lunes, 14 de agosto de 2017

Cómo limpiar las energías de tu casa.


Después de algún suceso negativo, como una enfermedad, una fuerte discusión o una pérdida de dinero, es conveniente limpiar las energías de la casa, en este artículo te describimos un método sencillo para hacerlo.

Un concepto clave de toda la metafísica china - incluido el feng shui - es el Chi. Chi se puede traducir como aliento o aire, pero en la metafísica china describe a una energía que fluye continuamente por toda la naturaleza: seres vivos, montañas, cielo, tierra, agua. En la medicina china la calidad de este flujo determina la salud y el bienestar físico y mental; en el feng shui, la calidad del Chi de la vivienda y sus alrededores definirá si la vivienda será auspiciosa o no para sus ocupantes.
Hay muchas maneras de influir sobre el flujo del Chi. La forma de nuestra casa lo hace, incluso la forma del terreno en donde está construida. Ciertos objetos, llamados curas, pueden también ayudar a armonizar el flujo del chi (puedes encontrar una descripición de las curas del feng shui AQUI). La actividad de las personas que habitan una casa y los eventos que ocurren allí también le imprimen una cierta calidad a la energía Chi. Después de algún suceso negativo, como una enfermedad, una fuerte discusión o una pérdida de dinero, es conveniente limpiar las energías de la casa. También cuando nos mudamos a una casa que ya estuvo habitada. En este artículo te describimos un método sencillo para hacerlo.

La Cura Aromática.

  1. Reserva la cáscara de tres o nueve naranjas (según la superficie de la vivienda, local u oficina que necesita limpiar).
  2. Rómpelas en trocitos más pequeños. Comenzando por la puerta de entrada, recorre toda la casa llevando los trocitos en la mano izquierda y con la derecha, espárcelos por todos los ambientes que necesiten ser limpiados.
  3. A medida que esparces los trocitos, visualiza una energía positiva y luminosa invadiendo todos los ambientes y eliminando todo lo negativo.
  4. Un método alternativo consiste en sumergir las cáscaras en agua caliente luego espacir el agua en lugar de las cáscaras.
  5. Abre la puerta de entrada y todas las ventanas de la casa, para permitir que el Chi se renueve completamente.
  6. Una vez terminado el ritual, los trocitos de cáscara de naranja se recogen y se tiran, imaginando que se llevan con ellos todo lo negativo. El agua sobrante, en caso de que hayas elegido esa variante, se tira y ya no debe volver a usarse.
  7. La pulpa de las naranjas utilizadas puede comerse, a modo de celebración una vez terminado el ritual de limpieza.
  8. Coloca un ramo de flores con aroma, como jazmines, por ejemplo, aproximadamente en el centro de la casa o de la sala de tu casa. Cambia las flores cada tres días, durante 27 días. El último arreglo de flores puede dejarse más de tres días, hasta que pierdan su frescura o aroma.

Es importante recordar que este ritual sólo limpia las energías de la casa después de algún evento negativo, pero no mejora el feng shui de la vivienda. Para modificar y ajustar efizcazmente el feng shui de una casa se requiere conocer la manera en que las formas de los ambientes y las energías invisibles que derivan de los puntos cardinales interactúan entre sí para formar un campo de energía beneficioso para sus ocupantes.
Marcelo Viggiano Director de Feng Shui Mundo

domingo, 13 de agosto de 2017

Personas que no aportan nada: ¿Cuándo dejarlas marchar?


Cuando el amor aprieta, es que no es de tu talla”. Esta frase, que leí en algún lugar, se me ha quedado impresa porque recurre a un símil particularmente esclarecedor. Cuando vamos a la tienda y nos probamos un par de zapatos o un vestido, si nos queda chico, pedimos una talla mayor, nos damos cuenta inmediatamente de que no está hecho a nuestra medida y debemos cambiar. Sin embargo, lo que resolvemos en cuestión de segundos en una tienda puede llevarnos años cuando se trata de las relaciones interpersonales. Y es que normalmente nos aferramos a las personas y a las experiencias que hemos vivido con ellas, aunque nos hagan daño o ya no nos aporten nada gratificante. 

A veces nos resistimos a aceptar que hay relaciones que están heridas de muerte y prolongar su agonía solo implica hacerse daño innecesariamente, es como hurgar en la herida para provocar más dolor. Cuando una persona no nos aporta nada, lo mejor es dejarla marchar. De esta forma ambos podremos pasar página con mayor rapidez y mirar al futuro.


Las señales que indican que una relación ha llegado a su fin


- Los intereses han cambiado. A veces conocemos a personas en determinadas etapas de nuestra vida, personas con las cuales conectamos inmediatamente pues descubrimos gustos e intereses comunes. Sin embargo, con el paso del tiempo todos cambiamos y no es difícil que desarrollemos intereses distintos que nos alejen. Cuando sentimos que “nada es lo mismo”, ha llegado el momento de replantearnos el sentido de la relación, sobre todo si la otra parte ya ha decidido que la separación es el mejor camino.

- Los acuerdos son una misión imposible
. Hay relaciones en las que cada una de las partes quieren cosas diferentes por lo que llegar a un acuerdo es casi imposible. En estos casos lo usual es que las discusiones sienten casa, se convierten en pan cotidiano y terminan afectando el equilibrio psicológico de todos los implicados. Cuando en vez de disfrutar del tiempo que pasamos con el otro, lo empleamos en discutir, ha llegado la hora de dejar ir esa relación pues aporta más cosas negativas que positivas.

- La confianza se ha esfumado. En cualquier tipo de relación, ya sea de pareja o de amistad, la confianza y la sinceridad son pilares fundamentales. Cuando se deja de confiar en el otro se comienza a desarrollar una relación basada en las dudas, la incertidumbre y el recelo. Este tipo de relación no es beneficiosa para nadie y, a la larga, si la confianza no se recupera, solo provocará dolor ya que es probable que ambas partes se hagan daño.

- El peso de la relación recae sobre una persona. Cuando sientes que eres el único que lucha para que la relación funcione, que llevas todos los problemas sobre tu espalda porque la otra persona no pone de su parte, ha llegado el momento de poner punto final. Una relación solo es satisfactoria cuando ambas partes están comprometidas y dispuestas a cambiar o a trabajar para solucionar las dificultades. Si solo una persona arrastra con el peso de los problemas, es porque el otro ha perdido el interés y eso significa que no tiene sentido seguir luchando por algo que ya no existe.



¿Por qué nos aferramos a este tipo de relaciones?


- Nostalgia. En muchas ocasiones nos aferramos a una relación simplemente porque hemos vivido buenos momentos y, cuando los recordamos, nos invade la nostalgia, un sentimiento que nos da la falsa sensación de seguridad. Simplemente preferimos mantenernos atados al pasado en vez de mirar al futuro.

- Miedo. Dejar ir a una persona que ha estado a nuestro lado durante mucho tiempo puede ser aterrador por lo que en ocasiones preferimos a “un malo conocido que a un bueno por conocer”. La creencia de que el futuro es incierto o de que no encontraremos a otra persona nos genera tal desasosiego que preferimos mantener el estado actual de las cosas.

- Hábito. Las relaciones que se han mantenido durante años han ido construyendo a su alrededor una serie de hábitos que han echado raíces. Abandonar estas costumbres y apostar por el cambio puede dar pereza y por eso, a veces preferimos quedarnos en nuestra zona de confort, al lado de una persona que en realidad ya no nos aporta nada.

- Esperanza. Detrás de la esperanza casi siempre se encuentra el amor, muchas personas se aferran a relaciones heridas de muerte simplemente porque tienen la esperanza de que el otro cambie. Sin embargo, recuerda que tampoco se le pueden pedir peras al olmo.

Dejar ir: Un proceso liberador


Cuando en una relación se llega al punto en el cual esta no nos reporta prácticamente nada positivo sino que se ha convertido en una carga de tensión, negatividad y problemas, lo mejor es dejar que esa persona se marche.

Al contrario de lo que muchos piensan, cuando ponemos ese dejar ir en la balanza, no suele ser doloroso sino liberador. Después de meses de discusiones, desencanto y estrés, poner punto final es un alivio. Por supuesto, eso no significa que sea sencillo y mucho menos fácil pero en muchas ocasiones es la única solución para poder continuar adelante.

Psicología/Jennifer Delgado
http://www.rinconpsicologia.com

sábado, 12 de agosto de 2017

Perfil del maltratador psicológico: 10 rasgos que le delatan


Nadie está exento del maltrato psicológico. Cualquier persona puede encajar dentro del perfil del maltratador psicológico ya que no se recurre a la violencia física sino al maltrato emocional. 

Al tratarse de una forma de violencia más sutil, que normalmente proviene de las personas más cercanas, como la pareja, un familiar o los amigos, es más difícil de detectar y frenar. Por eso podemos vernos enredados en sus redes sin apenas darnos cuenta.

¿Qué es el maltrato psicológico y cuáles son sus secuelas?


El maltrato psicológico es un patrón regular de ofensas verbales, amenazas, intimidación y críticas constantes, así como tácticas más sutiles de intimidación, vergüenza y manipulación. 

El maltratador psicológico recurre a estas tácticas para controlar y dominar a su víctima. El problema es que, si bien el abuso emocional no deja heridas visibles como el maltrato físico, sus huellas no son menos dolorosas.

En un estudio realizado en las universidades de McGill, Minnesota y Rochester se analizaron a 2.300 niños con edades comprendidas entre los 5 y 13 años, a quienes les dieron seguimiento durante un periodo de casi 30 años. Los investigadores descubrieron que el maltrato psicológico dejaba huellas tan profundas como la violencia física. Los niños que habían sido víctimas del maltrato emocional presentaban los mismos problemas psicológicos que los pequeños que habían recibido castigos físicos.

Otra investigación realizada en la Charité University Medicine Berlin, llevada a cabo en 51 mujeres con edades comprendidas entre los 18 y 45 años, desveló que el abuso físico y el maltrato psicológico dejan huellas diferentes en el cerebro.

El maltrato emocional deja cicatrices en las regiones asociadas con la comprensión y el control de las emociones, así como en las áreas vinculadas con el reconocimiento y la respuesta a los sentimientos de los demás. Son áreas de la corteza prefrontal y el lóbulo temporal medial que normalmente se activan cuando se les pide a las personas que piensen en sí mismas o reflexionen sobre sus emociones

Estas zonas del cerebro se vuelven más finas, lo cual se debe a que, para poder lidiar con las abrumadoras experiencias de angustia, el cerebro altera los patrones de señalización de las áreas involucradas, reduciendo su nivel de conectividad. En otras palabras, es como si fuera desconectando paulatinamente esas zonas del cerebro.

Como resultado de ese adelgazamiento de la corteza cerebral, las víctimas del maltrato psicológico son más propensas a padecer depresión, tener cambios bruscos de humor y mostrar respuestas emocionales más extremas. Estas personas van perdiendo la capacidad para reflexionar sobre sí mismas y encontrar la manera más adecuada de hacerle frente a las emociones. Esto las sume en una espiral negativa que las deja aún más vulnerables ante el maltrato psicológico.


¿Cuál es el perfil del maltratador psicológico?


En el imaginario popular se ha asociado la imagen del maltratador psicológico con la del hombre debido a que este normalmente incurre en comportamientos más violentos. Sin embargo, es importante tener en cuenta que dado que el maltrato emocional no es físico sino que implica una jerarquía de poder y una relación de sumisión emocional, las mujeres también pueden asumir el rol de acosadoras. De hecho, los principales rasgos del perfil del maltratador psicológico no varían según el género.

1. Son intolerantes

El maltratador psicológico suele ser una persona rígida e intolerante, que no respeta las opiniones y decisiones de los demás. Normalmente se trata de una persona llena de prejuicios y estereotipos que suele reaccionar de manera agresiva cuando algo no corresponde con sus planes y expectativas. 

2. Son muy autoritarios y controladores

Uno de los problemas del maltratador psicológico es que piensa que solo su manera de pensar y hacer las cosas es la correcta, por lo que los demás deben someterse a su voluntad. Si no le obedecen se enfada, aunque no tenga razón. Obviamente, esta persona no está abierta al diálogo porque cree que solo existe una verdad: la suya. Todo lo que no encaje en su manera de ver el mundo simplemente está mal. Como resultado, intentará controlar a todos, llegando a provocar una asfixia emocional.

3. Tienen un pensamiento de “todo o nada”

Los maltratadores psicológicos suelen ver la vida en blanco y negro, no contemplan los colores y ni siquiera aceptan que existen tonalidades de grises. Para ellos no hay términos medios, las cosas están bien o mal, lo cual les lleva a desarrollar un pensamiento extremadamente rígido que dificulta sus relaciones con los demás y les conduce a continuos enfrentamientos. 

4. Son especialistas en la manipulación emocional

Estas personas recurren al chantaje emocional para manipular a sus víctimas y obtener lo que desean. Pueden fingir que están enfermas si con ello sacan algún provecho pero también pueden culpabilizar al otro o incluso generar miedo. Su objetivo es desestabilizar a la víctima desde el punto de vista emocional, para presentarse luego como su única tabla de salvación, de manera que esta termina en sus manos prácticamente sin darse cuenta.

5. Son encantadores, al menos al inicio

Es muy difícil descubrir el perfil de un maltratador psicológico porque al principio esta persona se muestra encantadora y detallista. Sabe muy bien como ocultar su verdadero “yo”, hasta que su víctima gana confianza y le muestra sus debilidades emocionales. Entonces pondrá en marcha su comportamiento destructivo y controlador.

6. Son muy críticos pero muy poco autocríticos

Dado que el maltratador psicológico es una persona muy rígida, no encaja bien las críticas. Asume cualquier cosa como un ataque personal, por lo que reaccionará defendiéndose. Suele ser hipersensible y se ofende con facilidad. Sin embargo, no duda en criticar a los demás, y a menudo utiliza críticas destructivas ya que su objetivo no es ayudar a crecer al otro sino hacer que se sienta mal para poder someterlo. También es usual que pague sus errores, las críticas recibidas o un mal día con los demás, descargando su frustración en los otros, que se convierten en su saco de boxeo.

7. Sufren labilidad emocional

El maltratador psicológico no se caracteriza precisamente por su gran autoconocimiento, por lo que reacciona emocionalmente de manera muy intensa. Podríamos catalogarlo como un analfabeto emocional ya que tiene un escaso conocimiento y control sobre sus emociones. El problema es que quienes están a su lado viven en una cuerda floja ya que esta persona puede pasar rápidamente de estar de buen humor y mostrarse agradable a sentirse irritado y profundamente enfadado. No saber qué se puede esperar genera una enorme incertidumbre y ansiedad en quienes le rodean. 

8. Tienen una baja autoestima

El maltratador psicológico brinda una imagen de fuerza pero en realidad la utiliza para esconder su baja autoestima. Esta persona somete a los demás para sentirse importante pero a menudo su comportamiento agresivo o manipulador es solo una fachada para esconder una profunda inseguridad. Esa es la verdadera razón por la cual reaccionan tan mal cuando le critican o señalan un error que ha cometido.

9. Son insensibles

Estas personas no suelen ser muy empáticas, no se ponen en el lugar de la víctima sino que asumen una visión egocéntrica y hasta egoísta de la situación en la que solo les interesa salir ganadores. Esa insensibilidad es lo que les permite manipular y causar daño a los demás sin sentirse culpables.

10. Hacen falsas promesas

Cuando el maltratador psicológico se da cuenta de que puede perder el control sobre su víctima, no tendrá reparos en hacer falsas promesas. Es común que prometa que cambiará su comportamiento pero nunca lo hace, simplemente porque no se lo propone de verdad. Esta persona no tiene reparos en mentir para alcanzar sus objetivos y no está dispuesta a cambiar su forma de ser para contentar a los demás o facilitarles la vida.

Los trastornos de personalidad más comunes en los maltratadores psicológicos


Existen algunos trastornos de personalidad o personalidades acentuadas estrechamente vinculados con el maltrato psicológico.

- Trastorno de la personalidad narcisista. La persona tiene una percepción exagerada y grandiosa de sí misma, cree que merece la admiración de los demás. Tiende a exagerar sus propios logros y piensa que tiene todos los derechos pero ningún deber. A menudo se comporta de manera arrogante y carece de empatía.

- Trastorno de la personalidad antisocial. Esta persona muestra un patrón de desprecio por los derechos de los demás y las reglas de la sociedad. No tiene reparos en mentir, recurrir a la violencia, traspasar las normas y las leyes y lo hace sin experimentar ningún tipo de remordimiento.

- Trastorno de personalidad límite. Esta persona suele involucrarse en relaciones intensas e inestables, sobre todo debido a sus constantes cambios de humor. El problema es que tiene un escaso control sobre sus impulsos, por lo que puede hacerse mucho daño y dañar a los demás. Es probable que se sienta vacía, se enoje con facilidad o desarrolle un perfil psicológico relacional marcado por la paranoia. 

¿Los maltratadores psicológicos son conscientes del daño que causan?


Los maltratadores emocionales no siempre son plenamente conscientes del daño que hacen a sus víctimas. En algunos casos estas personas adoptan esta forma de relacionarse porque es la única que conocen, porque no poseen las herramientas psicológicas que necesitan para relacionarse de manera más asertiva. De hecho, es probable que durante su infancia hayan sido víctimas ellos mismos del maltrato emocional.

Otros maltratadores sí son conscientes de los daños que provocan, pero simplemente no les importa porque carecen de empatía y piensan que el fin justifica los medios. Estos maltratadores son aún más peligrosos puesto que normalmente no tienen límites con tal de alcanzar sus objetivos.

En cualquier caso, ya sea el maltratador consciente o no, la víctima debe tener claro que no es su culpa y que no debe soportar esa situación. El maltrato psicológico también es violencia.

Psicología/Jennifer Delgado
http://www.rinconpsicologia.com

Fuentes:
Vachon, D. et. Al. (2015) Assessment of the Harmful Psychiatric and Behavioral Effects of Different Forms of Child Maltreatment. JAMA Psychiatry; 72(11): 1135-1142.
Heim, C. M. et. Al. (2013) Decreased cortical representation of genital somatosensory field after childhood sexual abuse. Am J Psychiatry; 170(6): 616-623.

viernes, 11 de agosto de 2017

5 señales de agresividad encubierta


En materia de agresiones, se destacan dos clases básicamente: la abierta y la encubierta. En el primer caso (agresividad abierta), el comportamiento agresor se da de manera directa y palpable: es evidente a todas luces.
En el segundo caso (agresividad encubierta), el comportamiento agresor se da de una manera más sutil, oculta o, en otras palabras, camuflada y engañosa; es decir, conlleva un importante grado de manipulación.
Hay tres venenos primordiales: la pasión, la agresión y la ignorancia.
                                                                  Pema Chödron
La diferencia esencial entre una y otra, radica en la forma como se manifiestan las verdaderas intenciones de la persona causante del acto agresor. Enseguida te mostramos cinco de las señales que te permiten identificar la agresividad encubierta

1. La mentira: cuando la verdad “nos queda grande”



Es quizás la modalidad más evidente de agresión encubierta, la manera más común de violentar a otra persona, por el hecho de falsear, en mayor o menor grado, alguna verdad que atañe a ella.
Si se oculta algo a alguien, bien sea diciéndolo o callándolo, es quizás por el temor o el deseo de no querer enfrentar una realidad. Esto, se presume, sin el permiso o el consentimiento dela otra persona, con lo cual se le está agrediendo, de manera grave o leve, según sea la dimensión de la mentira.
De ahí que cuando se conoce la verdad, normalmente lleva a un conflicto, con lo cual se descubre que efectivamente existía una agresión. De otro modo, no habría lugar a malentendidos.
En este se refleja que hay ocasiones en las que la verdad es más grande que nosotros mismos y termina por doblegarnos. Esto es un círculo vicioso que regula un sinnúmero de relaciones sociales y poco a poco las deteriora, incluso, hasta consumarlas.

2. La culpabilidad: ser “víctima” de sí mismo

Es cuando nos ponemos en el papel de“víctima”, en cualquier situación de conflicto. Sentimos o queremos sentir que, verdaderamente, somos objeto de una “injusticia”, la cual se origina en la otra persona o en el grupo de personas involucradas en la disputa.
Es un modo típico de evadir nuestra responsabilidad, puesto que, al colocarnos en un contexto de indefensión y desamparo, la única vía que vemos posible para “ganar” la contienda, es introducir el sentimiento de culpabilidad; una culpabilidad que termina siendo más contundente que los mismos hechos.
El lema o el guión es: al mostrarme, consciente o inconscientemente, como un “sacrificado” de las circunstancias, las demás personas sentirán compasión de mí y me complacerán hasta los más tontos caprichos.
Paradójicamente, el más débil pasa a ser el más fuerte: se hace más fuerte en su debilidad, que el fuerte en su fortaleza. Hacer sentir culpa, evidentemente “funciona”; y es una forma encubierta de agredir a otros, ya que se les manipula.

3. Avergonzar: utilizar el poder para minimizar a otros




Es cuando minimizamos la esfera o la condición humana de alguien, quizás con el fin de sentirnos más que los demás o de ridiculizar a otra persona, ocultando el posible rechazo o rencor que se siente por ella. Es un poder soberbio ejercido sobre una debilidad, error o deficiencia.
Porque siempre que avergonzamos a otra persona pasamos por encima de ese alguien, de manera agresiva y hasta aplastante. Lo anterior, bien por motivos de una necesidad de sentirnos mejores que los demás, o bien por razones de un rechazo hacia esa persona. Inclusive, en varias ocasiones, por ambos motivos.
Por ejemplo, cuando se ridiculiza a alguien en público, burlándose de esa persona, se puede hacer parecer como una simple broma, pero quizás el verdadero trasfondo de las cosas puede ser mucho mayor: la real intención puede ser pasar por encima de ese alguien para agredirlo sustancialmente.

4. Seducir: la falsedad de “jugar” con el ego propio y el ego ajeno



Es cuando adulamos o impresionamos a otras personas para conseguir nuestros objetivos: nos valemos de cualquier debilidad, por lo general relativa al ego de un individuo, para conseguir cualquier tipo de propósito.
La agresión está, no en los eventuales detalles “bonitos” que podamos tener con alguien, sino en “jugar” con los sentimientos de otra persona para disfrazar una determinada situación, con el objeto de lograr un fin oscuro o egoísta.
Es entrar en la “ambivalencia” del ego propio y del ego ajeno, puesto que muy probablemente parto de una mentira, que la otra persona se cree de algún modo; o incluso, parto de una supuesta verdad, que el otro sobredimensiona.
Sin duda, un “juego” absurdo que no prosperará y en el cual ambas personas perderán. Obviamente, la agresión encubierta viene dada, de nuevo, por la intención, la manipulación y, en consecuencia, por el hecho de utilizar a las personas como si fueran objetos o medios para lograr cualquier finalidad.

5. La ausencia: cuando estando, no estoy

En este último caso, aunque la persona está presente físicamente, mental, cognoscitiva o emocionalmente, parece estar lejos de la situación objeto de conflicto, en un evidente comportamiento de “todo me importa nada”; es decir, “puedes irte con tus opiniones o reclamos a otra parte”.
Esta conducta se ve reflejada, entre otras actitudes, en el silencio, en mirar a otras partes y no a la persona directamente, en el fastidio de escuchar y atender a lo que me están diciendo, o simplemente en responder con frases muy cortas, poco dicientes y sin argumentos, al asunto objeto de controversia.
Finalmente, en este escenario de las agresiones encubiertas, vale decir que la conducta de un “buen manipulador” jamás será obvia. Y que quien manipula, algo esconde; y algo necesita, que no puede o no quiere lograr por sus propios medios.

Edith Sánchez
Imágenes cortesía de Jennifer Healy
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