jueves, 7 de septiembre de 2017

Nos envejece más la cobardía que el tiempo


Envejece más la cobardía que los años inscritos en las arrugas de un rostro. Pesan más los sueños rotos por falta de decisión que un siglo inscrito en una mirada y una boca que amó cuando vio la ocasión. Porque quien no arriesgó cuando pudo por miedo o por orgullo, siente un vacío en su alma, una espina en su corazón.
Hablamos sin duda de las esperanzas perdidas. Algo curioso que nos repiten muy a menudo es aquello de que “cada día pasan trenes para los que saben esperar” o “que las oportunidades vuelven para quienes salen a buscarlas de nuevo”. Ahora bien, debemos ser conscientes también de que hay ciertas cosas para las cuales no caben segundas oportunidades.
► “Nos envejece más la falta de decisión que el tiempo, porque solo los años arrugan la piel. El miedo arruga el alma”
                                                                    Facundo Cabral   

La cobardía, la falta de valor o el miedo son factores de peso que ponen cuerdas a nuestros pies y cadenas a nuestra mente. Sin embargo, antes que lamentar todo aquello no vivido a causa de la indecisión, es necesario ver de otro modo nuestra línea del tiempo. No hay principios y finales. Hay un continuo y nuevos reinicios que debemos saber integrar y propiciar con adecuados enfoques psicológicos.
Te proponemos aprenderlos con nosotros en esta ocasión.

Si fue cobardía, forma ya parte del pasado: hay que avanzar

Tal vez fue cobardía. Puede que el orgullo nos cegara demasiado ante aquel amor, y ahora, solo nos quedan las ganas, las penas y el arrepentimiento. Es posible que fuera el miedo. Un temor profundo a arrancar nuestras raíces, a cruzar nuestras fronteras personales para iniciar nuevos proyectos, nuevas vidas que nos hubieran traído más felicidades. Quién sabe…
No obstante, lejos de caer en una suerte de melancolía obsesiva del “que hubiera sido de mi vida sí…” es necesario reestructurar este enfoque de un modo más integrador. El “síndrome de los trenes” perdidos es algo que todos hemos sufrido o que sufriremos en algún instante. Sin embargo, hemos de tener en cuenta que estos modelos mentales y estas derivas emocionales ancladas en el ayer, condicionan de forma irremediable la calidad de nuestro presente.
En un interesante artículo publicado el “American Journal of Psychology” titulado “Nostalgia: retiro o apoyo en los momentos difíciles” se nos explica que los hechos del pasado, las decepciones o incluso esos trenes que dejamos escapar por falta de decisión, actúan en muchas personas como “moldes subconscientes”. Nos determinan, ponen muros a nuestro presente y condicionan de forma irremediable nuestro futuro.
No es lo adecuado, hay que avanzar con acierto y sabiduría…

Enfoca tu vida en círculos, no en una línea recta

Peter Senge es un célebre economista, pedagogo y catedrático de la Universidad de Stanford, famoso por sus teorías de sistemas y por un enfoque más humano y flexible sobre las organizaciones. A pesar de que su trabajo está enfocado al ámbito de la empresa, sus teorías resultan tan esclarecedoras como maravillosas si las aplicamos al campo desarrollo personal.
El doctor Senge propone lo siguiente: dejar de entender nuestras vidas como una línea recta. Verlo así supone, ante todo, arrastrar el ayer en el presente e incluso proyectarlo hasta el futuro. Queda claro, no obstante, que somos todo lo vivido, todo lo acontecido y hasta lo sufrido. Sin embargo, en ocasiones, basta con cambiar un pequeño esquema de pensamiento para ver y sentir las cosas de otro modo.
Para poner fin a un ciclo y avanzar con mayor integridad debemos “cerrar círculos”. Y es en ese círculo del ayer donde debe quedarse la cobardía, el miedo y los sueños rotos para crear otro nuevo. Cada etapa de nuestra vida debe ser un círculo nuevo y más fuerte donde integrar todo lo aprendido. Te lo explicamos con mayor detalle a continuación.

La vida son círculos que se engarzan en una cadena

Seguimos manteniendo la imagen de un continuo. Solo que ahora, esa línea recta está conformada por círculos, y en cada uno de ellos se contiene una etapa de nuestra existencia. Es como una cadena, como una joya de piezas preciosas de varios colores.
  • Si lo visualizamos durante un instante captaremos la magia de la idea. Para avanzar con mayor aplomo es necesario cerrar con valentía cada círculo de nuestra vida. El siguiente eslabón de esta cadena se inicia con un nuevo círculo donde somos artífices de lo que en él queramos añadir.
  • Ahora bien, hemos de ser conscientes de que hay cosas que ya no van a poder ser. En los círculos anteriores se quedaron personas que ya no van a volver. Se quedaron también proyectos que no pueden iniciarse. No obstante, ante ti se abre un lienzo nuevo que merece aprovecharse con todo lo aprendido, visto y sentido.
La cobardía se ha quedado para siempre en esos círculos del pasado. Ahora eres una persona nueva que se ha permitido crecer, que se siente bien consigo misma y que lo creas o no, sigue en movimiento, sigue transformándose en algo maravilloso siempre que así lo quieras, y te lo permitas. 
Vale la pena intentarlo.

Psicología/Valeria Sabater
https://lamenteesmaravillosa.com

miércoles, 6 de septiembre de 2017

Tu resonancia es la única autoridad


Resonancia es, mecánicamente hablando, lo que ocurre cuando una frecuencia externa coincide con la frecuencia natural de un sistema.
Si la frecuencia de algo coincide con la frecuencia de otra cosa, las dos entran en resonancia.
Esto es lo que hace que, por ejemplo, si tienes dos diapasones afinados a la misma frecuencia, al darle un toque a uno para ponerlo a sonar, el otro también comienza a vibrar. Los dos diapasones entraron en resonancia.
Juguemos con este ejemplo de los dos diapasones.
Imagina que la Consciencia Expandida que realmente eres (tu Alma, Yo Superior, o como quieras llamar a esa parte de tu existencia no física), sostiene uno de ellos.
Un diapasón que está afinado a la frecuencia de tu naturaleza. Sintonizado a la energía fundamental de tu existencia. A tu esencia como expresión particular e individualizada de la Existencia que eres.
Un diapasón siempre vibrando. Eternamente emitiendo el canto de quien eres realmente más allá de cualquier idea o identidad.
El otro diapasón es el que en cada ahora, en cada momento, sostienes al nivel de consciencia a través del cual percibes y creas tu experiencia humana.
Cada pensamiento, cada idea, cada significado, cada creencia, cada experiencia que en ti hay ahora, es el otro diapasón.
Lo que ocurre entonces es mecánica vibracional: si el pensamiento, idea, significado, creencia o experiencia que ahora tienes es de la misma frecuencia que la frecuencia de tu esencia y naturaleza espiritual, tu consciencia humana comienza a vibrar.
Te excitas, vibracionalmente hablando, a la misma frecuencia de tu Alma, porque estás conectado en tu consciencia con algo que es representativo de tu esencia.
Los dos diapasones, el de tu Consciencia Expandida y el de tu consciencia humana, han entrado en resonancia.
El pensamiento, la idea, el significado, la creencia o la experiencia a la que ahora le estás dando energía, resuena contigo.
Ese vibrar, esa excitación energética, ese reconocimiento de tu esencia, surge en tu cuerpo como entusiasmo.
► Tu entusiasmo es, entonces, la experiencia humana de estar en resonancia con tu Alma.
Es el encuentro con los deseos que, a nivel de tu Consciencia Expandida, has escogido para ti.
Es el éxtasis de reconocerte. La dicha de conectar con tu verdad. La magia de sintonizar con quien realmente eres.
¿Y para qué estás aquí, en esta experiencia humana, si no es para vivir desde tu verdad?
¿Para qué estás consciente de tu existencia, si no es para expresar tu esencia?
Sólo tu Alma posee el diapasón primordial.
Y en cada pensamiento, idea, significado, creencia y experiencia con la que conectas en tu consciencia humana, está el otro diapasón. Éste vibrará o no según esté o no en resonancia –en alineación– con tu verdad.
Nada ni nadie más sabe lo que es mejor para ti. Nada ni nadie más conoce esa verdad –esa que no es una idea, sino el reconocimiento vibracional de tu naturaleza existencial, y de la particular forma en que deseas expresar, explorar y experimentar el juego de la creación.
Tú, al nivel de la perspectiva de la Consciencia Expandida que eres, eres la única autoridad. Eres quien, desde el amor incondicional e infinito de la Existencia, elige ser… tú.
Y nada ni nadie, tiene voz ni voto en este asunto.
► Nada tiene el poder de negar los deseos de tu Alma.
Excepto una cosa: tú mismo. Lo único en la existencia que puede contradecir lo que a un nivel de consciencia expandido escoges, eres tú mismo, a otro nivel de consciencia.
Si te divierte contradecirte… ¡adelante! ;-)
Pero seguramente puedes reconocer esto en tu experiencia: eso que llamamos paz y plenitud, sólo está disponible cuando nos sintonizamos a la frecuencia de nuestra más profunda autenticidad.
Cuando haces uso de tu resonancia –de tu capacidad innata de reconocer cuando estás alineado a tu naturaleza y esencia espiritual– para escoger los pensamientos, las ideas, los significados, las creencias y las experiencias con los que te quedas, tu expansión se acelera.
Tu vibra se eleva a aquella de tu Alma. Te sintonizas a la frecuencia del impulso de tu existencia. Y en tu vida se van haciendo cada vez más evidentes las sincronicidades que reflejan la alineación a tu Verdad.
¿Para qué carajo sirve toda esta vaina?  ;-)
Simple:
► Para vivir plenamente la aventura que, desde el corazón de tu Alma, clamas por vivir.
Para tener la oportunidad de dejarte guiar por tu resonancia. De entregarte a reconocer que tu resonancia, como el sentir de tu alineación con tu Verdadero Ser, es una herramienta del Alma.
Al momento de escoger qué hacer…
¿Cambio de trabajo? ¿Me mudo? ¿Me comprometo con esta pareja? ¿Le doy fin a esta relación? ¿Abro mi propio negocio? ¿A dónde vamos de vacaciones? ¿Compro esto? ¿Qué del menú escojo para comer? ¿Qué me pongo? ¿Con quién salgo? ¿Voy a esta fiesta? ¿Me pongo a estudiar esto? ¿A qué me dedico? ¿Cuál es el mejor uso de mi tiempo?…
Usa tu resonancia. Déjate guiar por ella. Hazla tu única autoridad.

Leo Alcalá y Evelyn Mezquita
http://elpoderdeser.com

martes, 5 de septiembre de 2017

Enseñar a pensar es enseñar a ser libre


Albert Einstein, con su habitual sentido del humor y socarronería, decía que “no entiendes realmente algo a menos que seas capaz de explicárselo a tu abuela”. Atendiendo a esta acertada frase, parece lógico creer que enseñar a pensar para comprender cómo funciona nuestro mundo es una idea sensata.
Ahora me gustaría lanzar una pregunta al aire: ¿Enseñar a pensar realmente nos enseña a ser más libres? No parece que esta cuestión tenga una respuesta sencilla, o tal vez sí. Quizá es tan obvia, que por simple no somos capaces de aceptarla. O puede ser que sea un tema excepcionalmente complejo. Veamos algunos detalles importantes.

Enseñar a pensar

El profesor Abilio de Gregorio, licenciado en Ciencias de la Educación y diplomado en Orientación Familiar, afirma que la reflexión ha de ser un acto disciplinado. En ella deben entrar en juego el pensamiento y la intención de querer pensar.
Para de Gregorio, en todo proceso educacional es básica la voluntad reflexiva, tanto de los educadores como de los propios pupilos. Es decir, que no hay trasvase de conocimientos y pedagogía útil si a las materias no se les añade una base de pensamiento e interpretación propia.
Quiere esto decir que cuando traspasamos nuestras enseñanzas, costumbres, tradiciones y educación a nuestros hijos, hemos de envolverlo todo en un manto de pensamiento propio para que el educando interprete la información, y la haga suya desde su propio prisma de entendimiento y conocimiento.
“La tierra que no es labrada llevará abrojos y espinas aunque sea fértil; así es el entendimiento del hombre”
                                                               Santa Teresa de Jesús   

Qué es la libertad

Una vez establecemos la importancia de enseñar a pensar, debemos confirmar si esta acción realmente es óbice para hacernos más libres. Por ello se antoja necesario saber qué es con exactitud la libertad.
El término libertad encuentra dos acepciones primordialmente aceptadas. Por un lado sería el derecho o facultad de las personas para elegir de manera responsable su forma propia de actuar en un entorno, medio o sociedad.
En este sentido, caben entendimientos como la libertad de culto, la libertad de conciencia, la libertad de opinión, la libertad de pensamiento, etc. Es decir, es todo aquello en que los seres humanos podemos elegir siempre a través de nuestra facultad y nuestro derecho.
Otra definición interesante para el término libertad sería la condición o estado de una persona que es libre, pues no está sometida a la voluntad de otros, está encarcelada o bajo un régimen que le constriñe por obligaciones, deberes, disciplinas, etc.

¿Enseñar a pensar nos hace más libres?

Ahora llega el momento de contestar a la atrevida pregunta que lanzaba al comienzo del párrafo. ¿Enseñar a pensar nos hace más libres? La respuesta es obviamente que sí. Razonemos el porqué.
Si entendemos la libertad como el derecho o facultad de una persona para elegir libremente su modo de actuación en un entorno determinado, es evidente que un individuo que piensa o “sabe pensar” tendrá inclinación por actuar libremente. Así, tendrá más capacidad que otra persona que lo haga sin reflexión o siguiendo unos patrones establecidos por su sistema de creencias heredado y asimilado, por su falta de conocimiento o por motivos similares.
Entiendo que enseñar a pensar es una parte importante de la educación de cualquier persona. No sirve solo con saber que algo sucede, es incluso más importante conocer el porqué, el cómo, el cuándo, etc. Todo ello solo es posible a través de la enseñanza del pensamiento, para que cada individuo pueda desarrollar su propio raciocinio, interpretación y modelo de comprensión.
Así pues, a la hora de tomar una decisión, siempre se sentirá más libre aquella persona que, ejerciendo el pensamiento, pueda estudiar un mayor número de las variantes que se le presentan en el momento de elegir.
Por otro lado, un individuo que se mueve por instinto, por las enseñanzas de la sociedad, por una educación limitada a mostrar qué sucede o por el simple hecho de que es lo que hay que hacer porque lo hacen todos, no tendrá tanta libertad real a la hora de elegir, pues sus opciones se reducen por su falta de capacidad.
         ►“El problema es que la información no es el entendimiento”
                                                                        Nadine Gordimer

Resulta evidente que enseñar a pensar es enseñar al individuo a ser más libre. Ahora bien, ¿este hecho es algo que nos hace más plenos, felices o inteligentes? Eso ya es otro cantar que daría para uno o más artículos, pues no siempre parece que el hecho de tener libertad nos haga mejores.

Psicología/Pedro González Núñez
https://lamenteesmaravillosa.com