miércoles, 25 de mayo de 2016

Hay maltratos que no dejan heridas en la piel, sino en el alma


Hay maltratos que no dejan huellas físicas pero sí emocionales, abriendo heridas difíciles de cicatrizar y curar. Situaciones protagonizadas por el dominio de una persona sobre otra donde el desprecio, la ignorancia o la crítica son los principales elementos de una relación.
Una palabra, un gesto o simplemente un silencio pueden ser suficientes para lanzar una daga directa a nuestro corazón. Un corazón que va debilitándose poco a poco, quedando anestesiado ante cualquier posibilidad de sublevación, porque el miedo y la culpa han sido instaurados.
El maltrato emocional es un proceso de destrucción psicológico en el que la fortaleza emocional de una persona queda completamente vulnerada.

Seducir para atrapar

El maltrato emocional es una realidad muy presente en nuestras días que no entiende de edad, sexo o estatus social. Ya sea en la pareja como en la familia o incluso a nivel laboral, todos podemos ser víctimas de esta situación en cualquier momento de nuestras vidas.

Lo peligroso de los maltratos de este tipo son sus consecuencias y su habilidad para pasar desapercibido. El maltrato emocional es un proceso silencioso que, cuando da la cara, ya ha pasado mucho tiempo desde que se originó, teniendo consecuencias devastadoras para la persona que ha sido víctima.
Su inicio es lento y silencioso, ejercido por una persona disfrazada de encanto con el objetivo de seducir a sus víctimas para atraparlas, sobre todo en las relaciones de pareja. De esta manera, la realidad que el maltrador muestra es una realidad falseada, llena de promesas y deseos que nunca se harán realidad.
El maltratador va preparando el terreno para que la otra persona caiga en sus riendas poco a poco y lograr finalmente influenciarla para dominarla y privarla de cualquier libertad posible.

El poder de la cárcel mental

El abuso emocional es un potente veneno que destruye la identidad de la persona, arrebatándole su fortaleza emocional. Se da de manera indirecta, a través de las reja agujereadas, que dejan pasar a las insinuaciones que buscan culpar e instalar la duda en las víctimas.
La persona víctima de maltrato emocional se encuentra atrapada en una cárcel mental de invalidez e inseguridad en la que su autoestima se va debilitando poco a poco.
Así, cuando la víctima ya ha sido atrapada, el maltratador comienza a destaparse ante ella a través de los desprecios, las críticas, los insultos o incluso los silencios. Por eso, las huellas de estos maltratos no son físicas y no hay heridas visibles en la piel de la víctima, porque el maltrato emocional se ejerce a través de las palabras, de los silencios o los gestos.
Tanto es el daño que se ejerce en estas situaciones que el miedo a actuar para liberarse se ve en muchos casos como un imposible. La cárcel mental es tan sólida que la víctima entra en una profunda situación de indefensióna la que no imagina salida.

Las heridas invisibles en el alma

Las heridas del maltrato emocional son llagas profundas que llegan hasta lo más recóndito del interior de la víctima. No se ven ni se oyen, pero son terriblemente sentidas por la persona que las sufre. Heridas ocultas para los demás, pero profundamente dolorosas para la persona que lo sufre.
Las heridas del maltrato emocional crean un profundo agujero en la autoestima de la persona rompiendo toda valoración positiva de sí misma.
Son heridas originadas a través de los desprecios, descalificaciones y ninguneos que el maltratador ha dirigido a la víctima. Heridas invisibles y enraizadas en el miedo, la culpabilidad y la duda que arrebatan la creencia de cualquier posibilidad de actuar para liberarse de la situación en la que la víctima se encuentra.
Estas heridas sangran no solo en cada encuentro, sino también ante la expectativa de que puedan ocurrir. Lo importante es que la persona no dé por perdida la posibilidad de salir de la situación en la que se encuentra y que tenga en cuenta que estas heridas pueden repararse con ayuda. 

¿Cómo reparar las marcas del maltrato emocional en el alma?

En estos casos, el factor más importante es que la persona víctima pueda identificar la situación en la que se encuentra atrapada, donde carga con toda la responsabilidad y culpabilidad que el maltratador le ha inducido. Por lo tanto, tomar conciencia de que nos encontramos en un proceso de maltrato emocional es el primer paso para poder liberarnos.
Una vez que sepamos donde nos encontramos inmersos, recuperar a nuestros seres queridos y apoyarnos en ellos para que puedan facilitarnos la salida de esta situación contribuirá a que sigamos adelante. Poco a poco, con sus gestos de amor y cariño, pueden ir llenando algunos de los vacíos que en nuestro interior se han originado.
Además, buscar ayuda de un profesional especializado nos facilitará comenzar a reconstruir nuestra identidad y autoestima, para reparar todas esas heridas emocionales invisibles que habitan en nuestro interior. Así podremos volver a reencontrarnos con nosotros mismos.
Reparar las marcas del maltrato emocional en nuestra alma no será un proceso sencillo y rápido, sino más bien complejo y lento. Sin embargo, la satisfacción de volver a encontrarnos siempre merecerá la pena.
Por último, no olvidemos que cada uno de nosotros también podemos llegar a originar heridas en el alma de los demás cuando despreciamos, ignoramos o criticamos sin tener que llegar a situaciones de maltrato emocional. Las palabras y nuestros gestos son un arma de doble filo que hay que cuidar…
Psicologia/Gema Sánchez Cuevas
https://lamenteesmaravillosa.com

martes, 24 de mayo de 2016

Mi paz interior no es negociable


Esa mañana se levantó como cualquier otra pero, al ir a lavarse la cara, algo había de ser diferente. Estaba frente al espejo y algo desde dentro, como una fuerza profunda, tenía un mensaje para ella: "-Soy tu paz interior y tienes que empezar a cuidarme."
Había pasado unos meses francamente malos desde el punto de vista anímico y había perdido las ganas por cualquier regalo o gesto agradable que pudieran ofrecerle los días. Sin embargo, sabía que esa voz interna comenzaba a tener razón: era la hora de establecer prioridades, de re-definir una jerarquía: de la que manejaba hasta esa mañana se había borrado hacía tiempo.
“Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera”
-François de la R.-

Es posible que hubiera a su alrededor millones de obstáculos impidiéndole desarrollar al arte de cuidarse, pero por fin había entendido que mirar por ella y para ella, al menos una vez al día, le haría ganar en bienestar. Además, sería un “posit” en su memoria en el que pusiera: “es el momento del día en el que toca salir de la zona del bosque en la que te encuentras, subir en el globo y verlo desde arriba”.

Para todos los frenos, alas

A lo largo del día fue reflexionando poco a poco. Primero comenzó a ser consciente de lo complicado que era seguir el propósito que se había marcado: vivimos en una sociedad que nos obliga a relacionarnos y que nos mantiene continuamente ocupados, haciendo que nuestra mente no contemple nuestros intereses de una manera explícita. Como si velar por ellos, de manera consciente e intencionada, fuera un pecado: el mejor indicador de que somos unos egoístas.

Aunque no era solo eso. Había peleado con los monstruos más terribles que existían y que habían hecho que el miedo, la ansiedad y la tristeza se apoderaran del mando de su vida. Ellos habían ocasionado llantos, nostalgias y rupturas internas.
También había tenido que hacer frente a decisiones erróneas, circunstancias delicadas, momentos duros que escapaban de sus manos. Entre sus dedos, como si fueran agua. Tampoco podía olvidarse de las veces que había caminado con los ojos tapados por culpa de personas que querían vivir dos vidas, una de ellas la suya.
No obstante, los mejores propósitos de la vida no son fáciles así que este tampoco tenía por qué serlo: el dolor había sido inevitable y hasta valeroso, pero ya era el momento de que el sufrimiento le dejará de hacer perder un tiempo que no volvería jamás.

Elige lo que quieres ser

En ese instante recordó algo que había leído hacia un tiempo: que somos lo que pretendemos ser y que, por lo tanto, tenemos que elegirlo muy bien. Era justamente lo que necesitaba para lograr establecer prioridades: hacerlo supondría actuar acorde con ellas y alejar la disonancia que produce que la mente y los actos estén “desintonizados”.
“La felicidad es la experiencia espiritual de vivir cada minuto con amor, gracia  y gratitud”
-Denis Waitley-

 Comenzó por una decisión: dejar atrás lo que la ataba al suelo, por decirse un poco más que era especial y por mantener junto a ella la luz que había dejado de ver. Al fin y al cabo ella era la defensora de sus sueños, la mejor aliada de su autoestima y tenía consigo gente que con su cariño no dejaban de alumbrarla.


Quería ser alguien que comprendiera que su paz interior pasaba por encontrar su lugar en el mundo y por mantenerse conectada a él: sonriendo a la panadera que vivía dos manzanas cuando fuera a comprar, agradeciendo los pequeños detalles, repartiendo cariño a los suyos. Solo así el equilibrio volvería y los monstruos ya no harían tanto ruido.

La paz interior no es una posibilidad, es un derecho

En los días sucesivos se dio cuenta de lo que de verdad quería decir aquella profunda voz que había escuchado: tenía derecho a estar bien y eso no era una posibilidad a negociar. Tenía que luchar por su serenidad, por su calma y paz interior, dado que solo así sería capaz de ir encontrando un poco de felicidad entre tanta sobra.

“Los malos momentos vienen solos, pero los buenos hay que buscarlos”
-Dulce Chacón-


Merecía la pena encontrar la forma de conseguirlo, sobre todo porque el estado de bienestar le permitiría ver que la paz interior es “un habitar en uno mismo”, sabiendo que eres feliz con lo que tienes, con lo que haces y con lo que compartes. A partir de entonces, prometió no dejar de mirarse al espejo cada mañana, así nunca lo olvidaría.


Cristina Medina Gómez / https://lamenteesmaravillosa.com









El miedo a sufrir es peor que el propio sufrimiento


Emilio Duró en una de sus conferencias más conocidas llamada “Optimismo e ilusión” dice que el 99% de todo lo que nos preocupa son cosas que nunca han pasado ni pasarán. Si lo pensamos con detenimiento, es cierto, porque gran parte de nuestro sufrimiento y de sus causas están dentro de nuestro cerebro, y lo que realmente ocurre es que tenemos miedo a sufrir.
El miedo es una reacción muy humana, que forma parte de nuestro instinto de supervivencia natural, pero en ocasiones nos traiciona porque se activa ante situaciones en las que no hay un verdadero peligro. Es en esas situaciones en las que tenemos que aprender a controlar nuestros temores.
        “Todo lo que siempre has querido está al otro lado del miedo”
                                                                                             -George Adair-

Tendemos a sufrir más ante la sola idea del sufrimiento que ante una situación que puede dar lugar a un sufrimiento real. Muchas personas temen amar o enamorarse, por miedo a sufrir después, y se esconden tras una coraza sin darse cuenta de que de esa forma no pueden ser ellas mismas, ni conocer el amor.

Cómo funciona el miedo en nuestro cerebro

Para saber cómo funciona el miedo en el cerebro, se llevó a cabo un experimento por científicos del Centro de Salud Mental de la Universidad de Texas en Dallas (EEUU). Contaron con la participación de 26 adultos (19 mujeres y 7 hombres) con edades comprendidas entre los 19 y los 30 años.


El experimento consistió en mostrar a los participantes 224 imágenes al azar, entre las que había imágenes reales (divididas en imágenes de peligro y situaciones agradables) e imágenes irreales sin ningún indicador que diferenciara a las imágenes de las dos categorías.
Se les pidió a los participantes que apretaran un botón con el dedo índice derecho cuando vieran una foto real y que presionaran otro botón con el dedo medio derecho cuando vieran fotos irreales y se midieron los resultados mediante electroencefalografías.
“Nos envejece más la cobardía que el tiempo, los años solo arrugan la piel, 
pero el miedo arruga el alma”
-Facundo Cabral-

Los resultados del electroencefalograma revelaron que las imágenes amenazantes provocaban un aumento precoz de actividad de ondas theta del lóbulo occipital (el área del cerebro donde se procesa la información visual).
A continuación, se producía un aumento de actividad theta en el lóbulo frontal (donde se producen las funciones mentales superiores tales como la toma de decisiones y la planificación). De la misma forma, también se identificó un aumento en las ondas beta relacionadas con el comportamiento motor.
Por lo tanto, en base a todo lo anterior, se llegó a la conclusión de que el cerebro da prioridad a la información amenazante sobre otros procesos cognitivos y el experimento realizado nos muestra cómo sucede este proceso en el cerebro.

Elige dejar de tener miedo a sufrir

Para dejar de tener miedo a sufrir no existen fórmulas mágicas, no hay una forma en la que podamos dejar de sufrir y olvidarnos de todo, pero sí existen determinadas reflexiones que podemos hacer y que nos ayudarán a dejar de lado ese temor, tan irracional a veces.

Elegir no tener miedo significa gestionar nuestras emociones y lograr que no nos dominen, conocernos y elegir estar bien y en paz con nosotros mismos. Para ello es importante pasar por un proceso en el que reflexionemos sobre lo que sentimos y por qué lo sentimos.

Identifica el sufrimiento

Para luchar contra el miedo a sufrir, es esencial no caer en la negación y ser conscientes de que sufrimos. En este sentido, para lograr una visión objetiva, podemos observarnos a nosotros mismos y darnos cuenta de qué pensamos, cómo lo pensamos y qué hacemos.
Pero además de esa observación interna, es necesaria una observación externa, mira tu cuerpo y observa qué te está intentando transmitir. Se trata de preguntarte: ¿qué te dice tu cuerpo? Escucha a tu cuerpo e identifica ese sufrimiento.

Elige dejar de sufrir

Una vez realizado el análisis interno y externo de nosotros mismos, es hora de elegir dejar de sufrir. Para ello, podemos comenzar con dejar de lado pensamientos negativos que solemos tener como: “No puedo superar esto”, “Me lo merezco”, “No tengo tiempo”, “No vale la pena”.
 “Una gota de pura valentía vale más que un océano cobarde”
-Miguel Hernández-

Junto con esos pensamientos negativos también es importante superar creencias limitantes que solemos tener arraigadas como que “sufrir por amor es la manera más elevada de mostrar amor verdadero.” Dejar de lado pensamientos negativos y creencias limitantes, es un paso esencial para que el sufrimiento no nos invada y elegir la felicidad.

Expresa lo que sientes

Es habitual que sintamos miedo a sufrir y que además tengamos miedo a exteriorizarlo por lo que puedan pensar otras personas, pero expresar nuestros miedos más profundos es lo que nos hace valientes y honestos, con los demás y con nosotros mismos.

Decir lo que sentimos, ponerle palabras al miedo es un acto que requiere un gran coraje pero que nos hará romper las barreras que nos limitan y descargarnos del peso de lo que nos hace sufrir y no nos permite disfrutar de todo lo bonito que hay en la vida.

Arantxa Alvaro Fariñas