lunes, 20 de noviembre de 2017

La negatividad es contagiosa: Rodéate de quienes saquen tu mejor versión


Las actitudes y los estados de ánimo son contagiosos, sobre todo cuando nos exponemos a ellos durante mucho tiempo. Gran parte de la culpa la tienen las neuronas espejo, fundamentales para la empatía y para que seamos capaces de ponernos en el lugar del otro. Esta capacidad es positiva, pero también tiene una parte negativa ya que podemos contagiarnos fácilmente de la negatividad de quienes nos rodean.

La negatividad genera más negatividad


Aunque no siempre estamos dispuestos a admitirlo, un estudio realizado en la Universidad de Indiana reveló que las opiniones de los demás nos afectan e influyen en nuestro comportamiento. Estos psicólogos descubrieron que las opiniones negativas causan un mayor impacto y cambio de actitud, que las positivas.

En el experimento, los participantes evaluaron diferentes productos. Luego les revelaron las evaluaciones de los demás, ya fueran positivas o negativas. Los investigadores apreciaron que las evaluaciones negativas incidían en la actitud de los participantes hacia los productos, haciendo que los calificaran de manera aún más negativa. Y lo que es aún peor, quienes antes tenían una actitud positiva eran los más susceptibles a la influencia de las opiniones negativas de los demás.
Además, cuando las personas tenían la posibilidad de interactuar cara a cara con quienes tenían esas opiniones negativas, eran más propensas a reforzar su actitud negativa y se apreciaba una polarización aún mayor. Este experimento nos deja un mensaje claro: la negatividad genera más negatividad.

La tristeza se contagia como un virus


Psicólogos de la Universidad de Harvard analizaron el vínculo entre los estados emocionales y los patrones de relaciones. No tuvieron en cuenta esas emociones espontáneas o compartidas que solemos experimentar cuando vivimos las mismas experiencias con otras personas sino que se centraron en el impacto de los cambios emocionales que provocan los estados afectivos de las personas más cercanas.

Descubrieron que existe un “patrón de propagación”, como ocurre con los virus, y que los focos de contagio eran mayores en el caso de la tristeza que para la felicidad. En otras palabras, cada amigo feliz aumenta nuestras posibilidades de ser felices en un 11% pero solo necesitamos un amigo triste para duplicar la probabilidad de sentirnos infelices.

Estos psicólogos concluyen que las emociones negativas son como la gripe: cuantos más amigos tengan la gripe, más probabilidades tienes de contagiarte, y lo mismo vale para la tristeza y la desesperanza.

La hostilidad y el mal humor también se propagan


Captamos rápidamente el malhumor y la hostilidad, y apenas lo hacemos algo cambia en nuestro cerebro, cambia nuestra manera de percibir el mundo. Interpretaremos las interacciones como más groseras, lo cual hará que asumamos la misma actitud, que terminará propagándose.

Así lo demostraron psicólogos de la Universidad de Florida, quienes les pidieron a un grupo de personas que se involucraran en sesiones de negociación con una pareja que se les asignaba al azar. Descubrieron que quienes habían estado expuestos a actitudes groseras y rudas, luego eran más propensos a ser rudos con el próximo compañero. Y lo más interesante es que esa actitud podía durar hasta una semana.

En un segundo momento les pidieron a los participantes que identificaran palabras en una sopa de letras. Apreciaron que quienes habían estado expuestos a una actitud ruda eran más propensos a descubrir palabras relacionadas con las emociones negativas. Esto demuestra que las interacciones que mantenemos actúan como filtros, por lo que si estamos expuestos a interacciones negativas, tendremos la tendencia a analizarlo todo desde un prisma más negativo y será justamente eso lo que hallemos, se convierte en una profecía que se autocumple. 

Rodéate de quienes saquen a la luz tu mejor versión


Aunque no lo queramos, los estados de ánimo de las personas que nos rodean pueden terminar teniendo un gran impacto en nuestras emociones y actitudes. Por eso es importante ser muy cuidadosos a la hora de elegir a quienes les permitimos entrar en nuestro círculo más íntimo.

Estar expuestos continuamente al mal humor y la negatividad terminará pasándonos factura, por lo que es fundamental rodearnos de personas que saquen a la luz la mejor versión de nosotros. Por supuesto, también nosotros debemos asegurarnos de convertirnos en personas con quienes los demás quieren estar.

La buena noticia es que cuando somos conscientes de que existe un contagio emocional, podemos actuar como una contrabalanza y animar a las otras personas a centrarse en el lado más positivo de las cosas. Es cierto que las emociones positivas se contagian mucho menos, pero es el mejor regalo que podemos hacerle a alguien cuando está pasando por un mal momento.


Psicología/Jennifer Delgado

https://www.rinconpsicologia.com


Fuentes:
Foulk, T. et. Al. (2016) Catching rudeness is like catching a cold: The contagion effects of low-intensity negative behaviors. J Appl Psychol; 101(1): 50-67. 
Hill, A. L. et. Al. (2010) Emotions as infectious diseases in a large social network: the SISa model. Proc Biol Sci; 277(1701): 3827-3835.
Duhacheck, A. et. Al. (2007) Anticipated Group Interaction: Coping with Valence Asymmetries in Attitude Shift. Journal of Consumer Research; 34(3): 395-405.

domingo, 19 de noviembre de 2017

LA PERSONALIDAD CULPOSA


Cuando la culpa se convierte en hábito o rutina, aparece lo que los psicólogos cognitivos llamamos personalización.
Esta distorsión mental hace que algunas personas, por aprendizaje social, se conviertan en esponjas culposas. Todo lo malo que ocurre a su alrededor se lo atribuyen a sí mismas, aunque no tengan nada que ver. Una percepción equivocada les lleva indefectiblemente a la conclusión: “Es mi culpa” 
¿Costumbre masoquista? 
Quizás, pero también infantil e inmadura, porque en el fondo existe un egocentrismo magnificado que les indica que todo tiene que ver con ellos, como si fueran el centro del universo. En resumen: la personalización es  la mala costumbre de atribuirse la responsabilidad ante determinados eventos externos, sin tener en cuenta otras explicaciones posibles. Es ponerse en el ojo del huracán cuando a veces ni siquiera hay huracán.
Una paciente, a quien su marido había dejado por otra mujer, me decía: “Él no tiene la culpa, la tengo yo”. Yo le respondí: “¿Por qué me dice esto? Usted fue una buena esposa y madre, siempre estuvo a su lado cuando él la necesitó, fue leal, buen amante, confiable, ¿por qué ahora me dice que es la principal culpable?”. Luego de pensar un momento, volvió a lo mismo: “Debería haber hecho más esfuerzo, haber dado más de mí. Él es una gran persona, yo fui poca cosa para él”. Personalización a la enésima: siempre estar por debajo y culpable. El historial del hombre que había sido su marido no era el mejor, lo que ponía en duda aquello de “una gran persona”: infidelidades a granel, mal trato, indiferencia, frialdad sexual, egoísmo y muchos brotes narcisistas, en fin, un agujero negro afectivo. Y ella, haciendo caso omiso a la realidad afectiva de su matrimonio, confirmaba mágicamente una responsabilidad personal inexistente,  como si un instinto de culpabilidad la arrastrara desde lo más profundo de su ser. 

Si tienes la manía de hacerte responsable por todo lo que te ocurre, no lo dudes, pide ayuda profesional.  
La tendencia de apropiarse de la culpa irracionalmente,  no te hace mejor persona, te enferma. 
La culpa compulsiva es una patología, así algunos la vean como una forma de excelencia y redención humanitaria.

Walter Riso
http://www.walter-riso.com

sábado, 18 de noviembre de 2017

5 heridas emocionales de la infancia que persisten cuando somos adultos


Los problemas vividos en la infancia dejan heridas emocionales que vaticinan cómo será nuestra calidad de vida cuando seamos adultos. Además, estos pueden influir significativamente en como nuestros niños de hoy actuarán mañana y en como nosotros, por otro lado, afrontaremos las adversidades.
Así, de alguna forma, a partir de estas 5 heridas emocionales o experiencias dolorosas de la infancia, conformaremos una parte de nuestra personalidad. Veamos a continuación cuáles son nuestras heridas definidas por Lisa Bourbeau….

1- El miedo al abandono

La soledad es el peor enemigo de quien vivió el abandono en su infancia. Habrá una constante vigilancia hacia esta carencia, lo que ocasionará que quien la haya padecido abandone a sus parejas y a sus proyectos de forma temprana, por temor a ser ella la abandonada. Sería algo así como “te dejo antes de que tú me dejes a mí”, “nadie me apoya, no estoy dispuesto a soportar esto”, “si te vas, no vuelvas…”.
Las personas que han tenido las heridas emocionales del abandono en la infancia, tendrán que trabajar su miedo a la soledad, su temor a ser rechazadas y las barreras invisibles al contacto físico.
La herida causada por el abandono no es fácil de curar. Así, tú mismo serás consciente de que ha comenzado a cicatrizar cuando el temor a los momentos de soledad desaparezca y en ellos empiece a fluir un diálogo interior positivo y esperanzador.

2- El miedo al rechazo

El miedo al rechazo es una de las heridas emocionales más profundas, pues implica el rechazo de nuestro interior. Con interior nos referimos a nuestras vivencias, a nuestros pensamientos y a nuestros sentimientos.
En su aparición pueden influir múltiples factores, tales como el rechazo de los progenitores, de la familia o de los iguales. Genera pensamientos de rechazo, de no ser deseado y de descalificación hacia uno mismo.
La persona que padece de miedo al rechazo no se siente merecedora de afecto ni de comprensión y se aísla en su vacío interior. Es probable que, si hemos sufrido esto en nuestra infancia, seamos personas huidizas. Por lo que debemos de trabajar nuestros temores, nuestros miedos internos y esas situaciones que nos generan pánico.
Si es tu caso, ocúpate de tu lugar, de arriesgar y de tomar decisiones por ti mismo. Cada vez te molestará menos que la gente se aleje y no te tomarás como algo personal que se olviden de ti en algún momento.

3- La humillación

Esta herida se genera cuando en su momento sentimos que los demás nos desaprueban y nos critican. Podemos generar estos problemas en nuestros niños diciéndoles que son torpes, malos o unos pesados, así como aireando sus problemas ante los demás; esto destruye la autoestima infantil.
Las heridas emocionales de la humillación generan con frecuencia una personalidad dependiente. Además, podemos haber aprendido a ser “tiranos” y egoístas como un mecanismo de defensa, e incluso a humillar a los demás como escudo protector.
Haber sufrido este tipo de experiencias requiere que trabajemos nuestra independencia, nuestra libertad, la comprensión de nuestras necesidades y temores, así como nuestras prioridades.

4- La traición o el miedo a confiar

Surge cuando el niño se ha sentido traicionado por alguno de sus padres principalmente, no cumpliendo sus promesas. Esto genera una desconfianza que se puede transformar en envidia y otros sentimientos negativos, por no sentirse merecedor de lo prometido y de lo que otros tienen.
Haber padecido una traición en la infancia construye personas controladoras y que quieren tenerlo todo atado y reatado. Si has padecido estos problemas en la infancia, es probable que sientas la necesidad de ejercer cierto control sobre los demás, lo que frecuentemente se justifica con un carácter fuerte.
Estas personas suelen confirmar sus errores por su forma de actuar. Sanar las heridas emocionales de la traición requiere trabajar la paciencia, la tolerancia y el saber vivir, así como aprender a estar solo y a delegar responsabilidades.

5- La injusticia

La injusticia como herida emocional se origina en un entorno en el que los cuidadores principales son fríos y autoritarios. En la infancia, una exigencia en demasía y que sobrepase los límites generará sentimientos de ineficacia y de inutilidad, tanto en la niñez como en la edad adulta.
Las consecuencias directas de la injusticia en la conducta de quien lo padece será la rigidez, pues estas personas intentan ser muy importantes y adquirir un gran poder. Además, es probable se haya creado un fanatismo por el orden y el perfeccionismo, así como la incapacidad para tomar decisiones con seguridad.
Requiere trabajar la desconfianza y la rigidez mental, generando la mayor flexibilidad posible y permitiéndose confiar en los demás.
Ahora que ya conocemos las cinco heridas del alma que pueden afectar a nuestro bienestar, a nuestra salud y a nuestra capacidad para desarrollarnos como personas, podemos comenzar a sanarlas.

Psicología/Raquel Aldana
https://lamenteesmaravillosa.com


Imágenes cortesía de natalia_maroz y jrcasas

Fuente de la idea: Bourbeau, L. (2003) 
Las cinco heridas que impiden ser uno mismo. OB Stare.