viernes, 5 de agosto de 2016

Soy ya esa mujer que no necesita demostrar nada a nadie


Soy esa mujer que ya no necesita demostrar nada a nadie. Hace tiempo que me cansé de complacer, de dar explicaciones a oídos sordos, de mover montañas por quien ni tan solo me cedía su respeto. Soy todo lo que ves: franqueza, entereza, valentía y dignidad.
Estas ideas resumirían muy bien aquello que conocemos como realización personal. Son pequeños desafíos cotidianos que sortear para, finalmente, deshacernos de todas esas “capas de cebolla” que nos han ido alejando no solo de nuestra felicidad, sino también de las oportunidades por alcanzar un logro determinado. Una meta.
Estoy en esa etapa de la vida en que para ofenderme, debes importarme, en que ya no doy explicaciones a quien tiene tapados los oídos y el corazón. Soy una mujer sin máscaras y de alma humilde que ya no necesita demostrar nada a nadie.
Son muchas las mujeres que cada día luchan por esa realización personal, en ocasiones, tan compleja de conseguir. Hechos como la brecha salarial, la discriminación laboral o incluso el tener que hacer frente a frases como “tú no puedes, tú no sabes, tú no debes” de familiares o parejas hace que tengan que librar una doble batalla. La exterior y esa más íntima, más profunda y necesaria: la emocional, la psicológica…

La continua necesidad de tener que demostrar para ser “validadas”

El amor debe “validarse” a diario, no hay duda, pero en ocasiones, caemos en situaciones donde elcariño se convierte casi en una extorsión. Obviamente, puede ocurrir para ambos géneros por igual, pero es más común que sea la mujer la que está obligada a demostrar que es capaz de hacerlo todo por el cónyuge, de dejar a un lado sus necesidades y deseos por cumplir las expectativas ajenas.
Hemos de ser buenas hijas con nuestros padres, con nuestra familia, aunque ésta nos haya fallado un día sí y otro también cada vez que dábamos un paso o proyectábamos un sueño. Al poco, ellos le daban un punto final con el “eso no es para ti”Hemos complacido durante mucho tiempo y hasta dibujado sonrisas cuando lo que sentíamos era, sencillamente, desesperación.
A pesar de todo, siempre llega un día en que más que abrir los ojos, encendemos por fin esa luz interna que conecta directamente con nuestras emociones para decir “basta”. Es entonces cuando nos damos cuenta de que la única persona a la que hemos de demostrar algo, no es a los demás, sino a nosotras mismas.
Porque cuando somos capaces de conectar con nuestras necesidades, el mundo empieza a girar al son de otra música más relajante, más hermosa.

Desprendernos para reencontrarnos

Cuando nos reencontremos con nosotras mismas tras estas épocas de complejidad personal, ya no seremos la misma persona. Ya no serás esa niña con la mirada cuajada de sueños que dibujaba sus iniciales en el firmamento. Ni serás tampoco esa adolescente que ansiaba un amor romántico donde darlo todo a cambio de nada. Tampoco serás esa joven que confunde ser feliz con hacer felices a los demás.
Yo soy todo lo que ves, sin magia ni artificios. Si no te gusto, es lo que hay. No vivo para complacer a los demás.
Cuando te hayas encontrado a ti misma, te darás cuenta de todas las cosas que te sobraban, de los artificios, del ruido mental, y de todas esas relaciones caducas que arrancaban plumas a tus alas. Ahora bien, para ser esa mujer que ya no necesita demostrar a nadie de todo lo que es capaz, es necesario que pongamos en práctica estas dimensiones.

Claves para la realización personal

Algo que todos tenemos claro es que no podemos ser “personas completas” manteniéndonos al margen de los demás. Cada uno de nosotros tememos compromisos de carácter social y emocional muy importantes: trabajos, parejas, familia. ¿Es posible aspirar a esa realización personal con todas estas esferas?
  • La realización personal se inscribe precisamente en la necesidad de que todas nuestras esferas, la laboral, la afectiva y personal nos ofrezcan la máxima plenitud y equilibrio. Necesitamos armonía.
  • Si nos vemos cada día en la obligación de demostrar ciertas cosas, para ser “validadas” como personas en cada uno de nuestros contextos, es que algo no va bien.
El que se pongan siempre en duda nuestras capacidades en el trabajo o que nuestra pareja nos pida, por ejemplo, que que nos quedemos en casa para demostrarle “cuánto lo queremos”, son aspectos que acabarán vulnerando por completo nuestra autoestima.
  • Hemos de entender además, que antes de demostrar cualquier cosa a nadie, hemos de demostrárnoslo a nosotras mismas. No busques la complacencia o la aprobación en los demás o de lo contrario, serán otros quienes se alcen como jueces y verdugos, como artesanos de un camino que tú misma debes construirte.
La eterna necesidad demostrar algo que no somos o de buscar la complacencia ajena, es poco más que una forma de lenta tortura que puede no terminar nunca. No lo permitas, sé auténtica, sé siempre tú misma y no negocies tu integridad a costa de la pérdida de felicidad.
Psicología/Valeria Sabater

jueves, 4 de agosto de 2016

NO DES IMPORTANCIA A LO QUE NO ES IMPORTANTE


 “El mundo está lleno de cosas bellas; la vida y la muerte son las más importantes.”(Anónimo)

“Desde hace tiempo ha sido para mí un axioma que las cosas pequeñas son con mucho las más importantes.” (Arthur Conan Doyle)

“El mayor azote de la vida moderna es tener que dar importancia a cosas que, en realidad, no la tienen.”(Rabindranath Tagore)

Hay una diferencia notable entre aquello a lo que le damos importancia y lo que es importante. 
En el primer caso es una valoración subjetiva e interesada, y cada persona mete en esa definición lo que es conveniente a sus intereses. En cambio, lo que es importante, ya lo ES. No necesita ser valorado porque ya tiene su propio valor.

Hay cosas que son importantes para buena parte de la Humanidad, y cosas que aparentan ser importantes para uno, pero solamente porque se les otorga esa importancia. Cuando algo es realmente importante para ti, según tu escala de valores personal, debes hacerlo tuyo, cuidarlo, defenderlo, y lograr que forme parte indisoluble de ti.

Para que tu vida sea lo más satisfactoria posible, para que sea plena y atractiva, es preciso que descubras lo que es importante PARA TI. Y que nadie se escandalice pensando que esto es apología del egoísmo, porque no lo es. Es apología del Egoísmo, con mayúscula. Y es notable la diferencia. En este caso, “egoísmo” no tiene que ver con el ego, sino con el Uno Mismo. Desear lo mejor para Uno Mismo es justicia, y no otra cosa. La vida está compuesta por momentos rutinarios y vacíos, y por otros que calificamos como buenos o felices, por tragedias y disgustos, aunque, en realidad, son solamente definiciones o adjetivos, y no siempre se adjudican bien.

Hay otros momentos que SÍ son importantes. 
Y esos momentos se pueden provocar. Se pueden crear a voluntad propia. Porque el valor de algo no se lo adjudica una tasación externa: no hay una tarifa. Es Uno Mismo quien hace que la sonrisa de otra persona sea el acto más trascendental de su vida, que una puesta de sol se convierta en un recuerdo histórico, que una palabra que le dedicaron sea esencial en su existencia, o un beso sea lo más valioso que tiene.
Cada uno puede, y debe, hacer que todo en su vida sea grandioso, especial, maravilloso, porque estos adjetivos pueden dejar de serlo para convertirse en estados del alma, en sentimientos profundos.

Los sentimientos, y no los pensamientos, son los que acaban apreciando y decidiendo lo que realmente es importante. Los pensamientos tienen facilidad para enumerar las cosas a las que damos importancia, que casi siempre son cosas y logros materiales. Los sentimientos, en ese terreno, son mucho más sinceros porque no se sienten condicionados por los asuntos externos cuyo valor es apreciado socialmente pero a ellos no les parecen meritorios.

Lo importante está dentro, mientras que las cosas a las que damos importancia están fuera. 

Lo importante forma parte de nosotros, de nuestra esencia, mientras que a lo que damos importancia se queda fuera. Si lo piensas, posiblemente llegues a la conclusión de que los momentos más importantes de tu vida están relacionados con sentimientos –los sentimientos que te han provocado a ti y no a tu ego, acláratelo bien-, y son sentimientos que te los han producido cosas inmateriales: besos, abrazos, palabras, afectos, miradas, compañías, amor…

Las cosas a las que das importancia te han podido dar placer, pero eso no es importante, eso es algo a lo que das importancia. Conviene saber distinguir una y otra cosa.
Y valorar y promocionar lo importante, que es lo enriquece la vida.
Si lo valora tu ego, le está adjudicando importancia. Si lo aprecia tu Ser, entonces es importante.

Te garantizo que si estás atento a diferenciar claramente una cosa de otra, los momentos buenos de tu vida se repetirán a menudo, los estados agradables serán más continuos, y te pillarás sonriendo ante algunas cosas a las que antes dabas importancia capital y ahora, que sabes distinguir, ves que no se merecen el pedestal donde las habías colocado.

Revisa tu escala de valores y actualízala. Quítale los adornos a algunas cosas, despoja de la envoltura de oropel a otras, no permitas que te deslumbren las demás, y céntrate en las que sí son auténticas, sí son importantes.

Sé sincero y consecuente contigo, réstale valor a lo que simplemente tiene importancia, y valora y disfruta lo que realmente es importante.

Te dejo con tus reflexiones…

Francisco de Sales

miércoles, 3 de agosto de 2016

Cuando te vuelves “frío” las personas valoran quién eras antes


Al final, casi sin saber cómo, llega ese día en que te vuelves algo más frío, algo más cauto para empezar a recordar qué era aquello llamado amor propio. Sin embargo, quienes nos rodean no terminan de entender este necesitado cambio interior. Es entonces cuando acontece la “magia“: los demás empiezan a valorar la persona que eras antes.
Quien diga que las personas no cambian se equivoca. El ser humano no varía sus comportamientos ni su estilo de personalidad de un día para otro como quien chasquea los dedos. El proceso del cambio es algo más íntimo, pausado y hasta descarnado, porque más que cambiar, crecemos. Algo así solo se consigue tomando plena conciencia de nuestras limitaciones y agujeros negros.
Hasta el corazón más enamorado se cansa de ser lastimado, y entonces, se vuelve algo más frío, con más muros y espinas. Es precisamente en este momento cuando los demás, empiezan a valorar la persona que eras antes.
En este nuestro complejo viaje por la vida, volverse frío no es ni mucho menos una derrota. Es un simple mecanismo de defensa. Porque la existencia no implica solo hacer frente a las complicaciones del día a día, es esencial que seamos capaces de construir nuestros propios procesos de supervivencia para ser los auténticos protagonistas de esta aventura.
Te proponemos reflexionar sobre ello con nosotros.

El corazón frío y la ausencia de las pequeñas cosas

Jeffrey Kottler es uno de los divulgadores más conocidos en la psicología del cambio. Con libros como“A solas con uno mismo” nos enseña que a lo largo de sus más de 30 años de experiencia en este campo del crecimiento personal, hay un aspecto que está claro: las personas cambiamos por necesidad y para sobrevivir con mayor eficacia.
Ahora bien, hay un detalle que no deja de ser realmente interesante. Por ejemplo, cuando pasamos un tiempo sin ver a una persona y al reencontramos percibimos en ella cierto cambio en su actitud, nos preguntamos aquello de “¿pero qué le habrá pasado?”. Tal y como nos indica el doctor Kottler, las personas no hacemos grandes transformaciones ni es necesario que experimentemos hechos puntuales de gran impacto para cambiar.
Nos basta el rumor del día a día, la cotidianidad de las pequeñas decepciones, de palabras dichas o no dichas, de las ausencias,  de las renuncias continuadas y del darlo todo sin recibir nada. Son pequeñas motas de arena que poco a poco crean auténticos desiertos emocionales, propiciando a su vez un cambio con una clara necesidad: empezar a priorizarse a uno mismo para sobrevivir.

Defendernos de los egoísmos que nos acechan

El corazón frío es la mente que se ha cansado de esperar. Es nuestra autoestima poniendo la voz de alarma y el autoconcepto saliendo por la puerta de emergencia en busca de una solución. Ser un poco más frío es la respuesta temporal ante las disonancias de la vida. Es poner líneas rojas para que germine de nuevo el amor propio.
Ahora bien, lo más probable es que las personas más cercanas a nosotros perciban ese cambio y se pregunten qué ocurre y por qué razón ya no somos esas criaturas solícitas y manejables de antes. Es posible también, que lejos de entender dicho cambio, se sientan molestos al no encontrar esa cerradura en nuestro corazón donde antes, abrían todas nuestras puertas para saciar sus egoísmos.
Esta transformación nos permite además profundizar en diversos aspectos que te señalamos a continuación.

Cosas que ha aprendido el corazón frío

La persona con el corazón un poco más frío -que no muerto, ni yermo ni apagado- ha entendido que las cosas no pueden ser siempre como uno/a desea. Hay que aceptarlas tal y como son y actuar en consecuencia.
  • También sabemos que la vida, a veces, no es justa y que las personas no siempre son leales ni respetuosas. De ahí, que antes de enfocar nuestra existencia en lo que hagan o dejen de hacer los demás para validarnos a nosotros mismos, descubramos que siempre será mejor dejar a un lado lo que sentimos, de manera que nuestro amor propio no siempre sea el sacrificado.
  • Cada decepción vivida, cada chantaje experimentado y cada vacío almacenado ha hecho que se encienda muy a menudo el “gorjeo” de los pensamientos negativos en nuestra mente. Ahora bien, después de haber alcanzado la calma y visto las cosas desde el ventanal de un corazón un poco más frío, entendemos que solo hay dos opciones: apegarnos a la propia negatividad o desinfectarla. Optamos por lo segundo.
A veces, todo lo que se desvanece y muere en nuestro interior nos devuelve de pronto a la realidad.Un corazón un poco más frío y prudente mira las cosas con más templanza, para decidir qué se queda y qué se va de nuestras vidas, y lo creamos o no, no hay nada malo en ello.
Porque cambiar es crecer y ganar en dignidadUn proceso natural por el que finalmente acaba pasando la luz a través de nuestras cicatrices.

Psicología/Valeria Sabater