lunes, 16 de mayo de 2016

Porque te lo debes


Decidir que ya no quieres, que ya no te callas, que ya no te conformas…  Y ¿Por qué no? Decir basta…
Saltarte la próxima queja y soltar uno de tus complejos absurdos mientras das un paseo improvisado ante el mar, a media tarde… Cuando crees que deberías estar haciendo algo que durante mucho tiempo has pensado que importa mucho y ahora ves que era superfluo…
Detenerte para imaginar cómo será el resto de tu vida. Mimar cada detalle con todo lujo de sensaciones y entusiasmo infantil…Recordar aquellos momentos en que creías que todo era posible y no entender que pudo pasar para dejar de creerlo.
Recuperar tu vieja caja de tesoros y descubrir que ahora son incluso más valiosos que antes.
Ir caminando despacio al lugar donde se supone que tienes más prisa por llegar y detenerte a dar los buenos días por el camino a cualquiera que tenga cara de necesitarlos…
Que no te importe que los ignorantes te ignoren.
Que no te asuste que los que se asustan por todo no te entiendan.
Que no te moleste que los que nunca bailan se rían al verte bailar mientras ellos apuran sus copas amargas de rutina.
Alegrarte por los triunfos ajenos como si fueran propios.
Celebrar las victorias de tus adversarios.
Saber que no te hace falta llegar primero para ganar.
Notar que ya no te importan los resultados porque lo que te interesa es la efervescencia previa al imaginarlos y la satisfacción de haber sido capaz de lucharlos.
Darte cuenta que desde que no te preocupa lo que piensen, ya no piensan.
Dejar plantadas a tus culpas de siempre justo cuando toca sesión de reproches.
Soltar la carga pesada de no ser, de no llegar, de no reconocer…
Vacilarle a tus miedos y ver que se encogen.
Pasear con la mirada desafiante por ese lado de la calle de tu vida donde hasta hace poco no te atrevías a poner un pie.
Olvidar recordar tus tragedias.
Olvidar tus lamentos diarios porque estás ocupado saltándote una norma que no recuerdas quién impuso pero ahora ves claro que no tiene sentido.
Descubrir que ninguna de las normas que sigues te hace feliz y lanzarlas al mar.
Recordar que un día hace mucho, cuando eras niño, tenías un sueño y aún lo tienes pendiente.
Alimentar a tu yo imprudente y alocado que siempre te pide que no dejes pasar las oportunidades.
Perdonar sin saber aún cómo ni por qué a los verdugos de tus alegrías. A los que te arrancaron la ilusión o jugaron con tu corazón… Perdonarles porque ya no te importa qué pasó, porque ya no te duelen sus palabras y sus actos… Perdonarles porque, en el fondo, te dan pena sus vidas limitadas.
Perdonarte por no ser, por no tener, por no llegar… Y perdonarte por haberte culpado por todo esto durante años y no haber sido capaz de ver todo lo bueno que había en ti.
Notar que estás contigo. Que estás de tu parte. Que no necesitas un decorado perfecto para vivir. Notar que cuando respiras hondo ya no sientes ese punzada que te recortaba la libertad.
Equivocarte. Decidir que es mejor fallar que pasarse la vida lamentándote por lo que podría haber sido…
Hacer lo que quieras ahora mismo,  no porque debes sino porque te lo debes…
Merce Roura

domingo, 15 de mayo de 2016

El resto de tu vida


Se acabó esconderse. La vida no es un armario. Tú no eres un muñeco que pueda meterse en la caja y salir cuando no hace frío o el viento es propicio. Si no sales cuando las cosas pintan mal, no saldrás nunca. Porque te harás pequeño y diminuto. Porque siempre pensarás que no es el momento y te acurrucarás plácidamente a esperar. Y un día te darás cuenta de que eres viejo… Y aunque nunca es tarde, ¿por qué no gozar antes? ¿por qué no intentar antes ser como sueñas? ¿por qué esperar a mañana para vivir?
Tu forma de ver la vida no es negociable. No puede haber regateos ni rebajas. Si aceptas menos de lo que mereces, vas a tener que sobrellevarlo siempre o hasta que no puedas más y vuelvas a reclamar lo que es tuyo, las riendas de tu vida. Si te tragas lo que no soportas, si te callas lo que suplicas decir… Un día estallará dentro de ti.
Lo cual no significa que no aceptes algunas situaciones adversas, al contrario. Las aceptas, buscas la forma de aprender de ellas y empiezas a cambiarlas con tu actitud. Imaginando cómo darles la vuelta. Sólo con que en tu mente ya exista esa posibilidad de cambio, ya existe ese cambio en la vida real. Ya estás incubando una oportunidad. Ya cambia todo porque tú cambias por dentro.
¿No te has dado cuenta de cómo has cambiado ya sólo por planteártelo? ¿No te has fijado en las palabras que usas ahora y que no usabas antes?
Has pasado del no puedo al me gustaría…
Del no va conmigo al “tal vez”. Eres otra persona, el de siempre, con esperanza… La esperanza lo mueve todo si eres capaz de conseguir que se instale en tu vida y se convierta en en confianza.
Del Imposible al posible hay dos letras. Y las escribes tú.
Tus pensamientos crean tu camino. Lo que imaginas empieza a existir en el preciso momento en que lo dibujas en tu cabeza. Tus palabras esculpen cada uno de tus pasos. Tus ideas cobran vida. Tus sueños construyen tu presente y tu futuro.
Y no tiene que ver con la situación, ni con tus habilidades. Tiene que ver con tu forma de mirar. Para saber si eres de los que pasan por delante de ese lugar donde reparten alegría y nunca entras o si estás construyendo un puente imaginario para llegar al otro lado donde sabes que pasan cosas.
A veces, hay que gastar el último euro que nos queda en una libreta donde hacer una lista de lo que será nuestra vida en el futuro. En un libro que nos ayude a encontrar respuestas, en un café en buena compañía que nos dará fuerzas para seguir, en subir a la noria para ver que cuando el mundo no gira, giras tú… Aunque el miedo nos diga que será mejor ahorrarlo y guardar. Y seremos un euro más ricos, económicamente ricos… Y más pobres en emociones, en respuestas, en sensaciones… No habremos conseguido activar en nosotros esa palanca que un día se pone en marcha y notas cómo lo cambia todo…
Ese momento en que te cruzas con alguien en la vida y te dice una frase, sólo una palabra tal vez, y esa palabra lo es todo. Es la palabra que estabas necesitando oír y notar. Te zarandea tanto por dentro… Te remueve los cimientos y te conmueve las entrañas. Te trae recuerdos, te inspira, tanto que insufla unas ganas tremendas de devorar una vida que hasta hoy simplemente mordisqueabas… Te saca de dentro esa persona capaz que estaba dormida y sumisa a un destino que no le pertenece.
A veces, hay que apostar todo lo que tienes por todo lo que sueñas, aunque te quede muy poco y la altura de tu sueño sea vertiginosa. Nunca tenemos tan poco como creemos… Nunca son demasiado grandes nuestros retos porque siempre podemos crecer hasta llegar al tamaño necesario para que sean asequibles.
Eso es lo que importa. Ese es el gran logro. No conseguir el sueño sino convertirse en la persona que es capaz de tocarlo. Alcanzar el tamaño que requiere nuestro sueño, lo obtengas o no, y notar que a partir de entonces lo puedes todo… Prepararse para llegar a la cima y tal vez no llegar pero saber que ya nunca dudarás de tu capacidad porque ya eres ese tipo de persona que sube cimas y logra sus retos.
Porque has alcanzado la medida necesaria para asumirlos.
Porque tal vez tu sueño estaba ahí para ser un primer paso, una excusa, un cebo gracias al cual poder transformarte.
Aunque para eso hace falta salir de debajo de la cama, del armario, del servicio, de la rutina, del traje gris y detrás de la pantalla del ordenador.
Se acabó esconderse aunque haga frío. Aunque esté oscuro. Aunque los pies pisen suelo desconocido y las piernas flaqueen.
Se acabó esperar a saber que todo está bien para explorar la vida. Se acabó buscar seguros y escondites.
La vida se nos escapa mientras esperamos el momento adecuado.
Se acabó esa sensación de que hay cosas que no van contigo, que están fuera de tu alcance, que nunca te pasan a ti.
Se acabó esperar a que todo sea perfecto para empezar a vivir…
El mundo gira mientras te detienes a ponerte el impermeable.
El tiempo se acaba mientras tú buscas la mejor forma de hacer algo que sabes que no harás nunca…
El reloj se rompe mientras encuentras la palabra que buscas. Mientras te entretienes en un recuerdo que ya no da más de sí y que cuando saboreas te trae a la mente los mismas emociones de siempre que no llevan a nada que te ayude a decidir…
Mientras te decides, el árbitro pita el final del partido.
¿Te has dado cuenta de que te duermes y no haces nada? ¿No ves que necesitas un zarandeo?
A veces, sólo tienes lo que dura un suspiro para decidir si el resto de tu vida va a ser como sueñas o como detestas.
¿Y si fuera ahora?

Merce Roura

Olas y océanos