viernes, 7 de julio de 2017

A veces, necesitamos escuchar lo que significamos para alguien


A veces, necesitamos escuchar un “te quiero”, un “eres importante para mí” o un “gracias por ser como eres”. Saber lo que significamos para alguien no es ningún acto de debilidad. No buscamos sentirnos validados, lo que necesitamos únicamente es escuchar en voz alta lo que siente el corazón, vernos reconocidos y acariciados a través de las palabras, del tono y de una voz sincera.
Recuerda: el amor no es algo intangible ni intraducible, no es humo, no es un perfume, porque el verbo “amar” se declina con nuestros cinco sentidos y es así como nos sentimos nutridos, reconfortados. No tenemos por qué dar por sentados los afectos cuando creamos un vínculo, el “ya sabes lo que siento” no basta ni alimenta una relación, y el “si estoy contigo es por algo” puede suscitar, en ocasiones, más dudas que certezas cuando de verdad amamos a alguien.
Una palabra bien elegida puede economizar no sólo cien palabras sino cien pensamientos
                                                                Henri Poincaré 

Casi nadie necesita escuchar una y otra vez lo que significa para los demás, pero tener a nuestro lado a personas que no hablan el lenguaje de las emociones, que se escabullen y que no perciben la necesidad del otro por ser reconocidos o apreciados a través de la palabra, suele agotar. Incluso, lo que es peor, crean y alimentan dudas, incertidumbres e insondables vacíos.
A menudo, la persona que padece la hambruna de la caricia emocional, expresada a través de la palabra, está obligada a ser una traductora de gestos. Ahí donde leer el cariño a través de las miradas, la preferencia a través de las acciones, y la sinceridad a través de esas conductas cotidianas de un ser amado alexitímico que ni percibe ni expresa. Algo así, puede resultar sin duda agotador…

La necesidad de escuchar y sentir que somos importantes para alguien

Sentir el amor, el cariño y el reconocimiento en cada átomo de nuestros sentidos, en cada vibración de nuestros latidos y en cada conexión de nuestras células cerebrales nos confiere equilibrio, bienestar, plenitud. El ser humano está programado genéticamente para conectar con sus semejantes, porque es así como garantizamos nuestra supervivencia, porque es de este modo como hemos logrado avanzar, evolucionar, crecer como especie.
Muchas veces las palabras que tendríamos que haber dicho no se presentan ante nuestro espíritu hasta que ya es demasiado tarde
                                                                   Andrè Gide

Por tanto, nadie debe auto-percibirse como una persona débil o dependiente si echa en falta que su pareja o sus seres queridos le dediquen una palabra de afecto, un gesto de cariño traducido en una frase amable, en una expresión donde habite por igual la empatía y el cariño. Para nuestro cerebro es un acto muy significativo y de ahí, que necesitar un “gracias”, un “eres increíble” o “me encanta tenerte a mi lado” de vez en cuando sea algo no solo natural, sino lógico y necesario.
Por otro lado, no podemos descuidar algo esencial. No solo los adultos necesitamos escuchar lo que significamos para los demás. Los niños necesitan este tipo de gestos tanto como el alimento, tanto como esas manos fuertes que los sujetan mientras aprenden caminar, más que esa ropa con la que se visten o ese juguete tan caro que nos piden a cada instante.
Los niños necesitan el refuerzo positivo de la palabra y la caricia emocional, de esa voz que los valida, que les confiere seguridad, que les inyecta confianza y amor del bueno, de ese que da alas y hace crecer las raíces.
La importancia del vínculo afectivo y la calidad del mismo, determinará muchas conductas futuras; así, todo niño que en esa infancia más temprana se críe en un entorno de frialdad emocional, de inseguridad o de negligencia parental, tiene muchas más probabilidades de desarrollar trastornos de conducta, y claras dificultades a la hora de hacer uso de un adecuado lenguaje emocional.

Háblame sin miedos, háblame desde el corazón

Los analfabetos emocionales abundan en exceso, y no nos referimos solo a quienes padecen ese trastorno afectivo-cognitivo de la comunicación llamado alexitimia. Es algo más complejo, algo más profundo y que tiene que ver sobre todo en cómo nos educan. Lo podemos ver en muchos de nuestros entornos más cotidianos, escuelas, trabajos, etc, ahí donde crecen en abundancia los “secuestradores emocionales” en lugar de los “facilitadores emocionales”.
                   ►El lenguaje es el vestido de los pensamientos.
                                                                                    Samuel Johnson

Vemos niños que ejercen el bullying en las aulas o en las redes sociales, vemos directivos incapacitados para crear climas laborales más empáticos, respetuosos y creativos. Lo vemos en nuestro modo de comunicarnos, ahí donde llegar a pensar que al hacer uso de los emoticonos y de las caritas sonrientes ya construimos un lenguaje significativo y validante.
Sin embargo, no es así. Tal y como nos explican en el libro “Corazones Inteligentes” de Natalia Ramos y Pablo Fernandez, a nuestro mundo le falta cierta aplicación práctica de la Inteligencia Emocional. Porque las emociones no se viven en abstracto, no son algo difuso, la vida no es una película de David Lynch, ahí donde el lenguaje narrativo aunque fascinante y simbólico, carece en ocasiones de sentido. La vida necesita un sentido firme y el amor, certezas.
Por tanto, hagamos uso efectivo del lenguaje, permitamos que sea un instrumento que crea y valida. Ahí donde ser valientes, ahí donde permitir que nuestro corazón cuide y acaricie, donde conectar con los demás a través de palabras positivas, de frases que transmiten un afecto real.

Psicología/Valeria Sabater
https://lamenteesmaravillosa.com

jueves, 6 de julio de 2017

¿QUÉ NECESITO PARA MI DESARROLLO PERSONAL?


En mi opinión, construida a raíz de tantos años implicado en estos asuntos del Desarrollo Personal, hay una serie de ingredientes que son IMPRESCINDIBLES para comenzar. Y para avanzar.

A quienes quieran hacerlo bien les recomiendo respetarlos escrupulosamente, y no pretender hacerse trampa y saltarse alguno de ellos, porque todos son fundamentales para llevar a buen término el Proceso.

INTERÉS

La falta de interés hace peligrar todo el proyecto. Esto no es algo que se pueda tomar a la ligera, ni hacerle caso un día para que en el siguiente se desande lo andado, se niegue lo descubierto, o se olviden los propósitos. Uno ha de implicarse plenamente. Intensamente. Del todo. Con toda la atención puesta en ello para que nada se pase, para que nada se siga viendo con los ojos rutinarios de la costumbre, y todo adquiera una dimensión que lo haga evidente y claro a nuestros ojos.

VOLUNTAD

“Lo de siempre” actúa como siempre, así que uno tiene que deshacerse de la flojera, trasmutar la desgana en su opuesto, despedir el desánimo, cambiar sus modos habituales, y comprometerse. Y cuando la apatía se presente, echarla fuera y lejos, porque la persistencia es imprescindible. Por lo menos una pasito cada día. Pase lo que pase.

DEDICACIÓN

Esto no es un pasa-tiempos, ni un mata-ratos, ni algo para hacer de vez en cuando. Esto requiere continuidad. Dedicación plena. Incluso en los momentos en que uno está haciendo otra cosa tiene que tener activada al mismo tiempo la atención observando eso que está haciendo, cómo, por qué, para qué, de qué modo, y preguntándose si está de acuerdo con ello o es algo que prefiere modificar, eliminar… o promocionar. Dedicación continua.

RESPONSABILIDAD 

Defiendo la suposición de que el Creador entrega la vida junto con un compromiso que hemos firmado, simbólicamente, aunque no lo recordemos ni tengamos copia de ello. Ese compromiso implica la responsabilidad sobre la vida recibida. Responsabilidad de hacer de ella algo de lo que podamos sentirnos satisfechos, noblemente orgullosos, para que cuando tengamos que entregársela a la muerte nos quede la conciencia en paz del deber cumplido. Responsabilidad implica no desaprovecharla, cumplir los proyectos y propósitos, hacer lo que se considere correcto en cada ocasión, ser noble, ser consciente, ser cumplidor del compromiso.

PACIENCIA


Porque las cosas no van a salir siempre según lo previsto o lo deseado, y porque vamos a fallar en más de una ocasión en las dos primeras condiciones –ya que somos humanos-, pero a pesar de ello cada vez que incumplamos en vez de martirizarnos por ello lo que haremos será suspirar levemente, plantarnos una sonrisa, animarnos como a niños pequeños que intentan dar sus primeros pasos, inflarnos la moral… y adelante. Paciencia. Mucha paciencia.

COMPRENSIÓN

Comprender no es solamente entender algo -que es muy evidente que va a ser imprescindible-, sino que también es “contener o incluir en sí algo”, o sea que todo lo que vayamos descubriendo, lo que entendamos, lo que resolvamos, tendremos que lograr que pase a formar parte indisoluble de nosotros mismos. Es necesario sacarlo de la teoría o del simple conocimiento para aprehenderlo, para integrarlo, para que eso sea tan uno mismo como uno mismo.

ACEPTACIÓN

Muchas de las cosas que salgan a la luz en el Proceso de Desarrollo Personal no nos van a gustar nada. Nada de nada. Porque todos tenemos cosas de las que no nos sentimos orgullosos, y cosas que hemos escondido, y cosas de las que renegamos… y van a aparecer. Tienen que aparecer para que podamos comprenderlas y podamos sanarlas. Nos tenemos que aceptar en integridad tal como estemos en este momento y con todo nuestro pasado. Sólo a partir de esa aceptación comienza la posibilidad de modificar las cosas con las que no estemos de acuerdo.

AMOR


Amor propio. Amor a uno mismo. Porque sin amor nada de lo anterior se podrá realizar. Si uno no está a favor suyo, si no comprende que es el amor a sí mismo lo que mueve todo este Proceso, no va a adelantar pasos reales. Lo que haga no tendrá una consistencia duradera. Será un parche mal puesto que, antes o después, se caerá y dejará de ser útil.

Lo expuesto son unas premisas imprescindibles que nos llevarán al resultado final deseado.

► Uno es merecedor de lo mejor y es el beneficiario directo del Proceso, así que… no hacen falta más argumentos.

Adelante.

Te dejo con tus reflexiones…




Francisco de Sales
http://buscandome.es

miércoles, 5 de julio de 2017

Las personas podrían aprender de sus errores si no estuvieran tan ocupadas negándolos


Yo no he sido” es el mantra de los niños, una frase que hacen suya apenas descubren que cuando cometen un error serán castigados. Por alguna extraña razón, hay quienes siguen repitiendo esa frase cuando son adultos. Quizá ya no la repiten en voz alta pero sigue resonando en su mente: “yo no he sido, la culpa es del otro”.

El problema es que, si bien es cierto que negando el error tienen más probabilidades de eludir sus consecuencias, también se impiden crecer y madurar como personas. Todo error trae consigo la semilla del aprendizaje, pero para que esta germine es necesario asumir los fallos cometidos.

Las 3 formas de afrontar los errores que impiden crecer


Un estudio muy interesante llevado a cabo en las universidades de Nueva York y California desveló que la manera en que asumimos nuestros errores está íntimamente relacionada con nuestra personalidad y las potencialidades de crecimiento.

Estos psicólogos analizaron a miles de personas para identificar los tipos de personalidad que predominan en la reacción ante los errores. Así llegaron a la conclusión de que el 70% de la población se puede catalogar en tres grandes grupos:

1. La culpa es del otro

Estas personas siguen usando la frase a la que recurrían cuando eran niños: “Yo no he sido”. Cuando cometen un error intentan desligarse de la responsabilidad y le atribuyen la culpa a alguien más. Obviamente, estas personas no pueden aprender de sus fallos, simplemente porque no los reconocen o no tienen la madurez necesaria para dar el salto cualitativo. Suelen ponerse a la defensiva cuando otean cualquier intento de crítica, aunque sea constructiva, y caen a menudo en comportamientos victimistas.

2. Error, ¿qué error? Aquí no ha pasado nada

Se trata de personas que niegan incluso la existencia del error, lo cual suele provocar un gran enfado en los demás. Esta persona, aunque la pongan de frente a la evidencia, no solo negará su implicación en el asunto sino que nos intentará convencer de que no se trata de un fallo, de que no ha ocurrido nada. Esta forma de lidiar con los errores significa que esa persona espera ser perdonada por todo lo que hace, y que no está dispuesta a reconocer sus defectos ni el daño que puede causarle a los demás. Obviamente, al asumir esta actitud es imposible que aprenda de sus errores y los corrija.

3. La culpa es mía

Estas personas asumen una actitud diametralmente opuesta: entonan el mea culpa ante el menor desliz. El problema es que a menudo se culpan por todo e incluso llegan a asumir responsabilidades que no son suyas. Suelen ser duros jueces de sí mismos y a menudo van por la vida autoflagelándose sin ninguna necesidad. Sin embargo, quizá lo más interesante es que estas personas tampoco aprenden mucho de sus errores ya que a menudo reconocen la culpa de manera automática, por un sentido de culpa visceral que probablemente le inculcaron en su infancia, pero que no implica un análisis reflexivo de su implicación y responsabilidad en la situación.



El error es una oportunidad de aprendizaje: Tú decides si aprovecharla o descartarla


La mayoría de las personas no reconoce sus errores por miedo, porque eso les hace sentir débiles, avergonzados o incompetentes. Esto se debe a que nuestra sociedad ha rodeado a los errores de un halo negativo haciéndonos creer que las personas inteligentes, competentes y capaces no se equivocan.

Sin embargo, los errores forman parte de la vida y nos conducen a nuevos aprendizajes que nos permiten mejorar como personas, pero solo si somos capaces de reconocer el fallo y estamos dispuesto a enmendarlo. En palabras de Confucio: “el hombre que ha cometido un error y no lo corrige, comete otro error aún mayor”.

Por eso, si bien equivocarnos puede que no sea la sensación más agradable del mundo, es aún peor desaprovechar esa oportunidad para aprender.


Psicología/Jennifer Delgado
http://www.rinconpsicologia.com
Fuente:
Dattner, B. & Hogan, R. (2011) Managing Yourself: Can You Handle Failure? En: Harvard Bussiness Review.