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martes, 30 de enero de 2018

Qué es y para qué sirve la homeopatía

Conozcamos esta alternativa natural para nuestro organismo

La Homeopatía es una Doctrina Médica que fue descubierta y difundida por el Médico Alemán Christian Friedrich Samuel Hahnemann (1755-1843) hace más de 200 años. Además de la carrera médica, estudió química y farmacia y  llegó a conocer nueve idiomas diferentes. En 1810 publicó el “Organon del Arte de Curar” dónde estableció las bases de la Homeopatía.

La Homeopatía (del griego “Homoios: semejante, y pathos: enfermedad”), es un sistema terapéutico que consiste en curar las enfermedades por medio de sustancias capaces de determinar una afección análoga  a la que se quiere combatir. Su ley principal se basa en: ”Similia, Similibus, Curantur”, que significa que los semejantes se curan con los semejantes tal como lo sostenía y teorizaba el Padre de la Medicina “Hipócrates”   y fue el Dr. Samuel Hahnemann quién lo puso en práctica a través de la Homeopatía. Ello es totalmente opuesto al tratamiento alopático que combate los contrarios con los contrarios: “Contraria, Contrariis, Curatur”, es decir, las alergias con los antialérgicos, la fiebre con los antifebriles, las infecciones con los antibióticos, etcétera.
La Medicina Homeopática sigue, fielmente en su doctrina y en su terapéutica la premisa de que  hay que tratar a los enfermos y no las enfermedades y la única y más elevada misión del Médico es recuperar la salud de su paciente a fin de que pueda “alcanzar los altos fines de su existencia”.


La consulta. El Médico Homeópata para estar en condiciones de recetar a su enfermo, necesita imprescindiblemente efectuar dos diagnósticos, que son: a)- el diagnóstico de la persona, es decir del enfermo y b)- el diagnóstico de la enfermedad.

Se trata de una historia clínica biopatográfica mediante la cual se obtiene toda la información necesaria que incluye la recopilación de datos, antecedentes clínicos, personales y familiares, revisación médica, exámenes de laboratorios y estudios complementarios, etc., dónde asimismo  se analiza la historia personal completa de la vida del paciente. Es por ello que la consulta homeopática es muy diferente a cualquier otra ya que se basa en un encuentro intenso y penetrante  entre el médico y el enfermo. 

Los médicos homeópatas tenemos una forma diferente de escuchar a los pacientes, dado que es valioso e importante el sentir, pensar y obrar de cada uno de ellos, ya que allí nacen  las causas de su desorden, desequilibrio o falta de armonía. Se emprende así una terapéutica  que implica el inicio de una manera de ver en su totalidad la salud y la enfermedad, es comenzar a conocerse mejor, tomar conciencia de quienes somos y qué sentido tiene lo que nos sucede, es comprender e involucrarnos con nuestro proceso de curación.

¿Qué se cura con la Homeopatía Unicista? Debemos saber que, la Homeopatía  considera que la “salud” es un estado de armonía de nuestra energía o fuerza vital, en tanto que la “enfermedad” significa la rotura de esa armonía  por diferentes factores que se los consideran  “noxas perversas que nos agreden” y que se manifiestan clínicamente en los distintos síntomas mentales, emocionales, físicos y orgánicos que caracterizan a la enfermedad. No existe, por lo tanto, una lista de enfermedades que cura o no cura la Homeopatía, ya que ella busca restablecer la salud en todos los órdenes y planos,  por lo tanto al tratar el origen y su causa se logra curar todas las enfermedades.

Para el médico homeópata es inaceptable pretender curar al enfermo tratando aisladamente sus diferentes problemas como ser: nerviosos, alérgicos, hepáticos, circulatorios, infecciosos, oncológicos, autoinmunes, etc., con un tratamiento específico para cada uno de ellos, puesto que son diferentes expresiones de un mismo desequilibrio vital, que es lo que verdaderamente “hay que curar y sanar”.
La Homeopatía, a través de su doctrina, filosofía, y terapéutica analiza y resuelve el problema del enfermo con un criterio de unidad y totalidad. El remedio homeopático actúa conjuntamente sobre diferentes manifestaciones o síntomas de la enfermedad (sistema nervioso, circulación, digestión  glándulas, piel, etc.) logrando una curación o mejoría verdadera, por medio de su acción dinámica sobre la energía vital perturbada.

Gracias al enfoque vitalista de la Homeopatía y al criterio de unidad y totalidad que dirige toda su acción le ofrece al enfermo una concepción más lógica y humana de su problema, a la vez que un tratamiento para toda su persona y no para distintos órganos.
El secreto del éxito logrado por la Homeopatía radica en un enfoque integral de lo que es el enfermo y la enfermedad, como también en las grandes posibilidades que ofrece el remedio homeopático, por su acción profunda sobre la totalidad del organismo, a diferencia del remedio alopático , que actúa generalmente en forma local. Es gracias a la solidez de sus principios que la Homeopatía con sus más de 200 años no ha envejecido, sino, por el contrario, se mantiene vigente en pleno siglo XXI.



El remedio. El remedio homeopático surgió de la observación de Samuel Hahnemann al comprobar   las propiedades terapéuticas que adquieren diferentes sustancias por medio de su técnica de diluciones y dinamizaciones sucesivas, cuyo origen puede ser una sustancia vegetal, mineral o animal. El mecanismo de acción del medicamento homeopático es sobre la energía vital desarmonizada del organismo y esto es posible, porque las altas diluciones y sacudidas a las que son sometidas (por eso es fundamental que la preparación sea realizada por farmacéuticos idóneos), los convierte en energía pura, y es por ello que pueden actuar a ese nivel.
La homeopatía es “unicista” por definición, es decir, que se debe emplear un solo remedio por vez, porque así se les conoce en acción  ya que han sido experimentados individualmente. El peligro de prescribir más  de uno es que no conocemos el efecto de la mezcla de medicamentos y se corre el riesgo de interferencias y antidotismos que nos alejan del ideal de curación.
El remedio homeopático cura la predisposición, susceptibilidad e idiosincrasia a enfermarse de cada persona, que es en realidad el verdadero problema y no simplemente matar el germen o la bacteria que es la consecuencia.

Grandes personajes de la República Argentina lo recomiendan
-En enero de 1817, en el Cruce de los Andes, aparece el primer botiquín homeopático de la mano del Gral. José de San Martin (quién sufría de una úlcera gastroduodenal y artrosis severa, enfermedades éstas que debió sobrellevar a lo largo de su vida), que le fuera obsequiado por Don Angel Correas (amigo personal del Libertador). Este botiquín homeopático fue usado por el Gran Capitán y el Ejército de los Andes durante el cruce de la cordillera. 

-El Gral. Bartolomé Mitre llevó consigo a la guerra del Paraguay (1865-1870) un botiquín homeopático que se conserva en el Museo Mitre de Buenos Aires, coligiendo así que Mitre fue unos de los presidentes argentinos, probablemente el primero, que utilizó medicación homeopática par sus dolencias.

-También se han tratado homeopáticamente Domingo Faustino Sarmiento, Nicolás Avellaneda y Lucio B. Mansilla, según refiere la historia argentina y las crónicas de la época.

- Eran tiempos en que la homeopatía demostraba una gran superioridad a los métodos empleados por la medicina oficial , acudiendo a ella personajes de la historia argentina, así  como eminentes escritores y pensadores que notaban la diferencia con la terapéutica alopática donde el uso de las sanguijuelas era habitual.


Dr. Atilio Vera Fuentes / Médico Homeópata

Vía: https://www.larevistadeclaudio.com.ar

jueves, 25 de enero de 2018

El poder del efecto placebo


Los resultados de una investigación realizada por la Medical School's Osher Research Center y el Beth Israel Deaconess Medical Center indican que el efecto placebo existe tanto en las personas que son “engañadas” por los médicos y los familiares, como por aquellas que están conscientes de que se trata de una trampa.
Según la definición, el efecto placebo es la “capacidad” de curación que tiene un agente terapéutico o una medicina sin ningún tipo de efecto farmacológico. Esto quiere decir que es un fenómeno neurobiológico, que tiene la capacidad de estimular cualquier órgano del cuerpo, crear expectativas de cura y liberar sustancias con la habilidad de unirse a sus propios receptores y usarlos como analgésicos contra los dolores. Los opioides reducen la percepción del dolor y a la vez pueden incrementar la sensación de bienestar.
El efecto placebo se asocia al poder de sugestión que tiene la mente y el pensamiento.Si una persona (sea un doctor o no), nos dice que al tomar cierto remedio estaremos mejor, el cerebro lo relaciona de tal manera, que efectivamente, terminaremos encontrando mejorías en nuestro cuadro. Se basa entonces en el engaño, porque creemos que cierta receta o tratamiento funcionará sólo porque eso es lo que nos indican o leemos. Sin embargo, este estudio ahora comprueba que los placebos también pueden funcionar aún cuando la persona no está siendo engañada, según se publicó en la revista PloS ONE.
Los placebos se utilizan para ensayos clínicos y control de medicamentos. A pesar de no contener los ingredientes activos que se prescriben a los pacientes, suelen responder positivamente. Los datos son tan evidentes que muchos médicos en Estados Unidos han decidido directamente dan en secreto tabletas con placebos a sus pacientes que o bien son psicosomáticos o padecen de hipocondría, dos trastornos que relacionan las enfermedades con la mente.
Este engaño funciona, pero es éticamente cuestionable, ya que cada vez son más los profesionales que optan por esta técnica, indica un profesor en medicina, Ted Kaptchuk, que forma parte del grupo de investigación al respecto. El objetivo del estudio es analizar si el poder que tienen los placebos en las personas puede ser utilizado y aprovechado honesta y respetuosamente en los enfermos.
Para dicha investigación se agruparon a 80 adultos que padecían de síndrome de colon irritable, los cuales fueron divididos en dos equipos. El primero no recibió ningún tratamiento y el segundo obtuvo placebos. En realidad, les dijeron que se trataba de píldoras de azúcar y que debían tomarlas dos veces al día. Esto quiere decir que los participantes sabían muy bien que esas pastillas no contenían ingredientes activos ni estaban hechas con sustancias para curarles su dolencia. Además, los científicos dijeron que ni siquiera tenían que creer en el efecto placebo, sólo cumplir con la dosis diaria durante tres semanas consecutivas.
En ese período fueron monitorizados y al final del ensayo, los que habían tomado ese placebo mostraban mejorías de casi un 60%, frente al 35% de los que no tuvieron ningún “tratamiento”. A su vez, el equipo que tomó las píldoras de azúcar mostraba tasas de mejoría equivalentes al efecto de los medicamentos para tratar el síndrome de intestino irritable, aún los más potentes.
Uno de los investigadores, Anthony Lembo, dijo que al principio no tenía esperanza de que este ensayo funcionara y que se había sentido un poco avergonzado por decirle a los pacientes que no iban a ingerir fármacos y ni siquiera placebos. Sin embargo, para su sorpresa, el “experimento” parece haber funcionado en una gran cantidad de estas personas.
Este proyecto es sólo el puntapié inicial en relación a las investigaciones sobre los efectos placebo en los pacientes que estén bien informados al respecto. Sin dudas, esta hipótesis se debe confirmar con más estudios, pero por el momento, son algo más que prometedor para conocer un poco más el poder que el pensamiento positivo tiene en todos nosotros y la adaptabilidad del cerebro para emular agentes que traten diversas situaciones adversas.

Psicología/Yamila Papa
https://lamenteesmaravillosa.com

martes, 23 de enero de 2018

El cerebro que sueña está muy despierto

► Mantiene la misma actividad que en la vigilia, y en las mismas regiones


En los últimos años, se han realizado diversos estudios sobre el funcionamiento del cerebro durante el sueño. Uno de los más recientes demuestra que, tanto en la fase REM como en la NREM del sueño, el cerebro se mantiene tan activo como en la vigilia, y en las mismas regiones. Esto supone que, mientras dormimos, el cerebro desarrolla una forma particular de consciencia, que incluye elementos como la memoria o la autorreflexión.



¿Cómo funciona la consciencia durante el sueño? ¿Está, no está? ¿Sigue ahí? Para tratar de esclarecer estas cuestiones, en primer lugar resumamos las etapas del sueño. 

Un buen sueño reparador comienza con un adormecimiento (estado de somnolencia que dura unos diez minutos y en el que aún estamos conscientes) y sigue con un sueño ligero en el que disminuyen el ritmo cardíaco y el respiratorio (vamos perdiendo contacto con la realidad de la vigilia). 

A continuación, pasamos por una fase de transición hacia el sueño profundo que dura entre dos y tres minutos. Después (cuarta fase no-REM o NREM), entramos en el sueño delta, una fase de sueño en el que nuestras ondas cerebrales son amplias y lentas, al igual que el ritmo respiratorio. 

Por último, llegamos a la llamada fase REM, en la que no nos podemos mover a voluntad porque el tronco cerebral bloquea las neuronas motrices. En esta fase, que recibe su nombre del inglés Rapid Eye Movement (Movimiento del Ojo Rápido), debido al característico movimiento de los globos oculares bajo los párpados, es en la que soñamos. 

Consciencia onírica y consciencia de la vigilia 

Lo curioso de la fase REM es que, en ella, y a pesar de que no estamos conscientes de lo que nos rodea porque estamos profundamente dormidos, nuestro cerebro tiene una actividad similar a la de la vigilia, es decir, desarrolla una consciencia onírica, la consciencia de los sueños. 

Hace un año, un estudio de la Universidad Aalto (Finlandia) y la Universidad de Wisconsin (EEUU) reveló que esa actividad cerebral similar a la de la vigilia propia de la fase REM se puede dar también en la fase NREM. 

Este hecho, que se constató gracias a análisis cerebrales con estimulación magnética transcraneal y electroencefalografía realizadas a personas en distintas fases del sueño, desafiaría la comprensión que hasta ahora se tenía de los correlatos neuronales de las experiencias conscientes en el sueño, han señalado los autores de la investigación en un artículo de la revista Nature

En abril de este año, otra investigación constató lo mismo. En este caso, fue publicada en Neuroscience y liderada por Francesca Siclari, directora del Centro de Investigación sobre el Sueño del Centro Hospitalario Universitario Vaudois en Lausanne, Suiza, aunque en ella también participaron científicos del estudio previo. 

¿En qué parte del cerebro se da dicha actividad durante la fase REM y, por lo que se ha visto, también en la fase NREM? Según los experimentos realizados, en las regiones corticales posteriores del cerebro, que los científicos han dado en llamar “posterior cortical hot zone” o “zona caliente de la corteza posterior”. 

Por otra parte, Siclari y su equipo han comprobado que los sueños implican a otras zonas cerebrales que usamos cuando estamos despiertos. Por ejemplo, cuando en nuestros sueños aparece una cara, además de estar activa la “posterior cortical hot zone”, se activan también las regiones del cerebro implicadas en el reconocimiento facial. 

Lo mismo ocurre con otras regiones asociadas al reconocimiento de palabras, movimientos, aspectos espaciales o pensamientos. Por todo, Siclari y su equipo señalan que los sueños serían una forma particular de consciencia que, durante el sueño nocturno, varía enormemente.

Sueño y memoria 

Otro de los elementos que caracterizan a nuestra mente consciente es la memoria. ¿Qué pasa con ella durante el sueño? 

Según un estudio realizado en 2006 por especialistas del Dream and Nightmare Laboratory de Canadá, la memoria sigue activa durante los sueños, y es fundamental en la formación de estos. De hecho, las experiencias que tenemos a lo largo del día suelen ser el origen de las imágenes oníricas que generamos mientras dormimos. 

Según esta investigación, los mecanismos que nos permiten construir dichas imágenes están relacionados con la actividad del hipocampo, que es un área del cerebro localizada debajo de la corteza cerebral y que desempeña un importante papel en nuestros recuerdos (en la vigilia). 

Los sueños están además vinculados a nuestra memoria, pues los recuerdos reaparecen en ellos durante el proceso de “almacenamiento”, es decir, cuando se trasladan de una región cerebral a otra, antes de ser archivados de forma permanente. Y no solo, pues se ha constatado que dormir impulsa nuestra accesibilidad a esas memorias formadas, incluso en situaciones de estrés cognitivo.   

Los sueños lúcidos y el lugar de la consciencia 

Un aspecto fascinante de la investigación sobre la relación entre consciencia y sueño es el análisis de los sueños lúcidos, los mecanismos que posibilitan estos sueños, y su relación con la consciencia. 

Los sueños lúcidos son aquellos en los que somos conscientes de que estamos soñando, es decir, aquellos en los que nos “despertamos” dentro del sueño. 

Durante la vigilia, siempre somos conscientes de nosotros mismos, algo que no sucede durante el sueño. Sin embargo, algunas personas son soñadores lúcidos, es decir, tienen la capacidad de darse cuenta dentro de un sueño de que están soñando.  

En diversas ocasiones, estos individuos han sido “utilizados” para tratar de ubicar la consciencia en el cerebro. ¿Cómo? Pues midiendo y analizando su actividad cerebral cuando se despiertan dentro del sueño, esto es, cuando cobran consciencia de que están soñando mientras duermen. 

En una investigación de hace unos años, científicos de la Sociedad Max Planck para el Avance de la Ciencia (MPG) de Alemania, en colaboración con especialistas del hospital universitario Charité, de Berlín, analizaron a soñadores lúcidos con la técnica de tomografía de resonancia magnética o MRT (técnica no invasiva que utiliza el fenómeno de la resonancia magnética para obtener información sobre la estructura y composición del cerebro). 

Sus resultados revelaron que en los individuos de este tipo se activa una red cortical específica cuando alcanzan la consciencia lúcida dentro del sueño. Dicha red estaría constituida por la corteza prefrontal dorsolateral derecha, las regiones frontopolares y el precúneo, que es una parte del lóbulo parietal superior del cerebro.  

Dado que todas estas regiones cerebrales están relacionadas con funciones autorreflexivas, los autores de la investigación afirmaron entonces que este hallazgo arroja luz sobre la base neurológica de la consciencia humana.  

Así que, por los estudios realizados hasta ahora, parece que la consciencia no duerme, aunque nosotros sí lo hagamos. Quizá, durante el sueño, simplemente se desplace de la realidad de la vigilia a la realidad onírica, para seguir construyendo el sentido que necesitamos para adaptarnos de continuo al medio y seguir viviendo (y soñando).


https://www.tendencias21.net/

Referencias bibliográficas: 

Francesca Siclari, et al. The neural correlates of dreaming. Nature Neuroscience (2017). 

Jaakko O. Nieminen, Olivia Gosseries, Marcello Massimini, Elyana Saad, Andrew D. Sheldon, Melanie Boly, Francesca Siclari, Bradley R. Postle, Giulio Tononi.  Consciousness and cortical responsiveness: a within-state study during non-rapid eye movement sleep. Scientific Reports (2016).

lunes, 22 de enero de 2018

El cerebro decide lo que es real o imaginario


                                                                                                

El cerebro es el que decide si un pensamiento se refiere o no al presente, si es real o imaginario, antes incluso de que el sujeto sea consciente de ese pensamiento, informa la Universidad de Ginebra en un comunicado.
La región cerebral cortico-frontal y sus conexiones es la que asegura que nuestros pensamientos y nuestro comportamiento estén sincronizados con la realidad, incluso cuando nuestra mente divaga con fantasías.
Los estudios realizados en esta universidad han utilizado la electroencefalografía de alta resolución en sujetos sanos para medir la rapidez con la que el cerebro procesa las informaciones.
De esta forma han demostrado que el proceso cerebral de procesamiento de la realidad percibida se desarrolla a una velocidad de entre 200 y 300 milisegundos después de la evocación de un recuerdo o un pensamiento. (Un milisegundo es la milésima fracción de un segundo).
Sin embargo, el reconocimiento consciente de la información recibida se desarrolla más despacio, entre 400 y 600 milisegundos, lo que pone de manifiesto que el sujeto acepta una información como real o falsa después de que el cerebro haya realizado su selección.
Según explica el neurólogo Armin Schnider, director del departamento de Neurociencias de la citada universidad, los pensamientos sufren el filtro de la realidad al mismo tiempo que el cerebro los codifica.
El cerebro almacena por un lado los pensamientos que se refieren al presente (la realidad) y por otro lado los que son imaginarios o fantasiosos. Esta secuencia es la que permite al sujeto distinguir el recuerdo de un hecho real de otro imaginario, según la clasificación que ha hecho el cerebro sin su conocimiento.
Viviendo en una falsa realidad
Por eso, cuando la zona cortico-frontal está dañada, las personas pierden la capacidad de distinguir lo verdadero de lo falso, el pasado del presente, y no tienen forma de darse cuenta de que su realidad es falsa.
Ocurre por ejemplo después de un accidente cerebral, que lleva a determinados pacientes a vivir en una realidad paralela que a menudo es una especie de reconstrucción deformada de recuerdos verdaderos, añade Schnider.
Los investigadores de la Universidad de Ginebra han observado que, curiosamente, los pacientes que confunden la realidad no se dan cuenta de que los acontecimientos que ellos esperan no ocurren nunca.
Esta observación confirma los resultados de estudios anteriores que habían identificado ciertas neuronas en la región órbito-frontal que sólo se activan cuando una recompensa espera no se materializa. Si estas neuronas no funcionan bien, los pacientes pueden quedar colgados de una realidad que se repite permanentemente, en bucle.
Esas mismas neuronas están presentes en otras regiones colindantes del cerebro y se activan también cuando las redes neuronales principales se dañan, por ejemplo la región córtico-frontal que marca la diferencia entre lo real y lo imaginario.
Este fenómeno explica por qué sólo el 5% de los pacientes que han sufrido un daño cerebral, como un accidente vascular o un traumatismo, en esta región, desarrollan una confusión entre la realidad y sus confabulaciones: el daño en la región córtico-frontal es compensado por las neuronas de la región órbito-frontal.
Armin Schnider precisa que por este motivo los pacientes que padecen confabulaciones en su mayoría recuperan con el tiempo el sentido de la realidad, gracias a ese mecanismo de compensación de las redes neuronales vecinas a la región córtico-frontal. También señala que, a menudo, persiste la amnesia en estos pacientes.
En psiquiatría la confabulación es una enfermedad mental que consiste en que una persona rellena las lagunas de su memoria con experiencias inventadas que en realidad nunca han ocurrido. La persona no es consciente de que lo que cuenta no es cierto y, además, lo olvida enseguida.

También en personas sanas
Schnider señala que la confabulación no es exclusiva de las personas con un daño cerebral, ya que la reconstrucción ordinaria de los recuerdos puede también provocar errores. Destaca que cuando se nos pregunta por nuestras experiencias, tendemos inconscientemente, en caso de duda, a inventar nuestras respuestas.
En ese caso, nuestro cerebro guarda esa respuesta improvisada como un recuerdo verdadero, una observación que permite manipular la memoria de una persona, dependiendo de la forma en que se le formula la pregunta. Por eso concluye que estar convencido de la verdad de un recuerdo no es garantía suficiente de su exactitud.
Los resultados de estas investigaciones sobre la realidad, los mecanismos cerebrales implicados en su reconocimiento y en la distinción de la fantasía, fruto de más de 20 años de trabajo, se recogen en un libro cuya segunda edición acaba de ver la luz: “The Confabulating Mind”, publicado en Oxford University Press.
El libro recoge en varios capítulos la historia de la confabulación y su desarrollo en pacientes, así como el tema de los falsos recuerdos, que nos afectan cotidianamente sin darnos cuenta, y aborda casos específicos de manipulación de la memoria, que tiene una importancia especial en casos judiciales.


Referencia
The Confabulating Mind. How the Brain Creates Reality. Second Edition. Armin Schnider. Oxford University Press. ISBN:9780198789680
https://www.tendencias21.net/El-cerebro-decide-lo-que-es-real-o-imaginario_a44335.html

Vía maestroviejo http://selenitaconsciente.com

sábado, 6 de enero de 2018

El cerebro estaría conectado con el cosmos a escala cuántica

¿Cómo pueden los procesos cerebrales físicos dar lugar a la consciencia, que es inmaterial? En la relación entre la actividad neuronal y la escala cuántica del cosmos podría estar la respuesta, según algunos científicos. Es lo que proponen Dirk K F Meijer y Hans J.H. Geesink, de la Universidad de Groninga, en Holanda, en un artículo publicado en “NeuroQuantology”



Era de esperar que los avances del último siglo en física cuántica y la cosmovisión derivada de ellos llevaran a una variación de la definición de “consciencia” y “mente”. 

Quizá algún día estos avances ayuden a responder a la inquietante pregunta sobre cómo de los procesos cerebrales (es decir, físicos) puede emerger la consciencia, que es inmaterial. 
  
La relación entre la actividad neuronal (la de las células del cerebro) y la escala cuántica (la de las partículas que conforman los átomos) ya fue abordada en los años 90 por los investigadores Roger Penrose y Stuart Hameroff con una sorprendente teoría que, hace poco y a raíz de nuevos hallazgos, ha sido revisada
  
Se trataba de la hipótesis de la “Reducción Objetiva Orquestada u Orch OR”, que propone que la consciencia se deriva de la actividad de las neuronas a escala cuántica o subatómica, es decir, de procesos cuánticos biológicamente orquestados en los microtúbulos o minúsculas estructuras tubulares situadas dentro de las neuronas del cerebro. 
  
Esa actividad cuántica entrañada a un nivel cerebral profundo, además de gobernar la función neuronal y sináptica, conectaría los procesos cerebrales a procesos de autoorganización presentes fuera del cerebro, en la estructura cuántica de la realidad, afirmaban Hameroff y Penrose. Es decir, que nuestro cerebro podría estar conectado a una estructura externa, que de alguna manera sería ‘protoconsciente’.  

El cerebro habla con los campos 

Hace unos meses, la revista NeuroQuantology publicaba un artículo sobre la consciencia desde una perpectiva cuántica, que va incluso más allá de la propuesta de Hameroff y Penrose. 

Firmado por los científicos Dirk K F Meijer y Hans J.H. Geesink de la Universidad de Groninga, en Holanda, teoriza que nuestro cerebro, además de ser un órgano de procesamiento ligado a nuestro organismo, con el que intercambia información continuamente, está vinculado al resto del universo a nivel cuántico. 

Según Meijer y Geesink, a dicho nivel, nuestro cerebro estaría conectado con campos cósmicos como el de la gravedad, el de la energía oscura, el de la energía punto cero o el de las energías de los campos magnéticos de la Tierra. 

Esa conexión se daría a través de mecanismos bien establecidos por la teoría cuántica como el entrelazamiento cuántico (que vincula a partículas entrelazadas más allá del espacio-tiempo) o el efecto túnel cuántico (que se da cuando una partícula cuántica viola los principios de la mecánica clásica, al atravesar una barrera de potencial imposible de atravesar para una partícula clásica). 

La idea nos recuerda a la propuesta en 2008 por un estudio, en el que se relacionaba la capacidad de orientación de las aves migratorias con una posible “conexión cuántica” de estas con el campo magnético terrestre; aunque en aquel caso el campo magnético no “conectaba” con el cerebro de las aves, sino con los electrones presentes en los iones más inestables de sus retinas.

El idioma es una geometría 
  
Meijer y Geesink proponen que el cerebro podría “comunicarse” con esos tipos diversos de campos gracias a una geometría, la conocida como geometría de toro o toroidal, que básicamente está constituida por espirales circunscritas en una esfera (se puede entender imaginando una rosquilla). 
  
Al parecer, el toroide es la forma que tienen los átomos, los fotones y toda unidad mínima constitutiva de la realidad. Pero no solo: Según los investigadores holandeses, nuestro  cerebro se organizaría también siguiendo esta estructura (aquí hemos hablado antes de las geometrías que forma el cerebro en su actividad). 
  
Esa coincidencia geométrica es la que permitiría al cerebro acoplarse a los campos que nos rodean, para recibir de ellos información continuamente en forma de ondas. Gracias a esto, en nuestra mente se actualizaría, de manera continua, un espacio de memoria global simétrica al tiempo. 
  
Además,  el acoplamiento y ajuste continuos del cerebro a los campos externos, afirman Meijer y Geesink, permitirían guiar la estructura cortical del cerebro hacia una mayor coordinación de la reflexión y de la acción, así como hacia una sincronía en red, que es la necesaria en los estados de consciencia. 
  
La mente como campo 
  
Pero los investigadores holandeses van más allá de todo esto en sus postulados. También señalan que la consciencia no es exclusiva del cerebro, sino que surgiría en todo el universo a escala invariante, de nuevo a través del acoplamiento anidado toroidal de varias energías de campos. 

Quizá esto pudiera relacionarse con el concepto de “protoconsciencia” de Hameroff y Penrose del que hemos hablado antes; e incluso con la idea de la matriz de información universal del paradigma holográfico propuesto por el físico David Bohm en el siglo XX. 

Meijer y Geesink llegan a describir la mente como un campo situado alrededor del cerebro (lo llaman campo estructurado holográfico), que recogería información externa al cerebro y la comunicaría a este órgano, a gran velocidad (no en vano hablamos de procesos cuánticos). Los investigadores aventuran que este hecho podría explicar la rapidez con la que el cerebro registra y procesa información del entorno, a nivel consciente e inconsciente.    

Ese campo estructurado holográfico estaría, según ellos, en la cuarta dimensión o espacio-tiempo, aunque tenga efectos en nuestro cerebro tridimensional e incluso en la manera en que percibimos el mundo en tres dimensiones. 

Curiosamente, una idea “parecida” proponía hace unos años el antropólogo Roger Bartran, en su obra Antropología del cerebro: la conciencia y los sistemas simbólicos, aunque en aquel caso la parte de consciencia humana “fuera del cerebro” se ubicaba en los sistemas culturales, con los que algunas regiones cerebrales están estrechamente ligadas.   

Implicaciones 
  
Para los científicos holandeses, su hipótesis tiene profundas implicaciones filosóficas: Sugiere que existe una “profunda  conexión de la humanidad con el cosmos” que nos obliga a tener “una gran responsabilidad sobre el futuro de nuestro planeta”, escriben en su artículo. 
  
Asimismo, su teoría podría conllevar un atisbo de respuesta para la pregunta con la que iniciamos este artículo: ¿Cómo los procesos cerebrales (es decir, físicos) dan lugar a la consciencia, que es inmaterial? 
  
Quizá sea que existe un campo mental situado en la cuarta dimensión, allí conectado a otros campos externos mientras, al mismo tiempo, forma parte física de nuestro cerebro. Pero habrá que esperar a que ese campo mental sea una certeza para poder lanzar conclusiones definitivas.


Referencia bibliográfica:
Dirk K.F. Meijer, Hans J.H. Geesink. Consciousness in the Universe is Scale Invariant and Implies an Event Horizon of the Human Brain. NeuroQuantology (2017). DOI: 10.14704/nq.2017.15.3.1079.

https://www.tendencias21.net
Imagen: ColiN00B. Fuente: Pixabay.