jueves, 16 de febrero de 2017

La respuesta eres tú


Soltar… ¡Qué difícil!
Es como si hubiéramos nacido para acumular y retener. Y lo hacemos con todo, con lo bueno, hasta que pierde el sentido… Con lo que parece malo, porque nos gusta sentir ese dolor que nos recuerda quiénes somos… Como si la punzada nos hiciera sentir vivos…
Y es que a veces, nos hemos identificado tanto con nuestras penas que somos nuestras penas. Y cuando alguien nos pregunta quiénes somos, nos limitamos a detallar una lista de agravios terribles que hemos tenido que soportar en la vida, como si fuera nuestro currículum, como si aquello fueran nuestras señas de identidad y nuestras credenciales…
No soltamos el dolor porque creemos que somos nuestro dolor. Y sentimos que si dejamos de mirarnos en el fondo de nuestras tragedias, no seremos nada… Nos hemos acostumbrado tanto a nuestra rabia, nuestro resentimiento contenido… Que pensamos que es nuestro carácter, nuestra personalidad. Y si dejamos ir esa actitud, no seremos nadie…
El dolor construido día a día forma a veces parte de nuestra esencia y tememos perdernos si dejamos que marche… Porque mientras te dolía lo que otros decían de ti construiste una coraza que te ha permitido ser quién eres…  Porque al sentirte minúsculo te pusiste a crecer para demostrar que eras grande… Porque la ira sin desatar te permitió construir un futuro mejor a base de superarte…
¿Qué me queda sin la energía que me dio mi dolor?
¿Qué tengo sin la fuerza que desencadenó en mi ese miedo, esa rabia, esa humillación?
La respuesta es fácil… Tú.
No eres tu dolor, eres lo que has construido con él.  Ahora ya no lo necesitas, ya no te sirve para seguir porque ya no eres esa persona triste y necesitada de mostrar al mundo que vale la pena… En realidad, no lo fuiste nunca, nunca, pero no lo podías ver…
Hiciste lo correcto pero con fines equivocados. Usaste la adversidad para crear algo hermoso, algo bueno para ti… Pero el objetivo no debía ser demostrarle nada al mundo sino crecer y confiar en ti. Pensabas que si te querían y aceptaban, te amarías tú y ahora ves que en realidad era al revés…
No importa ahora. Cada uno hace lo que puede con lo que está a su alcance.
Y ahora que sabes que puedes, debes soltar… Deja las muletas y camina solo. No necesitas apoyarte en nada ni nadie porque has descubierto la verdad, el poder es tuyo.
No vuelvas a cederlo ni arrendarlo. A nada, a nadie, ni a una versión de ti cómoda y cobarde…
No necesitas ese dolor porque lo has transformado.
Aspiras al máximo. No tienes límite…
Deja de preocuparte. No importa qué camino tomes porque sabes que llegado el momento, sabrás rectificar o aprovechar lo que encuentres en él.
No importa si te equivocas porque convertirás ese error en palanca.
No importa si tienes miedo, porque sabes que aprenderás de él y lo superarás.
Tal vez aún no te has dado cuenta, pero manejas algo muy valioso entre manos, tú.
Ahora que has despertado y te has quitado la venda de los ojos que sólo te dejaba ver cuando brillaba el sol, ya sabes que lo único que necesitas está dentro de ti.
No esperes nada.
No busques nada.
Arráncate la culpa de las entrañas porque está ocupando el espacio del amor…
Arranca las raíces que te han salido en la conciencia y que te atan a un pasado que no eres tú…
Llevas el equipo de asalto a la vida incorporado.
Lo que necesitas llegará.
Tan sólo suelta lastre y siente.
Deja que pase.
No eres al animal herido, eres la hermosa bestia que sobrevivió…
No eres el niño abandonado , eres el niño que aprendió a quererse.
No eres la que lloró durante mil años, eres la que ahora sonríe.
No habites una persona que ya no eres. Vuelve a ti, a ti de verdad.
Suelta esa parte de ti que a veces tiene ganas de agarrarse al miedo y quedarse quieta.
Suelta todo  lo que te tiente a aferrarte y depender.
No necesitas salvavidas porque vuelas. No necesitas nada más, te tienes a ti.
Corre el riesgo de ser tú y verás que siempre compensa…
Deja de preguntar… La respuesta es siempre la misma… La respuesta eres tú.



Merce Roura

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Daniel Ayala

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miércoles, 15 de febrero de 2017

El hombre en busca de la Resiliencia


Considero justo y apropiado empezar a hablar de resiliencia citando a Viktor Frankl : “Si no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento”.
Frankl, psiquiatra, psicoterapeuta austríaco e ideólogo de la teoría psicológica conocida como Logoterapia, merece una mención especial, ya que es un ejemplo de una actitud resiliente y de cómo reconstruirse ante una vivencia traumática.
En otoño de 1942, junto a su esposa y a sus padres, fue deportado al campo de concentración de Theresienstadt. En 1944 lo trasladaron a Auschwitz y posteriormente a Kaufering y Türkheim, dos campos de concentración dependientes del de Dachau. El 27 de abril de 1945 fue liberado por el ejército norteamericano. Frankl finalmente sobrevivió al holocausto nazi, pero tanto su esposa como sus padres fallecieron en los campos de concentración.
A pesar de esta experiencia que, a día de hoy nos parece imposible que se haya vivido tan próxima a nuestro tiempo, Viktor expone en una de sus obras más célebres “El hombre en busca de sentido” que, incluso en las condiciones más extremas de deshumanización y sufrimiento, el hombre puede encontrar una razón para vivir.
Argumenta que es la búsqueda de ese sentido lo que nos motiva y nos llena de razones para vivir y comenta que quien tenga un porqué para vivir podrá superar casi cualquier cómo”.
La resiliencia no es una capacidad innata ni una forma de entender y afrontar la vida que aparece por sorpresa, no es un superpoder ni una técnica automática que se activa ante la adversidad.
La resiliencia es una actitud, una capacidad que tenemos los seres humanos de afrontar y sobreponernos antes situaciones adversas (pérdidas, daño recibido, pobreza extrema, maltrato, abuso sexual, circunstancias excesivamente estresantes o victimizantes, etc.).
Supone un aprendizaje, una alta capacidad de adaptación ante los obstáculos del entorno y exige también la capacidad de poder recuperar el desarrollo vital que se tenía antes de producirse el estresor o circunstancia traumática.
Como toda reconstrucción, no es un proceso inmediato, esta capacidad implica sufrimiento, no nos engañemos, pero asumir esta actitud es la mejor forma de adaptación que conoce el ser humano. Consiste en un proceso de elaboración, no de borrado, supone integrar la pérdida, no olvidarla.
En la mitad del camino hacia la resiliencia aportamos y sacamos lo mejor de nosotros mismos, nos crecemos ante la adversidad y es al final del mismo cuando podemos hablar de recuperación y por tanto de felicidad. Dotar a nuestro camino de sentido significa disponer de todas las respuestas que puedan ir surgiendo a través de la evolución y del desarrollo personal.

No debemos olvidarnos que nosotros mismos somos los responsables de lo que hacemos, de lo que reímos, de lo que amamos pero también de lo que sufrimos y de lo que lloramos.

Los pilares de la resiliencia

Para comprender un poco mejor las estrategias de la reconstrucción personal citamos a Wolin y Wolin (1993), autores que exponen y describen los siete pilares de la resiliencia:
1. Introspección: hace mención a preguntarse a sí mismo y darse una autorespuesta honesta.
2. Independencia: se define como la capacidad de establecer límites entre uno mismo y los ambientes adversos; alude a la capacidad de mantener distancia emocional y física, sin llegar a aislarse.
3. La capacidad de relacionarse: incide en la habilidad para establecer lazos íntimos y satisfactorios con otras personas. Aquí encontraríamos cualidades como la empatía, la sociabilidad.
4. Iniciativa: implica exigirse y ponerse a prueba en tareas progresivamente más exigentes. Se refiere a la capacidad de hacerse cargo de los problemas y de ejercer control sobre ellos.
5. Humor: alude al hecho de encontrar lo cómico en la tragedia. El humor ayuda a superar obstáculos y problemas, a hacer reír y reírse de lo absurdo de la vida (Jauregui, 2007).
6. Creatividad: es la capacidad de crear orden, belleza y finalidad a partir del caos y el desorden. En la infancia se expresa con la creación de juegos, que son las vías para expresar la soledad, el miedo, la rabia y la desesperanza ante situaciones adversas.
7. Moralidad: se refiere a la conciencia moral, a la capacidad de comprometerse de acuerdo a valores sociales y de discriminar entre lo bueno y lo malo.
Ser resiliente depende en gran medida de estos pilares o capacidades que acabamos de citar pero me gustaría antes de dar por concluida esta reflexión recordar que; como personas somos lo que luchamos por ser, somos seres cambiantes no estáticos, hay que aprovechar esa plasticidad para adaptarnos y moldearnos ante las exigencias y dificultades.
Me defino como una persona bastante escéptica con el determinismo, pues considero que para cambiar hay que creer en el cambio y la felicidad es cierto que está en los pequeños, en los medianos y en los grandes detalles, pero no se trata de buscarla por los rincones, se trata de llegar a los rincones e inundarlos de felicidad.
La felicidad depende de nuestra actitud, por lo tanto, depende de nosotros mismos y me da pena mirar a mi alrededor y darme cuenta de que en la cultura que compartimos nos enseñan a estar estresados, a estar tristes, a tener miedos y a sufrir ansiedad; creo y considero que existe un interés social subyacente que promueve estos estados de miedo y ansiedad pero lo más importante y lo que tenemos que tener en cuenta y recordárnoslo diariamente es que ser felices depende sólo de nosotros, de ti y de mí.
“Una experiencia traumática es siempre negativa, pero lo que suceda a partir de ella depende de cada persona. En la mano del hombre esta elegir su opción, que o bien puede convertir su experiencia negativa en victorias, la vida en un triunfo interno, o bien puede ignorar el desafío y limitarse a vegetar y a derrumbarse.”

http://psicopedia.org
Fuente: documento “La resiliencia y las víctimas de desastres” firmado por Mónica García, Rosa Mateu, Raquel Flores y José Manuel Gil,