domingo, 9 de octubre de 2016

El sutil beneficio del Yoga Profundo

De todos es conocido el beneficio incalculable del llamado Yoga físico. Las características que acompañan a las posturas de yoga: firmeza, comodidad, inmovilidad natural, relajación, respiración sentida y concentración interiorizada, van a estimular la vida en cada órgano, tejido y estructura corporal.

Todos los sistemas se dinamizan y refrescan por dentro y por fuera.
Cada postura genera beneficios específicos, pero es la práctica equilibrada de un grupo de asanas cuidadosamente seleccionadas lo que creará un impacto tal que se ralentiza el envejecimiento y la oxidación celular, incrementando así sobremanera la experiencia de vitalidad.
Podríamos clasificar los beneficios de las posturas de yoga en cuatro grupos, imbricados e inseparables:
  • El impacto en tendones, ligamentos y músculos que ejercitados cuidadosamente desarrollan flexibilidad, fuerza y tono, recuperando así toda su movilidad. La estructura ósea y la columna vertebral como eje central son movilizados en todos sentidos y direcciones generando un equilibrio y estabilidad que permite compensar e incluso corregir algunas desviaciones estructurales.
  • Todos los sistemas recuperan su funcionamiento óptimo: circulatorio, endocrino, límbico y uno de los más castigados a la vez que esencial, el sistema nervioso.
  • Pero el beneficio más sutil de las posturas de Yoga o asanas es el equilibrio de la circulación energética. Los canales psíquicos que recorren todo el organismo y los centros vitales energéticos o chakras son estimulados facilitando así una mayor sensibilidad y una consciencia más refinada de la vida.
  • Dicho equilibrio energético armoniza las emociones y la mente, abriéndose el potencial creativo y una calma tal que el estado naturalmente meditativo florece fácil.
Muchos casos de depresión, falta de ánimo e infinidad de dolencias e incomodidades desaparecen por estirar, contraer, movilizar, torsionar, invertir, aliviar, flexibilizar, fortalecer, tonificar….
Pero quiero llamar la atención sobre un beneficio más sutil y silencioso: encontrar el espacio y el tiempo para mimarse, para quererse, respirarse, relajarse. Querer sentirse mejor, no conformarse…Beneficios que encontraremos con la práctica regular de un mínimo de dos veces semanales. Creando un hábito donde cuerpo y mente se preparan para disfrutar, desde el primer instante de la práctica, que se convierte en un gozo.
Sobre ese cuerpo astral o vital el cuidadoso trabajo con la respiración suaviza y atempera las emociones hasta el punto que todo el mundo mental gratuito y automático se silencia naturalmente, sin esfuerzo (siempre hablamos de una práctica comprometida).
Todo lo que está vivo y se moviliza en nosotros depende del equilibrio del prana o fuerza vital. Los pranayamas y respiraciones yóguicas equilibran dicho prana y el movimiento emocional y mental en nosotros, además de las funciones fisiológicas todas. Los centros psíquicos o chakras (asiento de la consciencia animal, sexual, volitiva, amorosa, creativa e intuitiva) son excepcionalmente estimulados por los ejercicios de respiración, despertando progresivamente todo el potencial humano.
La práctica respiratoria consciente oxigena las células, las rejuvenece y revitaliza, mejora el metabolismo celular, facilita la expulsión de dióxido de carbono depurando así la sangre, masajea los órganos internos, tonifica el corazón, favorece sobremanera el rendimiento intelectual y mejora la creatividad. Otorga calma y serenidad. Asimismo los diferentes pranayamas pueden ser equilibrantes, estimulantes o relajantes.
El beneficio sutil y definitivo de todas estas prácticas genera la transición del llamado Yoga externo al Yoga interno. Los sentidos y la mente tienden a desinteresarse por los estímulos que tanta energía vital nos hacen despilfarrar. La observación tranquila sin juicios, la aceptación complacida de la “película” representada en nuestro escenario psíquico (chidakash), sin rechazar o desear, el establecerse en Sakshi, la consciencia testigo, es la consecuencia natural de una buena práctica.

Yoga mental, en busca del más excelso de los beneficios

La meditación es la práctica por excelencia del Yoga mental. Sus beneficios son inmensos, ya que nos entrenamos a observar desde “el palco” todo lo que acontence en nuestro mundo mental, con tranquilidad, templanza. Este posicionamiento purifica el contenido mental y emocional que brota del inconsciente y subconsciente y que condiciona nuestra libertad de movimientos.
La meditación, está más que demostrado, estimula áreas cerebrales que de otra manera se atrofian. De nuevo la creatividad y la estabilidad emocional son beneficios de los que nadie se debería privar, ya que la calma que genera la meditación en cualquiera de sus fases (no es necesario ser un meditador supremo), la concepción de la vida, los propios valores son tranquilamente revisados…y aparece así la comprensión y la libertad.
Realmente la práctica de yoga pretende acercarnos al más sutil y excelso de los beneficios. Está ya más que demostrado que todo lo que vemos y tocamos depende, se forma y se alimenta de su versión más sutil. Así en el Yoga se explica que el ser humano está conformado por tres cuerpos: el físico o denso, el energético-vital o astral y el causal u origen de los otros dos, también llamado cuerpo de felicidad.
Creando las condiciones para a acceder a la armonía que reina naturalmente en el cuerpo causal, los cuerpos astral y físico quedan armonizados, porque son la expresión más y más densa de aquél primero. Como en una cascada, refrescando los cuerpos “inferiores”.
Cuando el individuo se siente dichoso y en armonía con el resto del universo (características de la naturaleza espiritual del cuerpo causal), los cuerpos denso y vital quedan impregnados de dicha armonía, equilibrio y salud.
Así quiero aclarar que nuestra concepción del sentido de la vida, los valores de los que nos servimos para vivirla y nuestra sinergia o no con el resto del Universo, crearán más o menos irritación o calma en nuestro vivir, con más o menos elegancia. Algunos lo llaman espiritualidad, y aunque la palabra ha sido usada a veces un poco a la ligera, se refiere a nuestra sensibilidad a los aspectos trascendentes y sutiles que soportan la parte densa de la vida. Espiritual se refiere a entender y sentir que la energía y la consciencia están detrás de todo.
El yoga milenario y sus cientos de prácticas han sido legados al ser humano para recorrer el camino inverso. Usando el cuerpo físico como puerta de entrada, los yoguis eran capaces de armonizarlo a tal punto que se mostraba fuerte, sano y puro. Aprendieron a equilibrar el cuerpo astral de manera que se suavizaban las emociones y el mundo mental quedaba trascendido… abriéndose así las puertas de la paz profunda del alma cuyo asiento es el ya familiar cuerpo causal.

http://www.yogaenred.com/

sábado, 8 de octubre de 2016

INTELIGENCIA Y AMOR

(Fragmento del nuevo libro de Sergio Sinay)


Las parejas felices existen. 

Aunque quizás tienen menos prensa y visibilidad que las infelices o las insostenibles. Es entendible que sea así. Quienes están dedicados a construir y vivir un vínculo de buen amor tienen sus energías puestas en esa construcción, dedicadas a esa tarea cotidiana. No son felices para exhibirlo y hacer demostraciones, sino como resultado de un compromiso y una responsabilidad asumidos y experimentados. Por lo tanto nada tienen que demostrar, viven sus vidas. 

Como en todos los planos, también en el amor la felicidad es la huella de un camino recorrido y no la mera expresión de un deseo.     

Las parejas felices no han puesto su meta en la felicidad, sino en mirarse, conocerse, llevar adelante proyectos que les permiten explorar el sentido de sus vidas. Han aprendido a escucharse y, por lo tanto, consiguen que su amor le llegue al amado o la amada de la manera en que él o ella necesitan ser amados.

     Al amar de esa manera el amante enriquece su propio mundo emocional y afectivo y conoce aspectos profundos y muy ricos de sí mismo. Esto no ha ocurrido por arte de magia ni les fue graciosamente concedido. Es producto de un trabajo cotidiano. Porque el amor verdadero, no el de las fantasías y cuentos, se erige ladrillo a ladrillo, día a día a través de pequeños gestos, de oportunas palabras y miradas, de una escucha sensible. También aprendiendo a resolver desacuerdos. Igualmente en la dificultad y en la frustración. Y, como esas flores empecinadas que asoman entre dos piedras, se templa a menudo en el dolor.

     Las parejas felices se constituyen con personas reales, es decir falibles, imperfectas, incompletas, y no con seres impolutos, coronados por un aura de santidad, heroicidad o divinidad. Personas que han aprendido a desilusionarse la una de la otra, a aceptarse y a redescubrirse en nuevos aspectos y dimensiones. Han construido confianza en el tiempo, han sido incluso mutuamente intolerantes antes de alcanzar la paciencia amorosa. 

      Las parejas felices no comen perdices o quizás solo lo hacen ocasionalmente. Se alimentan con el pan de cada día, que ellas mismas amasan. A veces se agasajan con maravillosos banquetes y otras veces ingieren solo lo que hay (y suele ocurrir que, en ocasiones, lo que hay es poco). Para comer perdices se toman el trabajo de buscarlas y cazarlas, y eso lleva tiempo, decepciones y peligros. A nadie se le regala una pareja feliz. Quienes la tienen han sido orfebres que trabajaron con constancia, presencia, responsabilidad, inspiración y voluntad en el tallado de esa joya propia y única.  
       
     León Tolstoi (1828-1910) abría Anna Karenina, obra maestra imperecedera, con uno de los grandes comienzos de la literatura universal: “Todas las familias felices se parecen, mientras que las desgraciadas lo son cada una a su manera”. En el caso de las parejas felices, en cambio, se puede decir que cada cual es única mientras que la infelicidad amorosa se funda habitualmente en las mismas y repetidas causas.

     Felicidad en la tierra

     El filósofo francés André Comte-Sponville brinda una bella e inspirada descripción de lo que es una pareja feliz. “No es –dice- la unión de un hombre y una mujer (o dos hombres o dos mujeres) que han hallado el secreto de la pasión perpetua (…) no es una pareja que ha sabido transformar la falta en alegría, la pasión en acción, el amor loco en amor sabio (…), es una pareja en la que cada uno se alegra de la existencia del otro, del amor del otro por él y por la alegría que hallan juntos, aunque haya días mejores que otros, alegría por habitar el mismo lugar, por vivir el mismo presente y la misma intimidad sin igual” .

     Nada de esto quita, sin embargo, que esas parejas discutan, que tengan ruidosos desacuerdos, que pierdan en algunos momentos la paciencia el uno respecto del otro, que vean naufragar proyectos. Sólo puede conocer la felicidad quien padece también el dolor y la desazón. Si no, ¿cómo reconocerla? Una pareja feliz no lo es de una vez y para siempre, como no lo es una persona. Su logro son los momentos de felicidad, que tanto pueden durar un instante, una tarde, o concentrarse en una mirada, una caricia, un encuentro de los cuerpos, o en el logro de una meta, en la superación de un momento difícil, en un período de armonía o simplemente en la comprobación de la belleza del acompañamiento.

     Las parejas felices suelen ser tan terrenales, tan corpóreas, y suelen habitar escenarios tan comunes y ordinarios, que terminan por pasar inadvertidas. No, nadie agobia a sus amigos y conocidos con interminables relatos acerca de su propia felicidad amorosa. Quien está bien con otra persona está bien consigo mismo, no necesita huir permanentemente de sí para descargar su malestar en otros oídos u otras espaldas. Esto no significa que prescinde de los otros y se encapsula en su propio bienestar de una manera egoísta. Al contrario, quien está mal, quien se siente frustrado, quien padece de un acusado malestar emocional y afectivo tiene dificultad para registrar al otro, para salir de su sufrimiento, para abrirse al relato ajeno.

     Quien se siente feliz tiene tiempo y hospitalidad para escuchar, para recibir a los otros, incluso en la aflicción que los aqueja, y puede esperar hasta el final para hablar de su estado. No será mucho lo que diga, pero será real, cargado de verdad. La verdadera felicidad es discreta, se instala en silencio y fluye. No es estentórea y superficial como la diversión, no necesita manifestarse a cada segundo perseguida por la preocupación de no ser real. Corre como un río subterráneo y emerge periódicamente sin desbordes.

     ¿Cuál es el secreto? No lo hay. No existe una fórmula a adquirir, algo externo que lo promueva. La felicidad no se compra hecha y no hay persona que llegue a la vida de otra con la felicidad debajo del brazo. Como el mismo amor, la felicidad es también una construcción. Y en todo lo que los humanos construimos empleamos la inteligencia. Las parejas felices han puesto la inteligencia al servicio del amor. De eso se trata. El amor feliz es un amor inteligente. Y existe.




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viernes, 7 de octubre de 2016

Yoga - OM y Sakshi: los estados de consciencia y la consciencia testigo

Según los yoguis, el ser humano fluctúa entre tres estados de consciencia, vive en tres mundos, en función de con qué parte de sí se identifica. La propuesta del Yoga Profundo es trascender ese constante fluctuar de los estados de consciencia y establecerse en el cuarto estado.



Como canta Swami Sivananda: ”Soy testigo de los tres estados, existencia absoluta, testigo de los tres estados, dicha absoluta, testigo de los tres estados, consciencia absoluta. Soy Sat-Chit-Ananda”. Afectado por el constante fluctuar de las tres gunas o cualidades-estado, el yo inferior es bamboleado cual hoja al viento…

Primer estado de consciencia: Jagrat

Durante el estado de vigilia, Jagrat, en el que pasamos más tiempo, nos identificamos, creemos ser un cuerpo. Nos identificamos con las formas y colores… con la información que percibimos a través de los sentidos (gñana indiyas) y con aquello en lo que podemos impactar a través de nuestros órganos de acción (karma indriyas).
Nuestra experiencia del mundo y de nosotros mismos está sujeta a las limitaciones de lo físico, del espacio y del tiempo.
Todo aquello que no es percibido por los sentidos y afectado por nuestros karma indiyas (la boca que habla, las manos que cogen, los pies que caminan, los órganos sexuales que generan vida y la excreción) no forma parte de nuestra realidad.
La mayoría de los seres humanos cree que ahí acaba la vida.
Identificados con el color de pelo, el ancho de la cintura, estamos condicionados por la envoltura física (annamaya kosha) con todas las limitaciones de esta, así que cuando nos ronda la muerte, tenemos mucho miedo, miedo a lo desconocido. Miedo a perder lo “único que tenemos”: el cuerpo físico (stula sharira).
Jagrat coincide con lo que en psicología llamamos estado consciente o despierto; una mínima parte del espacio del psiquismo está en marcha aquí.
Se siente pobre; ahoga, ¿verdad?

Segundo estado de consciencia: Swapna

Swapna es el estado de sueño con ensoñaciones. Es el estado mental que vivimos la mayor parte de la noche al dormir. El cuerpo, abandonado (aparcado) sobre la cama deja de limitarnos. Ya no dependemos de la información de los sentidos (gñana indriyas), ni de la movilidad de los órganos de acción (karma indriyas).
Desidentificados ya no somos un cuerpo sometido al espacio-tiempo. Ahora somos una mente. En este estado, identificados con nuestro subconsciente, toda la carga psíquica, impresiones y memoria crearán un mundo donde podemos volar, ser gigantes, pequeños… Lo llamamos sueños.
Las impresiones recogidas por los sentidos y la experiencia vital de los karma indiyas han dejado una impronta en la mente. Dicha impronta más las vivencias de todas las vidas o reencarnaciones hacia atrás ocupan un amplio espacio mental: el subconsciente.
Durante el sueño con ensoñaciones (swapna), el individuo se identifica con su mente, y su experiencia durante el sueño es tan real como en vigilia. De hecho sabemos que se estimulan las mismas áreas cerebrales. Por eso el herrero que durante 12 horas soñaba que era un rey, la mitad de su vida fue herrero y la mitad rey.
Es importante comprender que toda la carga psíquica contenida en el subconsciente condiciona a su vez la percepción y vivencia en el estado consciente. Tiñe, limita y obliga…
Este estado de consciencia, explican los yoguis, ocurre en el cuerpo sutil (shuksma sharira), con el que nos identificamos. Ocurre en las envolturas energético-vital (pranomaya kosha), mental (manomaya kosha) y de consciencia (vigñanamaya kosha).

Tercer estado de consciencia: Sushupti

El tercer estado de consciencia por el que pasamos regularmente es Sushupti o estado de sueño profundo . Desidentificados del cuerpo y de la mente, desidentificados del espacio, el tiempo y las ideas, nos volvemos libres, conectados con el conocimiento que reside en nuestro inconsciente.
En Sushupti quedamos identificados no con la información sensorial, no con las ideas, sino con la intuición y sabiduría de la que estamos hechos. Nos identificamos con el Ser. No hay limitación de ningún tipo. Estamos establecidos en Sat-Chit-Ananda. En nuestra verdadera naturaleza. Hay Paz
Durante el estado de consciencia intuitiva, los yoguis explican que nos identificamos con nuestro cuerpo causal (karana sharira). Este es el cuerpo original, y está formado por una sola envoltura también (anandamaya kosha) desde donde nos identificamos con el Ser o Atman. Más allá del espacio y del tiempo y de cualquier limitación física o mental, más allá de la individualidad, nos sentimos unidos y fundidos con el Universo entero.
Este estado refresca y descansa, alivia y relaja el cuerpo físico y el sutil. Es imprescindible pasar por este estado de Sushupti, de sueño profundo sin ensoñaciones, cada noche. Solo conectar con la fuente de Vida, en el cuerpo causal (original) nos mantiene vivos.
El problema es que cuando despertamos, no ha quedado reflejo de tanta sabiduría en nosotros porque al despertar volvemos a estar identificados con lo físico en Jagrat (vigilia); el estado de ignorancia vuelve a caracterizar nuestra percepción del mundo y de nosotros mismos.

Cuarto estado de consciencia: Turiya

El famoso cuarto estado, Turiya, es el estado supremo. Podríamos llamarlo supraconsciente… Esencialmente, al igual que en Sushupti, el individuo se identifica con su naturaleza esencial. Se establece en el Ser y se funde con él. Los yoguis lo llaman Samadhi; el zen lo llama Satori, y yo la paz profunda del alma. Es el estado de consciencia definitivo, en el que el meditador se establece para siempre, disipándose el velo de la ignorancia (Maya). Volviendo libre y feliz.
Cuando el individuo alcanza dicho estado de fusión con la Consciencia Cósmica no necesita volver a nacer. Aunque muchos maestros vuelven por amor, para acompañarnos en el camino de la Consciencia.
Este es el destino de todo ser vivo. También el de la roca…ya llegará.
Los diferentes estados de consciencia ocurren en el mismo Ser esencial. Son diferentes ondulaciones en la superficie del mismo océano.

Los estados de consciencia representados en el símbolo Om (AUM)

Sus trazos constituyen tres letras del alfabeto sanscrito A-U-M. Dejando para otra ocasión el significado profundo del mantra, nos enfocamos en el símbolo.

La curva superior izquierda representa Jagrat (vigilia, dimensión consciente).
La curva inferior izquierda representa Swapna (sueño con ensoñaciones, dimensión subconsciente).
La curva central derecha representa Sushupti (sueño profundo, dimensión inconsciente).
Esos tres estados fluctúan. El punto superior derecho representa Turiya (Samadhi-dimensión supraconsciente).
La línea que separa el punto del cuerpo central del símbolo es Maya, el velo de la ilusión o ignorancia que nos mantiene “dormidos” e ignorantes de nuestra verdadera naturaleza, el que nos hace sentir separados y nos impide establecernos en el cuarto estado.
El símbolo tiene otras muchas y muy bellas interpretaciones.

Sakshi, la Consciencia testigo

El yoga, la relajación y la meditación nos acercan al estado de Sushupti…
  • cuando el cuerpo se aquieta, profundamente relajado y sus límites desaparecen…
  • cuando la respiración fluye natural y pausada, armonizado el prana…
  • cuando los sentidos desinteresados del mundo fenoménico, se vuelcan hacia adentro y la mente purifica sus contenidos y se silencia sin esfuerzo…
Al aparecer la Consciencia testigo Sakshi, estamos construyendo el estado de libertad (Sushupti).
Los yoguis hemos sido bendecidos con un conocimiento milenario que nos permite crear, a través de la sadhana, Sakshi/Sushpti, un estado de Consciencia testigo tal que podemos construir paz interior. No todo el mundo puede.
Sakshi es ese estado de consciencia o presencia sostenida. Es una actitud que nos permite observar el cuerpo de tal forma que reconocemos no ser el cuerpo.
Sakshi nos posiciona en una actitud que vemos a la mente moverse entre estímulos internos (subconsciente) y externos y reconocemos no ser esa función mental. En Sakshi tenemos una visión de pájaro, panorámica, miramos la película representada en la pantalla y reconocemos ser un espectador no afectado, no identificado.
Sakshi es un estado de presencia que proviene del aspecto sátwico (puro) de Buddi (consciencia discriminativa). Proviene de la armonía de la mente superior.
Esta actitud, Sakshi, es nuestro aliado para crear Sushupti, accediendo así al vasto e ilimitado conocimiento que reposa en nuestro inconsciente. En Sakshi este saber brota en ráfagas intuitivas que te van mostrando el camino elegante de la vida.
Eva Klimberg
http://www.yogaenred.com/