martes, 11 de abril de 2017

El negro


Estamos en el comedor estudiantil de una universidad alemana. Una alumna rubia e inequí­vocamente germana adquiere su bandeja con el menú en el mostrador del autoservicio y luego se sienta en una mesa. Entonces advierte que ha olvidado los cubiertos y vuelve a levantarse para cogerlos.
Al regresar, descubre con estupor que un chico negro, probablemente subsahariano por su aspecto, se ha sentado en su lugar y está comiendo de su bandeja.

De entrada, la muchacha se siente desconcertada y agredida; pero enseguida corrige su pensamiento y supone que el africano no está acostumbrado al sentido de la propiedad privada y de la intimidad del europeo, o incluso que quizá no disponga de dinero suficiente para pagarse la comida, aun siendo ésta barata para el elevado estándar de vida de nuestros ricos paí­ses.
De modo que la chica decide sentarse frente al tipo y sonreí­rle amistosamente. A lo cual el africano contesta con otra blanca sonrisa.
A continuación, la alemana comienza a comer de la bandeja intentando aparentar la mayor normalidad y compartiéndola con exquisita generosidad y cortesí­a con el chico negro. Y así­, él se toma la ensalada, ella apura la sopa, ambos pinchan paritariamente del mismo plato de estofado hasta acabarlo y uno da cuenta del yogur y la otra de la pieza de fruta.
Todo ello trufado de múltiples sonrisas educadas, tí­midas por parte del muchacho, suavemente alentadoras y comprensivas por parte de ella.
Acabado el almuerzo, la alemana se levanta en busca de un café.
Y entonces descubre, en la mesa vecina detrás de ella, su propio abrigo colocado sobre el respaldo de una silla y una bandeja de comida intacta.
Dedico esta historia deliciosa, que además es auténtica, a todos aquellos que, en el fondo, recelan de los inmigrantes y les consideran individuos inferiores. A todas esas personas que, aun bienintencionadas, les observan con condescendencia y paternalismo. Será mejor que nos libremos de los prejuicios o corremos el riesgo de hacer el mismo ridí­culo que la pobre alemana, que creí­a ser el colmo de la civilización mientras el africano, él sí­ inmensamente educado, la dejaba comer de su bandeja y tal vez pensaba: “Pero qué chiflados están los europeos”.
Por Rosa Montero
http://paulocoelhoblog.com

lunes, 10 de abril de 2017

Síndrome de la Insistencia Errónea: Esforzarse mucho para no lograr nada


A todos nos sucede, antes o después. Llega un momento de la vida en el que nos damos cuenta de que necesitamos cambiar, que debemos poner rumbo en otra dirección porque lo que estamos haciendo simplemente no funciona o nos conduce a un callejón sin salida. 

Sin embargo, hacer consciente la necesidad del cambio es tan solo el primer paso. Normalmente después llega una fase en la que nos bloqueamos, nos sentimos atrapados por las decisiones del pasado y nos damos cuenta de que los malos hábitos regresan. 

Sin darnos cuenta, comenzamos a insistir en la dirección errónea y, obviamente, no avanzamos sino que comenzamos a retroceder. Sin embargo, el esfuerzo que realizamos es tal que terminamos agotados y desmotivados, sin comprender qué ha pasado. La respuesta es muy sencilla: hemos sido víctimas de lo que se podría denominar: “Síndrome de la Insistencia Errónea”. 

Insistir en la dirección equivocada


Imagina que es verano. Estás sentado tranquilamente en el sofá de tu casa y comienzas a sentir un calor sofocante. Para refrescarte, abres un poco la ventana. Luego abres una ventana opuesta, para crear un poco de corriente.

Cuando vuelves al sofá te sientes mucho mejor pero al cabo de unos minutos piensas que si abrieses un poco más las ventanas, sentirías aún menos calor. Te levantas y lo haces. Y así continúas, hasta que abres las ventanas de par en par.

Finalmente te sientas tranquilo en el sofá, dispuesto a relajarte y a disfrutar de la brisa, pero al cabo de un rato te percatas de que el calor ha vuelto. ¿Por qué?

La respuesta es muy sencilla: según la Física, llega un punto a partir del cual, mientras más abres las ventanas, más despacio circula el aire.

En la vida, en muchas ocasiones ponemos en práctica este tipo de comportamiento. De hecho, insistimos en la dirección errónea cuando:

- Nos aferramos a comportamientos del pasado, que en su momento fueron eficaces pero que en la actualidad han dejado de serlo y han perdido su sentido.

Insistimos en la crítica, pensando que si la repetimos muchas veces, la otra persona terminará cambiando, cuando en realidad solo lograremos que se ponga a la defensiva.

- Nos obstinamos en seguir un sueño o una idea que creemos brillante, sin tomar en consideración las pistas que nos envía el mundo real para indicarnos que vamos por mal camino.

- Nos atamos a una relación, generalmente de pareja, que ya no funciona y que se ha convertido en una fuente de conflictos e insatisfacciones.

En todos estos casos, al inicio determinados comportamientos, creencias o ideas fueron perfectamente válidos y eficaces. Sin embargo, en cierto punto del camino las condiciones cambiaron y no nos dimos cuenta, por lo que seguimos repitiendo los viejos comportamientos o aplicamos creencias que han pasado a ser desadaptativas. Obviamente, en este punto los resultados que obtenemos no son los esperados, en vez de avanzar, nos sentimos estancados o incluso retrocedemos. 

En ese punto entramos en un bucle ya que comenzamos a insistir en la dirección errónea, malgastando nuestra fuerza y energía. Entonces, en vez de reflexionar sobre nuestras creencias de base, pensamos que el problema es que no nos aplicamos lo suficiente, por lo que redoblamos aún más nuestros esfuerzos en la dirección equivocada. 

Obviamente, vivir dentro de este bucle, luchando continuamente contra la corriente, puede ser devastador porque podemos terminar creyendo que no somos lo suficientemente buenos, cuando en realidad el único problema es que debemos cambiar de dirección.

¿Cómo salir de ese círculo vicioso?


Si en los últimos tiempos te sientes atrapado en una situación que está consumiendo tu fuerza y energía pero no logras los resultados que esperabas, quizá el problema es que estás insistiendo en la dirección errónea. Plantéate estas preguntas:

- La vida cambia continuamente, ¿tú has cambiado lo suficiente? Un proverbio chino dice “no puedes dirigir el viento, pero sí las velas de tu barco”. La vida cambia continuamente, pero a veces no somos capaces de adaptarnos con suficiente rapidez a esas transformaciones. Sin embargo, seguir repitiendo comportamientos del pasado, solo porque una vez funcionaron, no es garantía de éxito, más bien es un salvoconducto al fracaso.

- Mira a tu alrededor, ¿qué señales te envía el mundo? En muchas ocasiones nos empecinamos en seguir un camino porque estamos demasiado ensimismados en nosotros mismos y pasamos por alto las señales que nos envía el mundo para indicarnos que vamos en la dirección errónea. Por tanto, haz un alto en el camino, establece una distancia emocional e intenta descifrar el significado de todos esos obstáculos, problemas y conflictos que están apareciendo y te detienen. Quizá solo están ahí para decirte que es mejor que tomes otro camino. De hecho, si tu plan no funciona, no significa que debes cambiar la meta, sino el plan. 

- ¿A qué le temes? A veces insistimos en la dirección errónea porque los otros caminos nos dan miedo. De hecho, es un error común en las relaciones de pareja. Nos mantenemos atados a una persona porque pensamos que no vamos a encontrar a nadie más y nos da miedo quedarnos solos. Obviamente, esa no es una buena razón para guiar nuestra vida. Asegúrate de que tus decisiones expresen tus sueños e ilusiones, no tus miedos. 


Psicología/Jennifer Delgado
http://www.rinconpsicologia.com

Fuente:
Goienetxea, I. & Lladó, E. (2014) La estupidez de las organizaciones: 7 metáforas para el camino. Barcelona: Rigden.

domingo, 9 de abril de 2017

Soluciona tu pasado


 


En mi opinión, a pesar de que ya hemos escuchado en mil ocasiones eso del AQUÍ Y AHORA, y de habernos comprometido en las mismas mil ocasiones a llevarlo a rajatabla y no apartarnos de ese compromiso, y a pesar de ser totalmente conocedores de lo que tomar consciencia de ello implica, y a pesar de creer que lo comprendemos, y que va a ser el faro de nuestra  vida… una y otra vez lo olvidamos en cuanto pasa la efervescencia del momento de lucidez.

El AQUÍ Y AHORA es el gran desatendido, que es lo mismo que desatender nuestra vida.

Efectivamente, sólo existe el PRESENTE, aunque el presente que estamos viviendo no sea tan fresco y virgen como un recién nacido, como aparenta, sino que es el resultado de lo que venimos arrastrando de nuestro pasado.

El presente nunca es nuevo, siempre es fruto del pasado.

El pasado marca y condiciona todos los presentes, de lo cual podríamos llegar a deducir que somos fruto del pasado.

La libertad no la utiliza siempre y bien el Ser Humano porque siempre están sus condicionamientos limitándole.

Los pensamientos nunca son libres y casi nunca ecuánimes, porque siempre están condicionados por lo pasado.

Esto nos hace ver que es imprescindible arreglar el pasado. Repito: IMPRESCINDIBLE.

Porque somos esclavos del pasado y somos su consecuencia.

El presente es el pasado, pero con la opción de corregirlo. 

Todos nuestros traumas, miedos, condicionamientos, pesares, arrepentimientos, errores, malas experiencias… pueden y deben ser revisados en este presente y resolverlos para disolverlos. Y mientras no hagamos esta indispensable tarea seguiremos siendo víctimas predestinadas, seguiremos siendo un cúmulo de inconvenientes, estaremos sentenciados a repetir las mismas equivocaciones, y daremos vueltas en la misma tortuosa noria.

En teoría, somos un lienzo en blanco, o un folio sin usar, donde cada uno puede pintar o escribir lo que quiera. Pero esta es la teoría. La realidad es otra y muy distinta. 

Cada paso que damos, cada pensamiento que creamos, cada decisión que tomamos, no lo hacemos desde la libertad y la ecuanimidad, sino que nacen condicionados por nuestro modo habitual de ver, sentir, pensar o hacer.

El futuro siempre va a ser el resultado del presente que a su vez es el resultado del pasado. De ahí la necesidad de cortar esta espiral creciente que cada vez nos aleja más de nuestro centro.

Este presente actual, si lo purificamos, si lo hacemos pleno y perfecto, cuando se convierta en pasado no será un motivo de lamento, porque no afectará al presente que tengamos entonces.

Esto hay que tenerlo muy claro: No nos podemos deshacer del pasado mediante el olvido. Nunca. Para deshacernos de las influencias desagradables del pasado tenemos que resolverlas.

No es lo que pasó lo que nos afecta, sino cómo lo vivimos entonces, y el poder que le dimos a eso que nos pasó.

El presente es una oportunidad –que conviene no desaprovechar- para corregir el pasado de modo que el presente y el futuro sean distintos.

Todo este escrito no es más que otra de las numerosas formas de decir que hay que tomar consciencia y compromiso, que el tiempo de vida del que disponemos se agota a pesar de nuestra desatención, que una gran parte de nuestra calidad emocional de vida nos la aportamos nosotros –lo mismo que una gran parte de la nuestra inestabilidad emocional nos la aportamos nosotros-, que somos nuestros principales valedores o enemigos, y que no debemos acusar a otros por no hacer lo que tenemos que hacer nosotros.

La vida de cada uno es su propia responsabilidad.

Y ahora puedes hacer lo de siempre y olvidarte de todo esto… o puedes –ya por fin- comenzar a hacer lo que tienes que hacer: resuelve tu pasado para que no interfiera en tu presente y en tu futuro.

Te dejo con tus reflexiones…  


Francisco de Sales
buscandome.es