miércoles, 15 de marzo de 2017
DESOBEDECER LOS MANDATOS
HAY QUE ATREVERSE A DESOBEDECER
En mi opinión, durante la infancia nos imponen una educación que está basada en la obediencia sin discusión, y nos queda inculcada y grabada de tal modo que aun siendo adultos no sabemos o no podemos o no nos atrevemos a desobedecer.
La educación actual y pasada se fundamentan básicamente en el premio y el castigo. Si te portas bien y eres bueno –según el criterio y conveniencia del educador, claro- te quiere y juega contigo –premio- pero si te portas mal y eres malo –según el criterio y conveniencia del educador, claro- no te quiere y no juega contigo –castigo-.
Si obedeces –aunque no estés de acuerdo- tienes el premio de la aceptación, pero si no obedeces –porque no estás de acuerdo- tienes el castigo del rechazo o el enfado. ¡Cuántas veces hemos oído “si te portas mal, mamá -o la abuela o la tía o quien sea- no te va a querer”, y esa es la amenaza más trágica y terrible que se le puede hacer a un niño que necesita imprescindiblemente sentirse querido!
Te obligan a obtener buenas notas en el colegio, y si lo hacer tienes el premio de una sonrisa, una aceptación incondicional, una felicitación y, posiblemente, un regalo. Si obtienes malas notas te regañarán, y además recibes el castigo de quedarte encerrado en casa, de no tener acceso a los juegos o aficiones que te dan placer, y de que no te acepten.
Así que nos obligan a acostumbrarnos a obedecer si es que queremos sobrevivir –que es el objetivo básico y fundamental de cualquier niño-, y obedecemos –sin cuestionarlo- tanto mandatos claros como mandatos subliminales.
Nos hacemos adultos y seguimos obedeciendo mandatos y consignas que nos grabaron en la infancia y, lo que es peor, no somos conscientes de que seguimos haciéndolo. Se han convertido en esas normas que no sabemos de dónde han salido pero que nunca nos cuestionamos y nos acaban pareciendo normales.
Como somos obedecedores inconscientes no nos damos cuenta de cuál es el motivo auténtico de la mayoría de los mandatos que nos mueven por la vida. De ahí surge, precisamente, la NECESIDAD de revisar todas las cosas que hacemos, el modo en que actuamos o pensamos, o el origen de los miedos que nos gobiernan, y eso se consigue a base de hacerse continuamente las grandes preguntas: ¿POR QUÉ? y ¿PARA QUÉ?
Encontrar sus respuestas nos puede llevar al origen de nuestros motores y motivaciones, o sea, a darnos cuenta de que muchos de nuestros pensamientos no son nuestros o de que muchas de las cosas que hacemos no las hacemos porque hayamos decidido libre y voluntariamente hacerlas sino que se deben al cumplimiento de una orden subliminal que actúa sin nuestro consentimiento expreso.
Pero, claro… en nuestro interior inconsciente eso de decidir hacer algo de un modo distinto a como nos ha sido inculcado es un acto impensable, porque es desobedecer a nuestros padres o a las figuras que nos educaron. (Hay quienes en lugar de “educación” dicen “educastración” y me encanta la palabra porque lo define perfectamente).
Y eso es un gran conflicto. Ese niño interno que se manifiesta más a menudo de lo que creemos, y que sigue actuando amenazado por el binomio premio-castigo, no se atreve a desobedecer porque sabe que el resultado es el castigo. Y sabe las pérdidas y los problemas que los castigos conllevan.
El primer paso es, por supuesto, darse cuenta de cómo actúa uno ante cada situación, de dónde surge ese modo de actuar, y si está actualizado y es propio o es algo que está ahí pero realmente no nos pertenece.
Seguimos siendo niños sumisos –y eso no es bueno- en demasiadas ocasiones, y algo interno nos frena y nos impide ser y actuar como adultos en todas las ocasiones.
No propongo que haya que rebelarse contra todo y desobedecer todo, sino que hay que darse cuenta de por qué uno deja de ser él mismo y seguir su propio criterio y es y actúa como los otros desean. Por ejemplo, quien tiene un jefe en un trabajo sabe que tiene que obedecerle en las cosas que le manda relacionadas con el trabajo, pero solamente durante el tiempo de trabajo.
Me refiero más concretamente a esas cosas que uno hace –o que uno piensa- y le dejan una sensación frustrante de no estar siendo él mismo, o una sensación casi de esclavitud o de dependencia, o la sensación de descontrol por estar haciendo o actuando sin saber por qué lo hace.
Por ejemplo, si en la infancia se le dice o se le hace ver a un niño que es torpe, que es un inútil, que no acaba bien ningún encargo o tarea, se le está inculcando una idea que le va a acompañar el resto de su vida o, por lo menos, hasta que se dé cuenta de ello y lo desobedezca. Se le está diciendo “No confíes en ti”. Y, claro, por supuesto, ese niño cuando crezca no confiará en sí mismo porque obedecerá el mandato.
Todos –repito: todos- tenemos impresos en nuestra mente o en nuestro inconsciente algunos mandatos que obedecemos rigurosamente y, por supuesto, sin darnos cuenta de que lo estamos haciendo.
La propuesta es observarse continuamente uno mismo, ver qué hace o cómo actúa, y preguntarse el “por qué” y el “para qué” de eso, y preguntarse también el “por qué no” de otras cosas.
¿Por qué me considero torpe si luego que demuestro que no lo soy?, ¿Por qué no me atrevo a hacer ciertas cosas que sé que podría hacer?, ¿Por qué me boicoteo yo mismo alguno de los proyecto que tengo?, ¿Por qué siento en muchas ocasiones que no soy yo mismo sino que soy un personaje ajeno que vive dentro de mi cuerpo?,
¿Por qué me siento mal en ocasiones después de haber hecho lo que quería hacer?
Y para encontrar las respuestas conviene remontarse hasta la infancia, porque es allí donde se encontrará el origen de la mayoría de los problemas.
Cuando uno descubra los mandatos que le impiden ser libre, conviene aplicar la fórmula de los “permisores”, o sea, darse permiso repitiendo con ahínco frases llenas de convencimiento, ayudadas por la voluntad firme y consciente de cada uno, que comiencen diciendo con rotundidad “Yo merezco…” o “Yo tengo derecho…”
Hazlo. Te alegrarás.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
buscandome.es
martes, 14 de marzo de 2017
REENCUÉNTRATE CON LA ARMONÍA PERDIDA
Partiendo de la base de que a todos nos educan dentro de una sociedad consumista, y los objetivos para los que nos preparan están relacionados con el supuesto “bienestar” social, es casi lógico que la espiritualidad y el Crecimiento Personal no estén entre los objetivos de nuestra educación.
Crecemos en este tipo de sociedad, pero… algo falla.
Las satisfacciones que vamos obteniendo no nos llenan plenamente: son efímeras. Ni siquiera al conseguir tener un buen trabajo y ganar dinero, que son los objetivos que nos inculcaron, nos encontramos en plenitud.
En el fondo se siente un descontento que no está causado por la escasez o falta de algo, ni por la necesidad de más dinero, o éxito, o poder.
No es la ausencia de “algo” lo que nos proporciona ese descontento, sino la ignorancia de qué es lo que nos falta.
Sentimos que no estamos completos, que las felicidades momentáneas no son lo que realmente deseamos, que tiene que haber algo más, pero no sabemos qué es ese algo más, ni en qué consiste, y aún menos dónde y cómo buscarlo.
Si te encuentras en una situación similar a la descrita, sigue leyendo, por si acaso.
Sería conveniente recuperar la espontaneidad; traer al uso diario aquel niño que fuimos, que estaba exento de unas preocupaciones que nos hemos impuesto; ser juguetones sin que la edad, cualquiera que sea, nos imponga una seriedad o rigidez que, a veces, agobia y obstaculiza la naturalidad;
No se debe negar que existe una necesidad interna de ser libres, de escaparse de los condicionamientos, de jugar por jugar, reír por reír, y hasta vaguear. Y negarlo, además, es antinatural, porque conlleva la mutilación de una parte de nuestra naturaleza. Por todo ello, no se deben acallar ni las emociones ni los impulsos.
En la psicoterapia uno de los principales trabajos es intentar volver a contactar con las partes de sí mismo que uno niega.
Parece ser que, como seres humanos, nos hemos impuesto unas normas a cumplir para estar en el mundo, que se basan, básicamente, en obligaciones y responsabilidades, y no hemos puesto el mismo interés en marcar unas reglas por las que el disfrute haya de ser habitual, incensurable, deseado, manifestado…
Si un extraterrestre llegara a la tierra y viera esto le parecería que estamos mal organizados.
En nuestro interior estamos pidiendo a gritos protección, cuidado, aventura, juegos… y expresarnos sin censura, ni por parte propia ni de la sociedad.
Los problemas emocionales se producen a partir de la negación o del intento de acallar o transformar nuestras emociones naturales, porque perdemos el contacto con nuestra auténtica naturaleza y con la armonía interna, que necesita que todas sus partes se manifiesten libremente.
Una vez leí un artículo que confirmaba que estaban obteniendo grandes éxitos en el tratamiento de la fibromialgia, y otras “enfermedades”, al hacer que los pacientes manifestaran sus emociones reprimidas.
Si nos observamos en los momentos de espontaneidad nos daremos cuenta de que es cuando realmente nos sentimos nosotros mismos. Somos más naturales en esos instantes que en los otros, más rígidos y artificiales.
Sería conveniente dedicar el tiempo y la atención necesarios para averiguar qué nos hace daño.
Nos hace daño, por ejemplo, imponernos demasiados “debería”, y ser adictos al “tengo que”, porque llevan implícita una sensación de tensión y agobio, y una pesada losa inflexible.
Se dice, y es cierto, que si cambiáramos el “debería” y el “tengo que”, por “es mi deseo”, o por “decido”, aunque sea la misma tarea la que vamos a realizar, en cambio, psicológicamente es más liviana: a todos los efectos, estamos haciendo lo que vayamos a hacer de un modo que implica satisfacción y el cumplimento de un deseo o decisión propia.
Sería conveniente verificar si somos o no demasiado rígidos con nosotros en la búsqueda de la perfección, si queremos hacerlo todo muy deprisa, si nos quedamos en el intento porque no ponemos todo de nuestra parte, si insistimos en aparentar una fortaleza que no tenemos...
Vivir con tensión resta pureza a nuestra vida, y crea un desequilibrio que no es útil ni necesario.
Abre tu mente. Ábrete a nuevas creencias y nuevas formas de ver la vida. Date permiso para vivir una realidad distinta. Deja a tu curiosidad que te plantee sus cosas.
Autoriza la manifestación habitual del placer y la alegría. Juega. Rescata la parte lúdica. Escucha la voz de tus deseos, y cumple todos los que sean sanos. Busca a quien eres realmente, y permítele manifestarse sin censuras.
Contacta con gente sin dobleces ni artificios. Son esos que siempre llevan una sonrisa plantada en los labios, que te miran a los ojos, que ríen de un modo sincero, que son campechanos y pacíficos. Son los que demuestran su dignidad. Son esos que sabes que nunca te traicionarán.
Acércate hasta la naturaleza todo lo que puedas. Déjate saciar por la paz y el bienestar que encontrarás en ella.
Contacta asiduamente con tu espiritualidad. Varias investigaciones indican que los seres humanos tenemos cierta función neuronal dirigida a la experiencia trascendente. La espiritualidad está para ayudarnos. Utiliza el yoga, la meditación, el silencio, los libros religiosos, la música, o cualquier otro camino que te lleve a ella. Es una necesidad casi vital.
Si quieres recuperar la armonía, si quieres ser más tú mismo, sé sincero. Es imprescindible. No te preocupes por lo que piensen o digan los demás: sólo a ti tienes que darte cuentas. Sé honesto y no te traiciones nunca.
Francisco de Sales
buscandome.es
lunes, 13 de marzo de 2017
8 Puntos De Presión Para Reducir El Estrés
Cada persona tiene sus propias formas de lidiar con el estrés, algunos escapando a algún lugar soleado, otros tomando una copa de vino, y otros intentando ignorarlo. A pesar de tener algunas ventajas, estos métodos nos brindan una solución temporal que nos permita atravesar determinadas circunstancias en el momento exacto que necesitamos.
Para nuestra fortuna, existen diferentes puntos de presión que nos ofrecen una solución efectiva y a largo plazo para combatir el estrés. Dichos puntos se encuentran distribuidos en diferentes áreas del cuerpo que pueden desencadenar una gran variedad de efectos en la mente y el cuerpo cuando se les aplica presión.
Para nuestra fortuna, existen diferentes puntos de presión que nos ofrecen una solución efectiva y a largo plazo para combatir el estrés. Dichos puntos se encuentran distribuidos en diferentes áreas del cuerpo que pueden desencadenar una gran variedad de efectos en la mente y el cuerpo cuando se les aplica presión.
Cuero cabelludo
El cuero cabelludo está lleno de puntos de presión, muchos de los cuales pueden ser utilizados para aliviar el estrés de forma efectiva. Cuando estés sentado en la oficina o en tu casa, inclínate hacia atrás y utiliza dos dedos para masajear el punto donde el cuello se encuentra con la cabeza, durante unos 20 segundos. Gran parte del estrés que acumulamos durante todo el día se concentra en los hombros y los músculos del cuello, por lo que ejercer presión sobre esta zona puede ayudar a reducir el estrés.
La oreja
Este punto de presión es conocido como “Shen men” (la puerta del espíritu) y considerado uno de los mejores puntos corporales para aliviar el estrés. En reflexología, los masajes en este punto también son utilizados para reducir la inflamación y el dolor en el cuerpo. Se recomienda utilizar una lapicera o un palillo para realizar los masajes, respirando lenta y profundamente durante el proceso.
El pecho
Muchas veces, el estrés nos hace olvidar cómo respirar de forma correcta. Este punto de presión ayuda a reducir el estrés que se acumula en el pecho, permitiéndote respirar con normalidad. Para masajear este punto, utiliza la yema de un dedo para realizar golpeteos rítmicos sobre la zona, mientras respiras lenta y profundamente. Si sufres de estrés crónico, combina los masajes en este punto, con masajes en la zona entre las cejas. La conexión entre estos dos puntos ayuda a relajar el sistema nervioso.
El estómago
Muchos reflexólogos prefieren utilizar este punto porque ayuda a crear un movimiento que libera el pecho y el diafragma, mejorando el proceso respiratorio. Luego de realizar este tratamiento, los pacientes suelen respirar de forman más pausada y profunda, y sentir una sensación general de alivio y bienestar.
El antebrazo
Este punto de presión es común en tratamientos de acupuntura y reflexología. Su objetivo es reparar la inversión del flujo de energía en el cuerpo, causada por la ansiedad y el estrés. En este sentido, la presión sobre este punto permite que la energía circule en la dirección correcta, aliviando el estrés y promoviendo la salud mental.
La Palma
En el mismo momento que apliques presión sobre este punto sentirás que el estrés comienza a evaporarse. Este punto de presión está ubicado en uno de los meridianos, también llamados canales de energía, más importantes del cuerpo, ya que afecta el corazón, el hígado y el páncreas. Muchos especialistas creen que la mayor parte del estrés que experimentamos es almacenado en el hígado, por lo que ejercer presión sobre este punto es efectivo a la hora de aliviar el estrés. Los masajes en esta zona también pueden utilizarse para tratar el dolor de cabeza, la indigestión y el insomnio.
Las pantorrillas
Si sientes que se ha acumulado estrés en la parte superior de tu cuerpo, los masajes en este punto serán la solución perfecta para ese problema. Esta zona es bastante sensible en personas que deben lidiar con situaciones estresantes con frecuencia, o en mujeres en particular.
Los pies
La aplicación de presión sobre este punto ayuda a aliviar la mente estresada que constantemente se encuentra pensando en las causas de su estrés. Muchos reflexólogos creen que este es el mejor meridiano para tratar problemas de páncreas. Además, su ubicación en el centro del pie ayuda a los pacientes a aliviar el estrés y concientizarse sobre la importancia de la salud de su cuerpo y su mente.
Lautaro O. para
http://www.todo-mail.com/
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