lunes, 23 de mayo de 2016

Ya no me enojo, solo miro, pienso y me alejo si es necesario


A fuerza de tener que lidiar con situaciones complicadas, aprendemos a tomar distancia emocional, a gestionar nuestro malestar y a pensar antes de tomar una determinación. Como con todo, para aprender esto es necesario tiempo y experiencia. Mucha experiencia.
Así, podríamos decir que la distancia emocional es un código no escrito que nos permite ver y sentir las cosas de otra manera, pues damos tiempo para que emociones como el enfado pierdan fuerza y podamos dar paso a los sentimientos, los cuales nos permiten comprender con más claridad qué pensamos en realidad y cómo queremos actuar.
Es decir, que hacer esto nos sirve para manejar mejor nuestras emociones y así conseguir más coherencia entre nuestras opiniones y nuestras acciones sobre un tema determinado como por ejemplo la actitud de una persona.

¿Qué necesitamos para tomar distancia emocional?

Ahora bien, ¿cómo podemos tomar distancia emocional? Esta respuesta no tiene una receta mágica, pues depende de muchos factores personales y circunstanciales, así como de relación.
Hay personas a las que llevamos dentro hasta la raíz y distanciarse de las emociones que nos genera el estar con ellos es, sin duda, una de las tareas más complicadas que tenemos que llevar a cabo a la hora de rearmar el puzzle que nos permite comprender qué es lo que sucede.
No obstante y aunque no tenemos la receta que nos conduce a toma de distancia emocional de la manera ideal, sí que podemos destacar la mayor parte de ingredientes que nos hacen falta para lograr alejarnos emocionalmente de aquello que cuesta manejar.
Como ya hemos comentado, es indispensable que nos demos tiempo para conseguir templar nuestras emociones. Pongamos como ejemplo para ilustrar esta cuestión los tres colores de un semáforo: rojo, ámbar y verde.

Ante una afrenta probablemente se ilumine en ámbar para luego pasar al rojo. Es decir, cuando por ejemplo estamos invadidos por el enfado, por la tristeza, por la alegría o por cualquier otra emoción, nuestro semáforo está en rojo y, por lo tanto no debemos tomar decisiones.
Con el semáforo en rojo debemos frenar nuestra reacción emocional y tomarnos un tiempo para lograr mantener un control sobre lo que pensamos, sentimos o hacemos.
Observa, mira y aléjate si es necesario, pero no tomes decisiones permanentes sobre emociones temporales, aunque tengas ganas de decirle cuatro cosas a esa persona o de gritar y marcharte para siempre. Date tiempo para que tus emociones se calmen, sal a darte un paseo, ponte a colorear o deja pasar unos días antes de hablar o ver a una persona que te ha enojado o que te ha entristecido.
Cuando el tiempo pasa simplemente ciertas cosas dejan de tener importancia y algunos detalles que entonces nos angustiaban, pasan a ser nimiedades que relativizamos y aceptamos como propias de las circunstancias.
Digamos que gracias al tiempo nos alejamos y dejamos de comprometernos con la intensidad emocional que generan las decepciones, las expectativas, las traiciones, etc. Lograr no ser controlados por nuestras emociones es posible y como toda habilidad se aprende con la práctica.

La brújula interna, un gran beneficio de poner en práctica la distancia emocional

Una vez que logramos poner distancia emocional ante lo sucedido, podremos escuchar a esa brújula interna que nos genera sensaciones sobre lo que está bien y lo que está mal. Estas intuiciones muchas veces son acertadas puesto que se basan en nuestros sentimientos, mucho más duraderos que nuestras emociones.
Entonces las decisiones que tomemos respecto a los demás y a lo que nos ha sucedido serán mucho más acertadas o más bien acordes con aquello que pensamos y sentimos.  Aquí podremos saber qué nos merece atención y qué queremos ignorar, fomentando que nos sintamos mejor y no suframos tanto por aquello que no podemos controlar.
En resumen, es muy importante que ante situaciones complicadas o con demasiada carga e intensidad tomemos distancia emocional, pues lograremos que los aspectos más pasajeros de nuestras emociones no nos entorpezcan y no hagan que nos arrepintamos de actuar de una u otra manera.
Psicologia/Raquel Aldana
https://lamenteesmaravillosa.com

domingo, 22 de mayo de 2016

Hay un juez llamado tiempo que pone a todos en su lugar



Todos nosotros somos libres de nuestros actos pero no de las consecuencias. Un gesto, una palabra o una mala acción ocasionan siempre un impacto más o menos perceptible, y aunque no lo creamos, el tiempo es un juez muy sabio. A pesar de no dar sentencia de inmediato, siempre suele dar la razón a quien la tiene.
El célebre psicólogo e investigador Howard Gardnerpor ejemplo, nos sorprendió hace poco con uno de sus razonamientos: “una mala persona nunca llega a ser un buen profesional”. Para el “padre de las inteligencias múltiples” alguien guiado únicamente por el interés propio nunca alcanza la excelencia y esta es una realidad que también suele revelarse en el espejo del tiempo.
Cada uno cosecha lo que siembra y, aunque muchos sean libres de sus actos, no lo son de las consecuencias porque, tarde o temprano, ese juez llamado tiempo dará la razón al que la tiene.
Es importante tener en cuenta que aspectos tan comunes, como un tono de voz despectivo o el uso excesivo de burlas e ironías en el lenguaje, suelen traer serias consecuencias en el mundo afectivo y personal de las víctimas que lo reciben. El no ser capaz de asumir la responsabilidad de dichos actos responde a la falta de madurez que, tarde o temprano, trae consecuencias.
Te invitamos a reflexionar sobre ello.

El tiempo, ese juez tan sabio

Pongamos un ejemplo: visualicemos a un padre educando con severidad y ausencia de afecto a sus hijos. Sabemos que ese estilo de crianza y educación traerá consecuencias, sin embargo, lo peor de todo, es que este padre busca con estas acciones ofrecer al mundo personas fuertes y con un determinado estilo de conducta. No obstante, lo que conseguirá probablemente es algo muy diferente de lo que pretendía: infelicidad, miedo y baja autoestima.

Con el tiempo, esos niños convertidos en adultos, dictaran sentencia: alejarse o evitar a ese padre, algo que tal vez, esta persona no llegue a entender. La razón de ello está en que muchas veces quien hace daño “no se siente responsable de sus actos”, carece de una adecuada cercanía emocional y prefiere hacer uso de la culpa (mis hijos son desagradecidos, mis hijos no me quieren).
Una forma básica y esencial de tener en cuenta que todo acto, por pequeño que sea, tiene consecuencias, es hacer uso de lo que se conoce como “responsabilidad plena”. Ser responsable no significa solo asumir la culpa de nuestras acciones, es entender que tenemos una obligada capacidad de respuesta hacia los demás, que la madurez humana empieza haciéndonos responsables de cada una de nuestras palabras, actos o pensamientos que generamos para propiciar nuestro bienestar y el de los demás.

La responsabilidad, un acto de valentía

Entender que, por ejemplo, la soledad de ahora es consecuencia de una mala acción del pasado es sin duda un buen paso para descubrir, que todos estamos unidos por un finísimo hilo donde un movimiento negativo o disruptivo, trae un como consecuencia un nudo o la ruptura de ese hilo. De ese vínculo.
Procura que tus actos hablen más que tus palabras, que tu responsabilidad sea el reflejo de un alma; para ello, procura tener siempre buenos pensamientos. Entonces, ten por seguro que el tiempo te tratará como mereces.
Es necesario tener en cuenta que somos “propietarios” de gran parte de nuestras circunstancias vitales, y que una forma de propiciar nuestro bienestar y de aquellos que nos rodean es mediante la responsabilidad personal: todo un acto de valentía que te invitamos a poner en práctica a través de estos sencillos principios.

Claves para tomar conciencia de nuestra responsabilidad
El primer paso para tomar conciencia de “la responsabilidad plena” es abandonar nuestras islas de recogimiento en las que focalizamos gran parte de lo que acontece en el exterior en base a nuestras necesidades. Por ello, esta serie de constructos son adecuados también para los niños. Utilizándolos con ellos podemos enseñarles que que sus actos, tienen consecuencias.
  • Lo que piensas, lo que expresas, lo que haces, lo que callas. Toda nuestra persona genera un tipo de lenguaje y un impacto en los demás, hasta el punto de crear una emocionalidad positiva o negativa. Hemos de ser capaces de intuir y ante todo, de empatizar ante quien tenemos delante. 
  • Anticipa las consecuencias de tus actos: sé tu propio juez. Con esta clave no nos estamos refiriendo a caer en una especie de “autocontrol” por el cual llegaremos a ser nuestros propios verdugos antes de haber dicho o hecho nada. Se trata solo de intentar anticipar qué impacto puede tener una acción determinada en los demás y, en consecuencia, también en nosotros mismos.
  • Ser responsable implica comprender que no somos “libres” del todo. La persona que no ve límite alguno en sus actos, en sus deseos y sus necesidades, practica ese libertinaje que, tarde o temprano, también trae consecuencias. La recurrida frase de “mi libertad termina donde empieza la tuya” adquiere aquí su sentido. No obstante, también es interesante intentar propiciar la libertad y el crecimiento ajeno, para de este modo, alimentar un círculo de enriquecimiento mutuo.
Vale la pena ponerlo en práctica.

Psicologia/-Valeria Sabater
https://lamenteesmaravillosa.com

sábado, 21 de mayo de 2016

Aprende a confiar en lo que está sucediendo


¿Cómo confiar en lo que está sucediendo si mi realidad está llena de tensiones, de miedos e infelicidades? Tomando conciencia. No se trata solo de saber identificar a esos enemigos exteriores que nos hacen daño, a esos tiburones que nadan en mares revueltos…
Sino de saber conectarnos con nosotros mismos para recuperar la confianza, para aferrarnos un poco menos en las preocupaciones, y permitirnos ser más libres, soltar y tomar plena conciencia del aquí y ahora, integrándonos en nuestro ser más interno.

Aprende a confiar en lo que está ocurriendo. Si hay silencio, déjalo aumentar, algo surgirá. Si hay tormenta, déjala rugir, se calmará.
                                                                                                El TAO

Sabemos que no siempre es fácil conseguirlo. Cuando uno tiene muchas responsabilidades y no cabe la oportunidad de poder liberarnos de todo, debemos aprender a establecer prioridades.
Lo que sucede en estos mismos momentos es por algo, en tus manos está marcar el rumbo de tu destino siempre y cuando sepas confiar en ti mismo, y en la certeza de que pueden llegar cosas maravillosas.

Cómo practicar el arte de la no resistencia

Puede que en alguna ocasión ya hayas oído hablar de la estrategia de no resistirnos. Ahora bien, es importante que definamos un poco más esta idea para no caer en equívocos.

Practicar la resistencia es aferrarnos. Es apegarnos al sufrimiento, a los focos de estrés, a las relaciones tóxicas. El arte de la no resistencia, por su parte, nos enseña a fluir, a no quedar amarrados a lo que nos hace daño.
– La “no resistencia” no supone en absoluto dejarnos llevar por donde los demás quieren o por donde la vida opte arrastrarnos sin que nosotros tengamos opción de decidir.
– Quien se resiste, muchas veces se opone al cambio y deja de confiar en sí mismo, e incluso cierra las puertas a nuevas oportunidades.

A menudo suele decirse que las personas gastamos múltiples energías en cosas inútiles o que nos hacen daño:
Enfocar gran parte de nuestro tiempo en un trabajo que nos hace infeliz descuidando a la familia, ofrecer nuestra vida a una pareja que nos ofrece infelicidad y a quien no nos atrevemos a dejar por miedo o indecisión…
Practicamos muy poco esa escucha interna, esa comunión con nosotros mismos para atender nuestra necesidades más intimas y descubrir qué sucede de verdad en nuestro interior.
Sabes muy bien qué pasa ahora mismo a tu alrededor, así que párate un momento a reflexionar sobre estos aspectos:
  • ¿Hay algún tipo de tormenta en tu mente? ¿Te sientes perdido, enfadado, frustrado quizá?    Identifica tus necesidades
Ahora que ya has identificado esas emociones negativas, no te aferres a ellas. No pongas resistencia y permítete liberarte de ellas. Si cambias tus pensamientos, cambiará tu voluntad y con ella tu realidad. Debes confiar en ti mismo.

Cómo aprender a confiar en lo que está ocurriendo

  • En primer lugar debes ser consciente de que en ti mismo, existe mucha más fuerza de la que crees, y que además, dispones de muchas estrategias de afrontamiento de las que en ocasiones, no eres consciente.
Debes dejar a un lado los miedos heredados, a las cosas y personas que van a vienen. A veces, no se trata de entender sino de sentir, confiar en lo que de verdad importa: vivir el aquí y ahora.


1. El reconocimiento

El primer paso para aprender a confiar en lo que sucede a tu alrededor es reconocer todo lo que te envuelve, tus circunstancias y las personas que te rodean.
  • Yo reconozco tu forma de ser, y me doy cuenta que es incompatible con la mía.
  • Reconozco que las circunstancias que hemos creado entre los dos son dañinas.
  • Reconozco que hay dolor, lo vivo, lo siento y me doy cuenta de que debo reaccionar.

2. La responsabilidad

Ser responsable supone en primer lugar tomar las riendas de la situación, y después y no menos importante: no culpar a nadie de lo que ocurre.
Si yo busco culpables lo más probable es que genere rabia, y si hay rabia vuelve a existir resistencia y quedaremos cautivos de nuestras propias emociones negativas.
– Actúa de forma responsable sin buscar culpables de lo ocurrido, ni aún menos a ti mismo. Debemos evitar pesos internos.
– Ahora que ya has reconocido la situación, sabes que debes actuar con responsabilidadEs hora de dar una respuesta creativa, de ir a la acción. 
Trasforma tu realidad para que sea mejor

3. Avanzar sin actitudes defensivas

Volvamos una vez más a la imagen de la tormenta. Cuando lo que sucede ahora mismo es que se ha desencadenado un fuerte aguacero cargado de vientos y truenos, hemos de evitar actuar como esa rama que busca mantenerse firme y en actitud defensiva ante los elementos.

¿La razón? Lo más probable es que acabe doblada, rota o arrancada a causa de la tormenta. ¿Qué significa esto?
– Las actitudes defensivas suelen estar muy envenenadas por el rencor y la desconfianza. Te impedirán ser libre.
Se trata de confiar en uno mismo y en el momento presente. Sin cargas a la espalda, sin resentimientos, permitiendo que la vida se suceda y nosotros con ella, en plena armonía.

Psicologia/Valeria Sabater
https://lamenteesmaravillosa.com
Imágenes: Kelly Vivanco, Alexandra Nedzvetskaya, Tara Turner, Artasako Eguchi