miércoles, 21 de marzo de 2018

La toma de Consciencia


Hay 3 factores que afectan nuestra vida constantemente: sentimientos, emociones y pensamientos. Por lo tanto, para comenzar el camino hacia la toma de consciencia, el camino de regreso a casa, es fundamental partir comprendiendo qué son estos 3 factores y por qué nos creemos separados, alejados de aquello que somos.
Las emociones son reacciones psicofísiológicas que aparecen como reacción subjetiva (se alimentan de nuestros pensamientos, creencias, experiencias, recuerdos, epigenética y transgeneracional) a una experiencia. Estas reacciones involucran pensamientos, actitudes y creencias. Como resultado de las emociones, obtendremos sentimientos.
Los sentimientos son el resultado de la suma de una emoción y uno o varios pensamientos asociados a ella. Cualquier emoción puede generar muchos pensamientos y, si bien en un 95% son inconscientes, saber esto y observarnos nos da la posibilidad de hacerlos concientes. Dado que tenemos la posibilidad de elegir nuestros pensamientos, esto nos da la posibilidad de elegir nuestros sentimientos.
► ¡Podemos elegir lo que sentimos!
Es, quizás, la sencillez de esto lo que lo hace poco tangible y difícil de creer. Analicemos lo siguiente: las emociones no se pueden administrar ni manejar ya que son la respuesta biológica ante un suceso (que tampoco podemos manejar) y si esa respuesta provoca una diversidad de pensamientos (y tenemos la libertad de elegir cuáles pensamientos queremos en nuestra vida y cuáles no), aquello que sentimos, tienen una parte opcional y eso es lo que no debemos dejar librado al azar si realmente decidimos vivir felices.
Como ya mencioné, el 95% de esos pensamientos son totalmente inconscientes dado que están basados en nuestras creencias, experiencias, etc. (Tal como está descripto en el post pensamientos). Lo que es nuestra decisión y responsabilidad es la duración o la vida útil de ellos. [Ej: si ante ciertas situaciones siempre reacciono con enojo, es inconsciente, lo cual no implica que me tenga que mantener en esa actitud ya que cuando reconocemos ese pensamiento que afecta a cierta emoción, comprendemos que el sentimiento que experimentamos tiene las características que elegimos].
Entre las tantas elecciones que hacemos en la vida, muchas veces olvidamos la principal (o una de ellas). Pasamos la vida creyendo que tenemos que hacer cosas y lograr objetivos para encontrar la felicidad, creyendo que ésta es algo que se obtiene, se gana o se encuentra; por supuesto que caemos en creer que el azar o la suerte son parte de que eso suceda. El mecanismo inconsciente que se activa con esto, proveniente del ego, es: si los resultados nos gustan, fue gracias a nosotros; si no nos gustan, el destino, Dios, el universo o la vida está en contra nuestra, rápidamente encontramos a quién culpar.
La elección de ser felices
Así es, ser felices, vivir en la felicidad es tan sólo un elección. Es sumamente importante saber diferenciar felicidad de alegría ya que muchas veces creemos que algo nos hace felices cuando en realidad es algo que nos pone contentos, desde objetos materiales, conocer a alguien, una nueva relación de pareja, etc.
Esto se debe a que la felicidad está dentro de nosotros y depende pura y exclusivamente de que decidamos vivir desde, en y con ella. Seguramente tendremos vivencias que nos afectaron y que nuestra mente nos trae a la memoria con frecuencia, lo que nunca pensamos o consideramos es que todos nuestros conflictos son recuerdos. Nadie puede negar aquello que hemos vivido, lo que es nuestra responsabilidad es lo que hacemos con esos recuerdos.
►No hay excusas, la felicidad es una elección que debemos tomar para disfrutar nuestra vida a cada instante.
Reflexión: ¿Cuales son aquella cosas consideras que “no te dejan ser feliz”? ¿Cuál es tu concepto de felicidad?

https://todorelativoblog.wordpress.com

martes, 20 de marzo de 2018

Crecer en pareja

► ¿Qué oportunidades de crecimiento nos aportan las relaciones de pareja?





La relación de pareja en sí misma es un camino de espejos y autoconciencia. Un camino que no ofrece precisamente una vida más sencilla, sino más bien una carrera de luces y sombras que puede resultar tan gozosa como complicada. Se trata de un caminar que tras el primer tiempo de estímulos y promesas, declina y desengaña, sin embargo a cambio actualiza potenciales y facilita rendiciones que abren avenidas al alma. Y paradójicamente, para cierto número de seres, precisamente el vivir en soledad por un tiempo determinado, puede ser su forma particular de entrenar aspectos de la persona que más tarde harán mucha falta en la convivencia en pareja.

Lo que sí parece claro es que superar los temores soterrados que se esconden en el aislamiento y establecer vínculos de comunicación sincera, es un camino de rentabilidad cardíaca garantizada. La relación profunda con el “gran otro” y la mirada a sus necesidades más hondas, es la puerta para trascender el natural egocentrismo que nos viene de fábrica. Sin duda conforme nos abrimos cotidianamente a otra persona, nos vemos obligados a desarrollar aspectos tales como la auto observación, la regulación emocional, la actitud cooperativa, la empatía y la compasión honda.



En realidad la relación pareja demanda a sus miembros de una infinita paciencia, así como devoción y una gran entrega. A mayor intimidad, mayor desnudez y por tanto, mayor exigencia en el afinamiento de la música que entre ambos suena. A poca desatención que se produzca, las respuestas desafinadas no tardan en llegar y con ellas, la inminente necesidad de trabajar sobre las desavenencias.

En la relación de pareja, si se quiere vivir con un cierto nivel de salud, convendrá comenzar por cultivarse a uno mismo, y desde ahí, neutralizar aspectos que saboteen la total veracidad que esta necesita. Digamos que la pareja, constituye una relación en la que no hay escapatoria. O bien el vínculo crece y madura, o bien se dirige a una muerte anunciada. Y este marco de sutil tensión y compromiso, conlleva determinación, vocación de servicio y atención sostenida.

Tales parámetros de “mantenimiento” suponen precisamente uno de los ingredientes que mejor nos identifican como raza humana: establecer vínculos capaces de generar proyectos con plena consciencia. 
En realidad si como Humanidad hemos llegado hasta aquí, es porque no sólo hemos sabido cazar juntos, sino porque también disponemos de un corazón compasivo y capaz de amar de manera universal desde la más pura esencia.

El fruto que regala el compromiso asumido en la vida de pareja, se refleja en la honda humanidad que brota en quienes comprenden la entrega sin medida. El hecho de comprobar una y otra vez cómo la relación de pareja, de la misma forma que regala, también pone al límite nuestras resistencias, supone uno de los elementos más valiosos para superar el narcisismo egoísta que a veces arrastramos más tiempo del que se debiera.

Con tales tomas de conciencia, el vínculo puede seguir profundizando y de pronto un día comprobamos que se abrió una puerta sin retorno, una puerta que conduce a una comunión sagrada con la totalidad de la existencia. 
Ese día sonreímos al recordar el sinuoso camino que nos tocó en el conspirar la vida con un determinado cómplice y disfrutar de la visión ampliada.
José María Doria
http://josemariadoria.com

lunes, 19 de marzo de 2018

Orientarse con la estrella interior

Todo buen navegante teme adentrarse en alta mar. Su experiencia le ha hecho consciente de la fragilidad del pequeño cascarón del barco ante la inmensidad de las aguas que lo soportan. El mar, como la vida, a veces es calmo pero otras se enfurece, nos sacude con olas gigantescas o nos estrella contra arrecifes camuflados. Y, sin embargo, el navegante ama profundamente el mar.


Mientras se eleva el sol, el rumbo del barco sigue la estela de los reflejos marinos hacia un punto trazado del horizonte, pero cuando cae la noche, los antiguos marineros perdían las referencias inmediatas y sólo les quedaba la posibilidad de elevar la cabeza y observar las estrellas. Silenciosamente, las estrellas siguen su camino, pero ese peregrinaje no es caótico, como podría parecerle a la persona mundana que no encuentra el tiempo, dentro de su apretada agenda, para pararse y mirar el cielo estrellado. La bóveda celeste gira en torno de la estrella polar, alineada con el eje del mundo. Si el navegante experto puede atravesar los mares nocturnos es porque allá arriba reina un orden preciso, roto momentáneamente por la estela de una estrella fugaz, que nos abre al asombro de que la esfera celestial de terciopelo negro está viva.
La estrella, cuya luz ha viajado miles o millones de años, trae consigo una invitación a seguirla. Más allá del horizonte mental está la infinidad de lo que somos: constelaciones que nuestra más fina sabiduría hila en una filosofía de vida. Ahora bien, entre todas esas estrellas de nuestro firmamento interno, entre la multiplicidad, hay una que en este preciso momento coincide con nuestra coronilla.
Para los antiguos, las estrellas eran difuntos que nos observaban o ángeles que nos custodiaban; para nosotros, son arquetipos que buscan encarnarse, cualidades del alma que van desde el amor hasta la verdad, desde la libertad hasta la fe, luminarias que nos sirven en la vida para no perder el norte,para luchar a menudo a brazo partido contra la mentira del mundo, la indiferencia ante el sufrimiento, la esclavitud de nuestras necesidades o la confusión de nuestras creencias.
Así, los cielos nos hacen de espejo para recordarnos lo esencial, y de brújula para no perdernos en la búsqueda.

Julián Peragón (Arjuna)

http://www.yogaenred.com/