sábado, 23 de enero de 2016

¿Conoces tu propia respiración?

Desde sus orígenes, el yoga ha preconizado que la respiración es un vínculo entre la mente y el cuerpo. Acostumbramos a respirar casi sin darnos cuenta de ello (movimiento reflejo), pero en yoga se insiste en la “posibilidad de elección”: la voluntad de regular conscientemente la inspiración y espiración, de usar el diafragma y la hiperventilación con determinados fines.


Todas las células de nuestro cuerpo están sometidas a la llamada respiración celular (reciben oxígeno, queman combustible, generan energía y expulsan anhídrido carbónico). Simultáneamente a los factores fisiológicos y ambientales, en la respiración opera la voluntad. Pongamos por ejemplo que si uno se encuentra sufriendo ansiedad puede aprender a controlar la respiración hasta sosegarse. En yoga se enseñan y practican cuatro formas diferentes de respiración: torácica, paradójica, abdominal y diafragmática.

La primera, la respiración torácica, desempeña un papel destacado en el Hatha yoga, al ser potenciadora de la energía.

En el caso de la respiración paradójica, se estimula el sistema nervioso simpático, más incluso que la respiración torácica. La diferencia con respecto a la primera es que durante la inspiración la pared abdominal va hacia dentro.

La respiración abdominal es relajante, natural y simple, y se emplea sobretodo en la postura del cadáver (Savasana). Al ser una respiración inducida por la fuerza de la gravedad, se percibe como un estado de total relajación.

Por último, la respiración diafragmática o respiración toracicodiafragmática centra nuestra atención en el centro mismo del cuerpo, y desde ahí equilibra e integra las polaridades opuestas.
Siempre que uno prepare y trabaje los diferentes tipos de respiración, disfrute de una vida equilibrada, y tenga pensamientos alegres, la conciencia sobre su respiración puede reportarle beneficios más evidentes que cualquier otra práctica yóguica.

María Marco 

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