jueves, 26 de octubre de 2017

LA VERDADERA MEDITACIÓN


                                                                                                               por Joan Tollifson
Siempre dudo en utilizar la palabra meditación, porque se utiliza de muchas maneras diferentes para significar muchas cosas diferentes. Como yo utilizo la palabra, la meditación no tiene nada que ver con posturas o prácticas específicas, ni con estar inmóviles durante sesiones de tiempo. No se necesita incienso, ni cojines especiales, no hay que sentarse con las piernas cruzadas, ni hacer nada extravagante en absoluto. Puede ocurrir en un sillón o en un avión. Simplemente significa estar aquí, en quietud, sin todas las cosas que normalmente absorben la atención ―simplemente estar presentes y conscientes de lo que es, tal como es― permitir que todo sea como es, sin tratar de manipularlo o controlarlo, sin juzgar, etiquetar o contar historias al respecto. No hay que intentar entrar en ningún estado especial ni lograr nada; ni tratar de deshacerse de todo lo que aparece. Y si el control, el juicio, la etiqueta, el intento, la resistencia o el contar historias ocurren, sea como fuere, significa simplemente verlo claramente por lo que es, sentir cómo ese movimiento del pensamiento aparece en el cuerpo en forma de sensaciones y permitir que todo se revele y desparezca a su debido tiempo.
En lugar de perderse en el pensamiento continuo, la meditación tiene que ver con la conciencia ― dando una atención abierta al ámbito de la percepción, la sensación y el conocimiento directo (la respiración, los sonidos, las sensaciones corporales, los colores y las formas, las fragancias, los sabores) y a la presencia consciente que lo contempla todo, la escucha silenciosa, la espaciosidad del ser. La meditación es sentir esta presencia espaciosa que somos, esta infinita inmensidad Aquí-Ahora, esta profunda quietud. Es probable que los pensamientos sigan apareciendo, pero una vez que el pensamiento es advertido, la atención puede abrirse y relajarse de nuevo en el puro ser.
En cualquier momento, ya sea unos pocos segundos entre los clientes, o una hora por la mañana o antes de acostarse, o mientras se viaja en autobús para ir a trabajar, o sentado en una sala de espera, en lugar de estar constantemente ocupados haciendo algo, leyendo algo, diciendo algo, consumiendo comida o información, revisando nuestros teléfonos, nuestro correo electrónico o nuestras redes sociales, o pensando en lo que sea ― la meditación es simplemente estar quieto. Ser consciente. Estar presente. Solo ser. No hacer nada en absoluto.
Además de "solo ser", la meditación también puede significar explorar la realidad viviente de una manera meditativa ―con la conciencia y atención abierta, en lugar de con el pensamiento― observando cómo se desarrollan las decisiones, viendo si el "yo" que parece tomar estas decisiones puede ser encontrado realmente, si hay un pensador que sea el autor de los pensamientos, si se puede encontrar algún límite real entre "dentro" y "fuera", si hay algún límite en el Aquí-Ahora ... viendo cómo el pensamiento divide, categoriza, etiqueta y cuenta historias y cómo el sufrimiento sucede. Todo esto (y más) puede ser explorado directamente con la conciencia.
Y cuando surjan estados mentales oscuros o difíciles ―depresión, preocupación, ansiedad, desesperación, soledad, aburrimiento, inquietud― en lugar de intentar resistirse o escapar de estos incómodos estados mentales y corporales haciendo algo o pensando en ellos, éstos pueden ser invitaciones a detenerse y no hacer nada en absoluto. Simplemente estar plenamente presente con esta circunstancia que hemos llamado "depresión", "ansiedad", "aburrimiento", "soledad", o lo que sea. Sin la etiqueta o la historia, ¿qué es? No buscar una respuesta mental, sino más bien escuchar abiertamente todo el fenómeno: sentirlo en el cuerpo como pura sensación y energía, permitiendo que nuestra atención profundice en las sensaciones mismas a medida que se despliegan y cambian. Y simultáneamente, ver los pensamientos y las historias que ponen en movimiento este estado emocional y lo mantienen , viéndolos como lo que son ― formas de pensamiento habituales y condicionadas que no necesitan ser creídas. Y estar despierto a todo lo demás que está ocurriendo al mismo tiempo ― el ruido del tráfico, el canto de los pájaros, la luz del sol en la alfombra, y la presencia consciente que lo contempla todo. Podemos encontrar que cuando nos volvemos hacia la oscuridad de esta manera, cuando nos relajamos en la consciencia ilimitada que somos, estas emociones ya no tienen un control sobre nosotros. Incluso pueden disolverse completamente.
Pero si "hacemos" todo esto para hacer desaparecer una emoción indeseable, o para tener un despertar o para iluminarnos, eso no es verdadera meditación ― eso es pensamiento buscando un resultado, resistiendo a lo que es. Por lo tanto, esto se vuelve muy sutil. No podemos hacer que dejemos de buscar, u obligarnos a nosotros mismos a no intentarlo. Es sólo otra capa de la misma cosa: tratar de no intentar, buscar el final de la búsqueda, resistir a lo que es. Pero cuando vemos claramente este movimiento de la mente, puede disolverse por sí mismo. La conciencia es el gran iluminador y el gran disolvente.
La meditación es ver y conocer la naturaleza de la realidad directamente, no como un conocimiento, sino como una experiencia y ser inmediatos. Por tanto no estamos simplemente adquiriendo una creencia o una idea de que "No hay yo" o que "Yo soy la Consciencia infinita", sino en realidad estamos descubriendo y realizando (haciendo realidad) todo esto por nosotros mismos. Estamos permitiendo que impregne todas las fibras de nuestro ser, para que se vuelva cada vez más sentido y encarnado como nuestra realidad viva. Las experiencias siempre vienen y van, de modo que no significa tener alguna experiencia continua de felicidad o unidad o presencia sin pensamiento, o nunca más sentirse tenso o contraído o perdido en el pensamiento. Simplemente significa estar despierto Aquí-Ahora. No como "yo" siendo cada vez mejor y mejor, sino como la consciencia misma, despertando de su propio sueño.
© Joan Tollifson,
http://srimaharaj.blogspot.com.ar

miércoles, 25 de octubre de 2017

Ikigai: el arte que te llevará a descubrir tus propósitos vitales


Ikigai es una palabra japonesa que se traduce como “la razón de ser” o “esos propósitos vitales que nos hacen despertar cada mañana”. Para los nipones todos llevamos nuestro propio ikigai en el interior y es esencial descubrirlo, hacerlo nuestro, llevarlo por bandera. Porque solo así nos comprometeremos mejor con nosotros mismos para hacer frente a cualquier dificultad.
Más allá de lo que podamos pensar pocos principios psicológicos y existenciales pueden ser tan básicos en nuestro día a día como el que representa este término, este concepto. Hallar un sentido al propio ser, disponer de una serie de propósitos vitales es clave para disuadir a la desesperanza y es ante todo, un sustrato terapéutico con el que hacer frente a una de las enfermedades más devastadoras de hoy en día: la depresión.
►El propósito de la vida es descubrir tu regalo, tu don, aquello que hay dentro de ti y que debes hacer tuyo.
                                                             William Shakespeare

Gran parte de nuestros problemas psicológicos podrían afrontarse hallando ese ikigai a veces escondido, reprimido e incluso silenciado con el cual recobrar el aliento, las ganas, la motivación. Se sabe, por ejemplo, que una buena parte de nuestros trastornos afectivos encuentran una clara mejoría cuando la persona empieza a comprometerse consigo misma, haciendo simplemente aquello que le gusta, aquello que la identifica.
Al poco, todo ese conjunto de pensamientos y creencias positivas actúan como verdaderos amortiguadores de las ideas suicidas, de las creencias limitantes e incluso de los miedos. Sin embargo, y esto también lo sabemos, no es nada fácil comprometernos con nuestro ikigai, con nuestros propósitos vitales. De ahí que los nipones nos recuerden que debemos ser como un guerrero leal y enérgico que cumple un fin muy concreto: mantener nuestra integridad y esa afinidad con las propias esencias.

Tu ikigai solo desea una cosa: “zarandear” tu pasividad

Sebastian Marshall es un conocido escritor que nos regaló hace unos años un libro con un título muy simple: Ikigai. Cabe decir que entre todas las publicaciones que podamos encontrar sobre este mismo tema, el que nos trae este autor es sin duda uno de los que más impacto han tenido y quizás el que más se aleja de esos principios a veces dulzones y fáciles asociados al crecimiento personal.
Algo que nos explica en primer lugar es que nuestro mundo está lleno de detractores. La sociedad nos invita desde bien pequeños a que seamos felices, sin embargo, a medida que crecemos lo único que encontramos es una zancadilla tras otra.
La primera lección que debemos aprender es a no aspirar a la misma felicidad que “supuestamente” tienen los demás. La mayor parte de las veces no es real. Si nos obsesionamos en tener y hacer lo mismo que aquellos que nos rodean, seremos como el 99% de la población. En cambio, si nos atrevemos a actuar de acuerdo a nuestros sueños, deseos y propósitos vitales, seremos únicos, seremos ese 1% que aspirará a una satisfacción auténtica.
Algo así solo lo conseguiremos de un modo, saliendo de nuestra pasividad, hallando el propio ikigai. Una vez lo hayamos clarificado y definido, ocurrirán varias cosas. La primera es que seremos más inconformistas, y eso es bueno. La segunda es que seremos conscientes por fin del propio potencial para convertirlo en “material explosivo” y salir así definitivamente de esos entornos yermos donde solo crece una cosa: el malestar.

¿Cómo descubrir mis propósitos vitales?

Puede que a muchos de nuestros lectores les parezca una pregunta irónica. ¿Quién no va a saber cuáles son sus propósitos vitales? Bien, por curioso que parezca no todos los tienen claros, es más, en ocasiones tenemos unas metas, ideales y objetivos algo distorsionados o impregnados por valores que no son nuestros. El peso de nuestra educación, familia y entorno social nos determina de un modo del que no siempre somos plenamente conscientes.
► El Ikigai siempre ha estado ahí, aunque en ocasiones dejamos de comprometernos con él, elegimos silenciarlo e ignorarlo porque pensamos que nadie nos entenderá, que seremos criticados o incomprendidos por aquellos que nos rodean…
Debemos dejar de posponer definitivamente esos propósitos que calma nuestra alma, esas necesidades, placeres y pasiones que nos identifican y que al fin y al cabo, podrían definir nuestro modo de vida. Conseguirlo no es fácil pero debemos lograrlo, te explicamos ahora cómo definir tu ikigai.

7 claves para dar forma a tu ikigai

El ikigai se conforma por la intersección de cuatro dimensiones básicas: tu pasión, tu vocación, tu profesión y tu misión en la vida. Para clarificar cada uno de estos aspectos clave, nos será de utilidad llevar a cabo las siguientes estrategias:
  • Deja de actuar en piloto automático: pregúntate a diario si lo que haces te proporciona felicidad.
  • No te compares con nadie, no aspires a tener lo mismo que los demás. Tú eres tu propia referencia.
  • Todos tenemos talento, todos tenemos algún tipo de capacidad excepcional que nos diferencia de los demás y que debemos aprovechar, hacer nuestra y disfrutarla.
  • El ikigai no es solo un propósito vital o una aspiración, es una forma de vida que debe verse, percibirse y sentirse en el aquí y ahora.
  • Es una dimensión que nos da energía cada mañana y que se traduce en una serie de actividades que hacemos a diario y en las que ansiamos seguir invirtiendo tiempo para mejorar.
  • En ocasiones, vivir de acuerdo a nuestro ikigai significa también dejar a un lado gran parte de lo que nos rodeaDebemos tener claro por tanto, que algo que va a exigir de nosotros es valentía.
  • Ikigai es lo contrario de pasividad o conformismo. Lo exige todo de ti y te hace sentirte vivo, libre y lleno de energía, sin importar tu edad o tu estado físico porque por encima de todo, es un estado mental…
Para concluir, si en la actualidad aún no hemos encontrado nuestro ikigai cabe decir que no pasa nada. En ocasiones, y a lo largo de nuestro viaje cotidiano, acontece ese despertar de una forma tan intensa y rotunda que ya no hay vuelta atrás. Será el momento en que no habrá más opción que seguirlo, que hacerlo nuestro.
Psicología/Valeria Sabater
https://lamenteesmaravillosa.com

martes, 24 de octubre de 2017

VUELVE... ESO ES TODO



Cada vez que te des cuenta de que te has ido al pasado o al futuro, no te sientas culpable, no te crees problemas por ello. Simplemente, vuelve al presente. No pasa nada. Simplemente, recupera tu conciencia. 

La perderás millones de veces; no te va a salir ahora mismo, inmediatamente. Puede suceder, pero no puede suceder por tu causa. Es un modo de conducta fijo desde hace tanto, tantísimo tiempo, que no lo puedes cambiar de buenas a primeras. Pero no te preocupes, la existencia no tiene ninguna prisa. La eternidad puede esperar eternamente. No crees tensiones por ello.

Cada vez que sientas que te has perdido, vuelve; eso es todo. 


No te sientas culpable; eso es un truco de la mente, que está otra vez jugando a sus juegos. No te arrepientas. Simplemente, cuando pienses, vuelve a lo que estuvieras haciendo. 


Si estás tomando un baño, vuelve; si estás comiendo la comida, vuelve; si estás dando un paseo, vuelve. 


En el momento en que sientas que no estás aquí y ahora, vuelve... Simplemente, inocentemente, no crees culpa. Si te sientes culpable, no has entendido nada.

La eternidad no tiene problemas; todos los problemas existen en el plano horizontal (el ego). 
El plano vertical (el Ser) no conoce problemas; es puro gozo, sin nada de ansiedad, sin nada de angustia, sin ninguna preocupación, sin ninguna culpa, sin nada. 


Sé simple y vuelve.


Te perderás muchas veces, dalo por seguro. Pero no te preocupes por ello. Así son las cosas. Te perderás muchas veces, pero eso no importa. No prestes atención al hecho de que te hayas perdido muchas veces, presta mucha atención al hecho de que te has reincorporado muchas veces.
Que te pierdas es algo natural. Eres humano, has vivido en el plano horizontal (el ego) durante muchísimas vidas, así que es natural. Lo estupendo es que has regresado muchas veces. Has hecho lo imposible; siéntete feliz por ello.

En veinticuatro horas te perderás veinticuatro mil veces, pero te reincorporarás otras veinticuatro mil veces. Y ahora empieza a funcionar un nuevo modo. Has regresado un montón de veces; ahora se empieza a abrir una nueva dimensión, poco a poco. 


Cada vez serás más capaz de mantenerte consciente, cada vez serán menos las idas y venidas. El recorrido de ida y vuelta se irá acortando cada vez más. Cada vez te olvidarás menos, cada vez te acordarás más; estás entrando en la vertical (el Ser). De pronto, un día, la horizontal (el ego) desaparece. La conciencia gana intensidad y la horizontal desaparece.

A esto es a lo que se refieren el Budismo Zen, el Vedanta y los hindúes, al decir que este mundo es ilusorio. Porque cuando la conciencia se hace perfecta, este mundo, este mundo que has creado a partir de tu mente, simplemente desaparece. Y otro mundo se te revela. 
La Maya desaparece, la ilusión desaparece... la ilusión está ahí a causa de tu sueño, de tu inconsciencia.
Si puedes recordar, aunque sea una sola vez, que esto es un sueño, eso provoca un choque y el sueño se hace pedazos y tú te despiertas.


Este mundo que ves a tu alrededor no es el mundo real. 


No es que no exista: sí que existe, pero lo estás viendo a través de un velo de sueño. Entre tú y él está la inconsciencia, la identificación.

Osho


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