sábado, 16 de septiembre de 2017

Nuestras Emociones se Ocultan en la Espalda


Las emociones y sentimientos reprimidos pueden causarnos enfermedades como gastritis o úlceras, pero también dolor de espalda. Esto está probado por estudios que concluyen que las emociones afectan a los dolores crónicos de espalda, y también dicen que en la zona frontal y en el núcleo del cerebro, es donde se crea el grado del padecimiento y su progreso.
Empezaremos por determinar, que la columna vertebral en sí misma, representa simbólicamente “el soporte que sentimos en la vida”. La forma en que nos sentimos fuertes, comprendidos, apoyados por la familia, apoyados por los amigos, etc. La columna vertebral es físicamente, el soporte de todas las cargas físicas y emocionales, es el pilar de nuestra existencia, no sólo por su función estructural, sino por lo que ella recubre y protege, nuestro sistema nervioso.
A través de la columna, el cerebro controla todos los movimientos físicos, psíquicos y biológicos, ordena y recibe mensajes de las diferentes partes del cuerpo. Esta información circula por los meridianos, la médula y los nervios de la espalda, principalmente. Se ha descubierto, que el dolor que provoca las lesiones, estaría relacionado con el estado emocional del cerebro. Nuestra actitud y pensamientos pueden determinar diferentes estadios de dolor.
La biodescodificación, relaciona las molestias de la espalda y sus síntomas con emociones bloqueadas, con emociones y sentimientos no conscientes. Muchas enfermedades (Síntomas), están relacionadas con la espalda, muchas de ellas, provocadas por pequeños desplazamientos de las vértebras que oprimen los nervios que sustentan nuestros órganos y distintas partes del cuerpo, o por desgaste de las mismas, traumatismos, etc. Pero sea cual sea el síntoma, es debido a una emoción, y dependiendo del grado de conflicto emocional, es la cantidad de dolor que se presenta.
Los estados emocionales también pueden afectar al resto de nuestro cuerpo, aunque en la espalda le generaran un trabajo extra, aquejando la respiración, impidiendo que entre el suficiente aire para mantener la fuerza necesaria. El estrés castiga nuestro estado físico y emocional, nos produce impotencia muscular, orgánica y hasta mental. La musculatura que cubre la parte superior de nuestra espalda indica como nos sentimos, si estamos contentos el cuello estará derecho, nuestro semblante relajado, y sin tensiones, pero si estamos tristes, nuestra mirada se dirigirá al suelo, igual que el cuello y la cabeza que se inclinarán hacia adelante.
También nos sentiremos cansados y desanimados, sin ninguna causa aparente, esto está provocado porque respiramos mal, y no tenemos la energía suficiente para actuar. La musculatura estará rígida, y la circulación sanguínea será lenta, tendremos dolor de cabeza, la vista cansada y el sistema digestivo con molestias.

Las Vértebras cervicales

Se relacionan con la comunicación y como afrontamos la vida. Representan nuestra flexibilidad para cambiar, para superar, para enfrentar lo que se vive. Un dolor en el cuello indica negación, rigor, y obstinación. Así que pregúntate, qué tan flexible eres o qué tan terco eres. Entre más seas obsesivo por hacer las cosas a tu manera y a tu modo y entre más te niegues a cambiar o a hacer cosas diferentes o a hacer las mismas cosas de manera diferente, más te dolerá el cuello. Y si amaneces con dolor en el cuello, no es que hayas dormido en mala posición, es por aquello que vienes pensando hace tiempo o unas horas antes en donde interviene tu necedad por no “cambiar en algo”
Si el dolor de espalda, ocurre al nivel de los hombros, significa que existe una falta de apoyo emocional por parte de tus seres queridos. Te sientes sólo en ese importante proyecto, te sientes sin apoyo para hacer algo, necesitas amor y abrazos que te motiven. En el momento en que tu seguridad crezca y no necesites la aprobación de los demás, adiós dolor. Tú puedes.

Las Vértebras dorsales.

Son las vértebras a la altura del pecho, pero obviamente en la parte posterior. El dolor en éstas vértebras, provoca que nos inclinemos hacia adelante, como si cargáramos un gran peso en la espalda. Estas vértebras suelen doler cuando nuestra vida diaria está llena por responsabilidades que no queremos, que no aceptamos. Y puede ser tan simple como lavar los platos, planchar o cualquier actividad que “no nos gusta”. O puede ser cargar con la responsabilidad de mantener a toda una familia, cuidar de alguien, realizar un trabajo que no nos complace.
Cuando te duelan estas vértebras, pregúntate qué estás haciendo que no te gusta o con qué responsabilidad estás cargando que no aceptas ni disfrutas. La parte central de la espalda, digamos entre el pecho y el ombligo, pero en la parte posterior, representan la culpa. Son las vértebras más pequeñas y menos flexibles de nuestra espalda. Los dolores en dichas vértebras, pueden deberse a angustia, estrés, inquietud, ansiedad, tristeza, pero sobre todo de culpabilidad por algo que hemos hecho o hemos dicho.
Cuando te duelan estas vértebras, pregúntate en qué te has comprometido sin quererlo o por qué te preocupas más por los demás que por ti. ¿Te comprometiste a cuidad a tus sobrinos cuando en realidad querías ir a cortarte el cabello? Cosas tan simples como este ejemplo, pueden hacer que duela la parte media de la espalda, ya imaginarás un compromiso mayor. O una culpa mayor.

Las Vértebras lumbares.

Estas vertebras van desde tu cadera hasta tu coxis, esas que representan tu verdadera esencia y aquello que no puedes negar. Esta zona representa tu voluntad y tu equilibrio y hasta tu vida espiritual, tu verdadera naturaleza está determinada por esta zona. Tu puedes andar por la vida diciendo que vives en paz, que nada te preocupa, que tu vida es perfecta y feliz, pero de pronto, viene un dolor en esta parte que te dice: “la verdad es esta….” Necesitas preocuparte menos por el dinero… Necesitas moderación en tu vida sexual…. Necesitas vivir en equilibrio…. Necesitas tener fe….
Cuando hay dolor en esa zona, hay inflamación, y muchas veces de confunde con dolor de riñones, pero emocionalmente y en una gran mayoría de los casos, tener un dolor en estas vértebras, significa: “estoy gastando mucho dinero y me preocupa acabármelo”. Y cuando ya sentimos “piquetes”, es que nuestro miedo a quedar “pobres” es realmente grave.
Así que cada vez que sientas dolor en esta zona, además de analizar si realmente tu vida es tan buena como la pintas, piensa qué fue lo último que compraste o en qué gastaste que te hizo sentir que estabas “gastando mucho”. El simple hecho de tomar conciencia de que el dinero viene y va y que llegará más y que por gastado en “aquello” no quedarás pobre, te anulará el dolor.
►Por eso la espalda es la zona de la fe, de tu esencia, porque debes confiar en que el universo proveerá y que jamás faltará.

Biodescodificación/Elizabeth Romero y Edgar Romero
Akasha Sanación Integral

viernes, 15 de septiembre de 2017

Eres lo que dices, pero sobre todo lo que haces


Pensar que tus creencias y tus valores te definen está muy bien si tus actos van en la misma dirección. Lo que ocurre es que en ocasiones, tus palabras y tus actos toman caminos diferentes y todo se queda en buenas intenciones. Eres más lo que dices que lo que haces. Piénsalo.
De nada sirve que te jactes de ser una buena persona, si después no ayudas a los demás. No importa lo ingenioso que afirmes ser, si después no haces nada creativo. Alardear de aquello que crees ser es muy fácil, lo difícil está en llevarlo a cabo. La pregunta obligada es ¿por qué lo haces?, ¿cuál es el motivo escondido tras aquello que confirmas pero no demuestras?
► Lo que haces tiene mucho más valor que lo que dices que vas a hacer.

Lo que haces te define

Por mucho que expresemos buenas intenciones, lo que hablará de nosotros será lo que hacemos. Nuestras acciones siempre pesarán más que nuestras palabras. Sin embargo, el hecho de creer lo contrario dice mucho de la manera en la que nos relacionamos con los demás, de cómo nos mostramos y cómo manipulamos la realidad.
Un ejemplo de ello podemos observarlo en aquellos relaciones de pareja que se alimentan de promesas que, muchas veces, se quedan tan solo en palabras. Jurar y perjurar que jamás dejaremos a esa persona que tanto amamos, afirmar que es la única o que siempre estaremos en los momentos más duros… Todo esto, aunque suene muy bonito puede que no se cumpla en un determinado momento. Hay variables que no podemos controlar.
Puede que encontremos a alguien que nos guste más y dejemos, entonces, a nuestra pareja. Quizás acabemos engañándola con otra persona o tal vez, en los momentos más difíciles no seamos capaces de lidiar con la presión y optemos por huir. De este modo, nuestra pareja se decepcionará y ni siquiera nos reconocerá pues creyó en todo lo que le habíamos dicho que éramos e íbamos a hacer.
“No importa lo que digas ni cómo te justifiques; eres lo que haces. Tus comportamientos hablan por ti, te delatan, te señalan”.
                                                                                Walter Riso

De alguna manera, hemos dado a las palabras un gran poder. Aquel de retener a alguien a nuestro lado, de manipular la realidad a nuestro antojo y de afirmar lo que en verdad no somos. Sin embargo, a la hora de la verdad, las palabras pueden caerse y lo que queda son los actos que hemos llevado a cabo y que definen realmente quiénes somos.

Buenas intenciones que camuflan grandes miedos

El mayor peligro que conlleva afirmar verdades tan tajantes sobre nosotros es que, a pesar de que se esfumen en un determinado momento, podemos acabar creyendo en ellas. No obstante, en vez de confirmarlas con acciones, nos quedamos ahí, quietos, como si de una zona de confort se tratara. En esencia, esto puede ser así porque a veces, las buenas intenciones están cargadas de profundos miedos.
No olvidemos que quien afirma su superioridad por la boca está intentando camuflar inseguridades y miedos que ni él mismo quiere ver. Es natural. Mirar de frente a nuestros miedos es aterrador. Lo fácil es darles la espalda y hacer como si no estuviesen ahí. A pesar de que con el tiempo se vayan convirtiendo en una carga cada vez más pesada.
Esto no nos permitirá vivir de manera tranquila, positiva y coherente. Pues no habrá una congruencia entre lo que pensamos, sentimos y hacemos. De este modo, será imposible poder encontrar y experimentar el tan anhelado equilibrio vital.
► “La felicidad es cuando lo que piensas, lo que dices y lo que haces están en armonía”.
                                                                 Mahatma Gandhi


  Así, no somos mejor por creer que nuestra forma de pensar es la ideal, ni tampoco porque afirmemos serlo, sin más. Nuestros actos pueden contrariar a nuestras palabras y hacernos quedar como mentirosos. No olvidemos que nada nos define mejor que nuestras acciones.
Quizás la cuestión sea hacer más y hablar menos o al menos, cumplir lo que decimos…
 Psicología/Raquel Lemos Rodríguez  
  Imágenes cortesía de James Hartley
  https://lamenteesmaravillosa.com               

jueves, 14 de septiembre de 2017

5 reglas de oro para cuidar de nuestras relaciones


Cuando algo se cuida, cuando se mantienen los pequeños detalles y uno se embelesa día a día, nuestras relaciones son mejores, más enriquecedoras y más profundas. Sin duda, con nuestros cuidados evitamos que algo se rompa con facilidad e impedimos que las cicatrices y las heridas sean las reinas de nuestras relaciones.
Hay personas que llegan a nuestra vida para darnos luz pero solo las conservaremos si nuestras interacciones nos ayudan a amarrarnos, a sostener ese vínculo de una manera noble, sincera y fuerte.
Se nos olvida con facilidad que para mantener viva la llama de la amistad, del amor y de cualquier otra relación debemos remarcar unos principios básicos en nuestras actuaciones.
Es importante que reflexionemos sobre esto porque las siguientes reglas de oro van más allá de las costumbres relacionales que guían nuestro día a día y nuestro ser. Veamos algunos más sobre estos 5 principios…

1. La lengua no tiene huesos pero es lo suficientemente fuerte como para romper un corazón

A las palabras no se las lleva ningún viento. Estas anidan en el corazón y son capaces de construir o destruir, calmar o impulsar, ayudar a crecer o mermar. Las malas palabras, las malas formas o las opiniones desacertadas pueden quebrar un corazón de una manera catastrófica.
La manera de comunicarnos con los demás dice mucho del respeto que les profesamos, no podemos creer que todo tiene cabida en los diálogos porque hay confianza. Es imprescindible, por lo tanto, cuidar las formas y el contenido de lo que expresamos.
Cuando tenemos que comunicar algo negativo debemos hacerlo de una manera delicada y eso significa desde el afecto, desde la preocupación o el malestar. La mejor manera de hacerlo es aludiendo a los comportamientos y evitando etiquetar a la persona por un mal hecho.
Nuestras palabras deben pasar los tres filtros de Sócrates: el de la verdad, el de la utilidad y el de la bondad. Si algo no es verdad, no es útil y no hace bien a quien se lo decimos, es mejor que evitemos hacer ese comentario.

2. Hay dos cosas insoportables: la mentira y la falsedad

La verdad duele una vez pero la mentira duele siempre. No hay nada que quiebre tanto una relación como la mentira y la falsedad. Ambas cosas son capaces de destruir todo a su paso, de devastar los bosques más poblados y de hacer caer a las torres más altas.
La mentira hace que nos cuestionemos mil verdades, haciéndonos cuestionar incluso las experiencias más francas vividas. Hay muchos tipos de mentiras, por supuesto, pero una relación sana no puede sustentarse en base a estas.
Recordemos que la confianza es un artículo de lujo que no se regala a cualquiera, y es que cuando un sentimiento tan importante como la confianza se quiebra, algo en nuestro interior fallece.

3. La distancia más larga entre dos personas es un malentendido

La frase que mejor ilustra esta reflexión es la siguiente: “Entre lo que pensamos, lo que queremos decir, lo que creemos decir, lo que decimos, lo que queremos oír, lo que oímos, lo que creemos entender y lo que entendemos, existen nueve posibilidades de no entenderse”.
Querer o no querer entenderse no es la cuestión, la cuestión es saber encontrarse a pesar del estado emocional de cada uno, a pesar de las prioridades y a pesar de que en muchas ocasiones es dificultoso encontrar un punto en común.
La diferencia radica en que escuchemos para comprender y no para contestar, de que hablemos sobre las molestias que nos generan actitudes o palabras, de que comuniquemos sin palabras, de que hagamos por entender. Esto se debe mantener no solo en los momentos en los que estamos teniendo una conversación, sino también más adelante, cuando nos encontremos a solas reflexionando.
Es importante que lo hagamos también a posteriori, pues muchas veces el calor del momento no nos permite reflexionar de la manera adecuada, incentivando así comportamientos dañinos y orgullosos. Equivocarse es común y humano, pero también tenemos que saber emitir un perdón sincero.

4. A los ojos tristes hay que hacerles menos preguntas y darles más abrazos

Validar las emociones de los demás es indispensable para fundamentar una relación en la aceptación. Comprender las emociones y transmitir esa comprensión marca la diferencia. Con esta máxima pretendemos hacer valer la importancia de no juzgar y de no caer en el “te lo advertí” o en el “no tienes razones para lamentarte por todo”.
Cada persona está librando su propia guerra y, aunque la empatía cognitiva y emocional total es en cierto modo una utopía, no podemos dejar de intentar hacer una lectura emocional del otro lo mejor posible.
Apoyar en los malos momentos de la manera adecuada fundamenta de manera sólida una relación, por lo que es especialmente importante atender a cómo gestionamos las emociones negativas de los demás.


5. Dedicar tiempo, el regalo más bonito

Tan importante es estar al lado de las personas que queremos en los malos momentos como estar en los buenos. El acompañamiento aporta oxígeno psicológico y compartir significa vivir. Rodearnos de personas a las que queremos y que nos quieren, convivir con ellos en los buenos momentos y tener sonrisas que recordar es lo que marca la diferencia.
Por otro lado debe quedarnos claro que rogar tiempo no es una opción. Ni para nosotros ni para los demás. Por muy ocupados que estemos siempre podemos dedicar una llamada breve o un mensaje a esa persona para decirle sin palabras que está en nuestros pensamientos. No hacerlo contribuye a generar una distancia que con el tiempo se hace muy difícil de salvar.
Es importante que construyamos estilos de comunicación y de comportamiento en nuestras relaciones que sumen y que no resten. No perdamos, entonces, la oportunidad de mejorar como pareja, amigos, hijos, padres, hermanos, compañeros, etc. Hacer un esfuerzo por manejar estas 5 reglas de oro de manera adecuada hará, sin duda, un mundo más noble, sincero y constructivo.

Psicología/Raquel Aldana
Ilustración principal de Anne Soline
https://lamenteesmaravillosa.com