martes, 19 de enero de 2016

La realidad reflejada

La luz nos permite ver las formas y los colores, pero no podemos ver la luz. Del mismo modo, lo Real permite la observación de la realidad que nos rodea, pero con los sentidos físicos no podemos percibir lo Real. 


El cerebro está diseñado para la supervivencia de la especie. Por este motivo ha desarrollado los cinco sentidos físicos con los que poder relacionarnos con el mundo exterior. Es gracias a los sentidos que el ser humano puede sobrevivir.
Sin embargo, nuestro cerebro no está diseñado para la captación de otras dimensiones que no sean aquellas que puede percibir: largo, ancho y alto. ¿Quiere esto decir que no existan? Desde luego que no. Existen, y se las puede percibir, pero no con los cinco sentidos.

A fecha de hoy la física, a través de la teoría de cuerdas, ha llegado a contabilizar más de 20 dimensiones diferentes. No está nada mal la diferencia. Pero, a fin de cuentas, todas ellas se limitan a meras fórmulas matemáticas de inalcanzable comprensión para el profano en la materia.

¿Qué es lo que buscan los físicos? ¿Qué tratan de demostrar los científicos? Tratan de traer al mundo visible un fragmento de lo invisible. Su labor está condenada al fracaso. Jamás lo conseguirán. Lo invisible es esencial, y como decía Saint-Exupéry en su Principito, lo esencial es invisible a los ojos.

Así pues, lo Real y la realidad se entremezclan en la vida cotidiana. Reflejos de una aparente realidad nos confunden sin cesar haciéndonos entrar en estado de fascinación. La belleza del mundo que nos rodea captura nuestra atención hasta hacernos creer que es auténtica. Pero ¿lo es?

El corazón espiritual

Real es lo que permite la percepción, no la realidad reflejada, por muy hermosa que pueda llegar a ser. Para distinguir entre lo Real y la realidad se hace necesario viveka, el discernimiento.

Ser capaz de diferenciar la ilusión de lo verdadero es todo un reto para el individuo. Máxime, cuando a través de la proyección con el mundo exterior y la posterior identificación, él mismo ha llegado a creerse que es real, auténtico, pasando así a formar parte de la ficción.

Vemos una forma reflejada sobre el estanque y de inmediato le concedemos toda nuestra credibilidad. Es verdadero, nos informa nuestro cerebro. Es hermoso, nos dicen nuestras emociones. Es real, pensamos. La ficción está servida, y con ella el sufrimiento de la existencia o el gozo de vivir.
La proyección de la mente es inmediata, tanto como el proceso de identificación. Nos lo hemos creído. Estamos enganchados. Es natural que así sea; ese es el funcionamiento de nuestra mente, la cual crea un velo que impide la percepción directa de lo Real.

Sin embargo, lo invisible se puede percibir, pero no con los sentidos, sino con el corazón. Hridayam, el corazón espiritual, es el olvidado instrumento que posee el ser humano para percibir lo que no se puede percibir con los sentidos.

Despertar al corazón espiritual es rasgar el velo de Isis, es abrir la puerta a lo Real, es comprender lo que la mente nunca puede comprender. Es captar la esencia de lo visto porque se vive desde lo esencial.
¿Quién se atreverá a introducir la mano en el estanque para romper la imagen reflejada y tener un atisbo de lo Real?

Emilio J. Gómez 
http://www.yogaenred.com/

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