viernes, 16 de junio de 2017

Muestra siempre lo mejor de ti


En la calle, en las tiendas, en el metro o en las estaciones, no vemos más que semblantes apagados, herméticos, inexpresivos. ¿Es normal que los humanos manifiesten tan poca alegría al verse, y que se mortifiquen unos a otros con un espectáculo tan prosaico? ¿Por qué no se muestran más cálidos, más expresivos, más sonrientes, más vivos? y aún sin tener motivos para estar tristes o desdichados, solamente viéndoles, recibimos esas influencias y entonces llegamos al trabajo, o regresamos a casa, de mal humor, deprimidos, y transmitimos este estado a nuestros compañeros o a nuestra familia. Esta es la vida deplorable que continuamente los humanos se están creando entre sí.
¿Creéis que no es importante mostrar a todos aquellos con los que os relacionáis un rostro abierto, amigable, fraternal?
Esto es la verdadera poesía. Para ser verdaderamente poeta, no basta con escribir versos. El verdadero poeta es aquél que crea la poesía en su propia vida, esforzándose en introducir en ella la pureza, la luz, el amor, la alegría. Algunos dirán: “Pero, ¿cómo se puede sonreír, como se puede estar contento, si se piensa en todas las tragedias que agobian a la humanidad? ¡Y todas las desgracias que se encuentran en la calle!…”
¡Ah! ¿Creéis que se sentirán mejor si os ven con la cara larga?
Es evidente que hay que hacer algo para ayudar a los desgraciados. Pero si vosotros, que no sufrís privaciones, ni enfermedades, ni persecuciones, os paseáis con un semblante lamentable, ¿qué esperáis obtener de ello? Para ayudar a los demás, hay que empezar por presentarles, por lo menos, un rostro abierto, sonriente. Gracias a la poesía, amamos a los seres y buscamos en ellos algo sutil, luminoso porque necesitamos mirar, sentir, respirar algo que nos apacigüe, que nos armonice, que nos inspire, ¿por qué los humanos nunca se preocupan de la penosa impresión que producen en los demás? Siguen ahí, apagados, gruñones, con los labios apretados, las cejas fruncidas, y aunque intentan mejorar su apariencia exterior con toda clase de trucos, su vida interior, prosaica, corriente, no deja de transparentarse.
El mayor secreto, el método más eficaz, es el amor, el amor que armoniza, que ilumina vuestro rostro y todo vuestro ser interior. Al salir, por la mañana, de vuestra casa, pensad en saludar a todas las criaturas del mundo visible e invisible. Y ya veréis como después, a lo largo del día, os sentiréis vivir en la poesía porque habréis enviado vuestro amor, y desde todas las regiones del espacio el amor retornará a vosotros multiplicado.
¡Cuántas cosas se pueden hacer para aportar a la vida belleza y poesía! No hay que dejarse acaparar por las preocupaciones y los asuntos materiales, sino reservar un poco de tiempo para consagrar las energías a todas esas actividades que darán sentido a vuestra existencia. Los humanos aún no lo han comprendido; hablan de amor, quieren ser amados, pero permanecen cerrados, apagados… ¡prosaicos, en una palabra! No saben cómo vivir esta vida poética gracias a la cual les amarán.
Si fueran más inteligentes, comprenderían hasta qué punto esta actitud es deplorable para ellos y para los demás.
Procurad ser cada día más vivos. Ahí está vuestra salvación y la de los demás. Y volverse más vivo, significa dar vuestra luz y vuestro calor. Este es, en efecto el ejercicio que debéis hacer para salir un poco de vosotros mismos, de este estado de estancamiento tan prosaico: aprended a mantener conscientemente en vosotros mismos un estado de poesía.
¡Es tan agradable encontrar a alguien en quien sentir que todo está animado, iluminado! Se ama a un árbol porque tiene frutos, se ama a una fuente porque de ella brota el agua cantarina, se ama a las flores porque tienen colores y perfumes y, de igual modo, se ama a las criaturas que se abren para dar algo claro, luminoso, perfumado y melodioso.
Aprended pues a cultivar en vosotros este estado de irradiación, de esplendor. Acostumbraos a sonreír, a mirar con amor, a desprender de vuestro corazón algunas partículas vivas para enviarlas a los demás… ¡y seréis vosotros quienes os sentiréis los más felices!

Omraam Mikhaël Aïvanhov
Gabriel Vallejo para Ciencia Cósmica

jueves, 15 de junio de 2017

Me declaro responsable y protagonista de mi propia vida


Me declaro protagonista de mi propia vida, no de la que me imponen los demás. Me declaro responsable de lo que hago y lo que digo, no de lo que entiendan otros. Me defino por mis valores, me amo entera, sin fisuras, con cada rincón imperfecto, con cada locura disfrutada, con cada error cometido y cada sombra que abrazar de vez en cuando para sanar mis cicatrices…
La auto-aceptación es esa tarea compleja y laberíntica que muchos apuntamos con tinta invisible en nuestra lista de tareas pendientes, como quien escribe sus buenos propósitos al empezar el año. Así, y casi sin darnos cuenta, llega un día en que al mirarnos al espejo sentimos un súbito e inexplicable pinchazo. ¿De verdad somos esa persona que refleja el cristal? ¿Cómo pueden los espejos mostrarnos una imagen tan nítida, impoluta y perfecta de nosotros mismos cuando nos sentimos tan “rotos”?
“El precio de la grandeza es la responsabilidad”
                                                                     Winston Churchill
Algo particularmente curioso que suele darse en las personas que no han trabajado su auto-aceptación o la integración de todas esas dimensiones personales y afectivas que lo definen a uno, es que suelen responsabilizar a los demás de su infelicidad, de su malestar. Lo hacen de forma automática sumidos muchas veces en una actitud tristemente derrotista.
Por ejemplo: si no encuentro una buena pareja es porque a día de hoy nadie cree en el compromiso. Si suspendo el examen es porque no le gusto al profesor. Si no tengo buenos amigos es porque todas las personas son falsas y desagradecidas. Si me he equivocado en esto es porque alguien me orientó mal. Si soy inseguro se debe a cosa de familia, porque en casa todos somos iguales…
Este tipo de actitud es como la de quien enciende un ventilador y empieza a difundir el origen de sus frustraciones a todos los que están a su alrededor. Por tanto, pocos ejercicios pueden ser más saludables, catárticos y terapéuticos como dar el paso, como declararnos protagonistas de nuestras vida, responsables de lo que somos y lo que hacemos.

Asumir la responsabilidad personal para alcanzar la felicidad

Declararse a uno mismo responsable exclusivo de lo que se es, lo que se hace y lo que se piensa marca sin duda un antes y un después. La responsabilidad personal significa por encima de todo, no culpar a otros de la propia infelicidad. Significa también poder descubrir distintas formas con las que alcanzar el equilibrio y el propio bienestar a pesar las dinámicas negativas que nos envuelvan.
Llegados a este punto, es muy probable que más de uno se pregunte aquello de ¿Quiere esto decir que se puede ser feliz sin importar las circunstancias que nos rodeen? ¿Qué pasa si ahora mismo estoy atravesando una enfermedad? ¿Qué pasa si mi relación afectiva es tormentosa e inestable?
Bien, la respuesta a estas preguntas es en sí misma sencilla: ser responsable de uno mismo es entender que hay cosas que, efectivamente, escapan a nuestro control, como es el caso de una determinada dolencia física. En este caso, además de saber aceptarlo, lo que marca la diferencia es nuestra ACTITUD. 
Por otro lado, la persona responsable y que se percibe a sí misma como protagonista de su propia vida y no como un actor de reparto en el teatro de su existencia, entiende que para ser feliz hay que tomar decisiones. Por tanto, todo aquello que enturbie, todo lo que apague autoestimas, cercene identidades o nos regale un sucedáneo de amor, es mejor dejarlo y recordar ese compromiso firmado en algún valiente momento con nosotros mismos, aquel que nos recordaba eso de “has venido a este mundo para ser feliz, no pierdas el tiempo en lo que quita la alegría”.

Aprende a ser responsable de ti mismo, declárate libre, siéntete único

William Ury es un conocido antropólogo que ha adquirido una notable fama por trabajar como mediador y como promotor del crecimiento personal, a través de libros como “El camino hacia el SÍ”. Para este autor, ser responsables de nosotros mismos radica en dos áreas básicas: la primera está en saber cuidar de nosotros mismos, siendo capaces de ver la relación entre nuestras acciones y consecuencias. La segunda, en ser capaces de respetar los compromisos que adquirimos con los demás.
“Somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos, sin memoria no existimos y sin responsabilidad quizá no merezcamos existir”
                                                                                            José Saramago

El doctor Ury nos propone además, que para alcanzar este mágico equilibrio debemos poder darnos el “SÍ” a nosotros mismos. A validarnos como personas, a auto-percibirnos como seres capaces, personas hermosas y dignas de alcanzar aquello que se propongan. Para ello, nos invita a conseguirlo a través de los siguientes pasos.

Los 4 pasos de la responsabilidad personal

  • Ponte en tus zapatos. Es muy posible que a lo largo de nuestra vida nos hallamos focalizado solo en los demás, en satisfacer necesidades ajenas. Es momento de escucharnos, de sintonizar de forma auténtica con nuestras emociones y nuestros valores, clarificando con firmeza qué queremos y qué no queremos.

  • Firma un compromiso contigo mismo. Si no lo hemos hecho ya, es recomendable que lo ejecutemos lo antes posible, se trata ni más ni menos que de recordar cada día y a cada instante, que estamos obligados a atender nuestras necesidades independientemente de lo que los otros hagan o dejen de hacer.

  • Aprende a fluir. Ser responsable de uno mismo significa también aprender a confiar, tanto en nuestras propias capacidades como en el propio discurrir de la vida. Asumir que hay cosas que llegan y otras que se van es integrar esa economía emocional donde dejar de aferrarnos a imposibles, a hechos que no nos dejan crecer.

  •       Por último, también es interesante recordar que nuestro día a día no es un escenario de competición. No hay ninguna ley que nos diga que hay unos que siempre deban ganar y otros que irremediablemente, estén obligados a perder una y otra vez. Vivir es celebrar la vida, es dar y es recibir, es cohabitar en armonía siendo responsables de nosotros mismos, con nuestros aciertos y errores sin culpar de nuestras frustraciones a quien quede cerca.
Pongamos en práctica estos sencillos consejos y alcémonos como auténticos protagonistas de nuestra existencia.

Psicología/Valeria Sabater
https://lamenteesmaravillosa.com

miércoles, 14 de junio de 2017

La Meditación Atenta


La Técnica de la Meditación Atenta es un procedimiento simple que puede crear un estado profundo de relajación de la mente y el cuerpo. A medida que la mente se aquiete, aunque permanezca despierta, experimentarás niveles de conciencia más profundos y silenciosos.
1. Empieza por sentarte cómodo en un lugar tranquilo, donde tengas pocas posibilidades de ser molestado.

2. Cierra los ojos.

3. Respira normal y naturalmente; poco a poco permite que tu conciencia se concentre en la respiración. Simplemente observa tu respiración, tratando de no controlarla ni alterarla en ninguna forma consciente.

4. Mientras observas tu respiración, tal vez notes que ésta cambia espontáneamente. Puede variar en velocidad, ritmo o profundidad e incluso puede haber momentos en los que tu respiración parece detenerse un rato. Al margen de lo que suceda con tu respiración, obsérvala en forma inocente, sin tratar de provocar ni iniciar ningún cambio.

5. Descubrirás que a veces tu atención se desvía de la respiración y estás pensando en otras cosas o prestando atención a los ruidos que llegan de afuera. Siempre que notes que no observas tu respiración, vuelve lentamente a concentrar tu atención en ella.

6. Si durante la meditación notas que te concentras en algún sentimiento, estado de ánimo o expectativa, trátalo como lo harías con cualquier otro pensamiento y lentamente vuelve tu atención hacia la respiración.

7. Practica esta meditación durante quince minutos.

8. Al cabo de esos quince minutos, mantén los ojos cerrados y permanece cómodamente sentado otros dos o tres minutos. Sal de la meditación en forma gradual antes de abrir los ojos y volver a la actividad.
Se recomienda la práctica de esta Meditación Atenta durante más o menos un cuarto de hora, dos veces al día, a la mañana y a la noche. También es posible esta técnica durante unos minutos a lo largo del día, para ayudar a que te concentres, si te sientes molesto o agitado.
Durante la práctica de la meditación tendrás una de estas tres experiencias. Cualquiera de ellas es correcta.
1. Tal vez te sientas aburrido o inquieto y tu mente puede llenarse de pensamientos, señal de que tensiones y emociones de raíces profundas están liberándose de tu organismo. Mediante una práctica continua y sin esfuerzo de la meditación, facilitarás la eliminación de todas estas impurezas de tu mente y tu cuerpo.

2. Tal vez te quedes dormido. Si así sucede en medio de la meditación, es señal de que necesitas más descanso en otros momentos del día.

3. Tal vez entres suavemente en la “brecha”.
Cuando el mantra o la respiración se torna más estable y refinada, entras en la brecha existente entre tus pensamientos, más allá del sonido, más allá de la respiración. Si permaneces descansado, cuidas de ti y te tomas el tiempo necesario para dedicarte a la meditación, sin duda entrarás en contacto con tu ser interior. Te internarás en la mente cósmica, la voz que te susurra en forma no verbal en los espacios de silencio entre tus pensamientos. 
Ésta es tu inteligencia interior, es el genio máximo y supremo que refleja la sabiduría del universo. Confía en esta sabiduría interior y todos tus sueños se harán realidad.
Extracto de "Viaje hacia el bienestar"
Dr Deepak Chopra