martes, 12 de enero de 2016

La práctica de la atención plena

La “atención plena” no es sólo una técnica. Es la actitud vital que puede ejercitarse en cada momento y que permite existir con plenitud, en el presente, siendo fieles a uno mismo.

Reconozcamos que vivimos bajo el influjo de muchas fuentes de estímulo que nos atrapan sin darnos cuenta. Nos comportamos siguiendo impulsos y hábitos inconscientes. Nadamos en medio de una corriente poderosa. Podemos caer en la tentación de dejarnos arrastrar, pero el precio sería renunciar a vivir conscientemente. Sufriríamos y posiblemente enfermaríamos.
La expresemos con estas o con otras palabras, todos hemos experimentado de algún modo esa situación en que no sabemos si estamos haciendo lo que es mejor para nosotros y para los demás. Sabemos que si no acertamos las consecuencias pueden ser terribles. Hablamos de reencontrarnos, de aclararnos, de relajarnos, de empezar una nueva vida…



LOS EFECTOS SOBRE LA SALUD


En caso de enfermedad, podemos acudir a los recursos innatos que el ser humano posee para aprender, crecer y curarse por sí mismo. Los términos “medicina” y “meditación” proceden de la misma raíz latina, “mederi”, que significa “curar” o “restaurar la medida interior adecuada”. La capacidad de prestar atención es uno de los recursos autocurativos que están inscritos en el organismo.

• Investigaciones realizadas por Jon Kabat-Zinn en la Universidad de Wisconsin (Estados Unidos) muestran que la meditación activa la región frontal izquierda de la corteza cerebral, relacionada con las emociones positivas y la resolución de situaciones estresantes.


• El mismo estudio demostró que la meditación también incrementa la actividad del sistema inmunitario, estimulando, por ejemplo, la producción de anticuerpos frente al virus de la gripe.


• La atención plena produce no sólo cambios en los patrones de ondas cerebrales, sino transformaciones en la estructura física del cerebro, según Sara Lazar, neuróloga de la Universidad de Harvard (Estados Unidos). Uno de los cambios hallados es que la corteza se hace más gruesa y densa.


• Quienes han meditado durante al menos 5 años sufren un 80 por ciento menos de enfermedades cardiovasculares, un 50 por ciento menos de cáncer y un 73 por ciento de otras afecciones menores, según estudios científicos recogidos en la base de datos Pubmed.


• Los meditadores segregan entre un 23 y un 47 por ciento más de hormona dehidroepiandrosterona (DHEA), que reduce el estrés, incrementa la memoria, preserva la función sexual y mantiene el peso bajo control.


• La meditación reduce significativamente la intensidad del dolor percibido. Es eficaz en enfermedades crónicas como la artrosis, los dolores premenstruales y los dolores de cabeza.


• También resulta eficaz en los ataques de pánico, la ansiedad, la depresión, la psoriasis, las adicciones y la hipertensión.



La alternativa es restablecer el contacto con los sentidos y con la propia mente, según Jon Kabat-Zinn, profesor y fundador de la Clínica de Reducción del Estrés del centro médico de la Universidad de Massachussets, autor de numerosos libros, entre ellos, La práctica de la atención plena. Kabat-Zinn se ha hecho mundialmente célebre por introducir en ámbitos académicos y hospitalarios la meditación budista como técnica para reducir la ansiedad y el dolor físico en caso de enfermedad. Pero la “atención plena” no es sólo una técnica. Es la actitud vital que puede ejercitarse en cada momento y que permite existir con plenitud, en el presente, y siendo fieles a uno mismo.
El cultivo de la “atención plena” no sólo puede cambiar la forma en que vemos la realidad, sino que puede cambiar la realidad misma. La experiencia demuestra que nuestra forma de pensar determina nuestro comportamiento y éste condiciona lo que ocurre a nuestro alrededor.
Esto no quiere decir que la meditación —la atención plena— sea una herramienta para controlar todo lo que nos sucede. Más bien es al contrario, porque para entrar en contacto con el lugar íntimo donde estamos en calma debemos “dejar de hacer” y “dejar de juzgar”. Pero la meditación de la atención plena tampoco es una mera relajación. Es una forma de ser.
Una mente no entrenada en la atención plena interpreta el mundo a través de determinados marcos de pensamiento. Estos marcos son filtros que limitan las posibilidades de percepción. Son creados por la cultura en que crecemos, el entorno familiar y nuestra propia necesidad de dotarnos de una identidad personal. La meditación ayuda a desactivar estos marcos y entonces la mente se abre a lo esencial, a las cosas tal como son. Entonces estamos más dispuestos a responder adecuadamente ante cualquier circunstancia que se nos presente.
Existe la idea de que meditar consiste en dejar la mente en blanco y que acto seguido se cae en un estado de beatitud o nirvana. Es una idea equivocada, porque durante la meditación puede aparecer toda la gama de las emociones humanas. Miedo, aburrimiento, dolor, impaciencia, tristeza, ira, frustración o cualquier otro estado puede ser experimentado, pero al meditar la conciencia se sitúa en un lugar desde donde observa lo que ocurre en la mente, en lugar de dejarse arrastrar por las emociones y los pensamientos. Es decir, se trata de cultivar un tipo de conciencia no condicionada. Gracias a la atención plena podemos liberarnos de las reacciones automáticas.
Un meditador explicaba que descubrió el efecto positivo de su práctica en medio de un incendio. Ocurrió en una gran sala de cine. Los espectadores  cayeron presa del pánico, se abalanzaron sobre las salidas y pasaron unos por encima de otros. El meditador sintió el mismo miedo que los demás, pero al tiempo fue capaz de actuar de la manera más adecuada: no sólo se dirigió a la salida sin atropellar a nadie, sino que pudo ayudar a otras personas para que también pudieran abandonar el edificio. Estaba convencido de que meditar le ayudó a ver la situación con objetividad, como si se observara a si mismo desde fuera.
En otras palabras: la “conciencia de tener pánico” no es lo mismo que “tener pánico”.  Si solo tenemos pánico, actuaremos alocadamente. Si “tenemos conciencia de que tenemos pánico”, gozaremos de mayor libertad para pensar y comportarnos adecuadamente. Este es el tipo de actitud que se cultiva con la práctica de la atención plena.
Por supuesto, el objetivo de la meditación no es estar preparado para una catástrofe. Tampoco proporciona únicamente calma y bienestar, sino que permite reconocer un nivel de conciencia que trasciende el individuo. Por eso la meditación es también un camino de conocimiento. 
En palabras de Kabat-Zinn, “la atención plena es una conciencia sin juicios que se cultiva instante tras instante mediante un tipo especial de atención abierta, no reactiva y sin prejuicios en el momento presente”.
Existen muchas maneras de practicar la atención plena, pero es recomendable, al menos durante los primeros meses, elegir enseguida una, para no ir saltando de un modo a otro, lo que constituiría una forma de entretenimiento o distracción.
La meditación yacente
Lo más importante, cuando meditamos acostados, es recordar que se trata de una práctica orientada a despertar, porque el riesgo inherente a este tipo de meditación es el de caer dormidos.
Aunque se pueden mantener los ojos abiertos, es recomendable cerrarlos porque aumenta la capacidad para centrar la atención en el paisaje interior. Uno de los aspectos positivos de meditar acostados es que resulta cómodo. Evita distraerse con la preocupación de no estar correctamente sentado y permite meditar durante más tiempo.
Otra ventaja es que proporciona un par de ocasiones diarias –antes de dormir y después de despertar- para conectar profundamente con nosotros mismos e introducirnos en el hábito de la práctica de la atención plena.
Estando acostados boca arriba, resulta fácil percibir los movimientos de ascenso o expansión y de descenso o contracción del vientre que acompañan respectivamente la inspiración y la espiración.  
Ser soportado por el suelo, la alfombra, la colchoneta o la cama nos familiariza con lo que los meditadores llaman “entrega incondicional”, concepto que describe la experiencia de vivir con plenitud el momento presente, independientemente de la situación en que nos encontremos.
La atención plena yacente puede realizarse en la postura que en yoga se denomina del “cadáver” y que consiste en permanecer estirado de espaladas, con los brazos junto al cuerpo y los pies apuntando hacia fuera. También puede practicarse  tumbándose de lado o acostado boca abajo. Cada postura proporciona sensaciones diferentes y nos enfrenta a distintos retos.
• El primer paso consiste en abandonarse simplemente a la experiencia de estar acostado sobre una superficie cómoda. Podemos abrirnos a los sonidos que nos rodean o a las sensaciones que proceden de la piel. Podemos observar el cuerpo, empezando por los dedos de un pie, siguiendo por la planta, el talón, el dorso del pie, el tobillo, la espinilla, la pantorrilla, la rodilla, el muslo, la ingle y la cadera.
 Seguimos por el otro pie hasta la otra cadera, y luego observamos las sensaciones que proceden de los glúteos y los genitales, la parte baja de la espalda, el abdomen, las costillas, el pecho, el corazón, los pulmones, las escápulas y los hombros. Luego repasamos los brazos, desde la punta de los dedos a los hombros. Ascendemos en nuestra atención por el cuello y la garganta y, por último, la cara y la cabeza.
 Podemos centrar nuestra atención únicamente en las sensaciones físicas que proceden de cada zona del cuerpo, o podemos, quizá en otra ocasión, observar las emociones y pensamientos que suscita cada una.
 También podemos dirigir la atención a los pensamientos que uno detrás de otro ocupan la mente, pero sin seguir la estela de ninguno, sino simplemente observándolos, sin juzgarlos ni reprimirlos.
 Otra posibilidad, preferidas por muchos, sobre todo por quienes dan sus primeros pasos en la meditación, es atender a la respiración.
La meditación sentada
¿Por qué sentarse, si se está tan cómodo tumbado? Porque cada postura tiene una resonancia propia y aporta algo diferente. Si cuando estamos acostados, estamos entregados, al sentarnos adquirimos dignidad, dignidad que es imprescindible experimentar y mostrar para gozar de una vida plena. También favorece que la mente “se asiente”. En un sentido más práctico, sentados resulta menos probable quedarse dormido.
La postura más común es con las piernas cruzadas y los glúteos ligeramente separados del suelo mediante un cojín o una banqueta de meditación. Sin embargo, también es válido sentarse en una silla con respaldo recto. 
Una vez sentados, tenemos ante nosotros las mismas alternativas que en la meditación yacente. 
 Quizá sea especialmente adecuado trabajar la “puerta del oído”. Es decir, observar el paisaje sonoro –silencio, los ruidos inevitables en una casa, una música…- en que nos encontramos. Las ideas invadirán  inevitablemente la mente y nos daremos cuenta de que habremos perdido atención sobre los sonidos del exterior. Entonces lo único que deberemos hacer es volver a concentrarla en la audición.
 Si elegimos atender a la respiración, la instrucción básica consiste en centrar la atención en las sensaciones que se producen en las fosas nasales y el abdomen. Cuando nos demos cuenta de que  los pensamientos luchan por llamar nuestra atención, simplemente volvemos a la respiración, sin perder el tiempo en condenarnos (por distraernos) o en juzgar las ideas que han hecho acto de presencia.
 Asimismo podemos ampliar el objeto de observación a todo el cuerpo, además de las zonas implicadas en la respiración. Debemos aceptar cualquier sensación que aparezca -la molestia en una rodilla, un ligero de dolor de cabeza, la tensión en la espalda- sin tratar de evitarla o preguntarnos sobre su causa.
 La propia sucesión de pensamientos puede ser el centro de atención. Hemos de resistir la tentación de dejarnos llevar por su contenido, encadenando una idea con otra tal como hacemos “cuando pensamos”. En lugar de esto, observamos nuestros pensamientos espontáneos con ecuanimidad y nos damos cuenta de cómo desaparecen, disipándose unos en otros.
 Comparar lo que ocurre dentro de nuestra cabeza con un río puede ayudarnos a comprender la diferencia entre la mente ordinaria y la mente en estado meditativo. Los pensamientos son las corrientes, los remolinos y los burbujeos del agua. La mente ordinaria se halla dentro de la corriente y si esta es fuerte, puede arrastrarla y provocar desequilibrio y sufrimiento. En cambio, la mente en estado meditativo es como un espectador impasible que se sienta a la orilla del río.
 La persona que solo conoce su mente ordinaria –las personas que no meditan- puede creer que ella es sus pensamientos, todo esa sucesión de ideas, asociadas a emociones, con las que se explica a sí misma quién es y qué le sucede. La persona que medita aprende que esos pensamientos no son tan importantes y que se explican en buena parte por el efecto de las pasiones (el egoísmo, la ambición, el odio…). Y descubre sobre todo que hay una parte de sí mismo que está más allá de cualquier pensamiento.
La meditación de pie
Trabajar la atención plena en posición erguida nos hace semejantes a los árboles, inmóviles en el lugar, sean cuáles sean las circunstancias. Es muy interesante, porque obliga a tomar conciencia del modo en que repartimos nuestro peso sobre los pies, cómo sostenemos la cabeza o cuánto tiempo podemos estar quietos. Lo que ocurra en un primer intento puede dar muchas pistas sobre nuestro estado.
 Podemos realizar las mismas prácticas que en la meditación yacente y en la sentada, pero la meditación de pie se presta especialmente para practicar la “conciencia sin elección”. Consiste en no fijar la atención en nada concreto y permanecer abierto a todo lo que sucede –dentro y fuera de nosotros- aquí y ahora.
 Esto incluye la respiración y las sensaciones físicas interiores, los pensamientos, los sonidos y el resto de percepción a través de los sentidos, incluida la vista, si decidimos meditar de este modo con los ojos abiertos.
 Algunas personas eligen la meditación de pie para realizarla al aire libre y junto a un árbol, sintiéndose con los pies arraigados en la tierra, la cabeza alzándose hacia el cielo y la piel en contacto con el viento.
El paseo meditativo
Los más inquietos pueden optar por meditar mientras pasean, pero no se trata de un simple caminar. En primer lugar, no nos dirigimos a ningún lado, así que el paseo no tiene por qué tener un origen y un final, sino que puede consistir en ir y venir, una y otra vez, por el mismo sendero. En segundo lugar, la mente se concentra en cada paso, sintiendo cómo cada pie toma y pierde contacto con la tierra. De la misma manera podemos estar atentos a la respiración y el resto de sensaciones corporales.
 El paseo meditativo puede ser practicado a velocidades muy diferentes, desde el simple paso hasta la carrera, razón por la cual puede aplicarse a muchas situaciones de la vida cotidiana. Puede hacerlo, por ejemplo, el padre o la madre que pasean al bebé que se ha despertado llorando por la noche. O se puede hacer dando un doble sentido a la sesión de ejercicio físico. Sin embargo, conviene hacerlo lentamente para familiarizarse con las sensaciones que produce el caminar.
 Para empezar, nos ponemos en actitud meditativa al principio del camino y esperamos a sentir el impulso que nos lleve a mover el primer pie. A partir de ahí observaremos cada uno de los impulsos y las sensaciones que se produzcan, como el cambio en los puntos de apoyo o los desplazamientos de las piernas y los brazos.
 Se pueden acompasar los pasos con la respiración –siempre que no resulte algo complicado- u observar los cambios que el movimiento y el esfuerzo provocan en los ritmos cardiaco y respiratorio.
 Siempre que la mente se desvíe de estas observaciones y se dedique a pensar en si lo estamos haciendo bien o no, si deberíamos ir más rápido o más lento o cualquier otra idea, simplemente volveremos a concentrarnos en las sensaciones, una y otra vez.
Atención plena todo el día
Además del tiempo que permanecemos formalmente en actitud meditativa, podemos recuperar la atención plena a lo largo de todo el día y en numerosas circunstancias.
Mientras realizamos acciones rutinarias, como cepillarnos los dientes, ducharnos o ir en autobús, gozamos de la posibilidad de centrar la atención en lo que realmente está ocurriendo en ese instante.
Podemos empezar preguntándonos si realmente estamos aquí –en la ducha, en el trabajo, con la familia o los amigos- pues, si la dejamos, la mente nos llevará a algo que tenemos previsto hacer o algo que nos ha ocurrido.
La meditación enseña a mantener la atención en cualquier actividad. Esto es muy importante porque la dispersión es una característica de la sociedad actual y cada vez existe menos capacidad para concentrarse o analizar los problemas en profundidad.
Los obstáculos en el camino
La principal dificultad a la que se enfrenta la persona interesada en la meditación y sus beneficios es la falta de motivación. Se prueba un día o dos, pero cuesta continuar más allá. Pensamientos del tipo “ahora tengo que hacer algo más urgente”, “mejor me pongo a leer” o “lo haré por la tarde” acaban por imponerse hasta que se olvida por completo el tema de la meditación.
Por eso, lo primero que hay que entender es que no se trata de una práctica que se pueda hacer durante un tiempo, obtener un beneficio, y luego abandonarla. Hay que tomársela como un hábito –como asearse o hacer ejercicio- para el resto de la vida. Kabat-Zinn propone a los principiantes que practiquen como si la vida les fuera en ello, puesto que gracias a la meditación se aprender a experimentar realmente cada instante.
Otro obstáculo es que la atención se desvíe una y otra vez y aparezcan pensamientos como “la meditación no es para mí”. Lo cierto es que aprender a desengancharse de los pensamientos es precisamente uno de los objetivos de la meditación. No hay que criticarse, ni darle muchas vueltas. Sólo hay que insistir, sabiendo que estas resistencias son normales. Con el tiempo, la mente se aquietará.
Un reto mayor quizá sea el de idealizar la meditación. Es un error buscar una experiencia extraordinaria, el bienestar absoluto, la sabiduría o la felicidad. Algo de eso puede ocurrir, pero durará un instante, como sucedería probablemente sin necesidad de meditar.
Los meditadores expertos dicen que la búsqueda termina cuando comprendes que no hay nada que buscar, pero  que la meditación es una ayuda incomparable –sino imprescindible- en el proceso de autoconocimiento y crecimiento personal. 
La práctica de la atención plena ayuda a que las emociones se integren con los pensamientos y con las palabras, y propicia el reconocimiento de las señales que nos envía el cuerpo. Por tanto es también una herramienta para evitar el estrés y conservar la salud. Kabat-Zinn subraya que las investigaciones desarrolladas en los últimos 30 años han mostrado que la salud se relaciona con la integración armoniosa de cuerpo y mente. Cuando se experimenta una armonía interior, nos sentimos física, emocional y espiritualmente más sanos.
En el camino de la meditación no hay sólo impedimentos, también hay apoyos. Practicar en compañía lo hace mucho más sencillo y la figura del maestro, que proporciona enseñanzas tanto a través de sus consejos como de su conducta, resulta casi imprescindible. Pero no hay instructores perfectos y los mejores no alientan en ningún caso la dependencia y los sentimientos de inferioridad de sus discípulos. Por el contrario, ayudan a encontrar el propio camino y por los propios medios.
El papel de los sentidos
La práctica de la atención plena se realiza a través del cultivo de los sentidos. Normalmente somos conscientes sólo de una pequeña parte de la realidad, porque la observamos a través de patrones culturalmente establecidos. El trabajo con los sentidos permite vivir con más profundidad y plenitud en el aquí y ahora.
Ver. Vemos a través del filtro de nuestros pensamientos y emociones. Así, un determinado paisaje o cosa nos puede resultar agradable o desagradables. Nuestros ojos buscan unos objetos y no quieren ver otros. La práctica de la atención plena a través de la vista se esfuerza en ver todo lo que hay, sea cual sea su efecto. En último término se experimenta una fusión empática entre el observador y lo visto.
Oír. El oído es quizá el primero y más importante de los sentidos, pues es el primero en ponerse en marcha y relacionarnos con el exterior y con las personas queridas ya en el seno materno. En la práctica de la meditación debemos escuchar sin intentar explicarnos o comprender el origen de cada uno de los sonidos que apreciamos. Simplemente se producen y se desvanecen.
Tocar. La piel es el límite entre lo interior y lo exterior. Es también el órgano sensorial que nos transmite el afecto de los demás a través de las caricias. En la práctica de la atención plena, la observación de las sensaciones que proceden de la piel refuerza la conexión de la mente con el cuerpo y con el mundo exterior.
Oler. Los olores casi siempre nos remiten a experiencias pasadas. Explicamos cada nueva sensación olfativa en función de un aroma ya sentido y al que normalmente asociamos una emoción positiva o negativa. La observación de los aromas –al entrar en contacto con otra persona o al comer- puede explorar todas las evocaciones o centrarse exclusivamente en los olores en sí mismos.
Degustar. La ansiedad, la prisa, la distracción con los propios pensamientos nos llevan a deglutir los alimentos sin apreciar apenas los sabores. Comer es una excelente oportunidad para practicar la atención plena sobre los sabores. ¿Podemos distinguir con los ojos cerrados cada uno de los ingredientes que forman un plato?

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lunes, 11 de enero de 2016

7 PRÁCTICAS MENTE- CUERPO PARA TRANSFORMAR TU RELACIÓN CON EL ESTRÉS


Si escucharas a escondidas las conversaciones a tu alrededor, la palabra estrés seguramente sería una de las que aparecerían con mayor frecuencia. La gente dice sentirse estresada por su trabajo, la economía, la política mundial, las fechas de entrega, sus relaciones, y casi por cualquier cosa. Muchos sufren las consecuencias emocionales y físicas del estrés crónico, que incluyen el envejecimiento acelerado y los mayores índices de enfermedades del corazón, ansiedad, cáncer, depresión, migraña, y otros trastornos importantes.
Aunque el estrés nos afecta a todos, nunca he creído que existe en el entorno ni en las situaciones externas. En el Chopra Center definimos el estrés como nuestra respuesta a lo que está sucediendo. No es el pago vencido, el embotellamiento, o la pelea con nuestro cónyuge lo que causa el estrés, sino nuestrospensamientos y la historia que nos contamos sobre un acontecimiento o circunstancia los que crean un malestar emocional; aumentan la frecuencia cardiaca, hacen que la respiración sea superficial, haya un aumento rápido en la adrenalina, y otros síntomas de la respuesta del estrés.
La analogía del surfista nos puede ser útil: Si eres un surfista hábil, cada ola es una aventura estimulante o por lo menos una oportunidad de aprender algo nuevo. Por otra parte, si nunca has aprendido a surfear, cada ola es un aterrador desastre en potencia.

Surfear las olas del cambio

Por suerte, aprender cómo enfrentar el estrés con eficacia no requiere ninguna habilidad atlética, es un talento que todos pueden aprender. Con un poco de práctica, en lugar de que las situaciones externas y tus pensamientos estén continuamente motivando una respuesta estresante, puedes aprender a pasar más tiempo en tu propio estado natural de bienestar.
Estas son algunas de las herramientas más efectivas que enseñamos en el Chopra Center para navegar las continuas olas del cambio.

1. Medita

La meditación es una herramienta sencilla, pero poderosa, que nos lleva a un estado de profunda relajación que elimina el cansancio y el estrés acumulado que acelera el proceso de envejecimiento. Durante la meditación, la respiración se hace más lenta, la presión arterial y frecuencia cardiaca disminuyen, al igual que los niveles de las hormonas del estrés. Por su naturaleza, la meditación aquieta la mente, y cuando la mente está en un estado de conciencia relajada, el cuerpo también se relaja. Estudios demuestran que la gente que medita con regularidad desarrolla menos hipertensión, enfermedades cardiacas, insomnio, ansiedad, y otras enfermedades relacionadas con el estrés.

¿Cómo funciona la meditación?

Todos estamos inmersos en un diálogo interno en el que el significado y las asociaciones emocionales de un pensamiento dan lugar al siguiente; por lo general, sin que nos demos cuenta del proceso. La psicología budista describe este proceso como samskaras, que pueden verse como marcas en la mente que hacen que el flujo del pensamiento vaya hacia una misma dirección. Tus samskaras personales se crean de las memorias de tu pasado y pueden forzarte a reaccionar de la misma manera limitada una y otra vez. La mayoría de la gente construye su identidad con base en los samskara sin siquiera darse cuenta de que lo están haciendo.
En la meditación, interrumpimos la secuencia inconsciente de pensamientos y emociones al concentrarnos en un nuevo objeto de atención. En la práctica de la Meditación del Sonido Primordial que se enseña en el Chopra Center, el “objeto de atención” es un mantra que repites mentalmente. Un mantra es sonido puro, sin significado ni carga emocional que dé lugar a asociaciones; le permite a la mente desapegarse de sus preocupaciones habituales y experimentar la amplitud y la calma interior.
Entre más practiques la meditación, más podrás experimentar los estados expandidos de la conciencia pura. En el silencio de la conciencia, la mente se libera de viejos patrones de pensamiento y sentimientos y aprende a sanarse.

2. Si es posible, soluciona la situación estresante

Tal vez no tengas mucho control sobre muchas de las fuentes de estrés en tu vida, pero si puedes hacer algo para ponerle fin a una situación estresante, ¡hazlo! Habla con amigos sobre lo que puedes hacer para cambiar la situación o trata de verla desde otra perspectiva. Considera obtener ayuda de un experto en solución de conflictos si es necesario.

Comunicación consciente

Una habilidad en extremo útil para prevenir y eliminar el estrés es la comunicación consciente, que también se conoce como comunicación no agresiva. Es una forma de comunicar con claridad tus necesidades de tal forma que haya más posibilidades de satisfacerlas. Con la práctica, puedes aprender a expresar tus necesidades, pedir lo que necesitas, y crear relaciones más plenas y libres de estrés. En el Chopra Center, la comunicación consciente es parte del plan de estudios principal que enseñan nuestros instructores y también forma parte de varios de los talleres y programas que ofrecemos. Para aprender más, el libroComunicación no violenta, de Marshall Rosenberg, es una excelente manera de empezar.

3. Practica la percepción consciente de tu cuerpo

Mientras la mente está continuamente yendo de pensamientos sobre el futuro y memorias del pasado, el cuerpo vive en el único momento que en realidad existe: el presente. Una de las mejores formas de aliviar el estrés es sintonizar con tu cuerpo. Tu cuerpo es tu guía principal y la más confiable hacia el equilibrio, la armonía, y la felicidad. Cuando elijas un cierto comportamiento, pregunta a tu cuerpo: “¿Qué opinas de esto?” Si tu cuerpo envía una señal de aflicción emocional o física, ten cuidado. Si tu cuerpo envía una señal de comodidad y entusiasmo, continúa.
¿Qué puedes hacer para comenzar a escuchar a tu cuerpo? Los elementos más básicos son los siguientes:
Siente lo que sientes. No te engañes con la negación.
Acepa lo que sientes. No juzgues lo que encuentres.
Escucha tu cuerpo. Siempre está hablando. Está dispuesto a escuchar.
Confía en tu cuerpo. Cada célula está de tu lado, lo que quiere decir que tienes cientos de miles de millones de aliados.
Valora la espontaneidad. Las emociones cambian, las células cambian, el cerebro cambia. No seas el policía que detiene al río y le impide cambiar bloqueándolo con creencias congeladas y rígidas.
Disfruta lo que tu cuerpo quiere hacer. Al cuerpo le gusta descansar, pero también le gusta estar activo. Al cuerpo le gustan distintos tipos de alimentos que come con gusto. Al cuerpo le gusta el placer en general.
Una de las formas más básicas de hacerse consciente es apoyarse en el cuerpo. No hay misterio en ello. Basta con sentir tu cuerpo cada vez que te distraigas. Digamos que estás conduciendo un automóvil, y alguien te corta el paso. Tu reacción normal es agitarte o enojarte; sales de la concentración calmada y relajada que te conecta con el campo de la mente-cuerpo. En lugar de dejar que esta interrupción te ensombrezca, sólo ve hacia tu interior y siente las sensaciones de tu cuerpo. Respira profundamente, ya que es una forma sencilla de regresar a la conciencia del cuerpo.
Mantén tu atención en estas sensaciones hasta que desaparezcan. Lo que hiciste fue cortar la respuesta al estímulo con un vacío. Un vacío es un intervalo de no reacción. Evita que la reacción se alimente de sí misma. Le recuerda al cuerpo su estado natural de autoregulación armoniosa y coordinada.

4. Entiende tu respuesta única al estrés

La constitución de tu mente cuerpo (conocida como tu dosha en Ayurveda) tiene un lugar importante en cómo te afecta el estrés. El Ayurveda ofrece recomendaciones específicas para cada tipo de mente-cuerpo, incluyendo las formas más efectivas de lidiar con el estrés.
Estos son los patrones de estrés de los tres doshas:
Vata: Aquellos con una constitución que es predominantemente Vata tienen la mayor tendencia a sentir ansiedad y preocupación. Aunque por lo general son creativos y entusiastas, en presencia del estrés, los Vatas tienden a culparse por sus problemas y son víctima de los nervios y se distraen.
Pitta: Los tipos Pitta por lo general son cálidos y cariñosos, pero si están en desequilibrio, por lo general reaccionan ante el estrés culpando a los demás y enojándose.
Kapha: Los que tienen un dosha más sereno son los Kapha. Aquellos cuyo tipo mente-cuerpo es predominantemente Kapha por lo general son llevaderos y amables, pero cuando se enfrentan ante un conflicto abrumador o al estrés, se retiran y se niegan a lidiar con la situación.

5. Dormir suficiente

El sueño reparador es una clave esencial para mantenerse saludable y lleno de vida. Cuando estás descansado, puedes enfrentar situaciones estresantes con mayor tranquilidad; no obstante, seguimos sin darle importancia a nuestro sueño o descuidándolo; incluso tendemos a presumir lo poco que dormimos. En realidad, la falta de un sueño reparador altera el equilibrio innato del cuerpo, y acelera el proceso de envejecimiento.
Por lo general los seres humanos necesitan entre seis y ocho horas de sueño reparador cada noche. El sueño reparador es aquel en el que no usas medicamentos ni alcohol para dormirte, sino que puedes quedarte dormido fácilmente una vez que apagas la luz y además duermes profundamente durante la noche.
Tu sueño puede ser de mayor calidad si mantienes tus ciclos en equilibrio con los ritmos del universo, que se conocen como ritmos circadianos. El Ayurveda nos enseña que la rutina de sueño óptimo es levantarse al salir el sol y acostarse cuando está obscuro, o por lo menos a las 10 p.m.
Idealmente, come algo ligero en la tarde, antes de las 7:30 de ser posible, y después sal a caminar. Los poderes digestivos del cuerpo son más fuertes en las horas reguladas por el dosha Pitta (10 p.m. a 2 a.m. y 10 a.m. a 2 p.m.). Cuando tu cena es ligera, en lugar de concentrar toda esa energía en digerir una cena pesada, tu cuerpo puede usar el ciclo de Pitta para desintoxicar al cuerpo y darle el descanso profundo que necesita.  Puedes dar una caminata después de la cena y estar en cama alrededor de las 10 p.m. También es muy útil descargar tus pensamientos del día en un diario antes de ir a la cama para que tu mente no te mantenga despierto.

6. Practica Yoga

La yoga es otra práctica de sanación atemporal para liberar el estrés y los efectos dañinos de la respuesta de lucha o huída. No sólo es un excelente ejercicio físico que aumenta tu flexibilidad y fuerza, sino que además equilibra la mente y el cuerpo, con lo que tranquiliza al sistema nervioso, aumenta la producción de hormonas que alivian el estrés, y elimina las toxinas almacenadas.
No necesitas equipo costoso o estar en óptima forma para comenzar a practicar yoga. Sólo necesitas ropa holgada, un tapete (en algunos lugares te prestan los tapetes) y el deseo de aprender.
Existen diferentes estilos de yoga. La mayoría de ellos recurren a una serie de posturas diseñadas para efectuar estiramientos y fortalecer los músculos, así como a la respiración concentrada para aquietar la mente. Uno de los estilos más populares en Estados Unidos es el hatha yoga, un estilo de movimientos relativamente suaves y sutiles. Otros estilos como el Ashtanga y la yoga energética son más vigorosos. El Chopra Center enseña un estilo único de yoga conocido como las Siete leyes espirituales del yoga,  que se enfoca en la conciencia relajada centrada en el cuerpo.
La intención de las Siete leyes espirituales del yoga es integrar y equilibrar todas las capas de tu vida para que tu cuerpo, mente, corazón, intelecto, y espíritu fluyan en armonía. A medida que expandimos nuestra conciencia a través de la práctica de yoga, nos volvemos más capaces de percibir la riqueza que ofrece la vida.

Cómo iniciarse en la práctica de yoga

Descubre los distintos tipos de clases de yoga que se ofrecen en tu área. Elige el estilo que vaya con tus metas y nivel de acondicionamiento físico. También puedes comenzar con ayuda de un buen libro o DVD en casa, aunque por lo general en el caso de los principiantes es mejor comenzar con una clase presencial.
Sin importar el estilo de yoga que elijas, no te extralimites. No trates de forzarte a hacer posturas difíciles al comienzo. Después de un tiempo, desarrollarás mayor flexibilidad, fortaleza y resistencia. Tu instructor no deberá forzarte a hacer posturas que no sean cómodas; si va demasiado rápido, habla con él o con ella, o busca una clase que esté más acorde con tu nivel.
Con la práctica regular, comenzarás a experimentar una sensación de calma y bienestar que se expandirá del tapete de yoga a tu vida cotidiana.

 7. Haz actividades que disfrutes

Parte de sentirte estresado es sentir que nunca tienes suficiente tiempo, así que añadir más actividades a tu calendario podría ser lo último que necesites. Pero si haces un poco de tiempo para una actividad que de verdad disfrutes, la recompensa puede ser enorme: Te sientes más tranquilo y feliz y puedes hacer mejor tu trabajo y otras actividades necesarias. Ya sea escuchar música, hacer manualidades, o reparar tu automóvil, haz algo que te absorba y relaje.
La meta en todas estas prácticas no es tratar de controlar el flujo de la vida para que nunca te sientas estresado o frustrado de nuevo; el secreto es ser paciente y compasivo contigo mismo mientras aprendes a responder a los retos desde un lugar de paz y calma.

Dr. Deepak Chopra

domingo, 10 de enero de 2016

Rigidez mental: Cuando tu forma de pensar te impide crecer‏



Albert Einstein dijo que “la mente que se abre a una nueva idea, jamás volverá a tu tamaño original”. Sin embargo, abrir la mente es un ejercicio complicado, mucho más de lo que estamos dispuestos a admitir. 

De hecho, la rigidez mental se comienza a construir desde que nacemos. Cada aprendizaje nos abre nuevas puertas pero también nos cierra otras. A medida que crecemos y nos vamos formando nuestra propia imagen del mundo, nos llenamos de estereotipos, creencias y prejuicios que son muy difíciles de eliminar. Sin embargo, la rigidez mental no se refiere únicamente a las ideas, sino y sobre todo, al modo de pensar.

El bucle malsano en el que nos sume la rigidez mental


La rigidez mental nos hace prisioneros, merma nuestra capacidad de adaptación, creatividad, espontaneidad y positividad. Nos ata a viejos modelos que nos impiden crecer en el plano intelectual y emocional.

De hecho, las personas rígidas mentalmente son aquellas que:

- Piensan que solo existe un “modo adecuado” de hacer las cosas.

- Asumen que su perspectiva es la única correcta y que el resto se equivoca.

- No están abiertas al cambio porque éste les aterra.

- Se aferran al pasado y se niegan a avanzar.

Aunque si algo caracteriza a las personas con rigidez mental es el deseo de tener razón a toda costa. No se dan cuenta de que ese deseo es sumamente dañino porque la posibilidad de equivocarnos y cometer errores es en realidad nuestro principal instrumento de aprendizaje y crecimiento. 

No podemos crecer, no podemos asimilar realmente un nuevo conocimiento, ya sea a nivel intelectual o emocional, si antes no nos damos cuenta de que lo que sabíamos o creíamos era erróneo o, al menos, insuficiente. Equivocarnos se convierte entonces en una especie de liberación, mientras que la rigidez mental y el deseo de tener razón solo esconden el miedo a descubrir qué podría pasar si fuésemos más libres, si nos atreviésemos a reconocer nuestros errores e ir más allá de ellos.

De hecho, una de las características principales de las personas que tienen cierta flexibilidad mental consiste precisamente en ser capaces de darse cuenta de que las decisiones erróneas no son “malas decisiones”, a la larga, cualquier decisión es buena si le sigue otra decisión a la que podamos sacarle provecho. La flexibilidad mental consiste precisamente en saber que sea cual sea la decisión que tomemos, siempre abrirá ante nosotros un mundo de posibilidades.

Por ende, la flexibilidad mental es estar dispuestos a equivocarnos, no tener miedo de los errores y abrazar e intentar comprender las cosas nuevas o los puntos de vista diferentes a los nuestros.

La rigidez mental como resistencia inconsciente


La persona que desarrolla una forma de pensar muy rígida, de cierta forma, se está protegiendo a sí misma. De hecho, la rigidez mental también se puede comprender como una resistencia psicológica. En cierto punto, cuando una idea va en contra de lo que piensas, experimentas una sensación rara que te confunde, paraliza y hace que te cierres a las razones.

Entonces muchas personas simplemente rechazan el argumento, sin analizarlo. Sin embargo, la buena noticia es que cuando eso sucede es porque algo en tu interior se está dando cuenta de que existe un problema, algo debe ser resuelto, aunque el proceso sea doloroso. De hecho, en muchos casos darse cuenta de que algo en lo que habías creído a pies juntillas durante años no es verdad, o al menos no es toda la verdad, puede causar un dolor enorme que dé paso a una crisis existencial.

¿Cómo abrir la mente?


La buena noticia es que la flexibilidad mental es una habilidad que puede ser desarrollada y aprendida. 

1. Céntrate en tus emocionesCuando estés tentado a rechazar de plano una idea, fíjate en cómo te sientes. Si te sientes incómodo con lo que escuchas, es probable que esa rigidez en tu forma de pensar esconda una resistencia inconsciente. Pregúntate a qué le tienes miedo. Si te respondes con sinceridad, descubrirás muchas cosas. De hecho, mientras más miedo sientas, más te iluminará esa resistencia.

2. Alimenta el deseo de crecer. La curiosidad sigue siendo una de las herramientas más poderosas que tenemos a nuestro alcance para crecer como personas. En vez de aceptar las viejas ideas, pregúntate más a menudo "por qué". Cuando comienzas a cuestionarte todo lo que siempre has dado por sentado, no solo encuentras nuevas respuestas sino que descubres un mundo nuevo, mucho más vasto del que conocías.

3. Desarrolla la empatía. En algunos casos, es probable que no estés de acuerdo con las ideas, formas de pensar o actitudes de otras personas. Sin embargo, en vez de rechazarlas de plano, intenta ponerte en su lugar para comprender de dónde provienen. Si rechazas lo que no conoces o no te gusta, seguirás siendo la misma persona de antes, pero si intentas comprender al otro, habrás ido un paso más allá y habrás crecido un poco.

4. Abraza los erroresTener cierta flexibilidad mental significa no tenerle miedo a los errores, significa estar dispuestos a aprovechar nuevas oportunidades, aunque ello implique que nos equivoquemos. Se trata de comprender la vida como un aprendizaje continuo, donde cada error no es un paso atrás sino más bien un paso adelante en nuestra evolución porque nos permite deshacernos de viejos modelos y formas de hacer ya arcaicas.

5. No busques la verdad absoluta. La premisa más importante para deshacerse de la rigidez mental consiste en no buscar la verdad absoluta, simplemente porque no existe. Cada vez que asumimos una verdad como un hecho inamovible significa que hemos dejado de buscar en ese sentido y, por ende, que comenzamos a morir un poco cada día en esa área. Por eso, es importante no aferrarse a una sola forma de ver las cosas y mantener la mente abierta.

Psicologia/Jennifer Delgado

Lo que debe ser será, a su debido tiempo


Yo confío en el curso de la vida. 

Creo que no vale la pena desesperarse porque lo que debe ser será, a su debido tiempo y en su momento. No se trata de confiar en que existe un plan superior ni nada por el estilo, sino simplemente en aceptar los sucesos cuando ocurren, sin sentir una aprehensión inútil por su tardanza.

De hecho, piensa en esas cosas que tanto has deseado y que más tarde han llegado de forma natural, sin esfuerzo. Y es que dicen que las mejores cosas simplemente suceden, sin que tengamos que buscarlas afanosamente.

El miedo es falta de confianza


Louise L. Hay dijo que “el miedo no es más que la falta de confianza”. Tenemos miedo cuando no confiamos en nuestras capacidades, cuando creemos que no somos merecedores de algo, cuando no confiamos en que alcanzaremos lo que deseamos. En ese momento nos ataca el pánico y la aprehensión.

Sin embargo, lo curioso es que cuando estamos inmersos en este estado somos incapaces de ver las oportunidades y aprovecharlas, por lo que la suerte que tanto ansiamos termina pasando por delante de nuestra puerta sin llamar a ella. O quizá llama pero el ruido que tenemos en nuestra mente es tan grande que nos impide escucharla.

Por eso, de vez en cuando es conveniente dejar ir esa presión, deshacerse de las expectativas y de esas ansias de tener todo planificado al milímetro. Hay veces que solo debemos disfrutar de la vida y abrirnos a las posibilidades.

En ese momento se da una curiosa paradoja: cuando dejamos de programar y planificar, para abrirnos a las posibilidades, ampliamos nuestro abanico de opciones y logramos disfrutar de la vida de forma más relajada. Cuando dejas de obsesionarte con algo, logras mirar en otra dirección y encontrar la satisfacción en otro sentido, que antes no habías previsto porque estabas obcecado.

Todo llega y todo pasa


En los momentos más difíciles, mi abuela, una gran mujer que tenía la sabiduría que confieren los años y las heridas, decía: “Todo llega y todo pasa”. Con ello indicaba dos cosas: 1. que es inútil obsesionarse y sentir aprehensión porque finalmente, de una forma u otra, todo llega y 2. que siempre terminamos acostumbrándonos a esa cosa que tanto nos preocupó o que tanto ansiamos, por lo que al final no resulta tan importante como pensábamos.

De cierta forma, ese es el concepto básico del wu wei taoísta, que proclama no forzar las circunstancias con artificios que desvirtúen su armonía. Este principio indica que debemos dejar de “hacer”, entendiendo “hacer” como un esfuerzo dirigido a apartar el mundo de su evolución natural. Su esencia es aprender a fluir, para lograr un mayor bienestar psicológico. No hacerlo solo acarrea sufrimiento. 

Hay que dejar ir las circunstancias que se escapan de nuestro control, aceptar las situaciones tal como vienen y mantenerse siempre abiertos a nuevas posibilidades. Es simple. Pero difícil de poner en práctica porque no estamos acostumbrados a ello, porque estamos demasiado acostumbrados a forzar las circunstancias y a presionar el tiempo.

Para lograrlo, debemos comprender que la vida es un cambio continuo y que, aunque a veces el viento no sople a nuestro favor, antes o después cambiará, entonces será el momento de inflar las velas. Así podemos dejar de angustiarnos por el futuro y valorar más el presente.

Ni pasividad ni resignación


El concepto del wu wei no implica inmovilismo ni pasividad. Confiar en el curso de la vida no implica quedarse de brazos cruzados ni resignarse, solo significa deshacerse de la aprehensión, del miedo y de la ansiedad. Significa avanzar con seguridad y tranquilidad.

Adoptar esta nueva manera de afrontar la vida implica dejar que las circunstancias te sorprendan, abrirte a las posibilidades, para no dejarlas escapar simplemente porque estás demasiado ocupado con tus preocupaciones.

La vida es un viaje maravilloso pero no intentes planificar cada milímetro del recorrido. A veces solo es necesario estar y dejarse sorprender, confiar en las casualidades y estar preparados para inflar las velas cuando el viento sople a nuestro favor.


Psicología/Jennifer Delgado

sábado, 9 de enero de 2016

Cambiar nuestros pensamientos para cambiar nuestra vida

Una manera sencilla de ver qué relación existe entre nuestro cuerpo y nuestros pensamientos es observar lo que sucede con el estrés: tenemos dos sistemas de protección en nuestro cuerpo: el sistema de protección externo, que nos defiende de lo que sucede en nuestro entorno, y el sistema interno, que revisa lo que está pasando en el interior de nuestro organismo.

Si veo a un tigre y si veo a un antiguo jefe voy a responder de la misma manera, voy a tener la reacción de luchar o arrancar, pero cuando no puedo pelear, porque no está aceptado socialmente, y no puedo correr, porque… ¿hacia dónde arranco? Entonces los químicos que produce el organismo comienzan a operar en nuestro cuerpo pero no hacemos nada con ellos.
Todos los organismos de la naturaleza están diseñados para el estrés agudo. Los seres humanos somos tan inteligentes que podemos hacer que el pensamiento sea más real que cualquier otra cosa, y, debido a que somos tan inteligentes, tenemos un banco de memoria tan enorme que podemos anticiparnos a un evento que vaya a ocurrir, podemos preparar la mente para futuras circunstancias y con ello encender la respuesta de estrés solamente con el pensamiento.

Ahora, cuando encendemos la respuesta al estrés y no podemos apagarlo, vamos encaminados a la enfermedad, porque el cuerpo no va a lograr soportar un desequilibrio tanto tiempo. Entonces sucede lo que llamamos ansiedad o desórdenes obsesivos compulsivos, insomnio, depresión… Todas las enfermedades de adultos están creadas por los químicos del estrés, y la redundancia de esos químicos activa los genes que hacen que nos encaminemos a nuestro destino genético.

Si estamos movilizando toda nuestra energía para el sistema de protección externo, no hay energía para el sistema de protección interno, no hay energía para los proyectos de creación a largo plazo, no hay energía para las reparaciones, el crecimiento y la regeneración. Entonces, si dos células cancerígenas se juntan, toda la energía se está movilizando para el sistema de protección externo, por lo que no hay seguridad interna: se juntan estas dos células de cáncer y crecen, porque nadie las revisa, porque nuestras tropas están siendo enviadas para otro lado. Es como si supiéramos que viene un huracán a Santiago, ¿quién pensaría en remodelar su cocina? Eso es exactamente lo que pasa en el cuerpo. No hay energía para la reparación, no hay energía para proyectos de construcción a largo plazo, y el sistema de protección interno, el sistema inmunológico, comienza a sufrir.

Entonces, ¿los pensamientos pueden también sanarnos?
Si nuestros pensamientos pueden enfermar ¿no pueden acaso mejorarnos también? ¿Podemos encender nuevos genes y apagar los antiguos?

Cuando vivimos un estado emocional siempre va a haber una brecha entre la forma en que se ven las cosas y la forma en que realmente son. Esos químicos de supervivencia son los que nos llevan a estados emocionales negativos.

Pero podemos cambiar la forma en que funcionan nuestros cerebros, al interrumpir los programas normales de cómo sentimos y pensamos. Al principio es muy difícil, porque no sabemos cuán adictos estamos a nuestros estados emocionales, y nos volvemos adictos a estos estados emocionales porque las emociones encienden el cuerpo para que podamos sentirnos vivos y nos volvemos adictos a ese sentimiento. Así que la persona a quien le da rabia, mantiene esa emoción en su vida para poder sentir esa rabia, para poder sentirse viva.
Al hacer que nuestros cerebros funcionen de manera diferente, estamos creando una mente nueva, y así comenzamos a cambiar nuestro estado mental.
¿Qué es lo que ustedes practican mentalmente todos los días? ¿Qué es lo que usted demuestra físicamente todos los días? Porque lo que practicamos mentalmente, lo que pensamos mentalmente todo el día, y lo que actuamos o demostramos físicamente todos los días representa quiénes somos del punto de vista neurológico.

Ahora es el momento
La física cuántica dice que el ambiente es una extensión de nuestra mente, entonces si realmente cambiamos nuestra mente, ¿no debería aparecer algo totalmente distinto en nuestro mundo? Deberíamos convertirnos en científicos y decir ya muy bien, conciencia mayor y campo objetivo, campo cuántico, ¡ahora quiero una señal, quiero que me indiques que he hecho contacto contigo y quiero que me lo muestres de manera que me sorprenda, que me emocione, que me inspire, que no lo pueda predecir, porque si pudiéramos predecirlo, no es nuevo.
La mayoría de nosotros tomamos decisiones así: “mañana empiezo”. Tenemos la intención, pero el cuerpo no recibe la señal. Cuando nos decidimos y decimos “basta, suficiente”, ésa es la primera vez que el cuerpo recibe una señal. Cuando lo hacemos, cuando verdaderamente cambiamos la mente, no es sólo de la mente, es el ser.
Entonces tiene que venir o llegar de una manera que sea mayor o superior a nuestro entendimiento, que produzca un nuevo sentimiento de entusiasmo, que no deje duda alguna de que ha venido de ti, para que sea cada vez más fácil aceptar que tú eres el creador de tu propio destino.

¿Y cómo se hace?
Tenemos dos sistemas de memoria: el declarativo y el no declarativo, el subconsciente.
Las memorias declarativas son memorias explícitas: conocimiento y experiencia, hechos y eventos, filosofía y experiencia, y cuando aprendemos algo nuevo, todo lo que se ha aprendido queda aquí, programado en el neocortex, en el cerebro, y empezamos a pensar en esto y a analizarlo y a reflexionar sobre ello y a meditar sobre ello, al hacerlo vamos a organizar los circuitos en el cerebro.

Pero cuando finalmente aprendemos la información, y la aplicamos, la personalizamos, la demostramos, modificamos nuestra conducta, ahí si vamos a tener una nueva experiencia y esa nueva experiencia va a crear una nueva emoción, y ahora tenemos dos cerebros funcionando juntos, el cerebro pensante y el que siente. Tenemos mente y cuerpo comenzando a unificarse.
El conocimiento es el precursor de la experiencia. Cuando hacemos lo nuevo una y otra vez, activamos este sistema de memoria no declarativo, subconsciente. Este es el sistema de memoria implícito en el cual el cuerpo lo ha hecho tantas veces que ahora sabe más que el cerebro, ahora se ha convertido en el cerebro. Aquí es cuando mente y cuerpo están trabajando juntos. Aquí están nuestras habilidades, nuestras conductas, nuestras reacciones emocionales, nuestros condicionamientos. Es nuestra memoria asociativa y una vez que estamos ahí, en este estado del ser, significa que mente, cuerpo y alma están trabajando juntos.
Una persona intelectualmente puede declarar que quiere ser feliz, pero su ser está infeliz porque simplemente es una habilidad que debe adquirir. Cuando la mente quiere una cosa y el cuerpo quiere otra, no se responden nuestras plegarias, no podemos cambiar.
La persona que realmente quiere cambiar, si comenzara a volverse consciente y hacer que sus pensamientos inconscientes, sus acciones inconscientes y sus sentimientos inconscientes se vuelvan conscientes, comenzará a controlarlos, y si comienzan a practicar este nuevo ser, de pensar a hacer, ese nuevo estado químico interno que memorizó, ahora será superior a cualquier cosa en su vida externa.
El campo cuántico responde a quién estamos siendo. El campo cuántico organiza los eventos, las experiencias, para que vengan a nosotros y eso es lo bonito, la alegría de estar vivo.

La neuroplasticidad
Tenemos tres cerebros en uno: el pensante, el neocortex; el cerebro emocional, el que hace cosas, y el del ser, el cerebelo. La posibilidad de conexiones de las neuronas en el cerebro humano es mayor que la cantidad de átomos en el universo. Las neuronas son tridimensionales, más o menos 100 mil neuronas caben en un grano de arena. Aprender significa crear nuevas conexiones sinápticas entre ellas.
La neuroplasticidad es la habilidad de cambiar el alambrado sináptico del cerebro. Al aprender información y registrar experiencias y mantener un estado modificado del ser, la plasticidad nos permite evolucionar nuestras acciones o modificar nuestra conducta de modo que podamos hacer mejor las cosas en la vida.
Por el contrario, la que yo llamo “neurorigidez” es el usar nuestras conexiones sinápticas precableadas, es decir, memorias. Sin hacer nuevas conexiones, no se aprende de la experiencia. Rigidez es procesar los mismos pensamientos, realizar las mismas acciones y luego esperar que ocurra algo distinto, y eso, por supuesto, es locura.
La mente es el cerebro en acción, es el cerebro trabajando, un producto de la actividad del cerebro. El lóbulo frontal es la base de nuestra voluntad, de nuestro aprendizaje, de nuestra intención, atención, invención, especulación, toma de decisiones, es como controlamos nuestra conducta, es como nos concentramos. Además es lo que restringe nuestras reacciones emocionales. Es la parte más nueva y más evolucionada del cerebro y del sistema nervioso, y es la parte más neuroplástica de todo el cerebro.
Cuando el lóbulo frontal trabaja correctamente nos permite que un pensamiento sea más real que todo lo demás. Y esto es porque tiene conexiones a todas las partes del cerebro y puede acallar todos los demás circuitos para que nada más se pueda procesar salvo ese pensamiento. Así es como puede modificar nuestra conducta y combinar todas estas redes neuronales dentro de nuestro cerebro para crear una nueva idea.

¿Cómo lo logramos?
El proceso de meditación es hacerse conocido, conocer el ser antiguo para poder controlarlo y luego practicar mentalmente este nuevo ser hasta que se nos haga conocido, familiar. Esta práctica mental básicamente trata de pensar en quién queremos convertirnos, quién queremos ser, es practicar una acción antes de hacerla. Es imaginar ya realizada una nueva habilidad, es reproducir constantemente el mismo nivel de mente a voluntad y debe hacerse todos los días para que se formen estos nuevos circuitos.

Entonces uno va a decir en su mente cómo pensaría una persona con la característica que queremos adquirir, por ejemplo, una persona saludable. ¿Cómo pensaría una persona saludable? ¿Cómo actuaría? Quiero ser y soy saludable. Y a medida que se empieza a enviar esas señales a las neuronas, al principio hay un problema: están todas esas otras neuronas que están disparando al mismo tiempo y dicen “no eres saludable, ándate a dormir, empieza mañana, el doctor dijo que vas a estar enfermo para siempre…”
Podemos insistir y decir una y otra vez nuestro nuevo pensamiento, y cada vez más fuerte. El proceso de hacerlo una y otra vez en forma repetida, con una férrea intención, tarde o temprano se convertirá en una señal más fuerte, sólida, hacia las células. Y una vez que ésta sea la señal más fuerte que llega a la célula, el circuito va a tener que cablearse de manera permanente.

Sólo hay una cantidad de factor de neurocrecimiento en el cerebro y la neurona comienza a robar el factor de neurocrecimiento de las otras conexiones. Y a medida que empieza a cablear permanentemente, comienza a sacar el pegamento de las que están a los costados, y cuando pasa eso se van despegando, se va la memoria del doctor, se va la de la flojera y se va toda esta sensación de no quererse a si mismo. Hay ahora una sola señal a su cuerpo: soy saludable.
Podemos creer en el futuro que no podemos experimentar con nuestros sentidos pero que hemos pensado tanto en nuestras mentes que ya está mapeado en nuestro cerebro. Ahora cuando apliquemos este nuevo paradigma con éxito, nuestro cerebro ya no será un registro del pasado, sino que será un mapa hacia nuestro nuevo futuro. Vivir según esta ley es vivir según la ley cuántica y la ley cuántica dice que nuestro ambiente es una extensión de nuestra mente. Si cambiamos nuestra mente, nuestra vida debería cambiar.

Dr. Joe Dispenza