miércoles, 1 de febrero de 2017

REFLEXIONAR – DECIDIR – ACTUAR



En mi opinión, la mayoría de las personas no somos conscientes de que el hecho de no reflexionar nuestros asuntos lo suficiente y del modo adecuado es la razón de que las cosas después no se produzcan del modo que hubiéramos deseado.

Es una actitud entre infantil e insensata. Actuamos de un modo absurdo y a cambio pedimos que el resultado sea el correspondiente a un acto reflexivo y atinado.



►REFLEXIONAR

Cuando se trata de tener que tomar una decisión, el primer paso es el de encontrarse en una actitud serena –y un poco desapegada- para poder ver con objetividad y conciencia el asunto que se va a observar. 

El segundo paso es ser absolutamente sincero con lo que se va a revisar, no autoengañarse, y no esconderse información ni obviar algo que pueda tener un peso decisivo e importante. 

El tercer paso es reflexionar. Reflexionar va mucho más allá de pensar. Es asistir objetivamente, pero dirigiéndolo, a ese proceso mental que se convierte en descontrolado si uno no está pendiente de los derroteros que va tomando la mente y si uno deja el gobierno del proceso en enemigos habituales como son la desidia, los complejos, los miedos, los traumas que arrastramos, y las opiniones nefastas que sobre nosotros mismos tenemos. Es saber ordenar los resultados y ser ecuánime con ellos. 

Cuando se descubre una idea que puede ser apropiada como respuesta para lo que se trata, se anota en un papel y se la deja reposar. Se despeja la mente de esa idea para que no se obsesione con ella pensando que ya es la adecuada –que puede serlo- y de ese modo queda espacio para que aparezca otra que también puede ser buena o puede ser mejor. 

Uno puede ser perezoso -por naturaleza o costumbre- para estos asuntos de reflexionar y puede conformarse con la primera idea que aparezca sin darse cuenta de quién es el creador de esa idea y sin comprobar qué intereses ocultos se esconden detrás. 

Uno puede ser una de esas personas a las que les cuesta ponerse a pensar y, además, no confía mucho en sus propias decisiones, así que le resultará más fácil quedarse con esta primera y si luego demuestra no ser la adecuada ya se recurrirá a culpabilizar a los motivos habituales: la mala suerte, el destino, la propia ineptitud, o hasta el propio Dios que le dio poca cabeza a uno.

Conviene ser conscientes para evitar algo que utilizan algunas personas habitualmente, y es que cuando creen haber encontrado la respuesta –y para no seguir dándole vueltas al asunto que es algo que les resulta muy incómodo- se quedan aferrados a ella y no permiten que se acerque otra. En realidad lo que hacen es seguir buscando justificaciones o excusas que les sirvan para reafirmarse en esa idea. Y si la idea es la adecuada eso está bien, pero… ¿Y si no es la adecuada? En ese caso se está reafirmando lo incorrecto y eso llevará a optar por la decisión incorrecta.

Si uno ha tomado la precaución que propongo de anotar las ideas que aparezcan para que no se olvide ninguna, y lo propongo porque si no se hace así, la mente no va a estar despejada para actuar libremente, sino que una parte suya se va a quedar pendiente de que no se olvide la opción primera y de ese modo no puede trabajar con plena dedicación y libertad.

Para quien aún no lo tenga claro, conviene que sepa que la mente no es un ente autónomo que ha de funcionar por su propia voluntad y cuyas propuestas se han de acatar sin discusión desde la suposición equivocada de que los pensamientos de nuestra mente son nuestros propios pensamientos. 

La mente divaga. 

La mente –siempre- está condicionada, nunca es libre. 

La mente tiene tendencia a ser repetitiva y a actuar mecánicamente aportando la misma respuesta para situaciones similares. 

Y la mente es un instrumento que, siempre que sea manejada conscientemente por nosotros mismos, sirve para comparar u organizar pensamientos, para analizar ideas, para desarrollarlas y llegar a suposiciones, para cotejar imaginaciones y valorarlas consecuentemente, para desarrollar nuevas opiniones, pero es conveniente que sea bajo nuestra supervisión consciente. Y no creerse que lo que piensa la mente es lo que piensa uno.

Otra cosa es que uno no insista en las reflexiones porque es una persona con una inteligencia casi sobrenatural –y esté demostrada su fiabilidad a lo largo de los años- o porque tiene una intuición infalible en la que confía ya que ha demostrado su capacidad.


►DECIDIR

Con la información que ha proporcionado la reflexión, una vez ordenada y dada por buena, el siguiente paso es el de tomar una decisión. La que sea. 

Las cosas no se tienen que producir por omisión de decisiones sino porque uno es consciente de lo que quiere hacer y lo hace. 

Para algunas personas tomar decisiones es un asunto complicado. Bien por su falta de confianza y autoestima, o porque se recuerda constantemente que ya se ha equivocado muchas veces y con resultados nefastos y ese autoconcepto se convierte en un enemigo inmovilizador, o porque ante dos alternativas similares no sabe por cuál decidirse, el caso es que sabe que tiene que hacer, hasta es posible que sepa lo que tiene que hacer y cómo, pero… sigue sin decidir.

Y decidir es necesario. Sin miedo. O con miedo, pero haciéndolo en cualquier caso. Asumiendo el riesgo y la responsabilidad.

Viviendo, ya que vivir implica tomar continuas decisiones.



►ACTUAR

Si se ha hecho el proceso del modo adecuado ya se tiene una decisión que ahora necesita realizarse. Llega el momento de actuar. Ahora es cuando hay que desembarazarse de las excusas, desmontar los inconvenientes, salirse de la noria que da vueltas continuamente a lo mismo, ser maduro, comprometerse firmemente con uno y con su presente y su destino… y hacer… dejar de pensar en “tendría que hacer”  y hacer.

Es muy conveniente que la vida de cada uno sea lo que uno quiere que sea –dentro de las posibilidades- y no conformarse con excusas. 

►Vivir implica reflexionar, decidir y actuar. 

Y eso es una responsabilidad que no se debe traspasar a los otros, ni al destino, ni a la suerte, ni a la pereza.


Te dejo con tus reflexiones…

Francisco de Sales
buscandome.es

martes, 31 de enero de 2017

LÍMITES



Establecer límites nos ayuda a NO PERDER ENERGÍA.

¿Cómo hacerlo? ...Muy simple:

:: Si necesitas decir NO, ya sea a una invitación o porque no estás disponible para realizar la actividad a la cual fuiste invitad@, entonces simplemente dilo así: NO. Si lo consideras necesario puedes aclarar los motivos, pero nunca lo hagas como si fuera una disculpa. 

►Necesitamos aprender a decir NO, sin sentirnos culpables.

:: Establece y COMUNICA cuáles actividades son prioritarias para ti, no importa si las demás personas las consideran "poco importantes" o si tú lo consideras así. Pasar tiempo tejiendo, leyendo, escribiendo, danzando, sembrando o embelleciendo un jardín es en realidad una necesidad del corazón y como tal hay que honrarla.

::Si necesitas algo, EXPRÉSALO, no supongas que la otra persona sabe lo que necesitas, la habilidad de leer la mente sí es una capacidad de esta nueva era, pero aún no se desarrolla de manera colectiva. Así que vuelve a la regla básica: PEDIR LO QUE NECESITAS.

:: Permítete DESCANSAR. Gran cantidad de veces somos nosotr@s mism@s nuestro juez y transgresor@s de nuestros límites, tanto, que solemos no permitirnos el descanso correcto y reparador. Si necesitas tomarte unos minutos para cerrar los ojos y recuperarte, házlo. Si necesitas en medio de la semana tomarte uno o dos días libres para caminar en el bosque o tener contacto con la naturaleza, por supuesto, concédetelo. El descanso es esencial para tener energía libre y limpia.
***
Establecer límites es un ACTO DE AMOR, amor propio y hacia los demás. Dejemos de castigarnos y castigar a los que están a nuestro alrededor, soltando la culpa, y permitiéndonos decir, hacer y vivir lo que necesitamos.


lunes, 30 de enero de 2017

Para ser feliz, hay que aprender a ignorar


En algunos casos, alejarnos de las personas conflictivas no es una cuestión de comodidad, sino de equilibrio mental. Es cierto que no existen personas enteramente “malas” ni completamente “buenas”. Pensar asi sería extremadamente reduccionista. No obstante, existen personas cuya forma de ser y comportarse simplemente no se complementa con la nuestra y mantener una relación estrecha con ellas solo puede hacernos daño porque sus actitudes nos desequilibran, bloquean o nos impiden realizarnos plenamente como personas.

Hay relaciones que, aunque nos aporten determinadas cosas positivas, cuando las colocamos en una balanza, terminan causando más daño que bien. Estas relaciones se establecen con personas tóxicas que contaminan nuestra vida y terminan contagiándonos emociones negativas que no necesitamos.

Desgraciadamente, en la mayoría de los casos esas personas no están dispuestas a cambiar, por lo que solo nos queda una salida: ignorarlas, o más bien, aprender a ignorar algunas de sus actitudes. Porque no tiene sentido sacrificar nuestro bienestar emocional solo para mantener a flote una relación que nos está causando daño.

¿Qué debemos aprender a ignorar?


1. Las críticas destructivas. Las críticas son positivas, siempre y cuando tengan un objetivo constructivo y nos ayuden a reparar un error o a crecer. Sin embargo, hay personas que solo critican por el placer de criticar y causarle daño a los demás. Si queremos blindar nuestra autoestima, debemos aprender a ignorar esas críticas. Una vez que has detectado a una persona así, que solo hace críticas destructivas, deja de preocuparte por lo que piense sobre ti. Después de todo, sus opiniones no te permitirán crecer sino que tan solo servirán para desestabilizarte.

2. Las comparaciones inútiles. Todos tenemos una tendencia innata a comparar. De hecho, se trata de una de las operaciones básicas del pensamiento, gracias a la cual podemos sacar conclusiones. Sin embargo, hay personas que recurren a las comparaciones para manipularnos emocionalmente. Se trata de gente que nunca está satisfecha y siempre compara nuestras decisiones, comportamientos o actitudes con otros, para hacernos quedar mal. Obviamente, si conoces a alguien que siempre menosprecia tus logros, es conveniente que aprendas a hacer oídos sordos de sus opiniones.

3. Las preocupaciones sin fundamento. Todos nos preocupamos, pero hay personas que son verdaderos profesionales a la hora de buscar motivos para preocuparse. Se trata de gente que siempre tiene un problema para cada solución, que se centran en los aspectos negativos y siempre están avizorando catástrofes o desgracias. Obviamente, no necesitamos a alguien así en nuestra vida. No se trata de adoptar un optimismo ingenuo que no nos llevará a ninguna parte, pero rodearse de personas que solo ven lo negativo terminará deprimiéndonos y descorazonándonos, sumiéndonos en un estado en el que solo esperamos lo peor. Por tanto, es mejor aprender a ignorar ese tipo de vaticinios.

4. Las inseguridades innecesarias. Hay personas que van por la vida como si fueran expertos de todo. Siempre tienen algo que opinar y se encargan de minimizar nuestra opinión, haciéndonos sentir insignificantes. Esas personas generan una profunda inseguridad, que termina socavando nuestra autoconfianza y nos pueden sumir en un estado de bloqueo emocional que nos impida cumplir nuestros sueños. Por eso, procura ignorar ese tipo de comentarios y actitudes, sobre todo cuando no tienen en su base un conocimiento profundo de la situación y no sirven para ayudarte a construir el proyecto que te estás planteando.

5. Las culpas erróneas. Hay personas que ven la paja en el ojo ajeno pero no son capaces de percibir la viga en su propio ojo. Esta gente a menudo recurre a la sensación de culpa para manipularnos, haciendo que nos sintamos realmente mal con nosotros mismos, hasta el punto que pueden convertirnos en sus esclavos porque nuestro estado de ánimo y decisiones quedan sometidas a sus deseos. Se trata de gente que reclama continuamente y que jamás está satisfecha. Obviamente, es fundamental aprender a ignorar esos intentos de echarnos la culpa, para no caer en su red.

¿Qué consigues cuando aprendes a ignorar las actitudes dañinas?


Cuando aprendes a ignorar todas esas actitudes, te das cuenta de que puedes escuchar tu diálogo interior con más fuerza, que logras conectar con tu “yo” más profundo, para descubrir qué es lo que quieres realmente. Cuando dejas de preocuparte tanto por lo que piensan los demás de ti, comienzas a descubrir lo que de verdad te apasiona.

A la vez, te llenas de una energía que no conocías, porque las actitudes de estas personas reclamaban gran parte de tus recursos psicológicos, unos recursos limitados que ahora puedes dedicar a ti mismo, a crecer como persona y a seguir tus sueños.

El camino no es sencillo pero los resultados valen la pena, sin duda.

Psicología/Jennifer Delgado
http://www.rinconpsicologia.com