jueves, 11 de mayo de 2017

Revisa tu subconsciente


Todo aquello que está en tu subconsciente, es lo que atraes a tu experiencia de vida; 
todos los datos que están almacenados ahí, hacen que vibres a una determinada frecuencia, y esa misma vibración tuya, se cristaliza y materializa en la dimensión de la forma, dando lugar a un mundo de experiencias y sucesos, que no son más que un reflejo de tu subconsciente.

Todo lo que vives, todo lo que te rodea, es el claro reflejo de tu subconsciente, también llamado "estado de consciencia".

El secreto está en re-programar tu parte subconsciente, 
y para ello debes primero ser consciente de ello.

La vida te lo está reflejando; si no te gusta tu trabajo, revisa tu subconsciente.

Si no te sientes a gusto con tu pareja, revisa tu subconsciente.

Si no te gusta tu entorno, revisa tu subconsciente.

La vida te lo está reflejando, solo has de tomar consciencia de ello y una vez tomes consciencia, tienes 
libre albedrío para poder cambiarlo.

La clave es tomar consciencia y elegir pensamientos diferentes, los cuales pasan de la mente consciente al subconsciente.

Es así de fácil y sencillo, lo difícil está en darte cuenta, tomar consciencia, pero si estás atento, alerta y observas tu vida y a ti mismo, podrás cambiar tu vibración, elevarla y por ende, se reflejará y cristalizará en forma de experiencias de vida.

Por tanto, si no te gusta algo de tu vida, revisa tu subconsciente y usa el libre albedrío para re-programar tu mente; 
con pensamientos positivos, con práctica de meditación, vaciándote de ego y conceptos, y enfocando tu atención en subir tu vibración.

Aléjate de todo lo negativo, lo que no te aporte paz interior y ábrete a lo positivo, lo que te llene de gozo y esplendor.

miércoles, 10 de mayo de 2017

Quien se afirma a sí mismo, se libra de la crítica



Para muchas personas, criticar es como respirar, simplemente no concebirían su vida sin las críticas. Sin embargo, ser criticados, convertirse en la diana de esas críticas, es más complicado porque podemos llegar a sentirnos muy mal.

Una crítica mal hecha o realizada en un momento inadecuado puede dejar profundas heridas emocionales. De hecho, si buscas en tu memoria, es probable que no te resulte difícil recordar esa crítica que tanto te hirió en el pasado y que aún hoy levanta ampollas.

Por desgracia, no podemos evitar que los demás nos critiquen, pero podemos elegir cómo reaccionar ante sus comentarios. No tenemos el poder para evitar las críticas pero podemos decidir si esas palabras nos harán daño o no. Y la clave para lograrlo se encuentra en un texto antiguo.

La autoafirmación: Un camino de empoderamiento


Quien se afirma a sí mismo, se libra de la crítica”, se puede leer en las páginas del Dào Dé Jīng, un texto clásico chino cuya autoría se atribuye a Laozi y que se convirtió en uno de los fundamentos del taoísmo. Se trata de un consejo tan antiguo como vigente.

La autoafirmación es casi como un súper poder, aunque por desgracia no se potencia en la educación infantil. De hecho, más bien se aniquila ya que cuando nos enseñan a buscar la aprobación de los demás, cuando nos enseñan a valorarnos según las valoraciones que los otros hacen de nuestras cualidades, están matando la autoafirmación.

La autoafirmación es la capacidad para expresar nuestras opiniones y hacernos valer en las relaciones con los demás. En su base se encuentra una profunda autoconfianza. Solo cuando estamos seguros de quiénes somos y valoramos adecuadamente nuestras capacidades, somos capaces de expresar nuestras necesidades e ideas de una manera asertiva, sin dañar al otro pero sin permitir que se pisoteen nuestros derechos o que nos menosprecien.

Para autoafirmarse es necesario tener claras las respuestas a estas tres preguntas:

1. ¿Quién eres? Puede parecer una verdad de Perogrullo pero muchas personas no se conocen lo suficiente a sí mismas, no saben quiénes son. Sin embargo, para autoafirmarse es necesario saber quiénes somos, conocer nuestras fortalezas y también nuestras debilidades, saber cuáles son nuestros valores, gustos y necesidades. Solo una persona consciente de sí, puede autoafirmarse.

2. ¿Quién quieres ser? No basta con conocerse, es necesario saber en qué persona te quieres convertir. ¿Qué quieres mejorar de ti, qué habilidades te hacen sentir orgulloso y qué camino podría ayudarte a desarrollar esas capacidades? La respuesta a estas preguntas te permitirán tomar el mando de tu vida.

3. ¿Qué quieres alcanzar? Las metas que nos proponemos terminan cambiándonos, por eso es importante saber qué deseamos alcanzar y cómo lo haremos. Plantearnos objetivos realistas nos ayudará a reforzar la autoconfianza, nos empoderará y nos permitirá ser inmunes a las críticas malsanas.


¿Por qué la autoafirmación es el mejor antídoto contra las críticas?


Cuando sabes exactamente cuáles son tus puntos débiles y cuáles son tus fortalezas, cuando estás seguro de lo que quieres y tienes en mente cómo alcanzarlo, las críticas de los demás no harán mella en ti porque no podrán hacerte sentir inferior, incompetente o generar dudas.

De hecho, debemos tener en cuenta que la crítica nos causa tanto daño precisamente porque nos hace dudar de nosotros mismos, porque activa la sensación de que no somos suficientes, de que somos inadecuados o incapaces. La crítica que nos molesta es precisamente esa que va a hurgar en la llaga, la crítica a la que le prestamos oídos es aquella que, de cierta forma, confirma nuestros peores temores sobre nosotros mismos.

Podemos pensar en la crítica como en un diapasón. Solo nos hará daño aquella que resuene en la misma frecuencia que nuestro interior, aquella que haga palanca en nuestros temores e inseguridades. Por eso, la autoafirmación es el mejor antídoto contra la crítica malsana, la seguridad en nosotros mismos nos permite asumir una distancia emocional de las palabras malintencionadas. Así podemos valorar si realmente la crítica es oportuna y puede aportarnos algo que nos permita crecer o, al contrario, se trata de palabras dirigidas a herir que no pueden reportarnos ningún beneficio. En uno u otro caso, la decisión está en tus manos.

Psicologia/Jennifer Delgado
http://www.rinconpsicologia.com

martes, 9 de mayo de 2017

Desidia y laboriosidad


El concepto oriental del Wu-wei (en chino “No Acción“), describe un importante aspecto de la filosofía taoísta y política, en el cual la forma más adecuada de gobernar es no actuar (forzar las cosas), haciendo énfasis en que no es lo mismo no actuar que no hacer nada. Wu-wei también significa “sin esfuerzo”, y “crecimiento”, ya que, por ejemplo, las plantas crecen por wu-wei, no hacen esfuerzos para crecer, simplemente lo hacen.
En este aspecto, el wu-wei es la forma que mejor nos ayuda a comprender que hay “cosas” que se pueden llevar a cabo y manifestar sin que medie acción humana forzada de por medio, ya que, la no acción, no como reposo o pasividad, sino como el dejar fluir los procesos energéticos que produce cambios por su propia naturaleza, es el punto intermedio, balanceado y equilibrado, entre los conceptos que tocamos hoy de desidia y de laboriosidad.
Dos extremos desequilibrados
Como es fácil deducir, cada uno de estos conceptos se encuentra en uno de los dos extremos del péndulo, y ninguno de los dos en exceso es adecuado. Empezando por la desidia, el hecho de no querer hacer nada, y sentir rechazo por todo, tiene una base psicológica en la saturación mental de algún tipo de patrón, programa o formas energéticas acumuladas, que, por “demasía”, provocan un rechazo y una apatía hacia lo que se tiene por delante y previsto de ejecutar. La desidia nos empuja a procrastinar y dejar todo para otro momento, a veces con sensación de hartazgo, y sobretodo a no ver con claridad el porqué de la misma, induciéndonos a llevar a cabo cualquier otra acción que incluye el “vegetar” como modo de vida, el apalancamiento físico, mental, emocional, etc.
En el otro extremo, la laboriosidad, que en nuestro mundo es considerada como algo positivo y una cualidad deseable y preciada, va unida a la necesidad de hacer, crear, manifestar, facturar, poner en marcha, etc., y lleva de nuevo en sus extremos a la adicción al trabajo o a estar siempre haciendo algo, y no poder parar. La laboriosidad, como tal, estará alineada mientras siga los ciclos de las octavas y sus ritmos a la hora de manifestar las cosas, ejecutando y trabajando según esos ritmos bajo lo que todo fluye. Si uno se pasa de laborioso, se desajusta respecto a las corrientes energéticas que subyacen, y son el sustrato para aquello que debe ser trabajado, y se convierte entonces en un proceso que se intenta llevar a cabo desajustado de la octava que lo rige, terminando por no fluir con ella e ir desfasado con los acontecimientos que necesitan producirse a un ritmo determinado para que se manifiesten los cambios, terminando por querer ir más rápido que estos, en nuestro afán por “hacer” más, cuando no toca o no se puede.
Aprendiendo a escuchar el ritmo adecuado de la acción
Así que, ¿en qué nivel uno puede encontrar el equilibrio entre la desidia y sus pocas ganas asociadas, y el estrés o la ansiedad de querer hacer en exceso? La respuesta está en la escucha interna que nos permite a cada uno acelerar o frenar, parar por completo ante la sensación de saturación, o acelerar con energía ante la oportunidad de acompañar con nuestras acciones a los ritmos y flujos de lo que esté aconteciendo. No es adecuado ir más rápido que la corriente del río que nos lleva, y tampoco es adecuado tratar de frenarnos a su empuje, sino aprender a sentir cuando hay que aflojar y dejarse ir para vivir en wu-wei, o cuando aprovechar impulsos internos y momentos álgidos para darle caña y potenciar algo.
A este respecto, en la conferencia sobre los biorritmos del ser humano ya habéis visto cómo además podemos aprovechar y guiarnos por ellos para comprender cuando es más fácil que aparezca la sensación de desidia, y cuando es más fácil que sintamos ganas de trabajar, monitorizando nuestras gráficas personales de altos y bajos, que rigen nuestros ciclos según los diferentes aspectos de la vida del ser humano.
Yo’s y sub-personalidades de desidia y laboriosidad
Luego, entrando ya en los aspectos más detallados de la estructura de la personalidad, en la superficie de la esfera de consciencia, posiblemente todos tengamos uno o varios “yos”, o sub-personalidades, relacionadas o creadas bajo el programa o formas energéticas de desidia, que, cuando son activadas y toman el control de la personalidad, nos provocan directamente las ganas de irnos al sofá o rechazar toda idea de ejecutar cualquier cosa. Estos “yos”, ya sabéis, se activan por estímulos externos principalmente recibidos a través del centro emocional inferior, de forma que, sin saber porqué, caemos en ese estado de desidia solo por el hecho de oír una conversación, ver una noticia, escuchar algo en la radio, leer lo que sea en un periódico o ver algún anuncio. Esta desidia debe ser trabajada, pues ha sido relativamente impuesta y activada, esté acorde con los biorritmos de la persona, con los ciclos y octavas en los que se haya metida, con su estado energético actual o no.
El estado contrario, la excesiva laboriosidad también tiene sus propios Yos asociados, que, en este caso, pueden ser activados por las mismas cosas que antes, incluyendo además energías de estrés, de cumplir con obligaciones, de sentir que no hacemos bastante, de infravaloración, de vernos obligados a trabajar más, etc. Y esto tampoco se basa en un estado natural de fluir con las octavas y energías adecuadas, sino que vienen de una imposición externa para mantenernos como pilas de un sistema productivo, a nivel mundial, que es en el que se basa la economía y funcionamiento financiero de la sociedad, ya que, de lo contrario, el sistema colapsaría, porque se detendría la maquinaria que lo mueve (nosotros), a nivel energético y a nivel físico, bloqueando su motor principal que no es otra que el ciclo de producir y consumir, producir y consumir. De esta manera, a través de la laboriosidad y el concepto de trabajo, se hace todo lo posible para que el motor de la economía y de la sociedad de consumo no se detenga nunca, algo que sería un desastre, o al menos así es percibido como tal, para los poderes que rigen esta misma sociedad, que se quedarían sin uno de los pilares principales de control bajo los que existe y se rige a la raza humana.
Aprender a fluir
En conclusión, no es adecuado dejarse llevar hacia ninguno de los dos extremos, sino tratar de fluir con los ritmos que en algunos momentos aconsejan desacelerar o parar, y en algunos momentos aconsejan o permiten correr más o poner más energía y esfuerzo para completar las cosas. Otro tema que habrá que tocar en otro momento es que la laboriosidad no equivale a la eficacia, pues se puede derrochar mucha energía y esfuerzo, tiempo y recursos, estando muy ocupados, pero siendo muy poco eficaces y óptimos en lo que hacemos, pero como digo, eso es algo que quizás toquemos en otro momento.
Una flor, durante la floración, está en wu-wei, no hace nada, simplemente es una flor, y florece. Si la flor tuviera una mente similar a la nuestra comenzaría a preocuparse y preguntarse: ¿de que color serán mis nuevas hojas? ¿podría acelerar mi proceso con un poco de fertilizante? ¿qué puedo hacer para crecer más rápido? Y sus programas mentales entonces empezarían a generar patrones tipo: ¿dónde venden el fertilizante? ¿cuánto cuesta? ¿qué dosis debería emplear? ¿seré mayor que la flor de al lado?
Todos nosotros podemos aprender a fluir, es simplemente cuestión de saber escuchar los ritmos que marcan y dirigen todo lo que hacemos y no dejarnos arrastrar por ninguno de los dos extremos del péndulo.

David Topí
http://davidtopi.com