viernes, 15 de enero de 2016

El principio de la meditación

La meditación es un estado. Es un lugar al que hay que llegar sin ir a ninguna parte. Cuando te sientes a meditar vendrás del estado del hacer y deberás cambiar al estado de no-hacer. Esa es la primera dificultad y quizá el primer desafío: sentarte y permitirte no hacer.

El ambiente adecuado es un lugar tranquilo, sin televisor, sin teléfonos que suenen (ni siquiera el móvil en vibrador), sin otros con los que hablar, con bajo nivel de estímulos, sobre todo, para no tentar a la mente y a la distracción. Si en tu casa no encuentras un lugar así, sal a dar un pequeño paseo y busca tu lugar fuera del circuito habitual de tu vida. El mundo es grande y siempre hay un rincón para volverse silencioso, debajo de un árbol e incluso dentro de un templo en horarios en los que no hay actividad. Siempre es una buena inversión armarse un rinconcito sagrado en casa para parar un rato y volverse hacia el interior.

La fuerza de voluntad es fundamental. Debemos tener claro que lo que queremos hacer es un trabajo interior y por la salud integral de nuestro ser. Es por nuestra salud y la de nuestros estados internos, es para mejorar nuestras vidas y nuestras relaciones. Por lo tanto, decidirse a meditar es mucho más que aislarse, esconderse o hacer la pantomima del loco solitario; es decidir con fuerza ocuparnos por unos momentos de nuestro mundo interior y dejar ser a nuestra consciencia absoluta aquí y ahora.

Una vez que hemos conseguido encontrar el lugar del mundo para meditar, buscamos una postura cómoda para quedarnos un rato quietos y relajados. Es importante estar sentados, cómodos (preferentemente con la espalda recta) y conscientes durante todo el tiempo de la meditación. Si nos cuesta estar sentados con la espalda recta, podemos adoptar una posición que nos relaje, en una silla, sentados en el suelo con la espalda apoyada, sobre un almohadón o con algo debajo y hasta acostados si no vamos a quedarnos dormidos. Recuerda que la meditación es un estado interno, por lo que la posición del cuerpo, al comienzo, puede variar. En última instancia, cuando ya se ha dominado el ingreso a la meditación, es posible hacer diversas actividades aún en ese estado.

Cuando meditamos debemos dejar que el universo sea, como fue y será, aun en nuestra presencia. Cuando estamos en la mente creemos que todo es porque nosotros lo percibimos, que el mundo existe en tanto nosotros lo concibamos como tal, pero en el fondo de nuestra consciencia sabemos que todo estuvo y estará antes y después de nuestra presencia en la Tierra.

Dejar que el universo nos viva

Toda esa concepción de lo que es o lo que no es existe sólo en nuestras mentes. Por lo tanto, lo que buscamos en la meditación es trascender los pensamientos, toda la actividad de la mente para vivir la experiencia de la consciencia pura o el Ser y estar en el universo sin tratar de entender, sin pensarlo, sin actuar en uno u otro sentido, dejar que el universo nos viva o se manifieste a través de nosotros.

La meditación es la trascendencia del estado ordinario de consciencia, del estado en el que estamos permanentemente juzgando, proyectando, recordando, calculando, interpretando. Dejar que los pensamientos se disuelvan, disminuyan, que la mente quede en un estado de latencia donde cada pensamiento que aparezca sea sólo el reflejo de la mente y su naturaleza, como una nube en el cielo limpio que dejamos pasar mientras observamos con toda nuestra percepción el gran cielo celeste que hay detrás.

Si al comienzo son muchas las nubes o el cielo está completamente nublado, el saber que detrás está la gran cúpula celeste, nos debe dar la fuerza para quedarnos observando y esperar que aparezca por entre medio de las nubes, espacios, silencios, y, de a poco, como siempre ocurre, las nubes se irán disipando, los pensamientos irán disminuyendo hasta volverse pocos y pequeños.

Ese proceso sólo se logra estando en calma, respirando suave y naturalmente, sin forzar ni siquiera eso, la respiración, con la sola intención de volvernos observadores pasivos de la existencia, con la confianza y la voluntad puestas en lo saludable del proceso, en lo fascinante del viaje, en el placer del rato que nos dedicamos al silencio y la quietud, en el gran aprendizaje que resulta que toda la actividad de nuestra mente, las ideas, las preconcepciones, los juicios, etc., se vuelvan relativos y podamos trascenderlos para conectarnos con nuestra esencia pura y verdadera: el estado en el que hemos venido al mundo, un estado que vive en nosotros y podemos encontrar detrás de toda la información acumulada.

El comienzo de la meditación es una actitud, es permitirnos ir a ese estado, soltar sin miedo los prejuicios e imágenes que tenemos del mundo y de nosotros mismos para ser sin más ni más, sin egos, sin objetivos, sin querer alcanzar nada y observar conscientemente todo ello.

Pablo Rego.

ACEPTACIÓN






Dejo de resistirme a lo que rechazo de mí . También soy eso.  Chandica.


Bajo la máscara de nuestro yo consciente descansa, oculto y reprimido, un variado catálogo de emociones destructivas como a ira, el rencor, los celos... y partes repudiadas o reprimidas que conforman ese territorio arisco e inexplorado que la Psicología denomina sombra. Desde nuestra más tierna infancia, se nos fue indicando que eso que, a veces, sentíamos era “malo”, por lo que no tuvimos más remedio que reprimirlo y ocultarlo en el fondo de nosotros mismos ya que, de otra forma, corríamos el riesgo de ser amenazados por castigos y devaluaciones dolorosas.


Aquellas rabietas y frustraciones que, por una cuestión de edad y desarrollo, no pudimos resolver, fueron sepultándose en el sótano o subconsciente de nuestra mente. Y dado que todavía éramos criaturas emocionales sin casi presencia del discernimiento, cualquier ofensa a nuestra importancia personal hacía aumentar el espacio de nuestra sombra. Cuando, alguna vez, hicimos el ridículo o nos sentimos abandonados, cuando nos culpamos de tener ideas asesinas y suicidas o nos aterrábamos ante la posible pérdida de los seres queridos, cuando sentimos envidia, miedo u odio por seres que paradójicamente amábamos, y no éramos capaces de encajar apropiadamente tales sentimientos, crecía nuestra sombra. Un espacio emocional que, tarde o temprano, aflora al exterior escondido entre las más variadas exageraciones que expresamos en la vida de cada día.


Es por ello que cuando nos veamos exagerando, bien sea por defecto o por exceso, ¡Atención!, eso indica que nuestra sombra está detrás de la escena como una hidra que aflora sus tentáculos y muestra curiosamente qué parcela de uno mismo debe ser revisada y, en su caso, resuelta.


El “disolvente mágico” más terapéutico y eficaz para resolver la sombra es la Luz de la Consciencia. El hecho de observar y examinar, de manera sostenida, todas las ramificaciones que dicha parte reprimida ha desarrollado en nuestra mente subconsciente, transforma sus neuróticas reacciones en opciones voluntarias. Al aceptar la sombra, ensanchamos el ámbito del yo a un territorio cuya integración aporta poder personal y dinamiza el propio proceso de liberación y madurez. En realidad, lo primero que requiere dicho proceso de maduración es reconocer las diferentes partes del yo persona, ya sean bonitas o feas. Se trata de sub-personalidades que nos resistimos a mirar porque, sencillamente, no nos gustan. Una vez reconocidas, conviene pasar a la aceptación del fardo psíquico negativo con el que nos vemos obligados a vivir y del que no somos, en absoluto, culpables. Por último, y a partir de tal reconocimiento y aceptación, conviene proceder a elaborar nuevas y más deseables opciones de pensamiento y conducta.


No podemos seguir creyendo ingenuamente que la virtud se alcanza tapando el vicio. Tal vez, la vida no consista en lograr el bien aislado del mal, sino a pesar de él. Realmente, las únicas personas “malvadas” que pueden existir, son aquellas que se niegan a admitir su propia negatividad. Desde la perspectiva de la consciencia, todos los errores pueden corregirse, excepto los que se cometen de manera inconsciente. De hecho, para la parte “malvada” de la persona, el hecho de ejercitarse en la autoobservación sostenida es como una especie de suicidio. Es por ello que la “medicina mágica” que todo transforma está basada en el observar todas las ramificaciones y móviles de la propia conducta negativa. Se trata de una atestiguación ecuánime sin reproche ni culpa. En realidad, sólo seremos conscientes de que somos Luz sin opuesto cuando seamos capaces de abrazar compasivamente el lado oscuro de nuestra realidad mental y permitir que se ilumine de manera progresiva.



Un extracto de: INTELIGENCIA DEL ALMA, 144 avenidas neuronales hacia el Yo Profundo - José María Doria
Ilustración: flyingmouse365

jueves, 14 de enero de 2016

Los Cuencos de Cuarzo




¿ Has oído hablar de los cuencos de cuarzo? Basados en la tradición del uso del sonido con cuencos de metal , comenzaron a utilizarse a finales de los años ochenta para la meditación y sanación, dada su enorme resonancia y poder terapéutico.



Los cristales de cuarzo pueden vibrar u oscilar de una forma regular y tienen una estructura molecular interna en espiral (muy similar a la del ADN). Esto hace que los cuencos de cuarzo tengan unas propiedades sonoras únicas.


Producen una onda sinusoidal pura y crean un sonido multidireccional que se expande hasta un kilómetro de distancia y que puede durar varios minutos antes de extinguirse.
Este sonido pasa a través de nuestro cuerpo y nos hace vibrar, las vibraciones producidas por los cuencos de cristal de cuarzo activan nuestras células y penetran profundamente en todo nuestro ser. Su sonido envuelve el cuerpo como una ola, proporcionando una experiencia similar a un masaje enormemente sutil o a una profunda y serena meditación.



La gente que experimenta los efectos de los Cuencos de Cuarzo describen su experiencia como una gran relajación física y mental, sensación de flotar, bienestar, plenitud… Producen importantes desbloqueos en el cuerpo físico y energético, por lo que se utilizan como una importante herramienta terapéutica.

El Dr. Gaynor, prestigioso oncólogo norteamericano, al proponer un nuevo paradigma para una medicina más holista cita en primer lugar el uso de los “cuencos de cristal y otros instrumentos en intervenciones en grupo para pacientes con enfermedades potencialmente mortales o crónicas, tanto para el desarrollo psicoespiritual como para

la sincronización fisiológica”.

Los efectos de los Cuencos de Cuarzo


Llenando un Cuenco de Cuarzo con agua y activando su sonido se pueden observar también figuras geométricas en el agua. Dada la enorme resonancia del cuenco, al aumentar su intensidad el agua “salta” literalmente varios palmos por encima del cuenco por efecto de la vibración, como si estuviera en efervescencia.



Esto nos da una idea del efecto que producen estos instrumentos en el cuerpo, que como sabemos está formado en más de un 70% por agua. En este sentido el Dr. Jeffrey Thompson, director del Centro de Investigaciones Neuroacústicas en el Instituto de Ciencias Humanas de California, dice: “Dado que el sonido viaja cinco veces mejor por el agua que por el aire, la estimulación en el cuerpo de la frecuencia sonora es una forma muy eficaz de estimulación corporal total, sobre todo a nivel celular. El estímulo directo del tejido celular vivo, utilizando la vibración de la frecuencia de sonido, ha mostrado un marcado metabolismo celular, y con ello la posible movilización de una respuesta celular de curación”.

Por el principio de resonancia, base de toda terapia que se realiza con sonido, los Cuencos de Cuarzo producen una armonización entre su vibración y la de la persona.

La vibración producida por los Cuencos tiene el poder de hacer vibrar los átomos y reorganizarlos en una estructura cristalina, que es más fuerte, es decir, más armónica, más sana.

Su sonido afectará de una manera global al individuo, equilibrando primero su cuerpo energético y los chakras (centros de energía) y limpiando el campo áurico. La vibración repercute en la columna, que actúa como un poderoso vehículo de resonancia, y se extiende a través del sistema nervioso a nuestras células, tejidos y órganos.



Los sonidos más graves producen un “enraizamiento” en la persona porque afectan a los centros inferiores de energía. Son más amplios, contienen más armónicos, son más femeninos. Los más agudos resuenan en las zonas superiores del cuerpo (pecho, garganta y cabeza). Son sonidos más focalizados, más intensos; son más masculinos. Es posible trabajar con un set de tres o siete cuencos cuyas notas se correspondan con diferentes chakras para un trabajo más específico en los centros de energía.

Los Cuencos de Cristal de Cuarzo se utilizan en casos de contracturas musculares, roturas y otros problemas óseos. La vibración de los Cuencos “resuena” y armoniza la estructura cristalina presente también en nuestro esqueleto.

Tienen efectos positivos en casos de artrosis, problemas circulatorios, piedras en el riñón, depresiones y otras múltiples dolencias.

Cargan y potencian con su vibración esencias florales y aceites esenciales y se utilizan en la limpieza de espacios físicos.

Los Cuencos de Cristal de Cuarzo abren un importante camino en el campo terapéutico,

y tienen la capacidad de transportarnos hasta el origen mismo del Sonido.

Los Cuencos de Cuarzo y el desarrollo interior 

Todo parece indicar que la potente vibración de los Cuencos estimula las neuronas a realizar sus conexiones, lo cual influye en la capacidad cerebral y el desarrollo de la conciencia.

También, a nivel terapéutico, es posible solucionar problemas neurológicos, al establecerse nuevas conexiones neuronales. (El Dr. Jeffrey Thompson, director del Centro de Investigaciones Neuroacústicas de California, ha conseguido resultados excelentes en el tratamiento de la dislexia, desórdenes en la falta de concentración y dificultades de aprendizaje utilizando frecuencias sonoras.)

Los Cuencos de Cuarzo tienen la facultad de conducirnos a otros estados de conciencia, lo cual está posiblemente relacionado con la estimulación de las conexiones interneuronales. La práctica de la meditación y el aquietamiento de la mente permiten percibir “todo un mundo” de sonidos internos más sutiles. Tanto la tradición budista como la tradición yóguica de la India tienen un amplio conocimiento de este tipo de sonidos, asociados a otros estados de percepción.

Las ondas del sonido producido por los cuencos de cuarzo inducen a un estado de una gran relajación (estado alfa y zeta); llevan a la mente a un estado de calma que tanto necesita el hombre moderno.

El sonido de los cuencos conduce a la conciencia a un viaje interior, a un sentimiento de plenitud y vacío. Lo que los maestros zen llaman “llenarse de vacío”. Nos inducen hacia el Silencio Interno en el que poder salir de los estrechos límites del intelecto para adentrarnos en la paz del alma y la experiencia de nuestro espíritu, dándonos la oportunidad de ver el mundo y a nosotros mismos con otra percepción.

Así, los cuencos de cuarzo contienen dentro de sí un poder que va mucho más allá de la mera musicalidad y que requiere tanto de nuestra apertura consciente para ser percibido como de la correcta disposición e intención para ser utilizado. Con el cuenco estableceremos una relación “personal ” de corazón a corazón, de mente a mente.

Por Rosa Ruiz, vía Mi Carta Astral