jueves, 23 de junio de 2016

Cuántas veces habré llorado sin saber que la vida me hacía un favor


Cuántas veces habré llorado a escondidas sin saber que la vida me estaba haciendo un favor, sin entender que lo ocurrido no era el fin del mundo, sino el principio de algo mejor. Porque existir es reiniciarse una y otra vez, es cerrar una ventana para abrir una puerta mientras nos secamos las lágrimas por quien nunca las mereció.
Albert Einstein solía decir que si había algo de lo que estaba agradecido, era a todas aquellas personas que a lo largo de su vida le habían dicho “no”. Cada una de las desilusiones sufridas por quienes se negaron a ayudarle en su momento, le permitieron más tarde encontrar ese motivante con el cual, aprender a hacer las cosas por sí solo. A ser más fuerte.
Nadie sabe cuánto he llorado, ni todo lo que esas lágrimas me han enseñado. A día de hoy soy el resultado de cada uno de esos llantos silenciosos que he dejado escapar, y no por debilidad, sino por cansancio de ser fuerte…
Hay veces en que sencillamente, no podemos más. El estrés emocional ocasionado por tantas decepciones. fracasos y por cada “no” encontrado en el camino, nos obliga a detenernos. Es entonces cuando aparece la indefensión y la clara sensación de que hemos perdido el control sobre nuestras vidas.

Judith Orloff, psiquiatra y autora del libro “Libertad emocional, cómo dejar de ser víctimas de las emociones negativas”, nos dice que el primer paso para propiciar el equilibrio interior es el llanto. Después de las lágrimas llega la calma, y seguidamente, la claridad. Te invitamos a reflexionar sobre ello.

Lo llorado por lo aprendido: el sufrimiento útil


Es muy posible que si ahora mismo pudieras viajar a tu propio pasado, sintieras compasión de tu persona al verte llorar por razones que nunca valieron la pena. Todas esas lágrimas vertidas por quien nunca mereció nuestro afecto o por cada instante de angustia por un proyecto o sueño que nunca valió realmente la pena, son ahora recuerdos imborrables. Sueños rotos pero útiles a la vez, inscritos en esas nubes pasajeras de nuestros ciclos vitales.
Ahora bien, cabe señalar que nadie llega a este mundo “enseñado” de fábrica. Las lágrimas son como ritos de paso que hemos de experimentar a la fuerza para seguir creciendo, para saber “quién sí y quién no”, para ponernos a prueba y medir nuestras fortalezas.
En psicología se habla a menudo de lo que se conoce como “sufrimiento inútil”. Es un término que nos llama especialmente la atención y, lo creamos o no, aparece más de lo que pensamos. Hace referencia a esos momentos en los que, cuanto más somos conscientes de nuestro dolor, más nos perpetuamos en él.
Ejemplos de ello serían esas relaciones de pareja tormentosas, donde lejos de poner fin para dejar de esperar lo imposible y liberarnos del dolor, caemos aún más hondo en sus arenas movedizas.
 Mientras el sufrimiento útil tiene un fin y nos permite soltar lastres para limpiarnos por dentro y aprender, el inútil, jamás dará paso al duelo, al cambio. Al crecimiento interior.

Tras el dolor llega la oportunidad

Es muy posible que hayas oído en numerosas ocasiones esa expresión de que “solo quien ha sufrido puede entender qué es la vida de verdad”. Cabe decir que esto no es del todo el cierto. La felicidad también enseña, también nos ofrece adecuados recursos. Ahora bien, la adversidad es a su vez ese cruce en el camino por el que la mayoría habremos de pasar alguna vez. 

Yo también he llorado por cebollas que no valían la pena, por sueños que se llevó el viento y por dulces deseos que se tornaron amargos…
Cuando la crucemos, cuando experimentemos el dolor en alguna de sus formas, ya no seremos los mismos. Por ello, es necesario propiciar “un sufrimiento útil” del que hablábamos con anterioridad, ese que nos permita aprender a ser más hábiles, mejores estrategas con mentes resilientes y personas capaces de ver nuevas oportunidades. Porque aunque pensemos que la vida nos ha dado un “no” rotundo, a veces, no es más que un “espera un poco más”…


Judith Orloff, en el libro de  citado al inicio del artículo “Libertad emocional, cómo dejar de ser víctimas de las emociones negativas”, nos enseña que para poder ver las oportunidades en tiempos de oscuridad es necesario generar una adecuada calma interior.
  • El desahogo emocional es un mecanismo adecuado y liberador para sosegar la mente y ver las cosas de otro modo.
  • Una vez hemos llorado por esa decepción, por esa ruptura o ese fracaso, es necesario generar el cambio. Ahora bien, un error en el que caemos a menudo es en esperar a que ocurra algo a nuestro alrededor para encontrar entonces un motivante, un propósito que nos permita seguir avanzando para dejar atrás lo sucedido.
  • No es este el enfoque. Lo más acertado es “ser nosotros mismos el propio cambio”. Lejos de esperarlo desde el exterior, hay que inducirlo desde el interior. Porque justo cuando uno deja de esperar y reacciona, la propia vida cambia. 
Al fin y al cabo, es en estos momentos de dificultad personal cuando descubrimos cuántas fortalezas se hallan en nuestro interior y todo lo que somos capaces de hacer. 
Porque aunque no lo creas, somos como los robles, que cuanto más les embiste el viento, más fuertes crecen.
Psicología/Valeria Sabater


miércoles, 22 de junio de 2016

Lo que te hizo engordar. . .

LO QUE TE HIZO ENGORDAR FUE EL SÍNDROME DEL ABANDONO

Quiero hablarte a ti, y decirte, que ni una alimentación deficiente, ni la falta de ejercicio han provocado tus kilos de más. 
Lo que te hizo engordar fue el miedo, el sentimiento de abandono, la falta de amor, la desvalorización, la desprotección, todo esto lo expresaste en impulsos inconscientes, y ellos se manifestaron como hábitos alimenticios deficientes.
Ten en cuenta que la finalidad de las experiencias dolorosas no es perdurar, sino enseñarnos su lección y luego disolverse. Sin embargo como tu sistema de drenaje emocional está averiado, has tratado, inconscientemente, de deshacerte de esos pensamientos y sentimientos por medio de la digestión, diciendo:
Si no puedo procesar mi tristeza, quizá me la pueda comer, si no puedo procesar mi ira, quizá sea capaz de engullirla.
Ese exceso de peso desaparecerá cuando ese niño interior que aún vive en el cuerpo del adulto, creciendo a través de la grasa, pase a ser reconocido y protegido por el adulto y se dé cuenta de que el miedo pertenece al pasado y que ahora está a salvo. Ese niño interior dejará de crecer en forma de grasa corporal.
Quiero que sepas que la grasa es una expresión física de tu necesidad de poner distancia con los demás, esta grasa ha sido un muro para protegerte, una barrera, que tú mismo has creado. Te propongo que derribes los ladrillos de ese muro de grasa, para así darle paz y libertad emocional a tu niño interior.
Esos ladrillos hoy, ya no te sirven, esos ladrillos que tienen nombre y se llaman: Vergüenza, Rabia, Miedo, Rencor, Injusticia, Desprotección, Separación, Agotamiento, Estrés, Complejo de inferioridad.
La grasa que te quitas de encima había penetrado en tu consciente antes de acumularse en tu cuerpo, y cuando el peso desaparezca de tu mente, abandonará también tu cuerpo.
http://consejosdelconejo.com/
Fuente: Centro Internacional de Reiki

martes, 21 de junio de 2016

EL MIEDO A QUEDARSE A SOLAS CON UNO MISMO



En mi opinión, quedarse tranquilamente a solas con uno mismo, es un acto de honradez y de valentía que merece una medalla de reconocimiento al valor.

Lo digo de verdad. Hacerlo, es algo sumamente incómodo para algunos e imposible para otros.

No me refiero, por supuesto, a estar solo pero viendo la televisión, leyendo un libro, hablando por teléfono con alguien, escuchando música o durmiendo. Eso lo puede hacer cualquiera. Y eso es lo que, equivocadamente, confundimos con “quedarse a solas con uno mismo”.

Quedarse a solas con uno mismo es quedarse a solas con el Uno Mismo que somos cuando nos descontamos el cuerpo y los problemas o conflictos derivados de estar viviendo en el mundo. 

Quedarse a solas con el Uno Mismo implica casi siempre una reclamación por su parte debido a la falta de atención, un suave reproche por no prestarle cuidado a esa parte -que es la que realmente somos- que requiere conocer y reconocerse en la espiritualidad y desarrollarla, que necesita su ración de cuidado y consideración, y que es – y esto no debiéramos olvidarlo - el auténtico sentido de la vida.

En el silencio que se produce cuando uno se queda a solas consigo mismo es donde habita la comprensión general – no sólo de las pequeñas cosas -, donde mora reposando el espíritu, donde uno debiera encontrar sus orígenes y su esencia. El hogar donde más a gusto se tiene que sentir Uno.

Uno de los principales miedos a quedarse a solas se debe a que en ese momento es cuando surgen muchas preguntas trascendentes, y algunas nos suenan a reproches –porque la respuesta que tenemos no es ni siquiera de nuestro agrado- y otras nos parecen duras, difíciles, comprometidas, grandes, y nos sabemos sin una respuesta adecuada y sin ganas de ponernos a buscarla.

Nos acostumbramos a estar en el mundo, más o menos a gusto, pero teniendo a mano las cosas que nos producen placeres inmediatos, las cosas con las que “evadirnos” de las preguntas importantes, las cosas con las que nos sentimos cómodos porque las conocemos y, sobre todo, porque no nos exigen nada.

Una especie de “mejor no pensar”. Una mentira del estilo de “si no pienso en ello es como si no existiera”. Una excusa del estilo de “si no me quedo a solas evito la tentación, y mientras tenga entretenida a la mente, sin pensar, me evito tener que atender a la llamada interna”.

Eso es cobardía. Es irresponsabilidad. Es huída de las obligaciones. Es desatención a la parte más importante de cada uno. 

¿Qué es lo peor que puede pasar por quedarse a solas con uno mismo, a solas con el Uno Mismo?

Sea lo que sea, haya lo que haya, se encuentre lo que se encuentre, pase lo que pase, la realidad de cada uno es él mismo consigo a solas. Lo que aparezca o descubra es lo que Es y lo que hay. Negarlo, no querer reconocerlo, no admitirlo, disimularlo… es mentirse.

Uno es él mismo auténticamente cuando está a solas y desnudo. Todo lo que se agregue a la soledad y la desnudez son cosas superfluas, añadiduras que pertenecen más al personaje que al Ser Humano, el Ser Divino, el Uno Mismo, o como queramos llamar a esa realidad que somos que incluye lo cotidiano de diario y la elevada espiritualidad.

Para quienes comienzan en esto, los encuentros conviene hacerlos de poco tiempo al principio e ir aumentándolo a medida que se coge confianza y experiencia. Es interesante dejar fuera prejuicios e ilusiones. Es mejor no temer ni ansiar, ya que en el primer caso se producirá un bloqueo y en el segundo caso se crearán unas expectativas que harán vivir la experiencia en tensión y que puede decepcionar más que si no hay expectaciones.

Al principio es posible que aparezca un vacío al que uno esté desacostumbrado y deje una inquietud y prisa porque no aparece nada en el primer instante; otros se aburrirán en cuando lleven veinte segundos porque no están acostumbrados a estar atentos a esta situación y estarán absolutamente desconcertados; muchos caerán en la tentación de aplazarlo para otro momento, porque el ego les solicitará otras cosas más divertidas o distraídas, o porque se le presentarán en el recuerdo cientos de cosas que tenía pendientes de resolver y aparecerá una urgencia inexplicable por dejar lo que se está haciendo para ponerse a resolverlas…

Paciencia. Constancia. Firmeza. Empeño. 

Este tipo de miedos son injustificados, y así hay que comprenderlo. Y una vez comprendido… a comenzar con la tarea.


Te dejo con tus reflexiones…

Francisco de Sales
http://www.buscandome.es/