martes, 2 de agosto de 2016

La angustia existencial

A veces la existencia parece convertirse en un teatro donde uno no sabe qué función tiene que representar. Lo que entendemos por vida, va cogiendo forma de embudo hasta dejarnos aprisionados por completo. Es ésta una sensación de angustia interior donde el mismo hecho de existir ubicados en un plano vivencial sin capacidad de elección o escapatoria, despierta en el sujeto una ansiedad indescriptible donde un argumento racional no dispone de su propio renglón para ser depositado.


Entonces no hay un foco, un objeto o un síntoma en sí al cual atajar la displacentera sensación angustiosa. Es el propio hecho de existir, el simplemente sabernos vivos junto al misterioso juego de la vida lo que puede llegar a despertar autentico pavor en quien lo experimenta. Es cuando el propio océano que da de respirar al pez, se convierte en una angosta pecera de la cual toma abrupta consciencia.

    La mente parece llegar a un límite en el que parece toparse con un muro que no puede derribar para ver qué hay más allá. Es el bloque de lo ignoto, la configuración de lo incognoscible. Pero la desazón que le despierta ¨conectar¨ con esa realidad subyacente, y no aparente, hace que su ser se constriña y aleje del núcleo que permite emanar la vida. Esa diferenciación y separatividad fragmenta la integración del individuo. Su ser se vuelve pedazos, su esencia se diluye entre el polvo de sus propios escombros. Ya no hay capacidad de asirse.

 Cuando se experimenta la angustia existencial, la vida ya no es sólo misteriosa y enigmática, sino que despierta miedo y parálisis. Es como si por momentos fugaces pero muy intensos, pudiéramos asomar la cabeza hacia algo más real de lo que entendemos como tal. Es la sensación de caída libre hacia lo más abismal de uno mismo, y en donde la percepción común ya no nos sirve para poder agarrarnos.


Lo que hasta ahora entendíamos por vida se convierte en una gran mentira. La realidad pierde consistencia, el envoltorio empieza a romperse y ante nuestros ojos parece que la película en la que estamos inmersos fuese a dar los créditos finales. Se percibe una falsedad sobre lo constituido, una puerta entreabierta hacia una realidad desconocida pero que está ahí, pero sin una sustentación que pueda ser verificable.

    Quien percibe también nos da la espalda, el yo se inmola, se ausenta, se desvanece sin que podamos acogernos a nuestra identidad como vía de fiabilidad. La existencia entonces nos mantiene secuestrados en una dimensión en el que parece que detectamos sus márgenes divisando un límite que no podemos traspasar. Entonces el sinsentido lo percibimos como agresivo, golpea la cognición, destruye el raciocinio, aterra con su sola presencia y desbanca cualquier intento de acceder a la ¨normalidad¨.

    La conciencia parece desprogramarse y desajustarse; no encuentra la salida del backstage al que ha accedido y se genera la sensación de cortocircuito. Las preguntas golpean. ¿Y ya está? ¿Esto es todo? ¿Es que no hay más? Y en ese cuestionamiento la percepción irrumpe como un cataclismo sobre uno.

    Es como querer traspasar una puerta prohibida, conocer de primera mano el misterio en el que estamos incluidos, todo ello sin una autorización, como si la existencia nos dijese: ¨¡Ah no! Tú no, no vas a llegar a donde no ha llegado nadie¨, y se nos devolviera a la antesala, a la función donde estamos obligados a representar nuestro papel. Al percibir la totalidad de ese modo, todas las estructuras egóicas se desintegran, el yo que conocemos se derrite, y el ser que creemos sentir pierde su puesto dejándolo hueco y ausente.La zozobra nos abraza, nos envuelve en ese saber que algún día alcanzaremos la finitud.


Entre nosotros y la realidad parece haber una pantalla proyectando una película de la que no podemos salir. La interrogante aplasta como un devastador tornado que pasa por nosotros llevándose consigo aquello que parecía consistente.

    Pero una vez pasa el ciclón, comienza de nuevo el reajuste, la construcción de nuevo de uno mismo conllevando una integración en esta dimensión de vida. La angustia, que parece inacabable e infinita, debe ir dejando paso a algo más allá que una experiencia aterradora. Puede ser fácil caer en lo banal, en los entretenimientos, en realizar más actividades e incluso en las adicciones. Al principio parecerán calmantes que nos sacan del infierno que parecemos estar viviendo, pero al final no habrán sido sino que escapes fugaces para no enfrentar la inquietud de saber quiénes somos y qué sentido tiene todo esto.

    Entonces hay que regresar de nuevo, volver de ese viaje sin brújula que es la angustia, incorporarnos después de habernos asomado al abismo que trató de engullirnos. Necesitamos divisar de nuevo la orilla en mitad del océano, reconstruir lo que parece haberse disuelto. La angustia que no  todo el mundo percibe ni experimenta, deber ser una motivación y darle un carácter transformativo. No podemos quedarnos indemnes observando nuestro interior fragmentado, no podemos dejar caer en terreno fértil el sentimiento de tan angosta dimensión.


Sobre el mismo debe florecer otro tipo de comprensión, de entendimiento, de sensibilidad. El yo del que parece habernos quedado huérfanos debe volver a cimentarse pero desde otro enfoque, otra óptica, otra manera de sostenerse, ya que el ego, la identidad permanente que creemos ser, la identificación del yo que parecía ser invencible, no nos ha servido de nada. Se esfumó, se desvaneció entre la neblina de la confusión. No pudimos agarrarnos a él como una rama fiable; quebró, y con él se despedazó todo lo que parecía que creíamos que daba sentido. Entonces más allá de las apariencias comenzamos a denotar lo insustancial, lo impermanente de los fenómenos (incluida dicha angustia), la ausencia de una yoidad fiable, la percepción de que nuestra identidad no es fija e inamovible, sino transitoria e inconsistente.

    En esa especie de ¨nadas¨, de vacuidad que nos disuelve, debemos empezar a rellenarlo con nuestro sentido. Las interrogantes deben dejar paso a las exclamaciones, la angustia a la relajación, la incertidumbre de no saber a bucear en el mar de lo misterioso. Podemos llegar a sentirnos afortunados habiendo cruzado la angustia existencial (difícil de creer ¿verdad?) porque nuestra visión del Todo se ha ensanchado, ha ido más allá de la panorámica corriente y ha atravesado la cortina de lo común.

    Entonces comienza una reconciliación, incluso un estado de profunda gratitud. Comenzamos de nuevo a amigar con aquello que nos producía enemistad, comenzamos a asentarnos con aquello que nos provocaba desestabilización. Entonces todo lo que te envuelve y rodea comienza a recibirte, vuelves a abrirte a ello. Ya no eres un extraño en este escenario de obras inconclusas que es la vida, la existencia te acoge como el hijo pródigo que quiso aventurarse y echar la mirada más allá. Pero la existencia no hace concesiones y te limita el paso (eso parece) para no saber más de la cuenta. Entonces recibes la invitación para vivir el misterio, no para resolverlo; para adentrarte en lo desconocido sin cargar con tantas preguntas, viviendo y viviéndote, y entonces la vida se regocija ante tu presencia, los pájaros cantan más fuerte, los árboles te reconocen al pasar y asientan.


Este nuevo renacer da paso a otro enfoque, quizás menos negativo para entendernos, pero tuvimos que atravesar el túnel. Ya no se trata de ¨adónde vamos¨ o ¨de dónde venimos¨, sino quiénes somos en este momento. Lo metafísico se echa a un lado para que podamos zambullirnos en la corriente de lo común, apreciando la sencillez, lo cotidiano, haciendo de lo más pequeño lo más grandioso, y con ello, accediendo de nuevo a integrarnos a la vida que no es sin que seamos, fundiéndonos en un fuerte abrazo sin límites y agradecido.

 La angustia deja paso a un florecimiento de realización, donde uno vuelve a coger las riendas para confiar en la existencia en completa apertura y con un especial tipo de agradecimiento que vibra en lo más profundo de nuestro interior.

http://raulsantoscaballero.blogspot.com.ar/

lunes, 1 de agosto de 2016

Aprender a entender lo que sentimos


Para afrontar el nuevo mundo necesitamos explorar nuestra parte más emotiva y creativaNuestro cuerpo comunica y refleja cómo nos sentimos y nos ofrece información constante sobre nuestro estado de ánimo. Es por ello de vital importancia entender los mensajes de nuestras emociones, hacerlo repercute no solo en nuestra salud, sino también en la forma en que nos relacionamos con los demás.
Es importante diferenciar entre oír y entender. Oír es solo usar ese sentido que nos hace situarnos en el mundo que nos rodea. Entender tiene un especial sentido de prestar atención. Puede ser que oigamos, pero que no estemos entendiendo. Entender implica un compromiso, significa estar ahí, percibir lo que nuestro cuerpo y emociones  nos dicen, y lo que nos quieren trasmitir.

“Todo lo que existe, comenzó con el lenguaje. Y el lenguaje comenzó escuchando”
– Jeanette Winterson –

Entiende a tu cuerpo, habla de tus emociones

Las causas más comunes de la enfermedad son las actitudes y las emociones negativas. La búsqueda de atención, la evitación de situaciones desagradables o huir de ellas, son situaciones donde nuestro cuerpo habla, habitualmente produciendo síntomas como señales de que algo no va bien.
Las personas que no entienden que estas reacciones están causadas por las emociones desagradables que experimentan, sufren a menudo enfermedades físicas causadas por su bloqueo emocional.

Existen numerosas investigaciones que avalan el poder de las emociones sobre el cuerpo humano. Los investigadores han encontrado una relación más que evidente entre el dolor y el estrés. El estrés emocional, problemas emocionales manifestados a nivel físico, que no logramos gestionar correctamente, puede dejarnos su marca permanente en nuestro cuerpo.
Los síntomas de estrés emocional más frecuentes son:
  • Emociones: depresión o ansiedad, irritabilidad, miedo, nerviosismo.
  • Pensamientos: excesivo temor al fracaso, excesiva autocrítica, dificultad para concentrarse, toma de decisiones, pensamientos distorsionados.
  • Conductas: trato brusco hacia los demás, incremento del consumo de tabaco, alcohol y otras drogas, aumento o disminución del apetito, llantos, disminución del apetito, rechinar los dientes.
  • Cambios físicos: tensión muscular, manos frías o sudorosas, insomnio, dolores de cabeza, fatiga,problemas de espalda o cuello, respiración agitada, alteraciones en el sueño, disfunción sexual.

  • Tu cuerpo es tu templo, escúchalo.

Entiende a tu mente, habla de ti

Como hemos explicado anteriormente, la actitud mental puede bloquearnos hasta el punto de crearnos problemas físicos. Este bloqueo mental se origina cuando afloran emociones desde nuestro interior que nos hacen perder la atención e incluso desconectarnos de lo que estamos haciendo. Las emociones negativas nos provocan distracciones, dejamos de estar atentos a la actividad que estamos realizando y comenzamos a pensar en estas emociones.
Atendiendo a nuestra mente, reconoceremos nuestros sentimientos y emocionesEscuchando nuestro interior podremos prepararnos para superar los sentimientos y las emociones desagradables, de cara a poder concentrarnos en las actividades de la vida diaria. De esta manera nos preparamos física y mentalmente para reconocer y aislar a las emociones negativas, reconocer estas emociones es el primer paso para superarlas.
La mente es responsable del pensamiento elevado. Combina el sentido, el pensamiento, el juicio y la memoria. Nos permite sopesar el costo y beneficio de la toma de decisiones razonadas. Es posible que tu voz interior no siempre sea clara, pero tratará de decirte algo. Escribe un diario, debate tu crítica interna, busca lugares tranquilos, en resumidas cuentas aprende a entender tu mente.
Antes de enfadarte, culparte o bloquearte, escucha a tu interior, aparta de tu mente, las emociones y los sentimientos negativos. Prepárate física y mentalmente para escucharte atentamente, nadie es mejor interlocutor para tu cuerpo que tú mismo.
Psicologia/Fátima Servián Franco
https://lamenteesmaravillosa.com

domingo, 31 de julio de 2016

Si la vida te da personas maravillosas es porque lo mereces


Si la vida te da personas maravillosas es porque las mereces, porque las cosas buenas no caen del cielo porque sí. También tú eres un artesano de la reciprocidad y del vínculo que se crea desde el corazón, y ante todo, te preocupas por cuidar de todo aquello que de verdad, vale la pena en tu vida.
Algo que resulta curioso es que con la amistad, ocurre casi lo mismo que con el amor: las personas creen saberlo todo. Se ven a sí mismas como poseedoras de un doctorado en relaciones y la maestría en la sabiduría de la afectividad. Sin embargo, son incapaces de leer la decepción en esas arrugas de más en la mirada de sus parejas o la apatía de esos supuestos amigos del alma, que dejaron de confiar hace mucho en él o ella.
Personas maravillosas son aquellas que aman tus cenizas sin conocer tus incendios, que entran en tu vida sin avisar y que deseas que jamás salgan de ella. Las personas más excepcionales están junto a ti no por casualidad, sino porque las mereces, porque sabes muy bien cuánto vale su alma y la nobleza de sus corazones.
Si a día de hoy tenemos a nuestro lado figuras que enriquecen nuestras vidas es porque nosotros SÍ entendemos cómo funcionan esos cimientos que erigen el respeto, la magia de los silencios compartidos o del dejarlo todo cuando las penas asaltan a ese rostro que tanto apoyo nos ha transmitido con la mirada y las palabras.
Personas excepcionales hay muchas, pero las tuyas son las mejores y te las mereces.

Hay personas que son tu patria

Puede que sea tu pareja, tu familia, tus amigos o por qué no, todos ellos. Las personas disponemos de una patria personal, de un mapa muy íntimo donde se trazan pequeñas historias y donde se habla un mismo idioma: el de los afectos sinceros, el de las emociones que nos ayudan a crecer y que sanan. Esa, y no hay que olvidarlo nunca, es una patria que exige mucho trabajo.
Los amigos no se tienen como quien acumula amistades en un perfil de Facebook. La amistad, como el amor, se cuida todos los días y uno se preocupa por alimentar sus raíces, para que ese vínculo sea fuerte, digno y capaz de hacer frente a cualquier tormenta.
Los habitantes de nuestras patrias personales son como esa rosa que el Principito atiende con dedicación en su pequeño planeta sabiendo que es diferente a cualquier otra, sencillamente, porque es la suya.

Las personas maravillosas pueden aparecer de casualidad, eso es algo que todos hemos experimentado alguna vez, pero el que permanezcan a nuestro lado es algo que solo el tiempo dirá. No podemos olvidar que en toda patria hay batallas y diferencias, en todo mapa personal hay cicatrices y también huellas que dan luz y forma a lo que somos ahora.
El amor y la amistad que nos ofrecen esos seres excepcionales nos define también a nosotros mismos, porque compartimos las mismas historias, porque hemos caminado por los mismos senderos, sabemos lo que valen y los merecemos también por ello.

Personas maravillosas y personas efímeras

El primer estudio sobre el impacto de la amistad en nuestra salud se realizó en 1979 y duró casi nueve años. Se llevó a cabo en California y se descubrió algo que todos sabemos a día de hoy:disponer de una buena red de apoyo con la que compartir experiencias, miedos, instantes de distensión y complicidad, reduce de forma notable el riesgo de sufrir infecciones, infartos cardíacos o derrames cerebrales. 
Tener a nuestro lado a personas maravillosas es sinónimo de bienestar y salud. Sin embargo, las relaciones positivas y verdaderamente significativas en nuestras vidas apenas se cuentan con los dedos de una mano. ¿Qué es lo que falla? Bien, en realidad no podemos hablar de “fallos” sino de conductas y comportamientos en los que somos libres de encajar o no en estas nuestras patrias personales.
Te proponemos reflexionar sobre ello.

Personas que vienen y van y almas que perduran

Algo que muchos sociólogos están percibiendo es que gracias a las redes sociales las personas empezamos a establecer amistades en base a intereses comunes. Formamos grupos y subgrupos en Facebook donde compartir experiencias sueños y deseos. Ahora bien, muchas de estas amistades son efímeras o vinculadas solo a un tipo de actividad o necesidad muy concreta.
  • Hay amigos que vienen y van, que duran lo que un contrato de trabajo, lo que un mes de alquiler o lo que nos dure la paciencia a través del whatsapp. Puesto que llevarnos bien con todo el mundo no es ninguna obligación, hay amistades que, simplemente, terminan mutando su piel en una necesitada indiferencia.
  • Las personas extraordinarias llegan a medida que te vas conociendo mejor a ti mismo y te das cuenta de que has formado una patria, que tu gente es tu territorio y que invertir en ellas es invertir en vida, en salud y en tu propio destino.
Hay quien suele decir aquello de que “no merezco los amigos o la familia que tengo”, pero es un error. Los merecemos porque los valoramos, porque los cuidamos y porque los queremos a nuestro lado tal y como son. En toda su esencia, en toda su magia. Merecemos ser felices y aprender cada día de nuestras personas maravillosas.

Psicología/Valeria Sabater
https://lamenteesmaravillosa.com