domingo, 30 de abril de 2017

LA ESTUPIDEZ TIENE LA MALA COSTUMBRE DE PASAR SIN LLAMAR


La estupidez siempre se sitúa en primera fila para ser vista y admirada. Mientras que la inteligencia más sensata calla y observa desde un discreto rincón. Porque la ignorancia con mala fe, es como esa extraña enfermedad que nunca le afecta a quien la sufre, sino a quienes están a su alrededor para sufrir las consecuencias.
La Real Academia define esta dimensión tan manida en nuestro lenguaje popular como “torpeza notable”. Ahora bien, dentro del ámbito psicológico, la estupidez humana dispone en realidad de distintos grados de “idiotez” . No obstante, eso sí, existe uno en concreto al que se le añade el ingrediente de la intencionalidad más perniciosa.

“Nunca discutas con un estúpido: te hará descender a su nivel y ahí te vencerá con su experiencia”
                                                                                Mark Twain
Admitámoslo, ¿quién no ha cometido una estupidez en algún momento de su vida? Son esas acciones donde pesa más el impulso que la reflexión, las ganas antes que la prudencia… Son instantes vitales de los que aprender, y que en ocasiones, suelen recordarse como quien evoca una travesura de juventud. Algo que queda atrás, disuelto por la mirada de la madurez y la perspectiva del equilibrio personal.
Sin embargo, hay otro aspecto que todos sabemos bien. A veces, llegamos a subestimar la cantidad de estupidez que nos envuelve. Hay personas que se esfuerzan en aparentar lucidez y perfección, pero lo que destilan es una absoluta ingenuidad con muy malas artes. A su vez, no hay nada peor para todo cerebro despierto e iluminado que todas esas modas estúpidas enfocadas en controlarnos. En homogeneizar nuestros intereses y comportamientos.
Todos, de algún modo, todos somos víctimas de distintos tipos de estupidez humana e incluso institucional. Esa que siempre aparece sin llamar, porque siempre está ahí, presente y constante. Veámoslo con detalle.

La estupidez humana y la inteligencia

A menudo, cometemos el error de pensar que el comportamiento “estúpido” se asocia a una baja inteligencia. No es así. El coeficiente intelectual no tiene nada que ver con este tipo de acciones, reacciones, verbalizaciones o simples detalles cotidianos que vemos tan a menudo.
La Universidad Eötvös Lornand (Hungría) y la Universidad de Baylor (Texas) realizó en el 2015 un interesante trabajo al respecto de esta dimensión titulado “What is stupid? People’s conception of unintelligent behavior”. Los resultados nos mostraron por primera vez aspectos que hasta el momento ningún otro estudio psicológico nos había revelado al respecto de la estupidez humana.

Los tres tipos de estupidez humana

En primer lugar, hemos de saber que el tipo de estupidez más común es la asociada a la simple distracción. Es algo que a todos nos ocurre muy a menudo. Cometemos errores, descuidos y hasta podemos hacer daño a segundas personas por ello. No obstante, cuidado, porque no se deben a un acto involuntario. Sino más bien a una falta de esfuerzos, de inversión o implicación personal.
Por su parte, el segundo nivel con el que se asocia habitualmente a la estupidez -reflejado en este trabajo- es el de la “falta de control”. Es muy característico en personas con comportamientos obsesivos-compulsivos y con escaso autocontrol. Pueden existir diversos grados. Aunque por lo general, en este caso estamos ante un perfil marcado por una alta ansiedad. El impacto en su entorno suele ser en ocasiones muy negativo.
Por último, el tercer grado es aquel donde sí hay una clara intencionalidad. Es una estupidez declarada donde alguien opta por asumir riesgos o iniciar acciones donde sabe perfectamente que las consecuencias pueden no ser las adecuadas. Una conducción temeraria, una broma pesada, una palabra malintencionada…
Un perfil de comportamiento muy dañino que siempre está presente en nuestra sociedad.

Conspiradores de la felicidad humana

Frente a ese comportamiento estúpido que siempre pasa sin llamar  y sin que se le espere, está la mentalidad sensata. Quizá por ello, sabiendo ya que este perfil no se asocia precisamente a una baja inteligencia, deberíamos hablar más bien de una categoría moral y no una dimensión intelectual.
El estúpido nace y también se hace. Porque la estupidez impera en nuestros contextos más cercanos: se vende, se inhala y se contagia.No tenemos más que verlo en muchos programas de televisión, en campañas de moda, en personas que alcanzan la fama sin tener virtud alguna…
Fernando Savater nos explica que los estúpidos son en realidad conspiradores de la felicidad humana. Si eligen desplegar sus malas artes no es por otra cosa más que por aburrimiento. Porque quien se aburre acusa a los demás de cobardes, de egoístas, de malos patriotas, y ante todo, disfruta metiendo a otros en líos y trifulcas. La estupidez , como vemos, es mucho más que esa mala costumbre que aparece sin llamar…

Las leyes de la estupidez humana

Asimismo, Carlo Cipolla, un célebre historiador italiano también ahondó en el aspecto de la estupidez humana de modo formidable. Para él, todos los males de la sociedad estaban gestados por estos conspiradores de la felicidad, es decir, los estúpidos. De hecho, en su libro “Allegro ma non troppo” hizo un estupendo desglose de las características de este tipo de personas.
Vale la pena tenerlo en cuenta, aunque sea a modo de curiosidad.
  • La primera ley que nos dejó Carlo Cipolla es que las personas subestimamos la gran cantidad de estúpidos que nos rodean.
  • No hay que confundir a los estúpidos con los tontos o con las personas de pocas luces intelectuales: los más peligrosos son los primeros.
  • Un estúpido es aquella persona cuyos actos tienen impacto en la vida de los demás, nunca en la suya propia.
  • Una de las características de la estupidez es su pasión por entrometerse en mundos ajenos que no son de su competencia.
  • La estupidez está presente en todos los estamentos humanos, pero entre los que se hacen llamar “intelectuales o poderosos” alcanza una gravedad especial.

Psicologia/Valeria Sabater
https://lamenteesmaravillosa.com

sábado, 29 de abril de 2017

Coherencia cardíaca: El concepto que cambiará tu manera de ver y enfrentarte a la vida



Hace algunos años se descubrió que no tenemos un solo cerebro. El intestino y el corazón tienen sus propios circuitos formados por decenas de miles de neuronas, que actúan como “pequeños cerebros” dentro de nuestro cuerpo; capaces de tener sus propias percepciones, modificar su respuesta en función de estas e incluso de transformarse a partir de sus experiencias. Es decir, de alguna manera, el corazón también forma sus propios recuerdos.

Sin embargo, el corazón no solo cuenta con un sistema de neuronas semiautónomo sino que también es una pequeña fábrica de hormonas. Secreta su propia reserva de adrenalina, la cual utiliza cuando necesita funcionar al máximo de sus capacidades. También segrega y regula la liberación de ANF, una hormona que regula la tensión arterial. E incluso tiene su propia reserva de oxitocina, la hormona del amor. Obviamente, todas estas hormonas actúan directamente sobre el cerebro y tienen una influencia en nuestro organismo.

El corazón, un pequeño "cerebro" que late al compás de las emociones y pensamientos


Cuando aprendemos a controlar nuestro corazón, logramos regular nuestro cerebro emocional, y viceversa. La relación más fuerte entre el corazón y el cerebro emocional se establece a través del sistema nervioso periférico autónomo; es decir, la parte del sistema nervioso que regula el funcionamiento de todos nuestros órganos. 

El sistema nervioso autónomo está constituido por dos ramales que inervan cada uno de los órganos del cuerpo partiendo del cerebro emocional. El ramal simpático libera adrenalina y noradrenalina, controla las reacciones de lucha y huida y acelera el ritmo cardíaco. El ramal parasimpático libera un neurotransmisor diferente que acompaña los estados de relajación y calma, además de disminuir la velocidad cardíaca. 

Estos dos sistemas, uno actúa como freno y otro como acelerador, deben estar en constante equilibrio. De hecho, para lidiar con los problemas de la vida cotidiana necesitamos que el freno y el acelerador estén en perfecto estado para que se compensen mutuamente.

Sin embargo, el corazón no se contenta con sufrir la influencia del sistema nervioso central, también envía fibras nerviosas hacia la base del cráneo que controlan la actividad del cerebro. Más allá de su influencia hormonal y electromagnética, también actúa sobre el cerebro emocional mediante conexiones nerviosas directas. Esto significa que cuando el corazón se desajusta, arrastra consigo al cerebro emocional. 

El reflejo del vaivén entre el cerebro emocional y el corazón es la frecuencia entre los latidos cardíacos. Las dos ramas del sistema nervioso autónomo siempre están a punto de acelerar o disminuir la velocidad del corazón, razón por la cual el intervalo entre dos latidos sucesivos nunca es igual. Esa variabilidad es sana porque es señal de buen funcionamiento del freno y el acelerador y no tiene nada que ver con la arritmia, las taquicardias o los síntomas de los ataques de ansiedad; los cuales son signos de que el freno parasimpático ya no controla bien el corazón. 

De hecho, el corazón puede latir a una media de 60 latidos por minutos, pero en un instante puede aumentar a 70 y luego descender a 55, sin que podamos comprender por qué. Un mero ejercicio de matemáticas complicado puede generar tensión que termine provocando esos picos, aunque no lo percibamos.

Con las nuevas tecnologías se pueden percibir esas variaciones del ritmo cardíaco, lo cual se conoce como caos y coherencia. Por lo general, las variaciones son suaves y “caóticas”: acelerones y frenazos se suceden de forma dispersa e irregular. Al contrario, cuando la frecuencia de los latidos del corazón es fuerte y sana, las fases de aceleración y disminución de la velocidad muestran una alternancia rápida y regular. Eso produce la imagen de una onda armoniosa, conocida como “coherencia cardíaca”.

Las emociones negativas, como la cólera, la ansiedad, la tristeza, e incluso las preocupaciones banales, son las que más hacen caer la frecuencia cardíaca y siembran el caos. Al contrario, son las emociones positivas, como la alegría, la gratitud y, sobre todo, el amor, las que más favorecen la coherencia. 

Obviamente, el caos o la coherencia cardíaca también influyen en nuestros ritmos fisiológicos. La frecuencia de la tensión arterial y de la respiración se alinean rápidamente con la coherencia cardíaca, y estos tres sistemas se sincronizan. Por tanto, aprender a desarrollar la coherencia cardíaca implica ahorrar energía. 

Por ejemplo, la coherencia cardíaca contribuye a que nuestro cerebro sea más rápido y preciso, lo cual se traduce en que nuestras ideas fluyan de manera natural y sin esfuerzo. También somos más propensos a adaptarnos a todo tipo de imprevistos, pues estamos en equilibrio y abiertos a todo lo que pueda pasar.

¿Cómo desarrollar la coherencia cardíaca?


Es necesario cambiar la perspectiva: hay que afrontar el problema al contrario. En vez de esperar que las circunstancias externas sean ideales, debemos empezar por controlar el interior. Cuando acabamos con el caos fisiológico, nos sentimos mejor de manera automática y mejoraremos nuestros resultados.

Uno de los métodos más eficaces para potenciar la coherencia cardíaca es la meditación.

1. Dirigir la atención hacia el interior. Debemos abstraernos del mundo exterior y apartar toda preocupación durante unos minutos. Es importante aceptar que nuestras preocupaciones pueden esperar un poco, el tiempo necesario para que el corazón y el cerebro recuperen su equilibrio. La mejor manera de lograrlo es comenzar realizando respiraciones lentas y profundas ya que así estimulamos el sistema parasimpático e inclinamos ligeramente el equilibrio del lado del “freno” fisiológico. Para maximizar su efecto debemos centrarnos plenamente en la respiración, hasta que esta se vuelva más natural y suave.

2. Concentrarse en el corazón. Al cabo de un minuto, aproximadamente, es importante que nos centremos en el pecho. Podemos imaginar que respiramos a través del corazón. Continuaremos respirando lenta y profundamente y visualizando el corazón. Podemos imaginar que la inspiración nos proporciona el oxígeno que necesitamos y que la espiración nos permite deshacernos de los residuos. Podemos imaginar esos movimientos lentos y flexibles, mientras el corazón se tranquiliza.

3. Conectarse a la sensación de calor o expansión en el pecho. Al inicio será muy ligera, una manera de potenciarla consiste en evocar directamente un sentimiento de reconocimiento o de gratitud y permitir que invada nuestro pecho. El corazón siempre es especialmente sensible a la gratitud, a todo sentimiento de amor.

Psicologia/Jennifer Delgado
http://www.rinconpsicologia.com

Fuente:
Servan, D. (2003) Curación emocional. Barcelona: Editorial Kairós.

viernes, 28 de abril de 2017

Pepito Grillo existe y habita en nuestro cerebro


¿Te acuerdas del cuento de Pinocho? A este niño de madera siempre le acompañaba un personaje aún más singular e interesante desde el punto de vista psicológico: Pepito Grillo, que asumía las veces de su conciencia indicándole cuál era la mejor decisión y reprendiéndole cuando se equivocaba.

En realidad, la idea de que todos tenemos un Pepito Grillo es mucho más antigua. En la cultura popular, tan rica en metáforas y alegorías, siempre se ha representado la conciencia como un pequeño ángel que nos susurra al oído para ayudarnos a emprender el buen camino y, como contraparte, también hayamos a un diablillo que nos tienta. ¿Se trata de una elaborada fantasía o esta idea tiene una base real en nuestro cerebro?

Pues bien, investigadores de la Universidad de Oxford están convencidos de que Pepito Grillo existe, se encuentra en nuestra corteza prefrontal anterior y es exclusivo de los seres humanos.


Si no tienes que pensar… ¿Por qué piensas?


En uno de los experimentos, los investigadores entrenaron a las personas para que se familiarizasen con el camino de un laberinto virtual. Después, escanearon sus cerebros mientras los participantes recorrían el laberinto. En este punto, los investigadores no esperaban una actividad en la corteza prefrontal anterior ya que las personas simplemente debían seguir el camino que ya conocían haciendo apelo a su memoria. Sin embargo, no fue así.

En el experimento se apreció que algunas zonas de la corteza prefrontal anterior se activaban cuando las personas llegaban a una encrucijada en el laberinto. Es decir, aunque ya estaban familiarizados con el camino que debían seguir, aún así su cerebro se activaba en algunos puntos, como si estuviese sopesando otras opciones. Este estudio hizo saltar la alarma. ¿Por qué, si las personas ya conocían el camino, seguían valorando opciones?

La respuesta llegó de la mano de otro experimento en el cual los investigadores cambiaron un poco la tarea: las personas debían recorrer un laberinto virtual en el cual algunas encrucijadas eran más complejas que otras. Para facilitarles la toma de decisión, cada encrucijada mostraba un número que indicaba las probabilidades de que fuese el camino correcto. Por ejemplo, al llegar a un punto con tres desvíos, uno indicaba 10, otro 30 y un tercero 70.

Es lógico pensar que tomaremos el desvío que nos indica el número 70 ya que así tendremos más probabilidades de acertar y encontrar la salida. De hecho, todos los participantes eligieron este camino pero aún así, se mostraba una intensa actividad en la corteza prefrontal anterior, la cual se intensificaba cuando había un mayor número de opciones e incluso se mantenía aunque la persona ya hubiese tomado su decisión. ¿Qué nos indica esto?

Un mecanismo subrepticio para sopesar alternativas 


Estos experimentos demuestran que nuestra corteza prefrontal anterior continúa evaluando las opciones que dejamos atrás. O sea, se encarga de valorar las alternativas que desechamos y analizar si las razones que nos llevaron a hacerlo eran válidas. Vale aclarar que no se trata del sentido de culpa y los remordimientos que se desatan después de constatar que hemos tomado una mala decisión, es un mecanismo que se activa mucho antes de conocer las consecuencias de la decisión que hemos tomado.

Esta zona del cerebro se ocupa de valorar rápidamente las otras alternativas y comunicarnos que hemos tomado una mala decisión. Es como la voz de un padre, amable pero con autoridad, que nos indica que sería mejor que fuésemos a nuestra habitación para reflexionar sobre la decisión que hemos tomado de manera que no volvamos a hacerlo en el futuro.

Se trata de un gran descubrimiento porque tradicionalmente se ha pensado que el proceso de toma de decisiones sigue un camino más lineal. Es decir, creíamos que nuestro cerebro evaluaba todas las alternativas, sopesando pros y contras, tanto desde el punto de vista lógico como emocional, y que entonces elegía una alternativa. Después, y solo cuando las consecuencias no eran las esperadas, nos veíamos obligados a volver atrás y analizar otras opciones. 

Sin embargo, según estos investigadores, nuestro cerebro se da cuenta de que no hemos tomado la mejor decisión antes de que lleguen las consecuencias ya que este continuaría buscando alternativas mejores. Y después nos las hace saber.

En práctica, nuestra corteza prefrontal anterior continúa evaluando las opciones alternativas, como si estas hubiesen quedado en suspenso. El objetivo de este mecanismo es prepararnos por si en un futuro próximo tenemos que volver sobre nuestros pasos o nos enfrentamos de nuevo a la misma situación. 

Psicologia/Jennifer Delgado

http://www.rinconpsicologia.com

Fuentes:
Rushworth, M. et. Al. (2011) Frontal Cortex and Reward-Guided Learning and Decision-Making. Neuron; 70(6): 1054–1069.
Boorman, E. E. et. Al. (2009) How Green Is the Grass on the Other Side? Frontopolar Cortex and the Evidence in Favor of Alternative Courses of Action. Neuron; 62(5): 733–743.
Yoshida, W. & Ishii, S. (2006) Resolution of Uncertainty in Prefrontal Cortex. Neuron; 50(5): 781–789.

jueves, 27 de abril de 2017

Hinduismo: Brahma, Vishnu y Shiva


BRAHMA 


BRAHMA es considerado como el Ser Supremo, el dios de dioses; Brahma, Vishnu y Siva, son sus manifestaciones. Es verdad que en algunos versos de los Vedas, algunos de sus atributos también se dan a otras deidades, y en algunos de los Puranas se dice que hay varios dioses iguales al Supremo Brahma.
No obstante, Brahma es considerado por los hindúes, opinión que encuentra mucho fundamento en sus escrituras, como el Supremo Dios: el origen de todos los demás y del que éstos son sus manifestaciones.
En el Atharva-Veda se lee: “Todos los dioses están en Brahma como las vacas en un establo”. En el principio, Brahma era este universo, el creó a los dioses. Habiendo creado a los dioses, los colocó en los mundos. Agni, en este mundo, Vayu en la atmósfera y Surya en el cielo. Y en los mundos que son más altos, colocó a los dioses que son aun más elevados. Entonces Brahma partió hacia la esfera más alta llamada Satyaloka, el más excelente y lejano de todos los mundos. Los dioses eran originalmente mortales, pero cuando fueron penetrados por Brahma, se volvieron inmortales.
En el Taittiriya Brahmana se dice que: Brahma creó a todos los dioses y a este mundo entero. Dentro de él están todos estos mundos. Dentro de él está este universo entero. Brahma es el más grande de todos los seres. En Brahma están los treinta y tres dioses.
                                                            VISHNU:

A Vishnu se le conoce como la segunda persona de la Trimurti o tríada Hindú; pero a pesar de ser el segundo, esto no implica en modo alguno que deba ser considerado inferior a Brahma. En algunos libros se dice que Brahma es la primera causa de todas las Cosas, en otros se afirma, fuertemente que este honor pertenece a Vishnu, mientras que en otros se le concede a Siva. Así como el principal trabajo de Brahma es la creación, el de Vishnu es el de la preservación y el de Siva, la destrucción.
Vishnu, sin embargo, crea, conserva y destruye, aunque en tres formas distintas. Tuvo varias encarnaciones en La Tierra. La primera fue como un pez, luego como una tortuga, la tercera como un jabalí y la cuarta como un león. La quinta encarnación fue como un enano, la sexta Parasurama, con la forma de un guerrero, la séptima como Rama y la octava como Krisna. Estas dos últimas encarnaciones fueron muy importantes para la tradición hindú.
Para algunos hinduistas y, obviamente para los budistas, Buda fue la novena encarnación de Vishnu. Se espera todavía una siguiente encarnación que se llamará Kalki quien se supone cabalgará por La Tierra y castigará a los malos. Sus apodos: Ananta-Infinito, Hari-Ladron salvador, Madhana-La miel, Mukanda-Libertador, Narayana-Origen, Svayambhu-Existencia propia, Yajnesvara-Señor del sacrificio, etc.
El Dios Vishnu siempre es representado en posición vertical, llevando una corona, y portando algunos elementos como una concha, la flor de loto, un disco y un palo, que muestra en cada uno de sus 4 brazos. Hoy en día Vishnu sigue siendo una deidad de culto, y alberga dentro del territorio hindú a una serie de templos y lugares a donde peregrinar.
                                                          SIVA O SHIVA:

Shiva es la tercera persona de la Tríada Hindú. Siendo Brahma el creador y Vishnu el preservador y estando todas las cosas sujetas a decaer, hacía falta un “destructor” para completar el sistema y es por eso que su nombre significa “el que no es propicio”; la destrucción es considerada como la función especial de Siva.
Esto no parece armonizar mucho con la forma mediante la que se le suele representar. Debería recordarse, sin embargo, que según las enseñanzas del hinduismo, la muerte no implica muerte en el sentido de pasar a la no-existencia, sino simplemente un cambio a una nueva forma de vida.
Aquel que destruye, por lo tanto, hace que los seres asuman nuevas fases de existencia: el Destructor es realmente un re-Creador. De ahí que le sea dado el nombre de Shiva, el radiante o el dichoso. No hubiera sido así en caso de considerárselo como el destructor en la acepción corriente de este término.
En el Hinduísmo reciente, y según las enseñanzas de las Epopeyas y los Puranas, Shiva juega un papel muy importante, habiéndose escrito varios libros dedicados a cantar sus alabanzas. Sin embargo, su nombre no figura entre los dioses de los Vedas. Por ello y a fin de aumentar su veneración entre los hombres, se ha afirmado que coincide con el Rudra de los Vedas. También se le conoce como Mahadeva o Mahayogui.
Algunos lo consideran un dios hogareño, casado con la Diosa Parvati, mientras que otros lo consideran viviendo solo como un asceta en el Monte Kailash en los Himalayas. Se cree que el río sagrado Ganga vino a la tierra desde el cielo a través del cabello de Shiva.
El símbolo más común es la linga, (símbolo fálico) una piedra cilíndrica colocada en una base circular. Se cree que la linga representa la totalidad de la visión hindú del mundo. Como corona tiene la luna creciente, y un adorno hecho de piel de tigre y elefante. Su garganta es azul, con una gran cobra enrollada alrededor del cuello.
Lleva collares y una guirnalda, y serpientes trepando por todo su cuerpo. También lleva un fajín, un cordón sagrado, y brazaletes. Tiene tres ojos y cuatro brazos, con ceniza sagrada esparcida por todo su cuerpo. Con dos de sus manos sostiene un tridente, y un tamborcito (damaru); con las otras dos manos forma mudras, de abhaya (protección) y varada (concede bienes). Sus ojos están medio cerrados en una postura sagrada llamada sambhavi mudra, (dirigidos al entrecejo) Los ojos medio cerrados de Shiva indican que su mente permanece en el Ser, mientras que su cuerpo está actuando en el mundo externo.
Shiva/Shakti es el aspecto dual de la Divinidad. La parte derecha del cuerpo corresponde al aspecto masculino (Shiva), y la parte izquierda del mismo representa el aspecto femenino, que a través de diferentes momentos adopta distintas formas y nombres. Esta forma andrógina se llama Ardhanarisvara o “Las dos mitades de la personificación de Dios”.
Inma Martín
elrincondelsadhu.blogspot.com
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miércoles, 26 de abril de 2017

No existe la “falta de tiempo” sino la falta de interés


Lo siento, no he tenido tiempo, es una excusa que probablemente hayamos escuchado en más de una ocasión y a la que probablemente también hayamos recurrido. Sin embargo, es solo eso, una excusa, porque lo cierto es que no existe la falta de tiempo, más bien se trata de falta de interés.

Cuando algo no nos interesa, cuando simplemente no llama nuestra atención o no nos apetece, nos resulta mucho más fácil escudarnos tras de las obligaciones y tareas cotidianas. Sin embargo, cuando algo realmente nos interesa y apasiona, intentamos que todo encaje en nuestra agenda, como si se tratara de un gran rompecabezas, y sacamos el tiempo que necesitamos para dedicárselo.

Cuando nos mentimos a nosotros mismos


El día tiene 24 horas, no podemos alargarlo, pero podemos reestructurar nuestra agenda de manera que podamos tener tiempo para realizar las tareas importantes. Si no lo hacemos, es porque algo en nuestro inconsciente nos está empujando en otra dirección.

Cuando aplazamos constantemente una decisión y afirmamos que no tenemos tiempo para informarnos mejor, por ejemplo, suele deberse a que en nuestro “yo” más profundo tenemos miedo a dar el paso, quizá porque sentimos que no estamos preparados. También puede deberse a que el asunto realmente no nos interesa, estamos tan cómodos en nuestra zona de confort que no nos apetece cambiar y, por tanto, nos mentimos diciendo que no tenemos tiempo.

Sin embargo, mentirnos a nosotros mismos es un juego peligroso porque podemos terminar tomando decisiones de las que después nos arrepintamos, simplemente porque nos dejamos llevar por las circunstancias o porque nos vimos obligados a decidir in extremis. Por eso, la próxima vez que pienses que no tienes tiempo, reflexiona un segundo sobre lo que se puede esconder detrás de esa frase.

Considera que para esconder, reprimir o enmascarar determinadas ideas y sentimientos a nuestro "yo" consciente, tenemos que hacer un gran esfuerzo mental que llega a ser muy desgastante. Mentirte a ti mismo es agotador.

Ser sincero contigo mismo te evitará este problema. Si en vez de decirte que no tienes tiempo, que lo harás mañana o quizá el mes próximo, simplemente asumes que es algo que no te interesa o para lo cual no estás preparado, cierras un capítulo y sigues adelante, con menos estrés y preocupaciones. Te quitas un enorme peso de encima.

Comprométete con lo que te hace realmente feliz


En la vida, tu posesión más valiosa es el tiempo. Puedes compartirlo con quien te apetezca y te haga feliz o invertirlo en esas cosas que te hacen vibrar y te apasionan de verdad.

Eso significa que no tienes que cumplir con todas las expectativas sociales, solo deberías comprometerte con los valores que te resultan importantes, con los que realmente te identificas.

Recuerda que vivir siempre en el carril rápido, encadenando un compromiso con otro, un proyecto con el siguiente y una relación con la sucesiva, te impedirá conectar con tu esencia y poco a poco te irás perdiendo.

A veces simplemente tienes que darte tiempo para pensar, para determinar qué es lo que quieres realmente y, sobre todo, para decidir en qué quieres invertir los minutos y las horas que tienes. Porque son limitados.

Psicologia/Jennifer Delgado
http://www.rinconpsicologia.com



martes, 25 de abril de 2017

Caminar recablea tu cerebro para curar las penas y aliviar el estrés



Si te sientes triste, preocupado o ansioso, uno de los mejores remedios naturales es caminar. Aléjate, literalmente, de la fuente del problema y sumérgete en la naturaleza. No hay nada como un buen paseo para aliviar las penas, deshacerte de la tensión acumulada y recargar las pilas.

De hecho, se conoce que el ejercicio físico, y caminar en especial, son excelentes estrategias terapéuticas para tratar tanto la depresión como la ansiedad. Se ha demostrado que caminar a paso rápido potencia la liberación de endorfinas, unas hormonas que nos hacen sentir felices y relajados, mientras disminuye la producción de cortisol, la hormona del estrés.

Sin embargo, neurocientíficos de la Universidad de Princeton creen que los efectos de caminar van mucho más allá de estimular momentáneamente la producción de determinados neurotransmisores, creen que este hábito puede conducir a un recableado cerebral que nos ayudará a lidiar mejor con los problemas cotidianos, sin tanto estrés.

Las “neuronas calmantes” del cerebro


Estos investigadores trabajaron con dos grupos de ratones, un grupo se mantuvo activo y el otro fue destinado a una condición sedentaria. Después de caminar, los científicos analizaron su funcionamiento cerebral y descubrieron que en los animales que habían hecho actividad física se activaban algunas neuronas encargadas de inhibir la actividad de las células nerviosas demasiado excitadas.

A continuación añadieron un poco de estrés ambiental y apreciaron una activación de las neuronas excitables del hipocampo, una región del cerebro involucrada en las respuestas emocionales. Sin embargo, los animales que habían caminado fueron capaces de lidiar mejor con esa activación cerebral ya que también se activaron las “neuronas calmantes” para evitar que el impacto de la situación fuera excesivo y mantener el nivel de estrés bajo control.

Estos resultados, que los neurocientíficos consideran válidos para los seres humanos, podrían explicar por qué caminar nos ayuda a relajarnos y olvidarnos de las preocupaciones y las penas. Todo indica que cuando caminamos se activan las “neuronas calmantes” del cerebro para inhibir el nivel de excitación de aquellas neuronas que se encuentran en la base de las preocupaciones, las rumiaciones y el estrés.

Esto nos indica que la actividad física reorganiza el cerebro, por lo que es menos probable que las personas que caminen y practiquen ejercicio con frecuencia sufran niveles elevados de ansiedad y el estrés interferirá menos en su funcionamiento normal. Básicamente, caminar fortalece el mecanismo de inhibición, impidiendo que las células nerviosas más excitables se disparen.

Para aprovechar al máximo la caminata, mejor que sea en la naturaleza


No es lo mismo caminar sobre una cinta dentro de las cuatro paredes de un gimnasio que caminar por la ciudad o rodeados de naturaleza. Neurocientíficos de la Universidad Heriot-Watt lo comprobaron manteniendo monitorizada la actividad cerebral de 12 personas mientras caminaban durante 25 minutos en un centro comercial, un espacio verde y una calle de una concurrida zona de negocios. La electroencefalografía móvil rastreó señales de emociones y estados como la frustración, la meditación, el entusiasmo y la atención.

Descubrieron que el estado de relajación y meditación era más intenso cuando se paseaba por espacios verdes. Estas personas también experimentaban menos frustración. Lo que sucede es que en los espacios verdes nuestro cerebro logra desconectarse realmente y poner en marcha lo que se conoce como atención involuntaria, teniendo la oportunidad de vagar con mayor libertad en un estado bastante parecido a la meditación mindfulness. Al contrario, en las calles y centros comerciales debemos mantenernos mucho más atentos, por lo que no tenemos la oportunidad de desconectarnos por completo de nuestras preocupaciones y no dejamos que el cerebro descanse.

Psicologia/Jennifer Delgado

http://www.rinconpsicologia.com

Fuentes:
Roe, J. et. Al. (2015) The urban brain: analysing outdoor physical activity with mobile EEG. British Journal of Sports Medicine; 49(4): 272-276.
Gould, E. et. Al. (2013) Physical exercise prevents stress-induced activation of granule neurons and enhances local inhibitory mechanisms in the dentate gyrus.Journal of Neuroscience;33(18): 7770-7777.