sábado, 28 de mayo de 2016

SUGERENCIAS PARA QUIENES NO SABEN “SENTIR”‏


En mi opinión, la razón de todas esas personas que dicen que tienen conflictos con la capacidad de sentir, y que son incapaces de hacerlo, se debe, sencillamente, a que no saben cómo se hace.
Sentir es una capacidad inherente al Ser Humano. No es algo que haya que aprender fuera para incorporarlo.
SENTIR se compone de emociones, de impresiones, de conmociones, de estremecimientos, de paz, de sensaciones, de delicias placenteras, de sacudidas entusiastas, de palpitaciones inexplicables, de luz, de revoluciones, de comprensión sin palabras, de éxtasis, de asombros, de alegrías y de tristezas… en fin, de estados gramaticalmente indescriptibles. Nada que se diga, nada que se piense, podría explicar lo que es sentir. Pertenece a un mundo en el que las descripciones y la mente resultan inútiles. En esto no valen las teorías ni las tesis, porque sólo sirve la experimentación.
Uno de los errores habituales que se cometen es el de conformarse al encontrar una definición que se aproxime a lo que se está sintiendo. El riesgo en estos casos es el de conformarse con la explicación, y pretender sentir con el pensamiento, cosa ilógica. Hay quien cree que si su cerebro puede explicárselo entonces la sensación es más intensa. Hay quien cree, con más fundamento, que el cerebro lo que hace es condicionar el sentimiento, asociarlo a algo similar anterior, moldearlo a su gusto en vez de dejarle ser él mismo, intelectualizarlo de modo que se vive en el cerebro y no en la parte correspondiente donde impacta ese sentimiento.
Porque cuando uno se preocupa por lo que es “sentir”, y lo que implica, parece que solamente es cuando lo que se siente es doloroso, desagradable, o cualquiera de sus sinónimos, porque cuando lo que se siente es agradable o placentero, nadie se preocupa por ello. Simplemente lo disfruta.
¿CÓMO SE DEBE SENTIR?
Sin prevenciones. Sin estar a la defensiva. Evitando esa tensión que hace estar más atento a ver cuánto daño puede hacer algo que cuánto puede beneficiar. Hay que sentirlo donde golpee o donde acaricie, tal como llegue el sentimiento, y no es preciso pasarlo por el filtro de la mente, ni calificarlo o cuantificarlo antes de que llegue a su destino y ejerza su efecto. Se debe sentir abierto a la experiencia que pueda aportar.
¿DÓNDE SE DEBE SENTIR?
En el sitio de sentir: en los sentimientos. A otros les resultará más sencillo decir que en el corazón. Para este caso es lo mismo. Es un sitio distinto de la mente. No implica razonamientos, ni definiciones, ni siquiera justificaciones. Se siente y punto. Ya sea agradable o lo contrario. Tanto si se desea como si no se desea. Los sentimientos se escapan al control mental. Otra cosa es que una mente obstinada pretenda modificarlos impidiendo que se manifiesten con naturalidad, en cuyo caso se pierde la indudable aportación que pretendía aportar ese sentimiento. Conviene permitir que se manifieste como y donde tiene que ser. Luego, después de sentirlo y permitir que se diluya por sí mismo –que es lo correcto-, es cuando empieza la responsabilidad de cada uno de aprender rápido y dejarlo ir o de persistir estancándose en ello y provocándose daño o desilusión.
¿DESDE DÓNDE NO SE DEBE SENTIR?
No se debe sentir desde el ego, por supuesto. El ego es el orgulloso que nos habita, el vulnerable, el errado que es esclavo del victimismo, el que se preocupa por las apariencias, el cobarde, el que dice que es alguien, el que critica. Sentir desde el ego es equivocarse como persona.
No se debe sentir desde la preocupación. Para sentir de verdad se necesita la máxima limpieza de ánimo y espíritu, la mayor pureza; por lo tanto, si uno ya está predispuesto a sentirse atacado y afectado por lo que haya que sentir perderá la capacidad emocional que le permitiría apreciar cuándo lo que se siente es puro o está condicionado.
No se debe sentir desde la mente. La mente interfiere en el sentir. El sentir no tiene palabras, solo entiende de emociones, y no se rige por conceptos, mientras que la mente necesita clasificarlo todo y definirlo con palabras para comprenderlo. La mente analiza –acertada o equivocadamente-, pero no siente. Es más, cuando interfiere la mente mata a los sentimientos porque les despoja de su cualidad diferencial: la de no ser algo que se pueda atrapar y reducir a palabras.
No se debe sentir desde la tensión. La tensión es un estado anímico de excitación, de impaciencia, de exaltación, y por ello provoca un ambiente en el que los sentimientos –sean los que sean- no se manifiestan en libertad sino desde un condicionamiento que les impide ser ellos mismos naturalmente. Aunque los sentimientos sean de ira o de rabia, no hay que expresarlos desde una tensión previa, sino desde su propio estado.
No se debe sentir desde los prejuicios. Y muchas personas tienen preparadas unas reacciones que aplican igualmente en cada ocasión a sentimientos que aún siendo los mismos –en cuanto a nombre-, pero dependiendo del momento y del estado de ánimo, pueden ser distintos. La misma cosa, en diferente momento y en otra circunstancia, adquiere unos matices –positivos o negativos- que hacen que sea otra cosa distinta. Conviene permitir que los sentimientos nos impacten tal como son en el momento que llegan. Personalmente, creo que la respuesta pre-programada para una agresión de cualquier tipo no ha de ser la de ofrecer la otra mejilla incondicionalmente y con una sonrisa. Así como tampoco creo que ante una situación nueva haya que aplicar una respuesta vieja.
Hay que experimentarlos sin miedo. Forman parte de la vida.
La experiencia de la vida, a fin de cuentas, es la suma de todo lo que hemos sentido a lo largo de los años. Y eso habla de la importancia de saber sentir y de permitirse sentir.


Te dejo con tus reflexiones…

Francisco de Sales
http://buscandome.es/

viernes, 27 de mayo de 2016

El desafío del presente: aplicar sabiduría ancestral en el mundo moderno

Ser espirituales en el mundo contemporáneo viene de la mano de la aceptación e integración de un entorno del que es imposible escapar. Adoptar y aplicar las antiguas filosofías en el mundo moderno es el mayor desafío del despertar de la consciencia para el ser humano contemporáneo.



A partir de las transformaciones que están sufriendo el mundo y las sociedades humanas, en muchas ocasiones se presenta una gran contradicción filosófica que confronta a la realidad desde la que intentamos desarrollar nuestras vidas cotidianas con el conocimiento de unos valores que ha surgido en otro tiempo, en un contexto muy diferente.
Las filosofías que respaldan y contienen las disciplinas antiguas, como el yoga, han sido expresadas en tiempos remotos en los que, si bien el ser humano estaba constituido casi completamente como en el presente, el medioambiente y el estilo de vida eran completamente diferentes.
Las escrituras sagradas a las que nos referimos en muchas oportunidades como los Vedas en la cultura originada en India o en otras, como el taoísmo u otros textos sagrados de la era chamánica del ser humano, fueron escritos en tiempos en los que tanto el mundo exterior como el interior humano se desarrollaban más lentamente, en el que el ejercicio de la contemplación resultaba más natural y accesible.
Dormidos y despiertos hubo siempre. Conscientes y seres que viven en las sombras también. El mundo material fue siempre el desafío del ser humano en la experiencia de tercera dimensión. Pero, en la época en la que hubo tiempo de contemplar hasta el punto de crear grandes sistemas filosóficos, lo permanente e impermanente se observaba más claramente; el tiempo de la observación era acompañado por la lentitud y la baja intensidad de la vida cotidiana. Muchos textos que hoy podemos leer en unos pocos días eran compuestos durante varias generaciones.
Por ello es que aquellos textos gozan de una gran vigencia y muchos de los valores acuñados en aquel entonces siguen hoy intactos y no han sido modificados. El ser humano fue hacia la inmediatez y difícilmente, en la actualidad, podría ser construido el devenir de una idea que se continuara de manera natural hasta ser expresada tan perfectamente como antaño.

El desafío

Dados estos cambios en el entorno humano, con dos o tres mil años de distancia entre los sabios del pasado y los seres que se abren a la consciencia en este tiempo, dada la falta de nuevos paradigmas y sistemas filosóficos tan potentes y únicos como los expresados en la antigüedad, existe un retorno a aquellas ideas que intentamos aplicar a la vida que nos toca concretar en el presente.
Y es en la aplicación de los viejos valores que nos encontramos hoy con uno de los mayores desafíos.
La percepción del tiempo ha cambiado completamente. Aislarnos del mundo o de algún sistema social es, sino imposible, casi imposible. Desapegarnos completamente de lo material es tan dificultoso como pretender desconocer millones y millones de datos que nos llegan desde las más diversas fuentes, tangibles e intangibles.
Por ello es que a la ya dificultosa tarea de aplicar los valores trascendentes de nuestros ancestros, en la actualidad, se suma la tarea de incorporar indefectiblemente una porción del mundo material e intentar sutilizar parte de la materia para elevarnos espiritualmente con ella, como si fuera un apéndice de nuestro cuerpo.
Antes, estaba claro que apartarse del mundo material era un camino certero hacia el desarrollo espiritual. Hoy, la manera contemporánea de relacionarnos con la tercera dimensión, implica soltar lo justo y utilizar lo necesario, no dejarnos arrastrar por las cosas, pero utilizar algunas para desarrollarnos.
Los sistemas imperantes en el mundo actual nos empujan a mantener ciertos mínimos de relación con actividades materialistas que debemos aprender a elevar a la categoría de espirituales.
Los “trabajos”, oficios o empleos deben formar parte de nuestro mundo espiritual. La aplicación de los conocimientos antiguos debe ser adaptada al mundo moderno. La práctica del yoga, la meditación o cualquier otra actividad relacionada con el desarrollo de la consciencia, deben coexistir en armonía con nuestras necesarias actividades cotidianas.
El desafío está en el equilibrio. Los despiertos, los inquietos de la consciencia, los nuevos sabios forman parte del mundo con todo lo que ello implica hoy. Ésta es la mayor dificultad a trascender en este tiempo ya que la opción de aislarnos es cada vez menos probable y la sutilización de nuestro ser, su elevación espiritual, viene aparejada con la relación que tengamos con el mundo material que nos rodea.

Pablo Rego. 

miércoles, 25 de mayo de 2016

Hay maltratos que no dejan heridas en la piel, sino en el alma


Hay maltratos que no dejan huellas físicas pero sí emocionales, abriendo heridas difíciles de cicatrizar y curar. Situaciones protagonizadas por el dominio de una persona sobre otra donde el desprecio, la ignorancia o la crítica son los principales elementos de una relación.
Una palabra, un gesto o simplemente un silencio pueden ser suficientes para lanzar una daga directa a nuestro corazón. Un corazón que va debilitándose poco a poco, quedando anestesiado ante cualquier posibilidad de sublevación, porque el miedo y la culpa han sido instaurados.
El maltrato emocional es un proceso de destrucción psicológico en el que la fortaleza emocional de una persona queda completamente vulnerada.

Seducir para atrapar

El maltrato emocional es una realidad muy presente en nuestras días que no entiende de edad, sexo o estatus social. Ya sea en la pareja como en la familia o incluso a nivel laboral, todos podemos ser víctimas de esta situación en cualquier momento de nuestras vidas.

Lo peligroso de los maltratos de este tipo son sus consecuencias y su habilidad para pasar desapercibido. El maltrato emocional es un proceso silencioso que, cuando da la cara, ya ha pasado mucho tiempo desde que se originó, teniendo consecuencias devastadoras para la persona que ha sido víctima.
Su inicio es lento y silencioso, ejercido por una persona disfrazada de encanto con el objetivo de seducir a sus víctimas para atraparlas, sobre todo en las relaciones de pareja. De esta manera, la realidad que el maltrador muestra es una realidad falseada, llena de promesas y deseos que nunca se harán realidad.
El maltratador va preparando el terreno para que la otra persona caiga en sus riendas poco a poco y lograr finalmente influenciarla para dominarla y privarla de cualquier libertad posible.

El poder de la cárcel mental

El abuso emocional es un potente veneno que destruye la identidad de la persona, arrebatándole su fortaleza emocional. Se da de manera indirecta, a través de las reja agujereadas, que dejan pasar a las insinuaciones que buscan culpar e instalar la duda en las víctimas.
La persona víctima de maltrato emocional se encuentra atrapada en una cárcel mental de invalidez e inseguridad en la que su autoestima se va debilitando poco a poco.
Así, cuando la víctima ya ha sido atrapada, el maltratador comienza a destaparse ante ella a través de los desprecios, las críticas, los insultos o incluso los silencios. Por eso, las huellas de estos maltratos no son físicas y no hay heridas visibles en la piel de la víctima, porque el maltrato emocional se ejerce a través de las palabras, de los silencios o los gestos.
Tanto es el daño que se ejerce en estas situaciones que el miedo a actuar para liberarse se ve en muchos casos como un imposible. La cárcel mental es tan sólida que la víctima entra en una profunda situación de indefensióna la que no imagina salida.

Las heridas invisibles en el alma

Las heridas del maltrato emocional son llagas profundas que llegan hasta lo más recóndito del interior de la víctima. No se ven ni se oyen, pero son terriblemente sentidas por la persona que las sufre. Heridas ocultas para los demás, pero profundamente dolorosas para la persona que lo sufre.
Las heridas del maltrato emocional crean un profundo agujero en la autoestima de la persona rompiendo toda valoración positiva de sí misma.
Son heridas originadas a través de los desprecios, descalificaciones y ninguneos que el maltratador ha dirigido a la víctima. Heridas invisibles y enraizadas en el miedo, la culpabilidad y la duda que arrebatan la creencia de cualquier posibilidad de actuar para liberarse de la situación en la que la víctima se encuentra.
Estas heridas sangran no solo en cada encuentro, sino también ante la expectativa de que puedan ocurrir. Lo importante es que la persona no dé por perdida la posibilidad de salir de la situación en la que se encuentra y que tenga en cuenta que estas heridas pueden repararse con ayuda. 

¿Cómo reparar las marcas del maltrato emocional en el alma?

En estos casos, el factor más importante es que la persona víctima pueda identificar la situación en la que se encuentra atrapada, donde carga con toda la responsabilidad y culpabilidad que el maltratador le ha inducido. Por lo tanto, tomar conciencia de que nos encontramos en un proceso de maltrato emocional es el primer paso para poder liberarnos.
Una vez que sepamos donde nos encontramos inmersos, recuperar a nuestros seres queridos y apoyarnos en ellos para que puedan facilitarnos la salida de esta situación contribuirá a que sigamos adelante. Poco a poco, con sus gestos de amor y cariño, pueden ir llenando algunos de los vacíos que en nuestro interior se han originado.
Además, buscar ayuda de un profesional especializado nos facilitará comenzar a reconstruir nuestra identidad y autoestima, para reparar todas esas heridas emocionales invisibles que habitan en nuestro interior. Así podremos volver a reencontrarnos con nosotros mismos.
Reparar las marcas del maltrato emocional en nuestra alma no será un proceso sencillo y rápido, sino más bien complejo y lento. Sin embargo, la satisfacción de volver a encontrarnos siempre merecerá la pena.
Por último, no olvidemos que cada uno de nosotros también podemos llegar a originar heridas en el alma de los demás cuando despreciamos, ignoramos o criticamos sin tener que llegar a situaciones de maltrato emocional. Las palabras y nuestros gestos son un arma de doble filo que hay que cuidar…
Psicologia/Gema Sánchez Cuevas
https://lamenteesmaravillosa.com