domingo, 28 de agosto de 2016

Violencia verbal, heridas invisibles

La palabra tiene poderoso efecto en la conducta, ya que influye sobre quien la pronuncia y afecta e involucra a quien la recibe, penetrando en sus emociones. Cuando las frases ofensivas contra la pareja son el común denominador de cualquier diálogo, estamos frente a un problema de violencia verbal.
Es como una paliza que no deja evidencias a la vista, una especie de bullying de pareja, donde la víctima es perseguida con amenazas, injurias, calumnias, gritos, insultos, descalificaciones, desprecios, burlahumillación, ironías, críticas permanentes y acciones para socavar su seguridad y autoestima.

Tipos de violencia verbal

Estamos acostumbrados a pensar que las agresiones se registran únicamente cuando aparecen los golpes. Sin embargo, dejamos de lado una forma mucho más directa y cotidiana que tiene que ver con nuestra manera de hablar: qué es lo que decimos, cómo y con qué intención lo hacemos
“El abuso verbal puede ser directo o sutil, y los comentarios se pueden hacer de manera hostil, con enojo o, incluso, con una sonrisa. Debemos entender este punto, porque cuando nos abusan ‘cariñosamente’ nos duele, pero no sabemos bien por qué”, explica el Dr. Noel Arce Noriega, especialista en Psicología Clínica egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México, en el Distrito Federal.
Cuando se registra violencia verbal en la pareja suele ser difícil de percibir porque no deja cicatrices físicas, amén de que generalmente se efectúa en privado. Con frecuencia, la víctima es mujer y el perpetrador del abuso es varón, cuyo objetivo es hacer que la otra persona sea objeto de burlahumillación, y pierda la autoestima, mientras que él se siente mejor.
De acuerdo con la estadounidense Patricia Evans, especialista en relaciones interpersonales y autora del libro El abuso verbal, entre los tipos de violencia verbal, el que se vive en una pareja se distingue por:
  • Atacar la naturaleza y capacidades de la pareja, lo que ocasiona que con el paso del tiempo, la persona agredida comience a creer que hay algo malo con ella o sus características.
  • Ser abierto (mediante insultos, frases ofensivas y arranques de ira) o encubierto (a través de comentarios sutiles, con efecto similar a un “lavado de cerebro”). El primero suele incluir reproches y acusaciones, en tanto el segundo es agresión oculta para ejercer control sin que la pareja se dé cuenta.
  • Ser manipulador, pues pueden hacerse comentarios despectivos en forma sincera e interesada.
  • Ser imprevisible, lo que ocasiona que la pareja quede aturdida, atónita y desestabilizada por el sarcasmo, frase hiriente, desprecio o comentario injurioso.
  • Expresar doble mensaje, ya que existe incongruencia entre la manera en que habla el abusador y sus verdaderos sentimientos. Por ejemplo, puede sonar muy sincero y honesto mientras está diciendo a su contraparte lo que tiene de malo.
  • Aumentar en intensidad, frecuencia y variedad: las frases ofensivas contra la pareja pueden disfrazarse de chistes, y suelen escalar hacia el abuso físico, comenzando con empujones “accidentales”.

Violencia verbal: durmiendo con el enemigo

Existen diversas formas de ejercer la violencia verbal. De acuerdo con el Dr. Arce Noriega, se agrupan de la siguiente manera:
  • Retener. Si una pareja retiene información y sentimientos, entonces el vínculo matrimonial se debilita. El abusador que se rehúsa a escuchar a su pareja le niega la experiencia y la deja aislada.
  • Rebatir. Quien ejerce la violencia verbal ve a su pareja como adversario, por lo que con frecuencia se le corrige en todo lo que dice y hace.
  • Rebajar. Puede ser una forma sumamente insidiosa de abuso verbal, porque niega y distorsiona la percepción real del abuso en la víctima, lo cual es sumamente destructivo. A veces la conducta va disfrazada con humor, pero su efecto humillante hiere a la persona.
  • Bloquear y desviar. El abusador verbal rechaza todo tipo de comunicación, dictamina lo que puede ser discutido o retiene información. Puede impedir toda posibilidad de resolver conflictos mediante el aislamiento y el desvío.
  • Acusar y culpar. Una de las características de la violencia verbal es el hecho de responsabilizar a la pareja de hacer algo malo o alguna violación de los acuerdos básicos de la relación.
  • Juzgar y criticar. El agresor juzga a su pareja y luego expresa su juicio en forma crítica. Si ella objeta, puede decirle que simplemente está señalando algo para ayudarle, aunque en realidad la está descalificando.
  • Trivializar. Es un intento por tomar algo que se ha dicho o hecho y convertirlo en insignificante; cuando se hace de manera franca, puede ser difícil de detectar. A menudo, la pareja queda confundida y cree que no ha explicado eficazmente a su compañero la importancia de algunas cosas para ella.
  • Socavar. Se retiene el apoyo emocional y erosiona la confianza y determinación. A menudo se aplasta una idea o sugerencia con un único comentario.
  • Amenazar. Se manipula a la pareja haciendo que surjan en ella sus mayores temores, aniquilando lentamente su autoestima.
  • Ordenar. Niega la igualdad y la autonomía de la contraparte, tratándole como esclava o subordinada.

¿Cómo actuar si existe violencia verbal en la pareja?

“Es fundamental que la pareja reconozca las características de la violencia verbal, pues cuando existe este tipo de abuso en una relación, generalmente oculta un problema mutuo, no sólo de una de las partes”, enfatiza el terapeuta.
Ahora que conoces las características de la violencia verbal, sobra decir que si estás atrapad@ en una relación verbalmente abusiva o a menudo te enganchas en experiencias de este tipo, debes buscar atención psicológica con un especialista en salud mental, quien tras estudiar tu caso y mediante terapia puede ayudarte a cambiar ese patrón de conducta y a “reconstruir” tu autoestima.
Considera que una descarga diaria de frases ofensivas e hirientes conduce a la depresión y, cuando ésta se agrava, puede derivar en el suicidio. Decídete a poner un alto, analiza tu situación y resuélvela con ayuda de un especialista; recuerda que el amor no es sinónimo de sufrimiento.
Karina Galarza Vásquez

Las quejas son un veneno para tu cerebro


¿Por qué las personas se quejan? Sin duda, no es para torturar a los demás con su negatividad, como muchos podrían pensar. La mayoría de las personas se quejan porque al exteriorizar sus emociones y pensamientos se sienten mejor, o al menos eso creen. 

Sin embargo, la ciencia señala que en realidad andan desencaminadas. Quejarnos no nos hace bien, expresar esa negatividad puede hacer que nos sintamos peor. Ventilar las emociones puede parecer una buena idea pero a la larga no lo es, tanto para la persona que se queja como para quien le escucha. 

El problema se encuentra en el cerebro. Quejarse altera nuestras redes neuronales y puede tener serias repercusiones para nuestra salud mental. De hecho, algunos neurocientíficos han llegado a afirmar que las quejas pueden matarnos, literalmente. 

Las quejas consolidan las sinapsis de la negatividad 


Ahora mismo en nuestro cerebro se están produciendo muchísimas sinapsis. Cuando pensamos en algo, una neurona libera una serie de neurotransmisores, a través de los cuales se comunica con otra neurona y establece una especie de puente a través del cual pasa una señal eléctrica. De esta forma se transmite la información en el cerebro. 

Lo interesante es que cada vez que se produce una sinapsis, ese camino se consolida. De esta forma se crean auténticas autopistas neuronales en nuestro cerebro, las cuales nos permiten, por ejemplo, conducir de manera automática o caminar sin tener que pensar en cómo movemos los pies. 

Estos circuitos no son estáticos, en función de la práctica pueden cambiar, debilitarse o consolidarse. Obviamente, mientras más sólida sea esa conexión, más rápido se transmitirá la información y más eficientes seremos realizando esa actividad. 

El problema es que cuando nos quejamos y nos llenamos de pensamientos negativos, estaremos potenciando precisamente esas redes neuronales, alimentando la negatividad que da lugar a la depresión. Mientras más nos quejemos, más negro veremos el mundo, porque son precisamente esos caminos neuronales los que estamos potenciando, en detrimento de otros, mucho más positivos y beneficiosos para nuestra salud emocional. 

De hecho, investigadores de la Universidad de Yale han apreciado que en las personas sometidas a un gran estrés o que padecen depresión, ocurre una desregulación de las sinapsis y se produce una atrofia neuronal. En el cerebro de estas personas aumenta la producción de un factor de transcripción denominado GATA1, que disminuye el tamaño, las proyecciones y la complejidad de las dendritas, las cuales son esenciales para transmitir los mensajes de una neurona a otra. 

Eres el reflejo de quienes te rodean 


Las quejas no solo afectan las conexiones neuronales de la persona que se lamenta sino también de quienes están a su alrededor. De hecho, es probable que después de haber escuchado a un amigo quejarse durante varias horas, te sientas como si te hubiesen drenado, como si te hubieran robado la energía. Es probable que en ese momento también tengas una visión un poco más pesimista del mundo. 

Esto se debe a que nuestro cerebro está programado para la empatía. Las neuronas espejo se encargan de que podamos experimentar las mismas sensaciones que la persona que tenemos delante, ya sea alegría, tristeza o ira. Nuestro cerebro intenta imaginar qué siente y piensa esa persona, para poder actuar en consecuencia y modular nuestro comportamiento. 

En esos casos, la empatía se convierte en un arma de doble filo que blandimos contra nosotros mismos ya que cuando escuchamos a una persona lamentarse, en nuestro cerebro se liberarán los mismos neurotransmisores que en el suyo. De esta forma, terminamos siendo prisioneros de sus quejas. 

El cerebro, un puesto de mando que controla el cuerpo 


Las quejas consolidan las sinapsis “negativas” en el cerebro y estas tienen un gran impacto en nuestra salud. Cuando alimentamos la tristeza, el resentimiento, la rabia, el odio y la ira, todas esas emociones se reflejan en nuestro cuerpo. De hecho, hace poco un grupo de investigadores de la Universidad de Aalto realizaron un mapa corporal de las emociones, en el cual se puede apreciar cómo estas se reflejan en zonas específicas. 



Además, no debemos olvidar que detrás de esos sentimientos y emociones negativas suele esconderse el cortisol, un neurotransmisor que también actúa como hormona cuyos niveles elevados se han vinculado con un sistema inmunitario deprimido, el aumento de la presión arterial y un mayor riesgo de desarrollar enfermedades como el cáncer y los trastornos cardiovasculares. El cortisol también daña la memoria, aumenta el riesgo de sufrir depresión y ansiedad y, por supuesto, acorta la esperanza de vida. 

No hay leones vegetarianos 


Vale aclarar que no se trata de que no podamos quejarnos ni de que tengamos que reprimir nuestras emociones y sentimientos. De hecho, en algunas ocasiones quejarse puede ser extremadamente liberador. Sin embargo, debemos asegurarnos de que no se convierta en un hábito y, sobre todo, de que a las palabras le sigan las acciones. 

Por eso, la próxima vez que acuda una queja a tu mente, recuerda que “los leones no son vegetarianos”. Esto significa que, por mucho que te quejes, no van a cambiar su dieta. Si quieres cambiar algo y no convertirte en su cena, será mejor que busques otras estrategias. 

En otras palabras: el universo es caótico, a veces pasan cosas malas e impredecibles sobre las que no tenemos ningún control. Podemos sentarnos a lamentarnos o, al contrario, podemos asumir una actitud proactiva y preguntarnos qué podemos hacer para lidiar de la mejor manera posible con los problemas y, de ser posible, aprender de ellos. 

La decisión está en nuestras manos. 

Psicología/Jennifer Delgado
http://www.rinconpsicologia.com/

sábado, 27 de agosto de 2016

La dispareja es como un árbol sin vida

https://www.youtube.com/watch?v=Z5FeJDwa0zk



“No camines delante de mí, puede que no te siga.
No camines detrás de mí, puede que no te guíe.
Camina junto a mí y sé mi amigo”
Albert Camus
“Dispareja” es un neologismo que sirve para definir a una supuesta pareja que no comparte nada en el plano intelectual, ni en el campo de las emociones, que viven de forma individual (o no lo vive) la pasión y la creación. Incluso viven a duras penas bajo el mismo techo.
¿Por qué seguir atados a una persona con la que no compartimos absolutamente nada? ¿Tan desesperados estamos que, lejos de alegrarnos la vida, sólo buscamos amargárnosla?
¿Es por miedo a la soledad, o por la incapacidad de estar bien con nosotros mismos, que preferimos establecer parejas de sufridores?
Acabamos descubriendo que hay algo peor que la soledad, y es la soledad compartida con alguien a quien no soportamos.

Carmen Guerrero
http://planosinfin.com/