivimos podemos prestar las mismas y, en las postrimerías, necesitaremos nuevamente cuidados de los demás. Esto indica que, de uno u otro modo, la vida se encarga de acercarnos a los demás, y es ahí donde la calidad de las relaciones dará sus frutos.

    La relación, a diferencia del encuentro, debe ser moldeada y perfeccionada, pues el encuentro es casual y el modo de relacionarnos, causal. Esto indica que muchas veces el resultado de una relación es la mezcla de los contenidos de las personas que la componen, y otra parte, es la ley de impermanencia que también condiciona el desgaste de las relaciones, pues éstas no escapan a su naturaleza de transitoriedad.



Por ello, las relaciones son el claro reflejo de nuestra capacidad de manejarnos e interactuar con las demás personas, ya que permite en muchos casos, dejar visibles nuestras carencias o erróneos puntos de vista, y trazan una vía de aprendizaje que comienza siempre en uno mismo.

    Nos podemos relacionar desde el ser o desde el ego. Si permitimos que el ego medie, nos veremos atravesando continuas veces una neblina que no nos dejará ver la otra persona en cuestión, pues ésta se verá coloreada, rotulada, etiquetada y le arrogaremos cualidades incluso de las que carece. El ego desde su autodefensa, tratará de proyectar en los demás connotaciones que surgen muchas veces de nuestras propias deficiencias, pues ante la inseguridad y el miedo de enfrentarnos a ellas, preferimos verlo argumentado en los demás. Esa visión empañada nos hace creer lo que no es y no nos permite ver lo que es. Así se pierde la fluidez en el canal de comunicación (que no siempre es verbal), pues con tanto tráfico de ideas, se produce un alejamiento de la realidad.

    Este motivo nos dirige, primero, a amigar con nosotros mismos. Eso permitirá que la relación no se convierta en una negociación, y no se produzca la excesiva demanda de ajustar a los demás nuestras ideas preestablecidas y configuradas. De otro modo, la otra persona lo deja de ser para convertirse en un objeto con la responsabilidad de rellenar aquello que, por nosotros mismos, no somos capaces de insuflar.


Otras veces, uno puede ser la víctima de esa transacción, viendo que nuestras necesidades siempre están solapadas por la de los demás y convirtiéndonos en meros figurantes de la escena. Entonces queda mermada nuestra participación en la relación, siempre a merced de la figura que resalta, y haciendo de la misma, una inclinación hacia el mismo lado y perdiendo lo genuino de lo que podría ser un encuentro de seres. Es cuando la relación se torna una pose, un teatro de títeres, una fotografía que nunca termina de ser enmarcada.

    En otras ocasiones, las relaciones o amistades pueden ocultar un interés escondido, pues lo que se ve en la otra persona es en sí los beneficios que nos reporta asociarnos a ella a través de fijar unos lazos que, aunque son en apariencia, se maquilla al exterior como de únicos y genuinos. En ese caso todo estará en la superficie de las apariencias y no habrá capacidad de ahondar en la esencia. La relación se convierte en un escondite, un juego de ahora sí y ahora no, pues no hay base donde sustentarla y al no haber sido sembrado en terreno fértil, jamás podrá dar sus frutos.

    Hay otras relaciones que observamos empiezan con un exacerbado apego por ambas partes, como si su canal de enlace fuera desconocido para el resto. Esa exaltación acaba declinando con el tiempo, pues también se observa con qué facilidad el amigo se convierte en enemigo. Otra cosa es la sensación de familiaridad que uno experimenta con un determinado tipo de personas que escapa a la comprensión racional, ya que más que un conocer, se trata de un reconocer, y queda creada una cercanía adelantada al patrón general de la amistad.

Muchas más relaciones se van cruzando en el recorrido existencial, desde las de trabajo o la paterno/filial, que pueden servir, en el caso de un padre,  para hacer de la vida de un hijo unaextensión de la suya propia, que al no haber alcanzado diversos propósitos, lo proyecta como parte de la responsabilidad que debe ser acometida y rellenada por su descendiente.

Si comenzamos por integrarnos en nosotros mismos será más fácil la interrelación con los otros, pues en esa abundancia, estaremos más capacitados para dar sin la necesidad de ser rellenados por los demás.

    Hay incluso en las relaciones de pareja que el principal sentido es conocer a la otra persona, ¡qué paradoja! Uno pretende conocer a otro cuando apenas hace por conocerse a sí mismo, y lo que es más curioso, uno quiere conocer a otra persona que tampoco se conoce a sí misma. ¿Entonces, dónde quedaría la fusión? Serían dos hojas a merced del viento, y en este caso, de las circunstancias.


  Relacionarnos es compartir el mismo escenario vital con los demás seres. Hagamos por reconciliarnos primero con nosotros mismos y estaremos más capacitados para intercalar con los demás. Hagamos del ego un secretario, pero que no se inmiscuya más de lo necesario. Hagamos de las relaciones un aprendizaje para explorarnos y aprender. Todos tenemos algo que contar. Veamos que emociones negativas emergen cuando nos relacionamos, como envida, rabia, celos..., y tratemos de amplificar otras cualidades positivas como paciencia, comprensión, ecuanimidad... Relacionémonos desde la firmeza, sin aprovecharnos y sin ser aprovechados, sin desconsiderar y sin ser desconsiderados.

 Somos un planeta conformado por seres sintientes que necesitamos todos de todos. Hagamos por equilibrar y armonizar cada una de nuestras relaciones, para así, enriquecernos de las mismas.

    El buscador entiende que en el camino no se halla solo, pues parte de él se basa en interactuar con los demás. Sabe que es de todos y de nadie,  y que aunque ha emprendido un viaje de relación hacia dentro, comprende que son las externas en donde se verá reflejado el equilibrio que emana de uno.

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miércoles, 20 de julio de 2016

Rompe con la inseguridad


La inseguridad. Esa sensación que nos paraliza, que nos llena de dudas, que nos hace sentir incapaces  para emprender un nuevo proyecto, que provoca que le demos mil vueltas a la cabeza antes de tomar una decisión, que nos hace pensar que siempre andamos equivocados y que nunca acertamos, que nos lleva a buscar la aprobación de los demás, que nos hace desconfiar de nuestras capacidades y temer las críticas de los demás.
¿Quién no se ha sentido inseguro alguna vez? Pocas personas han podido escapar de este sentimiento. Todos, en algún momento de nuestra vida, nos hemos visto atrapados por esta emoción.El problema viene cuando la inseguridad se convierte en una constante que condiciona nuestra existencia.
Ser inseguro es un rasgo que algunos expertos asocian a las experiencias vividas durante la infanciaSe supone que cuando nacemos, todos traemos un kit de supervivencia, lleno con los recursos que vamos a necesitar para desenvolvernos en la vida. Pero el ser humano es la especie más indefensa y necesita la ayuda de los demás para crecer y poder desenvolverse solo.
Es en este desarrollo donde está la clave y es aquí cuando empezamos a cimentar nuestra seguridad o inseguridad. Se establece un vínculo de dependencia con quien nos ayuda a crecer, generalmente los padres, y en la medida de que estemos más o menos protegidos, en el futuro nos mostraremos más o menos inseguros.
Cuando nos hacemos dependientes, dejamos de manera inconsciente, que los demás decidan por nosotros. Por eso, cuando una persona insegura sale de “su manto de protección”, le asaltan las dudas, afloran sus debilidades y miedosLa inseguridad pone de manifiesto la falta de autoestima, el temor a asumir responsabilidades, el rechazo a la crítica de los demás, la necesidad de que otros aprueben todo lo que hacemos, la desconfianza en uno mismo o la falta de confianza para tomar decisiones satisfactorias.

REFORZAR LA AUTOESTIMA

Por el contrario, cuando una persona crece con más independencia forja más confianza en sí mismo, aprende solo a tomar decisiones y eso le hace ganar seguridad. Las personas seguras se sienten más libres. Tener seguridad no significa estar exento de riesgos o equivocaciones, sino asumir las consecuencias sin los miedos y preocupaciones que atormentan a las personas más inseguras.
Una buena forma de aumentar la seguridad es trabajar nuestra autoestimaEs imprescindible reforzar la confianza en nosotros mismos, reconocer nuestras capacidades y aceptarnos tal cual somos. Querernos sin esperar juicios de los demás. Saber que pase lo que pase, contamos con los recursos necesarios para afrontar esa situación. Esto nos hará sentirnos más libres y, por tanto, más seguros.
Psicología/Marian García
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martes, 19 de julio de 2016

El fenómeno de la transitoriedad

Todo cambia, todo muda, nada permanece estático. Los ciclos se presentan, las etapas se finalizan y la vida toma un carácter sometido por la ley de lo transitorio. El cambio es lo único permanente en un escenario donde el decorado es reemplazado una y otra vez constantemente.

    La ley de la transitoriedad es inexorable, intrínseca a la existencia misma. En su propio dinamismo se sustenta. Nada queda estático sin estar envuelto bajo el manto de la impermanencia. La transitoriedad encuentra sus márgenes en las dualidades, en los opuestos y en el desarrollo fenoménico. Todo cambia continuamente a nuestro alrededor, pero curiosamente nuestra percepción se niega a comprenderlo, dando por sentado todo aquello que se está continuamente renovando.


Vivimos acaparados por la idea de lo perdurable, de lo permanente, de querer agarrarnos a lo eterno. Sabemos que el tiempo pasa, pero creemos que tan sólo afecta a los demás. Se nos escapa la comprensión profunda de detectar lo poco perdurable que pueden ser las cosas, haciendo de la vida una imagen retenida, una fotografía que no se altera. Damos por hecho lo que ya de por sí está cambiando.

    Cambian los escenarios, las actividades, las relaciones, los estados de ánimo, las percepciones, las ideas, y así un sinfín de planos y eventualidades. Nosotros ya no somos quienes fuimos, ni somos quienes seremos. Todo muta sin poder controlarlo, al margen de nuestros deseos y voliciones.

    Ahora sentimos una emoción, después otra. El amigo se convierte en enemigo, el enemigo más adelante nos ayuda. Lo que parecía la peor noticia, con el tiempo se convierte en oportunidad. La vida es fluidez, renovación constante. Un dicho de Heráclito reza que nunca te bañarás en el mismo río dos veces. Lo único que se estanca es nuestra percepción, nuestros petrificados ideales, nuestra visión de las cosas que no alcanza el compás ni el ritmo de la melodía existencial.


 Nuestro pensamiento quiere seguridad, un suelo fijo donde aposentarse. Buscamos adherirnos a lo seguro en una esfera de constante mudanza. Todo ello deriva miedo, inseguridad, y un apego rígido hacia todo lo que de por sí tiende a ser modelado. En mitad del arroyo nos agarramos a una rama a punto de quebrar, en vez de manejarnos con las aguas que nos empujan y aprender a reconciliarnos con ellas. La vida golpea contra nosotros y mantenemos una actitud de bloqueo, de sujeción a esa rama que consideramos irrompible. Llegará un momento que, o bien se quiebra la sujeción, o aprendemos a soltar para volver a retomar la fluidez de la que nos habíamos apartado.

    Para la mente, la transitoriedad es un fenómeno que no termina de captar. La mente necesita de lo fijo, de lo inmutable para tener donde adherirse. Necesita de las creencias en determinados patrones y de la proyección según los esquemas en los que se basa. El cambio le frustra, le tambalea, derriba sus cimientos. Lo mudable, lo transitorio, todo ello se desarrolla en el presente y es ahí de donde la mente quiere escapar. Prefiere basarse en lo ya vivido o en lo que está por llegar, porque de esa manera hay un margen para edulcorar las experiencias. El presente es un suelo que se hace añicos a cada instante, por eso la mente y el ego, en él no pueden mantenerse.


Aceptar el cambio es conectar con un dinamismo que se produce al margen de nuestros favoritismos o de nuestra postura de cómo deben ser las cosas. Es acrecentar nuestra mirada para abarcar todas las posibilidades que ofrece la transitoriedad. Si nada pasara, un dolor de cabeza sería para siempre. La transitoriedad ofrece aprendizaje, desprendimiento a cada instante, muda psíquica. Ofrece la posibilidad de crecer y desprendernos de una parte de nuestra personalidad que no nos ayuda en nuestra evolución. Ofrece el entendimiento correcto de una comprensión más reveladora sobre las fases en las que se desenvuelve la vida.

    Si todo cambia, si todo transita, ¿a qué apegarnos? El desapego permite ligereza en vez de fricción ante las circunstancias dadas. Permite cortar con las ligaduras invisibles que tanto nos esclavizan emocionalmente. Ya puede ser el apego a personas, a placeres, a ideas, etc... Al final lo único que se mantiene es nuestra ligadura creada, y a sus espaldas, se desarrolla el fenómeno cambiante.

    La existencia rige con sus ciclos, invierno/verano, día/noche, y así se van completando los decorados en los que estamos inmersos. Si queremos alcanzar lo eterno no debemos mirar afuera. El tiempo condiciona y rige. Según el controvertido Osho: ¨ La eternidad no es duración en el tiempo, sino profundidad en el momento ¨.


Ahí debemos investigar para acceder a esa intemporalidad libre de condicionantes. El momento ofrece algo más que una situación que resbala ante nuestros ojos. Encierra en sí mismo el acceso a una dimensión no salpicada por la fluctuación del dinamismo. El acceso es tan estrecho que no entra ni un pensamiento, ni una sola idea, tan sólo un estado de consciencia alerta.

    Si estamos más conscientes penetraremos en una profundidad en la que ninguna sola onda nos agitará, en la que la condición del cambio tenga un acceso restringido, y se pueda presentar así un estado bien distinto del que está regido por el fenómeno de la transitoriedad.

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sábado, 16 de julio de 2016

Dejando de alimentar lo que ya no funciona


Observamos a menudo que cada vez más personas están percibiendo (a nivel planetario) que todo sigue cambiando, que las viejas estructuras y las obsoletas formas de pensamiento siguen en picado, se consumen a su propio ritmo para que una nueva forma de vida esté lista en su manifestación de fuerza y luminiscencia, y active todos los focos apagados del planeta en su conversión a la claridad de Ser. Dicho de otra forma: para que nazca lo nuevo, ha de "morir" lo viejo. De la misma forma nosotros percibimos que muchos se están cansando de ver que aquellas cosas que antes les funcionaba, ya no es así ahora, e intentan cambiar la disposición de sus caminos. Un día prueban a dejar de luchar contra su dolor de cabeza, y lo abrazan, abrazan de corazón el dolor y comprueban que comienza a desaparecer. Eso, les da un empuje para comprender que nunca antes probaron este "método", este nuevo mirar desde la zona emocional dormida y la comienzan a despertar al entrar en consonancia con aspectos más reales.

Otros lo prueban con enfermedades de mayor grado y consiguen mejorías que nunca les dieron los fármacos. Aquellos, muy cansados de querer controlarlo todo, han tirado la toalla intuyendo otro mirar, comprendiendo con cada lucha un sufrimiento, un darle más fuerza a lo mismo y un problema multiplicado a diario. Son personas que fluyen, que comienzan a agrandar su felicidad y que ya no permiten que disminuya. Han concebido que se puede vivir muchísimo mejor de otra forma que por no haberla probado nunca se la estaban perdiendo siempre. Han encajado que cada vez que entran en enojos, ceban más los mismos enojos y pierden la calma. Y otros han dejado de ir en contra "de lo mal que le va al mundo" porque de esta nueva manera comprenden no solo que no van a cambiar la situación (todo sigue su proceso), sino que estaban ayudando con su propia energía a alimentar más de lo mismo y lo que hacían causaba el efecto contrario a lo que ellos querían en un principio. Una cárcel en la que no se ven los barrotes.

Han agarrado el nuevo conocimiento y ya no lo sueltan. Así, cuando se han instalado en esas comprensiones desde otro mirar, han observado un aumento de su sensibilidad antes atrofiada y un agradecimiento íntimo a la existencia. Han terminado de perdonar al pasado y a ellos mismos. Comienzan el único y verdadero amor incondicional hacia todo cuanto ven, hacia cualquier situación de sus vidas y, se convierten en la libertad de palpar que… TODO ES MAS SENCILLO


* MIEDOS, DEPENDENCIAS, APEGOS...


Una dependencia, cualquiera que sea ésta, es el resultado de estar viviendo en un estado de apresamiento. Es lo contrario a la libertad o a la carencia de poder decidir en cada momento aquellos aspectos que nos hacen sentir bien con nosotros mismos. Todo hábito tiende a desarrollar un mecanismo estandarizado, repetitivo, en el que no hay lugar para otra cosa que no sea el proceso anquilosado de la dependencia en sí misma. Esto se puede llevar a cualquier marco de las innumerables estancias que la vida refleja en todas estas partes donde constantemente elegimos el hábito, el automatismo y, desde ese lugar podemos observar que siempre es una decisión propia la que hace posible que nos sumerjamos (inconscientemente) en esa reincidencia enferma. Queremos explicar cómo sentimos este funcionamiento interno: todo ser que alberga basura, o, que aún no ha sanado, mira la vida desde este estancamiento.

Se hace importante aquí el resaltar (para los que decidan avanzar) que este mirar desde esta zona enferma, no les dejara ver lo que hay detrás de todo esto. Y concretamos: detrás de todo esto está la libertad de Ser, está la luz de la que tanto se habla, está en definitiva la felicidad. Pero, ojo, es muy importante comprender este funcionamiento para así asentar esta comprensión en el interior, para así permitir que la conciencia registre este “mal” funcionar y permita que vayamos más allá en una nueva diferencia. Cuando esta comprensión ya está dentro, es mucho más fácil ver en qué momentos estas actuando en automático, dejándote llevar por lo que no funcionó nunca.

En principio, no es fácil detectar cuándo nos encontramos inmersos en un estado de hacer las cosas con automatismos o hábitos aprendidos (por eso detallábamos más en el párrafo anterior), defendiendo ideas de cómo debe ser cada situación, cada cosa, preservando conceptos mentales como si no pudiese ser la vida de otra forma. De todas formas, es claro mencionar que cualquier dependencia dificulta aspectos esenciales de la libertad plena, a la que todo individuo tiene opción e incluso preferencia.

Podemos comenzar haciendo una pequeña lista de apegos derivados de estas creaciones que a lo largo de los años se nos han ido pegando de forma absurda. Por ejemplo, el apego a las apariencias puede servirnos como iniciador para ver el sin sentido de una conducta innecesaria. Tal vez, de esta podamos saltar al miedo que nos supone que las demás personas dejen de aprobarnos, haciendo esto resurgir el apego a la aprobación de los demás, y de paso, podemos trasladarnos a un tercer apego o miedo acerca de lo que es correcto o incorrecto, todo esto sin haber mencionado nada de la etiquetada educación, el defender las ideas establecidas de cómo deben ser las cosas o, el apego a innumerables y prefijada costumbres. Para todo el mundo es muy importante su propia vida y, comprendiendo que podemos reescribirla, vemos más claro todo, vemos que entonces caen todos estos apegos, vemos que todo puede cambiar una vez hayamos despertado a esta realidad y hacer una modificación de unas por otras.

Ese apego a vivir de forma desmesurada es porque creemos no tener otra oportunidad. En realidad Somos eternos y podemos tener infinitas experiencias. Con estas comprensiones se abre el universo entero. Dejamos atrás los miedos al otro convencimiento de que, si esta vez no soy madre ya no lo seré nunca, si no triunfo en mi negocio no tendré otra oportunidad, si no me entiendo con mi pareja no podré continuar... En definitiva cae el miedo a nosotros mismos, cae la ilusión de no entender más que lo está frente a los ojos, cae el miedo a vivir de verdad y cae el teatro absurdo en el que nos hemos sumergido por milenios y aparece la importancia de saber Quiénes Somos.

Y retomando lo anterior, si no has tenido suficiente, puedes revolcarte un poco más por la densidad del enfado. Todo esto lo único que hace es estorbarnos porque el único resultado incoherente que va marcando es el de la limitación. Toda esta presión que vamos acumulando tiene que explotar por alguna parte y, entonces, habrá quienes preferirán irse de compras y así poder sentir el apego a lo material cada vez más incrustado, o bien, el ampararse a la soledad y de paso abrir la recreación con la culpabilidad de sentirse solo. Si hasta aquí la lista no es demasiado larga, podemos rematarla en definitiva con el apego a la configuración mental de turno. Si podemos darnos cuenta, todas las dependencias o apegos que he mencionado, están basadas en el miedo y, todo miedo es una cárcel que seguiremos alimentando mientras no hagamos un stop crítico con nosotros mismos. 


►LO QUE EN VERDAD ERES, NO ES SUSTITUIBLE POR NADA.


LA VERDAD
Leticia R. Villaseñor & Javier G. Delgado
 
http://www.trabajadoresdelaluz.com/

viernes, 15 de julio de 2016

Relaciones

El verdadero secreto de la atracción va más allá del físico y el interior


La verdadera atracción va más allá del físico o de ese interior tan difícil de definir. La auténtica magia entre dos personas se inscribe en la lectura emocional de dos corazones que colapsan y armonizan, que se entienden. Es esa atracción de la que uno no se libera ni aún cerrando los ojos.
Todos tenemos claro lo complejo que es para la ciencia aislar variables y establecer correlaciones para comprender un poco mejor qué es eso llamado amor, afecto o atracción. No obstante, el estudio más reciente publicado hasta el momento, parece tenerlo claro: la clave del atractivo podría estar en la comprensión mutua entre dos personas.
La atracción física no perdura, es intensa, vacía y fugaz, pero la atracción por esa mente y ese mundo emocional que late al mismo ritmo que nuestra música interna, nos convierte en la mejor pareja de baile en el amor.
“Solo quiero a alguien que me comprenda”. Esta es sin duda una de las frases más comunes que lanzamos a la desesperada cuando fracasamos en alguna relación afectiva. Lejos de pedir un imposible, nuestra demanda es tan lógica como acertada. Porque ningún amor será auténtico si no existe esa empatía basada en la intuición de necesidades y en la correspondencia de afectos.
Te invitamos a reflexionar sobre ello.

El misterio de la atracción entre dos personas

Recordemos, por un momento, una película inolvidable: “Mejor Imposible”. Estamos ante dos personas completamente diferentes, tanto en estatus social como en intereses personales. A pesar de que entre Melvin y Carol existe una inexplicable atracción, el personaje de Helen Hunt se siente desesperada ante el comportamiento y actitud de Jack Nicholson.
Ella “quiere un novio normal” alguien que la comprenda. Hasta que en un momento dado, y en una situación límite, ella le pide que le dé una sola razón para no irse en ese mismo instante. Es entonces cuando Melvin Udall, ese escritor de novelas románticas y con un grave trastorno obsesivo compulsivo le revela con sinceridad, “Tú haces que quiera ser mejor persona”.
Es ahí donde reside el auténtico misterio. Más allá de lo físico y de ese convulso interior que en ocasiones guardamos las personas, todos escondemos unas necesidades emocionales que de pronto, son identificadas, leídas e incluso resueltas con la cercanía de ese alguien maravilloso disfrazado de persona normal.

El auténtico atractivo se encuentra en el cerebro

Cuanto más conseguimos sintonizar con el mundo emocional de alguien hasta el punto de descifrar sus sentimientos, mayor es la atracción. Esta es la conclusión a la que ha llegado un grupo de investigadores de la Universidad de Lübeck, Alemania, y cuyo estudio se ha publicado este mismo año en la revista “PNAS“.
El amor siempre será alegría y la necesidad de dar lo mejor de nosotros mismos al ser amado. Porque el amor que solo entiende de sufrimientos  y chantajes no es digno ni es auténtico.
La atracción más intensa es esa en la que por fin, logramos comprender las intenciones y las emociones de la otra persona, y donde además, reforzamos nuestro crecimiento personal y la autoestima como la raíz de ese árbol que logra encontrar un pequeño rincón bajo la tierra lleno de agua y nutrientes donde poder crecer en fortaleza y belleza.

Encontrar a alguien a quien comprender y que nos comprenda no es fácil, lo sabemos, pero cuando ello ocurre, nuestro cerebro se complace. Esto mismo es lo que nos explica la neurocientífica y directora de este estudio, Silke Anders:
  • Para tener una relación duradera y feliz, las personas estamos “obligadas” a actualizar y a decodificar continuamente tanto las emociones como las intenciones de nuestras parejas. Solo así podremos anticiparnos a ellas y actuar en consecuencia. (Parece cansado/a, seguro que le ha ido mal en el trabajo. Voy a prepararle un baño caliente y una cena especial)
  • Si no lo conseguimos, si nuestro sistema neuronal falla en la decodificación de emociones, se crea un estado de estrés y disonancia en el cerebro. (¿Por qué me rechaza? ¿Por qué está de mal humor si he hecho todo lo posible para que se sintiera bien?).
Todo ello parece ayudarnos un poco más a entender por qué, en ocasiones, el iniciar una relación con alguien que nos atrae físicamente y con quien tememos algunas afinidades, no termina de encajar.
Las personas necesitamos de una armonía más íntima, ahí donde nuestro vocabulario neuronal hable un mismo idioma. Donde las necesidades sean decodificadas mediante una lectura emocional sabia, intuitiva y ante todo valiente. Capaz de dar la respuesta más acertada en cada momento y no la que a uno mismo le interese.
Necesitamos que nos hagan ser mejores personas y no personajes incomprendidos bajo nuestras solitarias corazas.
Psicología/Valeria Sabater
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