viernes, 11 de noviembre de 2016

LA SABIDURÍA DEL "NO"


Algunos separados, más allá del malestar que esto conlleva, adquieren lo que podría llamarse la sabiduría del «no»: es posible que no posean una absoluta claridad sobre lo que esperan y quieren del amor, pero sí sobre lo que no quieren y no estarían dispuestos a tolerar por segunda vez. Después de un tiempo, cuando la vivencia del «nunca más» se instala y se hace consciente, funciona como un antivirus.

¿Qué no quisieras repetir en una nueva relación? 
Por ejemplo: no quiero vivir en abstinencia sexual, no quiero una persona extremadamente ahorrativa, no quiero una pareja celosa que me quite libertad; no quiero que no me respeten; no quiero alguien poco cariñoso; no quiero que se olviden de mi cumpleaños; no quiero que mi pareja sea aburrida; no quiero que me sea infiel... 

En fin: tus «no quiero», ordenados y sistematizados de mayor a menor, lo que no sería negociable, lo que no serías capaz de soportar de nuevo. Un mal matrimonio o una mala relación saca a flote nuestras sensibilidades más profundas que, probablemente, no conocíamos antes de sufrirlas.

Aprende de las experiencias anteriores. Que tu próxima «elección afectiva» sea sustentada y pensada: amar no es volverse bobalicón (a pesar de que en la etapa de enamoramiento se nos baje por unos meses el coeficiente intelectual). Los que se equivocan por segunda o tercera vez lo hacen porque no han detectado ni incorporado los «no quiero» correspondientes de los primeros intentos.

Extracto del libro: 
Manual Para No Morir de Amor 
Walter Riso
http://consentido2.blogspot.com.ar/
Fotografía de internet

Si estás buscando a una persona que cambie tu vida: mírate al espejo


Nos pasamos media vida buscando a esa persona especial, mágica y vibrante que ha de llegar para cambiarnos la vida. Soñamos con ella, la anhelamos como quien espera el consuelo a todas sus penas. Hasta que al final, un día lo hacemos. Nos miramos al espejo y nos damos cuenta de que esa persona siempre ha estado allí: somos nosotros.
Podríamos decir sin equivocarnos que muchos de nosotros somos unos eruditos racionales. Estamos doctorados en la escuela de los mil conocimientos y las mil competencias. Sin embargo, nadie nos ha iniciado en la auténtica maestría de la vida: la del autoconocimiento, la autoestima y la Inteligencia Emocional.
“Quien domina a otros puede parecer fuerte: pero poderoso es quien se conoce y a sí mismo”
-Lao Tze-

Por curioso que nos parezca, hay quien erige una existencia a modo de eterno peregrinaje emocional. Buscan en los demás lo que no hallan en sí mismos. Porque quien no se ha descubierto aún todas sus bellezas interiores espera que sean otros quienes lo hagan. Porque cuando uno no ha aprendido aún a autoabastecerse, vive como un vagabundo eterno demandando atención y las migajas de un afecto que lo empobrece más aún.
Hemos de entender que no siempre va a llegar alguien para apagar nuestros miedos, para llenar nuestros vacíos y romper el témpano de nuestra inseguridades, para transformarnos en criaturas valientes. A los héroes no se les espera. Los héroes se crean. Para ello, es necesario revelarnos como seres autosuficientes, como personas dignas y capaces de crear sus propios senderos.
Algo así solo lo conseguiremos de un modo muy concreto: descubriéndonos a nosotros mismos. Te proponemos intentarlo del siguiente modo.

El diálogo positivo con esa persona que habita en nuestro espejo

Carl Rogers solía decir que el ser humano es como una isla solitaria. A veces, lejos de invertir nuestro tiempo descubriendo las riquezas de estos escenarios personales aceptando su variedad y singularidad, nos escondemos. Solo cuando la persona es capaz de aceptarse tal y como es, será capaz de construir puentes firmes y sólidos hacia otras islas. Hacia otras personas.
Para lograrlo, nada mejor que iniciar cuatro tipos de diálogo con ese ser precioso que habita en nuestro espejo y al que no siempre tenemos en cuenta.
“Estoy solo y no hay nadie en el espejo”
-Jorge Luis Borges-

1. El diálogo racional

Para favorecer este reencuentro con nosotros mismos vamos a iniciar en primer lugar un diálogo racional.
  • Este diálogo es inquisitivo y desafiante y su objetivo es muy concreto: busca despertarnos.
  • Nos haremos preguntas firmes sobre nuestra actual realidad con el fin de limar muchas de esas distorsiones cognitivas que se arraigan en nuestro interior. Algunos ejemplos serían:
    • “¿Por qué me preocupa tanto dar una buena imagen a los demás? “
    • ¿Por qué tengo tanto miedo a decepcionar a mi familia, amigos, pareja?”
    • “¿Por qué pienso que si no hago esto o aquello me rechazarán?”

  • Para facilitar este tipo de conversación interna, nos plantearemos también cuestiones sobre nuestro futuro a corto y largo plazo.
    •  ¿Cómo me gustaría verme dentro de un año?
    • ¿Qué estoy haciendo para lograrlo?
    • ¿Qué me impide llegar a estos objetivos?
  • 2. El diálogo bondadoso

    Si el diálogo racional ha actuado como astuto abogado sacando esas realidades desagradables de nuestro espejo, ahora es momento de reconocer las emociones que estamos sintiendo. Hemos tomado conciencia de muchas decepciones, de miedos profundos y de amargas frustraciones.
    El diálogo bondadoso nos acoge con frases como:
    • Sé cómo te sientes, llora si lo necesitas.
    • No tengas miedo de aceptar tus sentimientos.
    • No eres débil por sentirte vulnerable en estos momentos. Fuerte es quien tiene la valentía de mirarse al espejo y descubrir que no se siente bien. Que hay heridas internas que duelen y que es necesario desahogar: hazlo.

    3. La voz de los valores

    La hermosa persona de nuestro espejo sabe ya que hay cosas que debería cambiar. Que hay aspectos personales que deben potenciarse. Asimismo, hemos entendido que existen cosas y personas que nos traen más tristezas que felicidades. La aceptación de nuestras emociones y el posterior desahogo nos permite ahora ver las cosas con mayor lucidez y sosiego.
    Tras ese amanecer racional y emocional, ahora llega un momento importante. ¿Cuál es entonces el siguiente paso en este autodescubrimiento? Recordar cuáles son nuestros valores.
    • Los valores configuran esa voz apacible y serena de nuestra conciencia. Son nuestras raíces y no debemos actuar en su contra.
    • Para favorecer una adecuada reflexión sobre cuáles son nuestros valores podemos coger una hoja en blanco. En ella haremos un listado con varias columnas con las siguientes categorías:
      • “Yo soy”
      • “Yo creo”
      • “Yo estoy en contra de”
      • “Yo defiendo”
    Invierte unos minutos en realizar este ejercicio completando cada columna. Puede ser muy vitalizador y reafirmante.


El diálogo motivador

Llegada esta fase la persona hermosa de nuestro espejo ya ha salido de la penumbra y se muestra ante nosotros. Ahora, es el momento de sacarla de esta dimensión para abrazarnos a ella y fundirnos en un mismo ser. En una misma entidad valiente y decidida.
  • El diálogo motivador nos va ayudar a cumplir nuestros propósitos, armonizando nuestras emociones, sentimientos y valores.
  • Hemos de ser capaces de actuar de acuerdo a lo que sentimos mediante pequeñas autoinstrucciones firmes y positivas. Estos serían algunos ejemplos:
    • Hoy seré capaz de decir “sí” sin miedo y “no” sin culpa. Es momento de sentirme libre y seguro/a de mi mismo/a.
    • Voy a dar lo mejor de mí sin que me afecte tanto lo que los demás digan o hagan. Ya es hora de dejar de sufrir inútilmente.
Para concluir, esa persona especial que habita en nuestros espejos está anhelando ser visible, tener voz y libertad para demostrar al mundo de lo que es capaz. Lo creamos o no, puede lograr muchas cosas, de hecho, solo ella puede cambiarnos la vida…

Psicología/Valeria Sabater
https://lamenteesmaravillosa.com

jueves, 10 de noviembre de 2016

No importa si el vaso está medio lleno o medio vacío, sino si se está llenando

Durante décadas hemos usado el ejemplo del vaso lleno hasta la mitad para distinguir a las personas optimismas de las pesimistas. Si ves el vaso medio vacío, es porque tiendes a fijarte en las cosas negativas de la vida, porque usas un prisma gris para ver el mundo. Si ves el vaso medio lleno prefieres enfocarte en los aspectos positivos y si eres de los pocos que afirman que el vaso está por la mitad, entonces eres una persona que prioriza la objetividad, que puede ver las dos caras de la moneda.

Sin embargo, lo cierto es que esta percepción del vaso es típica de la mentalidad occidental. Nos encanta constatar los hechos, romper las cosas para ver cómo están hechas y seccionar la realidad para llegar a conclusiones “científicas”. No es nuestra culpa, nos han enseñado a ver lo que ocurre a nuestro alrededor como si fuera una serie de fotografías congeladas en el tiempo. 

Obviamente, la realidad no es así, la realidad cambia continuamente, todo lo que nos rodea está en transformación y movimiento. De hecho, el apego a nuestra visión estática de las cosas es una de las principales causas de nuestros miedos, preocupaciones y desequilibrios emocionales. No ser capaces de aceptar el cambio y la incertidumbre nos genera una enorme dosis de inseguridad y ansiedad, con la cual no somos capaces de lidiar.

El experimento que puso al descubierto nuestro pensamiento categorial


Un experimento muy interesante realizado por psicólogos de la Universidad de Michigan y la Universidad de Hokkaido reveló que tenemos la tendencia a agrupar los objetos formando "categorías", mientras que las personas de cultura oriental suelen agrupar los objetos en términos de "relaciones".

En el estudio participaron estudiantes universitarios asiáticos y estadounidenses. A todos les dieron una serie de fotografías en las que debían elegir qué objetos podrían corresponder entre sí, como en este ejemplo que aparece a continuación.

¿Qué figura combina mejor con el toro? Tómate un minuto para responder.


La mayoría de los estadounidenses eligieron el "pollo" porque incluyeron a ambos en la categoría: "animales", al igual que haríamos la mayoría de nosotros. Sin embargo, la mayoría de los asiáticos escogieron la "hierba" porque se centraron en la relación entre ambos: "el toro come hierba".

Este experimento, que forma parte de una serie de estudios muy interesante, demuestra cómo la cultura afecta nuestro pensamiento, nos desvela que tenemos la tendencia a centrarnos en los objetos, sus propiedades y categorías, como si fueran cosas inmutables. Al contrario, la cultura oriental prioriza las relaciones, el contexto y el medio.

Abrazar el movimiento nos ayudará a tomar mejores decisiones


Por supuesto, tanto el pensamiento categorial como el relacional son importantes, no se puede afirmar que uno sea mejor que el otro. No obstante, fijarse simplemente en que el vaso está medio lleno o medio vacío significa limitarse a constatar un hecho. Nada más. Esto nos permite tomar una instantánea de la situación actual, pero no nos ayuda a saber cómo proyectarnos al futuro.

En nuestro día a día, sin darnos cuenta, nos comportamos de esa manera. Nos limitamos a constatar los hechos, sin percatarnos del movimiento. Por tanto, solo vemos una parte de la realidad y, lo que es aún peor, pasamos por alto precisamente la parte que nos permitiría tomar buenas decisiones de cara al futuro.

¿Cuándo aplicamos el pensamiento categorial?

- Cada vez que llegamos a conclusiones inamovibles sobre las personas o las situaciones que vivimos. 

- Cada vez que nos limitamos a constatar un hecho, sin intentar buscar sus causas y sin vislumbrar qué podría pasar luego.

- Cada vez que somos víctimas de los estereotipos, que colocamos etiquetas y nos comportamos como si fueran la verdad absoluta.

- Cada vez que criticamos y juzgamos, sin brindar una solución o una posible salida.

- Cada vez que pensamos que un problema tiene una sola causa y una sola solución.

Para mejorar realmente nuestra vida deberíamos ir un paso más allá. No deberíamos limitarnos a constatar si el vaso está medio lleno o medio vacío, sino que deberíamos preguntarnos si, tal y como están las cosas, hay más probabilidades de que se llene o de que se termine de vaciar. Solo así podremos apreciar un cuadro más completo.

En la vida cotidiana, solemos dejar que las cosas que han pasado, que el pensamiento categorial, determine nuestras decisiones. Dejamos que un error del pasado determine toda nuestra vida. No obstante, lo que realmente deberíamos hacer es centrarnos en el futuro e intentar vislumbrar cómo será y qué podemos hacer para mejorarlo. Al mirar solo al pasado y constatar un hecho aislado, limitamos nuestra visión, es como si nos pasáramos toda la vida mirando una foto. Cuando miramos al futuro y somos capaces de ver las cosas en su conjunto y movimiento, las posibilidades que se abren ante nosotros son infinitas. 

Psicología/Jennifer Delgado


Fuentes:
Nisbett, R. (2003) The Geography of Thought: How Asians and Westerners Think Differently. Nueva York: Free Press.
Nisbett, R. & Masuda, T. (2003) Culture and point of view. PNAS; 100(19): 11163–11170