jueves, 25 de enero de 2018

El poder del efecto placebo


Los resultados de una investigación realizada por la Medical School's Osher Research Center y el Beth Israel Deaconess Medical Center indican que el efecto placebo existe tanto en las personas que son “engañadas” por los médicos y los familiares, como por aquellas que están conscientes de que se trata de una trampa.
Según la definición, el efecto placebo es la “capacidad” de curación que tiene un agente terapéutico o una medicina sin ningún tipo de efecto farmacológico. Esto quiere decir que es un fenómeno neurobiológico, que tiene la capacidad de estimular cualquier órgano del cuerpo, crear expectativas de cura y liberar sustancias con la habilidad de unirse a sus propios receptores y usarlos como analgésicos contra los dolores. Los opioides reducen la percepción del dolor y a la vez pueden incrementar la sensación de bienestar.
El efecto placebo se asocia al poder de sugestión que tiene la mente y el pensamiento.Si una persona (sea un doctor o no), nos dice que al tomar cierto remedio estaremos mejor, el cerebro lo relaciona de tal manera, que efectivamente, terminaremos encontrando mejorías en nuestro cuadro. Se basa entonces en el engaño, porque creemos que cierta receta o tratamiento funcionará sólo porque eso es lo que nos indican o leemos. Sin embargo, este estudio ahora comprueba que los placebos también pueden funcionar aún cuando la persona no está siendo engañada, según se publicó en la revista PloS ONE.
Los placebos se utilizan para ensayos clínicos y control de medicamentos. A pesar de no contener los ingredientes activos que se prescriben a los pacientes, suelen responder positivamente. Los datos son tan evidentes que muchos médicos en Estados Unidos han decidido directamente dan en secreto tabletas con placebos a sus pacientes que o bien son psicosomáticos o padecen de hipocondría, dos trastornos que relacionan las enfermedades con la mente.
Este engaño funciona, pero es éticamente cuestionable, ya que cada vez son más los profesionales que optan por esta técnica, indica un profesor en medicina, Ted Kaptchuk, que forma parte del grupo de investigación al respecto. El objetivo del estudio es analizar si el poder que tienen los placebos en las personas puede ser utilizado y aprovechado honesta y respetuosamente en los enfermos.
Para dicha investigación se agruparon a 80 adultos que padecían de síndrome de colon irritable, los cuales fueron divididos en dos equipos. El primero no recibió ningún tratamiento y el segundo obtuvo placebos. En realidad, les dijeron que se trataba de píldoras de azúcar y que debían tomarlas dos veces al día. Esto quiere decir que los participantes sabían muy bien que esas pastillas no contenían ingredientes activos ni estaban hechas con sustancias para curarles su dolencia. Además, los científicos dijeron que ni siquiera tenían que creer en el efecto placebo, sólo cumplir con la dosis diaria durante tres semanas consecutivas.
En ese período fueron monitorizados y al final del ensayo, los que habían tomado ese placebo mostraban mejorías de casi un 60%, frente al 35% de los que no tuvieron ningún “tratamiento”. A su vez, el equipo que tomó las píldoras de azúcar mostraba tasas de mejoría equivalentes al efecto de los medicamentos para tratar el síndrome de intestino irritable, aún los más potentes.
Uno de los investigadores, Anthony Lembo, dijo que al principio no tenía esperanza de que este ensayo funcionara y que se había sentido un poco avergonzado por decirle a los pacientes que no iban a ingerir fármacos y ni siquiera placebos. Sin embargo, para su sorpresa, el “experimento” parece haber funcionado en una gran cantidad de estas personas.
Este proyecto es sólo el puntapié inicial en relación a las investigaciones sobre los efectos placebo en los pacientes que estén bien informados al respecto. Sin dudas, esta hipótesis se debe confirmar con más estudios, pero por el momento, son algo más que prometedor para conocer un poco más el poder que el pensamiento positivo tiene en todos nosotros y la adaptabilidad del cerebro para emular agentes que traten diversas situaciones adversas.

Psicología/Yamila Papa
https://lamenteesmaravillosa.com

miércoles, 24 de enero de 2018

Sentir compasión


En ocasiones, confundimos la compasión con la lástima. Ninguno de nosotros quiere que los demás nos tengan lástima. La compasión es muy diferente.  Es el mero reconocimiento de “esto que te está sucediendo es doloroso y puedo comprenderlo y deseo darte algo de consuelo”.
Somos capaces, los mejores de nosotros, de compadecernos de los otros. De la amiga que está enferma, del hijo que ha sido lastimado, del esposo que se ha quedado sin trabajo.
No somos capaces, ni los mejores de nosotros, a veces, de sentir compasión por nosotros mismos. Y debemos hacerlo. Cuando lo logramos reducimos la autocrítica, el estrés, sanamos viejas heridas, especialmente las de la infancia.
Las personas mejor nutridas emocionalmente son las más capaces de ser compasivas consigo mismas. 
Un día en el que las cosas no te van bien, un momento triste, un día en el que algo duele mucho: consiéntete. Date ternura, un apapacho, un regalito especial de ti para ti. Mientras más compasiva logres ser para contigo, mejor persona serás y tu calidad de vida se incrementará.

Psicología/Rocío Arocha
https://rocioarocha.com/

martes, 23 de enero de 2018

El cerebro que sueña está muy despierto

► Mantiene la misma actividad que en la vigilia, y en las mismas regiones


En los últimos años, se han realizado diversos estudios sobre el funcionamiento del cerebro durante el sueño. Uno de los más recientes demuestra que, tanto en la fase REM como en la NREM del sueño, el cerebro se mantiene tan activo como en la vigilia, y en las mismas regiones. Esto supone que, mientras dormimos, el cerebro desarrolla una forma particular de consciencia, que incluye elementos como la memoria o la autorreflexión.



¿Cómo funciona la consciencia durante el sueño? ¿Está, no está? ¿Sigue ahí? Para tratar de esclarecer estas cuestiones, en primer lugar resumamos las etapas del sueño. 

Un buen sueño reparador comienza con un adormecimiento (estado de somnolencia que dura unos diez minutos y en el que aún estamos conscientes) y sigue con un sueño ligero en el que disminuyen el ritmo cardíaco y el respiratorio (vamos perdiendo contacto con la realidad de la vigilia). 

A continuación, pasamos por una fase de transición hacia el sueño profundo que dura entre dos y tres minutos. Después (cuarta fase no-REM o NREM), entramos en el sueño delta, una fase de sueño en el que nuestras ondas cerebrales son amplias y lentas, al igual que el ritmo respiratorio. 

Por último, llegamos a la llamada fase REM, en la que no nos podemos mover a voluntad porque el tronco cerebral bloquea las neuronas motrices. En esta fase, que recibe su nombre del inglés Rapid Eye Movement (Movimiento del Ojo Rápido), debido al característico movimiento de los globos oculares bajo los párpados, es en la que soñamos. 

Consciencia onírica y consciencia de la vigilia 

Lo curioso de la fase REM es que, en ella, y a pesar de que no estamos conscientes de lo que nos rodea porque estamos profundamente dormidos, nuestro cerebro tiene una actividad similar a la de la vigilia, es decir, desarrolla una consciencia onírica, la consciencia de los sueños. 

Hace un año, un estudio de la Universidad Aalto (Finlandia) y la Universidad de Wisconsin (EEUU) reveló que esa actividad cerebral similar a la de la vigilia propia de la fase REM se puede dar también en la fase NREM. 

Este hecho, que se constató gracias a análisis cerebrales con estimulación magnética transcraneal y electroencefalografía realizadas a personas en distintas fases del sueño, desafiaría la comprensión que hasta ahora se tenía de los correlatos neuronales de las experiencias conscientes en el sueño, han señalado los autores de la investigación en un artículo de la revista Nature

En abril de este año, otra investigación constató lo mismo. En este caso, fue publicada en Neuroscience y liderada por Francesca Siclari, directora del Centro de Investigación sobre el Sueño del Centro Hospitalario Universitario Vaudois en Lausanne, Suiza, aunque en ella también participaron científicos del estudio previo. 

¿En qué parte del cerebro se da dicha actividad durante la fase REM y, por lo que se ha visto, también en la fase NREM? Según los experimentos realizados, en las regiones corticales posteriores del cerebro, que los científicos han dado en llamar “posterior cortical hot zone” o “zona caliente de la corteza posterior”. 

Por otra parte, Siclari y su equipo han comprobado que los sueños implican a otras zonas cerebrales que usamos cuando estamos despiertos. Por ejemplo, cuando en nuestros sueños aparece una cara, además de estar activa la “posterior cortical hot zone”, se activan también las regiones del cerebro implicadas en el reconocimiento facial. 

Lo mismo ocurre con otras regiones asociadas al reconocimiento de palabras, movimientos, aspectos espaciales o pensamientos. Por todo, Siclari y su equipo señalan que los sueños serían una forma particular de consciencia que, durante el sueño nocturno, varía enormemente.

Sueño y memoria 

Otro de los elementos que caracterizan a nuestra mente consciente es la memoria. ¿Qué pasa con ella durante el sueño? 

Según un estudio realizado en 2006 por especialistas del Dream and Nightmare Laboratory de Canadá, la memoria sigue activa durante los sueños, y es fundamental en la formación de estos. De hecho, las experiencias que tenemos a lo largo del día suelen ser el origen de las imágenes oníricas que generamos mientras dormimos. 

Según esta investigación, los mecanismos que nos permiten construir dichas imágenes están relacionados con la actividad del hipocampo, que es un área del cerebro localizada debajo de la corteza cerebral y que desempeña un importante papel en nuestros recuerdos (en la vigilia). 

Los sueños están además vinculados a nuestra memoria, pues los recuerdos reaparecen en ellos durante el proceso de “almacenamiento”, es decir, cuando se trasladan de una región cerebral a otra, antes de ser archivados de forma permanente. Y no solo, pues se ha constatado que dormir impulsa nuestra accesibilidad a esas memorias formadas, incluso en situaciones de estrés cognitivo.   

Los sueños lúcidos y el lugar de la consciencia 

Un aspecto fascinante de la investigación sobre la relación entre consciencia y sueño es el análisis de los sueños lúcidos, los mecanismos que posibilitan estos sueños, y su relación con la consciencia. 

Los sueños lúcidos son aquellos en los que somos conscientes de que estamos soñando, es decir, aquellos en los que nos “despertamos” dentro del sueño. 

Durante la vigilia, siempre somos conscientes de nosotros mismos, algo que no sucede durante el sueño. Sin embargo, algunas personas son soñadores lúcidos, es decir, tienen la capacidad de darse cuenta dentro de un sueño de que están soñando.  

En diversas ocasiones, estos individuos han sido “utilizados” para tratar de ubicar la consciencia en el cerebro. ¿Cómo? Pues midiendo y analizando su actividad cerebral cuando se despiertan dentro del sueño, esto es, cuando cobran consciencia de que están soñando mientras duermen. 

En una investigación de hace unos años, científicos de la Sociedad Max Planck para el Avance de la Ciencia (MPG) de Alemania, en colaboración con especialistas del hospital universitario Charité, de Berlín, analizaron a soñadores lúcidos con la técnica de tomografía de resonancia magnética o MRT (técnica no invasiva que utiliza el fenómeno de la resonancia magnética para obtener información sobre la estructura y composición del cerebro). 

Sus resultados revelaron que en los individuos de este tipo se activa una red cortical específica cuando alcanzan la consciencia lúcida dentro del sueño. Dicha red estaría constituida por la corteza prefrontal dorsolateral derecha, las regiones frontopolares y el precúneo, que es una parte del lóbulo parietal superior del cerebro.  

Dado que todas estas regiones cerebrales están relacionadas con funciones autorreflexivas, los autores de la investigación afirmaron entonces que este hallazgo arroja luz sobre la base neurológica de la consciencia humana.  

Así que, por los estudios realizados hasta ahora, parece que la consciencia no duerme, aunque nosotros sí lo hagamos. Quizá, durante el sueño, simplemente se desplace de la realidad de la vigilia a la realidad onírica, para seguir construyendo el sentido que necesitamos para adaptarnos de continuo al medio y seguir viviendo (y soñando).


https://www.tendencias21.net/

Referencias bibliográficas: 

Francesca Siclari, et al. The neural correlates of dreaming. Nature Neuroscience (2017). 

Jaakko O. Nieminen, Olivia Gosseries, Marcello Massimini, Elyana Saad, Andrew D. Sheldon, Melanie Boly, Francesca Siclari, Bradley R. Postle, Giulio Tononi.  Consciousness and cortical responsiveness: a within-state study during non-rapid eye movement sleep. Scientific Reports (2016).