miércoles, 27 de enero de 2016

¿EXISTE EL NIRVANA?



Todos hemos oído alguna vez hablar del Nirvana, pero ¿realmente existe?

La palabra Nirvana proviene de la raíz sánscrita que significa “soplar hacia fuera” y se refiere literalmente a la extinción de los fuegos de la codicia, el odio y el engaño.
Cuando estas corrupciones emocionales y psicológicas son destruidas por la sabiduría, la mente se libera, radiante y alegre y la muerte ya no está sujeta a renacer. Los filósofos
budistas han debatido durante mucho tiempo sobre si el Nirvana es la cesación absoluta o un estado trascendental inefable. Durante la vida de Buda fue a veces acusado de ser un nihilista, una acusación que él negó rotundamente, añadiendo:

“Una cosa y sólo una cosa enseño, el sufrimiento y la cesación del
sufrimiento”.

Parecería pues, que el Nirvana no es la nada completa o la existencia de estar, en la forma en que estas palabras se utilizan normalmente. Una cosa es cierta, sin embargo, no es un estado de los cielos y no es la absorción del alma individual en un Absoluto, una idea que es más relativa al hinduismo. Sin embargo, se mire como se mire, Buda diciendo que ” El Nirvana es la felicidad suprema” (sukham paramam nibbanam) deja claro que se trata de una meta que vale la pena.

Si te preguntas si el deseo provoca el renacimiento entonces, ¿cómo podría uno alguna vez alcanzar el Nirvana, porque al querer alcanzarlo se estaría fortaleciendo la misma cosa que le impide ser alcanzado? Este comentario no entiende que el Nirvana no es un objeto que se adquiere por el deseo, sino que es el estado de estar en él completamente sin querer.

Otra crítica es que se necesita mucho tiempo para alcanzar el Nirvana y muy pocos pueden hacerlo. Ninguna de estas críticas se corresponden con la opinión de Buda, que dice que cualquiera puede alcanzar el Nirvana y que si sus instrucciones se siguen con sinceridad y con cuidado podía hacerlo dentro de la vida presente. En este punto Theravada, Mahayana y Tantrayana están de acuerdo. Mahayanistas que han tomado el voto del bodhisattva, sin embargo, posponen deliberadamente ese objetivo para que puedan permanecer en el Samsara para ayudar a todos los seres.

Esto es lo que se explica sobre el Nirvana en el Canon Pali:

“El nirvana comparte una cualidad con el loto, dos con el agua, tres con la medicina, diez con el espacio, tres con la joya de los deseos y cinco con el pico de una montaña.
Como el loto no se enturbia por el agua, el nirvana no se enturbia por las contaminaciones de la mente.
Como el agua calma de calor febril, el nirvana también enfría y calma la fiebre de las pasiones.
Como el agua acaba con la sed de los hombres y los animales que están exhaustos, resecos y sedientos por el calor, también el nirvana elimina el deseo del placer sensorial, el deseo de seguir siendo, y el deseo de dejar de ser.
Como la medicina protege de las tormentas del veneno, el nirvana lo hace del veneno de las pasiones.
Como la medicina acaba con la enfermedad, el nirvana acaba con todo sufrimiento.
Como la medicina, el nirvana también brinda seguridad.

Y estas son las diez cualidades que comparte con el espacio:

Ninguno de los dos nace, crece, envejece, muere, desaparece, o renace; los dos son inconquistables, no pueden ser robados, no dependen de un soporte, son caminos para pájaros y arhats en sus viajes, no tienen obstáculos y son infinitos.

Como la joya de los deseos, el nirvana concede todo lo que uno pudiera desear, trae alegría y emana luz.

Como el pico de una montaña no se puede sacudir, así el nirvana.

Como el pico de una montaña es inaccesible, así el nirvana es inaccesible a todas las pasiones.

Como no pueden florecer semillas en el pico de una montaña, así tampoco las semillas de las pasiones pueden florecer en el nirvana.

Y, finalmente, como una montaña es libre de todo deseo de disgustar o complacer, así
es el nirvana”.

El Nirvana es la meta final del budismo, la llamada tercera noble verdad. En el nirvana, el sufrimiento y el deseo que causa un sufrimiento a su vez han llegado a su fin, al igual que el ciclo eterno de nacimiento y muerte. A veces, el nirvana es mencionado por el Buda con las palabras “nacer” e “incondicionado”, en contraste con el mundo de los fenómenos que experimentamos en nuestro estado no iluminado.

Namasté.

Fuente: Nirankah vía Ayurveda Tibetano

lunes, 25 de enero de 2016

Soy de la generación del por favor, del gracias y del respeto

Por favor y gracias son dos palabras mágicas que nos abrirán fácilmente muchas de las puertas a las que llamemos en nuestra vida. Esto es así porque a todos nos gusta que nos hablen con respeto, que nos pidan permiso y que muestren agradecimiento.
Esta es una costumbre que no debemos perder, pues es la base del civismo y de la educación en nuestra sociedad. Es pedir permiso, saludar con una sonrisa y tratar a la gente con amabilidad lo que marca la diferencia.

Son valores y es educación tratar con respeto a las personas que nos rodean y rescatar los buenos días, las buenas tardes y las buenas noches, así como la nobleza que se esconde detrás de la amabilidad.



La nobleza que se esconde detrás del respeto

Es probable que desde niños nos hayan inculcado la importancia de las palabras mágicas y de seramables con los demás. Ser agradecidos y generosos nos ayuda a mejorar la relación con aquellas personas que nos rodean, así como a sentirnos bien con nosotros mismos.

Ser amables y respetuosos nos hace nobles y fortalece nuestras cualidades, pues de alguna manera la educación que promovemos con nuestras acciones, revierte en buenos actos hacia nosotros. O sea, ponerle a la vida el color de una sonrisa, del respeto y de la retribución es sin lugar a dudas una gran decisión.
Como decíamos, debemos de esforzarnos por seguir inculcando en nuestros niños valores como el respeto o la amabilidad. ¿Cómo? Dando ejemplo y estableciendo límites claros que no violen las libertades de los demás.

Por libertades entendemos el respeto a la capacidad de opinión, a la expresión de sentimientos, a las peticiones, a las conversaciones y a los derechos varios. A ser respetuoso se comienza teniendo una consideración básica hacia los sentimientos de los demás. Para conseguir esto basta con preguntar cómo nos gustaría que nos tratasen a nosotros.

Mantener siempre respeto hacia los demás aunque no nos guste lo que nos cuentan es esencial si queremos que nuestras relaciones sean satisfactorias. Así, nunca debemos dejar de lado la cortesía. Para ello tenemos que tomar la costumbre de:
  • No estar con el teléfono móvil mientras nos hablan.
  • No adelantarnos o interrumpir conversaciones.
  • Decir por favor o gracias.
  • Pedir perdón cuando herimos o hacemos algo mal.
  • Saludar y enviar buenos deseos.
  • No comer o beber en lugares en los que pueda ensuciarse algo.
  • No hablar cuando no es nuestro turno o
  • Desechar aquella basura que generamos en lugar de esperar a que otra persona la limpie.
  • No discriminar a los demás y evitar juicios personales.
  • No invadir el espacio personal de los demás ni su intimidad.


El tacto y respeto emocional por los demás

Es importante que entre nuestras habilidades integremos la capacidad de mantener respeto hacia los demás, así como de ser delicados, emplear el Yo correctamente, aceptar cumplidos y gestionar bien la expresión de nuestros sentimientos, emociones y opiniones.
A la hora de relacionarnos con los demás podemos fallar en la habilidad para manejar situaciones de tipo social, lo cual puede generar rechazo, aislamientos, insatisfacción por la forma de actuar y demás. Para eso debemos tener en cuenta que cualquier tipo de relación con los demás tiene que perseguir al menos tres objetivos:
  • Alcanzar la meta que se ha marcado (por ejemplo, expresar una opinión)
  • Fomentar una relación positiva con otra persona.
  • Mantener un buen nivel de satisfacción personal.


Hay muchas maneras de mostrarse hostil o maleducado ante los demás. Por ejemplo, hablar en exceso de uno mismo, insultar tanto de manera sutil como directa, abusar del sarcasmo, no mirar a la persona que habla, pensar en la respuesta en vez de escuchar, acaparar una conversación, interrumpir, hablar simultáneamente…
Como vemos, las opciones son ilimitadas y muy diversas, por eso debemos considerar cuáles son lasnormas de relación no escritas en nuestro contexto. Para ello es adecuado que nos preguntemos si nuestras contribuciones respetan al otro y garantizan un buen ambiente.
El respeto es la base del buen funcionamiento a nivel social y personal. Practicar los buenos modales y ser respetuoso hacia los demás es indispensable pues, como hemos dicho, la buena educación es lo que marca la diferencia.


La necesidad de reconocimiento


Los seres humanos hacemos muchas cosas por la necesidad de reconocimiento inconsciente que tenemos. Es un motor importante para nuestra actividad diaria, sea el hecho de cocinar en casa para la familia esperando que les guste, e inconscientemente deseando que nos digan que así es, como dirigiendo una gran empresa y disfrutando de un “status” reconocido por los demás por tu trabajo. En la mayoría de nosotros, la necesidad de reconocimiento de los demás es muy sutil, no nos damos cuenta. Yo puedo escribir un artículo esperando que sea del agrado de los demás, o qué por lo menos le interese a alguien. Cuando lo escribo no estoy pendiente de eso, pero cuando recibes el feedback te das cuenta que te ha gustado que otros lo hayan considerado un buen artículo. El hecho de que te haya “gustado” que otros hayan reconocido lo que has hecho, forma parte de un mecanismo imbuido en los parámetros del programa ego, del que ya hemos hablado otras veces, no como sinónimo de “vanidad” sino como rutina “informática” de gestión de la psique del ser humano y de nuestra consciencia artificial y personalidad virtual. Así, la necesidad de ser reconocidos es puramente “humana”, huelga decir que si uno se deja imbuir por la consciencia de su ser, Yo Superior, su mónada o esencia, etc., la necesidad de reconocimiento no existe, no tiene cabida ni sentido, pues no forma parte de las características que nos definen como los seres que realmente somos.
Un parámetro asociado en cadena a un miedo ancestral
Así, el cuerpo que usamos, y la psique y consciencia artificial que lo gestiona, imbuye dentro del programa de coordinación y control de nuestra personalidad (el ego), esta necesidad de ser reconocidos por lo que hacemos, que enlaza con la necesidad de ser aceptado y querido por los demás, que provoca la fragmentación en múltiples Yos de la personalidad en la esfera de consciencia, para poder cubrir siempre todos los posibles frentes a los cuales tuviéramos que enfrentarnos, y de los cuales intentamos siempre salir airosos. Si os acordáis, en anteriores artículos habíamos hablado de los grandes miedos que poseemos los seres humanos, en lo más profundo de nuestra psique: el miedo a la oscuridad, el miedo a los predadoresel miedo al abandono, el miedo al caos, etc. y es de aquí de donde nace esta necesidad automática que se ejecuta todo el tiempo sin intervención consciente por nuestra parte. En este caso, la necesidad de reconocimiento por parte del resto de miembros de la especie a la que pertenecemos, está relacionada con el miedo al abandono, principalmente.
La lógica programada en los parámetros del ego actúa y analiza así las cosas: Tengo que actuar, hacer, decir y comportarme de forma que se me reconozca lo que hago –> esto me lleva a saber y comprobar si estoy siendo aceptado socialmente –> si es así, esto implica que disminuye el riesgo a ser dejado de lado o apartado por los demás –> si es así, esto implica que se disminuye el riesgo al abandono y a estar solo frente al mundo  –> lo cual implica mayor posibilidad de supervivencia en todos los niveles, al tener la protección del grupo y del entorno, que viene a ser el último objetivo del ser humano a nivel instintivo, ya que el riesgo de muerte, y el miedo a la muerte, es uno de los grandes miedos primarios que subyacen en nosotros.
Es no menos que impresionante la cadena de “capas”, programas y comportamientos que desarrolla nuestra psique para que, de algo que inicialmente era un miedo a morir, hayamos desarrollado un mecanismo de defensa sutil para que sintamos o busquemos la aprobación de otros con lo que hacemos.
Actúa inconscientemente
La necesidad de reconocimiento está imbuida en todos los pequeños actos que realizamos, pues la mayoría de personas no buscamos reconocimiento mundial ni ser famosos en los diarios, eso se llama posiblemente delirios de grandeza, y es otra historia psicológica asociada a otros Yos de la personalidad virtual y quizás a otro tipo de carencias emocionales. En general, el reconocimiento viene en los detalles mundanos del comportamiento inconsciente para con los demás. Hago “esto” para que lo vean mis amigos, trabajo así para causar una buena impresión, me comporto de esta manera para poder encajar en ese grupo, etc. Es tan trivial y tan mundano que el programa de gestión de nuestra personalidad no le presta más atención que la que necesita para colocar al “Yo” adecuado en control de la personalidad en la situación que toque en cada momento. Es una tarea, podríamos decir, puramente rutinaria, ya que así funcionamos todos en esta sociedad.
Ahora bien, es interesante conocer este parámetro y como funciona. Normalmente no necesitamos parar a ver si estamos haciendo las cosas por necesidad de feedback de los demás, para realmente ponernos a hacerlas, en general, en un gran número de ocasiones, lo que hacemos lo hacemos porque queremos o nos sale espontáneo hacerlo así. Sin embargo, es una de las formas por las cuales, literalmente, tenemos un catalizador para actuar, para crecer y para avanzar. Entre otras cosas, por qué el hecho de que instintivamente sepamos que si gusta o se reconoce lo que hacemos nos hace sentir que todo está “bien”, sirve para que lo hagamos.
Amor por el servicio vs servicio por reconocimiento
¿Qué sucede si no hay una necesidad de reconocimiento inconsciente? Si no necesito que nadie apruebe mi trabajo porque no espero que reconozcan nada al respecto, ¿como lo haría? ¿sería igual de detallista, profundo, o cuidadoso con él? Si no necesito inconscientemente que nada ni nadie dé el visto bueno, me dé su opinión, o más importante, me pague por él (si no gusta nuestro trabajo no solemos cobrar por lo que hacemos, y el cobrar por algo es otra forma de sentirnos reconocidos y poder “sobrevivir”), ¿tendría el mismo interés en hacerlo?
Así pues, aunque la necesidad de reconocimiento se pudiera eliminar a través de la reprogramación de los parámetros del ego, ¿con que lo sustituiríamos si quisiéramos tener el mismo catalizador y detonante para seguir haciendo las cosas igual de bien y con el mismo interés y calidad cuando no necesitas que nadie se interese por ello?
El único catalizador que puede sustituir como “fuerza” para hacer algo al mismo nivel es el amor por servir a los demás, es decir, que cuando hagas algo, se haga por amor al servicio al prójimo, ya que entonces, pones todo tu interés, esfuerzo y trabajo en hacer lo que siempre has hecho, pero no porque en tu programa ego haya un “bit” codificado que diga que lo tienes que hacer así, sino precisamente porque al no estar ya esa necesidad de hacerlo, uno busque en otras partes de si mismo el por qué hacer las cosas. En este caso, el motor para ello solo está disponible en la consciencia de tu ser y Yo Superior, que ejecuta y hace las cosas por “amor a hacer las cosas”, por querer crecer, experimentar y aprender haciéndolas, y por servir a los demás mientras las haces.
Así, al final te planteas cosas como, este artículo, ¿cómo lo he hecho? ¿Lo ha gestionado mi programa ego por la necesidad que tiene de que los lectores digan que les ha gustado, o lo ha gestionado mi Yo Superior porque simplemente quiere compartir lo que ha aprendido por el hecho de que así se puede servir a los demás?
Es cuestión de que cada uno encuentre la respuesta y descubra cómo dejar de actuar instintivamente según la necesidad de reconocimiento social que impera por programación y creación genética del vehículo que somos, y entonces trabajemos con el mismo tesón por el simple hecho de querer hacerlo, para que sirva como servicio a otros. El resultado puede ser el mismo, pero el catalizador para ello no tiene nada que ver, y la energía debajo que lo mueve es evidentemente radicalmente opuesta. ¿Alguien me da un “like” en Facebook? :—)
un abrazo,
David Topí